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sábado, 2 de junio de 2018

AHORA QUE ES 2 DE JUNIO

Traducción del artículo publicado en CONFEDERAZIONE CIVILTÀ CRISTIANA (Italia).

  
Estamos para vivir los setenta años de la República Italiana. Y, como siempre, desde siempre (exactamente desde 1948), el 2 de Junio es fiesta nacional, la “fiesta de la república”. Junto al 25 de Abril, es la única fiesta de carácter histórico que este Estado ha conservado (adviértase que el 4 de Noviembre, día de la victoria de la Primera Guerra Mundial, fue abolido, mientras que se conserva el 25 de Abril, el de la derrota en la Segunda Guerra Mundial…), con tantas paradas militares incluso hoy, «Frecce Tricolori» [N. del T. «Flechas Tricolores», escuadrón de acrobacias aéreas de la FAI] y desfiles de políticos de todo género y tipo.
 
Dejemos por un instante el hecho –que varias veces habíamos ya confrontado– que ahora el Estado italiano, y por ende la República, está en liquidación, tanto del punto de vista estrictamente estatal como del político-democrático y económico, y concentrémonos en los sucesos de aquel 2 de Junio (y los días subsiguientes) hace setenta años. Siempre se ha dicho, “corre la voz”, “todos saben”… que el plebiscito fue trucado con evidente fraude electoral, pero como siempre no se quiere hablar, no nos quieren creer, se evitan polémicas, no solo obviamente de parte de todo el gran bloque republicano, sino también de parte de aquel monárquico saboyano, hoy reducido al mínimo, pero en aquellos tiempos, aún durante todos los años cincuenta, más que secundario. El mismo Humberto II, como se sabe, aceptó abandonar la Italia para evitar la guerra civil, siendo claro que la victoria republicana era fruto de fraudes, siendo bien sabido que todo el Meridión era casi completamente monárquico y que también en el norte habían pesadas minorías antirrepublicanas (para no hablar del grandísimo riesgo –de parte republicana– que constituían las fuerzas armadas). Se puede discutir la decisión del “Rey de Mayo”, pero permanece indudable y evidente el hecho de que él quiere evitar la guerra civil aceptando el exilio forzado, lo que demuestra inequívocamente que los meros “números” eran todo menos que definidos, y que los italianos no sólo estaban divididos en dos, sino que lo estaban también geográficamente (lo que indudablemente favorece una guerra civil), con la diferencia de que el norte republicano era mucho menos compacto que el sur monárquico.
   
Pero no sólo esto. Toda la operación fue ideada por exponentes radical y fanáticamente republicanos (y esto también por responsabilidad democristiana, especialmente de Alcide De Gasperi): esto es, Giuseppe Romita (PSI) como ministro del Interior y Palmiro Togliatti (PCI) como ministro de Gracia y Justicia.
   
Romita escribió también un libro sobre aquellos eventos, titulado Dalla monarchia alla repubblica (Pisa, Nistri & Lischi, 1959), cuya lectura es muy instructiva. No podemos ahora describir todos los pasajes, las preocupaciones de Romita cuando es claro que con la llegada –con retardo– de los votos del Sur, la ligera ventaja de la república hubiera sido superada junto (preocupación no solo ideológico-personal, sino, como él mismo admite cándidamente, sobre todo ante Togliatti y Pietro Nenni) con sus esfuerzos para apurar la historia de Italia, especialmente entre el 4 y el 5 de Junio. Pero limitémonos al punto esencial de los eventos, para entender cómo sucedió el “incidente”.
   
Como es de todos sabido, el mismo Romita admite que hubo una noche en la cual era clara la ventaja monárquica, precisamente a las 2 de la mañana: del resto, lo escribe en su libro a posterióri, pero habíalo dicho más veces, casi desde el día siguiente del plebiscito. Ahora, supuesto que el resultado de la  victoria republicana fue divulgado el 5 de Junio, es claro que la única noche posible de la “ventaja monárquica” no puede ser la del 3 al 4. Y esto, de hecho, es lo que él escribe en su libro de 1959.
  
Es una lástima que los primeros resultados llegaron al Viminal solo a las 8 de la mañana del 4 de Junio (y, además, esto es lógico: ¿cómo se podía pensar, en aquellos tiempos, en tener los resultados tan grandes antes de tan mínimo umbral cronológico?). No solamente: estos resultados provenían casi completamente del norte,  donde la mayoría era netamente republicana. Se trataba de 3.922 sesiones observadas (de las cuales solo 427 pertenecían a las regiones de inclinación monárquica, del Lacio abajo) sobre 35.206 globales. Y, de hecho, el “parcial” era favorable a la República, con 1’508.851 votos contra 847.851.
   
