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domingo, 30 de septiembre de 2018

SAN JERÓNIMO, ESPADA VIVA DE DIOS

San Jerónimo (detalle del Políptico de Cervara, Gerardo David)
  
San Jerónimo representa en la Iglesia, por excelencia, el espíritu de la polémica. Sus escritos son de una energía incomparable. Él daba respuestas de fuego y admirables, dejando a todos temblando ante él.
  
Este es el celo de la Casa de Dios que devora al hombre. Es una de las formas más características, santas y legítimas del celo. Desde que esto sea hecho por amor a Dios, y no por resentimientos personales, es una cosa santísima: ser una espada viva de Dios.
  
No conozco elogio mayor que decir de alguien que él es la espada viva de Dios, por toda parte cortando.
     
San Jerónimo puede ser considerado el patrono del espíritu polémico.
 
Dr. PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA. Conferencia del 30 de Septiembre de 1964 (Fragmento).

viernes, 28 de septiembre de 2018

HEREJÍAS DE JUAN PABLO I (ALBINO LUCIANI TANCON)

Tomado del libro “La verdad de lo que realmente sucedió en la Iglesia Católica después del Concilio Vaticano II”, de los hermanos Miguel y Pedro Dimond OSB.
  
JUAN PABLO I (Albino Luciani): EL HOMBRE QUE DIJO SER EL PAPA ENTRE PABLO VI Y JUAN PABLO II DURANTE 33 DÍAS EN 1978…
  
    
“Él podía aceptar y aceptaba a los divorciados. También aceptaba fácilmente a otros que vivían en lo que la Iglesia llamaba ‘pecado’” [1]. (Padre Mario Senigaglia, secretario de Juan Pablo I cuando era “patriarca” de Venecia)
  
Albino Luciani (Juan Pablo I) fue el hijo de un socialista comprometido [2]. Juan XXIII personalmente consagró obispo a Luciani el 27 de diciembre de 1958 [3]. Luciani fue nombrado “cardenal” por Pablo VI [4].
   
Luciani hizo amistad con muchos no católicos. Phillip Potter, secretario del Consejo Mundial de Iglesias, fue huésped suyo. Entre sus otros invitados habían judíos, anglicanos y “cristianos” pentecostales. Intercambió libros y cartas muy amistosas con Hans Kung [5].
   
Luciani (Juan Pablo I) citó favorablemente varias veces a Hans Kung en sus sermones [6] (para quienes no lo conocen, Hans Kung negó la divinidad de Cristo). Luciani “estaba consciente de que varios de los laicos católicos que él conocía eran miembros de logias (masónicas), de la misma manera que él tuvo muchos amigos que eran comunistas” [7].
   
Luciani realizó un minucioso estudio acerca de la “paternidad responsable” y consultó a muchos médicos y teólogos. Al igual que Juan XXIII y Pablo VI, Luciani estudió la posibilidad de que la “píldora” fuese utilizada como un método “natural” de regulación de la natalidad [8]. Los que habían hecho uso de los anticonceptivos artificiales y acudieron a confesarse con Luciani, dicen que él fue “muy compasivo” con ellos [9].
   
En abril de 1968, Albino Luciani escribió y presentó un informe a Pablo VI en que recomendaba que la Iglesia Católica debería aprobar el uso de la píldora anovulatoria desarrollada por el profesor Pincus. Luciani recomendó que esta píldora se convirtiera en la píldora católica del control de la natalidad [10]. United Press International (UPI) descubrió que Luciani había abogado por una normativa del Vaticano favorable al control artificial de la natalidad. Los periódicos italianos también publicaron noticias al respecto. Para corroborar la historia, estos periódicos informaron que el documento de Luciani fue enviado a Pablo VI por el “cardenal” Urbani de Venecia, en el cual se hacía una fuerte recomendación a favor de la píldora anticonceptiva [11].
   
Más tarde, durante su “pontificado” – cuando era “Juan Pablo I” – Luciani citaba a menudo los pronunciamientos y encíclicas de Pablo VI. Es notable la ausencia de cualquier referencia de Juan Pablo I a la Humánæ Vitæ [12].
   
El 13 de abril de 1968, en una conferencia que dictó en el pueblo de Vittorio Veneto acerca del control de la natalidad [13]. Luciani hizo las siguientes observaciones:
“Es más fácil hoy en día, dada la confusión causada por la prensa, encontrar personas casadas que no creen que están pecando. Si esto es lo que sucede, puede que sea oportuno no molestarlas dada las condiciones habituales…”.
   
“Oremos para que el Señor ayude al Papa para resolver esta cuestión [que se les permita a los católicos utilizar el control de la natalidad artificial]. Tal vez nunca ha habido una pregunta tan difícil para la Iglesia; tanto por las dificultades intrínsecas y por las numerosas implicaciones que afectan a otros problemas, como por la forma aguda en la que ella afecta a la gran masa del pueblo” [14].
   
Cuando Albino Luciani se convirtió en “patriarca” de Venecia, su secretario personal era el Padre Mario Senigaglia. Senigaglia debatió con Luciani (con quien había desarrollado una relación casi de padre a hijo) de los diferentes casos morales que involucraban a los feligreses. Luciani siempre aprobaba el punto de vista liberal que tenía Senigaglia. Senigaglia dijo: “Él era un hombre muy comprensivo. Muchas veces lo escuché diciéndole a las parejas, ‘Hemos hecho del sexo el único pecado, cuando en realidad él está ligado a la debilidad y fragilidad humana y tal vez por eso es el menor de los pecados’” [15].
  
Patriarca Luciani con su secretario, don Mario Senigaglia
      
Senigaglia confirmó que el punto de vista personal de Luciani sobre el divorcio habría sorprendido a sus críticos: “Él de hecho aceptaba a los divorciados. También fácilmente aceptaba a las otras personas que vivían en lo que la Iglesia llama ‘pecado’” [16].
   
Él también fue un promotor del falso ecumenismo. “Durante sus nueve años allí [como “patriarca” de Venecia] fue el anfitrión de cinco conferencias ecuménicas, incluyendo la reunión de la Comisión Internacional Anglicana-Católica Romana, que en 1976 presentó una declaración conjunta sobre la autoridad…” [17].
 
LUCIANI SOBRE UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL
Luciani: “Sólo es posible tener un desarme gradual, controlado y universal si una organización internacional tiene poderes y posibilidades para sancionar más eficientemente que las que aplica las Naciones Unidas…” [18].
 
LUCIANI SOBRE LOS CRISTIANOS
 
Citando a Gandhi, Luciani dijo: “Admiro a Cristo pero no a los cristianos” [19].
   
En un sermón de Pascua en 1976, Luciani hizo la siguiente declaración:
“Así, la moral cristiana adoptó la teoría de la guerra justa; la Iglesia permitió la legalización de la prostitución (incluso en los Estados Pontificios), mientras que, obviamente, permaneció prohibida en el plano moral” [20].
   
Es una blasfemia el afirmar que la Iglesia Católica permitió la legalización de la prostitución.
  
Como “patriarca” de Venecia, el 24 de diciembre de 1977, Albino Luciani declaró de la Revolución Francesa lo siguiente: “… las intenciones de quienes encendieron la insurrección y la revolución al principio habían sido muy buenas, y la consigna proclamada era ‘Libertad, Fraternidad, Igualdad’” [21].
   
Poco antes del cónclave de 1978, se le preguntó a Luciani su opinión sobre el primer niño probeta, Louise Brown. Hablando de la niña de probeta y sus padres, Luciani dijo:
“Siguiendo el ejemplo de Dios, que quiere y ama la vida humana, yo también envió mis mejores deseos a la niña. En cuanto a los padres, no tengo derecho a juzgarlos; subjetivamente, si ellos actuaron con buenas intenciones y de buena fe, ellos pueden incluso tener un gran mérito ante Dios por lo que han decidido y pedido a los médicos que hicieran” [22].
    
Luciani tenía más que cualquier otro “cardenal” el espíritu del Segundo Concilio Vaticano de Juan XXIII para ponerlo en práctica [23].
   
Juan Pablo I renunció a la tiara papal y sustituyó la ceremonia de coronación con una sencilla celebración [24].
   
La tiara que fue vendida por Pablo VI fue sustituida por el palio, una estola de lana blanca que va alrededor de los hombros [25].
  
Esto es lo que dijo Juan Pablo I en su primer discurso anunciando el programa de su “pontificado”:
1) “El eco de su vida cotidiana da testimonio de que, a pesar de todos los obstáculos, ella (la Iglesia) vive en el corazón de los hombres, incluso en aquellos que no comparten su verdad o aceptan su mensaje” [26].
2) “… el Concilio Vaticano II (a cuyas enseñanzas queremos comprometer nuestro total ministerio)…” [27]
3) “Queremos continuar poniendo en práctica la herencia del Segundo Concilio Vaticano. Sus sabias normas deben ser seguidas y perfeccionadas” [28].
4) “… le damos prioridad a la revisión de dos de los códigos de derecho canónico: el de la tradición oriental y el de la tradición latina…” [29]
5) “Deseamos mantener el impulso ecuménico, que consideramos una directiva definitiva de nuestros predecesores inmediatos” [30].
   
Durante la toma de posesión de Juan Pablo I, él dijo:
“Saludamos también con reverencia y afecto a todos los pueblos del mundo. Los respetamos, y amamos como a nuestros hermanos y hermanas, ya que son hijos del mismo Padre celestial y hermanos y hermanas en Jesucristo” [31].
   
Hablando a un amigo acerca del patriarca cismático de Moscú, Nikodem, Juan Pablo I lo llamó “un verdadero santo” [32].
  
Nicodemo I (Rotov), metropólita de Leningrado-Novgorod y Exarca Patriarcal para Europa Occidental del Patriarcado de Moscú, y Albino Luciani/Juan Pablo I. Nicodemo I (que según el dossier del ex-archivista y desertor de la KGB Vasili Nikitič Mitrokhin, era un agente con el nombre clave “Sviatoslav” y la misión de que el Vaticano y el Consejo Mundial de Iglesias se plegaran a los intereses soviéticos) murió en plena audiencia con Luciani el 5 de Septiembre de 1978.
  
En una carta al nuevo patriarca cismático de Moscú con motivo de su reciente fallecimiento, Juan Pablo I, dijo:
“… expresamos a su Santidad y al Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rusa nuestros sentimientos de profundo pesar. Le aseguramos nuestra oración por el eterno descanso del alma de este devoto servidor de su Iglesia y constructor de la intensificación de las relaciones entre nuestras Iglesias. Que Dios lo reciba en su alegría y su paz” [33].
   
Juan Pablo I llama un “devoto servidor de su Iglesia” al difunto cismático ruso, que rechazaba la infalibilidad papal y los últimos 13 concilios dogmáticos (entre otras enseñanzas católicas).
  
Juan Pablo I “creía en un poder más compartido con los obispos de todo el mundo y planeó una descentralización de la estructura del Vaticano” [34].
   
Juan Pablo I dijo: “La Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas (…) ¡Qué hermoso hubiera sido si el Papa mismo hubiera renunciado voluntariamente a todo poder temporal!” [35]. Juan Pablo I le dijo al cuerpo diplomático que el Vaticano renunciaba a todas las reclamaciones de poder temporal [36].
  
Papa Pío IX, Nullis certe verbis, # 1, 19 de enero de 1860:
“…en vuestras respetuosísimas e igualmente afectuosas cartas a Nos enviadas, como también en tantas cartas pastorales y otros religiosos y doctos escritos impresos para el público, levantasteis vuestra voz episcopal con insigne gloria para vosotros y vuestra orden, para defender valientemente la causa de Nuestra santísima Religión y de la justicia, y para detestar vehementemente las sacrílegas audacias admitidas contra el Principado civil de la Iglesia Romana. Y, defendiendo constantemente el mismo Principado, os gloriasteis de profesar y enseñar que, por singular determinación de aquella Providencia divina que todo lo rige y gobierna, éste mismo fue dado al Romano Pontífice, para que él, jamás sometido a ninguna potestad civil, ejerciera en todo el orbe el supremo cargo del ministerio Apostólico divinamente confiado por el mismo Cristo…” [37].

Juan Pablo I hablaba con frecuencia de Pablo VI con admiración y cariño: “Él fue un gran Papa y sufrió mucho. No fue comprendido…” [38].
   
Juan Pablo I también se refirió a Dios como una “madre”.
Juan Pablo I, Discurso del Ángelus, 10 de septiembre de 1978: “Él (Dios) es nuestro Padre, más aún, Él es nuestra madre” [39].
   
En su Audiencia general del 13 de septiembre de 1978, Juan Pablo I habló sobre el tema de las verdades inmutables y dijo:
“Las verdades son esas; debemos andar por la vía de esas verdades, comprendiéndolas cada vez mejor, poniéndonos al día, presentándolas de forma adecuada a los nuevos tiempos. También el Papa Pablo tenía el mismo pensamiento” [40].

En septiembre de 1978, se le escuchó a Luciani hablando con su secretario de Estado en los aposentos papales, el “cardenal” Villot: “Estaré encantado de hablar con esta delegación de los Estados Unidos sobre el tema. En mi opinión, no podemos dejar la situación tal como está”. El “tema” era la población mundial. La “situación” era la Humánæ Vitæ [41].
   
Lo primero de su lista de prioridades de reforma y cambio era alterar radicalmente la relación del Vaticano con el capitalismo y aliviar lo que él creía era el sufrimiento que había surgido directamente de la Humánæ Vitæ [42]. [Queremos dejar claro que no estamos sugiriendo que la Humánæ Vitæ fuera un buen documento. No, en absoluto. La Humánæ Vitæ enseña que las parejas pueden utilizar el control “natural” de la natalidad y no tener hijos en absoluto, como es cubierto en este libro. El punto es que la Humánæ Vitæ denunció la anticoncepción artificial, y por esa razón Juan Pablo I se oponía a ella].
   
En mayo de 1978, Luciani había sido invitado a asistir y hablar en un congreso internacional celebrado en Milán el día 21-22. El objetivo principal del congreso era celebrar el próximo aniversario de la encíclica Humánæ Vitæ. Luciani hizo saber que no iría a hablar en el congreso y que no asistiría [43].
   
El 19 de septiembre de 1978, Juan Pablo I se reunió con su secretario de Estado el “cardenal” Villot. Juan Pablo I declaró:
“Eminencia, hemos estado discutiendo sobre el control de la natalidad durante unos cuarenta y cinco minutos. Si la información que he dado, las diferentes estadísticas, en caso de que la información sea exacta, entonces durante el período de tiempo que hemos estado hablando, más de mil niños menores de cinco años de edad han muerto de desnutrición. Durante los siguientes cuarenta y cinco minutos mientras Ud. y yo esperamos con anticipación a la próxima comida, otros miles de niños morirán de desnutrición. Mañana a esta hora treinta mil niños que en este momento están vivos, estarán muertos –por desnutrición. Dios no siempre provee” [44].

El Vaticano afirmó que Juan Pablo I murió de un ataque cardiaco masivo alrededor de las 23 hrs. del 28 de septiembre de 1978 [45].
   
