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domingo, 29 de noviembre de 2020

LA MISA “RORATE” DE ADVIENTO

    
Originalmente, la “Misa Roráte” es el nombre para una Misa votiva de la Santísima Virgen en el Adviento, llamada así por la Antífona de Introito Roráte cœli. Como tal, su color litúrgico es el blanco. Es una tradición celebrar las Misas Roráte en la madrugada (antes del amanecer), acompañado por la luz de las velas en una iglesia que de otra forma esté oscura.
   
La Misa Roráte se originó en la Edad Media como una de las distintas devociones populares a la Santísima Virgen María durante el Adviento que se habían desarrollado en ese entonces [Policarpo Radó, Enchíridion Litúrgicum: Compléctens Theologíæ Sacramentális Et Dógmata Et Leges (Roma: Herder, 1961), págs. 1109-1110]. Como uno de los temas del Adviento es la Encarnación de Jesucristo, era natural que emergieran estas devociones a la Santísima Virgen. Particularmente, la Misa Roráte era la favorita del pueblo. La antífona de Introito, la Epístola, el Gradual, el Evangelio y la antífona de Comunión de la Misa Roráte eran tomadas de la Misa del miércoles de las Témporas de Adviento, el Ofertorio de la Domínica IV de Adviento, y las oraciones (Colecta, Secreta y Postcomunión) de la Fiesta de la Anunciación.
   
En la Edad Media, la Misa Roráte era conocida también como Missa aurea, por las distintas promesas agregadas a ella (várias enim promissiónes adjungébant his Missis), y como Missa Angélica porque la perícopa del Evangelio que relata la Anunciación, comienza con las palabras “Missus est Ángelus Gábriel” (Fue enviado el Ángel Gabriel; Luc. I, 26-38).
   
La Misa Roráte era celebrada de las siguientes maneras:
  • Según el Ordo Romanus XV (siglo VIII), la Misa Roráte se decía en los siete días antes de la Navidad.
  • Otra  tradición es celebrar esta Misa en los nueve días previos a la Navidad (Celebrátio novendiális Missárum ((aureárum)) / Una Novena de Misas Doradas). Esta práctica estaba permitida por la Sagrada Congregación de Ritos, especialmente para las diócesis de Italia (1658, 1713 y 1718). Es una práctica común entre los Católicos prepararse para grandes eventos por medio de una novena. Esta novena tiene el simbolismo agregado que cada día representa uno de los nueve meses que duró el embarazo de la Virgen María.
  • En algunos lugares, la Misa Roráte es dicha el miércoles de la tercera semana de Adviento en lugar de la Misa del miércoles de las Témporas de Adviento [Joseph Wuest, Materias Litúrgicas, –Thomas W. Mullaney, trad.– (Nueva York: Frederick Pustet Company Inc., 1956), §272 b.]
  • En Alemania, Austria, Polonia, Bohemia y Hungría, la Misa Roráte era celebrada diariamente a lo largo del Adviento. Por supuesto, estaba prohibido en las fiestas más solemnes si el decir esta Misa causaba que se omitiera una Misa conventual o una Misa de precepto. Antiguamente, debido a la prohibición de celebrar cualquier fiesta en Cuaresma, la Anunciación era conmemorada en tiempo de Adviento (práctica que se mantiene en el Rito Ambrosiano y en el Rito Hispánico), y contaba con un Prefacio propio, presente en varios sacramentarios antiguos como el Sacramentario del Abad Grimaldo de San Galo, el Sacramentario Boldvense (escrito en Hungría entre 1192 y 1195, descubierto por el jesuita György Pray –de ahí que se le conozca como Codex Prayanus– y actualmente en la Biblioteca Nacional de Hungría, OSzK, MNy 1), el Misal Leofric; y el mencionado Misal Ambrosiano:
    Vere dignum et justum est, ǽquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere, Dómine, Sancte Pater, omnípotens ætérne Deus. Qui Beátæ Maríæ Vírginis partum Ecclésiæ tuæ tribuísti celebráre mirábile mystérium, et inenarrábile sacraméntum. In qua manet intácta cástitas, pudor ínteger, firma constántia. Quæ lætátur, quod Virgo concépit, quod Cœli Dóminum castis portávit viscéribus; quod édidit partum, admirándam Divínæ dispensatiónis operatiónem. Quæ virum non cognóvit, et mater est, et post Fílium est virgo. Duóbus enim gavísa munéribus, mirátur quod virgo péperit, lætátur quod Redemptórem mundi édidit Jesum Christum Dóminum nostrum. Per quem Majestátem tuam laudant Ángeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Cœli cœlorúmque Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admítti júbeas deprecámur, súpplici confessióne dicéntes: Sanctus,... (Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, darte gracias siempre y en todo lugar, Señor Santo, Padre omnipotente y eterno Dios: que por el parto de la Bienaventurada Virgen María concediste a tu Iglesia celebrar un admirable misterio y un sacramento inenarrable, en el cual permanece intacta la castidad, íntegro el pudor y firme la constancia; que se alegra porque Ella, por admirable dispensación divina, como Virgen concibió, en su seno casto llevó al Señor de los Cielos, y como Virgen dio a luz. La que no conoció varón es también madre, y por su Hijo, virgen. Porque en dos dones ella se regocija, admirada que como Virgen dio a luz, y se regocija porque dio al mundo al Redentor, Jesucristo Nuestro Señor. Por cuya majestad te alaban los Ángeles, te adoran las Dominaciones, se estremecen las Potestades; y las Virtudes celestiales, con los bienaventurados Serafines te celebran. Te suplicamos nos permitas asociarnos a sus voces, cantando humildemente tu alabanza, diciendo: Santo,...).
    Entre 1774 y 1960, la Sagrada Congregación de Ritos concedió varios permisos respecto a esta práctica. 
  • También se acostumbra en “Austria, Suiza y Alemania” que “las familias caminaran en la oscuridad de la madrugada (cargando lámparas, velas, o más tarde, linternas) a la igledia, mientras se celebraba la Misa, y se cantaban mos himnos favoritos del Adviento” [Ann Ball, Encyclopedia of Catholic Devotions and Practices, (Huntington: Our Sunday Visitor, 2003), voz “Misa Roráte”]. Aún en la Polonia moderna se conserva esta tradición, aunque dependiendo de la costumbre local, es celebrada o en la madrugada o al ocaso de las ferias del Adviento.
     
“Por regla general, el Santísimo Sacramento era expuesto al mismo tiempo” [Gerhard Podhradsky, New Dictionary of the Liturgy, traducción por Geoffrey Chapman Ltd., (Nueva York: Alba House, 1966), voz “Roráte”] mientras se decía la Misa Roráte. Tan tarde como en la década de 1960, esta era la costumbre “en muchos lugares”.
   
Hay también la costumbre de cantar tres veces la antífona “Ecce, Dóminus véniet” al concluir la Misa Roráte. Después del Último Evangelio, el Sacerdote (y los ministros, si es una Misa Mayor) va al centro del altar. Entonces él entona la antífona tres veces, siendo continuada por los presentes. Cada entonación comienza con un tono más alto  que la anterior. Esto refleja la práctica del triple “Ecce Lignum Crucis” del Viernes Santo y el triple Allelúja en la Vigilia Pascual. La Antífona dice: “Ecce  Dóminus véniet, et omnes sancti ejus cum eo: et erit in die illa lux magna, allelúja. (He aquí, el Señor vendrá, y todos sus Santos con Él; y en ese día habrá una gran luz, aleluya)” [Texto y traducción: dom Prosper Guéranger OSB, El Año litúrgico, vol. 1 (Adviento), Laurence Shepherd, trad. (Loreto Publications, 2000), pág. 55]. El “Ecce, Dóminus véniet” es la tercera antífona para el Oficio de la Domínica I de Adviento. La referencia  a la gran luz es apropiada para una Misa que se oficiaba justamente a la luz de las velas y durante la cual salía el sol.

sábado, 28 de noviembre de 2020

“CARDENAL” DE ESTOCOLMO: «LAS CORONA-RESTRICCIONES SON SEVERAS (Pero nunca importan)»

Noticia tomada de GLORIA NEWS.
   
      
El “cardenal” de Estocolmo (Suecia), Lars Anders Arborelius Unander OCD, lamenta en su carta pastoral datada el 23 de Noviembre que las restricciones en Suecia a causa del Covid-19 que limitan las reuniones públicas a ocho personas son “un golpe severo” que causa un “gran dolor” y están “entre las cosas más dolorosas que experimenté como obispo”.
    
Sin embargo, Arborelius supera su miseria a una velocidad vertiginosa. Unas pocas frases más adelante afirma que en muchas partes del mundo la gente en el mundo está “golpeada por un mayor sufrimiento” y destaca que las restricciones deben durar “sólo cuatro semanas”.

VENERABLE FRANCISCO GASCHON, MISIONERO DIOCESANO

    
Es en la aldea de La Molette, de la parroquia de Auzelles, que nace Francisco Gaschon. Sus antepasados estaban establecidos allí luego de al menos tres generaciones. Su padre, Benito, se había casado con Ana Palasse el 2 de noviembre de 1726. Una familia de campesinos y artesanos tejedores –en la campiña del Ambert dieciochesco, el tejido era una actividad muy frecuente– quelque peu aisés, en la cual nacieron siete hijos, de los cuales sobrevivieron tres. Francisco era el segundo; él nació el 30 de agosto de 1732, y, según la usanza –la mortalidad infantil era importante, y querían absolutamente asegurar la salvación eterna de los pequeños–, es bautizado al día siguiente en la iglesia de Auzelles, por el vicario M. Vacheron.
 
En 1745, su padre lo envía al colegio de los jesuitas  de Billom, primer colegio fundado en la Francia por la Compañía en 1556, y que guarda el recuerdo de San Juan Francisco Régis, el Apóstol de Vivarais, profesor en Billom de 1619 a 1622. En 1749, Francisco partió a Clermont para terminar sus estudios y comenzar su formación teológica. El 15 de agosto de 1754, entró al seminario mayor dirigido por los padres de San Sulpicio, y recibió las Sagradas Órdenes el 18 de diciembre de 1756 por Mons. François-Marie Le Maistre de La Garlaye, obispo de Clermont, famoso por su sencillez y generosidad con los pobres.
  
Su ministerio sacerdotal comienza como vicario del padre Santiago Savignat en Saint-Amant-Roche-Savine. Era una gran parroquia con 1.600 almas, situada a la vera del nuevo camino de Clermont a Ambert y Montbrison, abierto apenas dos años antes. Pero luego de un año y medio, Francisco parte a Tolosa, donde se encuentra con su hermano Annet-Marie, para tomar grados universitarios en derecho canónico. Años más tarde, Louis, su hermano menor –entonces de once años–, irá también para recibirse como doctor in utróque jure. Francisco, por su parte, asistirá en 1758 y 1759 a los cursos que le permitirán recibirse como bachiller en derecho canónico el 17 de julio de 1760. A su regreso, será nombrado vicario en Olliergues donde permanece de 1761 a 1765, donde el párroco, el Padre Juan Chambrotty, influirá mucho en la caridad. En 1766, solicita su admisión entre los misioneros de Notre Dame de l’Hermitage, un instituto diocesano dedicado a las misiones parroquiales, donde es recibido el 28 de agosto de 1769 y une la vida de oración y penitencia al don de la predicación, donde nunca falta en sus sermones la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

La aldea de Lavaudieu, gracias a una gran cruz de hierro que sobrevivió felizmente a la Revolución, guarda la memoria de una misión famosa, presidida por el Padre Gaschon en 1779. En efecto, ella comenzó muy mal, por una epidemia que se declara súbitamente en la región, causando numerosas víctimas. Los habitantes estaban dispuestos a encarcelar a los misioneros, a los cuales atribuían esta desgracia. Es entonces que el Padre Gaschon monta en chaire, para dirigir a Dios una oración ferviente a fin que cesara el azote, ofreciéndose él como víctima expiatoria, al punto que la asamblea prorrumpe en sollozos… La epidemia cesa, y la misión tuvo frutos extraordinarios.
   
En 1789, el Padre Gaschon, como se le conoce, tiene cincuenta y siete años y se encuentra en Banelle. En los primeros tiempos de la Revolución, nada cambia en la vida de la misión: al ser una comunidad de sacerdotes seglares, los misioneros diocesanos no son tocados por el decreto de supresión de las órdenes religiosas proclamado por la Asambea Constituyente el 13 de febrero de 1790. Mas la misión diocesana quedará muy ligada a Mons. Francisco de Bonal. Él había tomado una posición resueltamente hostil a las agitaciones de su tiempo (en la Cuaresma de 1789, le advirtió a sus diocesanos de las licencias de la prensa en propagar doctrinas impías, y que vendría una gran visitación de Dios para la Francia), con la oposición de gran parte del clero, que apoyaba algunas reformas. En su carta pastoral del 23 de noviembre de 1790, de Bonal denunció la Constitución Civil del Clero (de clara impronta jansenista), adoptada el día 12 de julio. Rehusándose al juramento de fidelidad a tal ley, fue declarado dimisionario por la administración departamental de Puy-de-Dôme el 25 de enero de 1791, y remplazado el 13 de febrero por el dominico Jean-François Périer, director del colegio militar de Effiat. De Bonal, residente en París tras ser expelido de su sede, exhorta por sus vicarios a que los sacerdotes no reconozcan al usurpador, y a que los fieles no acudan a los constitucionales.

El decreto contra los sacerdotes refractarios del 29 de noviembre de 1791, la ley del 27 de mayo de 1792 que ordenaba la deportación de todo refractario y la del 27 de agosto de 1792 que ordena que los sacerdotes refractarios abandonen la Francia en un término de 15 días obligaba a los sacerdotes a esconderse o irse al exilio. El padre Gaschon decide de regresar a Livradois para ejercer su ministerio; gracias a dos amigos, dispone de muchos escondites en toda la región de Ambert y Olliergues: enseña la fe, distribuye los Sacramentos, da confianza a los agricultores perseguidos, y escapa a menudo, a sus perseguidores, de una manera a veces milagrosa.

Durante esta época ocurre otro milagro: estando en el castillo de Lyonne, una camarera que dio a luz un bebé natimorto, pidió que le llevaran al Padre Gaschon. Éste, antes de administrarle, pide que le lleve el bebé a la capilla del castillo para bautizarlo. Y allí, el infante vuelve a la vida y recibe el bautismo, sobreviviendo cuarenta y ocho horas, luego de las cuales murió. Desde entonces, a la tumba del Padre Gaschon eran llevados los cuerpos de los bebés muertos.

