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miércoles, 13 de mayo de 2020

EL HABLA DE LA IMPOSTORA PRUEBA QUE ES DE CERCA DE COÍMBRA

Dr. Peter Chojnowski: Acabo de platicar con un viejo amigo mío, al que no había visto ni hablado por 23 años. Hablando por teléfono, comentó: “¡Vaya, conservaste tu acento de la Costa Este!”. No había vivivo en la Costa Este por 26 años, habiendo vivido en el Medio Oeste y en los Estados del Oeste desde entonces. Los acentos pueden suavizarse, pero ellos son una indicación de tus orígenes. En la Costa Este de los Estados Unidos hay muchos, muchos acentos diferentes. En mi patria de Connecticut, podía fácilmente identificar la región de Connecticut de la que el interlocutor venía. Podía identificar al menos 4 acentos distintos sólo en el pequeño estado de Connecticut. De hecho, la gente en Connecticut central podía identificar el acento local de “Nueva Bretaña” de mis parientes. Así es la maravillosa huella lingüística que añade riqueza a la vida de los hombres y también puede ayudarnos a identificar el origen de Sor Lucía de Fátima.
   
   
     
http://radtradthomist.chojnowski.me/2019/12/fatima-message-of-body-sister-lucy-in.html
(Canto de niños)
Narrador: “Ella es la última testigo viviente de los eventos de ese distante 13 de Mayo de 1917. Junto a sus primos Francisco y Jacinta, presenció las Apariciones de Nuestra Señora de Fátima, oyó las palabras de Nuestra Señora y es, para el resto de nosotros, el personaje principal de estos eventos. Sus memorias son una lectura obligada para todos los que deseen conocer el mensaje de Fátima pues su testimonio es el único puente que qnos lleva a la experiencia íntima vivida por los tres pastorcitos de Fátima. Lucía de Jesús, hoy conocida como Sor María Lucía del Inmaculado Corazón de María, de 93 años, religiosa carmelita accedió a ver al Obispo de Leiría-Fátima (Serafim de Sousa Ferreira e Silva), que llevaba un mensaje especial”.
Obispo: “Primero que todo, el Papa viene a Fátima”.
Hermana Lucía: “Gracias a Dios”.
Obispo: “Viene el 12 y 13 de Mayo para canonizar a tus primos. Segundo, ¡el Papa quiere que estés allí!”.
Hermana Lucía: “¡¡Pero no para canonizarme!!”.
(Ambos comienzan a reirse)
Obispo: “Él no te canonizará ni te golpeará”.
Hermana Lucía: “Si quiere, puede intentarlo...” (Bromea)
Otra monja: “¡Ambos tenéis bastón!”
Hermana Lucía: “Si tomo mi bastón, él puede asustarse de mí”
Obispo: “Él tiene uno también, puede defenderse a sí mismo.”
Hermana Lucía: “Es verdad, tiene uno”
Obispo: “Es más joven”
Hermana Lucía: “¿Es más joven?”
Obispo: “¡Sí!”
Otra monja: “El Santo Padre es más joven, va a los 80”.
Hermana Lucía: “Y yo tengo 90, ¿correcto?
Otra monja: “¡93!”.
Hermana Lucía: “93”.
Narrador: “Lucía estuvo en Fátima en 1967. Fue para la celebración del 50º aniversario de las apariciones de la Cova da Iría y el Papa Pablo VI estaba presente. Insistió en la presencia de la única testigo viviente de las Apariciones. Pasaron quince años. Esta vez, es Juan Pablo II el que visita Fátima. El Papa polaco viene a expresarle su gratitud por el regalo de la vida y Su Santidad pidió también la presencia de Sor Lucía. Un Papa que se considera ha asociado –casi hasta un extremo– el mensaje de Fátima a su Pontificado. Y es durante el Gran Jubileo de los 2000 años de la Era Cristiana que este hombre decide viajar una vez más a Fátima, esta vez, con la intención de canonizar a los pastorcitos Francisco y Jacinta. Pero antes de hacerlo, pidió un momento a solas con Sor Lucía”.
 
Obispo: “Entonces en la mañana del 13, durante la mañana –queremos que sepas a qué hora exactamente, pero esperamos sea alrededor de las 9:00am– hemos preparado un lugar tranquilo donde puedas hablar a solas con el Santo Padre”.
Otra monja: “¿Escuchaste, Hermana? Hay un pequeño lugar tranquilo, un lugar callado, donde puedes hablar a solas con el Santo Padre”.
Hermana Lucía: “Sí, sí”.
Obispo: “Hermana Lucía, ni siquiera quiero oír. Puedes quejarte al Obispo de Leiría-Fátima (él mismo), yo no quiero escuchar, porque luego, cuando llegue a tu propia canonización, mi voto podría ponerte en problemas”. (Sister Lúcia laughs) “¿Cierto?”.
Hermana Lucía: “No estoy segura. No soy para grandes ceremonias, pero con respecto al Santo Padre, me gustaría reunirme con él”.
 
