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miércoles, 20 de mayo de 2009

SAN BERNARDINO, PREDICADOR DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

«En todas las cosas muéstrate dechado de buenas obras, en la pureza de la doctrina, en la integridad de vida, en la gravedad de conducta». (Tito 2, 7).
  
San Bernardino de Siena
 
Nacido en Massa Marittima, territorio de Siena, (hoy en región Toscana, Italia), el año 1380. Queda huérfano y es criado por una tía. Ya desde chico le gustaban las cosas de Dios. Componía altares e imitaba a los predicadores. De adolescente se cuidaba de hablar y actuar con pureza. Cuando tenía 20 años hubo una gran peste en Italia que arrasó a Siena, él y otros jóvenes amigos suyos fueron al hospital y sirvieron por 3 meses hasta que acabó la epidemia.

A los 22 años lo dejó todo para entrar en la comunidad franciscana. Tanto movía los corazones con su prédica que se cerraban las tiendas y hasta las clases en la universidad para escucharle. Se convirtieron innumerables pecadores que venían a él arrepentidos.

Entró en la Orden de los Frailes Menores, se ordenó sacerdote y desplegó por toda Italia una gran actividad como predicador, con notables frutos. Propagó la devoción al santísimo nombre de Jesús. Tuvo un papel importante en la promoción intelectual y espiritual de su Orden; escribió, además, algunos tratados de teología.

Propaga la devoción a la Eucaristía. Acostumbraba a llevar consigo una tablilla, mostrando la Eucaristía con rayos saliendo de ella y en el medio, el monograma JHS (Jesús Hombre Salvador) que el ayudó a popularizar como símbolo de la Eucaristía. Fue gran reformador de la Orden Franciscana. No faltan las pruebas: El Papa Martín V lo suspende como predicador pero San Juan Capistrano, le ayuda a arreglar su situación.
 
Rechazó 3 episcopados, fundó más de 200 monasterios e intervino para traer la paz entre dos bandos, los güelfos y los gibelinos.

A los 63 años se le apareció San Pedro Celestino que le avisa de su muerte ya cercana, la que acontece en la vigilia de la Ascensión. Muere en 1444 y seis años después es canonizado por el para Nicolás V. Está sepultado en Aquila. Estuvo incorrupto y su ataúd sangró sin cesar hasta que vino la paz entre los bandos que peleaban en la ciudad.

La modestia y la pureza de San Bernardino eran tan continuas, que toda conversación indecente cesaba acercándose él. Todos los días visitaba una capilla de la Santísima Virgen, diciendo que iba a ver a su Madre. Abandonó el mundo para combatirlo y, durante dieciséis años, ni un día pasó sin predicar. La devoción que tenía al Nombre de Jesús hacía que lo llevara siempre sobre su corazón. Murió en el año 1444.
  
MEDITACIÓNSOBRE LA VIDA DESAN BERNARDINO
I. Desde tierna edad descolló por un gran amor a la pureza. Su modestia era un freno que retenía a los más disolutos. Reprendía modestamente a los que tenían conversaciones indecentes. ¿Qué haces tú cuando delante de ti se pronuncian palabras demasiado libres? Si tienes autoridad sobre el culpable, repréndele su falta; si no, que tu silencio y tu actitud severa se lo hagan comprender. ¿Se podría decir de ti lo que Tertuliano decía de sí mismo: «Mi sola presencia hace avergonzar al vicio»?
 
II. Todos los días visitaba el santo una capilla de la Santísima Virgen. ¿Qué devoción practicas tú en honor de María? Te has comprometido a servirla; sé, pues, fiel en observar lo que le has prometido, y no pases ni un solo día sin tributarle tus homenajes, sea en una de sus iglesias, sea en tu casa, ante su imagen. Jesús nada rehúsa a María, y María nada rehúsa a sus servidores.
 
III. Tenía el Santo una singular devoción al Nombre de Jesús: sin cesar lo pronunciaba, y lo llevaba escrito sobre su corazón. Pronuncia tú, a menudo, este adorable Nombre, pero hazlo con devoción. En tus tristezas y tentaciones sírvete de él como de un escudo y de una espada, para rechazar y vencer al demonio. ¡Cuán dulce y consolador es el Nombre de Jesús! ¿Estás triste? Llama a Jesús en tu corazón. «Que de tu corazón pase su Nombre a tus labios y la nube se disipará». (San Bernardo).
  
La modestia Orad por los predicadores.
  
ORACIÓN
Señor Jesús, que habéis concedido a San Bernardino, vuestro confesor, un amor tan grande por vuestro Santo Nombre, dignaos, por sus méritos y su intercesión, difundir en nosotros el espíritu de vuestra divina caridad. Vos que, siendo Dios, vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)