Con la caída de Robespierre (26 de julio de 1794), la calma regresa cuando tanto los convencionales como el representante en misión, Étienne Christophe Maignet deciden velar por la seguridad de sus conciudadanos. El 21 de febrero de 1795, el Estado proclama la libertad de cultos, luego las elecciones legislativas del 21 de marzo y el 4 de abril de1797 amènent los realistas al poder y abrogan las últimas leyes contra los refractarios, pero el Golpe de Estado del 18 de fructidor del año V (4 de septiembre de 1797) hace que el gobierno tome nuevas medidas contra los refractarios, que deberán nuevamente dejar su ministerio. El Padre Gaschon es asignado a residir en Olliergues el 11 de diciembre de 1797.

Mons. de Bonal murió en Múnich el 3 de septiembre de 1800. La firma del Concordato, el 15 de julio de 1801, permite finalmente el regreso a una situación religiosa normal. Conforme a las disposiciones interinas, Perrier, el obispo constitucional, presenta su dimisión el 12 de octubre (será nombrado obispo de Aviñón el año siguiente). El 20 de junio de 1802, el nuevo obispo de Clermont, Charles-Antoine-Henri Duvalk de Dampierre, es solemnement instalado en su sede. Poco después, nombra dos vicarios generales: uno del antiguo régimen, Étienne Caillot de Bégon, y el otro antiguo constitucional –reconciliado en 1795– Joseph Michel Micolon de Guérines. Juntos, se dedicarán a reorganizar la diócesis.
 
En la parroquia de Banelle, el anciano cura Imarigeon recupera oficialmente la posesión de su curato el 17 de abril de 1802. Pero, a su edad de 82 años, no puede poner eficazmente en obra la reorganización de la parroquia, que contaba entonces con 6.000 habitantes, más de la mitad en el campo. Mons. de Dampierre le remplaza entonces el 16 de noviembre por Louis-François de Rostaing, el padre Imarigeon queeando esta vez en su lugar. El nuevo cura, nacido en 1755, y originario de la diócesis de Lyon, se había refugiado durante la Revolución con su hermana, que vivía en Livradois. De lejos era muy «ancien Régime». Su nombramiemto pareció causar problema a los planes esbozados por la burguesía de Ambert para poner un sacerdote salido de su rango; por otra, Rostaing mostró estima por el ex-convencional Maignet, que indiscutidamente protegió la región durante los problemas del Terror. A pesar del trabajo que realizó para volver a poner en condiciones la parroquia –restauración de la iglesia, socorro a los pobres, reactivación de las asociaciones parroquiales, etc.–, el cura fue entonces hecho objeto de una ruidosa campaña de detracción. Para entonces, el pequeño número de sacerdotes –el cura y sus dos vicarios, así como dos sacerdotes muy ancianos– presentes en esta vasta y poblada parroquia no permiten responder satisfactoriamente a las inmensas necesidades de estos tiempos de reconstrucción: catecismos, visitas a los enfermos y los pobres, confesiones, sufriendo mucho por ello.

El 12 de agosto de 1804, dos hermanas, Jeanne-Marie y Marguerite Dorat, originarias de Craponne-sur-Arzon tomaron a su cargo el hospital de Ambert (antiguo convento de la recolección franciscana) siendo acompañadas por dos coterráneas, Marie Giraud y Madeleine Dapzol. Finalmente ellas reciben el velo, primero de las monjas de la Cruz de Lyon, entonces, y en 1816, de las de San José del Buen Pastor de Clermont, tomando los nombres de Sor Victoria, y Sor San Francisco, Sor Chantal y Sor Coloma.
  
Aunque las instalaciones estaban muy deterioradas, hasta el punto que en algunos sectores faltaban las baldosas y las ventanas, ellas acogían a los enfermos, ancianos, impedidos físicos y mentales y a numerosos niños abandonados. En noviembre de 1806, el Padre Gaschon se instala en el hospital para estar al servicio de los más pobres. Él se aloja en una habitación sencilla y quiere pagar renta, a fin de no lucrarse de los pobres. Viste una sotana sencilla y come todos los días en la cocina del hospital, contra la chimenea. Todos los días, celebra la misa en capilla con suelo de tierra pisada. Fue allí que el 6 de Octubre de 1813, Sor Coloma cae del balcón, muriendo de forma inmediata, para consternación general. Sin dejarse mover, el Padre Gaschon continúa su Misa, calmando a la audiencia con estas solas palabras: «¡No os preocupéis, ella está en buen camino!».
  
Además de la misa hace una instrucción religiosa y una lectura piadosa, visita a los enfermos  y se promène con los convalecientes y asiste a los moribundos. En la mañana del 27 de noviembre, él se siente fatigado, pidiendo entonces recibir los últimos sacramentos, que le son administrados por el padre Monteilhet, su confesor. Pronto todo el hospital está en agitación, y difundiéndose la noticia en la ciudad, muchos acuden allí. Mencionemos en particular la presencia de una valiente chica de Forez, que fue llamada Sor Lacon; ella luego servirá a San Juan María Vianney; y el padre Alfred Monnin, en su primera biografìa del Cura de Ars, dirá que «su memoria estaba llena de las virtudes y ejemplos de vida de este santo misionero».
  
Fallece el 28 de noviembre de 1815. Según los testimonios recogidos en el proceso diocesano, numerosas religiosas oyeron una música celestial en el momento de su muerte. Su velación contó con gran concurrencia de gentes, hasta el punto que algunos querían llevarse trozos de su ropa como reliquias, por lo que hubo que cerrar la capilla para cambiarle el traje. Allí, según Sor San Francisco, primera superiora del hospital, las monjas descubrieron en el pecho del padre Gaschon «un corazón que estaba formado sobre su costado izquierdo, muy rojo», simbolizando su devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y la caridad que tenía por las almas.
  
Según el canónigo Camilo Peyrenchon, era tanta la fama del Padre Gaschon que, años después de su muerte, cuando el Cura de Ars recibía la visita de algún peregrino del Livradois, acostumbraba decirle: «¿Qué necesidad tienes de venir a mí? ¡Tienes en Ambert al Padre Gaschon!». Se cuenta que que San Pío X, luego de beatificar a San Juan María Vianney, «modelo y patrono de los párrocos», había afirmado querer beatificar a Francisco Gaschon como «modelo y patrono de los misionneros». Francisco Gaschon es uno de los innumerables sacerdotes que han trabajado después de veinte siglos con celo en la evangelización del pueblo de Francia. Él vivió durante uno de los períodos más agitados de su historia nacional.
 
ORACIÓN (Para devoción privada)
Oh Dios, que has prometido a los humildes que serán exaltados, y a los que enseñen a muchos los caminos de la justicia, que brillarán como las estrellas en la eternidad, dígnate glorificar a tu siervo el Padre Francisco Gaschon y haz resplandecer su nombre entre los de tus Santos. Que tus gracias, oh Señor, se multipliquen en favor de los fieles que Te invocan y recuerdan las virtudes que él practicó sobre la tierra, y el celo todo apostólico que él tuvo por la salud de las almas. Que podamos también ver un día a la Santa Iglesia honrar su memoria y nos dé en él un nuevo modelo a imitar, un protector que nos asista en nuestros trabajos y nuestras penas, y nos ayude a alcanzar la celestial bienaventuranza. Amén.
   
Sacratísimo Corazón de Jesús, ten piedad de nosotros. Rezar un Ave María.

Traducción de una estampa difundida por el Hospital de Ambret en 1925. Imprimátur de Mons. Jean-François Marnas, Obispo de Clermont, otorgado el 3 de Febrero de 1925. 30 días de Indulgencia.

viernes, 27 de noviembre de 2020

VIERNES ÚLTIMO DE MES, EN HONOR DE LA PASIÓN DE CRISTO Y LOS DOLORES DE MARÍA

Dispuesto por Don Bernardino Therán, de la Congregación de los Dolores del Colegio de la Compañía de Jesús en Santa Cruz de Querétaro, y publicado en México por la imprenta de la Biblioteca Mexicana en 1754.
   
DÍA DE DOLORES – VIERNES ÚLTIMO DE CADA MES, EN RECUERDO DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO Y DE LOS DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA
    
    
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
     
ACTO DE CONTRICIÓN
Dulcísimo Redentor mío, de lo íntimo de mi corazón me pesa de mis pecados, que fueron causa de su Pasión y Muerte. Perdóname Señor, y aplaca la indignación de tu Eterno Padre, mostrándole tus preciosas Llagas, y poniéndole presente, que el mismo te entregó a morir por mi en una Cruz, y que estando al pie de ella su Dulcísima Hija y Dolorosísima Madre tuya, me encomendaste por hijo suyo, y que vuelvo ya contrito, cual hijo pródigo a ponerme bajo de su manto. No permitas se pierda en mi el fruto de tu Pasión, y de tus agudísimos dolores. Y tú, Dolorosísima Madre mía, interpón estos tus Dolores, para que por ellos alcance yo misericordia. Amén. Se rezan tres Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.
    
ORACIÓN
Amorosísimo Dios mío, que quisiste por la redención del mundo humanarte, nacer, ser circuncidado, reprobado de los judíos, entregado por Judas con un beso de paz, y ser aprisionado y aprisionado como reo, ante Anás y Caifás, Pilatos y Herodes, y ser acusado, maltratado con azotes, coronado de espinas, escupido, abofeteado y condenado a muerte, y a llevar la Cruz a cuestas, y que desnudo te clavasen en ella entre dos ladrones, y que te diesen a beber hiel y vinagre, y abriesen tu Costado con una lanza. Pues mayor pena era el ver padecer al pie de la Cruz, a tu amantísima Madre, por tu pasión y la suya, te suplico las imprimas en mi corazón, y me libres de todos los males de esta vida, y me lleves donde llevaste al buen Ladrón, que es la Bienaventuranza donde vives y reinas sin fin. Amén. Se rezan siete Avemarías y Glorias.
    
ORACIÓN
¡Oh Augustísima Reina, que dolor tan agudo anegó tu corazón en amarguras, y tu rostro en lágrimas al despedirte de tu Amantísimo Hijo para ir a sacrificarse! Y que atravesada pasaste tan funesta noche, contemplando en agonía y llorando sangre por todos los poros del cuerpo en el Huerto, afrentosamente aprisionado, y de mil maneras escarnecido, encarcelado en un inmundo calabozo. ¡Oh! Y que de punto subió tu dolor viéndole al otro día de tribunal y tribunal, pospuesto a Barrabás, atado como loco, despedazado con cruelísimos azotes y coronado de espinas con intensísimos dolores ¡Oh! Cuanto creció tu indecible pena al oír los ecos de las trompetas y pregón de falsos testimonios, porque le condenaron, y viéndole caminar con la Cruz sobre sus llagados hombros, cayendo y abriéndose nuevas llagas contra las piedras. ¡Oh! Y como se aguzó este dolor al encontrarle en la calle de la amargura, y que ni aun podía mirarte por las salivas, polvo, sangre y lágrimas, de que llevaba llenos sus divinos ojos. Ya no alcanza el entendimiento a penetrar tus aflicciones, cuando viste penetrar sus pies y manos con agudos clavos, que levantan entre dos ladrones, bañándote con la sangre, que como te pusiste al pie de la Cruz, sobre su mano derecha, lastimados también tus oídos las palabras, que desde la Cruz habló, especialmente poniéndote presente, el que ya moría, y por eso te dejaba por hijo a San Juan, y en el a los pecadores. ¡Oh! Y que fin sintió tu maternal corazón, no poderle aliviar ni aun con un jarro de agua la clamosa de que se quejaba, y que para mayor tormento le daban hiel y vinagre. ¡Oh! De tus benignísimos ojos, tus mayores verdugos en el trance, pues mirándole con el color perdido, cárdenos y feos los labios, afilada la nariz, obscurecidos los ojos, y que ya inclinaba la cabeza, conociste su postrera agonía. ¡Oh! Que dolores de muerte, que te dejaron con vida para el vivo sentimiento de la lanzada, que partió tu corazón, dividiendo el tuyo con las tres necesidades de no tener quien lo bajara de la Cruz, ni una sábana para amortajarlo, ni un palmo de tierra en que sepultarlo. Y aunque José y Nicodemo te socorrieron, se aumentaron tus dolores, poniéndolo difunto en tus brazos, mirando muy de cerca las heridas de su destrozado cuerpo, bañándolo con tus lágrimas de sangre, y contemplando, que el sepultarlo te penetraba más, por privarte tenerlo en tu regazo. ¡Oh!  Y en que amarga soledad quedaste, sintiendo juntos todos tus dolores, como que veías junta, toda la pasión de tu Hijo. Quisiera con lágrimas de sangre, darte el pésame y borrar mis pecados, causa de tus penas: por estas te suplico, me hagas verdadero devoto de tus Dolores, y me favorezcas en mis necesidades de alma y cuerpo, especialmente en la muerte, pues con tu dulcísima presencia, pasaré seguro a gozar del fruto de tus dolores, y a darte los debidos agradecimientos en la Gloria. Amén. 

Se rezará un Credo con un Gloria Patri y luego la siguiente:
   
DEPRECACIÓN
Misericordiosísimo Dios, Trino y Uno, que hiciste campearan en el monte Calvario tus tres Divinas Personas, la del Padre, como que solo un poder infinito pudo hacer que el impasible fuera pasible, la del Hijo, como que sola Sabiduría Divina pudo hallar modo para que, el mismo ofendido pagase con rigor de justicia por el ofensor, y la del Espíritu Santo, como que solo un amor inmenso pudo obligar a que un Señor, de infinita grandeza, muriese porque no pereciesen sus esclavos. Y que fuera Coadjutora de su Pasión una Reina Poderosísima, Sapientísima y Amorosísima. Por tus méritos, Pasión, Dolores y Angustias, te suplico hagas con tu grande poder, sabiduría y amor, que yo pueda y sepa amarte como debo, y me favorezcas en todas mis necesidades espirituales y corporales. Participen de tu infinita caridad las Almas del Purgatorio, librándolas de tus penas, para que juntos todos los redimidos en la gloria, te adoremos y gocemos por toda la eternidad. Amén.
     
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

jueves, 26 de noviembre de 2020

ENCÍCLICA In Multiplícibus Curis, SOBRE ORACIONES POR LA PAZ DE PALESTINA

A poco de publicarse Auspícia Quǽdam”, y dos días después de la Operación Yoav (15-22 de Octubre de 1948, llamada así por el líder paramilitar del Palmáj -milicia de élite del Irgún- Yitzhak Dubno, muerto en un bombardeo egipcio) Pío XII publica A poco de publicarse In Multiplícibus Curis”, en la cual reitera su preocupación por los Santos Lugares e instalaciones relacionadas, que se encontraban a merced de la destrucción durante la I Guerra en Palestina; y el llamado a oración para que tal conflicto se pudiese solucionar de una forma pacífica.

