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martes, 8 de septiembre de 2009

LOS JÓVENES PALESTINOS SON OBJETO DE CACERÍA PARA ROBARLES SUS ÓRGANOS INTERNOS, POR PARTE DEL EJÉRCITO ISRAELÍ

En Radio Cristiandad
 
Los destripadores de cadáveres
Por Israel Adán Shamir, 23 de agosto de 2009
  
En el sensacional filme turco El Valle de los Lobos, aparece un médico judío americano, en la cárcel de Abu Ghraib, sacándole suavemente un riñón a un prisionero árabe que sufre; lo coloca en un envase especial con la mención “a Tel Aviv”, con lo cual se refuerza la eterna amistad entre Israel y Yanquilandia. La vida real imita ahora el cine, como se descubre la historia espantosa de los jóvenes palestinos objeto de cacería para robarles sus órganos internos, por parte del ejército con la moral supuestamente más elevada en el mundo (“most moral army in the world”), o sea el ejército israelí, tal como lo publicó un diario sueco de difusión masiva.
  


Donald Boström, fotógrafo sueco que trabajó en Cisjordania en 1992, fue enviado por oficiales de la ONU a seguir las huellas sangrientas de unos soldados israelíes que habían secuestrado a jóvenes palestinos, y devolvieron sus cuerpos muertos cinco días después “con un tajo desde el abdomen hasta el mentón”. Los familiares en Cisjordania y en Gaza afirmaban con toda seguridad:


“Nuestros hijos fueron utilizados como donantes involuntarios de órganos; desaparecieron durante algunos días y fueron devueltos en plena noche, muertos y autopsiados. ¿Porqué retuvieron los cuerpos durante cinco días antes de permitir que los sepultáramos? ¿Qué pasó con ellos mientras tanto? ¿Para qué les hacen autopsias contra nuestra voluntad, cuando la causa de la muerte es algo evidente? ¿Por qué nos los devuelven de madrugada? ¿A qué viene la escolta militar? ¿Por qué cerraron el área durante el sepelio? ¿Y el apagón, al mismo tiempo?


  
Estas preguntas siguieron obsesionando a Boström. Tomó algunas fotos de los cuerpos devueltos. Como Vanunu, logró enviar sus filmes afuera. Al regresar a Suecia, le ofreció el reportaje al Dagens Nyheter, un diario de izquierda, que es propiedad de la familia judía Bonnier. DN se negó a publicarlo. El relato fue silenciado hasta ahora, cuando el diario socialdemócrata Aftonbladet decidió largarlo.
  


En Israel, la reacción fue histérica. El país está en peligro de reventar de rabia. Se ejercieron pesadas presiones sobre las autoridades suecas para condenar el diario, para castigar al autor insultante y para conseguir que pidiera perdón. La embajadora sueca en Tel Aviv, miembro de la familia judía Bonnier, rica e influyente, que por cierto es la misma que posee la mayoría de los diarios suecos, de los canales de televisión y los cines, expresó en internet que “se sentía muy afectada y repudiaba aquello”. Pero su veloz aceptación del diktat de Tel Aviv le salió mal, pues el gobierno sueco rechazó su interferencia, abogando por la libertad de la prensa; los editores de Aftonbladet insistieron en su derecho a decir lo que consideran correcto y exigieron una investigación internacional.
  


Esta valiente postura duró un día o dos. Carl Bildt, el ministro de asuntos extranjeros sueco, se sintió muy dolido por la intención israelí de cancelar una visita ya programada, y ya había escrito en un blog que “semejantes artículos pueden provocar antisemitismo, y la incitación al odio cae bajo la ley sueca”. No obstante, la rendición no llegaba al nivel que exigían Netanyahu y Liebermann, de modo que la rabia y la histeria en Tel Aviv siguieron creciendo.


Es más fácil expresar “agravio por los viejos infundios” que contestar las preguntas de Boström. Los hechos son perturbadores, y las acusaciones no eran novedosas. Había demasiados informes sobre otros casos parecidos, además de los mencionados por el Aftonbladet. Los miembros del parlamento israelí Ahmed Tibi y Hashem Mahmi acusaron al Instituto Abu Kabir de medicina forense por expropiarles partes internas a los cadáveres palestinos. Ya habían dicho que los médicos palestinos se quejaban porque recibían los cuerpos de sus muertos vaciados. Los diarios israelíes reportaron que en 2007 tres adolescentes palestinos fueron muertos cerca de Khan Younes en la Franja de Gaza y sus cuerpos fueron devueltos a los padres con cortes y señales de salvajismo seis días más tarde. Israel muchas veces ni siquiera le devuelve los cuerpos palestinos a los familiares, sino que los entierran en un cementerio secreto, lo cual es aún más sospechoso.