Hemos demostrado que Juan Pablo I era un hereje manifiesto que, entre otras cosas, autorizó plenamente la indiferencia religiosa y el falso ecumenismo del Segundo Concilio Vaticano. Puesto que era un hereje, no podría haber sido un Papa válidamente elegido. Él fue un antipapa no católico.
   
Notas de la Sección 15:
[1] David Yallop, In God’s Name (An investigation into the Murder of John Paul I) [En el Nombre de Dios (una investigación sobre el asesinato de Juan Pablo I)], edición inglesa, Bantam Books, 1984, págs. 60-61.
[2] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 60.
[3] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope [El Papa Sonriente], edición inglesa, Huntington, Indiana: Our Sunday Visitor Publishing, 2004, pág. 27.
[4] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 58.
[5] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, págs. 86, 190.
[6] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 190.
[7] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 201.
[8] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 35.
[9] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 36.
[10] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 32.
[11] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 191.
[12] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 192.
[13] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 32.
[14] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 33.
[15] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 61.
[16] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, págs. 60-61.
[17] John Norman Davidson Kelly, Oxford Dictionary of Popes [Diccionario de los Papas de Oxford], edición inglesa, Oxford University Press, 2005, pág. 325.
[18] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 62.
[19] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 65.
[20] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 60.
[21] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, p. 120.
[22] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 233.
[23] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, p. 90.
[24] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness [Cuando un Papa pide perdon], edición inglesa, New York: Alba House and Daughters of St. Paul, 1998, pág. 37.
[25] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 185.
[26] L’Osservatore Romano (El periódico del Vaticano), edición inglesa, 31 de agosto de 1978, pág. 6.
[27] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 31 de agosto de 1978, pág. 6.
[28] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 31 de agosto de 1978, pág. 6.
[29] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 31 de agosto de 1978, pág. 6.
[30] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 31 de agosto de 1978, pág. 6.
[31] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 7 de septiembre de 1978, pág. 1.
[32] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 64.
[33] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 14 de septiembre de 1978, pág. 2.
[34] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 189.
[35] Luigi Accattoli, When A Pope Asks Forgiveness, edición inglesa, pág. 44.
[36] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 210.
[37] The Papal Encyclicals [Las Enciclicas Papales], edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), pág. 359.
[38] Raymond yLauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 44.
[39] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 21 de septiembre de 1978, pág. 2.
[40] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 21 de septiembre de 1978, pág. 1.
[41] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 192,193.
[42] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 194.
[43] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 192.
[44] David Yallop, In God’s Name, edición inglesa, pág. 196.
[45] Raymond y Lauretta Seabeck, The Smiling Pope, edición inglesa, pág. 70.

jueves, 27 de septiembre de 2018

FELLAY: «FUI AGENTE DEL VATICANO»

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO.
  
EL OBISPO FELLAY LO ADMITE: «FUI UN AGENTE SECRETO DEL NOVUS ORDO». AHORA RECONOCE QUE SIRVIÓ ENCUBIERTAMENTE COMO OFICIAL DEL NUEVO ORDEN
   
Bernie Fellay, ex Superior general de la Neo-FSSPX, ha confesado públicamente la herejía: Él participó en cooperación formal con la Herejía Novusordiana en varias ocasiones.
Él dijo en una conferencia de prensa el 3 de Septiembre de 2018 en las Filipinas que había servido como un oficial contratado por el herético antipapa para juzgar varios casos en el Novus Ordo.
Además, él había usado una corte canguro del Novus Ordo para castigar a uno de sus propios sacerdotes.
  
Ahora puede decirse oficialmente: Bernie Fellay, ex Superior general de la Neo-FSSPX y actual miembro de su Comité Ejecutivo, es un hereje. Él ha abrazado personalmente el herético Novus Ordo al servirle como oficial contratado por la administración del Antipapa herético Francisco Bergoglio.
  
Fellay admitió públicamente la verdad en una conferencia de prensa el 3 de Septiembre de 2018 –no, sin embargo, de la oficina central de la Neo-FSSPX en Menzingen (Suiza) sino de una tierra mucho más distante: las Filipinas–. Aunque la noticia en estos días es mundial, y su admisión de herejía no escapó a la atención de la prensa internacional. Fellay admitió que sirvió en varios casos como juez Novus Ordo. Incluso, usó una corte canguro deuterovaticana para castigar a uno de sus propios sacerdotes. Por estos actos, Fellay reconoció la legitimidad de la herética iglesia novusordiana.
  
Fellay admitió que su herejía puede haber sido en vano. Francisco Bergoglio ha declarado que la neo-iglesia no “reconocerá” a la Neo-FSSPX hasta que «acepte el Novus Ordo y el [Anti-]Concilio Vaticano II» [Parte de la información para este Comentario proviene de Gloria NL News.]
  
Verdaderos Católicos, así como la iglesia novusordiana no es la Iglesia Católica, la Neo-FSSPX, fundada en 1994 por Bernie Fellay, no es la original Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX) del Arzobispo Marcel Lefebvre. Uno de cada cinco sacerdotes ha dejado la Neo-FSSPX porque ellos rechazan cualquier asociación con la pseudoiglesia; y más están saliendo actualmente. «Dios no es burlado», escribió San Pablo (Gálatas 6, 7, Versión Douay-Rheims). Como nosotros los Padres de TRADITIO lo hemos dicho desde antiguo, Fellay ha actuado cual marioneta de los antipapas conciliares, el último de los cuales, Francisco Bergoglio, ha sido delatado personalmente como cómplice de pedófilos, y se espera que sea forzado a renunciar dentro de un año, justo como su pedofílico predecesor, Benedicto Ratzinger.

NOVENA EN HONOR A SAN BRUNO, FUNDADOR DE LA ORDEN CARTUJA

Traducción de la Novena compuesta por fray Víctor Felicísimo Francisco Nabantino, monje de la Real Cartuja de Santa María de Scala Cœli de Évora (Portugal) en 1832. Los Gozos fueron compuestos por un devoto de San Bruno en torno al año 1900.
 
ADVERTENCIA
Quien quiera hacer esta Novena, que comenzará el 27 de Septiembre, se preparará recibiendo antes (si le es posible hacerlo) los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, tanto en el día en que la comience, como en el día del Santo, que es el 6 de Octubre. Buscará también ocuparse en ejercicios de piedad en todos los días de la Novena. Después debe saberse que el Ilustrísimo y Reverendísimo Mons. Valentín Armellini, Obispo de Alatri, el 7 de Octubre de 1836, en ocasión de su visita a la Venerable Cartuja de Trisulti, se ha dignado conceder a cualquiera que recite devotamente esta Novena de San Bruno cuarenta días de Indulgencia por cada día que se recite, y en cualquier tiempo del año a gusto del devoto. El Ilustrísimo y Reverendísimo Monseñor Francisco María Cipriani, Obispo de Veroli, el 11 de Junio de 1837, también se dignó conceder cuarenta días de Indulgencia en la forma mencionada.
   
NOVENA EN HONOR DEL SERAFÍN DE LA SOLEDAD SAN BRUNO, INSIGNE PATRIARCA DE LA ORDEN CARTUJA

  
Estando de rodillas, se hará la Señal de la Cruz y se dirá:
  
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Oh Dios de infinita bondad, con todo mi corazón me arrepiento de todas las ofensas que contra Vos he cometido, me arrepiento; Señor, porque Vos sois tan bueno, tan santo, tan amable y digno de todo amor. Es muy cierto, oh mi Dios, que mis culpas son tantas que me hacen indigno de que Vos me miréis con ojos de misericordia; pero, oh misericordiosísimo Padre, dignaos en perdonar a este pecador contrito, que de aquí en adelante propone, ayudado con vuestra divina gracia, no ofenderos más, y así espero hacerlo por los infinitos méritos de Jesucristo vuestro amadísimo Hijo. Amén.
   
DÍA PRIMERO - 27 DE SEPTIEMBRE
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA DILIGENCIA
Consideremos que la virtud de la Diligencia es tan excelente, porque sin ella ninguna obra (en especial las buenas) puede ser agradable a Dios. El glorioso San Bruno practicó siempre esta virtud en el curso de toda su vida comenzando casi desde su infancia; tanto que siendo enviado por sus nobilísimos padres a los estudios, realizaba con suma diligencia todas sus obligaciones, y corría con pasos tan gigantescos en el cumplimiento de sus deberes literarios, que dejaba tan atrás y perdía de vista a los más excelentes de sus condiscípulos: es cierto que el Santo buscaba la ciencia, pero no con otro fin que el de poder agradecerle mejor a Dios el beneficio recibido de tan bella cualidad, ya que no ponía en la ciencia solamente mundana su felicidad, como hacían los antiguos filósofos, sino más bien en la ciencia de los Santos: por eso estudiando el santo con tan recto fin, Dios le facilitaba el santo entendimiento, y no le parecía por maravilla, de modo que en breve tiempo se convirtió en el más sabio y docto maestro de su siglo.
  
FRUTO
De esta consideración se realizará un propósito firme de cumplir con diligencia todos nuestros deberes, dirigiendo siempre nuestra intención a nuestro último fin, que es Dios, porque procediendo así tendremos el socorro de Dios en todos nuestros afanes.
   
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA PRIMERO
Oh Bruno Santísimo, así como en este Mundo amaste tanto la virtud, y odiaste el vicio, así intercede por nosotros ante la Santísima Trinidad, también dígnate ayudarnos para alejarnos del vicio, y adquirir todas aquellas virtudes que más nos son necesarias, a fin de que podamos fielmente servirla aquí en la tierra, para poder gozar después de la muerte en compañía en el Cielo. Te pido que por la intercesión de la Virgen quieras obtenerme la gracia de… (Pídase la gracia que se desea recibir) Amén. 
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri.
  
GOZOS EN HONOR A SAN BRUNO
  
Ardiendo en llamas de amor,
Sois serafín encendido.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Os vio Colonia nacer,
Y tras candorosa infancia
Ansioso voláis a Francia
Para en la ciencia ascender.
Con vuestra ciencia y virtud,
Conquistáis premio y loor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
En Reims fuisteis Canciller
De sus famosas escuelas,
Hermanando siempre en ellas
La humildad con el saber.
De sabios fuisteis maestro,
Y en toda virtud Doctor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
La infausta condenación
Del malhadado Raimundo
Os decide a huir del mundo,
Y encontráis la perfección.
Despreciáis cargos y honores,
Y está en Cristo vuestro amor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
De Bruno y sus compañeros
Tiene Hugo aviso cierto,
Viendo bajar al desierto
Siete brillantes luceros.
Siendo él todo para ellos,
Caudillo, Padre y Pastor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Vuestra continua oración,
Ayuno y gran penitencia
Os dan de Dios tal presencia,
Tan alta contemplación,
Que el yermo pobláis de gentes
Y embalsama vuestro amor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
La plegaria es tan ferviente,
Que conmueve al mismo Cielo,
Y en su virtud brota el suelo
Clara y milagrosa fuente.
Así dais a vuestros hijos
Prendas de infinito amor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Invicto atleta de Cristo,
Gran lumbrera de su Iglesia,
De toda virtud y ciencia
Vuestro celo es conocido,
Luz y fuerza del Papado
Y del sacerdocio honor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
De muerte alevosa y fiera
Libras al Conde Roger
¿Qué tiene ya que temer
Quien confiado en ti espera?
Quien se acoja a tal Patrono
Deseche todo temor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Tu sepulcro milagroso
Es probática piscina,
De todo mal medicina,
Al que acude fervoroso.
Siempre te encuentra benigno
Del desvalido el clamor.
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Pues con Jesús vencedor
Me esperáis en vuestro Empíreo,
Dad, Bruno, de Dios querido,
Al que os invoca favor.
   
Antífona: Este Santo, que pasó por la gloria de los Ángeles, con razón revive en la memoria de los hombres, porque viviendo en cuerpo en el peregrinaje de este mundo tenía siempre el pensamiento y deseo en la Patria celeste.
℣. Exaltaste sobre la tierra su habitación.
℟. Para investigar la sabiduría en su oración.
 
ORACIÓN
Oh Dios, del cual separarse es morir, y caminar con Vos es vivir, Vos, Señor, que sublimásteis con el don de la altísima contemplación al Beatísimo San Bruno, os suplicamos que nos concedáis el espíritu de la gracia salvífica, por medio del cual conformándonos con él por su ejemplo, nos fortifiquemos con sus méritos, y nos auxilie con su intercesión, para que así como la vocación lo llevó a la corona, por su devoción nos conduzca al perdón de nuestros pecados. Por nuestro Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

DÍA SEGUNDO - 28 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA PRUDENCIA
Consideremos que la Prudencia es una de las más buenas virtudes, porque el fin de ella es regular todas las demás, y con ella debemos aprovecharnos de todo esto, que para nosotros sea destinado, o encontrado, como hizo el glorioso san Bruno en el acontecimiento siguiente: Entre los doctores de la Universidad de París, había uno muy célebre no solo en razón de su gran ciencia, sino sobre todo por vivir con tan gran premura la modestia, que a los ojos de todos los ciudadanos de París parecía un hombre de mucha virtud. Murió este renombrado Doctor, de nombre Raimundo Diocres, recibiendo antes los Sacramentos de la Iglesia Católica, y cuando por su alma se hacían los funerales y se cantaba el oficio, estando el cuerpo presente, en medio de este acto tan solemne alzó el difunto la cabeza, y con voz muy espantosa profirió la sentencia de su condenación eterna con estas palabras: «Por justo juicio de Dios estoy condenado». Encontrándose el Santo presente a este horrible suceso, se fue a su casa, y como prudente aprendió a costa ajena, conociendo que para evitar consecuencia tan funesta, se hacía necesario elegir principios más sólidos.
   
FRUTO
Por esta consideración tomar un propósito de hacer todas nuestras obras con tan recta intención, que no solamente seamos buenos a los ojos de los hombres, sino también (y esto es mejor) a los ojos de Dios: y jamás debemos olvidarnos de nuestro Juicio final, como dice el Espíritu Santo: «recuerda siempre tus postrimerías, y jamás pecarás».
  
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Oh gran protector mío San Bruno! A vuestros pies he recordado la gran lección que con vuestro ejemplo me dais. Sin embargo, con frecuencia olvido que mi vida me es dada para adquirir méritos para el Paraíso. Os ruego, prudentísimo Santo, que con la gracia que hoy os pido (se dice la gracia que se desea), me obtengáis la más preciosa de todas, esto es, morir antes que ofender gravemente a Dios. Sí, deseo con todo corazón que me obtengáis de la Virgen Santísima la gracia pedida en esta Novena, si conviene para el bien de mi alma; sobre todo pido vuestra intercesión para asegurar mi salvación eterna. Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA TERCERO - 29 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA LIBERALIDAD
Consideremos que la virtud de la Liberalidad es muy amada de Dios, el cual es tan liberal que hace nacer el sol sobre buenos y malos: el mismo Dios nos aconseja dar, porque luego nos será dado. Fue San Bruno talmente liberal, que después de haber visto y entendido el espantable suceso del desgraciado doctor parisino, dio tan generosamente a los pobres todas sus copiosas riquezas, que ellos quedaron bien socorridos, y él quedó solamente con sus vestidos que llevaba encima, y después se retiró a un desierto con otros seis compañeros para hacer allí santa penitencia.
   
