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sábado, 17 de marzo de 2018

DE LA “NUEVA” FIESTA MARIANA EN LA NOVUSORDIANIDAD

ADVERTIMOS QUE EN EL PRESENTE ARTÍCULO NO PRETENDEMOS ATACAR A LA BIENAVENTURADA VIRGEN SANTA MARÍA Y LA DEVOCIÓN QUE A ELLA SE LE DEBE TENER, SINO EL USO HIPÓCRITA QUE HACEN DE ELLA EN LA APÓSTATA SECTA DEL VATICANO II.
 
Incluso muchos Católicos tradicionales probablemente piensen que lo único que el Deuterovaticano concilio (1962-1965) hizo fue “traducir” la Misa Latina Tradicional a las lenguas vernáculas -Suajili, Chino, Inglés, Español, etc.-. NADA MÁS LEJOS DE LA REALIDAD:
  • Suprimieron dos terceras partes del Ordo de la Misa, sustituyéndola con la verborrea de los servicios judeo-protestantes.
  • El Sagrado Canon, que desde los tiempos apostólicos había permanecido intacto y ningún Papa se atrevía a tocarlo, fue esencialmente descartado (puesto que como hay 10 -exactamente 14, considerando que la “Plegaria Eucarística V” tiene cuatro variantes-, y los presbíteros novusordianos prefieren usar la II y la III) y adulterado al incluirle dos “epíclesis”, que en resultas es un servicio inválido, herético, sacrílego, idólatra y blasfemo, no la Misa Católica.
 
Otro chanchullo conciliar que no se menciona habitualmente es que se han eliminado varios Santos y las piezas que se cantan en sus festividades, por lo que ahora ningún fiel conciliar (y menos su falso clero), tienen la menor idea de qué Santo corresponde cada día. San Cristóbal se fue, San Valentín se fue (y ni preguntemos por Santa Filomena o por Santa Catalina de Alejandría). Los tres Arcángeles fueron degradados y encasillados a un solo día. Incluso, a Santa María Virgen la diezmaron en 1960, eliminando varias festividades en su honor dizque “por estar repetidas y basarse en el fervor devoto medieval”.
Ahora, el 3 de Marzo de 2018, Francisco Bergoglio, por medio de su secretario para la sedicente Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, el cardenal nigeriano Robert “condeno los abusos litúrgicos concitados por el Novus Ordo Missæ, pero celebro esa liturgia espuria” Sarah, promulgó un decreto (firmado el pasado 11 de Febrero) en el cual se extiende para toda la iglesia conciliar la misa de María como Madre de la Iglesia (puede leerse en el Boletín de Prensa del Vaticano), fijándola para el lunes de Pentecostés (este año corresponde a 21 de Mayo) como memoria (no se sabe si facultativa u obligatoria).
  
Este título de Santa María como Madre de la Iglesia, se dice que fue acuñado por San Ambrosio (no con tales palabras, pero se puede inferir del capítulo XVI de su Institución de las vírgenes y sobre la Virginidad perpetua de Santa María a Eusebio; la Epístola 63 a los cristianos de Vercelas y su Exposición sobre San Lucas II, 7), y consta en el Magisterio de la Iglesia:
  
Benedicto XIV en 1748 expresa:
«Pues así como Dios omnipotente llenó a esta felicísima Virgen -escogida entre millares y levantada por el anuncio del Ángel a la inefable dignidad de Madre de Dios- con los dones de su gracia más abundantemente que a todas las demás criaturas y la adornó con brillantísima corona de gloria por encima de todas las obras de sus manos; así también la Iglesia Católica, enseñada por el magisterio del Espíritu Santo, ha procurado honrarla con innumerables obsequios, como la Madre de su Señor y Redentor, y como la Reina de cielos y tierra, y se ha interesado en amarla con afecto y piedad filial, propiamente como su Madre amantísima, recibida como tal de los labios de su Esposo moribundo» [Papa Benedicto XIV, Bula dorada Gloriósæ Dóminæ, aprobando las Congregaciones Marianas, 27 de Septiembre de 1748]
  
