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miércoles, 11 de marzo de 2020

INJERENCIA CASTRISTA EN EL RÉGIMEN DE ALLENDE

  
   
TRANSCRIPCIÓN
PRIMER MINISTRO
 
Habana, julio 29 de 1973.
  
Querido Salvador:
  
Con el pretexto de discutir contigo cuestiones referentes a la reunión de países no alienados [realizada en Argelia en septiembre de 1973, N. del E.], Carlos [N. del E. Carlos Rafael Rodríguez Rodríguez, Viceprimer ministro de asuntos exteriores y “zar económico” de la Cuba revolucionaria, N. del E.] y Piñeiro [N. del E. Manuel Piñeiro Losada alias “Barbarroja” o “El Gallego”, constructor del sistema militar castrista y jefe del G-2] realizan un viaje a ésa. El objetivo real es informarse contigo sobre la situación y ofrecerte como siempre nuestra disposición a cooperar frente a las dificultades y peligros que obstaculizan y amenazan el proceso. La estancia de ellos será muy breve por cuanto tienen aquí muchas obligaciones pendientes y, no sin sacrificio de sus trabajos, decidimos que hicieran el viaje.
  
Veo que están ahora en la delicada cuestión del diálogo con la D.C. en medio de acontecimientos graves como el brutal asesinato de tu edecán naval y la nueva huelga de los dueños de camiones. Imagino por ello la gran tensión existente y tus deseos de ganar tiempo, mejorar la correlación de fuerzas para caso de que estalle la lucha y, de ser posible, hallar un cauce que permita seguir adelante el proceso revolucionario sin contienda civil, a la vez que salvar tu responsabilidad histórica por lo que pueda ocurrir. Estos son propósitos loables. Pero en caso de que la otra parte, cuyas intenciones reales no estamos en condiciones de valorar desde aquí, se empeñase en una política pérfida e irresponsable exigiendo un precio imposible de pagar por la Unidad Popular y la Revolución, lo cual es, incluso, bastante probable, no olvides por un segundo la formidable fuerza de la clase obrera chilena y el respaldo enérgico que te ha brindado en todos los momentos difíciles; ella puede, a tu llamado ante la Revolución en peligro, paralizar los golpistas, mantener la adhesión de los vacilantes, imponer sus condiciones y decidir de una vez, si es preciso el destino de Chile. El enemigo debe saber que está apercibida y lista para entrar en acción. Su fuerza y su combatividad pueden inclinar la balanza en la capital a tu favor aun cuando otras circunstancias sean desfavorables.
  
Tu decisión de defender el proceso con firmeza y con honor hasta el precio de tu propia vida, que todos te saben capaz de cumplir, arrastrarán a tu lado todas las fuerzas capaces de combatir y todos los hombres y mujeres dignos de Chile. Tu valor, tu serenidad y tu audacia en esta hora histórica de tu patria y, sobre todo, tu jefatura firme, resuelta y heroicamente ejercida constituyen la clave de la situación.
  
Hazle saber a Carlos y a Manuel en qué podemos cooperar tus leales amigos cubanos.
  
Te reitero el cariño y la ilimitada confianza de nuestro pueblo.
  
Fraternalmente,
  
(Fdo.) Fidel Castro.

Aportando algo de contexto: Habían pasado dos días del asesinato del Capitán de navío Arturo Araya Peeters, y había otra huelga de camioneros. Además, Allende estaba dialogando con una Democracia Cristiana más radicalizada en la oposición tras el asesinato de Edmundo Pérez Zujovic por miembros de la Vanguardia Organizada del Pueblo para lograr la implementación de sus políticas socialistas, cuando Fidel le envía esta carta a Allende.

