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sábado, 2 de enero de 2010

SAN GASPAR DEL BÚFALO, APÓSTOL DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE CRISTO

San Gaspar del Búfalo

Gaspar, que nació en Roma y fue hijo de un capitán (1786), recibió la instrucción en el Colegio Romano y fue ordenado sacerdote en 1808. Poco después de la toma de Roma por Napoleón, fue desterrado con la mayor parte del clero, por haberse negado a abjurar de su fidelidad a la Santa Sede. A la caída de Napoleón, volvió a roma, donde encontró un amplio campo de trabajo, ya que la ciudad había estado casi nueve años privada de sacerdotes y de sacramentos.

En 1814 dirigió una misión en Giano, en la diócesis de Espoleto, y ahí le nació la idea de fundar la congregación de la Preciosa Sangre. En Giano encontró una casa que se prestaba para ese fin y, con la ayuda del cardenal Cristaldi, cuya amistad no le desamparó nunca, la nueva congregación fue aprobada cordialmente por el Papa Pío VII, en 1815. El Papa puso a la disposición del santo la casa y la iglesia adyacente de San Felice di Giano. La segunda fundación tuvo lugar en 1819 y la tercera poco después, en Albano. El santo deseaba que su congregación tuviera una casa en cada diócesis, en el barrio más abandonado y pervertido. El reino de Nápoles era en aquélla época un centro de todos los crímenes, en el que nadie tenía la vida segura. El Papa escribió de propia mano a del Búfalo, en 1821, rogándole que fundara seis casas en dicha ciudad. Él aceptó gozosamente, pero tuvo que superar las más grandes dificultades para conseguir fondos y personal suficiente. Su biógrafo nos dice que la Providencia parecía jugar con el santo, pues en cuanto desaparecía un obstáculo, aparecía otro nuevo y más imponente. Sin embargo, poco a poco, logró reunir hombres suficientes y una cantidad de dinero mayor que la estrictamente necesaria.

Bajo el Papa León XII, surgieron graves dificultades. Pero el tiempo las hizo desaparecer y, en 1824, las casas de la congregación quedaron abiertas a todos los sacerdotes jóvenes que querían recibir un entrenamiento especial para las misiones. El ideal era elevado y el trabajo arduo. Un misionero, decía el fundador, tiene que ser como un soldado o un marinero que nunca se dan por vencidos y están preparados para cualquier eventualidad. Deseaba que sus hijos se distinguieran, no sólo por el fervor, sino también por la ciencia. Para evarngelizar al mundo entero, como lo exigía su vocación, tenían que aprender idiomas además de la Teología y la Sagrada Escritura. Ya durante la vida del fundador, la obra se había extendido por toda Italia. Recorriendo incesantemente las poblaciones, sufriendo infinitas privaciones, con frecuencia amenazados de muerte, los misioneros de la Preciosa Sangre predicaban en todas partes el mensaje evangélico, siguiendo el ejemplo de su fundador.

Los biógrafos de Gaspar del Búfalo nos transmiten una descripción gráfica de una misión, siguiendo sus etapas sucesivas. Los métodos de estos misioneros eran completamente nuevos. Por ejemplo, se disciplinaban en la plaza pública, lo cual producía invariablemente numerosas conversiones. El último quemaban públicamente los libros e imágenes obscenas y todo aquello que podía ofender a Dios. Dejaban plantada una gran cruz en recuerdo de la misión. Cantaban un solemne "Te Deum" y proseguían su camino hasta la próxima población. El santo decía con frecuencia al terminar una misión, exhausto pero lleno de agradecimiento: "Si es tan delicioso fatigarse por Dios, cuánto más lo será gozar de Él". Uno de sus principios era el de hacer trabajar a todos y con ese objeto fundó una multitud de obras de caridad, en Roma, para jóvenes y viejos, ricos y pobres de ambos sexos. Entre otras cosas, implantó la adoración nocturna del Santísimo Sacramento, en la que algunos hombres que no se atrevían a visitar al Señor durante el día, podían venir a El, como Nicodemo, por la noche.

Gaspar del Búfalo predicó su última misión en Roma, en la iglesia nueva, durante el cólera de 1836. Sintiendo que sus fuerzas se debilitaban, retornó inmediatamente a Albano y comenzó a prepararse para la muerte. El frío le hacía sufrir terriblemente durante el día y la sed durante la noche, pero se abstenía de beber para poder celebrar la misa al día siguiente. Rogó a sus hijos que le dejaran solo todo el tiempo que fuera posible, para poder entregarse a la oración. Después de la fiesta de San Francisco Javier, partió a morir a Roma. El 19 de diciembre, el médico le prohibió decir la misa; el 28 de diciembre recibió los últimos sacramentos y murió.

El santo había obrado varios milagros durante su vida, y su íntercesión alcanzó muchas gracias después de su muerte. La lista de curaciones y otros milagros por él obrados es muy larga. Fue canonizado en 1954.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)