León XIII en 1895:
«Es en este sentido que San Anselmo Cantuariense dice: “Qué cosa puede concebirse de más digno, que tú, ¡oh Virgen!, seas Madre de aquellos de quienes Cristo se digna ser Padre y hermano?” (Oración XLVII a Santa María, en Migne, Patrología Latina CLVIII, col. 945). Con generoso corazón María asumió y desempeñó los deberes de su alto pero demandante oficio, cuyo comienzo fue consagrado en el Cenáculo. Con admirable cuidado Ella alimentó a los primeros Cristianos con su santo ejemplo, la autoridad de sus consejos, sus dulces consolaciones y sus fructíferas oraciones. Ella fue, en verdad, la Madre de la Iglesia, la Maestra y Reina de los Apóstoles, a los cuales, además, Ella confió una no pequeña parte de los divinos misterios que Ella guardaba en su Corazón (cf. Luc. 2, 19)». [Papa León XIII, encíclica Adjutrícem pópuli sobre el Santo Rosario, 5 de Septiembre de 1895]
Es de advertir que en este párrafo de la encíclica, León XIII explica que, de acuerdo a la interpretación de la Iglesia sobre San Juan 19, 26-27, en el cual Nuestro Señor encomienda el cuidado de la Santísima Virgen al Discípulo amado, San Juan, el cual representa al género humano, en especial a los que forman y formarán parte del Cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica.
  
Nuestra Señora de la Misericordia (Ludovico Brea)
  
San Pío X, en su encíclica Ad diem illum, dice también:
«Así pues, todos cuantos estamos unidos con Cristo y los que, como dice el Apóstol, somos miembros de su cuerpo, partícipes de su carne y de sus huesos (Efesios 5, 30), hemos salido del vientre de María, como partes del cuerpo que permanece unido a la cabeza. De donde, de un modo ciertamente espiritual y místico, también nosotros nos llamamos hijos de María y ella es la madre de todos nosotros. Madre en espíritu... pero evidentemente madre de los miembros de Cristo que somos nosotros (San Agustín, de Sancta Virginitáte, cap. 6)». [Papa San Pío X, encíclica Ad diem illum, sobre el quincuagésimo aniversario de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción, 2 de Febrero de 1904]
 
Y Pío XII, en Mýstici Córporis Christi, dedica estas palabras a la Virgen Santísima:
Ella, la que, libre de toda mancha personal y original, unida siempre estrechísimamente con su Hijo, lo ofreció como nueva Eva al Eterno Padre en el Gólgota, juntamente con el holocausto de sus derechos maternos y de su materno amor, por todos los hijos de Adán manchados con su deplorable pecado; de tal suerte que la que era Madre corporal de nuestra Cabeza, fuera, por un nuevo título de dolor y de gloria, Madre espiritual de todos sus miembros. Ella, la que por medio de sus eficacísimas súplicas consiguió que el Espíritu del Divino Redentor, otorgado ya en la Cruz, se comunicara en prodigiosos dones a la Iglesia recién nacida, el día de Pentecostés». [Papa Pío XII, encíclica Mýstici Córporis Christi, sobre la Iglesia como el Cuerpo Místico de Cristo, 29 de Junio de 1943]
  
Ahora, este título llegó a ser muy caro para el Vaticano II, hasta el punto que fue establecido por Montini el día 21 de Noviembre de 1964 (el mismo día en que fueron aprobadas las infames declaraciones Dignitátis Humánæ y Nostra Ætáte), y en 1975 elaboró una Misa votiva que fue incluida en la 2ª edición del Misal Romano como indulto a los obispos de Argentina y Polonia. Wojtyla concedió también la facultad de añadir la invocación de este título en las Letanías Lauretanas en 1980, y publicó otros formularios en el Compendio de las misas de la bienaventurada Virgen María (1986).
   
Robert Sarah dice que el deseo de su señor Francisco Bergoglio con la extensión de esta memoria es el de «incrementar el sentido materno de la Iglesia en los Pastores, en los religiosos y en los fieles, así como la genuina piedad mariana» (es interesante saber cómo, si por una parte le niegan trasfondo doctrinal y litúrgico en aras del “ecumenismo”, y por el otro condonan groseras burlas que promueven la falsa devoción como lo son los programas “La Rosa de Guadalupe” o “A cada quien su santo”).
  