Lo peor del caso es que se enmarca en un esquema más amplio.


  
En el mundo entero, Israel y los israelíes están metidos en el tráfico de carne humana, esta forma moderna del canibalismo. Además del caso de la red (el New Jersey ring) mencionado en el artículo de Bolström, hay muchos más.


  • En Turquía: el profesor israelí Zaki Shapira fue detenido en Turquía por sospechas de haber descuartizado a unos turcos vivos, informó el diario -conocido por su antisemitismo- Jerusalem Post.
  • En Sudáfrica: otro diario antisemita, el New York Times, reportó el caso de una mafia israelí activa en semejante tráfico entre Africa del Sur y Brasil.
  • En Brasil: un oficial israelí, Gedalya Tauber, fue detenido en Brasil por incitar a los pobres a compartir pedazos de sí mismos. Largó información sobre la actividad de sus compatriotas en el ramo.
  • En Ucrania: el Jerusalem Post informó sobre la detención de “una red israelí dedicada al tráfico ilegal de órganos”, que llevaba a contrabandistas y receptores a Ucrania.


En muchos casos, los médicos, los traficantes, contrabandistas y receptores de los pedazos humanos eran israelíes, porque el Estado judío es el único país en el mundo donde el Estado financia aquello, y los mejores médicos están legalmente metidos en el transplante de órganos obtenidos por fraude, según informó Ha’aretz. La etapa siguiente fue el desarrollo de redes internacionales para este tipo de tráfico. Los judíos están bien posicionados para encontrarse envueltos en este negocio sórdido: son muchos los médicos judíos, hay muchos vínculos entre comunidades judías en distintos países, y las inhibiciones morales son pocas.
  


Esta falta de inhibiciones morales autorizó a un rabino importante de Khabbad, llamado Yitzhak Ginzburg, a dar su permiso religioso a un judío para sacarle a un goy el hígado aun sin su consentimiento. Dijo que


“un judío tiene derecho a extraer el hígado de un no judío si lo necesita, porque la vida de un judío es más valiosa que la de un goy, de la misma manera que la vida de un goy es más valiosa que la de un animal.”


Los modernos israelíes se han olvidado de su religión, pero sí han conservado esta falta de inhibición. Un periódico de negocios israelí (The Marker) publicó un artículo de opinión de un abogado israelí justificando el comercio de órganos humanos, porque “los órganos no son más que implementos, por lo cual pueden ser objeto de compra y venta como cualquier otro objeto útil en un mercado abierto”.
  


La distancia entre riñones comprados o arrancados no es mucha: si los órganos son “simples implementos”, cómo no va ser lícito sacárselos a los palestinos, de la misma forma que está “permitido” arrancarles sus centenarios olivos cuando se está edificando el Muro.
  


Es fácil indignarse, pero no tan fácil demostrar que los israelíes, que no vacilan en quebrar brazos y piernas y echarles NAPALM a escolares, hagan alguna diferencia radical con el hecho de sacar provecho de los adentros de los palestinos. La demanda de encuesta internacional formulada por Aftonbladet es razonable: si los israelíes no han hecho nada malo (salvo masacrar a cientos de jóvenes) no tienen por qué temer nada de una investigación internacional. Pero Israel ya impidió que las comisiones de la ONU investigaran nada con visitas a Jenin después de la masacre de 2002, ni pudieron visitar Gaza después de la masacre de 2009.
  


Para Israel, lo más insoportable de este escándalo es la brecha abierta en la pared. No me estoy refiriendo al monstruoso Muro de Sharon que protege el mayor ghetto judío del Medio Oriente, sino al muro del control de los medios que lo protege en el mundo entero. Si los judíos compran los medios en el mundo entero no es por darse gusto, ni tampoco por el provecho que pueda rendir, sino por la influencia de los medios sobre las mentes. Es el caso en Suecia, donde unos miembros de la diminuta comunidad judía posee los diarios, las revistas, las editoriales e incluso el SFI, el Hollywood sueco. Este conjunto promueve activamente las políticas neoliberales de privatización, consumismo, afluencia de inmigrantes, desmantelamiento del sistema de seguro social, o sea, defiende las líneas políticas que les convienen a los judíos ricos.
  