CARTA ENCÍCLICA In Multiplícibus Curis, SOBRE ORACIONES POR LA PAZ DE PALESTINA
   
     
Pío, por la Providencia de Dios Papa XII, a los Venerables Hermanos, Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás Ordinarios en paz y comunión con la Sede Apostólica.
    
Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.
       
1. Preocupación preferente del Papa por la guerra en Palestina.
En medio de las múltiples preocupaciones que en la impronta actual de los tiempos —de los cuales nacerán condiciones futuras de suma importancia para la familia humana— Nos hacen sentir el peso del gravísimo cargo del Supremo Pontificado. Nos preocupa especialmente aquella que se centra sobre la guerra que va ensangrentando los venerables lugares de Tierra Santa. Con toda verdad Nos os podemos asegurar, Venerables Hermanos, que ni la gozosa ni la triste vicisitud de las cosas puede aliviar Nuestro acerbísimo dolor que con vehemencia Nos angustia al pensar que esa región en que Cristo Jesús derramó su sangre para redimir a todo el género humano, se está inundando aún de sangre de hermanos; y que allí donde resonó, en medio de las tinieblas de la no che el primer pregón angélico de paz para iluminar los corazones, luchen pueblos entre sí, aumente día a día la miseria de los pobres, crezca el horror de los aterrorizados, mientras, desterrados y prófugos, desplazados por millares de su tierra, vagan lejos buscando el pan y un seguro refugio.
    
2. Dolor por los daños causados en Lugares Santos mismos.
Nos sentimos también pena y tristeza por el motivo peculiar de que Nos informaron que en no pocos edificios religiosos y de beneficencia que cerca de los Lugares Santos existen, fueron causados considerables estragos por lo cual ha de temerse que los mismos Lugares sagrados de Palestina y especialmente de Jerusalén —santificados por el nacimiento, vida y muerte de nuestro divino Redentor— corran la misma deplorable suerte.
   
De más está que os señalemos, Venerables Hermanos, que en las actuales circunstancias las que parecen anunciar aún mayores males para el porvenir no podemos encerrar el dolor en el silencio de Nuestro Corazón sino que debemos empeñarnos con todo ahínco, como lo permitan los medios, en que se aplique, a medida de las fuerzas, el remedio oportuno.
    
3. Solución del Papa dada a conocer a los Príncipes árabes.
Pues sabéis, que antes del estallido del conflicto, al conceder una entrevista a los príncipes árabes que deseaban rendirnos su homenaje, les dirigimos sentidas palabras en las que revelamos Nuestra preocupación por la paz en Palestina, y clara y positivamente afirmamos que la paz, que efectivamente merecía tal nombre, no se obtendría por las armas sino por la verdad y la justicia, por el mutuo respeto de los derechos bien asegurados de cada uno, por la observancia de las costumbres heredadas de los mayores, especialmente en todo lo que atañe a la Religión, y por el debido acatamiento de ambas partes a las obligaciones mutuamente contraídas.
    
4. Las gestiones papales después de estallado el conflicto.
Cuando empero ya había estallado la conflagración, Nos, por el apostólico Ministerio que desempeñamos, Nos elevamos en todo tiempo sobre los conflictos de la sociedad humana, colaborando intensamente con suma, como pudimos, ecuanimidad, para que la concordia y tranquilidad, unidas a la justicia, triunfaran en Palestina y permaneciesen allí incólumes e inviolados los Lugares Santos.
    
Y aunque casi de todas partes acude con sus súplicas toda clase de hombres indigentes a esta Sede Apostólica, a pesar de esto, las veces que pudimos, Nos hemos esforzado en prestar ayuda a todos los que por la guerra habían sufrido daño, y lo hicimos, allegando auxilios tanto por Nuestros Legados en Palestina, el Líbano y Egipto como también estimulando con corazón paternal a los fieles cristianos de otras naciones a fin de que colaboraran al mismo propósito e iniciativa.
   
5. La pacificación más que del es­fuerzo humano depende de la oración.
Pero por cuanto comprendemos perfectamente que los medios humanos son insuficientes para componer este asunto difícil   y escabroso,  Nos confiamos ante todo en las plegarias que se eleven al príncipe divino de la paz; y así por la Carta Encíclica Auspícia Quǽdam sólo hace poco publicada  os exhortábamos para que vosotros y los fieles confiados a vuestra solicitud paternal hiciereis públicas oraciones por las cuales, intercediendo la  Santísima Virgen María, se obtenga siquiera que en los asuntos... arreglados con equidad en Palestina, vuelva a reinar felizmente la concordia y la paz.
   
6. Éxito de la invitación a la oración y nueva invitación
Supimos con gran consuelo del alma que no resultó vana Nuestra invitación; supimos también que, al tiempo que Nos, unidos a todos los que son Nuestros hijos en todo el mundo, con súplicas y gestiones, Nos esforzamos en que los asuntos de Palestina se arreglaran feliz y ordenadamente, no faltaban hombres valerosos que, sin escatimar sacrificios y sin atemorizarse ante los peligros trabajaron por alcanzar el mismo objetivo, cuyos nobles esfuerzos place reconocer y ensalzar públicamente.
   
Mas al presente, como la guerra no cesa ni se aquieta y como las pérdidas y ruinas que de allí resultan, aumentan atrozmente, creemos oportuno renovar Nuestra invitación, del todo confiados en que no sólo vosotros, Venerables Hermanos, sino también todos los cristianos la recibáis con ánimo bien dispuesto y activo.
   
7. Parece increíble que la furia de la guerra no respete los Lugares Santos.
Y como el 21 de junio pasado, en la Audiencia que concedimos al Sacro Colegio de los Padres purpurados, declaramos abiertamente que Nuestro corazón estaba por esta razón inquieto y preocupado, Nos parece del todo increíble que toda la comunidad cristiana se conforme fácilmente o vea con estéril indignación que esas tierras santas que era dulce visitar y besar con sobrecogido corazón y encendido amor, sean devastadas a hierro y fuego por los soldados y destruidas y asoladas por aviones que arrojan sus bombas incendiarias; por demás increíble Nos parece que sea posible que aquellos lugares sagrados y el mismo sepulcro de Jesucristo sean temerariamente derruidos.
   
8. Esperanza de éxito para sus propias gestiones y las de otras personas respetables.
Al contrario, alentamos la firme confianza de que las preces que los cristianos de todo el orbe eleven por este motivo al omnipotente y misericordiosísimo Dios y los nobilísimos anhelos de tantos hombres que desean la verdad y el bien, logren, realmente que los que empuñan las riendas de los pueblos, encuentren un camino menos áspero y menos arduo que conduzca al restablecimiento de la justicia y de la tranquilidad en Palestina; y que asuntos se puedan componer allí de tal modo que —por mutuo consentimiento y esfuerzo unido de todos los interesados— tanto se garantice la seguridad pública y privada de ambas partes como se mantengan tales condiciones espirituales y sociales de vida que contribuyan a la auténtica prosperidad que merezca tal nombre.
    
9. Invocación del derecho internacional” para la protección de los Lugares santos.
Igualmente confiamos en que las preces ordenadas y los votos nobilísimos de tales hombres probos —los cuales ponen de manifiesto cuánto estima esos lugares la casi íntegra sociedad humana— persuadan íntimamente a todos los que en las reuniones supremas se ocupan de la  gravísima causa de restituir la paz a los pueblos, de que es, pues, oportuno que se conceda a Jerusalén y sus alrededores donde se conservan los venerables monumentos un régimen estatuido y consolidado por el derecho “internacional” el cual en las actuales circunstancias en forma suficiente y apta parece poder proteger esos monumentos sagrados.
    
10. Garantía que ha de dar el derecho internacional” al libre acceso a los Lugares Santos y para el culto allí.
Por ese mismo derecho será igualmente oportuno consolidar la seguridad de visitar los Lugares Santos y de permanecer firme e inconcusa la libertad del culto divino y de conservar incólumes el carácter y las costumbres heredadas de los mayores.
   
11. Votos por la pronta solución.
Quiera Dios que tan pronto como sea posible amanezca el día en que los cristianos puedan volver a emprender sus piadosas peregrinaciones, y los que meditan los testimonios del amor de Jesucristo quien entregó su vida por la salvación de los hermanos, comprendan más gloriosamente cómo los hombres y los pueblos, una vez arreglados en paz sus asuntos y relaciones, puedan vivir unidos.
    
12. Recomendación y Bendición Apostólica.
Nos con vosotros, Venerables Hermanos, con vuestra grey y con todos los que de buen grado reciben Nuestra exhortación, ciframos en eso Nuestra esperanza, y como auspicio de las gracias celestiales y testimonio de Nuestra benevolencia, gustosísimo en el Señor, os impartimos la Bendición Apostólica.
   
Dado en Castel Gandolfo, cerca de Roma, a 24 de Octubre del año 1948, décimo de Nuestro Pontificado. PÍO XII.

miércoles, 25 de noviembre de 2020

MARÍA, EXCLUIDA (TAMBIÉN) DEL Diccionario Teológico Interdisciplinar DE LOS DEHONIANOS

NOTA PREVIA: Los Dehonianos (oficialmente Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús; conocidos en España como Reparadores), son una congregación fundada por el canónigo León Gustavo Dehon Vandelet (en religión Juan del Sagrado Corazón) el 13 de Julio de 1878 en Saint-Quentin.
    
   
La nueva edición del Diccionario Teológico Interdisciplinario (la primera edición fue publicada en 1977 por la editorial Marietti de Turín), publicada por Ediciones Dehonianas de Bolonia a cargo de Oreste Aime (presbítero de Turín), Bartolo Gariglio (profesor de historia contemporánea en el Departamento de estudios históricos en la Universidad de Turín), Maurilio Guasco (sacerdote-presbítero de Alejandría de Piamonte, historiador y sociólogo), Luciano Pacomio (obispón emérito de Mondovì, y miembro de la Comisión episcopal para la cultura y las comunicaciones sociales), Alberto Piola y Giuseppe Zeppegno (presbíteros de Turín y docentes de la sección turinesa de la Facultad de Teología de Italia Septentrional), no dedica a la Santísima Virgen María una entrada, sino que la reduce a referencias y citas de otras entradas.
   
La obra es presentada como «un texto que “propone en manera ordenada y estructurada los elementos fundamentales de la fe cristiana”», pero para los editores de este volumen, la Santísima Virgen María no es un fundamento del Cristianismo, con todo y ser la Madre (y “primera discípula”, como gustan decir los conciliares) de su fundador.
    
No es esto sino la consecuencia del carácter antimariano de la Secta Deuterovaticana, que no sólo desatendió sus advertencias dadas en Fátima y le negó reconocer la Corredención y la Mediación universal de las gracias, sino que la reduce a mera figura de culto popular («una “santita” a la que se acude para conseguir gracias baratas», como la llamó Bergoglio el 13 de Mayo de 2017) opuesta a las erudiciones teológicas modernas que la ven como piedra de tropiezo y exterminadora de las herejías (como lo es ese ecumenismo, ese “intercristianismo”, ese “cristianismo posible y practicable” que no sufre la Oración y Creencia Católica tradicional).
  
Aime et al., que en últimas pretenden un cristianismo sin María Santísima, son como dice San Luis María de Montfort, “monstruos en el orden espiritual”, quimeras, por pretender tener a Dios por Padre y al mismo tiempo no tener a María como Madre (por lo que cabe bien preguntarse ¿quién es la madre de ésos?); y de los cuales comprende la advertencia apostólica DEVÍTA HÆRÉTICUM HÓMINEM (cf. Tito III, 10).

PALABRAS DE UN ACATÓLICO SOBRE EL “MITO” DE HIPATIA

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
   
Hipatia (Johan Julius Ferdinand Kronberg, óleo sobre lienzo. Roma, colección privada)
  
Uno de los argumentos más favoritos de la divulgación (réctius divagación) científica (réctius presumida como tal) es el asesinato de Hipatia de Alejandría, la cual, aparte de ser una neoplatónica vinculada al orfismo y a los misterios, se yergue al grado de erudita, casi una Galileo del siglo V.
   
Evidentemente en torno a esta mujer se ha creado un mito: ya en Radio Spada Luca Fumagalli habló al respecto en su conferencia “Kingsley e Hipatia: en el origen de un mito anticatólico”, cuya escucha aconsejamos fervientemente.
   
Con todo, queremos volver sobre el tema y retomar una breve cita que extraímos de “La croce e il potere. I cristiani da martiri a persecutori” (Roma-Bari, Laterza, 2011) de Giovanni Filoramo, entoncrs Profesor de Historia del Cristianismo en la Universidad de Turín; un libro qur ya desde el título evidencia cómo la pensó el autor en el proceso histórico que llevó a la Iglesia a cristianizar el imperio, extirpando el paganismo.
«El asesinato de Hipatia constituye un caso excepcional en el contexto de la lucha contra el paganismo llevada a cabo por obispos y monjes con el apoyo de las autoridades imperiales, que por consecuencia no estaba indebidamente generalizado. Que en la milenaria historia de las innumerables reinterpretaciones que este trágico evento ha conocido Hipatia sea a un cierto punto elevada a heroína del libre pensamiento y protomártir de una “iglesia” laica atacada por una Iglesia católica que perseguía herejes y librepensadores como Giordano Bruno, nos revela más que todo el trasfondo ideológico de estas interpretaciones, sino que falsea la realidad histórica». (GIOVANNI FIROLAMO, La croce e il potere. I cristiani da martiri a persecutori / La cruz y el poder. Los cristianos de mártires a perseguidores, Laterza, Roma-Bari, 2011, pág. 392).

ORAR SOLAMENTE PARA AGRADAR A DIOS, NO PARA BUSCAR CONSOLACIÓN SENSIBLE

   
«No se ha de ir a la oración para experimentar las dulzuras del amor divino; quien este fin se propusiere perdería el tiempo y sacaría escasa ventaja. El alma ha de darse a la oración solamente para agradar a Dios, es decir, sólo para conocer cuál sea su voluntad y pedirle la necesaria ayuda para cumplirla». (SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIOPráctica del amor a Jesucristo).

lunes, 23 de noviembre de 2020

CARTA DE SAN CLEMENTE A LOS CORINTIOS, O EL PRIMADO PAPAL ENTRE LOS PRIMEROS CRISTIANOS

San Clemente I, tercer sucesor de San Pedro (a quien San Pablo saluda en Efesios IV, 3), tuvo que presenciar y solucionar un conflicto en Corinto: por envidias, la congregación había depuesto de su cargo a unos sacerdotes de la ciudad. Al tiempo, algunos concebían dudas en la fe porque no había tenido lugar la Parusía.