Para los interesados en conocer los propios que esta “nueva fiesta” tendrá, bien pueden remitirse al Anexo «Additiónes in Libris litúrgicis Ritus Románi de memória B. Maríæ Vírginis Ecclésiæ Matris» para consultarlos en su original latín (queda en las Conferencias episcopales la tarea traducirlos). Aquí nos concentraremos en hacer un comentario, comenzando por la Misa, y luego por el Breviario (Los textos latinos de la Misa son de la edición típica del año 2002; y salvo las Oraciones y el Prefacio, las traducciones que llegaren a hacerse en este estudio son exclusivamente a fines del desarrollo del presente artículo):
  • El Introito es tomado de Hechos 2, 14.
  • La Oración colecta (que también se registra en las Laudes y Vísperas de la novusordiana Liturgia de las Horas) dice:
    «Deus, misericordiárum Pater, cujus Unigénitus, cruci affíxus, beátam Maríam Vírginem, Genetrícem suam, Matrem quoque nostram constítuit, concéde, quǽsumus, ut, ejus cooperánte caritáte, Ecclésia tua, in dies fecúndior, prolis sanctitáte exsúltet et in grémium suum cunctas áttrahat famílias populórum. Per Dóminum» (Señor, Padre de misericordia, cuyo Hijo, clavado en la cruz, proclamó como Madre nuestra a su Madre, santa María virgen; concédenos por su mediación amorosa, que tu Iglesia, cada día más fecunda, se llene de gozo por la santidad de sus hijos, y atraiga a su seno a todos los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo).
    Preguntamos: ¿hay “fecundidad” en la iglesia conciliar? Solamente en escándalos y deserciones, porque en vocaciones... eso como que no suena bien (y menos en cifras de bautizados, toda vez que Bergoglio una vez dijo que sus súbditos no podían ser “como conejos”). Y no hablemos de “atraer a su seno a todos los pueblos”, porque aparte de no hacer proselitismo, precisamente se ve que casi no hay país donde no los quieran recibir o que les hacen la vida de cuadritos (Arabia Saudita, la China roja, Corea del Norte o Israel, por sólo nombrar). Y en los que medio “mejor” les va, los fieles se le van con los protestantes (en especial con los pentecostales) o los ateos.
     
  • La “lectura” queda ad líbitum, pudiendo escogerse Génesis 3, 9-15+20, o Hechos 1, 12-14. Es de advertir que en la Nova Vulgáta, la versión bíblica oficial de la secta deuterovaticana, el verso 15 del capítulo tercero del Génesis dice «ipsum contéret caput tuum» (él te aplastará la cabeza) en lugar de «ipsa contéret caput tuum» (ella te aplastará la cabeza) como lo lee la Iglesia Católica tradicional, negando ellos de este modo que es María Santísima la que, con su Inmaculada Concepción y su humildad, aplastó la cabeza de la serpiente infernal.
  • El salmo responsorial (no existe el Gradual ni el Tracto en la Misa montiniana), es tomado del salmo 86 (87 si se sigue la numeración hebrea), versos 1-2, 3+5; 6-7, con el responso tomado del verso 3: «Gloriosas cosas se dicen de ti, ¡oh Ciudad de Dios!».
  • El verso antes del Evangelio dice: «O felix Virgo, quæ Dóminum genuísti; o beáta Mater Ecclésiæ, quæ in nobis foves Spíritum Fílii tui Jesu Christi!» (¡Oh feliz Virgen, que engendraste al Señor; oh santa Madre de la Iglesia, que en nosotros alimentas el Espíritu de tu Hijo Jesucristo!). El comienzo hace recordar un poco el responsorio «Beáta es, Virgo María, quæ Dóminum portásti Creatórem mundi: * Genuísti qui te fecit, et in ætérnum permánes Virgo» (Bienaventurada eres, Virgen María, que llevaste a nuestro Señor, el Creador del mundo: * Engendraste al que te creó, y permaneciste eternamente Virgen), de las Maitines correspondientes al Miércoles y Sábado en el Oficio Parvo de Nuestra Señora, pero hasta aquí llegaron las coincidencias, porque todo lo demás es de nueva factura.
  • La perícopa evangélica es de San Juan, capítulo 19, del verso 25 al 34.
  • Toda vez que en el Novus Ordo no existe antífona de Ofertorio, pasemos a la Oración sobre las Ofrendas (no se le puede llamar “Secreta” porque SE DICE EN ALTA VOZ):
    «Súscipe, Dómine, oblatiónes nostras et in mystérium salútis convérte, cujus virtúte et caritáte Vírginis Maríæ, Ecclésiæ Matris, inflammémur et óperi redemptiónis cum ea árctius sociári mereámur. Per Christum» (Señor, acepta nuestras ofrendas y conviértelas en el sacramento de la salvación, que nos encienda por su poder, y por el amor de la Virgen María, Madre de la Iglesia, merezcamos ser asociados con ella más íntimamente a la obra de la redención. Por Jesucristo nuestro Señor).
       
