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miércoles, 29 de julio de 2015

PREPARACIÓN PARA LA CONSAGRACIÓN TOTAL A MARÍA SANTÍSIMA (Día 10°)

Propósito: Vaciarte del espíritu del mundo
Examina tu conciencia, ora, practica la renuncia a tu propia voluntad; la mortificación, y la pureza del corazón. Esta pureza es la condición indispensable para contemplar a Dios en el Cielo, verle en la tierra y conocerle a la luz de la Fe. La primera parte de la preparación debería ser empleada en vaciarse del espíritu del mundo, que es contrario al de Jesucristo. El espíritu del mundo consiste esencialmente en la negación del supremo dominio de Dios; una negación que es manifestada en la práctica del pecado y la desobediencia; por tanto, es principalmente opuesto al espíritu de Cristo, que también es el de María.
  
Este espíritu se manifiesta por la concupiscencia de la carne, por la concupiscencia de los ojos y por la soberbia de la vida. Por la desobediencia a las leyes de Dios y el abuso de las cosas creadas. Sus obras son: el pecado en todas sus formas, en consecuencia, todo aquello por lo cual el demonio nos lleva al pecado; obras que conducen al error y la oscuridad de la mente, y la seducción y corrupción de la voluntad. Sus pompas son el esplendor y las artimañas empleadas por el diablo para hacer atractivo el pecado, ya sean personas, lugares y cosas.
        
DÍA DÉCIMO
Lección: Imitación de Cristo, Libro III cap.10
   
Otra vez hablaré, Señor, ahora, y no callaré. Diré en los oídos de mi Dios, mi Señor y mi Rey, que está en el cielo: ¡Oh Señor, cuán grande es la abundancia de tu dulzura, que escondiste para los que te temen! Pero, ¿qué eres para los que te aman, y qué para los que te sirven de todo corazón? Verdaderamente es inefable la dulzura de tu contemplación, la cual das a los que te aman.
   
En esto me has mostrado singularmente tu dulce caridad, en que cuando yo no existía, Tú me criaste, y cuando erraba lejos de Ti, me convertiste para que te sirviese, y me mandaste que te amase. ¡Oh fuente de amor perenne! ¿Qué diré de Ti? ¿Cómo podré olvidarme de Ti, que te dignaste acordarte de mí aun después que yo me perdí y perecí? Usaste de misericordia con tu siervo sobre toda esperanza, y sobre todo merecimiento me diste tu gracia y amistad. ¿Qué te volveré yo por esta gracia? Porque no se concede a todos que, dejadas todas las cosas, renuncien al mundo y escojan vida retirada.
   
¿Por ventura es gran cosa que yo te sirva, cuando toda criatura está obligada a servirte? No me debe parecer mucho servirte, sino más bien me parece grande y maravilloso que Tú te dignaste recibir por siervo a un tan pobre e indigno y unirle con tus amados siervos.
   
Tuyas son, pues, todas las cosas que tengo y con que te sirvo. Pero, por el contrario, Tú me sirves más a mí que yo a Ti. El cielo y la tierra que Tú criaste para el servicio del hombre, están prontos, y hacen cada día todo lo que les has mandado; y esto es poco, pues aun has destinado los ángeles para servicio del hombre. Mas a todas estas cosas excede el que Tú mismo te dignaste servir al hombre, y le prometiste que te darías a Ti mismo.
   
¿Qué te daré yo por tantos millares de beneficios? ¡Oh! ¡Si pudiese yo servirte todos los días de mi vida! ¡Oh! ¡Si pudiese solamente, siquiera un solo día, hacerte algún digno servicio!
  
Verdaderamente Tú solo eres digno de todo servicio, de toda honra y de alabanza eterna. Verdaderamente Tú solo eres mi Señor, y yo soy un pobre siervo tuyo, que estoy obligado a servirte con todas mis fuerzas, y nunca debo cansarme de alabarte. Así lo quiero, así lo deseo; y lo que me falta, ruégote que Tú lo suplas.
   
Grande honra y gran gloria es servirte, y despreciar todas las cosas por Ti. Por cierto, grande gracia tendrán los que de toda voluntad se sujetaren a tu santísimo servicio. Hallarán la suavísima consolación del Espíritu Santo los que por amor tuyo despreciaron todo deleite carnal.
  
ORACIONES
 
VENI CREÁTOR SPÍRITUS
Ven, creador Espíritu,
De los tuyos la mente a visitar;
A encender en tu amor los corazones
Que de la nada plugóte crear.
  
Tú que eres el Paráclito,
Llamado y don altísimo de Dios;
Fuente viva, amor y fuego ardiente,
Y espiritual unción.
   
Tú, septiforme en dádivas,
Tú, dedo de la diestra Paternal;
Tú, promesa manífica del Padre,
Que el torpe labio vienes a soltar.
   
Con tu luz ilumina los sentidos,
Los afectos inflama con tu amor;
Con tu fuerza invencible corrobora
La corpórea flaqueza y corrupción.
   
Lejos expulsa al pérfido enemigo,
Envíanos tu paz;
Siendo Tú nuestro guía,
Toda culpa logremos evitar.
  
Dénos tu influjo conocer al Padre,
Dénos también al Hijo conocer;
Y del uno y del otro, oh Santo Espíritu,
En Tí creamos con sincera fe.
  
A Dios Padre alabanza, honor y gloria,
Con el Hijo que un día resucitó
De entre los muertos; y al feliz Paráclito,
De siglos en la eterna sucesión. Amén.
 
AVE MARIS STELLA
Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre Virgen,
Feliz puerta del Cielo.
  
Tomando de Gabriel
El Ave, Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.
  
La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.
  
Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.
  
Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.
  
Vida nos presta pura,
Camino firme allana;
Que quien a Jesús llega,
Eterno gozo alcanza.
   
Al Padre, al Hijo,
Al Santo Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias. Amén.
  
MAGNÍFICAT
Glorifica  mi alma al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava; y he aquí que todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque el Omnipotente ha hecho en mí grandes cosas; y su Nombre es santo. Y su misericordia se propaga de generación en generación sobre los que le temen.
Desplegó el poder de su brazo: y disipó los designios del corazón de los soberbios. Derribó del trono a los poderosos y exaltó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos; y a los ricos despidió sin cosa alguna.
Levantó a Israel su siervo, acordándose de su misericordia: según había prometido a nuestros padres, Abraham y su descendencia, por los siglos de los siglos. Amén.
  
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)