San Clemente (por medio de la Iglesia de Roma) les recuerda a los corintios citándoles la Escritura (aunque no le da tal valor como hoy se entiende –o mal entiende–) y los dichos de Jesús que los Apóstoles habían designado obispos y sacerdotes para dirigir las iglesias fundadas por ellos, y que estos les habían transmitido instrucciones para la continuidad del ministerio (aquí surge el concepto de “Sucesión Apostólica”), por lo que debían restablecer en sus puestos a los sacerdotes.
   
La Carta de San Clemente a los Corintios tuvo tal autoridad (San Clemente es uno de los Padres Apostólicos, los primeros discípulos de los Apóstoles) que aun en el siglo IV todavía era leída en las iglesias (San Gelasio la incluye entre los libros que se deben recibir). Incluso, el historiador musulmán Ibn Jaldún la incluye en el Nuevo Testamento (sugiriendo que se usaba o en España o en Egipto).
   
CARTA DE SAN CLEMENTE A LOS CORINTIOS

«La Iglesia de Dios que reside en Roma a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, a los que son llamados y santificados por la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Gracia a vosotros y paz del Dios Todopoderoso os sea multiplicada por medio de Jesucristo.

I. Por causa de las calamidades y reveses, súbitos y repetidos, que nos han acaecido, hermanos, consideramos que hemos sido algo tardos en dedicar atención a las cuestiones en disputa que han surgido entre vosotros, amados, y a la detestable sedición, no santa, y tan ajena y extraña a los elegidos de Dios, que algunas personas voluntariosas y obstinadas han encendido hasta un punto de locura, de modo que vuestro nombre, un tiempo reverenciado, aclamado y encarecido a la vista de todos los hombres, ha sido en gran manera vilipendiado. Porque, ¿quién ha residido entre vosotros que no aprobara vuestra fe virtuosa y firme? ¿Quién no admiró vuestra piedad en Cristo, sobria y paciente? ¿Quién no proclamó vuestra disposición magnífica a la hospitalidad? ¿Quién no os felicitó por vuestro conocimiento perfecto y sano? Porque hacíais todas las cosas sin hacer acepción de personas, y andabais conforme a las ordenanzas de Dios, sometiéndoos a vuestros gobernantes y rindiendo a los más ancianos entre vosotros el honor debido. A los jóvenes recomendabais modestia y pensamientos decorosos; a las mujeres les encargabais la ejecución de todos sus deberes en una conciencia intachable, apropiada y pura, dando a sus propios maridos la consideración debida; y les enseñabais a guardar la regla de la obediencia, y a regir los asuntos de sus casas con propiedad y toda discreción.

II. Y erais todos humildes en el ánimo y libres de arrogancia, mostrando sumisión en vez de reclamarla, más contentos de dar que de recibir, y contentos con las provisiones que Dios os proveía. Y prestando atención a sus palabras, las depositabais diligentemente en vuestros corazones, y teníais los sufrimientos de Cristo delante de los ojos. Así se os había concedido una paz profunda y rica, y un deseo insaciable de hacer el bien. Además, había caído sobre todos vosotros un copioso derramamiento del Espíritu Santo; y, estando llenos de santo consejo, en celo excelente y piadosa confianza, extendíais las manos al Dios Todopoderoso, suplicándole que os fuera propicio, en caso de que, sin querer, cometierais algún pecado. Y procurabais día y noche, en toda la comunidad, que el número de sus elegidos pudiera ser salvo, con propósito decidido y sin temor alguno. Erais sinceros y sencillos, y libres de malicia entre vosotros. Toda sedición y todo cisma era abominable para vosotros. Os sentíais apenados por las transgresiones de vuestros prójimos; con todo, juzgabais que sus deficiencias eran también vuestras. No os cansabais de obrar bien, sino que estabais dispuestos para toda buena obra. Estando adornados con una vida honrosa y virtuosa en extremo, ejecutabais todos vuestros deberes en el temor de Dios. Los mandamientos y las ordenanzas del Señor estaban escritas en las tablas de vuestro corazón.

III. Os había sido concedida toda gloria y prosperidad, y así se cumplió lo que está escrito: Mi amado comió y bebió y prosperó y se llenó de gordura y empezó a dar coces. Por ahí entraron los celos y la envidia, la discordia y las divisiones, la persecución y el tumulto, la guerra y la cautividad. Y así los hombres empezaron a agitarse: los humildes contra los honorables, los mal reputados contra los de gran reputación, los necios contra los sabios, los jóvenes contra los ancianos. Por esta causa la justicia y la paz se han quedado a un lado, en tanto que cada uno ha olvidado el temor del Señor y quedado ciego en la fe en Él, no andando en las ordenanzas de sus mandamientos ni viviendo en conformidad con Cristo, sino cada uno andando en pos de las concupiscencias de su malvado corazón, pues han concebido unos celos injustos e impíos, por medio de los cuales también la muerte entró en el mundo.

IV. Porque como está escrito: Y aconteció después de unos días, que Caín trajo del fruto de la tierra una ofrenda a Jehová. Y Abel trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda; pero no prestó atención a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? Si has ofrecido rectamente y no has dividido rectamente, ¿no has pecado? ¡Calla! Con todo esto, él se volverá a ti y tú te enseñorearás de él. Y dijo Caín a su hermano Abel. Salgamos a la llanura. Y aconteció que estando ellos en la llanura, Caín se levantó contra su hermano Abel y lo mató. Veis, pues, hermanos, que los celos y la envidia dieron lugar a la muerte del hermano. Por causa de los celos, nuestro padre Jacob tuvo que huir de delante de Esaú su hermano. Los celos fueron causa de que José fuera perseguido a muerte, y cayera incluso en la esclavitud. Los celos forzaron a Moisés a huir de delante de Faraón, rey de Egipto, cuando le dijo uno de sus paisanos: ¿Quién te ha puesto por juez entre nosotros? ¿Quieres matarme, como ayer mataste al egipcio? Por causa de los celos Aarón y Miriam tuvieron que alojarse fuera del campamento. Los celos dieron como resultado que Datán y Abiram descendieran vivos al Hades, porque hicieron sedición contra Moisés el siervo de Dios. Por causa de los celos David fue envidiado no sólo por los filisteos, sino perseguido también por Saúl [rey de Israel].

V. Pero, dejando los ejemplos de los días de antaño, vengamos a los campeones que han vivido más cerca de nuestro tiempo. Pongámonos delante los nobles ejemplos que pertenecen a nuestra generación. Por causa de celos y envidia fueron perseguidos y acosados hasta la muerte las mayores y más íntegras columnas de la Iglesia. Miremos a los buenos apóstoles. Estaba Pedro, que, por causa de unos celos injustos, tuvo que sufrir, no uno o dos, sino muchos trabajos y fatigas, y habiendo dado su testimonio, se fue a su lugar de gloria designado. Por razón de celos y contiendas Pablo, con su ejemplo, señaló el premio de la resistencia paciente. Después de haber estado siete veces en grillos, de haber sido desterrado, apedreado, predicado en el Oriente y el Occidente, ganó el noble renombre que fue el premio de su fe, habiendo enseñado justicia a todo el mundo y alcanzado los extremos más distantes del Occidente; y cuando hubo dado su testimonio delante de los gobernantes, partió del mundo y fue al lugar santo, habiendo dado un ejemplo notorio de resistencia paciente.

VI. A estos hombres de vidas santas se unió una vasta multitud de los elegidos, que en muchas indignidades y torturas, víctimas de la envidia, dieron un valeroso ejemplo entre nosotros. Por razón de los celos hubo mujeres que fueron perseguidas, después de haber sufrido insultos crueles e inicuos, +como Danaidas y Dirces+, alcanzando seguras la meta en la carrera de la fe, y recibiendo una recompensa noble, por más que eran débiles en el cuerpo. Los celos han separado a algunas esposas de sus maridos y alterado el dicho de nuestro padre Adán: Ésta es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne. Los celos y las contiendas han derribado grandes ciudades y han desarraigado grandes naciones.

VII. Estas cosas, amados, os escribimos no sólo con carácter de admonición, sino también para haceros memoria de nosotros mismos. Porque nosotros estamos en las mismas listas y nos está esperando la misma oposición. Por lo tanto, pongamos a un lado los pensamientos vanos y ociosos; y conformemos nuestras vidas a la regla gloriosa y venerable que nos ha sido transmitida; y veamos lo que es bueno y agradable y aceptable a la vista de Aquel que nos ha hecho. Pongamos nuestros ojos en la sangre de Cristo y démonos çuenta de lo precioso que es para su Padre, porque habiendo sido derramado por nuestra salvación, ganó para todo el mundo la gracia del arrepentimiento. Observemos todas las generaciones en orden, y veamos que de generación en generación el Señor ha dado oportunidad para el arrepentimiento a aquellos que han deseado volverse a Él. Noé predicó el arrepentimiento, y los que le obedecieron se salvaron. Jonás predicó la destrucción para los hombres de Nínive; pero ellos, al arrepentirse de sus pecados, obtuvieron el perdón de Dios mediante sus súplicas y recibieron salvación, por más que eran extraños respecto a Dios.

VIII. Los ministros de la gracia de Dios, por medio del Espíritu Santo, hablaron referente al arrepentimiento. Sí, y el Señor del universo mismo habló del arrepentimiento con un juramento: Vivo yo, dice el Señor, que no me complazco en la muerte del malvado, sino en que se arrepienta; y añadió también un juicio misericordioso: Arrepentíos, oh casa de Israel, de vuestra iniquidad; decid a los hijos de mi pueblo: Aunque vuestros pecados lleguen desde la tierra al cielo, y aunque sean más rojos que el carmesí y más negros que la brea, y os volvéis a mí de todo corazón y decís Padre, yo os prestaré oído como a un pueblo santo. Y en otro lugar dice de esta manera: Lavaos, limpiaos, quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer lo bueno; buscad la justicia; defended al oprimido, juzgad la causa del huérfano, haced justicia a la viuda. Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta; aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si queréis y obedecéis, comeréis el bien de la tierra; si rehusáis y sois rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová Lo ha dicho. Siendo así, pues, que Él desea que todos sus amados participen del arrepentimiento, lo confirmó con un acto de su voluntad poderosa.

IX. Por lo cual seamos obedientes a su voluntad excelente y gloriosa, y presentémonos como suplicantes de su misericordia y bondad, postrémonos ante Él y recurramos a sus compasiones prescindiendo de labores y esfuerzos vanos y de celos que llevan a la muerte. Fijemos nuestros ojos en aquellos que ministraron de modo perfecto a su gloria excelente. Miremos a Enoc, el cual, habiendo sido hallado justo en obediencia, fue arrebatado al cielo y no fue hallado en su muerte. Noé, habiendo sido fiel en su ministerio, predicó regeneración al mundo, y por medio de él el Señor salvó a las criaturas vivientes que entraron en el arca de la concordia.

X. Abraham, que fue llamado el «amigo», fue hallado fiel en haber rendido obediencia a las palabras de Dios. Por medio de la obediencia partió de su tierra y su parentela y de la casa de su padre, para que, abandonando una tierra escasa y una reducida parentela y una casa mediocre, pudiera heredar las promesas de Dios. Porque Él le dijo: Vete de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré; y engrandeceré tu nombre y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y de nuevo, cuando se separó de Lot, les dijo: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la doré a ti y a tu descendencia para siempre. Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Y de nuevo dice: Dios hizo salir a Abraham y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Así será tu descendencia. Y Abraham creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Por su fe y su hospitalidad le fue concedido un hijo siendo anciano, y en obediencia lo ofreció a Dios en sacrificio en uno de los montes que Él le mostró.

XI. Por su hospitalidad y piedad Lot fue salvado de Sodoma, cuando todo el país de los alrededores fue juzgado por medio de fuego y azufre; el Señor con ello anunció que no abandona a los que han puesto su esperanza en Él, y que destina a castigo y tormento a los que se desvían. Porque cuando la esposa de Lot hubo salido con él, no estando ella de acuerdo y pensando de otra manera, fue destinada a ser una señal de ello, de modo que se convirtió en una columna de sal hasta este día, para que todos los hombres supieran que los indecisos y los que dudan del poder de Dios son puestos para juicio y ejemplo a todas las generaciones.

XII. Por su fe y su hospitalidad fue salvada Rahab la ramera. Porque cuando Josué hijo de Nun envió a los espías a Jericó, el rey del país averiguó que ellos habían ido a espiar su tierra, y envió a algunos hombres para que se apoderaran de ellos y después les dieran muerte. Por lo que la hospitalaria ramera los recibió y los escondió, en el terrado, bajo unos manojos de lino. Y cuando los mensajeros del rey llegaron y le dijeron: Saca a los hombres que han venido a ti, y han entrado en tu casa; porque han venido para espiar la tierra, ella contestó: Es verdad que los que buscáis vinieron a mt, pero se marcharon al poco y están andando por su camino; y les indicó el camino opuesto. Y ella dijo a los hombres: Sé que Jehová os ha dado esta ciudad; porque el temor de vosotros ha caldo sobre sus habitantes. Cuando esto acontezca y toméis la tierra, salvadme a mí y la casa de mi padre. Y ellos le contestaron: Será tal como tú nos has hablado. Cuando adviertas que estamos llegando, reunirás a los tuyos debajo de tu techo, y serán salvos; porque cuantos sean hallados fuera de la casa, perecerán. Y además le dieron una señal, que debía colgar fuera de la casa un cordón de grana, mostrando con ello de antemano que por medio de la sangre del Señor habrá redención para todos los que creen y esperan en Dios. Veis pues, amados, que se halla en la mujer no sólo fe, sino también profecía.

XIII. Seamos, pues, humildes, hermanos, poniendo a un lado toda arrogancia y engreimiento, y locura e ira, y hagamos lo que está escrito. Porque el Espíritu Santo dice: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas; mas el que se alabe que lo haga en el Señor, que le busca y hace juicio y justicia; y, sobre toda~ recordando las palabras del Señor Jesús, que dijo, enseñando indulgencia y longanimidad: Tened misericordia, y recibiréis misericordia; perdonad, y seréis perdonados. Lo que hagáis, os lo harán a vosotros. Según deis, os será dado. Según juzguéis, seréis juzgados. Según mostréis misericordia, se os mostrará misericordia. Con la medida que midáis se os volverá a medir. Afiancémonos en este mandamiento y estos preceptos, para que podamos andar en obediencia a sus santas palabras, con ánimo humilde. Porque la palabra santa dice: ¿A quién miraré, sino a aquel que es manso y humilde de espíritu y teme mis palabras?