FRUTO
Por esta consideración tomemos el firme propósito de ser generosos, dando (en cuanto sea posible) muchas limosnas y socorro a nuestro prójimo, en la mejor manera que nos permita nuestro estado.
  
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA TERCERO
¡Oh glorioso protector mío San Bruno! Junto con la gracia que os pido en esta novena (se dice al Santo la gracia que se desea recibir), obtenedme tal pureza de intención en todas mis obras, para solo desear que Dios sea glorificado en ellas, y que los intereses de su gloria sean antepuestos a cualquier otro interés, a fin de que en mi familia, en mi corazón y en el mundo entero, reine la paz fruto de la glorificación divina. Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
         
DÍA CUARTO - 30 DE SEPTIEMBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA ESPERANZA
Consideremos que el glorioso San Bruno practicó en grado eminente la virtud de la Esperanza; porque esperaba tan firmemente en la otra vida una felicidad preparada para todos aquellos que mueren en gracia de Dios, que por ello se determinó ir a servirle en el desierto. El mismo Dios le manifestó que le agradaba tanto aquella santa resolución de Bruno; de hecho, estando él con sus compañeros próximos a llegar a la ciudad de Grenoble, donde tuvo San Hugo, Obispo de esa ciudad, un admirable sueño, en el cual veía la Divina Majestad, rodeada de innumerables Ángeles, que se fabricaba por mano de los mismos Ángeles un bello templo sobre un monte de su Diócesis, llamado Cartuja, y veía también de nuevo siete brillantísimas estrellas, que le conducían hasta llegar al lugar, donde estaba la Divina Majestad. Ya de día, se presentaron los siete peregrinos al palacio del santo obispo Hugo, el cual por inspiración divina vio su misterioso sueño verificado en aquellos siete compañeros; y por ello les dio el mencionado monte, denominado Cartuja.
   
FRUTO
De esta consideración se formará un santo propósito de esperar nuestra salvación, pero realizando diariamente obras dignas de bienaventuranza.

ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA CUARTO
¡Oh San Bruno, protector mío! Damos gracias a Dios por habernos dado en vos un gran ejemplo de Fe. Haced, oh Bruno glorioso, que crezca en nosotros la Fe, y obtenednos de la Virgen Santísima, con la gracia que os pedimos en esta novena (se dice la gracia deseada), el don precioso de no renegarla con nuestro modo de vivir, aún si por esto debamos sufrir el desprecio del mundo y de los cristianos que dicen llamarse tales, mas con sus hechos manifiestan haber renegado de ella.​ Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
     
DÍA QUINTO - 1 DE OCTUBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA CARIDAD
Consideremos que la Caridad es la más buena y más grande entre las virtudes; el Glorioso San Bruno en toda su vida amó siempre tan soberana virtud, y en razón de ella dejaba sus propias comodidades: aunque él y sus compañeros moraban en su dilecto desierto de la Cartuja, recibió una carta del Sumo Pontífice Romano, el cual les ordenó ir a Roma apenas recibiese la carta, porque así lo necesitaba el bien de la Iglesia Católica. Después de que nuestro Santo leyó la pontificia letra, no le concedió dilación a su inflamada caridad, y presto dejó su amada solitud, dirigiéndose a Roma, aún con gran fatiga suya; anteponiendo en esta guisa el bien común de todo el Cristianismo a sus propios y particulares deberes.

FRUTO
De esta consideración se formará un propósito eficaz de ser tan caritativos, haciendo bien a todos, y dejando nuestras propias comodidades cuando así lo exija la necesidad del prójimo, y de este modo imitaremos a nuestro Señor Jesucristo, el cual padeció tanto por nuestro bien.
  
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA QUINTO
Oh mi gran Protector, Glorioso San Bruno, admiro en Vos el Modelo de los hijos amantes de la Santa Iglesia. Agradezco a la Trinidad Beatísima por habernos dado en Vos un constante defensor de su Esposa. Os ruego me obtengáis de la Virgen Santa, con la gracia que os pido (se dice la gracia deseada), un amor ardiente al Magisterio legítimo de la Iglesia, especialmente en estos tiempos en que hombres perversos, que se dicen amantes del pueblo y son verdaderos asesinos de las almas, renuevan la Pasión de Cristo, crucificándole en la persona de la Santa Iglesia. Haced que yo viva y muera en fidelidad a la Fe y el amor a la Santa Iglesia.Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
    
DÍA SEXTO - 2 DE OCTUBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA HUMILDAD
Consideremos cuán preciosa es a los ojos de Dios la virtud de la humildad, porque el mismo Señor dice que si nos humillamos, seremos ensalzados. Esto precisamente practicó el glorioso San Bruno en todo el curso de su vida, no queriendo nunca recibir dignidades ni cargos honorables por el hecho de estar presente en seis Concilios celebrados en diferentes lugares en los cuales nada se hacía sin tomar su parecer; y queriendo por ello el Papa remunerarle sus muchos y grandísimos servicios prestados en pro de la Iglesia, le eligió Arzobispo de la ciudad de Reggio, Metrópoli de toda la Calabria: el Santo en cambio rechazó tal dignidad con desprecio muy constante, civil y católico, que el Sumo Jerarca tan edificado vino a ver la gran santidad y constancia con que él despreciaba las cosas que el Mundo ama tanto.
 
FRUTO
De esta consideración formaremos un santo propósito de no poner nuestro afecto en los honores, posesiones y dignidades, sino tenerlos en santo desprecio, como cosas que no son más que un poco de polvo que al soplo de la Muerte desaparecen.
   
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA SEXTO
¡Oh mi Protector, Glorioso San Bruno! Siento viva confusión al verme tan disímil a Vos: una pequeña contrariedad me abate, me desalienta, e incluso, a veces me hace lamentarme de la Providencia amabilísima de Dios. Vos que con tanta fortaleza abrazaste, por amor a Jesús y a la Virgen, las gravísimas tribulaciones, obtenedme de la Virgen, con la gracia que os pido en esta novena (se dice la gracia deseada), la virtud de la Fortaleza espiritual, para repetir en mis dolores y aflicciones, con Jesús Bendito: «Si es posible, líbrame, Señor, de esta tribulación; mas hágase tu voluntad, no la mía». Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA SÉPTIMO - 3 DE OCTUBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA ABSTINENCIA
Consideremos que la Abstinencia es una virtud tan excelente, porque todos los males que han venido al mundo fueron causados por el pecado que Eva cometió contra esta virtud, comiendo del fruto que Dios prohibió. El Glorioso San Bruno practicó siempre esta virtud talmente, que casi desde el tiempo en que se retiró al desierto, todo su alimento era en su calidad muy ordinario, y en cantidad tan poco, y desde entonces jamás comió grasa, como han practicado (por mucho más de setecientos años) sus hijos los Monjes Cartujos, ayunando siete meses seguidos durante el año, y absteniéndose de comer carne en todo el curso de su vida, tanto los sanos como los enfermos, sea cual sea su enfermedad. Por tanto, como el árbol es reconocido por su fruto, se sigue que siendo (como fue escrita) la abstinencia de los hijos, ¡cuál será la de su institutor y Patriarca!
 
FRUTO
Por esta consideración formaremos el propósito de abstenernos de todo lo que no nos será lícito, no deseando el comer, sino como medio necesario para conservar la vida y poder servir a Dios.
      
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA SÉPTIMO
¡Oh mi Protector glorioso San Bruno! Agradezco la Providencia que en vos ha dado al mundo un gran modelo de alma de oración: un grande intercesor en medio de vuestros hijos, para implorar lluvia de gracias a toda la humanidad. Obtenedme, ¡oh mi amado santo!, de la Virgen, con la gracia que deseo en esta novena (se dice la gracia deseada) el gran don de la Oración. Quien ora se salva, y quien no ora se condena: yo deseo sobre todos los bienes mi eterna salvación. Haced, oh mi Santo Protector, que siga constantemente vuestro ejemplo viviendo santamente y así mi vida será, como la vuestra, vida de continua oración. Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.

DÍA OCTAVO - 4 DE OCTUBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA CASTIDAD
Consideremos que la Castidad es una virtud de las más agradables a los ojos de Dios; el cual hizo elección de una Castísima Virgen para ser su Madre. El Glorioso San Bruno amó tanto todas las virtudes, especialmente sin embargo la Castidad; y para mejor poder conservarla, castigaba rigurosamente su cuerpo, durmiendo sobre la tierra desnuda, tomando muy a menudo sangrientas disciplinas, y separándose siempre jamás de toda familiaridad de mujeres; y por eso no consentía que ellas entrasen en las iglesias de sus Monasterios, lo que hasta ahora se observa entre sus Religiosos: ya que santo era David, sabio era Salomón, y fuerte era Sansón; y no obstante ello, todos estos por ocasión de las mujeres ofendieron a Dios.
 
FRUTO
Por esta consideración se formará un propósito de ser muy casto, extinguiendo el fuego de la concupiscencia con el agua de las discretas penitencias, y huyendo en cuanto sea posible la familiaridad con personas del sexo opuesto.
     
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA OCTAVO
Oh mi Protector Glorioso san Bruno! Por el amor ternísimo y filial que siempre profesaste a la Virgen, obtenedme de tan buena Madre, con la gracia que pido en esta novena (se dice la gracia deseada), la verdadera devoción que vos tuviste a esta Reina de los corazones. Haced, amable santo, que olvidándome de mi mismo antes que olvidarme de obsequiarla todos los días, y en modo particular, que merezca su dulcísima presencia en el momento supremo para ser por Ella acompañado al Tribunal de su Hijo divino y así salir a la Gloria para bendecirla eternamente con Vos. Amén.
    
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
     
DÍA NOVENO - 5 DE OCTUBRE
Por la Señal...
℣. Oh Dios, ven en mi ayuda.
℟. Apresúrate, oh Señor, a socorrerme.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, y ahora, y siempre, y en todos los siglos de los siglos. Amén.
Acto de contrición.
 
CONSIDERACIÓN: DE LA VIRTUD DE LA FE
Consideremos que la Fe es una de las principales virtudes, y tanto la estima Dios, que ordinariamente no hace milagro alguno sin que haya una viva Fe, o en la persona, por medio de la cual lo hace, o en la persona, a quien lo hace: nuestro Divino Salvador dice a sus Discípulos que si ellos tuvieran Fe, ordenando a algún monte de arrojarse al mar, el monte los obedecería. Sabía el Glorioso San Bruno que la Fe sin las obras es muerta, y por eso unió a su grande y viva Fe la práctica de las buenas obras: ya que por estas se conoce aquella, porque si él no creía firmemente que Dios habría de remunerarle todas sus fatigas de esta vida con la eterna Gloria de la otra, no habría dejado las muchas copiosas riquezas que poseía, y la dignidad que ya tenía, y podía adquirir en el futuro por medio de su mucha ciencia, de sus sólidas virtudes, y por la nobleza de su sangre. Su Fe, sin embargo, lo movió a dejarlo todo y retirarse a la soledad, para allí servir a Dios con todo su corazón. Finalmente, para mayor prueba de su Fe, acabó sus días haciendo una santa y explícita Protesta de Fe.
 
FRUTO
Por esta consideración formaremos un eficaz propósito de reanimar cada día nuestra Fe, haciendo a menudo Actos de Fe; debemos sin embargo acompañarla con las buenas obras, ya que solamente así, obtendremos la sempiterna Gloria.
   
ORACIÓN A SAN BRUNO PARA EL DÍA NOVENO
¡Oh Glorioso San Bruno! Nosotros nos regocijamos por la gloria que os circunda; agradecemos a la Trinidad Beatísima por el trono resplandeciente que en el Cielo os ha preparado. Ahora vos bendecís las penitencias, los sacrificios, el desprendimiento de todas las cosas que en la tierra practicaste, puesto que os han merecido corona fulgente de eterna alegría. Desde el trono de gloria en el que estáis, volved vuestro rostro mirando intercesor a nosotros vuestros devotos, rogad por nosotros, haced santa violencia al Corazón Inmaculado de la Virgen, que tanto amaste, para que nos consuele y ayude en todos los instantes de nuestra vida; obtenednos en particular la gracia que tanto queremos y que os pedimos en esta novena (se dice la gracia deseada). Vuestro corazón compasivo, oh amado San Bruno, no os consentirá dejar infructuosas nuestras oraciones. Sí, sí, nosotros esperamos que aún una vez recordáis el gran poder de intercesión que tenéis en el Cielo, obtenednos esta gracia. Estamos seguros de que no serán vanas nuestras oraciones y nos comprometemos a retornar a vuestros pies para agradeceros con el corazón lleno de reconocimiento. Rogad, oh santo de la bondad, a fin de que imitando en la tierra vuestras virtudes y ejemplos de humildad, modestia, u sobre todo de fidelidad en la observancia de los divinos Mandamientos y de los preceptos de la Iglesia, podamos con vos brillar un día en el Cielo para alabar y agradecer eternamente con la Virgen, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.
  
Rezar tres Padrenuestros, Avemarías y Gloria Patri. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

CARTA ENCÍCLICA «Divíni Redemptóris», SOBRE EL COMUNISMO ATEO

Cinco días después de ser publicada la encíclica “Mit Brennender sorge” (Con ardiente preocupación, en latín Flagránte Cura) contra el nazismo, y teniendo presente que además del nazismo, uno de los sistemas políticos anticatólicos es el comunismo, que para esa época estaba en su máximo furor en Rusia, y engendró y propició la persecución religiosa en México y la guerra civil en España, el Papa Pío XI publica la encíclica “Divíni Redemptóris” el 19 de marzo de 1937, condenando el comunismo ateo.
  
En esta encíclica, el Papa hace un recorrido por la doctrina y frutos del comunismo, que aunque es vendido como un sistema justo e igualitario, en realidad es contrario al orden divino, opresivo del hombre y destructor de la sociedad. Además, se denuncia que la prensa mundial guarda silencio cómplice ante los crímenes del comunismo, y que aún muchos católicos se oponen a la difusión de la Doctrina de la Iglesia. Pero al mismo tiempo, se reitera que solamente en la observancia de la enseñanza de Dios y la Iglesia, se logrará la justicia y la paz tan anheladas, y se propone a San José como Patrono de la lucha anticomunista.
 
CARTA ENCÍCLICA «Divíni Redemptóris», SOBRE EL COMUNISMO ATEO

Papa Pío XI, Siervo de los Siervos de Dios, para perpetua memoria
   
A los venerables hermanos Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y otros Ordinarios que están en paz y comunión con la Sede Apostólica, Salud y Bendición Apostólica.
  
INTRODUCCIÓN
 
1. La promesa de un Redentor ilumina la primera página de la historia de la humanidad; por eso la segura esperanza de tiempos mejores alivió el pesar del paraíso perdido [1] y acompañó al género humano en su atribulado camino, hasta que, cuando vino la plenitud de los tiempos [2], el Salvador del mundo, viniendo a la tierra, colmó la expectación e inauguró una nueva civilización universal, la civilización cristiana, inmensamente superior a la que hasta entonces trabajosamente había alcanzado el hombre en algunos pueblos más privilegiados.