Vale recordar el escándalo de «Los bultos cubanos»: El sábado 11 de marzo de 1972 a las 14:00h, el vuelo CU-486 de la aerolínea «Cubana de Aviación» aterrizó en el aeropuerto Pudahuel en Santiago. El avión traía al médico cirujano y militante socialista Juan Antonio Eduardo “Coco” Paredes Barrientos, jefe del Servicio de Investigaciones chileno, su familia, y una encomienda de varias cajas que, al ser inspeccionadas más adelante por el Servicio de Aduanas, se pudo apreciar que estaban repletas de armamento. El ministro del interior de Allende, Hernán del Canto Riquelme, habría solicitado que se impidiera que la Policia Civil requisara las cajas, y que se enviaran directamente en patrulla a su destino final: la residencia personal de Allende en la calle Tomás Moro, y el Palacio de La Moneda.

Cuando la noticia salió a la luz, el régimen de Allende dio mil excusas frente a las acusaciones de la prensa, el Congreso y la Contraloría Nacional. Dijeron desde La Moneda que la encomienda eran libros, comida (“helados de mango”), cigarrillos y hasta artesanía; después que eran pinturas para una exposición de arte cubano en el Museo Nacional de Arte. Incluso se mencionó equipamiento para la policía civil.
  
Allende, para tranquilizar al pueblo, declaró ante una concentración de trabajadores en Concepción, que:
«[…] en realidad el vuelo que llegó a Pudahuel transportaba algunos regalos que fueron enviados por el Primer Ministro cubano a mí personalmente, así como a otras autoridades de Chile».
Sin embargo, más tarde se dio aviso de que los paquetes contenían armamento que iba destinado al «Grupo de Amigos Personales» de Salvador Allende, una suerte de sección de seguridad personal entrenada por oficiales del MININT y el MINFAR. Este cargamento contenía, de acuerdo a Daniel Avendaño Caneo y Mauricio Javier Palma Zárate (El Rebelde de la Burguesía: La Historia de Miguel Enríquez. Santiago de Chile, Ed. Cesoc, 2001):
  • 76 pistolas-ametralladoras
  • 12 ametralladoras de asalto AK-47
  • 6 cohetes PG-7
  • 457 pistolas y revólveres
  • Municiones
Es así como el testimonio de Allende, más la posterior declaración del contenido del equipaje, nos deja que ver que el Chile marxista estaba recibiendo armamento por parte, supuestamente, del Primer Ministro cubano (según el escritor y disidente cubano Norberto Fuentes, durante el período de la Unidad Popular el gobierno de Cuba habría ingresado a Chile unos 3 mil o 4 mil fusiles de asalto AK-47, por medio de valijas diplomáticas que viajaban en Cubana de Aviación), de lo que lógicamente tenía conocimiento el dictador cubano que durante su visita a Chile en 1971 obsequió a Allende con una metralleta que llevaba la siguiente dedicatoria: “A Salvador Allende, de su compañero Fidel Castro” y habló así respecto del sentido revolucionario del gobierno allendista:
«Nosotros los revolucionarios cubanos celebramos el triunfo de Salvador Allende. ¿Cómo podíamos ver aquel hecho? ¿Con tristeza, mortificados porque se producía una victoria electoral y sin las armas? Habría que suponernos unos cretinos completos, unos incapaces, unos estúpidos. No. Nosotros vemos el proceso chileno con las mismas metas que el nuestro».
Tan pacífica era la vía chilena al socialismo que la comisión política del Partido Socialista —el de Allende— acabó presentando un informe reservado a los dirigentes, ordenando la infiltración del ejército con el fin de lograr el amotinamiento de soldados y suboficiales contra sus superiores militares. El citado documento contenía instrucciones para preparar la insurrección y una eventual guerra civil. Reproducimos algunos extractos tomados del libro El día que ardió La Moneda de Emilio De la Cruz Hermosilla:
  1. El desarrollo de la situación política de Chile afecta a las Fuerzas Armadas, que no son una institución al margen de las contradicciones económicas, políticas y sociales del país y aprovechando la existencia de contradicciones dentro del Ejército es posible realizar un buen trabajo de captación y neutralización de sectores dentro de éste (...).
     