XIV. Por tanto, es recto y apropiado, hermanos, que seamos obedientes a Dios, en vez de seguir a los que, arrogantes y díscolos, se han puesto a sí mismos como caudillos en una contienda de celos abominables. Porque nos acarrearemos, no un daño corriente, sino más bien un gran peligro si nos entregamos de modo temerario a los propósitos de los hombres que se lanzan a contiendas y divisiones, apartándonos de lo que es recto. Seamos, pues, buenos los unos hacia los otros, según la compasión y dulzura de Aquel que nos ha hecho. Porque está escrito: Los rectos habitarán la tierra, y los inocentes permanecerán en ella; mas los transgresores serán cortados y desarraigados de ella. Y de nuevo dice: Vi al impío elevado y exaltado como los cedros del Líbano. Y pasé, y he aquí ya no estaba; y busqué su lugar, y no lo encontré. Guarda la inocencia, y mira la justicia; porque hay un remanente para el pacífico.

XV. Por tanto, hemos de adherirnos a los que practican la paz con la piedad, y no a los que desean la paz con disimulo. Porque Él dice en cierto lugar: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí; y también: Bendicen con la boca, pero maldicen con su corazón. Y de nuevo Él dice: Le lisonjeaban con su boca, y con su lengua le mentían, pues sus corazones no eran rectos con él, ni se mantuvieron firmes en su pacto. Por esta causa, enmudezcan los labios mentirosos, y callen los que profieren insolencias contra el justo. Y de nuevo: Arranque Jehová todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho: Engrandezcamos nuestra lengua; nuestros labios son nuestros, ¿quién es señor sobre nosotros? A causa de la opresión del humilde y el gemido de los menesterosos, ahora me levantaré, dice Jehová; le pondré en seguridad; haré grandes cosas por él.

XVI. Porque Cristo está con los que son humildes de corazón y no con los que se exaltan a sí mismos por encima de la grey. El cetro [de la majestad] de Dios, a saber, nuestro Señor Jesucristo, no vino en la pompa de arrogancia o de orgullo, aunque podría haberlo hecho, sino en humildad de corazón, según el Espíritu Santo habló, diciendo: Porque dijo: ¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Ya quién se ha revelado el brazo de Jehová? Lo anunciamos en su presencia. Era como un niño, como una raíz en tierra seca. No hay apariencia en Él, ni gloria. Y le contemplamos, y no había en Él apariencia ni hermosura, sino que su apariencia era humilde, inferior a la forma de los hombres. Era un hombre expuesto a azotes y trabajo, experimentado en quebrantos; porque su rostro estaba vuelto. Fue despreciado y desechado. Llevó nuestros pecados y sufrió dolor en lugar nuestro; y nosotros le consideramos herido y afligido. Y Él fue herido por nuestros pecados y afligido por nuestras iniquidades. El castigo de nuestra paz es sobre Él. Con sus llagas fuimos nosotros’ sanados. Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su propio camino; y el Señor lo entregó por nuestros pecados. Y Él no abre su boca aunque es afligido. Como una oveja fue llevado al matadero; y como un cordero delante del trasquilador, es mudo y no abre su boca. En su humillación su juicio le fue quitado. Su generación ¿quién la declarará? Porque su vida fue cortada de la tierra. Por las iniquidades de mi pueblo he llegado a la muerte. Daré a los impíos por su sepultura, y a los ricos por su muerte; porque no obró iniquidad, ni fue hallado engaño en su boca. Y el Señor desea limpiarle de sus heridas. Si hacéis ofrenda por el pecado, vuestra alma verá larga descendencia. Y el Señor desea quitarle el padecimiento de su alma, mostrarle luz y moldearle con conocimiento, para justificar al Justo que es un buen siervo para muchos. Y Él llevará los pecados de ellos. Por tanto heredará a muchos, y dividirá despojos con los fuertes; porque su alma fue entregada a la muerte, y fue contado como los transgresores; y Él llevó los pecados de muchos, y por sus pecados fue entregado. Y de nuevo, Él mismo dice: Mas yo soy gusano y no hombre; oprobio de los hombres y despreciado del pueblo. Todos los que me ven me escarnecen; tuercen los labios, menean la cabeza, diciendo: Esperó en el Señor, que le libre; sálvele, puesto que en él se complacía. Veis, queridos hermanos, cuál es el ejemplo que nos ha sido dado; porque si el Señor era humilde de corazón de esta manera, ¿qué deberíamos hacer nosotros; que por Él hemos sido puestos bajo el yugo de su gracia?

XVII. Iimitemos a los que anduvieron de un lugar a otro en pieles de cabras y pieles de ovejas, predicando la venida de Cristo. Queremos decir Elías y Eliseo y también Ezequiel, los profetas, y aquellos que han merecido un buen nombre. Abraham alcanzó un nombre excelente y fue llamado el amigo de Dios; y contemplando firmemente la gloria de Dios, dice en humildad de corazón: Pero yo soy polvo y ceniza. Además, también se ha escrito con respecto a Job: Y Job era justo y sin tacha, temeroso de Dios y se abstenía del mal. Con todo, él mismo se acusa diciendo: Ningún hombre está libre de inmundicia; no, ni aun si su vida dura sólo un día. Moisés fue llamado fiel en toda su casa, y por medio de su ministración Dios juzgó a Egipto con las plagas y los tormentos que les ocurrieron. Y él también, aunque altamente glorificado, no pronunció palabras orgullosas sino que dijo, al recibir palabra de Dios en la zarza: ¿Quién soy yo para que me envíes a mí? No, yo soy tardo en el habla y torpe de lengua. De nuevo dijo: Yo soy humo de la olla.

XVII. Pero, ¿qué diremos de David que obtuvo un buen nombre?, del cual dijo: He hallado a un hombre conforme a mi corazón, David, el hijo de Jsaí, con misericordia eterna le he ungido. También dijo David a Dios: Ten misericordia de mí, oh Dios, conforme a tu gran misericordia; y conforme. a la multitud de tus compasiones, borra mi iniquidad. Ltmpiame más aún de mi iniquidad, y lávame de mi pecado. Porque reconozco mi iniquidad, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra Ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tu vista; para que Tú seas justificado en tus palabras, y puedas vencer en tu alegación. Porque he aquí fui concebido en iniquidad, y en pecados me llevó mi madre. Porque he aquí Tú amas la verdad; Tú me has mostrado cosas oscuras y escondidas de tu sabiduría. Tú me rociarás con hisopo y seré limpiado. Tú me lavarás, y pasaré a ser más blanco que la nieve. Tú me harás oír gozo y alegría. Los huesos que han sido humillados se regocijarán. Aparta tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. Hazme un corazón limpio dentro de mí, oh Dios, y renueva un espíritu recto en mis entrañas. No me eches de tu presencia, y no me quites tu Santo Espíritu. Restáurame el gozo de tu salvación, y corrobórame con un espíritu de gobierno. Enseñaré tus caminos a los pecadores, y los impíos se convertirán a Ti. Líbrame de la culpa de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación. Mi lengua se regocijará en tu justicia. Señor, tú abrirás mi boca, y mis labios declararán tu alabanza. Porque si Tú hubieras deseado sacrificio, te lo habría dado; de holocaustos enteros no te agradas. El sacrificio para Dios es un espíritu contrito; un corazón contrito y humillado Dios no lo desprecia.

XIX. Así pues, la humildad y sumisión de tantos hombres y tan importantes, que de este modo consiguieron un buen nombre por medio de la obediencia, nos ha hecho mejores no sólo a nosotros, sino también a las generaciones que fueron antes que nosotros, a saber, las que recibieron sus palabras en temor y verdad. Viendo, pues, que somos partícipes de tantos hechos grandes y gloriosos, apresurémonos a volver al objetivo de la paz que nos ha sido entregado desde el principio, y miremos fijamente al Padre y Autor de todo el mundo, y mantengámonos unidos a sus excelentes dones de paz y beneficios. Contemplémosle en nuestra mente, y miremos con los ojos del alma su voluntad paciente y sufrida. Notemos cuán libre está de ira hacia todas sus criaturas.

XX. Los cielos son movidos según sus órdenes y le obedecen en paz. Día y noche realizan el curso que Él les ha asignado, sin estorbarse el uno al otro. El sol y la luna y las estrellas movibles dan vueltas en armonía, según Él les ha prescrito, dentro de los límites asignados, sin desviarse un punto. La tierra, fructífera en cumplimiento de su voluntad en las estaciones apropiadas, produce alimento que es provisión abundante para hombres y bestias y todas las criaturas vivas que hay en ella, sin disentir en nada, ni alterar nada de lo que Él ha decretado. Además, las profundidades inescrutables de los abismos y los inexpresables +estatutos+ de las regiones inferiores se ven constreñidos por las mismas ordenanzas. El mar inmenso, recogido por obra suya en un lugar, no pasa las barreras de que está rodeado; sino que, según se le ordenó, así lo cumple. Porque El dijo: Hasta aquí llegarás, y tus olas se romperán dentro de ti. El océano que el hombre no puede pasar, y los mundos más allá del mismo, son dirigidos por las mismas ordenanzas del Señor. Las estaciones de la primavera, el verano, el otoño y el invierno se suceden la una a la otra en paz. Los vientos en sus varias procedencias en la estación debida, cumplen su ministerio sin perturbación; y las fuentes de flujo incesante, creadas para el goce y la salud, no cesan de manar sosteniendo la vida de los hombres. Todas estas cosas el gran Creador y Señor del universo ordenó que se mantuvieran en paz y concordia, haciendo bien a todos, pero mucho más que al resto, a nosotros, los que nos hemos refugiado en las misericordias clementes de nuestro Señor Jesucristo, al cual sea la gloria y la majestad para siempre jamás. Amén

XXI. Estad atentos, pues, hermanos, para que sus beneficios, que son muchos, no se vuelvan en juicio contra nosotros, si no andamos como es digno de El, y hacemos las cosas que son buenas y agradables a su vista, de buen grado. Porque Él dijo en cierto lugar: El Espíritu del Señor es una lámpara que escudriña las entrañas. Veamos cuán cerca está, y que ninguno de nuestros pensamientos o planes que hacemos se le escapa. Por tanto, es bueno que no nos apartemos de su voluntad. Es mejor que ofendamos a hombres necios e insensatos que se exaltan y enorgullecen en la arrogancia de sus palabras que no que ofendamos a Dios. Sintamos el temor del Señor Jesu[cristo], cuya sangre fue entregada por nosotros. Reverenciemos a nuestros gobernantes; honremos a nuestros ancianos; instruyamos a nuestros jóvenes en la lección del temor de Dios. Guiemos a nuestras mujeres hacia lo que es bueno: que muestren su hermosa disposición de pureza; que prueben su afecto sincero de bondad; que manifiesten la moderación de su lengua por medio del silencio; que muestren su amor, no en preferencias partidistas, sino sin parcialidad hacia todos los que temen a Dios, en santidad. Que nuestros hijos sean participantes de la instrucción que es en Cristo; que aprendan que la humildad de corazón prevalece ante Dios, qué poder tiene ante Dios el amor casto, que el temor de Dios es bueno y grande y salva a todos los que andan en él en pureza de corazón y santidad. Porque Él escudriña las intenciones y los deseos; su aliento está en nosotros, y cuando Él se incline a hacerlo, lo va a quitar.

XXII. Ahora bien, todas estas cosas son confirmadas por la fe que hay en Cristo; porque Él mismo, por medio del Espíritu Santo, nos invita así: Venid a mí, hijos, escuchadme y os enseñaré el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que desea vida, que busca muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal y haz el bien; busca la paz, y corre tras ella. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones. Pero el rostro del Señor está sobre los que hacen mal, para destruir su recuerdo de la tierra. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias. Muchos son los males del justo, y de todos ellos le librará Jehová. Y también: Muchos dolores habrá para el pecador, mas al que espera en Jehová le rodeará la misericordia.

XXIII. El Padre, que es compasivo en todas las cosas, y dispuesto a hacer bien, tiene compasión de los que le temen, y con bondad y amor concede sus favores a aquellos que se acercan a Él con sencillez de corazón. Por tanto, no seamos indecisos ni consintamos que nuestra alma se permita actitudes vanas y ociosas respecto a sus dones excelentes y gloriosos. Que no se nos aplique este pasaje de la escritura que dice: Desventurado el de doble ánimo, que duda en su alma y dice: Estas cosas oímos en los días de nuestros padres también, y ahora hemos llegado a viejos, y ninguna de ellas nos ha acontecido. Insensatos, comparaos a un árbol; pongamos una vid. Primero se le caen las hojas, luego sale un brote, luego una hoja, luego una flor, más tarde un racimo agraz, y luego un racimo maduro. Como veis, en poco tiempo el fruto del árbol llega a su sazón. Verdaderamente pronto y súbitamente se realizará su voluntad, de lo cual da testimonio también la escritura, al decir: Su hora está al caer, y no se demorará; y el Señor vendrá súbitamente a su templo; el Santo, a quien vosotros esperáis.

XXIV. Entendamos, pues, amados, en qué forma el Señor nos muestra continuamente la resurrección que vendrá después; de la cual hizo al Señor Jesucristo las primicias, cuando le levantó de los muertos. Consideremos, amados, la resurrección que tendrá lugar a su debido tiempo. El día y la noche nos muestran la resurrección. La noche se queda dormida, y se levanta el día; el día parte, y viene la noche. Consideremos los frutos, cómo y de qué manera tiene lugar la siembra. El sembrador sale y echa sobre la tierra cada una de las semillas, y éstas caen en la tierra seca y desnuda y se descomponen; pero entonces el Señor en su providencia hace brotar de sus restos nuevas plantas, que se multiplican y dan fruto.

XXV. Consideremos la maravillosa señal que se ve en las regiones del oriente, esto es, en las partes de Arabia. Hay un ave, llamada fénix. Esta es la única de su especie, vive quinientos años; y cuando ha alcanzado la hora de su disolución y ha de morir, se hace un ataúd de incienso y mirra y otras especias, en el cual entra en la plenitud de su tiempo, y muere. Pero cuando la carne se descompone, es engendrada cierta larva, que se nutre de la humedad de la criatura muerta y le salen alas. Entonces, cuando ha crecido bastante, esta larva toma consigo el ataúd en que se hallan los huesos de su progenitor, y los lleva desde el país de Arabia al de Egipto, a un lugar llamado la Ciudad del Sol; y en pleno día, y a la vista de todos, volando hasta el altardel Sol, los deposita allí; y una vez hecho esto, emprende el regreso. Entonces los sacerdotes examinan los registros de los tiempos, y encuentran que ha venido cuando se han cumplido los quinientos años.