  • El prefacio, llamado De María, forma et Matre Ecclésiæ (María, modelo y Madre de la Iglesia), va en este tenor:
    «Et te in celebratióne beátæ Maríæ Vírginis débitis magnificáre præcóniis. Quæ Verbum tuum immaculáto Corde suscípiens virgíneo méruit sinu concípere atque, páriens Conditórem, Ecclésiæ fovit exórdia. Quæ juxta Crucem testaméntum divínæ caritátis accípiens, univérsos hómines in fílios assúmpsit, Christi morte ad supérnam vitam generátos. Quæ, cum Apóstoli Promíssum exspectárent tuum, supplicatiónem suam discipulórum précibus jungens, exémplar éxstitit orántis Ecclésiæ. Ad glóriam autem evécta cœlórum, Ecclésiam peregrinántem matérno proséquitur amóre ejúsque gressus ad pátriam tuétur benígna, donec dies Dómini gloriósus advéniat. Et ídeo cum Sanctis et Ángelis univérsis te collaudámus, sine fine dicéntes» (En esta celebración de la Virgen María, quien al recibir a tu Verbo en su corazón inmaculado, mereció recibirlo en su seno virginal y, dando a luz a su Creador, también con amor, preparó el nacimiento de la Iglesia. Ella, aceptando junto a la cruz el testimonio del amor divino, adoptó como hijos a todos los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo. Ella, unida a los Apóstoles en espera del Espíritu Santo prometido, asoció su oración a la de los discípulos, y se convirtió en modelo de la Iglesia orante. Elevada a la gloria de los cielos acompaña a la Iglesia peregrina con amor materno, y con bondad cuida sus pasos hacia la patria, hasta que llegue el día glorioso del Señor. Por eso, con todos los ángeles y santos te alabamos, diciendo sin cesar)
     
  • Con la antífona de comunión ocurre casi lo mismo que en la lectura: queda a elección del celebrante, puesto que las opciones son San Juan 2, 1+11, o los versos 26 y 27 del capítulo 19 ut supra.
  • La postcomunión:
    «Sumpto, Dómine, pígnore redemptiónis et vitæ, súpplices adprecámur, ut Ecclésia tua, matérna Vírginis ope, et Evangélii præcónio univérsas gentes erúdiat et Spíritus effusióne orbem terrárum adímpleat. Per Christum» (Señor, después de recibir la prenda de la redención y de la vida, te suplicamos humildemente que tu Iglesia, por la mediación materna de la Virgen María, ilumine a todas las naciones con la luz del Evangelio y colme el mundo entero de la efusión del Espíritu. Por Jesucristo nuestro Señor).
    La oración es una mutilación de la Postcomunión registrada en uno de varios formularios de la Misa votiva Pro vivis et defúnctis del Sacramentario Gelasiano Antiguo, un antiguo libro litúrgico romano-galicano compilado en París entre los años 710 y 725 que contenía fórmulas litúrgicas atribuidas al Papa San Gelasio -reinó entre los años 492 y 496- (Biblioteca Apostólica Vaticana, Manuscrito Reginense latino 316):
    «Læti, Dómine, súmpsimus Sacraménta cœléstia: quǽsumus, ut intercedénte pro nobis beáta et gloriósa sempérque Vírgine Dei genetríce María, et ómnibus sanctis Apóstolis et Martýribus, Confessóribus et Virgínibus tuis, ad vitam nobis profíciant sempitérnam. Per Christum» (Habiendo gozosamente recibido, Señor, los sacramentos celestiales, te suplicamos que, por la intercesión de la Bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, Madre de Dios, y de todos tus santos Apóstoles y Mártires, Confesores y Vírgenes, nos aprovechen para la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor).
    Ítem lo anterior, no hace falta más disertación sobre el hecho de que en el Novus Ordo la transubstanciación no tiene lugar. Aparte, cabe preguntarse ¿cuál es el Evangelio que ellos predican? Porque hace rato abandonaron el Evangelio de Cristo, y ahora proclaman otros: el de Marx, el de Beauvoir, el de Al Gore, el del hijoputa ese de Schwartz/Soros, et álibi aliórum. En todo caso, como dijera San Pablo, ANATHÉMA SUNT!
  
Algo que reseñar es que, como el Lunes después de Pentecostés es parte del tempus per annum en el Novus Ordo (es de advertir que en el Novus Ordo la Octava de Pentecostés NO EXISTE), y ninguna de las lecciones para la nueva memoria son indicadas como propias de ésta, las lecturas feriales seguirán usándose normalmente en el servicio (cf. Introducción General al Leccionario de la Misa-Segunda edición típica, parte 2ª, cap. I, num. 82).
  