2. Pero, como triste herencia del pecado original, quedó en el mundo la lucha entre el bien y el mal; y el antiguo tentador nunca ha desistido de engañar a la humanidad con falaces promesas. Por eso en el curso de los siglos se han ido sucediendo unas a otras las convulsiones hasta llegar a la revolución de nuestros días, desencadenada ya, o que amenaza, puede decirse, en todas partes y que supera en amplitud y violencia a cuanto hubo de sufrirse en las precedentes persecuciones contra la Iglesia. Pueblos enteros están en peligro de caer de nuevo en una barbarie peor que aquella en que aun yacía la mayor parte del mundo al aparecer el Redentor.

3. Este peligro tan amenazador, ya lo habéis comprendido, Venerables Hermanos, es el comunismo bolchevique y ateo, que tiende a derrumbar el orden social y a socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana.

I. ACTITUD DE LA IGLESIA
   
Condenaciones anteriores
4. Frente a esta amenaza, la Iglesia católica no podía callar y no calló. No calló, sobre todo, esta Sede Apostólica, que sabe cómo su misión especialísima es la defensa de la verdad y de la justicia y de todos aquellos bienes eternos que el comunismo ateo desconoce y combate. Desde los tiempos en que algunos grupos intelectuales pretendieron liberar la civilización humana de las cadenas de la moral y de la religión, Nuestros Predecesores llamaron, abierta y explícitamente, la atención del mundo sobre las consecuencias de la descristianización de la sociedad humana. Y por lo que hace al comunismo, ya desde el 1846 Nuestro venerado Predecesor Pío IX, de santa memoria, pronunció una solemne condenación, confirmada después en el Sýllabus, contra «la nefanda doctrina del llamado comunismo, tan contraria al mismo derecho natural, la cual, una vez admitida, llevaría a la radical subversión de los derechos, bienes y propiedades de todos y aun de la misma sociedad humana» [3]. Más tarde, otro Predecesor Nuestros, de ilustre memoria, León XIII, en la encíclica Quod Apostólici múneris, lo definía «mortal pestilencia que serpentea por las más íntimas entrañas de la sociedad humana y conduce al peligro extremo de la ruina» [4]; y con clarividencia indicaba que el ateísmo de las masas populares en la época del tecnicismo, traía su origen de aquella filosofía, que de siglos atrás se afanaba por lograr que la ciencia y la vida se separasen de la fe y de la Iglesia.

Actos del presente Pontificado
5. También Nos, durante Nuestro Pontificado, hemos denunciado a menudo y con apremiante insistencia las corrientes ateas que crecían amenazadoras. Cuando, en 1924, Nuestra misión de socorro volvía de la Unión Soviética, condenamos Nos los errores y métodos de los comunistas, en una Alocución especial, dirigida al mundo entero [5]. Y en Nuestras encíclicas Miserentíssimus Redémptor [6], Quadragésimo anno [7], Caritate Christi [8], Acérba ánimi [9], Dilectíssima Nobis [10], elevamos solemne protesta contra las persecuciones desencadenadas en Rusia, Méjico y España; y no se ha apagado aún el eco universal de aquellas alocuciones, que pronunciamos el año pasado con motivo de la inauguración de la Exposición mundial de la Prensa católica (12 de Mayo de 1936), de la audiencia a los prófugos españoles (14 de Septiembre de 1936) y del Mensaje de Navidad. Hasta los más encarnizados enemigos de la Iglesia, que desde Moscú dirigen esta lucha contra la civilización cristiana, atestiguan con sus ininterrumpidos ataques de palabra y obra que el Papado, también en nuestros días, continúa fielmente tutelando el santuario de la religión cristiana, y que ha llamado la atención sobre el peligro comunista con más frecuencia y de modo más persuasivo que cualquier otra autoridad pública terrenal.

Necesidad de otro documento solemne
6. Pero, a pesar de estas repetidas advertencias paternas, que vosotros, Venerables Hermanos, con gran satisfacción Nuestra, habéis tan fielmente transmitido y comentado a los fieles en tantas recientes pastorales, algunas de ellas colectivas, el peligro se va agravando cada día más bajo el impulso de hábiles agitadores. Por eso Nos nos creemos en el deber de elevar de nuevo Nuestra voz con un documento aun más solemne, como es costumbre de esta Sede Apostólica, Maestra de la verdad, y como lo pide el hecho de que todo el mundo católico desea ya un documento de esta clase. Y confiamos que el eco de Nuestra voz llegará a dondequiera que haya mentes libres de prejuicios y corazones sinceramente deseosos del bien de la humanidad; tanto más, cuanto que Nuestras palabras se hallan hoy confirmadas dolorosamente por el espectáculo de los amargos frutos producidos por las ideas subversivas; frutos que habíamos previsto y anunciado, y que espantosamente se multiplican de hecho en los países dominados ya por el mal, o se ciernen amenazadores sobre todos los demás países del mundo.
  
7. Una vez más, por lo tanto, queremos Nos exponer en breve síntesis los principios del comunismo ateo, tal como se manifiestan principalmente en el bolchevismo, y mostrar sus métodos de acción; contraponemos a esos falsos principios la luminosa doctrina de la Iglesia e inculcamos de nuevo, con insistencia, los medios con los que la civilización cristiana, la única Civitas verdaderamente humana, puede librarse de este satánico azote y desarrollarse mejor para el verdadero bienestar de la sociedad humana.

II. DOCTRINA Y FRUTOS DEL COMUNISMO
   
DOCTRINA
Falso ideal
8. El comunismo de hoy, de modo más acentuado que otros movimientos similares del pasado, contiene en sí una idea de falsa redención. Un seudoideal de justicia, de igualdad y de fraternidad en el trabajo, impregna toda su doctrina y toda su actividad con cierto falso misticismo que comunica a las masas, halagadas por falaces promesas, un ímpetu y entusiasmo contagiosos, especialmente en tiempos como los nuestros, en los que a la defectuosa distribución de los bienes de este mundo ha seguido una miseria, que no es la normal. Más aún, se hace gala de este seudoideal, como si él hubiera sido el iniciador de cierto progreso económico, el cual, cuando es real, se explica por otras causas muy distintas: como son la intensificación de la producción industrial en países que casi carecían de ella, la explotación de enormes riquezas naturales, y el uso de métodos inhumanos para efectuar grandes trabajos a poca costa.

Materialismo evolucionista de Marx
9. La doctrina, que el comunismo oculta bajo apariencias a veces tan seductoras, se funda hoy esencialmente en los principios del materialismo, llamado dialéctico e histórico, ya proclamados por Marx, y cuya única genuina interpretación pretenden poseer los teorizantes del bolchevismo. Esta doctrina enseña que no existe más que una sola realidad, la materia, con sus fuerzas ciegas: la planta, el animal, el hombre son el resultado de su evolución. La misma sociedad humana no es sino una apariencia y una forma de la materia, que evoluciona del modo dicho, y que por ineludible necesidad tiende, en un perpetuo conflicto de fuerzas, hacia la síntesis final: una sociedad sin clases. En semejante doctrina es evidente que no queda ya lugar para la idea de Dios: no existe diferencia entre el espíritu y la materia, ni entre el cuerpo y el alma; ni sobrevive el alma a la muerte, ni por consiguiente puede haber esperanza alguna de otra vida. Insistiendo en el aspecto dialéctico de su materialismo, los comunistas sostienen que los hombres puden acelerar el conflicto que ha de conducir al mundo hacia la síntesis final. De ahí sus esfuerzos para hacer más agudos los antagonismos que surgen entre las diversas clases de la sociedad; la lucha de clases, con sus odios y destrucciones, toma el aspecto de una cruzada por el progreso de la humanidad. En cambio, todas las fuerzas, sean las que fueren, que se oponen a esas violencias sistemáticas, deben ser aniquiladas como enemigas del género humano.

A qué se reducen el hombre y la familia
10. El comunismo, además, despoja al hombre de su libertad, principio espiritual de su conducta moral, quita toda dignidad a la persona humana y todo freno moral contra el asalto de los estímulos ciegos. No reconoce al individuo, frente a la colectividad, ningún derecho natural de la personalidad humana, porque ésta, en la teoría comunista, es sólo una simple rueda engranada en el sistema. En las relaciones de los hombres entre sí, sostiene el principio de la absoluta igualdad, rechazando toda jerarquía y autoridad establecida por Dios, incluso la de los padres; todo eso que los hombres llaman autoridad y subordinación se deriva de la colectividad como de su primera y única fuente. Ni concede a los individuos derecho alguno de propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción, porque, al ser éstos una fuente de otros bienes, su posesión conduciría al predominio de un hombre sobre los demás. Por eso precisamente, por ser la fuente originaria de toda esclavitud económica, deberá ser destruida radicalmente tal forma de propiedad privada.

11. Naturalmente, esta doctrina, al negar a la vida humana todo carácter sagrado y espiritual, hace del matrimonio y de la familia una institución puramente convencional y civil, o sea, el fruto de un determinado sistema económico; niega la existencia de un vínculo matrimonial de naturaleza jurídico-moral que esté por encima del arbitrio de los individuos y de la colectividad, y por consiguiente, niega también su indisolubilidad. En particular, no existe para el comunismo nada que ligue a la mujer con la familia y la casa. Al proclamar el principio de la emancipación de la mujer, la separa de la vida doméstica y del cuidado de los hijos para arrastrarla a la vida pública y a la producción colectiva en la misma medida que al hombre; se dejará a la colectividad el cuidado del hogar y de la prole [11]. Niega, finalmente, a los padres el derecho a la educación, porque éste es considerado como un derecho exclusivo de la comunidad, y sólo en su nombre y por mandato suyo lo pueden ejercer los padres.

Lo que sería la sociedad
12. ¿Qué sería, pues, la sociedad humana basada sobre tales fundamentos materialistas? Sería una colectividad sin más jerarquía que la del sistema económico. Tendría como única misión la de producir bienes por medio del trabajo colectivo, y como único fin el goce de los bienes de la tierra en un paraíso en el que «cada cual daría según sus fuerzas y recibiría según sus necesidades». El comunismo reconoce a la colectividad el derecho, o más bien, el arbitrio ilimitado de obligar a los individuos al trabajo colectivo, sin atender a su bienestar particular, aun contra su voluntad y hasta con la violencia. En esa sociedad, tanto la moral como el orden jurídico ya no serían sino una emanación del sistema económico de cada momento; es decir, de origen terreno, mudable y caduco. En una palabra: se pretende introducir una nueva época y una nueva civilización, fruto exclusivo de una evolución ciega: «una humanidad sin Dios».
  
13. Cuando ya todos hayan adquirido las cualidades colectivas, y en aquella utópica sociedad no haya diferencia alguna de clases, el Estado político, que ahora se concibe sólo como instrumento de la dominación de los capitalistas para esclavizar a los proletarios, perderá toda su razón de ser y “se disolverá”; pero hasta que no se realice aquella feliz condición, el Estado y el poder estatal es para el comunismo el medio más eficaz y universal de conseguir su fin.

14. Venerables Hermanos: ¡tal es el nuevo evangelio, que el comunismo bolchevique y ateo pretende anunciar a la humanidad como un mensaje de salvación y de redención! Sistema lleno de errores y sofismas; opuesto a la razón y a la revelación divina; subversivo del orden social, porque destruye sus bases fundamentales; desconocedor del verdadero origen, naturaleza y fin del Estado; negador de los derechos de la personalidad humana, de su dignidad y libertad.
  
DIFUSIÓN
Deslumbradoras promesas
15. Pero ¿cómo un tal sistema, anticuado ya hace mucho tiempo en el terreno científico, desmentido por la realidad de los hechos, cómo -decimos- semejante sistema ha podido difundirse tan rápidamente en todas las partes del mundo? La explicación está en el hecho de que son muy pocos los que han podido penetrar en la verdadera naturaleza del comunismo; los más, en cambio, ceden a la tentación, hábilmente presentada bajo promesas las más deslumbradoras. Con el pretexto de no querer sino la mejora de la suerte de las clases trabajadoras, de suprimir los abusos reales causados por la economía liberal y de obtener de los bienes terrenos una más justa distribución (fines sin duda, del todo legítimos), y, aprovechándose de la crisis económica mundial, ha conseguido lograr que su influencia penetre aun en aquellos grupos sociales que, por principio, rechazan todo materialismo y todo terrorismo. Y como todo error contiene siempre una parte de verdad, este aspecto de verdad -al que hemos hecho alusión-, es puesto astutamente de relieve, según los tiempos y lugares para cubrir, cuando conviene, la brutalidad repugnante e inhumana de los principios y métodos del comunismo; así logra seducir aun a espíritus no vulgares hasta convertirlos en apóstoles junto a las jóvenes inteligencias poco preparadas aun para advertir sus errores intrínsecos. Los corifeos del comunismo saben también aprovechar los antagonismos de raza, las divisiones y oposiciones de los diversos sistemas políticos y hasta la desorientación reinante en el campo de la ciencia sin Dios, para infiltrarse en las Universidades y corroborar con argumentos seudocientíficos los principios de su doctrina.
  
El liberalismo ha preparado el camino del comunismo
16. Y para comprender cómo el comunismo ha conseguido que las masas obreras lo hayan aceptado sin discusión, conviene recordar que los trabajadores estaban ya preparados por el abandono religioso y moral en el que los había dejado la economía liberal. Con los turnos de trabajo, incluso el domingo, no se les daba tiempo ni aun para cumplir sus más graves deberes religiosos de los días festivos; no se pensaba en construir iglesias junto a las fábricas, ni en facilitar el trabajo del sacerdote; al contrario, se continuaba promoviendo positivamente el laicismo. Ya se recogen los frutos de errores tantas veces denunciados por Nuestros Predecesores y por Nos mismo; no cabe maravillarse de que en un mundo, hace ya tiempo tan intensamente descristianizado, se propague, inundándolo todo, el error comunista.

Amplia y astuta propaganda del comunismo
17. Además, esta difusión tan rápida de las ideas comunistas, que se infiltran en todos los países, grandes y pequeños, civilizados o retrasados, de modo que ningún rincón de la tierra se ve libre de ellas, se explica por una propaganda verdaderamente diabólica, tal como jamás conoció el mundo: propaganda dirigida desde un solo centro y hábilmente adaptada a las condiciones de los diversos pueblos; propaganda que dispone de grandes medios económicos, de organizaciones gigantescas, de congresos internacionales, de innumerables fuerzas bien adiestradas; propaganda que se hace en folletos y revistas, en el cinematógrafo y en el teatro, en la radio, en las escuelas y hasta en las Universidades, y que penetra poco a poco en todas las clases sociales, aun en las más sanas, sin que se aperciban casi del veneno que insensiblemente va infiltrándose cada vez más en todos los espíritus y en los corazones todos.
   
Conspiración del silencio en la prensa
18. Un tercer y muy poderoso factor contribuye a la intensa difusión del comunismo: esa verdadera conspiración del silencio en la mayor parte de la Prensa mundial no católica. Decimos conspiración, porque no se puede explicar de otro modo que una Prensa tan ávida de poner de relieve aun los más menudos incidentes cotidianos, haya podido pasar en silencio, tanto tiempo, los horrores cometidos en Rusia, en Méjico y también en gran parte de España, y hable relativamente tan poco de organización mundial tan vasta como el comunismo moscovita. Silencio debido en parte a razones de una política poco previsora; silencio, apoyado por diversas organizaciones secretas que hace tiempo tratan de destruir el orden social cristiano.