XXVI. ¿Pensamos, pues, que es una cosa grande y maravillosa si el Creador del universo realiza la resurrección de aquellos que le han servido con santidad en la continuidad de una fe verdadera, siendo así que Él nos muestra incluso por medio de un ave la magnificencia de su promesa? Porque Él dice en cierto lugar: Y tú me levantarás, y yo te alabaré; y: Me acosté y dormí, y desperté; porque Tú estabas conmigo. Y también dice Job: Tú levantarás esta mi carne, que ha soportado todas estas cosas.

XXVII. Con esta esperanza, pues, que nuestras almas estén unidas a Aquel que es fiel en sus promesas y recto en sus juicios. El que manda que no se mienta, con mayor razón no mentirá; porque nada es imposible para Dios, excepto el mentir. Por tanto, que nuestra fe en Él se enardezca dentro de nosotros, y comprendamos que todas las cosas están cercanas para Él. Con una palabra de su majestad formó el universo; y con una palabra puede destruirlo. Quién le dirá: ¿Qué has hecho?; o ¿quién resistirá el poder de su fuerza? Cuando quiere, y si quiere, puede hacer todas las cosas; y ni una sola cosa dejará de ocurrir de las que Él ha decretado. Todas las cosas están ante su vista, y nada se escapa de su control, puesto que Los cielos declaran la gloria de Dios, y el firmamento proclamo la obra de sus manos. Un día da palabra al otro día, y la noche proclama conocimiento á la otra noche; y no hay palabras ni discursos ni se oye voz alguna.

XXVIII. Siendo así, pues, que todas las cosas son vistas y oídas, tengámosle temor, y abandonemos todos los deseos abominables de las malas obras, para que podamos ser protegidos por su misericordia en los juicios futuros. Porque, ¿adónde va a escapar cualquiera de nosotros de su mano fuerte? ¿Y qué mundo va a recibir a cualquiera que deserta de su servicio? Porque la santa escritura dice en cierto lugar: ¿Adónde iré, y dónde me esconderé de tu presencia? Si asciendo a los cielos, allí estás tú; si voy a los confines más distantes de la tierra, allí está tu diestra; y si me escondo en las profundidades, allí está tu Espíritu. ¿Adónde, pues, podrá uno esconderse, adónde podrá huir de Aquel que abarca todo el universo?

XXIX. Por tanto, acerquémonos a Él en santidad de alma, levantando nuestras manos puras e inmaculadas a Él, con amor hacia nuestro Padre bondadoso y compasivo, el cual ha hecho de nosotros su porción elegida. Porque está escrito: Cuando el Altísimo dividió a las naciones, cuando dispersó a los hijos de Adán, estableció los límites de las naciones según el número de los ángeles de Dios. Su pueblo Jacob pasó a ser la porción del Señor, e Israel la medida de su herencia. Y en otro lugar dice: He aquí, el Señor toma para sí una nación de entre las naciones como un hombre toma las primicias de su era; y el lugar santísimo saldrá de esta nación.

XXX. Viendo, pues, que somos una porción especial de un Dios santo, hagamos todas las cosas como corresponde a la santidad, abandonando las malas palabras, intereses impuros y abominables, borracheras y tumultos y concupiscencias detestables, adulterio abominable, orgullo despreciable; porque Dios (dice la Escritura) resiste al orgulloso y da gracia al humilde. Por tanto mantengámonos unidos a aquellos a quienes Dios da gracia. Vistámonos según corresponde, siendo humildes de corazón y templados, apartándonos de murmuraciones y habladurías ociosas, siendo justificados por las obras y no por las palabras. Porque Él dice: El que habla mucho, tendrá que oír mucho también. ¿Cree que es justo el que habla mucho? Bienaventurado es el nacido de mujer que vive corto tiempo. No seas abundante en palabras. Que nuestra alabanza sea de Dios, no de nosotros mismos; porque Dios aborrece a los que se alaban a sí mismos. Que el testimonio de que obramos bien lo den los otros, como fue dado de nuestros padres que eran justos. El atrevimiento, la arrogancia y la audacia son para los que son malditos de Dios; pero la paciencia y la humildad y la bondad convienen a los que son benditos de Dios.

XXXI. Por tanto acojámonos a su bendición y veamos cuáles son las formas de bendición. Estudiemos los datos de las cosas que han sucedido desde el comienzo. ¿Por qué fue bendecido nuestro padre Abraham? ¿No fue debido a que obró justicia y verdad por medio de la fe? Isaac, con confianza, como conociendo el futuro, fue llevado a un sacrificio voluntario. Jacob con humildad partió de su tierra a causa de su hermano, y fue a casa de Labán y le sirvió; y le fueron concedidas las doce tribus de Israel.

XXXII. Si alguno los considera uno por uno con sinceridad, comprenderá la magnificencia de los dones que Él nos concede. Porque de Jacob son todos los sacerdotes y levitas que ministran en el altar de Dios; de él es el Señor Jesús con respecto a la carne; de él son reyes y gobernantes y soberanos de la línea de Judá; sí, y el resto de las tribus son tenidas en un honor no pequeño, siendo así que Dios prometió diciendo: Tu simiente será como las estrellas del cielo. Todos ellos fueron, pues, glorificados y engrandecidos, no por causa de ellos mismos o de sus obras, o sus actos de justicia que hicieron, sino por medio de su voluntad. Y así nosotros, habiendo sido llamados por su voluntad en Cristo Jesús, no nos justificamos a nosotros mismos,o por medio de nuestra propia sabiduría o entendimiento o piedad u obras que hayamos hecho en santidad de corazón, sino por medio de la fe, por la cual el Dios Todopoderoso justifica a todos los hombres que han sido desde el principio; al cual sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIII. ¿Qué hemos de hacer, pues, hermanos? ¿Hemos de abstenemos ociosamente de hacer bien, hemos de abandonar el amor? Que el Señor no permita que nos suceda tal cosa; sino apresurémonos con celo y tesón en cumplir toda buena obra. Porque el Creador y Señor del mismo universo se regocija en sus obras. Porque con su poder sumo Él ha establecido los cielos, y en susabiduría incomprensible los ha ordenado. Y la tierra Él la separó del agua que la rodeaba, y la puso firme en el fundamento seguro de su propia voluntad; y a las criaturas vivas que andan en ella Él les dió existencia con su ordenanza. Habiendo, pues, creado el mar y las criaturas vivas que hay en él, Él lo incluyó todo bajo su poder. Sobre todo, como la obra mayor y más excelente de su inteligencia, con sus manos sagradas e infalibles Él formó al hombre a semejanza de su propia imagen. Porque esto dijo Dios: Hagamos al hombre según nuestra imagen y nuestra semejanza. Y Dios hizo al hombre; varón y hembra los hizo Él. Habiendo, pues, terminado todas estas cosas, las elogió y las bendijo y dijo: Creced y multiplicaos. Hemos visto que todos los justos estaban adornados de buenas obras. Sí, y el mismo Señor, habiéndose adornado Él mismo con obras, se gozó. Viendo, pues, que tenemos este ejemplo, apliquémonos con toda diligencia a su voluntad; hagamos obras de justicia con toda nuestra fuerza.

XXXIV. El buen obrero recibe el pan de su trabajo con confianza, pero el holgazán y descuidado no se atreve a mirar a su amo a la cara. Es, pues, necesario que seamos celosos en el bien obrar, porque de Él son todas las cosas; puesto que Él nos advierte de antemano, diciendo: He aquí, el Señor, y su recompensa viene con él; y su paga va delante de él, para recompensar a cada uno según su obra. El nos exhorta, pues, a creer en Él de todo corazón, y a no ser negligentes ni descuidados en toda buena obra. Gloriémonos y confiemos en Él; sometámonos a su voluntad; consideremos toda la hueste de sus ángeles, cómo están a punto y ministran su voluntad. Porque la escritura dice: Diez millares de diez millares estaban delante de El, y millares de millares le servían; y exclamaban: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la creación está llena de su gloria. Sí, y nosotros, pues, congregados todos concordes y con la intención del corazón, clamemos unánimes sinceramente para que podamos ser hechos partícipes de sus promesas grandes y gloriosas. Porque Él ha dicho: Ojo no ha visto ni oído ha percibido, ni ha entrado en el corazón del hombre, qué grandes cosas Él tiene preparadas para los que pacientemente esperan en Él.

XXXV. ¡Qué benditos y maravillosos son los dones de Dios, amados! ¡Vida en inmortalidad, esplendor en justicia, verdad en osadía, fe en confianza, templanza en santificación! Y todas estas cosas nosotros las podemos obtener. ¿Qué cosas, pues, pensáis que hay preparadas para los que esperan pacientemente en Él? El Creador y Padre de las edades, el Santo mismo, conoce su número y su hermosura. Esforcémonos, pues, para que podamos ser hallados en el número de los que esperan pacientemente en Él, para que podamos ser partícipes de los dones prometidos. Pero, ¿cómo será esto, amados? Si nuestra mente está fija en Dios por medio de la fe; si buscamos las cosas que le son agradables y aceptables; si realizamos aquí las cosas que parecen bien a su voluntad infalible y seguimos el camino de la verdad, desprendiéndonos de toda injusticia, iniquidad, avaricia, contiendas, malignidades y engaños, maledicencias y murmuraciones, aborrecimiento a Dios, orgullo y arrogancia, vanagloria e inhospitalidad. Porque todos los que hacen estas cosas son aborrecidos por Dios; y no sólo los que las hacen, sino incluso los que las consienten. Porque la escritura dice: Pero al pecador dijo Dios: ¿Por qué declaras mis ordenanzas, y pones mi pacto en tus labios? Tú aborreces mi enseñanza, y echaste mis palabras a tu espalda. Si ves a un ladrón, te unes a él, y con los adúlteros escoges tu porción. Tu boca multiplica maldades y tu lengua teje engaños. Te sientas y hablas mal de tu hermano, y contra el hijo de tu madre pones piedra de tropiezo. Tú has hecho estas cosas y guardas silencio. ¿Pensaste, hombre injusto, que yo sería como tú? Pero te redargüiré y las pondré delante de tus ojos. Entended, pues, estas cosas, los que os olvidáis de Dios, no sea que os desgarre como un león y no haya quien os libre. El sacrificio de alabanza me glorificará, y éste es el camino en que le mostraré la salvación de Dios.

XXXVI. Ésta es la manera, amados, en que encontramos nuestra salvación, a saber, Jesucristo el Sumo Sacerdote de nuestras ofrendas, el guardián y ayudador en nuestras debilidades. Fijemos nuestra mirada, por medio de Él, en las alturas de los cielos; por medio de Él contemplamos como en un espejo su rostro intachable y excelente; por medio de Él fueron abiertos los ojos de nuestro corazón; por medio de Él nuestra mente insensata y entenebrecida salta a la luz; por medio de Él el Señor ha querido que probemos el conocimiento inmortal; el cual, siendo el resplandor de su majestad, es muy superior a los ángeles, puesto que ha heredado un nombre más excelente que ellos. Porque está escrito: El que hace a sus ángeles espíritus y a sus ministros llama de fuego; pero de su Hijo el Señor dice esto: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré a los gentiles por heredad, y los extremos de la tierra por posesión tuya. Y también le dice: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. ¿Quiénes son, pues, estos enemigos? Los que son malvados y resisten su voluntad.

XXXVII. Alistémonos, pues, hermanos, con toda sinceridad en sus ordenanzas intachables. Consideremos los soldados que se han alistado bajo nuestros gobernantes, de qué modo tan exacto, pronto y sumiso ejecutan las órdenes que se les dan. No todos son perfectos, ni jefes de millares, ni aun de centenares, ni de grupos de cmcuenta, etc.; sino que cada hombre en su propio rango ejecuta las órdenes que recibe del rey y de los gobernantes. Los grandes no pueden existir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes. Hay una cierta mezcla en todas las cosas, y por ello es útil. Pongamos como ejemplo nuestro propio cuerpo. La cabeza sin los pies no es nada; del mismo modo los pies sin la cabeza no son nada; incluso los miembros más pequeños de nuestro cuerpo son necesarios y útiles para el cuerpo entero; pero todos los miembros cooperan y se unen en sumisión, para que todo el cuerpo pueda ser salvo.

XXXVIII. Así que, en nuestro caso, que todo el cuerpo sea salvado en Cristo Jesús, y que cada hombre esté sometido a su prójimo, según la gracia especial que le ha sido designada. Que el fuerte no desprecie al débil; y el débil respete al fuerte. Que los ricos ministren a los pobres; que los pobres den gracias a Dios, porque Él les ha dado a alguno por medio del cual son suplidas sus necesidades. El que es sabio, dé muestras de sabiduría, no en palabras, sino en buenas obras. El que es de mente humilde, que no dé testimonio de sí mismo, sino que deje que su vecino dé testimonio de él. El que es puro en la carne, siga siéndolo, y no se envanezca, sabiendo que es otro el que le concede su continencia. Consideremos, hermanos, de qué materiales somos hechos; qué somos, y de qué manera somos, y cómo vinimos al mundo; que Él nos ha formado y moldeado sacándonos del sepulcro y la oscuridad y nos ha traído al mundo, habiendo preparado sus beneficios de antemano, antes incluso de que hubiéramos nacido. Viendo, pues, que todas estas cosas las hemos recibido de Él, debemos darle gracias por todo a Él, para quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XXXIX. Los hombres insensatos, necios, torpes e ignorantes se burlan de nosotros, deseando ser ellos los que han de ser exaltados, según sus imaginaciones. Porque, ¿qué poder tiene un mortal? O ¿qué fuerza tiene un hijo de tierra? Porque está escrito: No había ninguna forma delante de mis ojos; y oí un aliento y una voz. ¿Qué, pues? ¿Será justo un mortal a la vista de Dios; o será un hombre intachable por sus obras; siendo así que Él no confía ni aun en sus siervos y aun halla faltas en sus ángeles? No. Y ni aun los cielos son puros ante sus ojos. ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, del cual, o sea del mismo barro, nosotros mismos somosformados! Los quebrantó como la polilla. Porque no pueden valerse de sí mismos, y perecieron. El sopló sobre ellos y murieron, porque no tenían sabiduría. Pero tú da voces, por si alguno te obedece, o si ves a alguno de sus santos ángeles. Porque la ira mata al insensato, y la envidia al que se ha descarriado. Yo he visto al necio que echaba raíces y de repente su habitación fue consumida. Lejos estén sus hijos de la seguridad. Sean burlados en la puerta por personas inferiores, y no haya quien los libre. Porque las cosas preparadas para ellos se las comerá el justo; y ellos mismos no serán librados de males.