Pasemos ahora a la Liturgia de las Horas:
  • A esto se sintetiza el por qué de la memoria:
    «Beátæ Maríæ Vírgini tribútus est títulus Matris Ecclésiæ, cum ipsa genuísset Christum, Ecclésiæ Caput, et redemptórum facta esset Mater antéquam Fílius in cruce emisísset spíritum. Beátus Paulus papa VI. eándem appellatiónem  sollémniter confirmávit in allocutióne ad Patres Concílii Vaticáni II., die 21 novémbris 1964 habíta, atque státuit ut “suavíssimo hoc nómine jam nunc univérsus christiánus pópulus magis adhuc honórem Deíparæ” tribúeret» (El título de Madre de la Iglesia es tributado a la Bienaventurada Virgen María porque Cristo su Hijo, Cabeza y Redentor de la Iglesia, la hizo Madre de ésta antes de entregar su espíritu en la cruz. El papa beato Pablo VI, confirmó solemnemente este apelativo en la alocución que tuvo ante los Padres del Concilio Vaticano II el día 21 de noviembre de 1964, y declaró que “de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título”).
    ¡Vaya una cosa: Montini, antimariano como el que más en su tiempo, promoviendo un nuevo título para la Virgen! (para horror de Henri de Lubac, Yves Congar, Francis Xavier Murphy alias “Xavier Rynne” y demás modernistas), cuando el hecho titulante (la Iglesia) ha sido desvirtuado con los decretos conciliares aprobados en esa fatídica jornada en la cual no sólo se demolió la Iglesia como unidad perfecta, sino también que se le negó a la Virgen el reconocimiento como Medianera de las Gracias.
      
  • En la lección del Oficio de Lectura (que remplazó los Maitines y Laudes), se echó mano de la alocución de Montini en la fatídica jornada del 21-N de 1964, párrafos 26 a 30 (de la traducción española). Y los himnos: «O virgo mater, fília» y «Quæ caritátis fúlgidum» fueron compuestos por Dom Anselmo Lentini OSB a partir de la versión latina del Paraíso, canto XXXIII, 1-21, de la Divina Comedia (aparentemente a Montini le gustaba tal obra). Es algo doblemente inaudito: incluir piezas de origen literario vernáculo en el Oficio Divino como alternativa a los himnos de Santa María en Sábado y, más todavía, que las composiciones de Lentini son una significativa mayoría en la edición latina de la Liturgia de las horas (se sabe que en su libro de 1984 Te decet hymnus: l’innario della “Litúrgia horárum”, de 291 himnos comentados, 42 son confirmadamente de su autoría, sin contar las alteraciones que hiciera en algunos de otros autores. Por ello a Lentini se le considera el “Bugnini del Breviario”).
  • Y como colofón, el el Martirologio se añadirá entre los elogios de las fiestas móviles: «Feria II post Domínicam Pentecosten[sic]: Memória beátæ Maríæ Vírginis, Ecclésiæ Matris, a Christo discípulis suis commendátæ, ut perseverántes in oratióne Spíritui Sancto coóperent in Evangélium proclamándum» (Lunes después de la Domínica de Pentecostés: Memoria de la bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, encomendada por Cristo a sus discípulos para que, perseverantes en la oración al Espíritu Santo, cooperase en la proclamación del Evangelio).
  
Su bergoglianidad aparente y alegadamente ha de estar tan distraído por tantos escándalos de pedofilia y corrupción (aparte de los preparativos para la “canonización” de Montini Alghisi/Pablo VI y las eventuales exequias de Ratzinger Tauber) que se le olvidó que ya hubo una fiesta en honor a la Divina Maternidad de María Santísima, que se celebraba el 11 de Octubre. Esta fiesta se remonta a 1751, cuando el Papa Benedicto XIV le concedió al rey José I de Portugal que en las diócesis de su reino se celebrase litúrgicamente este Privilegio mariano, extendiéndose posteriormente a toda la Iglesia universal por Pío XI en 1931 con motivo del sesquimilenario de la convocación del Santo y Dogmático Concilio de Éfeso. Esta fiesta litúrgica fue de las primeras en ser afectadas con la reforma roncalliana de 1961, pasando a desaparecer con el Novus Ordo.