EFECTOS DOLOROSOS
Rusia y Méjico
19. Mientras tanto, ante nuestros ojos tenemos las dolorosas consecuencias de esa propaganda. Allí donde el comunismo ha logrado afirmarse y dominar -Nuestro pensamiento va ahora con singular afecto paternal a los pueblos de Rusia y Méjico-, se ha esforzado por todos los medios en destruir desde sus cimientos (así lo proclama abiertamente) la civilización y la religión cristiana, borrando hasta su recuerdo en el corazón de los hombres, especialmente de la juventud. Obispos y sacerdotes desterrados, condenados a trabajos forzados, fusilados, asesinados de modo inhumano; simples seglares, sólo por haber defendido la religión, han sido detenidos por sospechosos, vejados, perseguidos y llevados a prisiones y tribunales.
   
Horrores del comunismo en España
20. También allí donde, como en nuestra queridísima España, el azote comunista no ha tenido aun tiempo para hacer sentir todos los efectos de sus teorías, se ha desencadenado, en desquite, con la violencia más furibunda. No ha derribado alguna que otra iglesia, algún que otro convento; sino que, siempre que le fue posible, destruyó todas las iglesias, todos los conventos y hasta toda huella de religión cristiana, aunque se tratase de los más insignes monumentos del arte y de la ciencia. El furor comunista no se ha limitado a matar Obispos y millares de sacerdotes, de religiosos y religiosas, escogiendo precisamente a los que con mayor celo se ocupaban de los obreros y de los pobres; sino que ha hecho un número mucho mayor de víctimas entre los seglares de toda clase, que aun ahora son asesinados cada día, en masa, por el mero hecho de ser buenos cristianos, o, al menos contrarios al ateísmo comunista. Destrucción tan espantosa se lleva a cabo con un odio, una barbarie y una ferocidad que no se hubiera creído posible en nuestro siglo. -Todo hombre de buen juicio, todo hombre de Estado, consciente de su responsabilidad, temblará de horror al pensar que cuanto hoy sucede en España, tal vez pueda repetirse mañana en otras naciones civilizadas.

FRUTOS NATURALES DEL SISTEMA
21. Ni se diga que tales atrocidades son un fenómeno transitorio, que suele acompañar a todas las grandes revoluciones, o excesos aislados de exasperación, comunes a toda guerra; no, son frutos naturales de un sistema falto de todo freno interior. El hombre, individual y socialmente, necesita un freno. Hasta los pueblos bárbaros tuvieron ese freno en la ley natural, esculpida por Dios en el alma de todo hombre. Y cuando esta ley natural fue mejor observada, se vio cómo antiguas naciones se levantaban a una grandeza que deslumbra aún, más de lo que convendría, a ciertos observadores superficiales de la historia humana. Pero cuando del corazón de los hombres se arranca hasta la idea misma de Dios, las pasiones desbordadas los empujarán necesariamente a la barbarie más feroz.

Lucha contra todo lo divino
22. Ese es, desgraciadamente, el espectáculo que contemplamos: por primera vez en la historia, asistimos a una lucha fríamente intentada y arteramente preparada por el hombre contra todo lo que es divino[12]. el comunismo es, por naturaleza, antirreligioso, y considera la religión como el «opio del pueblo» porque los principios religiosos, que hablan de la vida de ultratumba, impiden que el proletario aspire a la conquista del paraíso soviético, que es de este mundo.
  
El terrorismo
23. Pero no se pisotea impunemente la ley natural, ni al Autor de ella: el comunismo no ha podido ni podrá realizar su ideal, ni siquiera en el campo puramente económico. Es verdad que en Rusia ha contribuido a liberar hombres y cosas de una larga y secular inercia, y a obtener con toda suerte de medios, frecuentemente sin escrúpulos, algún éxito material; pero sabemos por testimonios no sospechosos, algunos muy recientes, que, de hecho, ni en eso siquiera ha obtenido el fin que había prometido; esto, dejando aparte la esclavitud que el terrorismo ha impuesto a millones de hombres. Aun en el campo económico es necesaria alguna moral, algún sentimiento moral de responsabilidad, para el cual no hay lugar en un sistema puramente materialista, como el comunismo. Para sustituir tal sentimiento, ya no queda sino el terrorismo, como el que ahora vemos en Rusia, donde antiguos camaradas de conspiración y de lucha se destrozan unos a otros; terrorismo que, además, no logra contener, no ya la corrupción de las costumbres, pero tampoco la disolución del organismo social.

Recuerdo paterno de los pueblos oprimidos de Rusia
24. Al hablar así, no queremos en modo alguno condenar en masa a los pueblos de la Unión Soviética, por los que sentimos el más vivo afecto paternal. Sabemos que no pocos de ellos gimen bajo el duro yugo impuesto a la fuerza por hombres en su mayoría extraños a los verdaderos intereses del país, y reconocemos que otros mucho han sido engañados con falaces esperanzas. Lo que Nos condenamos, es el sistema, sus autores y sus fautores, que han considerado a Rusia como el terreno más apto para poner en práctica una teoría elaborada ya hace decenios, y que desde allí siguen propagando por todo el mundo.
  
III. OPUESTA Y LUMINOSA DOCTRINA DE LA IGLESIA
 
25. Expuestos ya los errores y los medios violentos y engañosos del comunismo bolchevique y ateo, es hora ya, Venerables Hermanos, de oponerles brevemente la verdadera noción de la Cívitas humána, de la Sociedad humana, cual -por medio de la Iglesia, Magístra géntium- nos la enseñan la razón y la revelación, y tal cual vosotros ya la conocéis.

Dios, la suprema realidad
26. Por encima de toda otra realidad está el sumo, único, supremo Ser, Dios, Creador omnipotente de todas las cosas, Juez infinitamente sabio y justo de todos los hombres. Esta suprema realidad, Dios, es la condenación más absoluta de las desvergonzadas mentiras del comunismo. Y no es que Dios exista, porque así los hombres lo creen; sino porque El existe, creen en El y elevan a El sus súplicas cuantos no cierran voluntariamente los ojos ante la verdad.

El hombre y la familia según la razón y la fe 
27. Cuanto a lo que la razón y la fe dicen del hombre, Nos lo hemos expuesto en sus puntos fundamentales en la Encíclica sobre la educación cristiana [13]. El hombre tiene un alma espiritual e inmortal; es una persona, adornada admirablemente por el Creador con dones de cuerpo y de espíritu, un verdadero microcosmos (μιχρός χόσμος), como decían los antiguos, esto es, un «pequeño mundo», que excede con mucho en valor a todo el inmenso mundo inanimado. Dios sólo es su último fin, en esta vida y en la otra; la gracia santificante lo eleva al grado de hijo de Dios y lo incorpora al reino de Dios en el cuerpo místico de Cristo. Además, Dios lo ha dotado con múltiples y variadas prerrogativas: derecho a la vida, a la integridad del cuerpo, a los medios necesarios para la existencia; derecho de tender a su último fin por el camino trazado por Dios; derecho de asociación, de propiedad y del uso de la propiedad.
  
28. Así como el matrimonio y el derecho a su uso natural son de origen divino, así también la constitución y prerrogativas fundamentales de la familia han sido determinadas y fijadas por el Creador mismo, no por voluntad humana ni por factores económicos. De esto hemos hablado largamente en la Encíclica sobre el matrimonio cristiano [14] y en la otra, ya citada, sobre la educación.

LO QUE ES LA SOCIEDAD
Derechos y deberes mutuos entre el hombre y la sociedad
29. Al mismo tiempo Dios destinó también al hombre para vivir en la sociedad civil, exigida por su propia naturaleza. En el plan del Creador, la sociedad es un medio natural que el hombre puede y debe usar para obtener su fin, pues la sociedad humana es para el hombre, y no al contrario. Lo cual no ha de entenderse en el sentido del liberalismo individualista, que subordina la sociedad al uso egoísta del individuo; sino sólo en el sentido de que, por la unión orgánica con la sociedad, se haga posible a todos, mediante la mutua colaboración, la realización de la verdadera felicidad terrena; además, que en la sociedad se desarrollan todas las cualidades individuales y sociales innatas en la naturaleza humana, las cuales, superando el interés inmediato del momento, reflejan en la sociedad la perfección divina, lo cual no puede verificarse en el hombre aislado. Pero aun esta finalidad dice, en último análisis, relación al hombre, para que, al reconocer éste el reflejo de la perfección divina, lo convierta en alabanza y adoración del Creador. Sólo -y no la colectividad en sí-, sólo el hombre, la persona humana, está dotado de razón y de voluntad moralmente libre.

30. Por lo tanto, así como el hombre no puede sustraerse a los deberes para con la sociedad civil, impuestos por Dios, y así como los representantes de la autoridad tienen el derecho de obligarle a su cumplimiento cuando lo rehuse ilegítimamente, así también la sociedad no puede privar al hombre de los derechos personales que le han sido concedidos por el Creador -antes hemos aludido a los más importantes-, ni hacer, por principio, imposible su uso. Es, pues, conforme a la razón y a sus exigencias, que en último término todas las cosas de la tierra estén ordenadas a la persona humana, para que por su medio hallen el camino hacia el Creador. Y al hombre, a la persona humana, se aplica lo que el Apóstol de las Gentes escribe a los Corintios sobre el plan divino de la salvación cristiana: «Todo es vuestro, vosotros sois de Cristo, Cristo es de Dios» [15]. Mientras el comunismo empobrece a la persona humana, invirtiendo el orden en las relaciones del hombre y de la sociedad, ¡ved las alturas a que la razón y la revelación elevan a aquélla!
   
El orden económico-social
31. Los principios directivos del orden económico-social fueron expuestos en la Encíclica social de León XIII sobre la cuestión obrera [16], y, adaptados a las exigencias de los tiempos presentes, en nuestra Encíclica sobre la restauración del orden social [17]. Ademas, insistiendo de nuevo en la doctrina secular de la Iglesia sobre el carácter individual y social de la propiedad privada, Nos hemos precisado el derecho y la dignidad del trabajo, las relaciones de apoyo mutuo y de ayuda que deben existir entre los poseedores del capital y los trabajadores, el salario debido en estricta justicia al obrero, para sí y para su familia.
  
32. En la misma Encíclica demostramos que los medios para salvar al mundo actual de la triste ruina en que el liberalismo amoral lo ha hundido, no consisten ni en la lucha de clases ni en el terror, mucho menos aún en el abuso autocrático del poder estatal, sino en la penetración de la justicia social y del sentimiento de la caridad cristiana en el orden económico y social. Demostramos cómo debe restaurarse la verdadera prosperidad según los principios de un sano corporativismo que respete la debida jerarquía social, y cómo todas las corporaciones deben unirse en unidad armónica, inspiradas en el principio del bien común de la sociedad. La misión más genuina y principal del poder público y civil consiste en promover eficazmente la armonía y la coordinación de todas las fuerzas sociales.

Jerarquía social y prerrogativas del Estado
33. Para asegurar esta colaboración orgánica y llegar a la tranquilidad, la doctrina católica reivindica para el Estado la dignidad y autoridad de defensor vigilante y previsor de los derechos divinos y humanos, sobre los que la Sagrada Escritura y los Padres de la Iglesia insisten con tanta frecuencia. No es verdad que todos tengan derechos iguales en la sociedad civil, y que no exista jerarquía legítima. Bástenos recordar las Encíclicas de León XIII, antes citadas, especialmente las relativas al poder del Estado [18] y a la constitución cristiana del Estado [19]. En ellas encuentra el católico luminosamente expuestos los principios de la razón y de la fe, que le harán capaz de defenderse contra los errores y los peligros de la concepción estatal comunista. La expoliación de los derechos y la esclavización del hombre, la negación del origen trascendente y primigenio del Estado y del poder estatal, el horrible abuso del poder público al servicio del terrorismo colectivista, son precisamente todo lo contrario de lo que exigen la ética natural y la voluntad del Creador. Tanto la persona humana como la sociedad civil tienen su origen en el Creador, que las ha ordenado mutuamente la una para la otra; por consiguiente, ninguna de las dos puede eximirse de los deberes correlativos, ni negar o disminuir sus derechos. El Creador mismo ha regulado esta mutua relación en sus líneas fundamentales, y es una injusta usurpación la que se arroga el comunismo al imponer, en lugar de la ley divina, basada en los inmutables principios de la verdad y de la caridad, un programa político de partido, que dimana del arbitrio humano y está lleno de odio.

BELLEZA DE ESTA DOCTRINA DE LA IGLESIA
34. La Iglesia, al enseñar esta luminosa doctrina, no tiene otra mira que la de realizar el feliz anuncio cantado por los ángeles sobre la gruta de Belén al nacer el Redentor: «Gloria a Dios… y… paz a los hombres…» [20]; paz verdadera y verdadera felicidad, aun aquí abajo, en cuanto es posible, con miras y preparación a la felicidad eterna; pero paz reservada a los hombres de buena voluntad. Esta doctrina se aparta tanto de los errores extremos como de las exageraciones de los partidos políticos y de sus teorías y métodos; y aquélla se mantiene siempre en el equilibrio de la verdad y de la justicia; equilibrio que reivindica en la teoría, aplica y promueve en la práctica, al conciliar los derechos y los deberes de los unos con los de los otros, como la autoridad con la libertad, la dignidad del individuo con la del Estado, la personalidad humana en el súbdito con la representación divina en el superior y, por lo tanto, la sumisión debida, y el amor ordenado de sí y de la familia y de la patria, con el amor de las demás familias y pueblos, fundado en el amor de Dios, Padre de todos, primer principio y último fin. La justa preocupación de los bienes temporales no separa de la solicitud por los eternos. Si subordina los primeros a los segundos, según la palabra de su divino Fundador: «Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura» [21], está, sin embargo, muy lejos de desinteresarse de las cosas humanas y de impedir el progreso y las ventajas materiales de la sociedad, antes bien las ayuda y las promueve del modo más razonables y eficaz. Así, en el terreno económico y social, aunque jamás haya presentado la Iglesia un determinado sistema técnico, por no ser de su incumbencia, sin embargo, ha fijado claramente los principios y las normas que, aun admitiendo de hecho las más diversas aplicaciones concretas según las varias condiciones de tiempos, lugares y pueblos, indican el camino seguro para obtener el feliz progreso de la sociedad.
   
35. La sabiduría y suma utilidad de esa doctrina está admitida por cuantos verdaderamente la conocen. Con razón pudieron afirmar insignes estadistas que, después de haber estudiado los diversos sistemas sociales, no habían hallado nada más sabio que los principios expuestos en las encíclicas Rerum novarum y Quadragesimo anno. También en países no católicos, más aún, ni siquiera cristianos, se reconoce cuán útiles son para la sociedad humana las doctrinas sociales de la Iglesia; así, apenas hace un mes, un eminente político, no cristiano, del Extremo Oriente, no dudó en proclamar que la Iglesia con su doctrina de paz y de fraternidad cristiana aporta una contribución preciosa al establecimiento y mantenimiento tan laborioso de la paz constructiva entre las naciones. Hasta los mismos comunistas, según sabemos por relaciones fidedignas que de todas partes afluyen a este Centro de la cristiandad, si no están del todo corrompidos, cuando se les expone la doctrina social de la Iglesia, reconocen su superioridad sobre las doctrinas de sus jefes y maestros. Sólo los cegados por la pasión y por el odio cierran sus ojos a la luz de la verdad y la combaten obstinadamente.