    De aquí surge una tarea de fundamental importancia, cual es la de racionalizar la penetración en las filas del Ejército (...) La primera tarea a realizar es a través de los contactos ya establecidos; elaborar fichas de toda la oficialidad y suboficialidad. Formar células dentro de las unidades militares a las cuales, a través de un contacto permanente, se les haga una educación política intensiva. A través de estas células, obtener, centralizar y evaluar las informaciones confidenciales recibidas. Obtener material de guerra.
  2. En este enfrentamiento se usarán tácticas de tipo convencional y de guerra irregular, ya que se enfrentarán por un lado fuerzas convencionales y por otro fuerzas que por su gran número, falta de organización y armamento deberán emplear tácticas irregulares.
  3. El enfrentamiento va a ser masivo, esto es, gran parte de la población estará incluida en la lucha.
Bajo el epígrafe “Golpe de Estado”, la circular hacía la siguiente exposición:
La burguesía, como clase, depende para un enfrentamiento de las posibilidades que tengan de aglutinar hacia sus posiciones a las Fuerzas Armadas y para esto requiere de una homogeneidad política y de una gran organicidad. La forma de lucha ideal trazada por ella para derrocar al Gobierno de la Unidad Popular es el golpe de Estado.
   
Debemos preocuparnos de analizar con cierto detalle cuáles sean las leyes que rigen esta forma de lucha para tratar de contrarrestarlo con una mayor efectividad.
Se daban instrucciones a continuación para acudir a los centros neurálgicos a fin de intentar colapsar el intento militar en su misma aparición. El documento incluía asimismo un plan de “acuartelamiento de la masa” en las fábricas nacionalizadas y los locales de los partidos, la entrega de armas y todo el aparato subversivo para el contragolpe en el que se contemplaba también el asesinato de jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas en sus propios domicilios.
  
Salvador Allende manifestó en su visita a la URSS a Nikolái Víktorovich Podgorni, entonces presidente del Presidium del Soviet Supremo (el Jefe de Estado en la URSS):
«Estimado camarada Podgorny, usted expresó simpatías hacia Chile, habló de ayuda a nuestro país por parte del Gobierno soviético, del pueblo soviético. Nosotros sentimos esa simpatía, ese calor fraternal, la solidaridad, la ayuda, la firmeza inalterable de la Unión Soviética en defensa de la libertad y la paz de los pueblos. En nombre de Chile agradezco emocionado esas palabras, confiando en ustedes, pioneros de la construcción del socialismo».
Era el mismo Allende que ante la pregunta de Regis Debray: «¿Cómo aceptaste, Salvador, el estatuto de garantías constitucionales?», respondió: «Muy sencillo: Necesité llegar al poder como fuese. Era un recurso táctico, pero ten la seguridad que en ningún momento tuve el propósito de cumplir lo prometido».
   
Sumado a ello, y ante el fracaso de un primer motín en la Marina, se puso en marcha un segundo plan denominado “Plan Zeta”, que había sido planeado en 1972. Su ejecución estaba prevista para el día 19 de septiembre de 1973, festividad del ejército. El complot, organizado por Rodríguez y Piñeiro, consistía en que en la comida ofrecida por Allende a los altos mandos de las FF.AA., alguien se acercaría a Allende para que acudiera al teléfono, y a esa señal (abandonando Allende la sala) entrarían los pistoleros de la UP que acabarían rápidamente con los invitados. Otros agentes marxistas darían muerte a todos los oficiales preparados para el desfile en el Parque Cousiño y en otras ciudades del país. La operación incluiría también el asesinato de diputados y senadores de la oposición, miembros de la Corte Suprema, periodistas (particularmente los del diario “El Mercurio”), etc. (todos ellos considerados por la UP como “enemigos del pueblo”) en cada ciudad. Asimismo, se llevaría a cabo el incendio de las sedes gremiales: Colegio de Abogados, Cámara de Diputados, etc. Pero todos esos planes terminaron truncados el 11 de ese mes y año: El general del ejército Augusto Pinochet Ugarte (a quien Fidel trató de sobornar) tomó el poder, y Salvador Allende Gossens yacía sin vida en el Palacio de la Moneda. Recibió un disparo en su ojo izquierdo, no de sus enemigos, sino de nadie más que de uno de sus amigos los escoltas cubanos, ¡PATRICIO DE LA GUARDIA FONT!, e irónicamente, con una metralleta israelí Uzi de 9 mm.
 