Ahora, es evidente por tanto que la noche favorable a la monarquía no podía estar entre el 3 y el 4, sino, por exclusión, sólo la transcurrida entre el 4 y el 5. Pero es exactamente aquí donde nace el problema. En la noche del 4 al 5 habían llegado no sólo la totalidad de los votos del norte, sino también casi todos los del centro-sur. Si a las 2 de la noche entre el 4 y el 5 el voto era favorable a la monarquía, y faltaba sólo una parte de los votos del sur –que, como está dicho, era cohesivamente monárquico–, ¿cómo sucedió que a la mañana del 5 de Junio venciese la República con una diferencia de dos millones de votos? ¿De dónde los sacaron?
   
¡Un verdadero milagro! Un milagro republicano.
  
Ciertamente, en su libro de 1959, Romita retrocede en la fecha la noche de la victoria de la momentánea ventaja monárquica al 3-4 de Junio. Pero habíamos visto que no es posible tal cosa, porque aquella noche no había llegado ningún voto, ni del norte ni mucho menos del sur, y por tanto no podía haber ninguna ventaja momentánea de la monarquía. ¿Por qué entonces escribió una falsedad evidente? Simple: ahora estamos en el año 1959, trece años después, sepultado el peligro comunista, la república estable en manos de la clase dirigente democristiana, y, sobre todo, conviene considerar dos factores clave posteriores: 1) estamos en la vigilia de la centro-izquierda… 2) Hacía poco falleció el Papa Pío XII, y se inició la revolución roncalliana del nuevo curso de la Iglesia, que culminará en el Concilio Vaticano II. No era exactamente el momento, mucho menos para los democristianos más conservadores y quizá todavía monárquicos en su corazón, ir a “perturbar” el clima general querido sobre todo por el mismo Vaticano de entonces (¿analogía con el presente?). Esto explica por qué Romita pudo cínica, pero tranquilamente modificar la realidad histórica sin arriesgarse a la crítica, ni del mundo cultural (siempre en poder de la izquierda), ni la del mundo mediático-político, sea de la Sinistra o de los democristianos.
  
Más allá del incontestable procedimiento cronológico susodicho y de las voces (siempre existentes pero nunca obvia ni concretamente demostradas), del hecho que Romita tuviese en las estancias del Viminal valijas llenas de papeletas electorales “marcadas” y que se vieron personas entrar y salir con estas valijas en los días decisivos del post-referéndum, hay también otras pruebas de la victoria monárquica. Por ejemplo, una carta de De Gasperi del 4 de Junio donde se habla de la casi cierta victoria monárquica. En la edición del Gazzettino di Venezia del 5 de Junio, Enrico Mattei devela que no solo es cierto que también las Marcas y Umbría apoyaban la monarquía, sino que también muchos socialistas del norte votaron por la monarquía, tanto así que deseaba una futura apertura radical de la Casa de Saboya a una adecuada política social y luego concluye con la noticia del adelanto de la monarquía con la llegada de los votos del sur a las dos de la noche apenas transcurrida (o séase, la del 4-5 de Junio: quod erat demonstrándum).
   
En la práctica, el cálculo sobre la progresión en los votos de las dos formas institucionales se reconstruye así: antes de la medianoche (del 4-5), de los casi 16 millones de votos, la ventaja republicana de cerca de 800.000 votos (8’400.000 contra 7’600.000); desde la medianoche a las dos, con el arribo de la masa de los votos centro-meridionales, por 19 millones, ventaja monárquica en el orden del millón (10’000.000 contra 9’000.000).
      
Pero, ¡en la mañana del 5 ha vencido la república con una diferencia de dos millones de votos!
   
Si el rey Humberto II hubiese pedido, como habría debido hacer, una pericia técnica del voto, este hecho objetivo habría podido constituir el punto de partida. Pero nadie pidió el peritazgo. El “Rey de Mayo” se fue de la Italia, con el estilo y la sobriedad que le eran propios y con el aura del rey pacífico que se sacrifica a sí mismo y a su dinastía para no precipitar a su pueblo en la guerra civil, pero, es oportuno decirlo, en el fondo, imitando, al menos en la sustancia fáctica, a su padre, que en el momento crítico del 8 de Septiembre de 1943 deja a Roma sin custodia y a los italianos en manos de los invasores. Siendo históricamente honestos: el padre se comportó como un infame cobarde, el hijo como un bien pensante “padre de familia” burgués. Por tanto, desde el punto de vista tanto humano como político y moral, hay un abismo cualitativo entre los dos soberanos: pero queda el hecho de que ninguno de los dos se comportó como un Rey. A menos que, al hijo no le hicieran saber que si se hubiese quedado sucederían cosas para las cuales el exilio era absolutamente el mal menor… Pero, también en tal manera, su decisión quedaría siempre como una elección no regia. Sobre todo teniendo en cuenta el hecho de que –y Humberto no tenía ninguna duda al respecto, habiéndolo dicho claramente– el referéndum fue invalidado por los fraudes de Romita y sus socios.
    