La Iglesia ha obrado conforme a esta doctrina
36. Pero los enemigos de la Iglesia, aunque obligados a reconocer la sabiduría de su doctrina, acusan a la Iglesia de no haber sabido obrar en conformidad con sus principios, y por ello afirman que hay que buscar otros caminos. Toda la historia del Cristianismo demuestra la falsedad e injusticia de esta acusación. Nos referimos sólo, ahora, a algunos hechos característicos: el Cristianismo fue el primero en proclamar, en una forma, amplitud y convicción desconocidas en los siglos precedentes, la verdadera y universal fraternidad de todos los hombres de cualquier condición y estirpe; así contribuyó poderosamente a la abolición de la esclavitud, no con revoluciones sangrientas, sino por la fuerza interna de su doctrina, que a la soberbia patricia romana le hacía ver en su esclava una hermana suya en Cristo. Fue el Cristianismo, que adora al Hijo de Dios hecho hombre por amor de los hombres y convertido en Hijo del Artesano, más aún, Artesano también Él mismo [22], fue el Cristianismo el que elevó el trabajo manual a su verdadera dignidad; aquel trabajo manual, antes tan despreciado que hasta el probo Marco Tulio Cicerón, resumiendo la opinión general de su tiempo, no vaciló en escribir estas palabras, de las que hoy se avergonzaría todo sociólogo: «Todos los artesanos se ocupan en oficios despreciables, puesto que en el taller no puede haber nada de noble» [23].

37. Fiel a estos principios, la Iglesia ha regenerado a la sociedad humana; bajo su influencia surgieron admirables obras de caridad, potentes gremios de artesanos y trabajadores de toda categoría, despreciados como algo medieval por el liberalismo del siglo pasado, pero que hoy son admiración de nuestros contemporáneos, que en muchos países tratan de restablecer siquiera en su idea fundamental. Y cuando otras corrientes ponían obstáculos a la obra e impedían el influjo saludable de la Iglesia, ésta, siempre y hasta nuestros días, continuó amonestando a los extraviados. Baste recordar con qué firmeza, energía y constancia Nuestro predecesor León XIII reivindicó para el obrero el derecho de asociación que el liberalismo, dominante en los Estados más o menos poderosos, se empeñaba en negarle. Y este influjo de la doctrina de la Iglesia es, aun en estos tiempos, más grande de lo que parece, porque grande y cierto, aunque invisible y difícil de calcular, es el predominio de las ideas sobre los hechos.

38. Se puede decir, en verdad, que la Iglesia, a semejanza de Cristo, pasa a través de los siglos haciendo bien a todos. No habría ni socialismo ni comunismo, si quienes gobiernan los pueblos no hubieran despreciado las enseñanzas y las maternales advertencias de la Iglesia; pero ellos han preferido construir sobre las bases del liberalismo y del laicismo otras construcciones sociales, que parecían a primera vista potentes y grandiosas, pero que muy pronto se ha visto cómo carecían de sólidos fundamentos; por lo que una tras otra se van derrumbando miserablemente, como tiene que derrumbarse todo cuanto no se apoya sobre la única piedra angular que es Jesucristo.

IV. RECURSOS Y MEDIOS
 
Necesidad de recurrir a medios de defensa
39. Tal es, Venerables Hermanos, la doctrina de la Iglesia, la única que, como en todos los demás campos, también en el terreno social puede traer verdadera luz y ser la salvación frente a la ideología comunista. Pero es preciso que esta doctrina se realice cada vez más en la práctica de la vida, conforme al aviso del apóstol Santiago: «Sed… obradores de la palabra, y no tan sólo oidores, engañandoos a vosotros mismos» [24]; por esto, lo que más urge al presente es aplicar con energía los oportunos remedios para oponerse eficazmente a la amenazadora revolución que se está preparando. Tenemos la firme confianza de que al menos la pasión, con que los hijos de las tinieblas trabajan día y noche en su propaganda materialista y atea, servirá para estimular santamente a los hijos de la luz a un celo no desigual, y aun mayor, por honor de la Majestad divina.

40. ¿Qué, pues, hacer? ¿Qué remedios emplear para defender a Cristo y la civilización cristiana contra ese tan pernicioso enemigo? Como un padre en el seno de la familia, quisiéramos Nos conversar, por decirlo así, en la intimidad, sobre los deberes que la gran lucha de nuestros días impone a todos los hijos de la Iglesia, dirigiendo también Nuestra paternal admonición aun a aquellos hijos que se han alejado de ella.

RENOVACIÓN DE LA VIDA CRISTIANA
Remedio fundamental
41. Como en los periodos más borrascosos de la historia de la Iglesia, así hoy todavía el remedio fundamental está en una sincera renovación de la vida privada y pública, según los principios del Evangelio, en todos aquellos que se glorían de pertenecer al redil de Cristo, para que sean verdaderamente la sal de la tierra que preserva a la sociedad humana de una corrupción total.

42. Con ánimo profundamente agradecido al Padre de las luces, de quien desciende toda dádiva buena y todo don perfecto [25], vemos en todas partes signos consoladores de esta renovación espiritual, no sólo en tantas almas singularmente elegidas que en estos últimos años se han alzado hasta la cumbre de la más sublime santidad, y en tantas otras, cada vez más numerosas, que generosamente caminan hacia la misma luminosa meta, sino también en una piedad sentida y vivida que vuelve a florecer en todas las clases de la sociedad, aun en las más cultas, como lo hemos hecho notar en Nuestro reciente “Motu proprio” In multis soláciis, del 28 de octubre pasado, con ocasión de la reorganización de la Academia Pontificia de Ciencias [26].

43. Pero no podemos negar que aun queda mucho por hacer en este camino de la renovación espiritual. Aun en países católicos, son demasiados los que son católicos casi sólo de nombre; demasiados los que, aun observando más o menos fielmente las prácticas más esenciales de la religión que se glorían de profesar, no se preocupan de conocerla mejor ni de adquirir una convicción más íntima y profunda, y menos aún de hacer que al barniz exterior corresponda el interno esplendor de una conciencia recta y pura, que comprenda y cumpla todos sus deberes bajo la mirada de Dios. Sabemos cuánto aborrece el Divino Salvador esta vana y falaz exterioridad, Él, que quería que todos adorasen al Padre en espíritu y verdad [27]. Quien no vive verdadera y sinceramente según la fe que profesa, no podrá sostenerse mucho tiempo hoy, cuando tan fuerte sopla el viento de la lucha y de la persecución, sino que será arrastrado miserablemente por este nuevo diluvio que amenaza al mundo; y así, mientras se labra su propia ruina, expondrá también a ludibrio el nombre de cristiano.

Desapego de los bienes terrenos
44. Y aquí queremos, Venerables Hermanos, insistir más particularmente sobre dos enseñanzas del Señor, que tienen especial conexión con las actuales condiciones del género humano: el desprendimiento de los bienes terrenos y el precepto de la caridad. Bienaventurados los pobres de espíritu, fueron las primeras palabras que salieron de los labios del Divino Maestro en su sermón de la montaña [28]. Y esta lección es más necesaria que nunca en estos tiempos de materialismo sediento de bienes y placeres de esta tierra. Todos los cristianos, ricos y pobres, deben tener siempre fija la mirada en el cielo, recordando que «no tenemos aquí ciudad permanente sino que vamos tras de la futura» [29]. Los ricos no deben poner su felicidad en las cosas de la tierra, ni enderezar sus mejores esfuerzos a conseguirlas, sino que, considerándose sólo como administradores que saben cómo han de dar cuenta al supremo Dueño, se sirvan de ellas como de preciosos medios que Dios les otorga para hacer el bien; y no dejen de distribuir a los pobres lo superfluo, según el precepto evangélico [30]. De lo contrario, se verificará en ellos y en sus riquezas la severa sentencia de Santiago apóstol: «Ea, pues, ricos, llorad, levantad el grito en vista de las desdichas que han de sobreveniros. Podridos están vuestros bienes, y vuestras ropas han sido roídas por la polilla. El oro y la plata vuestra se han enmohecido; y el orín de estos metales dará testimonio contra vosotros, y devorará vuestras carnes como un fuego. Os habéis atesorado ira para los últimos días» [31].
 
45. Pero también los pobres, a su vez, aunque se esfuercen, según las leyes de la caridad y de la justicia, por proveerse de lo necesario y aun por mejorar de condición, deben también permanecer siempre pobres de espíritu [32], estimando más los bienes espirituales que los bienes y goces terrenos. Recuerden, además, que nunca se conseguirá hacer desaparecer del mundo las miserias, los dolores, las tribulaciones a que están sujetos también los que exteriormente aparecen muy felices. Todos, pues, necesitan la paciencia, esa paciencia cristiana con que se eleva el corazón hacia las divinas promesas de una felicidad eterna. «Pero vosotros, hermanos míos -diremos también con Santiago-, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labraor, con la esperanza de recoger el precioso fruto de la tierra, aguarda con paciencia la lluvia temprana y la tardía. Esperad también vosotros con paciencia y reanimad vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca» [33]. Sólo así se cumplirá la consoladora promesa del Señor: Bienaventurados los pobres. Y no es éste un consuelo y una promesa vana, como son las promesas de los comunistas, sino que son palabras de vida, que encierran una realidad suprema, palabras que se verifican plenamente aquí en la tierra y después en la eternidad. Muchos son, de hecho, los pobres que en estas palabras y en la esperanza del reino de los cielos -proclamado ya propiedad suya, «porque es vuestro el reino de Dios» [34]- hallan una felicidad que tantos ricos no encuentran en sus riquezas, siempre inquietos al estar atormentados porque desean tener aun más.

Caridad cristiana
46. Todavía más importante para remediar el mal de que tratamos, o, por lo menos, más directamente ordenado a curarlo, es el precepto de la caridad. Nos referimos a esa caridad cristiana, paciente y benigna [35], que evita toda apariencia de protección humillante y toda ostentación: esa caridad que desde los comienzos del Cristianismo ganó para Cristo a los más pobres entre los pobres, los esclavos: y damos las gracias a todos cuantos, en las obras de beneficencia, desde las Conferencias de San Vicente de Paul hasta las grandes y recientes organizaciones de asistencia social, han ejercitado y ejercitan las obras de misericordia corporal y espiritual. Cuanto más experimenten en sí mismos los obreros y los pobres lo que el espíritu de amor, animado por la virtud de Cristo, hace por ellos, tanto más se despojarán del prejuicio de que el Cristianismo ha perdido su eficacia y que la Iglesia está de parte de quienes explotan su trabajo.
  
47. Pero cuando vemos, por un lado, una muchedumbre de indigentes que, por causas ajenas a su voluntad, están realmente oprimidos por la miseria; y por otro lado, junto a ellos, tantos que se divierten inconsideradamente y gastan enormes sumas en cosas inútiles, no podemos menos de reconocer con dolor que no sólo no es bien observada la justicia, sino que tampoco se ha profundizado lo suficiente en el precepto de la caridad cristiana, ni se vive conforme a él en la práctica cotidiana. Deseamos, pues, Venerables Hermanos, que sea más y más explicado, de palabra y por escrito, este divino precepto, precioso distintivo dejado por Cristo a sus verdaderos discípulos; este precepto que nos enseña a ver, en los que sufren, a Jesús mismo y nos obliga a amar a nuestros hermanos como el divino Salvador nos ha amado, es decir, hasta el sacrificio de nosotros mismos, y, si es necesario, aun de la propia vida. Mediten todos a menudo aquellas palabras, consoladoras por una parte, pero terribles por otra, de la sentencia final que el Juez Supremo pronunciará en el día del juicio final: «Venid, benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber… En verdad os digo: siempre que lo hicisteis con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis» [36]. Y por lo contrario: «Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno… porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber… En verdad os digo: siempre que dejasteis de hacerlo con alguno de estos mis pequeños hermanos, dejasteis de hacerlo conmigo» [37].

48. Para merecer, pues, la vida eterna y para poder socorrer eficazmente a los necesitados, es necesario volver a un vida más modesta; renunciar a los placeres, muchas veces hasta pecaminosos, que el mundo ofrece hoy en tanta abundancia; y, finalmente, olvidarse de sí mismo por el amor del prójimo. Hay una divina fuerza regeneradora en este precepto nuevo, como lo llamaba Jesús, de la caridad cristiana [38], cuya fiel observancia, al infundir en los corazones una paz interna que no conoce el mundo, remediará eficazmente los males que afligen a la humanidad.
 
Deberes de estricta justicia
49. Pero la caridad nunca será verdadera caridad si no tiene siempre en cuenta la justicia. El Apóstol enseña que «quien ama al prójimo, ha cumplido la ley»; y da la razón: «porque el “No fornicar”, “No matar”, “No robar”… y cualquier otro mandato, se resumen en esta fórmula: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”» [39]. Si, pues, según el Apóstol, todos los deberes se reducen al único precepto de la verdadera caridad, también se reducirán a él los que son de estricta justicia, como el no matar y el no robar; una caridad que prive al obrero del salario al que tiene estricto derecho, no es caridad, sino un vano nombre y una vacía apariencia de caridad. Ni el obrero ha de recibir como limosna lo que le corresponde por justicia; ni con pequeñas dádivas de misericordia pretenda nadie eximirse de los grandes deberes impuestos por la justicia. La caridad y la justicia imponen deberes, con frecuencia acerca del mismo objeto, pero bajo diversos aspectos; y los obreros, por razón de su propia dignidad tienen pleno derecho a mostrarse muy sensibles en la exigencia de los deberes que los demás tienen para con ellos.
  
50. Por esto Nos dirigimos de modo particular a vosotros, patronos e industriales cristianos, cuya tarea es a menudo tan difícil porque padecéis la pesada herencia de los errores de un régimen económico injusto que ha ejercitado su ruinoso influjo durante varias generaciones: Acordaos de vuestra responsabilidad. Es, por desgracia, verdad que las prácticas admitidas en ciertos sectores católicos han contribuido a quebrantar la confianza de los trabajadores en la religión de Jesucristo. No querían aquéllos comprender que la caridad cristiana exige el reconocimiento de ciertos derechos debidos al obrero y que la Iglesia los ha reconocido explícitamente. ¿Qué decir de ciertos patronos católicos que en algunas partes consiguieron impedir la lectura de Nuestra encíclica Quadragésimo anno en sus iglesias patronales? ¿Qué decir de aquellos industriales católicos que todavía no han cesado de mostrarse, hasta hoy, enemigos de un movimiento obrero recomendado por Nos mismo? ¿Y no es de lamentar que el derecho de propiedad, reconocido por la Iglesia, haya sido usado algunas veces para defraudar al obrero en su justo salario y en sus derechos sociales?
  