Según contara Juan Vives (nombre de guerra del ex-agente de inteligencia del MININT Andrés Alfaya Torrado, sobrino de Osvaldo Dorticós Torrado y fallecido en 2014 en Marsella, donde se había exiliado desde 1979), primero en el libro “Cuba Nostra, les secrets d'État de Fidel Castro” (París: Ediciones Plon, 2006) del periodista francés Alain Ammar, y luego en su biografía “El magnífico Juan Vives, 20 años al servicio de Castro”, estando reunido un día de noviembre de 1973 en el bar Las Cañas, del antiguo Hilton en La Habana, con el coronel Carlos “El Chino” Figueredo Rosales (miembro del MININT y jefe de la escolta de Fidel) y su esposa la capitana Celia Caridad “Cachita” Abrantes Fernández (fundadora de CONTEX -hoy parte del grupo empresarial cubano CIMEX- y hermana del general de división José Abrantes Fernández, el cual caería en desgracia en 1989 y murió en prisión dos años después), Amado Padrón Trujillo (que había sido cónsul de Cuba en Panamá, y luego fue fusilado con el general de división Arnaldo Ochoa Sánchez, en 1989) y Patricio De la Guardia Font (jefe de escolta de Allende y jefe del Estado Mayor de las Tropas Especiales del MININT), y otros cuatro oficiales, Patricio soltó la sopa de que Allende había dicho: “¡Hay que rendirse!”, y como De la Guardia tenía orden directa de Castro para impedir la rendición o asilo del presidente, esperó a que subiera al gabinete y “le disparó sin más una ráfaga de ametralladora en la cabeza. Enseguida, puso sobre el cuerpo de Allende un fusil para hacer creer que éste había sido ultimado por los atacantes” (casualmente le puso el mismo fusil que le regalara Fidel).

Alfaya Torrado corroboró esta versión de Patricio De la Guardia en entrevista con la periodista María Elvira Salazar:
«Fui a un baño turco con el Comandante Amado Padrón, uno de los hombres claves de la operación en Chile, que provenía de las filas de la DGI (Dirección General de Inteligencia) como yo, le pregunté si era cierto lo que Patricio había dicho y me asintió con la cabeza. Meses después visito a mi tío, que era el Presidente de la República, Osvaldo Dorticós, en su casa sita en lo último de la calle Primera, al lado del Acuario. Cuando Dorticós quería hablar cosas privadas conmigo me llevaba al fondo, donde las olas batían y tapaban las conversaciones que se salían de lo corriente. Ahí, en ese lugar, me preguntó sobre lo que yo sabía de la muerte de Allende. Le conté lo que había escuchado y Dorticós me dijo que eso era lo que Carlos Rafael Rodríguez le había dicho, que Fidel estaba loco y que los iba a matar a todos. Años después “suicidaron” a Dorticós en La Habana».
agregando que Patricio no fue fusilado como su hermano Antonio en medio de la purga al MININT camuflada como “Causa No. 1” de 1989 por narcotráfico (Raúl quería fusilar a Patricio De la Guardia, pero Fidel dijo que no porque él tenía el documento con la orden del asesinato de Allende a resguardo en un Banco de Panamá, para que lo presentaran en caso de su desaparición ó muerte súbita). El contenido del documento pudo haber sido conocido por Daniel Alarcón Ramírez alias “Benigno”, uno de los tres sobrevivientes de la guerra en Bolivia.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)