XL. Por cuanto estas cosas, pues, nos han sido manifestadas ya, y hemos escudriñado en las profundidades del conocimiento divino, deberíamos hacer todas las cosas en orden, todas las que el Señor nos ha mandado que hiciéramos a su debida sazón. Que las ofrendas y servicios que Él ordena sean ejecutados con cuidado, y no precipitadamente o en desorden, sino a su tiempo y sazón debida.Y donde y por quien Él quiere que sean realizados, Él mismo lo ha establecido con su voluntad suprema; que todas las cosas sean hechas con piedad, en conformidad con su beneplácito para que puedan ser aceptables a su voluntad. Así pues, los que hacen sus ofrendás al tiempo debido son aceptables y benditos, porque siguiendo lo instituido por el Señor, no pueden andar descaminados. Porque al sumo sacerdote se le asignan sus servicios propios, y a los sacerdotes se les asigna su oficio propio, y a los levitas sus propias ministraciones. El lego debe someterse a las ordenanzas para el lego.

XLI. Cada uno de nosotros, pues, hermanos, en su propio orden demos gracias a Dios, manteniendo una conciencia recta y sin transgredir la regla designada de su servicio, sino obrando con toda propiedad y decoro. Hermanos, los sacrificios diarios continuos no son ofrecidos en cualquier lugar, o las ofrendas voluntarias, o las ofrendas por el pecado y las faltas, sino que son ofrecidos sólo en Jerusalén. E incluso allí, la ofrenda no es presentada en cualquier lugar, sino ante el santuario en el patio del altar; y esto además por medio del sumo sacerdote y los ministros mencionados, después que la víctima a ofrecer ha sido inspeccionada por si tiene algún defecto. Los que hacen algo contrario a la ordenanza debida, dada por su voluntad, reciben como castigo la muerte. Veis, pues, hermanos, que por el mayor conocimiento que nos ha sido concedido a nosotros, en proporción, nos exponemos al peligro en un grado mucho mayor.

XLII. Los apóstoles recibieron el Evangelio para nosotros del Señor Jesucristo; Jesucristo fue enviado por Dios. Así pues, Cristo viene de Dios, y los apóstoles de Cristo. Por tanto, los dos vienen de la voluntad de Dios en el orden designado. Habiendo recibido el encargo, pues, y habiéndo sido asegurados por medio de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y confirmados en la palabra de Dios con plena seguridad por el Espíritu Santo, salieron a proclamar las buenas nuevas de que había llegado el reino de Dios. Y así, predicando por campos y ciudades, por todas partes, designaron a las primicias (de sus labores), una vez hubieron sido probados por el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los que creyeran. Y esto no lo hicieron en una forma nueva; porque verdaderamente se había escrito respecto a los obispos y diáconos desde tiempos muy antiguos; porque así dice la escritura en cierto lugar: Y nombraré a tus obispos en justicia y a tus diáconos en fe.

XLIII. Y ¿de qué hay que sorprenderse que aquellos a quienes se confió esta obra en Cristo, por parte de Dios, nombraran ellos a las personas mencionadas, siendo así que el mismo bienaventurado Moisés, que fue un fiel siervo en toda su casa, dejó testimonio como una señal en los sagrados libros de todas las cosas que le fueron ordenadas? Y a él también siguió el resto de los profetas, dando testimonio juntamente con él de todas las leyes que fueron ordenadas por él. Porque Moisés, cuando aparecieron celos respecto al sacerdocio, y hubo disensSión entre las tribus sobre cuál de ellas estaba adornada con el nombre glorioso, ordenó a los doce jefes de las tribus que le trajeran varas, en cada una de las cuales estaba inscrito el nombre de una tribu. Y él las tomó y las ató y las selló con los sellos de los anillos de los jefes de las tribus y las puso en el tabernáculo del testimonio sobre la mesa de Dios. Y habiendo cerrado el tabernáculo, selló las llaves y lo mismo las puertas. Y les dijo: Hermanos, la tribu cuya vara florezca, ésta ha sido escogida por Dios para que sean sacerdotes y ministros para El. Y cuando vino la mañana, llamó a todo Israel, a saber, seiscientos mil hombres, y les mostró los sellos de los jefes de las tribus y abrió el tabernáculo del testimonio y sacó las varas. Y la vara de Aarón no sólo había brotado sino que había dado fruto. ¿Qué pensáis, pues, amados? ¿No sabía Moisés de antemano que esto era lo que pasaría? Sin duda lo sabía. Pero hizo esto para que no hubiera desorden en Israel, para que el nombre del Dios único y verdadero pudiera ser glorificado; a quien sea la gloria para siempre jamás. Amén.

XLIV. Y nuestros apóstoles sabían por nuestro Señor Jesucristo que habría contiendas sobre el nombramiento del cargo de obispo. Por cuya causa, habiendo recibido conocimiento completo de antemano, designaron a las personas mencionadas, y después proveyeron a continuación que si éstas durmieran, otros hombres aprobados les sucedieran en su servicio. A estos hombres, pues, que fueron nombrados por ellos, o después por otros de reputación, con el consentimiento de toda la Iglesia, y que han ministrado intachablemente el rebaño de Cristo, en humildad de corazón, pacíficamente y con toda modestia, y durante mucho tiempo han tenido buena fama ante todos, a estos hombres nosotros consideramos que habéis injustamente privado de su ministerio. Porque no será un pecado nuestro leve si nosotros expulsamos a los que han hecho ofrenda de los dones del cargo del obispado de modo intachable y santo. Bienaventurados los presbíteros que fueron antes, siendo así que su partida fue en sazón y fructífera: porque ellos no tienen temor de que nadie les prive de sus cargos designados. Porque nosotros entendemos que habéis expulsado de su ministerio a ciertas personas a pesar de que vivían de modo honorable, ministerio que ellos +habían respetado+ de modo intachable.

XLV. Contended, hermanos, y sed celosos sobre las cosas que afectan a la salvación. Habéis escudriñado las escnturas, que son verdaderas, las cuales os fueron dadas por el Espíritu Santo; y sabéis que no hay nada injusto o fraudulento escrito en ellas. No hallaréis en ellas que personas justas hayan sido expulsadas por hombres santos. Los justos fueron perseguidos, pero fue por los malvados; fueron encarcelados, pero fue por los impíos. Fueron apedreados como transgresores, pero su muerte fue debida a los que habían concebido una envidia detestable e injusta. Estas cosas las sufrieron y se comportaron noblemente. Porque, ¿qué diremos, hermanos? ¿Fue echado Daniel en el foso de los leones por los que temían a Dios? ¿O fueron Ananías y Azarías y Misael encerrados en el horno de fuego por los que profesaban adorar de modo glorioso y excelente al Altísimo? En ninguna manera. ¿Quiénes fueron los que hicieron estas cosas? Hombres abominables y llenos de maldad fueron impulsados a un extremo de ira tal que causaron sufrimientos crueles a los que servían a Dios con intención santa e intachable, sin saber que el Altísimo es el campeón y protector de los que en conciencia pura sirven su nombre excelente; al cual sea la gloria por siempre jamás. Amén. Pero los que sufrieron pacientemente en confianza heredaron gloria y honor, fueron ensalzados, y sus nombres fueron registrados por Dios en memoria de ellos para siempre jamás. Amén.

XLVI. A ejemplos semejantes, pues, hermanos, hemos de adherirnos también nosotros. Porque está escrito: Allégate a los santos, porque los que se allegan a ellos serán santificados. Y también dice el Señor en otro pasaje: Con el inocente te mostrarás inocente, y con los elegidos serás elegidos y con el ladino te mostrarás sagaz. Por tanto, juntémonos con los inocentes e íntegros; y éstos son los elegidos de Dios. ¿Por qué hay, pues, contiendas e iras y disensiones y facciones y guerra entre vosotros? ¿No tenemos un solo Dios y un Cristo y un Espíritu de gracia que fue derramado sobre nosotros? ¿Y no hay una sola vocación en Cristo? ¿Por qué, pues, separamos y dividimos los miembros de Cristo, y causamos disensiones en nuestro propio cuerpo, y llegamos a este extremo de locura, en que olvidamos que somos miembros los unos de los otros? Recordad las palabras de Jesús nuestro Señor; porque Él dijo: ¡Ay de este hombre; mejor sería para él que no hubiera nacido, que el que escandalice a uno de mis elegidos! Sería mejor que le ataran del cuello una piedra de molino y le echaran en el mar que no que trastornara a uno de mis elegidos. Vuestra división ha trastornado a muchos; ha sido causa de abatimiento para muchos, de duda para muchos y de aflicción para todos. Y vuestra sedición sigue todavía.

XLVII. Tomad la epístola del bienaventurado Pablo el apóstol. ¿Qué os escribió al comienzo del Evangelio? Ciertamente os exhortó en el Espíritu con respecto a él mismo y a Cefas y Apolos, porque ya entonces hacíais grupos. Pero el que hicierais estos bandos resultó en menos pecado para vosotros; porque erais partidarios de apóstoles que tenían una gran reputación, y de un hombre aprobado ante los ojos de estos apóstoles. Pero ahora fijaos bien quiénes son los que os han trastornado y han disminuido la gloria de vuestro renombrado amor a la hermandad. Es vergonzoso, queridos hermanos, sí, francamente vergonzoso e indigno de vuestra conducta en Cristo, que se diga que la misma Iglesia antigua y firme de los corintios, por causa de una o dos personas, hace una sedición contra sus presbíteros. Y este informe no sólo nos ha llegado a nosotros, sino también a los que difieren de nosotros, de modo que acumuláis blasfemias sobre el nombre del Señor por causa de vuestra locura, además de crear peligro para vosotros mismos.

XLVIII. Por tanto, desarraiguemos esto rápidamente, y postrémonos ante el Señor y roguémosle con lágrimas que se muestre propicio y se reconcilie con nosotros, y pueda restaurarnos a la conducta pura y digna que corresponde a nuestro amor de hermanos. Porque ésta es una puerta a la justicia abierta para vida, como está escrito: Abridme las puertas de justicia; para que pueda entrar por ellas y alabar al Señor. Esta es la puerta del Señor; por ella entrarán los justos. Siendo así que se abren muchas puertas, ésta es la puerta que es de justicia, a saber, la que es en Cristo, y son bienaventurados todos los que hayan entrado por ella y dirigido su camino en santidad y justicia, ejecutando todas las cosas sin confusión. Que un hombre sea fiel, que pueda exponer conocimiento profundo, que sea sabio en el discernimiento de las palabras, que se esfuerce en sus actos, que sea puro; tanto más ha de ser humilde de corazón en proporción a lo que parezca ser mayor; y ha de procurar el beneficio común de todos, no el suyo propio.

XLIX. Que el que ama a Cristo cumpla los mandamientos de Cristo. ¿Quién puede describir el vínculo del amor de Dios? ¿Quién es capaz de narrar la majestad de su hermosura? La altura a la cual el amor exalta es indescriptible. El amor nos une a Dios; el amor cubre multitud de pecados; el amor soporta todas las cosas, es paciente en todas las cosas. No hay nada burdo, nada arrogante en el amor. El amor no tiene divisiones, el amor no hace sediciones, el amor hace todas las cosas de común acuerdo. En amor fueron hechos peffectos todos los elegidos de Dios; sin amor no hay nada agradable a Dios; en amor el Señor nos tomó para sí; por el amor que sintió hacia nosotros, Jesucristo nuestro Señor dio su sangre por nosotros por la voluntad de Dios, y su carne por nuestra carne, y su vida por nuestras vidas.

L. Veis, pues, amados, qué maravilloso y grande es el amor, y que no hay manera de declarar su perfección. ¿Quién puede ser hallado en él, excepto aquellos a quienes Dios se lo ha concedido? Por tanto, supliquemos y pidamos de su misericordia que podamos ser hallados intachables en amor, manteniéndonos aparte de las facciones de los hombres. Todas las generaciones desde Adán hasta este día han pasado a la otra vida; pero los que por la gracia de Dios fueron perfeccionados en el amor residen en la mansión de los píos; y serán manifestados en la visitación del Reino de Dios. Porque está escrito: Entra en tus aposentos durante un breve momento, hasta que haya pasado mi indignación, y yo recordaré un día propicio y voy a levantaros de vuestros sepulcros. Bienaventurados somos, amados, si hacemos los mandamientos de Dios en conformidad con el amor, a fin de que nuestros pecados sean perdonados por el amor. Porque está escrito: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el hombre a quien el Señor no imputará pecado, ni hay engaño en su boca. Esta declaración de bienaventuranza fue pronunciada sobre los que han sido elegidos por Dios mediante Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

LI. Respecto a todas nuestras transgresiones que hemos cometido por causa de las añagazas del adversario, roguemos para que nos sea concedido perdón. Sí, y también los que se hacen cabecillas de facciones y divisiones han de mirar a la base común de esperanza. Porque los que andan en temor y amor prefieren ser ellos mismos los que padecen sufrimiento más bien que sus prójimos; y más bien pronuncian condenación contra sí mismos que contra la armonía que nos ha sido entregada de modo tan noble y justo. Porque es bueno que un hombre confiese sus transgresiones en vez de endurecer su corazón, como fue endurecido el corazón de los que hicieron sedición contra Moisés el siervo de Dios; cuya condenación quedó claramente manifestada, porque descendieron al Hades vivos, y la muerte será su pastor. Faraón y sus huestes y todos los gobernantes de Egipto, sus carros y sus jinetes, fueron sumergidos en las profundidades del Mar Rojo, y perecieron, y ello sólo por la razón de que sus corazones insensatos fueron endurecidos después de las señales y portentos que habían sido realizados en la tierra de Egipto por la mano de Moisés el siervo de Dios.

LII. El Señor, hermanos, no tiene necesidad de nada. Él no desea nada de hombre alguno, sino que se confiese su Nombre. Porque el elegido David dijo: Confesaré al Señor y le agradará más que becerro con cuernos y pezuñas. Lo verán los oprimidos y se gozarán. Y de nuevo dice: Ofrece a Dios sacrificio de alabanza y paga tus votos al Altísimo; e invócame en el día de la angustia, y yo te libraré, y tú me glorificarás. Porque sacrificio a Dios es el espíritu quebrantado.