Justicia social
51. En efecto, además de la justicia conmutativa, existe la justicia social, que impone también deberes a los que ni patronos ni obreros se pueden sustraer. Y precisamente es propio de la justicia social el exigir de los individuos todo cuanto es necesario al bien común. Pero así como en el organismo viviente no se provee al todo si no se da a cada parte y a cada miembro cuanto necesitan para ejercer sus funciones, así tampoco se puede proveer al organismo social y al bien de toda la sociedad si no se da a cada parte y a cada miembro, es decir, a los hombres dotados de la dignidad de persona, cuanto necesitan para cumplir sus funciones sociales. La realización de la justicia social dará como fruto una intensa actividad de toda la vida económica desarrollada en la tranquilidad y en el orden, y se pondrá así de relieve la salud del cuerpo social, del mismo modo que la salud del cuerpo humano se reconoce en la actividad armónica, al mismo tiempo que plena y fructuosa, de todo el organismo.

52. Pero no se puede decir que se haya satisfecho a la justicia social si los obreros no tienen asegurado su propio sustento y el de sus familias con un salario proporcionado a este fin; si no se les facilita la ocasión de adquirir alguna modesta fortuna, previniendo así la plaga del pauperismo universal; si no se toman precauciones en su favor, con seguros públicos y privados para el tiempo de vejez, de enfermedad o de paro. En una palabra, para repetir lo que dijimos en Nuestra encíclica Quadragésimo anno: «La economía social quedará sólidamente constituida y alcanzará sus fines sólo cuando a todos y a cada uno de los socios se les provea de todos los bienes que las riquezas y subsidios naturales, la técnica y la constitución social del hecho económico puedan ofrecer. Esos bienes deben ser tan suficientemente abundantes que satisfagan las necesidades y comodidades honestas, y eleven a los hombres a aquella condición de vida más feliz que, administrada prudentemente, no sólo no impide la virtud, sino que la favorece en gran manera» [40].

53. Además, si, como sucede, con frecuencia cada vez mayor, en el salariado, la justicia no puede ser practicada por los particulares, sino a condición de que todos convengan en practicarla conjuntamente mediante instituciones que unan entre sí a los patronos, para evitar entre ellos una concurrencia incompatible con la justicia debida a los trabajadores, el deber de los empresarios y patronos es el sostener y promover estas instituciones necesarias, que son el medio normal para poder cumplir los deberes de justicia. Pero también los trabajadores deben acordarse de sus obligaciones de caridad y de justicia para con los patronos: estén persuadidos de que así pondrán mejor a salvo sus propios intereses.

54. Si se considera, pues, el conjunto de la vida económica -como lo notamos ya en Nuestra encíclica Quadragésimo anno-, no se conseguirá que en las relaciones económico-sociales reine la mutua colaboración de la justicia y de la caridad sino por medio de un conjunto de instituciones profesionales e interprofesionales que, fundadas sobre bases sólidamente cristianas y unidas entre sí, constituyan, bajo diversas formas adaptadas a lugares y circunstancias, lo que se llamaba la Corporación.

Estudio y difusión de la Doctrina Social de la Iglesia
55. Para dar a esta acción social una eficacia mayor, es muy necesario promover el estudio de los problemas sociales a la luz de la doctrina de la Iglesia misma. Si el modo de proceder de algunos católicos ha dejado que desear en el campo económico-social, con frecuencia ello se debe a que no han conocido suficientemente ni meditado las enseñanzas de los Sumos Pontífices en la materia. Por esto es sumamente necesario que en todas las clases de la sociedad se promueva una más intensa formación social, correspondiente al diverso grado de cultura intelectual, y se procure con toda solicitud y por todos medios la más amplia difusión de las enseñanzas de la Iglesia aun entre la clase obrera. Ilumínense las mentes con la segura luz de la doctrina católica, muévanse las voluntades a seguirla y aplicarla como norma de una vida recta, por el cumplimiento concienzudo de los múltiples deberes sociales. Y así se evitará esa incoherencia y discontinuidad en la vida cristiana de la que varias veces Nos hemos lamentado, pues algunos, miembros son aparentemente fieles al cumplimiento de sus deberes religiosos, luego, en el campo del trabajo, o de la industria, o de la profesión, o en el comercio, o en el empleo, por un deplorable desdoblamiento de conciencia, llevan una vida demasiado disconforme con las claras normas de la justicia y de la caridad cristiana, dando así grave escándalo a los débiles y ofreciendo a los malos fácil pretexto para desacreditar a la Iglesia misma.
  
56. Grandemente puede contribuir a esta renovación la prensa católica. Ella puede y debe, ante todo, procurar dar a conocer cada vez mejor, valiéndose de medios tan variados como atractivos, la doctrina social; informar con exactitud, pero también con la debida extensión, acerca de la actividad de los enemigos, y describir los medios de lucha que se hayan demostrado ser los más eficaces en las diversas regiones; proponer útiles sugerencias y poner en guardia contra las astucias y engaños con que los comunistas procuran, y ya lo han logrado, atraerse a sí aun a hombres de buena fe.
  
Precaverse contra las insidias comunistas
57. Sobre este punto insistimos ya en Nuestra Alocución del 12 de mayo del año pasado, pero creemos necesario, Venerables Hermanos, volver a llamar acerca de ello vuestra atención de manera especial. Al principio, el comunismo se mostró cual era en toda su perversidad; pero pronto cayó en la cuenta de que con tal proceder alejaba de si a los pueblos, y por esto ha cambiado de táctica y procura atraerse las muchedumbres con diversos engaños, ocultando sus designios bajo ideas que en sí mismas son buenas y atrayentes. Así, ante el deseo general de paz, los jefes del comunismo fingen ser los más celosos fautores y propagandistas del movimiento por la paz mundial; pero al mismo tiempo excitan a una lucha de clases que hace correr ríos de sangre, y sintiendo que no tienen garantías internas de paz, recurren a armamentos ilimitados. Así, bajo diversos nombres y sin alusión alguna al comunismo, fundan asociaciones y periódicos que luego no sirven sino para lograr que sus ideas vayan penetrando en medios que de otro modo no les serían fácilmente accesibles; y pérfidamente procuran infiltrarse hasta en asociaciones abiertamente católicas y religiosas. Así, en otras partes, sin renunciar en lo más mínimo a sus perversos principios, invitan a los católicos a colaborar con ellos en el campo llamado humanitario y caritativo, a veces proponiendo cosas completamente conformes al espíritu cristiano y a la doctrina de la Iglesia. En otras partes llevan su hipocresía hasta hacer creer que el comunismo en los países de mayor fe o de mayor cultura tomará un aspecto más suave, y no impedirá el culto religioso y respetará la libertad de conciencia. Y hasta hay quienes, refiriéndose a ciertos cambios introducidos recientemente en la legislación soviética, deducen que el comunismo está ya para abandonar su programa de lucha contra Dios.

58. Procurad, Venerables Hermanos, que los fieles no se dejen engañar. El comunismo es intrínsecamente perverso; y no se puede admitir que colaboren con él, en ningún terreno, quienes deseen salvar la civilización cristiana. Y si algunos, inducidos al error, cooperasen a la victoria del comunismo en sus países, serían los primeros en ser víctimas de su ceguera; y cuanto las regiones, donde el comunismo consigue penetrar, más se distingan por la antigüedad y la grandeza de su civilización cristiana, tanto más devastador se manifestará allí el odio de los sin Dios.

Oración y Penitencia
59. Pero «si el Señor no guardare la ciudad, en vano vigila el centinela» [41]. Por esto, como último y poderosísimo remedio, os recomendamos, Venerables Hermanos, que en vuestras diócesis promováis e intensifiquéis del modo más eficaz el espíritu de oración, unido a la penitencia cristiana. Cuando los Apóstoles preguntaron al Salvador por qué no habían podido librar del espíritu maligno a un endemoniado, les respondió el Señor: «Tales demonios no se lanzan más que con la oración y el ayuno» [42]. Tampoco podrá ser vencido el mal que hoy atormenta a la humanidd sino con una santa y universal cruzada de oración y de penitencia; y recomendamos singularmente a las Ordenes contemplativas, masculinas y femeninas, que redoblen sus súplicas y sacrificios para impetrar del cielo una poderosa ayuda a la Iglesia en las luchas presentes, con la poderosa intercesión de la Virgen Inmaculada, la cual, así como un día aplastó la cabeza de la antigua serpiente, así también es hoy segura defensa e invencible Auxilio de los cristianos.
  
V. MINISTROS Y AUXILIARES DE ESTA OBRA SOCIAL DE LA IGLESIA

Los Sacerdotes
60. Para la obra mundial de salvación que hemos venido describiendo, y para la aplicación de los remedios que quedan brevemente apuntados, los sacerdotes son los que ocupan el primer puesto entre los ministros y obreros evangélicos designados por el divino Rey Jesucristo. A ellos, por vocación especial, bajo la guía de los Sagrados Pastores, y en unión de filial obediencia al Vicario de Cristo en la tierra, se les ha confiado el cargo de tener encendida en el mundo la antorcha de la fe y de infundir en los fieles aquella confianza sobrenatural con que la Iglesia, en nombre de Cristo, ha combatido y vencido tantas otras batallas. «Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe» [43].

61. De modo particular recordamos a los sacerdotes la exhortación tantas veces repetida por Nuestro Predecesor León XIII de ir al obrero; exhortación que Nos hacemos Nuestra, completándola: «Id al obrero, especialmente al obrero pobre; más aún, en general, id a los pobres», siguiendo en esto las enseñanzas de Jesús y de su Iglesia. Los pobres, en efecto, son los que están más expuestos a las insidias de los agitadores, que explotan su desgraciada condición para encender la envidia contra los ricos y excitarles a tomar por la fuerza lo que les parece que la fortuna les ha negado injustamente; y si el sacerdote no va a los obreros y a los pobres, para prevenirles o para desengañarlos de los prejuicios y falsas teorías, se convertirán en fácil presa de los apóstoles del comunismo.

62. No podemos negar que se ha hecho ya mucho en este sentido, especialmente después de las encíclicas Rerum novárum y Quadragésimo anno; y saludamos con paterna complacencia el industrioso celo pastoral de tantos Obispos y sacerdotes que, con las debidas prudentes cautelas, inventan o prueban nuevos métodos de apostolado adaptados a las exigencias modernas. Pero todo esto es aun demasiado poco para las exigencias de la hora presente. Así como cuando la patria está en peligro, todo lo que no es estrictamente necesario o no está directamente ordenado a la urgente necesidad de la defensa común pasa a segunda línea, así también en nuestro caso, toda otra obra, por muy hermosa y buena que sea, debe ceder el puesto a la vital necesidad de salvar las bases mismas de la fe y de la civilización cristiana. Por consiguiente, los sacerdotes en sus parroquias, dedicándose, naturalmente, cuanto sea necesario, al cuidado ordinario de los fieles, reserven la mejor y la mayor parte de sus fuerzas y de su actividad a fin de volver a ganar las masas trabajadoras para Cristo y su Iglesia, hacer penetrar el espíritu cristiano en los medios que le son más ajenos. En las masas populares hallarán una inesperada correspondencia y abundancia de frutos que les compensarán del duro trabajo de la primera roturación, como lo hemos visto y lo vemos en Roma y en muchas otras grandes ciudades, donde en las nuevas iglesias que van surgiendo en los barrios periféricos, se ven formarse celosas comunidades parroquiales y se operan verdaderos milagros de conversión entre muchedumbres antes hostiles a la religión, sólo porque no la conocían.
  
63. Pero el medio más eficaz de apostolado entre las muchedumbres de los pobres y de los humildes es el ejemplo del sacerdote, el ejemplo de todas las virtudes sacerdotales, tal como las hemos descrito en Nuestra encíclica Ad Cathólici sacerdótii [44]; mas, en el presente caso, de un modo especial es necesario un luminoso ejemplo de vida humilde, pobre, desinteresada, imitando al Divino Maestro, que podía proclamar con divina franqueza: «Las raposas tienen madrigueras y las aves del cielo nido, mas el Hijo del hombre no tiene sobre donde reclinar la cabeza» [45]. Un sacerdote verdadera y evangélicamente pobre y desinteresado hace milagros de bien en medio del pueblo, como un Vicente de Paúl, un cura de Ars, un Cottolengo, un Don Bosco y tantos otros; pero un sacerdote avaro e interesado, como lo hemos recordado en la ya citada Encíclica, aunque no caiga como Judas, en el abismo de la traición, será por lo menos «un vano bronce que resuena y un inútil címbalo que retiñe» [46] y, demasiadas veces, un estorbo más que un instrumento de la gracia, en medio del pueblo. Y si el sacerdote secular o regular tiene que administrar bienes temporales por deber de oficio, recuerde que no sólo ha de observar escrupulosamente cuanto prescriben la caridad y la justicia, sino que de manera especial debe mostrarse verdadero padre de los pobres.
  
La Acción Católica
64. Después de este llamamiento al Clero, dirigimos Nuestra paternal invitación a Nuestros queridísimos hijos seglares que militan en las filas de la Acción Católica, que Nos es tan cara y que, como declaramos en otra ocasión (Discurso del 12 de Mayo de 1936; A.A.S. 29, 139-144.), es una ayuda particularmente providencial a la obra de la Iglesia en estas circunstancias tan difíciles. En efecto, la Acción Católica es también apostolado social en cuanto tiende a difundir el reino de Jesucristo, no sólo en los individuos, sino también en las familias y en la sociedad. Por esto debe, ante todo, atender a formar con cuidado especial a sus miembros y a prepararlos para las santas batallas del Señor. Para este trabajo formativo, urgente y necesario como nunca, y que debe preceder siempre a la acción directa y efectiva, servirán ciertamente los círculos de estudio, las semanas sociales, los cursos sistematizados de conferencias y todas las demás iniciativas aptas para dar a conocer la solución cristiana de los problemas sociales.
  
65. Los que militan en la Acción Católica, tan bien preparados y adiestrados, serán los primeros e inmediatos apóstoles de sus compañeros de trabajo y los preciosos auxiliares del sacerdote para llevar la luz de la verdad y para aliviar las graves miserias materiales y espirituales en innumerables zonas que se han hecho refractarias a toda acción de los ministros de Dios por inveterados prejuicios contra el clero o una deplorable apatía religiosa. Así es como, bajo la guía de sacerdotes particularmente expertos, se cooperará a esa asistencia religiosa a las clases trabajadoras, que tanto Nos preocupa, porque es el medio más apto para preservar a esos amados hijos Nuestros de la insidia comunista.
  
66. Además de este apostolado individual, muchas veces silencioso, pero utilísimo y eficaz, es también propio de la Acción Católica difundir ampliamente por medio de la propaganda oral y escrita los principios fundamentales que han de servir a la construcción de un orden social cristiano, como se desprende de los documentos pontificios.

Organizaciones auxiliares
67. Alrededor de la Acción Católica se alinean las organizaciones que muchas veces hemos recomendado como auxiliares de la misma. A estas organizaciones tan útiles las exhortamos con paternal afecto a que se consagren a la gran misión de que tratamos, porque actualmente supera a todas las demás por su vital importancia.
  
