Desde Sociedad Religiosa San Luis Rey de Francia
Ascención de Jesús
¿Cristo vuelve o no vuelve?, por el Padre Leonardo Castellani
La enfermedad mental específica del mundo moderno es pensar que Cristo no vuelve más; o al menos, no pensar que vuelve.
En consecuencia, el mundo moderno no entiende lo que pasa. Dice que el cristianismo ha fracasado. Inventa sistemas, a la vez fantásticos y atroces, para salvar a la humanidad. Está a punto de dar a luz una nueva religión. Quiere construir otra torre de Babel que llegue al cielo. Quiere reconquistar el jardín del Edén con sola las fuerzas humanas.
Está lleno de profetas que dicen: “Yo soy. Aquí estoy. Este es el programa para salvar al mundo. La Carta de la Paz, el Pacto del Progreso y la Liga de la Felicidad. ¡La Una, la Onu, la Onam, la Unesco! ¡Mírenme a mí! Yo soy.”
La herejía de hoy, descrita por Hilaire Belloc en su libro Las grandes Herejías , pareciera explícitamente no negar ningún dogma cristiano, sino falsificarlos todos.
Pero, mirándolo bien, niega explícitamente la Segunda Venida de Cristo; y con ella, niega su Reyecía, su Mesianidad y su Divinidad. Es decir, niega el proceso divino de la historia. Y al negar la Divinidad de Cristo, niega a Dios. Es ateísmo radical revestido de las formas de la religiosidad.
Con retener todo el aparato externo la fraseología cristiana, falsifica el cristianismo transformándolo en una adoración del hombre; o sea sentando al hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra por sus propias fuerzas.
La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro.
De los despojos muertos del cristianismo protestante, galvanizados por un espíritu que no es el de Cristo, una nueva religión se está formando ante nuestros ojos.
Esto se llamó sucesivamente filosofismo, naturalismo, laicismo, protestantismo liberal, catolicismo liberal, modernismo… Todas esas corrientes confluyen ahora y conspiran a fundirse en una nueva fe universal; que en Renán, Marx, Rousseau tiene ya sus precursores.
Esta religión no tiene todavía nombre, y cuando lo tenga, ese nombre no será el suyo. Todos los cristianos que no creen en la Segunda Venida de Cristo se plegarán a ella. Y ella les hará creer en la venida del Otro. “Porque yo vine en nombre de mi Padre y no me recibisteis; pero otro vendrá en su propio nombre y le recibiréis” (San Juan V,43).
De ellos escribió San Pedro el primer Papa:
¡Sabed, en primer lugar, que vendrán en los últimos días en decepción seductores que andan según su concupiscencias!
Y dirán: ¿Dónde está la promesa de su venida? Todas las cosas perseverarán lo mismo que desde el principio del mundo, después que murieron los Padres”.
Se les esconde a los que estos quisieran, que al principio fuel el cielo y la tierra sacada del agua y consistente sobre el agua por el verbo de Dios.
De donde aquel mundo de entonces, inundado del agua pereció.
Pero los cielos de ahora y la tierra en el mismo verbo de Dios cimentados, están reservados al fuego del día del juicio y la perdición de los impíos…
No olvida Dios su promesa, como algunos creen; mas obra con paciencia por vosotros, no queriendo que perezca nadie, sino que todos se conviertan a penitencia (II Pedro III,3-9).
En consecuencia, el mundo moderno no entiende lo que pasa. Dice que el cristianismo ha fracasado. Inventa sistemas, a la vez fantásticos y atroces, para salvar a la humanidad. Está a punto de dar a luz una nueva religión. Quiere construir otra torre de Babel que llegue al cielo. Quiere reconquistar el jardín del Edén con sola las fuerzas humanas.
Está lleno de profetas que dicen: “Yo soy. Aquí estoy. Este es el programa para salvar al mundo. La Carta de la Paz, el Pacto del Progreso y la Liga de la Felicidad. ¡La Una, la Onu, la Onam, la Unesco! ¡Mírenme a mí! Yo soy.”
La herejía de hoy, descrita por Hilaire Belloc en su libro Las grandes Herejías , pareciera explícitamente no negar ningún dogma cristiano, sino falsificarlos todos.
Pero, mirándolo bien, niega explícitamente la Segunda Venida de Cristo; y con ella, niega su Reyecía, su Mesianidad y su Divinidad. Es decir, niega el proceso divino de la historia. Y al negar la Divinidad de Cristo, niega a Dios. Es ateísmo radical revestido de las formas de la religiosidad.
Con retener todo el aparato externo la fraseología cristiana, falsifica el cristianismo transformándolo en una adoración del hombre; o sea sentando al hombre en el templo de Dios, como si fuese Dios. Exalta al hombre como si sus fuerzas fuesen infinitas. Promete al hombre el reino de Dios y el paraíso en la tierra por sus propias fuerzas.
La adoración de la Ciencia, la esperanza en el Progreso y la desaforada Religión de la Democracia, no son sino idolatría del hombre; o sea, el fondo satánico de todas las herejías, ahora en estado puro.
De los despojos muertos del cristianismo protestante, galvanizados por un espíritu que no es el de Cristo, una nueva religión se está formando ante nuestros ojos.
Esto se llamó sucesivamente filosofismo, naturalismo, laicismo, protestantismo liberal, catolicismo liberal, modernismo… Todas esas corrientes confluyen ahora y conspiran a fundirse en una nueva fe universal; que en Renán, Marx, Rousseau tiene ya sus precursores.
Esta religión no tiene todavía nombre, y cuando lo tenga, ese nombre no será el suyo. Todos los cristianos que no creen en la Segunda Venida de Cristo se plegarán a ella. Y ella les hará creer en la venida del Otro. “Porque yo vine en nombre de mi Padre y no me recibisteis; pero otro vendrá en su propio nombre y le recibiréis” (San Juan V,43).
De ellos escribió San Pedro el primer Papa:
¡Sabed, en primer lugar, que vendrán en los últimos días en decepción seductores que andan según su concupiscencias!
Y dirán: ¿Dónde está la promesa de su venida? Todas las cosas perseverarán lo mismo que desde el principio del mundo, después que murieron los Padres”.
Se les esconde a los que estos quisieran, que al principio fuel el cielo y la tierra sacada del agua y consistente sobre el agua por el verbo de Dios.
De donde aquel mundo de entonces, inundado del agua pereció.
Pero los cielos de ahora y la tierra en el mismo verbo de Dios cimentados, están reservados al fuego del día del juicio y la perdición de los impíos…
No olvida Dios su promesa, como algunos creen; mas obra con paciencia por vosotros, no queriendo que perezca nadie, sino que todos se conviertan a penitencia (II Pedro III,3-9).
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)