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martes, 4 de octubre de 2016

SECUENCIA "Sanctitátis nova signa" EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASÍS

San Francisco de Asís abrazando a Jesús Crucificado (Murillo)
   
Si bien los Franciscanos no poseen una Forma litúrgica propia (puesto que ab inítio han recurrido siempre al Rito Romano), la Iglesia les ha reconocido Santoral, Oficio y Misas particulares dentro de sus órdenes (Frailes Menores, Clarisas y Terciarios; Conventuales y Observantes). Una muestra de ello es que existen dos secuencias propias en honor a San Francisco de Asís escritas por el beato Fray Tomás de Celano. En esta oportunidad, publicamos la secuencia "Sanctitátis nova signa", que es empleada en la Misa en honor del Padre Seráfico dentro de la orden:
  
SECUENCIA "Sanctitátis nova signa" EN HONOR A SAN FRANCISCO DE ASÍS
 
Sanctitátis nova signa
Prodiérunt láude digna,
Mira valde et benígna
In Francísco crédita.
   
Regulátis novi gregis
Jura dantur novæ legis,
Renovántur jussa Regis
Per Francíscum trádita.
   
Novus ordo, nova vita
Mundo surgit inaudíta;
Restáuravit lex sancíta
Statum evangélicum.
    
Legi Christi paris formæ
Reformátur jus confórme;
Tenet ritus datæ normæ
Culmen apostólicum.
   
Chorda rudis, vestis dura
Cingit, tegit sine cura,
Panis datur in mensúra,
Cálceus abjícitur.
  
Paupertátem tantum quǽrit,
De terrénis nihil gerit,
Hic Francíscus cuncta terit,
Lóculus despícitur.
   
Quǽrit loca lacrimárum,
Promit voces cor amárum,
Gemit mœstus tempus carum
Pérditum in sǽculo.
   
Montis antro sequestrátus,
Plorat, orat humi stratus,
Tandem mente serenátus
Látitat ergástulo.
   
Ibi vacat rupe tectus,
Ad divína sursum vectus,
Spernit ima judex rectus,
Eligit cœléstia.
   
Carnem frenat sub censúra,
Transformátam in figúra,
Cibum capit de Scriptúra,
Ábigit terréstria.
   
Tunc ab alto vir hierárcha
Venit ecce Rex monárcha,
Pavet iste Patriárcha,
Visióne térritus.
    
Defert ille signa Christi,
Cicatríces confert isti,
Dum mirátur corde tristi
Passiónem tácitus.
   
Sacrum corpus consignátur,
Manu, pede vulnerátur;
Dextrum latus perforátur,
Cruentátur sánguine.
    
Verba miscent, arcanórum
Multa clarent futurórum,
Videt Sanctus vim dictórum
Mýstico spirámine.
    
Patent statim miri clavi
Foris nigri, intus flavi,
Pungit dolor, pœna gravi
Crúciant acúlei.
   
Cessat artis armatúra
In membrórum apertúra:
Non impréssit hos natúra,
Non tortúra mállei.
    
Signis crucis, quæ portásti,
Per quæ mundum triumphásti,
Carnem, hostem superásti
Ínclita victória.
   
Nos, Francísce, tueámur,
In advérsis protegámur,
Ut mercéde perfruámur
In cælésti glória.
    
Pater pie, Pater sancte,
Plebs devóta, te juvánte,
Turba fratrum comitánte,
Mereátur prǽmia.
     
Fac consórtes supernórum,
Quos infórmas vita morum:
Consequátur grex Minórum
Sempitérna gáudia.
Amen. Allelúja.
  
ORATIO
Deus, qui Ecclésiam tuam, beáti Patris nostri Francísci méritis, fœtu novæ prolis amplíficas: tríbue nobis ex ejus imitatióne terréna despícere, et cœléstium donórum semper participatióne gaudére. Per Dóminum.
 
TRADUCCIÓN
Un nuevo signo de santidad,
Digno de alabanza aparece,
Admirable y para nosotros propicio,
Se confía a San Francisco.
  
A los miembros del nuevo rebaño
Es dada una nueva ley,
Renovándose los mandatos del Rey,
Por medio de San Francisco.
  
Surge un nuevo orden de vida,
Inaudito para el mundo:
La regla emanada propone
El retorno al Evangelio.
  
Conforme a los consejos de Cristo,
Es dictada la regla;
La norma entregada recalca
La vida de los Apóstoles.
   
Tosca y áspera es su vestimenta
Una cuerda es su rudo cinturón,
Su comida es en poca ración,
Los pies siempre están descalzos.
  
La sola pobreza él desea,
Aborreciendo las cosas terrestres;
El noble Francisco desprecia las monedas,
Rechazándolo todo en favor de Dios.
  
Él busca un lugar solitario para llorar,
Y con amargura de corazón se lamenta:
Gime por el tiempo precioso que perdió
En las alegrías y vanidades del mundo.
   
En una cueva del monte Alverna
Propendiendo al llanto, prostrado en tierra,
Ora con suspiros y lamentos
Hasta que la calma retorne.
  
Allí, en el retiro de esa cueva rocosa,
Arrebatado es en dulce contemplación:
Desdeñando la tierra con sus pies,
Anhela el Cielo el juez sabio.
  
Su carne por la penitencia es subyugada,
Transfigurada y enteramente renovada:
Alimentado diariamente por las Escrituras,
Renuncia a los terrenales deseos.
  
Desde lo alto, como un Serafín alado
se le aparece el Rey de Reyes;
El Patriarca, todo aterrado,
Contempla tan terrible visión.
  
Él porta las llagas de Cristo, y ¡he aquí!
Mientras lo observa con angustia indecible,
Lo marca con ellas, y los estigmas se muestran
Sobre su carne, bañados en sangre.
  
Este cuerpo es como el Crucificado:
Llagadas están las manos y los pies,
El costado derecho es traspasado,
Quedando todo él teñido en sangre.
  
A su mente llegan palabras secretas,
Se le revelan claramente las cosas futuras:
Inspirado de lo alto, el Santo ha encontrado
El sentido de éstas y lo comprende.
   
Ahora en esas sangrantes heridas, ¡mirad!
Aparecen negros clavos que son áureos por dentro.
Agudas sus puntas, indecible el dolor,
Indescriptible es la aflicción.
   
No fue usado instrumento de hombre alguno,
Para hacer estas heridas -ningua de ellas existían-,
La sola naturaleza no podía hacerlas,
Ni tampoco el cruel mallete.
  
Te suplicamos por las llagas de la Cruz
Que en tu cuerpo llevaste marcadas,
Sobre el mundo, la carne y el enemigo maligno
Alcanzar ínclita victoria.
   
Oh San Francisco, tómanos bajo tu cuidado,
Defiéndenos de toda adversidad,
Para poder compartir tu gozo
En la Gloria celestial.
  
¡Oh Padre santo! ¡Padre piadoso!,
Devotamente rogamos tu auxilio
Para que con tus hermanos consigamos
Vencer en la batalla.
  
Guía nuestros pasos por la senda de la virtud
Y concédenos con los santos reinar,
Para que tu rebaño de Menores obtenga
El gozo sempiterno.
Amén. Aleluya.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que por los méritos de nuestro padre San Francisco dais sin cesar nuevos hijos a vuestra Iglesia, concedednos la gracia de despreciar, siguiendo su ejemplo, los bienes terrenales y poner nuestra dicha en la posesión de los dones celestiales. Por J. C. N. S. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)