Organizaciones profesionales de clase
68. Nos pensamos también en las organizaciones profesionales de obreros, de agricultores, de ingenieros, de médicos, de patronos, intelectuales, y otras semejantes: hombres y mujeres, que viven en las mismas condiciones culturales y a quienes la naturaleza misma reúne en agrupaciones homogéneas. Precisamente estos grupos y estas organizaciones están destinados a introducir en la sociedad aquel orden que tuvimos presente en Nuestra encíclica Quadragésimo anno, y a difundir así el reconocimiento de la realeza de Cristo en los diversos campos de la cultura y del trabajo.
  
69. Y si por haberse transformado las condiciones de la vida económica y social, el Estado se ha creído en el deber de intervenir hasta el punto de asistir y regular directamente tales instituciones con peculiares disposiciones legislativas, salvo el respeto debido a la libertad y a las iniciativas privadas, ni aun en esas circunstancias puede la Acción Católica apartarse de la realidad. Con prudencia deberá prestar su contribución de pensamiento, estudiando los nuevos problemas a la luz de la doctrina católica, y la contribución de su actividad por la participación leal y generosa de sus socios en las nuevas formas e instituciones, llevando a ellas el espíritu cristiano, que es siempre principio de orden y de mutua y fraternal colaboración.

Llamamiento a los obreros católicos 
70. Una palabra especialmente paternal quisiéramos dirigir aquí a Nuestros queridos obreros católicos, jóvenes y adultos, los cuales, tal vez en premio a su fidelidad, a veces heroica en estos tiempos tan difíciles, han recibido una misión muy noble y ardua. Bajo la dirección de sus Obispos y de sus sacerdotes, ellos deben traer de nuevo a la Iglesia y a Dios esas inmensas multitudes de hermanos suyos en el trabajo que, exacerbados por no haber sido comprendidos o tratados con la dignidad a que tenían derecho, se han alejado de Dios. Demuestren los obreror católicos con su ejemplo, con sus palabras, a estos hermanos extraviados que la Iglesia es una tierna madre para todos los que trabajan y sufren, y que jamás ha faltado ni faltará a su sagrado deber maternal de defender a sus hijos. Si esta misión que ellos deben cumplir en las minas, en las fábricas, en los talleres, dondequiera que se trabaja, requiere a veces grandes sacrificios, recuerden que el Salvador del mundo ha dado no sólo el ejemplo del trabajo, sino también el del sacrificio.
  
Necesidad de concordia entre los católicos
71. Finalmente, a todos Nuestros hijos de toda clase social, de toda nación, de toda agrupación religiosa o seglar en la Iglesia, quisiéramos dirigir un nuevo y más apremiante llamamiento a la concordia. Muchas veces Nuestro corazón paternal ha sido afligido por las divisiones, fútiles frecuentemente en sus causas, pero siempre trágicas en sus consecuencias, que hacen enfrentarse entre sí a los hijos de una misma madre, la Iglesia. Y entonces se ve cómo los fautores de desórdenes, que no son tan numerosos, aprovechándose de tales discordias, las hacen todavía más estridentes y acaban por lanzar a la lucha, unos contra otros, aun a los mismos católicos. Después de los acontecimientos de los últimos meses, debería parecer superflua Nuestra advertencia. Pero la repetimos una vez más para aquellos que no han comprendido o tal vez no quieren comprender. Los que trabajan por aumentar las disensiones entre los católicos toman sobre sí una terrible responsabilidad ante Dios y ante la Iglesia.
 
Llamamiento a todos los creyentes
72. Pero en esta lucha, empeñada por el poder de las tinieblas contra la idea misma de la Divinidad, queremos Nos esperar que, además de todos los que se glorían del nombre de Cristo, se muestren dispuestos también cuantos creen en Dios y lo adoran, que son aún la inmensa mayoría de los hombres. Renovamos, por lo tanto, el llamamiento que hace ya cinco años lanzamos en Nuestra encíclica Caritáte Christi, a fin de que también ellos concurran leal y cordialmente por su parte para apartar de la humanidad el gran peligro que a todos amenaza. Porque -como decíamos entonces-  «el creer en Dios es el fundamento firmísimo de todo orden social y de toda responsabilidad en la tierra, y por esto cuantos no quieren la anarquía y el terror deben con toda energía consagrarse a que los enemigos de la religión no consigan el fin que con tanta claridad han proclamado [47].

DEBERES DEL ESTADO CRISTIANO
Ayudar a la Iglesia
73. Hemos expuesto, Venerables Hermanos, la tarea positiva, de orden doctrinal y práctico a la vez, que la Iglesia asume para sí, en virtud de la misión que Cristo le confió de construir la sociedad cristiana, y, en nuestros tiempos, de combatir y desbaratar los esfuerzos del comunismo; y hemos dirigido un llamamiento a todas y cada una de las clases de la sociedad. A esta misma empresa espiritual de la Iglesia debe el Estado cristiano concurrir positivamente, ayudando en su empeño a la Iglesia con los medios que le son propios; medios exteriores ciertamente, pero que también se refieren no menos, en primer lugar, al bien de las almas.

74. Por esto los Estados pondrán todo cuidado en impedir que la propaganda atea, que destruye todos los fundamentos del orden, haga estragos en sus territorios, porque no podrá haber autoridad sobre la tierra si no se reconoce la autoridad de la Majestad divina, ni será firme el juramento que no se haga en el nombre de Dios vivo. Repetimos lo que tantas veces y con tanta insistencia hemos dicho, especialmente en Nuestra encíclica Caritáte Christi:  «Y, efectivamente, ¿cómo puede mantenerse un contrato cualquiera, y qué valor puede tener un tratado, cuando falta toda garantía de conciencia? ¿Y cómo se puede hablar de garantía de conciencia, cuando se ha perdido la fe en Dios, todo temor de Dios? Quitada esta base, cae con ella toda ley moral, y ningún medio hay que pueda impedir la gradual, pero inevitable ruina de los pueblos, de las familias, del Estado, de la misma civilización humana» [48].
  
Disposiciones exigidas por el bien común
75. Además, el Estado debe emplear todos los medios para crear aquellas condiciones materiales de vida, sin las que no puede subsistir una sociedad ordenada, y para procurar trabajo, especialmente a los padres de familia y a la juventud. Para este fin, induzca a las clases ricas a que, por la urgente necesidad del bien común, tomen sobre sí aquellas cargas sin las cuales la sociedad humana no puede salvarse ni ellas podrían hallar salvación. Pero las providencias que toma el Estado a este fin deben ser tales que alcancen realmente a quienes de hecho tienen en sus manos los mayores capitales y los aumentan continuamente con grave daño de los demás.

Prudente y sobria administración
76. El Estado mismo, acordándose de sus responsabilidades ante Dios y ante la sociedad, sirva de ejemplo a todos los demás con una prudente y sobria administración. Hoy más que nunca, la gravísima crisis mundial exige que los que dispongan de fondos enormes, fruto del trabajo y del sudor de millones de ciudadanos, tengan siempre ante los ojos únicamente el bien común y procuren promoverlo lo más posible. Que también los funcionarios y todos los empleados del Estado cumplan por obligación de conciencia sus deberes con fidelidad y desinterés, siguiendo los luminosos ejemplos antiguos y recientes de hombres insignes que, en un trabajo sin descanso, sacrificaron toda su vida por el bien de la patria. Y, finalmente, en las relaciones de los pueblos entre sí, se procure solícitamente que cuanto antes desaparezcan los impedimentos artificiales de la vida económica, nacidos de un sentimiento de desconfianza y de odio, cuando la verdad es que los pueblos de la tierra forman una única familia de Dios.
 
Libertad de la Iglesia
77. Pero, al mismo tiempo, el Estado tiene que dejar a la Iglesia plena libertad de cumplir su misión divina y espiritual, para contribuir así poderosamente a salvar los pueblos de la terrible tormenta de la hora presente. De todas partes se hace hoy un angustioso llamamiento a las fuerzas morales y espirituales; y con razón, porque el mal que se ha de combatir es, ante todo, considerado en su primera fuente, un mal de naturaleza espiritual, y de esta fuente es de donde brotan con una lógica infernal todas las monstruosidades del comunismo. Ahora bien: entre las fuerzas morales y religiosas sobresale incontestablemente la Iglesia católica; y por eso, el bien mismo de la humanidad exige que no se pongan impedimentos a su actividad.
  
78. Obrar de otro modo, y pretender al mismo tiempo alcanzar el fin con medios puramente económicos o políticos, es dejarse arrastrar por un error peligroso. Y cuando se excluye la religión de la escuela, de la educación, de la vida pública, cuando se expone al ludibrio a los representantes del Cristianismo y sus sagrados ritos, ¿no se favorece, por ventura, a aquel materialismo, de donde nace el comunismo? Ni la fuerza, aun mejor organizada, ni los ideales terrenos, por muy grandes y nobles que sean, pueden sofocar un movimiento que tiene sus raíces precisamente en la demasiada estima de los bienes de la tierra.
  
79. Confiamos que quienes dirigen la suerte de las naciones, por poco que sientan el peligro extremo que hoy amenaza a los pueblos, entenderán cada vez mejor el supremo deber de no impedir a la Iglesia el cumplimiento de su misión; y ello tanto más cuanto que al cumplirla, mientras atiende a la felicidad eterna del hombre, trabaja inseparablemente por la verdadera felicidad tempora.

Paterno llamamiento a los extraviados
80. No podemos terminar esta Encíclica sin dirigir una palabra a aquellos hijos Nuestros que ya están contagiados, o poco menos, por el mal comunista. Los exhortamos vivamente a que oigan la voz del Padre que los ama, y rogamos al Señor que los ilumine para que abandonen el resbaladizo camino que los lleva a una inmensa y catastrófica ruina, y reconozcan ellos también que el único Salvador es Jesucristo Señor Nuestro, pues «no se ha dado a los hombres otro nombre debajo del cielo por el cual debamos salvarnos» [49].
 
CONCLUSION
  
San José, modelo y patrono
81. Y para apresurar la paz de Cristo en el reino de Cristo [50], por todos tan deseada, ponemos la gran acción de la Iglesia católica contra el comunismo ateo mundial bajo la égida del poderoso Protector de la Iglesia, San José. El pertenece a la clase obrera y él experimentó el peso de la pobreza en sí y en la Sagrada Familia, de la que era jefe solícito y amante; a él le fue confiado el divino Niño, cuando Herodes envió sus sicarios contra El. Con una vida de absoluta fidelidad en el cumplimiento del deber cotidiano, ha dejado un ejemplo de vida a todos los que tienen que ganar el pan con el trabajo de sus manos, y mereció ser llamado el Justo, ejemplo viviente de la justicia cristiana que debe dominar en la vida social.

82. Levantando la mirada, Nuestra fe ve los nuevos cielos y la nueva tierra de que habla el primer Predecesor Nuestro, San Pedro [51]. Mientras las promesas de los falsos profetas se resuelven en sangre y lágrimas, brilla con celestial belleza la gran profecía apocalíptica del Redentor del mundo: «He aquí que Yo renuevo todas las cosas» [52].

No Nos resta, Venerables Hermanos, sino elevar las manos paternas y hacer descender sobre vosotros, sobre vuestro clero y pueblo, sobre toda la gran familia católica, la Bendición Apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en la fiesta de San José, Patrono de la Iglesia universal, el 19 de marzo de 1937, año décimosexto de Nuestro Pontificado. PÍO PP. XI.
  
NOTAS
[1] Cf. Génesis 3, 23.
[2] Gálatas 4, 4.
[3] Encíclica Qui plúribus, 9 de Noviembre de 1846: Acta Pii IX 1, 13. - Cf. Sýllabus, § 4: Acta Sanctæ Sedis 3, 170.
[4] Encíclica Quod Apostólici múneris, 28 de Diciembre de 1878; Acta Leónis XIII 1, 170-183; Acta Sanctæ Sedis 9, 369-376.
[5] Alocución Nostis quas, 18 de Diciembre de 1924: Acta Apostólicæ Sedis 16, 494-495.
[6] 8 de Mayo de 1928: Acta Apostólicæ Sedis 20, 165-178.
[7] 15 de Mayo de 1931: Acta Apostólicæ Sedis 23, 177-228.
[8] 3 de Mayo de 1932: Acta Apostólicæ Sedis 24, 177-194.
[9] 29 de Septiembre de 1932: Acta Apostólicæ Sedis 24, 321-332.
[10] 3 de Junio de 1933: Acta Apostólicæ Sedis 25, 261-274.
[11] Cf. Encíclica Casti connúbii, 31 de Diciembre de 1930: Acta Apostólicæ Sedis 22, 567.
[12] Cf. 2. Thessalonicénses 2, 4.
[13] Encíclica Divíni illíus Magístri, 31 de Diciembre de 1929: Acta Apostólicæ Sedis 22, 49-86.
[14] Encíclica Casti connúbii 31 de Diciembre de 1930: Acta Apostólicæ Sedis 22, 539-582.
[15] 1. Corínthios 3, 22-23.
[16] Encíclica Rerum novárum, 15 de Mayo de 1891.
[17] Encíclica Quadragésimo anno, 15 de Mayo de 1931.
[18] Encíclica Diutúrnum illud, 29 de Junio de 1891.
[19] Encíclica Immortále Dei, 1 de Noviembre de 1885.
[20] Lucas 2, 14.
[21] Matthǽum 6, 33.
[22] Cf. Matthǽum 13, 55; Marcus 6, 3.
[23] Marco Tulio Cicerón, De officiis I, 42.
[24] Jacóbus 1, 22.
[25] Ibid. 1, 17.
[26] 28 de Octubre de 1936: Acta Apostólicæ Sedis 28 (1936), 421-424.
[27] Joánnes 4, 23.
[28] Matthǽum 5, 3.
[29] Hebrǽos 13, 14.
[30] Cf. Lucas 11, 41.
[31] Jacóbus 5, 1-3.
[32] Matthǽum 5, 3.
[33] Jacóbus 5, 7-8.
[34] Lucas 6, 20.
[35] 1. Corínthios. 13, 4.
[36] Matthǽum 25, 34-40.
[37] Ibid. 41-45.
[38] Joánnes 13, 34.
[39] Romános. 13, 8-9.
[40] Encíclica Quadragésimo anno, 15 de Mayo de 1931: Acta Apostólicæ Sedis 23, 202.
[41] Psalmus 126, 1.
[42] Matthǽum 17, 20.
[43] I Joánnes 5, 4.
[44] Encíclica Ad cathólici sacerdóti, 20 de Diciembre de 1935: Acta Apostólicæ Sedis 28 (1936), 5-53.
[45] Matthǽum 8, 20.
[46] 1. Corínthios. 13, 1.
[47] Encíclica Caritáte Christi, 3 de Mayo de 1932: Acta Apostólicæ Sedis 24, 184.
[48] Ibid. Acta Apostólicæ Sedis 24 (1932), 190.
[49] Acta Apostolórum 4, 12.
[50] Cf. Encíclica Ubi arcáno, 23 de Diciembre de 1922. Acta Apostólicæ Sedis 24, 691.
[51] 2. Petrus 3, 13; cf. Isaías 65, 17; 66, 22; Apocalýpsis 21, 1.
[52] Apocalýpsis 21, 5.