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domingo, 2 de mayo de 2010

SAN ATANASIO EL GRANDE, OBISPO, CONFESOR Y DOCTOR DE LA IGLESIA

Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren,
y os persiguieren, y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros.
(Mateo 5, 11)

San Atanasio el Grande

San Atanasio nació en Egipto, Alejandría, en el año 295. Estudió derecho y teología. Se retiró por algún tiempo a la vida solitaria, haciendo amistad con los ermitaños del desierto. Regresando a la ciudad, se dedicó totalmente al servicio de Dios.

En su tiempo, Arrio, clérigo de Alejandría, propagaba la herejía de que Cristo no era Dios por naturaleza. Para enfrentarlo se celebró el primero de los ecuménicos, en Nicea, ciudad del Asia Menor. Atanasio, que era entonces diácono, acompañó a este concilio a Alejandro, obispo de Alejandría. Con doctrina recta y gran valor sostuvo la verdad católica y refutó a los herejes. El concilió excomulgó a Arrio y condenó su doctrina arriana.

Concilio de Nicea (a la izquierda de San Constantino vemos a San Atanasio, mientras que el hereje Arrio yace en una fosa)

Pocos meses después de terminado el concilio murió san Alejandro y Atanasio fue elegido patriarca de Alejandría. Los arrianos no dejaron de perseguirlo hasta que lo desterraron de la ciudad e incluso de Oriente. Cuando la autoridad civil quiso obligarlo a que recibiera de nuevo a Arrio en la Iglesia a Arrio a pesar de que este se mantenía en la herejía, Atanasio, cumpliendo con gran valor su deber, rechazó tal propuesta y perseveró en su negativa, a pesar de que el emperador Constantino, en 336, lo desterró a Tréveris.

Durante dos años permaneció Atanasio en esta ciudad, al cabo de los cuales, al morir Constantino, pudo regresar a Alejandría entre el júbilo de la población. Inmediatamente renovó con energía la lucha contra los arrianos y por segunda vez, en 342, sufrió el destierro que lo condujo a Roma.

Ocho años más tarde se encontraba de nuevo en Alejandría con la satisfacción de haber mantenido en alto la verdad de la doctrina católica. Pero sus adversarios enviaron un batallón para prenderlo. Providencialmente, Atanasio logró escapar y refugiarse en el desierto de Egipto, donde le dieron asilo durante seis años los anacoretas, hasta que pudo volver a reintegrarse a su sede episcopal; pero a los cuatros meses tuvo que huir de nuevo. Después de un cuarto retorno, se vio obligado, en el año 362, a huir por quinta vez. Finalmente, pasada aquella furia, pudo vivir en paz en su sede.

Falleció el 2 de mayo del año 373. Escribió numerosas obras. 

MEDITACIÓN SOBRE LAS PERSECUCIONES
 
I. Dios permite que sus más fieles servidores sean probados por la persecución, sea para castigarlos por alguna falta leve o para volverlos más vigilantes, sea para acrecentar su corona o impedir que la prosperidad los pierda. En las pruebas, Dios siempre busca su gloria y el bien de nuestras almas; no te quejes, pues, sino agradécele. Dios te envía males porque has despreciado bienes. Reconoce en sus golpes al que no reconociste en sus regalos (San Cipriano).

II. En todas las acusaciones que se dirijan contra ti, mira si cometiste las faltas que se te reprochan. Si eres culpable, pide perdón a Dios; entristécete, no de haber sido acusado, sino de haber, con tus faltas, dado motivo a la acusación. Agradece a Dios de que se sirva de la mano de tu adversario para punzarte el absceso que tú hubieras ahogado.

III. Si eres inocente de la falta que se te imputa, si hasta eres perseguido por una acción buena, agradece a Dios, regocíjate de que te haga sufrir por la justicia. No te afanes en justificarte, tarde o temprano lo hará Dios. A menudo un padre hace castigar a sus hijos por intermedio de malos servidores, sin embargo prepara una prisión para éstos y reserva la herencia para aquellos (San Agustín).

La paciencia.
Orad por los perseguidos a causa de su justicia.



ORACIÓN

Os suplicamos, Señor, escuchéis las oraciones que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor pontífice San Atanasio, a fin de que los méritos y la intercesión de quien dignamente os ha servido nos obtengan el perdón de nuestros pecados. Por J. C. N. S. Amén.

1 comentario:

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)