LIII. Porque, amados, conocéis las sagradas escrituras, y las conocéis bien, y habéis escudriñado las profecías de Dios. Os escribimos estas cosas, pues, como recordatorio. Cuando Moisés subió al monte y pasó cuarenta días y cuarenta noches en ayuno y humillación, Dios le dijo: Moisés, Moisés, desciende pronto de aquí, porque mi pueblo que tú sacaste de la tierra de Egipto ha cometido iniquidad; se han apartado rápidamente del camino que tú les mandaste; y se han hecho imágenes de fundición. Y el Señor le dijo: Te he dicho una y dos veces, este pueblo es duro de cerviz. Déjame que los destruya, y borraré su nombre de debajo del cielo, y yo haré de ti una nación grande y maravillosa y más numerosa que ésta. Y Moisés dijo: No lo hagas, Señor. Perdona su pecado, o bórrame también a ml del libro de los vivientes. ¡Oh, qué amor tan poderoso! ¡Oh, qué perfección insuperable! El siervo es osado ante su Señor; y pide perdón por la multitud, o pide que sea incluido él mismo con ellos.

LIV. ¿Quién hay, pues, noble entre vosotros? ¿Quién es compasivo? ¿Quién está lleno de amor? Que diga: si por causa de mí hay facciones y contiendas y divisiones, me retiro, me aparto adonde queráis, y hago lo que está ordenado por el pueblo: con tal que el rebaño de Cristo esté en paz con sus presbíteros debidamente designados. El que haga esto ganará para sí un gran renombre en Cristo, y será recibido en todas partes; porque la tierra es del Señor y suya es la plenitud de la misma. Esto es lo que han hecho y harán los que viven como ciudadanos de este reino de Dios, que no da motivo de arrepentirse de haberlo hecho.

LV. Pero para dar ejemplo a los gentiles también, muchos reyes y gobernantes, cuando acaece una temporada de pestilencia entre ellos, habiendo sido instruidos por oráculos, se han entregado ellos mismos a la muerte, para que puedan ser rescatados sus conciudadanos por medio de su propia sangre. Muchos se han retirado de sus propias ciudades para que no haya más sediciones. Sabemos que muchos entre nosotros se han entregado a la esclavitud, para poder rescatar a otros. Muchos se han vendido como esclavos y, recibido el precio que se ha pagado por ellos, han alimentado a otros. Muchas mujeres, fortalecidas por la gracia de Dios, han ejecutado grandes hechos. La bendita Judit, cuando la ciudad estaba sitiada, pidió a los ancianos que se le permitiera ir al campamento de los sitiadores. Y por ello se expuso ella misma al peligro y fue por amor a su país y al pueblo que estaba bajo aflicción; y el Señor entregó a Rolofernes en las manos de una mujer. No fue menor el peligro de Ester, la cual era perfecta en la fe, y se expuso para poder librar a las doce tribus de Israel cuando estaban a punto de perecer. Porque con su ayuno y su humillación suplicó al Señor omnisciente, el Dios de las edades; y Él, viendo la humildad de su alma, libró al pueblo por amor al cual ella hizo frente al peligro.

LVI. Por tanto, intercedamos por aquellos que están en alguna transgresión, para que se les conceda mansedumbre y humildad, de modo que se sometan, no ante nosotros, sino a la voluntad de Dios. Porque así el recuerdo compasivo de ellos por parte de Dios y los santos será fructífero para ellos y perfecto. Aceptemos la corrección y disciplina, por la cual nadie debe sentirse desazonado, amados. La admonición que nos hacemos los unos a los otros es buena y altamente útil; porque nos une a la voluntad de Dios. Porque así dice la santa palabra: Me castigó ciertamente el Señor, mas no me libró a la muerte. Porque el Señor al que ama reprende, y azota a todo hijo a quien recibe. Porque el justo, se dice, me castigará en misericordia y me reprenderá, pero no sea ungida mi cabeza por la +misericordia+ (óleo) de los pecadores. Y también dice: Bienaventurado es el hombre a quien Dios corrige, y no menosprecia la corrección del Todopoderoso. Porque él es quien hace la herida y él la vendará; él hiere y sus manos curan. En seis tribulaciones te librará de la aflicción; y en la séptima no te tocará el mal. En el hambre te salvará de la muerte, y en la guerra te librará del brazo de la espada. Del azote de la lengua te guardará, y no tendrás miedo de los males que se acercan. De los malos y los injustos te reirás, y de las fieras no tendrás temor. Pues las fieras estarán en paz contigo. Entonces sabrás que habrá paz en tu casa; y la habitación de tu tienda no irá mal (fallará), y sabrás que tu descendencia es numerosa, y tu prole como la hierba del campo. Y llegarás al sepulcro maduro como una gavilla segada en sazón, o como el montón en la era, recogido a su debido tiempo. Como podéis ver, amados, grande es la protección de los que han sido disciplinados por el Señor; porque siendo un buen padre, nos castiga con miras a que podamos obtener misericordia por medio de su justo castigo.

LVII. Así pues, vosotros, los que sois la causa de la sedición, someteos a los presbíteros y recibid disciplina para arrepentimiento, doblando las rodillas de vuestro corazón. Aprended a someteros, deponiendo la obstinación arrogante y orgullosa de vuestra lengua. Pues es mejor que seáis hallados siendo poco en el rebaño de Cristo y tener el nombre en el libro de Dios, que ser tenidos en gran honor y, con todo, ser expulsados de la esperanza de Él. Porque esto dijo la Sabiduría, suma de todas las virtudes: He aquí yo derramaré un dicho de mi espíritu, y os enseñaré mis palabras. Porque os llamé y no obedecisteis, y os dije palabras y no quisisteis escucharlas, sino que desechasteis todo consejo mío, y no aceptasteis mi reprensión; por tanto, yo también me reiré de vuestra destrucción, y me regocijaré cuando caiga sobre vosotros vuestra ruina, y cuando venga de repente sobre vosotros confusión, y vuestra desgracia llegue como un torbellino, cuando sobre vosotros vengan la tribulación y la angustia. Porque cuando me llamaréis yo no responderé. Los malos me buscarán con afán y no me hallarán; porque aborrecieron la sabiduría y no escogieron el temor del Señor, ni quisieron prestar atención a mis consejos, sino que se mofaron de mis reprensiones. Por tanto, comerán los frutos de su propio camino, y se hartarán de su propia impiedad. Porque el extravío de los ignorantes los matará, y la indolencia de los necios los echará a perder. Mas el que me escucha habitará confiadamente en esperanza, y vivirá tranquilo, sin temor a la desgracia.

LVIII. Sed obedientes a su Nombre santísimo y glorioso, con lo que escaparéis de las amenazas que fueron pronunciadas antiguamente por boca de la Sabiduría contra los que desobedecen, a fin de que podáis vivir tranquilos, confiando en el santísimo Nombre de su majestad. Atended nuestro consejo, y no tendréis ocasión de arrepentiros de haberlo hecho. Porque tal como Dios vive, y vive el Señor Jesucristo, y el Espíritu Santo, que son la fe y la esperanza de los elegidos, con toda seguridad el que, con humildad de ánimo y mansedumbre haya ejecutado, sin arrepentirse de ello, las ordenanzas y mandamientos que Dios ha dado, será puesto en la lista y tendrá su nombre en el número de los que son salvos por medio de Jesucristo, a través del cual es la gloria para Él para siempre jamás. Amén.

LIX. Pero si algunas personas son desobedientes a las palabras dichas por Él por medio de nosotros, que entiendan bien que se están implicando en una transgresión y peligro serios; mas nosotros no seremos culpables de este pecado. Y pediremos con insistencia en oración y suplicación que el Creador del universo pueda guardar intacto hasta el fin el número de los que han sido contados entre sus elegidos en todo el mundo, mediante su querido Hijo Jesucristo, por medio del cual nos ha llamado de las tinieblas a la luz, de la ignorancia al pleno conocimiento de la gloria de su Nombre.

[Concédenos, Señor,] que podamos poner nuestra esperanza en tu Nombre, que es la causa primaria de toda la creación, y abramos los ojos de nuestros corazones para que podamos conocerte a Ti, que eres sólo el más Alto entre los altos, el Santo entre los santos; que abates la insolencia de los orgullosos, y desbaratas los designios de las naciones; que enalteces al humilde, y humillas al exaltado; que haces ricos y haces pobres; que matas y das vida; que eres sólo el benefactor de los espíritus y el Dios de toda carne; que miras en los abismos, y escudriñas las obras del hombre; el socorro de los que están en peligro, el Salvador de los que están en angustia; el Creador y observador de todo espíritu; que multiplicas las naciones sobre la tierra, y has escogido de entre todos los hombres a los que te aman por medio de Jesucristo, tu querido Hijo, por medio del cual nos enseñaste, nos santificaste y nos honraste. Te rogamos, Señor y Maestro, que seas nuestra ayuda y socorro. Salva entre nosotros a aquellos que están en tribulación; ten misericordia de los abatidos; levanta a los caídos; muéstrate a los necesitados; restaura a los apartados; convierte a los descarriados de tu pueblo; alimenta a los hambrientos; suelta a los presos; sostén a los débiles; confirma a los de flaco corazón. Que todos los gentiles sepan que sólo Tú eres Dios, y Jesucristo es tu Hijo, y nosotros somos tu pueblo y ovejas de tu prado.

LX. Tú, que por medio de tu actividad hiciste manifiesta la fábrica permanente del mundo. Tú, Señor, que creaste la tierra. Tú, que eres fiel de generación en generación, justo en tus juicios, maravilloso en la fuerza y excelencia. Tú, que eres sabio al crear y prudente al establecer lo que has hecho, que eres bueno en las cosas que se ven y fiel a aquellos que confían en Ti, compasivo y clemente, perdónanos nuestras iniquidades y nuestras injusticias y nuestras transgresiones y deficiencias. No pongas a nuestra cuenta cada uno de los pecados de tus siervos y tus siervas, sino límpianos con tu verdad, y guía nuestros pasos para que andemos en santidad y justicia e integridad de corazón, y hagamos las cosas que sean buenas y agradables a tu vista y a la vista de nuestros gobernantes. Sí, Señor, haz que tu rostro resplandezca sobre nosotros en paz para nuestro bien, para que podamos ser resguardados por tu mano poderosa y librados de todo pecado con tu brazo levantado. Y líbranos de los que nos aborrecen sin motivo. Da concordia y paz a nosotros y a todos los que habitan en la tierra, como diste a nuestros padres cuando ellos invocaron tu nombre en fe y verdad con santidad, [para que podamos ser salvos] cuando rendimos obediencia a tu Nombre todopoderoso y sublime y a nuestros gobernantes y superiores sobre la tierra.

LXI. Tú, Señor y Maestro, les has dado el poder de la soberanía por medio de tu poder excelente e inexpresable, para que nosotros, conociendo la gloria y honor que les has dado, nos sometamos a ellos, sin resistir en nada tu voluntad. Concédeles a ellos, pues, oh Señor, salud, paz, concordia, estabilidad, para que puedan administrar sin fallos el gobierno que Tú les has dado. Porque Tú, oh Señor celestial, rey de las edades, das a los hijos de los hombres gloria y honor y poder sobre todas las cosas que hay sobre la tierra. Dirige Tú, Señor, su consejo según lo que sea bueno y agradable a tu vista, para que, administrando en paz y bondad con piedad el poder que Tú les has dado, puedan obtener tu favor. ¡Oh Tú, que puedes hacer estas cosas, y cosas más excelentes aún que éstas, te alabamos por medio del Sumo Sacerdote y guardián de nuestras almas, Jesucristo, por medio del cual sea a Ti la gloria y la majestad ahora y por los siglos de los siglos! Amén.

LXII. Os hemos escrito en abundancia, hermanos, en lo que se refiere a las cosas que corresponden a nuestra religión y son más útiles para una vida virtuosa a los que quieren guiar [sus pasos] en santidad y justicia. Porque en lo que se refiere a la fe y al arrepentimiento y al amor y templanza genuinos y sobriedad y paciencia, hemos hecho uso de todo argumento, recordándoos que tenéis que agradar al Dios todopoderoso en justicia y verdad y longanimidad y santidad, poniendo a un lado toda malicia y prosiguiendo la concordia en amor y paz, insistiendo en la bondad; tal como nuestros padres, de los cuales os hemos hablado antes, le agradaron, siendo de ánimo humilde hacia su Padre y Dios y Creador y hacia todos los hombres. Y os hemos recordado estas cosas con mayor placer porque sabemos bien que estamos escribiendo a hombres que son fieles y de gran estima y han escudriñado con diligencia las palabras de la enseñanza de Dios.

LXIII. Por tanto, es bueno que prestemos atención a ejemplos tan grandes y numerosos, y nos sometamos y ocupemos el lugar de obediencia poniéndonos del lado de los que son dirigentes de nuestras almas, y dando fin a esta disensión insensata podamos obtener el objetivo que se halla delante de nosotros en veracidad, manteniéndonos a distancia de toda falta. Porque vais a proporcionarnos gran gozo y alegría si prestáis obediencia a las cosas que os hemos escrito por medio del Espíritu Santo, y desarraigáis la ira injusta de vuestros celos, en conformidad con nuestra súplica que os hemos hecho de paz y armonía en esta carta. Y también os hemos enviado a hombres fieles y prudentes que han estado en medio de nosotros, desde su juventud a la ancianidad, de modo intachable, los cuales serán testigos entre vosotros y nosotros. Y esto lo hemos hecho para que sepáis que nosotros hemos tenido, y aún tenemos, el anhelo ferviente de que haya pronto la paz entre vosotros.

LXIV. Finalmente, que el Dios omnisciente, Señor de los espíritus y de toda carne, que escogió al Señor Jesucristo, y a nosotros, por medio de Él, como un pueblo peculiar, conceda a cada alma que se llama según su santo y excelente Nombre, fe, temor, paz, paciencia, longanimidad, templanza, castidad y sobriedad, para que podáis agradarle en su Nombre, por medio de nuestro Sumo Sacerdote y guardián Jesucristo, a través del cual sea a Él la gloria y majestad, la potencia y el honor, ahora y para siempre jamás. Amén.

LXV. Enviad de nuevo y rápidamente a nuestros mensajeros Claudio Efebo y Valerio Bito, junto con Fortunato, en paz y gozo, con miras a que puedan informar más rápidamente de la paz y concordia que nosotros pedimos y anhelamos sinceramente, para que nosotros también podamos gozarnos pronto sobre vuestro buen orden.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros y con todos los hombres, en todos los lugares, que han sido llamados por Dios y por medio de El, a quien la gloria y honor, poder y. grandeza y dominio eterno, a El, desde todas las edades pasadas y para siempre jamás. Amén».

Fuente: Los Padres Apostólicos, por Joseph Barber Lightfoot. Editorial CLIE.