Incluso desde el Tradicionalismo hay quienes afirman que reconocerle a la Santísima Virgen el título “Mater Ecclésiæ” es un acto casi idólatra, porque -dicen- sería ponerla por encima incluso de Cristo. A ellos, teológicamente dignísimos de compasión, hay que recordarles que María Santísima es, en efecto, parte del Cuerpo Místico de Cristo por el hecho del Bautismo. Pero Ella es, entre los miembros de la Iglesia (de la que Jesucristo es su Cabeza en los cielos y la tierra), sumamente singular, como afirma Pío XII, pues todas las gracias y dignidades juntas de los hombres y los Ángeles no igualan ni superan la dignidad que tiene por ser la Madre de Dios [cf. Alocución radial Inter Complúres al Congreso Mariológico Internacional, 24 de Octubre de 1954], y el ser la más perfecta de todas las obras de Dios. Aparte, estando asociada a la obra de la Redención desde que estuvo al pie de la Cruz, es menester que cooperase en la formación y nacimiento de la Iglesia, como quiera que, al decir de San Luis María de Montfort, todas las gracias que su Hijo Jesús quiere conceder pasan por medio de María Santísima. En pocas palabras,
«María fue predestinada para Madre de Dios y de los hombres porque, según han enseñado los Padres y los Pontí­fices (entre éstos muy particularmente San Pío X y Pío XII), su condición de Madre de la Cabeza del Cuerpo místico la hace, a la vez, espiritualmente, Madre de los miembros.

La Iglesia, según esto, depende en su constitución misma, en todo su ser y en toda su vida, de la maternidad espiritual de María, aunque esta maternidad es en todo dependiente y en todo subordinadamente cooperante a la actividad regeneradora y salvadora de Jesús» [Informe de los consultores españoles en el Vaticano II sobre el esquema de Beáta María Vírgine, Ecclésiæ matre, 1 de Septiembre de 1963. En «Ephemérides Mariológicæ», vol. XVIII (1968), págs. 159-161]
 
Un hecho digno de reseñar es que los obispos españoles presentes en el Vaticano II postularon que el tema de la Santísima Virgen debía tratarse en un esquema distinto al de la Iglesia, porque de otro modo (y eso pretendían los modernistas para complacer a los observadores protestantes) Le impondrían unos condicionamientos y unos límites eclesiales que empequeñecen su grandeza y su misión supraeclesial, despojándola de los atributos y ministerios que la Revelación y el Magisterio han proclamado de Ella (como finalmente sucedió: lo insertaron dentro de Lumen Géntium, visiblemente reducido).
  
A nosotros los Católicos Tradicionales ni nos afecta ni interesa decreto conciliar alguno, porque son inválidos y nulos de pleno derecho al provenir de autoridades heréticas y usurpadoras. Es más, consideramos que Francisco Bergoglio no puede ahora “resucitar” la fiesta de la Maternidad de Santa María (en cuanto al título de “Madre de la Iglesia” en sí, éste tiene un origen legítimo en el Magisterio preconciliar) para cubrir las blasfemias e irreverencias que tanto él como sus antecesores conciliares han dirigido contra Ella, y menos para distraer a sus súbditos ni a la opinión pública luego de revelarse por medio de la AP que él mismo apoya a los obispos y presbíteros pedófilos. El chiste está en que, si bien en el calendario novusordiano no existe la Octava de Pentecostés, ésta aún existe para los Ecclésia Dei y los Ordinariatos anglicanos, lo que dificultará en extremo la aplicación del novel decreto. Por otra parte, en países como Alemania, la costumbre ha sido que, sin importar el propio del día (tanto de Témpore como de Sanctis), el lunes de Pentecostés compulsoriamente se dice Misa votiva del Espíritu Santo. Por tanto, cabe decir, de nuevo, que MARÍA SANTÍSIMA ESTÁ DESTERRADA DE LA NEOIGLESIA, pero que ELLA TAMPOCO DESEARÁ VOLVER ALLÍ JAMÁS.
  
JORGE RONDÓN SANTOS
17 de Marzo de 2018
Fiesta de San Patricio Obispo y Confesor, y aniversario de la institución del Oficio de Nuestra Señora por el Beato Urbano II.

2 comentarios:

  1. Con tanta basura en la televisión, cabe recordar las palabras del P. José Payá Sanchis SJ: «Tire el aparato de televisión a la calle… si no lo hace… entonces… el aparato de televisión lo va a tirar a Vd. al Infierno».

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    1. Así es, mi carísimo hermano. Un hogar católico tradicionalista NO DEBE TENER TELEVISIÓN.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)