Concluyamos con una reflexión histórico-política sobre la República Italiana. La República Italiana nunca fue un Estado realmente soberano e independiente, teniendo, casi desde el primer día de su nacimiento, fuerzas militares extranjeras en su territorio y finanzas controladas por estos extranjeros, pero al menos en la primera parte de su existencia pudo conseguir pagar este innato déficit garantizando a sus ciudadanos una suerte de bienestar generalizado, la libre iniciativa económica y una cierta libertad personal. Pero luego esta república escogió “mirar a la izquierda” en los hechos (como dijera De Gasperi) y vino la república de los servicios secretos “desviados”, de las masacres al pueblo, del terrorismo ideológico, de la criminalidad organizada, de la corrupción endémica, del fracaso de toda política burocrática y social, de la desocupación, del des-funcionamiento en todos los sectores de la vida pública, además de ser también la república del Sessantotto (Sesenta y ocho), con divorcio, aborto, droga, pornografía, etc., etc. Luego, desde Tangentópolis [Investigación sobre la corrupción política y empresarial en Italia; «Tangente» en italiano significa «soborno», N. del T.] en adelante, esta república se ha vendido no sólo a los estadounidenses, sino también a la Unión Europea, renunciando a la propia soberanía monetaria, y posteriormente a la política, y de ahí a la democracia misma, para acabar hoy invadida y destruida (una destrucción concreta de la cual apenas estamos en los inicios). Una república así –y ¡cuántas otras se pueden y deben agregar!– podía solo nacer del engaño y de la mentira, y avanzar con el engaño y la mentira; y, podemos estar seguros, morirá pronto en el engaño y en la mentira. ¿Qué festejamos el 2 de Junio?
    
Y ahora una reflexión metahistórica sobre la Casa de Saboya. Los Saboya son una de las dinastías más antiguas de Europa, cuyo fundador Humberto I “de blanca mano” ¡devino Conde en el año 1032! Desde entonces fue siempre una dinastía Católica y fiel a la Iglesia. Ha dado a la sociedad cristiana varios santos y beatos, y grandes condottieros, entre los más célebres. Pero en 1834 la línea directa se extinguió con Carlos Félix, y devino al trono la rama cadete de los Carignano, precisamente quienes, adhiriendo a la Revolución Italiana y a las fuerzas subversivas y masónicas, permitiendo la guerra a la Iglesia y a la sociedad Trono-Altar, ocupando militarmente los otros Estados italianos y robando literalmente los tronos ajenos, reprimiendo despiadadamente y a veces en forma bárbara las revueltas de los italianos fieles a las antiguas dinastías legítimas, privando al Papado del Estado Pontificio, depredando las arcas de los Estados pre-unificación, reduciendo al Meridión a colonia de explotación y provocando así la emigración de millones de italianos, tienen el “mérito” de la unificación estatal de la Italia.
 
Esta unificación, en el bienio 1859-60 y después en 1866 en el Véneto, fue siempre formalmente ratificada por ridículos plebiscitos populares, donde votaba el 2% de la población (y el voto era abierto y no secreto…) y cuyos resultados eran favorables en un 99% a la Casa de Saboya… Un verdadero y auténtico hurto organizado.
   
Esta misma dinastía, en 1946, ochenta años exactos después de la farsa del plebiscito del Véneto, fue víctima de un plebiscito trucado. La historia tiene una justicia propia y los pueblos, los Estados, y las dinastías, son premiados o castigados sobre esta tierra, no pudiendo tener una persistencia en la otra vida. Los griegos la llamaban Némesis histórica. Nosotros la llamamos Providencia y Justicia divina.
   
Quien escribe ciertamente no es republicano, sino más bien monárquico. Pero, sobre todo, su corazón y su mente no adhieren a la República Italiana en la cual, a su pesar, nació y vive hasta ahora. Pero, debe admitir que, al solo pensamiento de quien habría subido al Trono italiano a la muerte de Humberto II y de quien podría subir a la muerte de éste… agradece con todo corazón a la Providencia divina, que ve infinitamente más lejos que nosotros y que se sirve también de Giuseppe Romita para iniciar a hacer triunfar su Justicia. He dicho iniciar, porque el triunfo verdadero de la justicia divina en Italia será el día de la restauración de una dinastía o de más dinastías y gobernantes verdaderamente católicos. ¿Es un sueño? Bah, por el momento tenemos dos certezas: 1) cómo está reducida humanamente la dinastía saboyana; 2) cómo está reducida estatual, política, económica, militar y humanamente la República Italiana. Si se piensa en esto, nos acordamos que quizá todo sueño es posible, y en tiempos que podrían resultar inesperadamente breves. Visto también lo que está sucediendo en el mundo entero. Pero, mucho depende de los italianos mismos. Y aquí el discurso, sin embargo, se complica. Nosotros podemos solo buscar ayudar a hacer luz histórica y política.
  
Prof. MASSIMO VIGLIONE
Secretario de la Confederación Civiltà Cristiana
1 de Junio de 2016

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