Los representantes trabajan arduamente para asegurarse de que la información sobre el Medio Oriente permanezca bajo su control. Algunos años atrás, la revista de extrema izquierda Ordfront publicó un texto muy bien pensado por Johannes Wahlström, Israeli Regime Directs Swedish Media , explicando la ingerencia israelí en la prensa sueca, cómo los oficiales israelíes se dirigen a los editorialistas y a los corresponsales de prensa. En ese artículo, Donald Boström se refería a la historia espantosa de los destripadores de cadáveres, pero no pudo franquear el muro de la censura proisraelí en los medios suecos.
  


Israel no es el único país sospechoso en estas actividades nefandas. Carla del Ponte, fiscal general en el tribunal internacional de La Haya para los crímenes en los Balcanes, escribe en su libro de 2008 The Hunt: Me and War Criminals que bajo la protección del ejército de liberación de Kosovo, aliado de OTAN y USA, hubo cientos de jóvenes prisioneros serbos que fueron llevados en camión desde Kosovo hasta el norte de Albania, donde les sacaban los órganos. Algunos prisioneros fueron cosidos después que les sacaron los riñones, hasta el momento en que se les mató para sacarles otros órganos vitales. Carla del Ponte vio la casa donde se hacían estas operaciones quirúrgicas, y se encontró con la gente que allí actuaba; uno de ellos “hizo personalmente una entrega de órgano” a un aeropuerto albanés, para el transporte al extranjero. Sin embargo, la acusación de Carla del Ponte contra los albaneses no causó gran revuelo, y nadie la condenó par “antialbanesa”, ni le hubiese importado tampoco, porque no hay nada malo en estar en contra de nadie, mientras no se sea antijudío. Los judíos tienen un arma poderosa con la acusación de antisemitismo. ¿O acaso no tanto?


  
¿Será posible que el temor al antisemitismo tan útil a Israel ya no actúe como un sortilegio? Sí, puede ser. El discurso de Obama en el Cairo aparentemente no ha tenido consecuencias directas; Obama trata de ejercer presión sobre Israel para frenar la colonización en Cisjordania, pero no lo logra. ¿Ha fracasado entonces? Es demasiado pronto para contestar, como dicen que Chou En Lai contestaba [sobre el saldo positivo o negativo de la Revolución francesa]. Los cambios pocas veces ocurren como consecuencia de la oleada que, según el pensamiento mágico, puede generar el pronunciar un deseo, y toman tiempo. Las publicaciones recientes sobre la banda criminal judía de New Jersey, los ataques a Goldman Sachs, las medallas otorgadas a Mary Robinson y Desmond Tutu, el premio a Felicia Langer, el colapso del partido socialista projudío en Francia y el surgimiento de un partido antisionista en Francia, el artículo de Boström en Aftonbladet, todo esto no es más que una serie de pequeños incidentes separados, pero el conjunto de los mismos implica que el cambio se viene. Los suecos, galos, alemanes e incluso habitantes de New Jersey ya no le tienen miedo a ser aplastados como por las ruedas de un camión, por Washington abalanzándose en defensa de los sionistas, como habría sucedido en tiempos de Geroge W. Bush. ¡Si Obama incluso se negó a contratar a nuevo comisario para combatir al antisemitismo!


Contemplar aquello es lo que asusta al gobierno de Tel Aviv más que nada. Si hoy ellos dejan a los suecos salirse con la suya, mañana aparecerán otros, y entonces el miedo a los judíos pasará a clasificarse como temor infantil y sin base de realidad, como el miedo a los ratones.


Nota adicional


Más importante, el escándalo que arman los israelíes demuestra que – a pesar de que lo aprueban los cabalistas radicales y los neoliberales – la transplantación de órganos humanos es algo inmoral y atroz, muy cercano al canibalismo, y lo sabemos todos. Sí, es espantoso que los soldados israelíes les saquen los riñones a los palestinos y los maten después. Pero es igualmente atroz que un médico servicial se saque un riñón a un mecánico de Detroit al que un banquero servicial le ha quitado la casa, o a un trabajador ucraniano que lo ha perdido todo por culpa de un oligarca muy educado, o a un granjero de la India que tiene que pagarle su deuda a Monsanto. Cada humano pobre en este planeta es un palestino, por mucho que varíen los medios para desposeerlo. Habría que poner fin a este tipo de cosas. El cuerpo humano es sagrado. Estas operaciones cuestan demasiado caro y no se pueden justificar. La humanidad debería sobreponerse a su miedo a la muerte. Vivimos y morimos, y no hay razón para gastar miles de dólares prolongando una vida con operaciones caras si este dinero se puede usar para alimentar a los que padecen hambre. Seguiremos con el tema…


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Traducción: María Poumier

2 comentarios:

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)