Narrador: “Y así fue. El 13 de Mayo de 2000, Juan Pablo II se dirige al Santuario de Fátima para reunirse a solas con Lucía. Media hora para un encuentro cuyo contenido permanece en el más íntimo secreto para cada uno. El Papa toma la oportunidad de estar en la Basílica de Fátima para orar junto al lugar de descanso de los Pastorcitos. Después de todo, este hombre abrirá –en nombre de la Santa Iglesia– las puertas a su santidad. La muy esperada beatificación de los dos niños portugueses iba a volverse realidad”.
Obispo: “Hermana Lucía, deseo verte sonreir y aplaudir cuando el Papa declare “Bienaventurados. Así puedan hacer eco siempre y por toda la eternidad Francisco Marto y Jacinta Marto”. Durante ese momento no quiero estar mirando al Papa, estaré mirando a la prima de ambos bienaventurados, y quiero ver a la Hermana Lucía aplaudiendo”.
Su Santidad Juan Pablo II: “(...) concedemos que desde este día en adelante, los venerables siervos de Dios Francisco y Jacinta Marto serán conocidos como Beatos y que cada año pueda ser celebrada la festividad de Francisco y Jacinta Marto el 20 de Febrero. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
(La multitud canta)
Obispo: “¿Sabes cuántos metros –cuántos metros– tendrá la imagen de Francisco y Jacinta? De altura, quiero decir. ¡Diez metros de altura!”.
Hermana Lucía: “¿Dos metros de altura? ¡Oh Jesús!”
Obispo: “Diez. ¡Diez metros!”
Otra monja: “Así puede ser vista desde lejos”.
Hermana Lucía: “Para que la gente pueda verla desde lejos. Está bien, estas cosas están bien, son asuntos de la Iglesia, será bello, con el favor de Dios”.
Obispo: “Será bello”.
(Niños cantando “Francisco y Jacinta miradnos”)
Narrador: “Lucía testificaría en vida el reconocimiento de la Iglesia de las virtudes y ejemplo de vida de sus primos. Lucía fue la mayor de los tres, pero la Señora de blanco ya le había informado de antemano que ella permanecería por algún tiempo más. Un anuncio que fue acompañado por la visión de la subida al Cielo de Francisco y Jacinta mientras ella permanecía en la Tierra, un mensaje de la Virgen que tuvo lugar el 13 de Junio de1917. Actualmente Lucía permaneció con nosotros más tiempo, pues 83 años pasaron desde las palabras de la Virgen, y Lucía aun predica ese mensaje de amor y conversión que Fátima representa. Recogida en el silencio del Carmelo y a pesar de sus 93 años, Lucía es una mujer muy animada”.
  
Hermana Lucía: “Cuando tenga mi reunión privada con el Santo Padre, tenemos algunos detalles para él como regalo, ¿puedo llevarlos?”.
Obispo: “¡Por supuesto! No necesitas ofrecerle nada al Obispo –él mismo–. Quizá un beso, porque una vez que vine a visitarte con un Cardenal y él pidió que te diera un beso en la mejilla, pero retrocediste un poco. Y luego dijiste: “Es común ahora, ¡en los viejos tiempos eso no era así!”, pero todavía aceptaste contra tu voluntad. ¿Te acuerdas?”.
Hermana Lucía: “Sí, recuerdo. Un Sacerdote o cualquier hombre que no fuera el padre o el hermano de una chica, no la besaría. A menos que ya hubiera crecido, ningún hombre la besaría. Ni siquiera un Sacerdote, un Obispo, o el Papa. Incluso Mons. José Correia Alves da Silva (anterior Obispo de Leiría), al que consideré como un segundo padre, nunca me besó. No se acostumbraba que los hombres besaran a las mujeres jóvenes, o a mujeres de cualquier edad, porque no era cortés. Pero en estos días, todos besan a todos. Donde quiera que vaya, todos quieren besarme. Hombres, mujeres, hombres con bigote. Me digo: ¿Qué puedo hacer? No hay forma de evitarlo”.
Obispo: “No la hay”.
(Todos ríen)
Hermana Lucía: “Lo primero que hago cuando regreso a casa es ir al baño y lavarme la cara”. (Todos ríen).
Obispo: “Iba a pedirte algo ahora, pero cambié de opinión, poque entonces no podrás lavarte la cara. Iba a pedirte que cuando comience el momento de la beatificación, simbólicamente, en nombre de Francisco y Jacinta, pudiera darte un beso en la mejilla, pero ahora no”.
(La Hermana Lucía mira con falso desprecio, todos ríen).
Hermana Lucía: “¡Es mejor que no lo hagas! No estoy realmente acostumbrada a eso. Puedo soportarlo, pero...”.
Otra monja: “El Santo Padre también besa”.
Hermana Lucía: “El Santo Padre me ha besado antes” (Ríe).
Otra monja (señalando la frente de la Hermana Lucía): “Creo que fue aquí, en la frente”.
Hermana Lucía (confirma): “Fue aquí. Y aún tengo el velo que usé entonces. El Santo Padre besó mi velo y lo guardé, pero ahora no estoy segura dónde”.
 
Narrador: “El 22 y el 23 de Mayo de 1946, Lucía visitó Fátima e identificó los lugares de las Apariciones. Cincuenta y cuatro años más tarde, y con sus primos Francisco y Jacinta ya beatificados, Lucía visitó una vez más los campos donde una vez ella pastoreaba para su familia y tuvo un papel clave entre sus primos de esa tarde que definitivamente marcaría la Historia de la Iglesia en nuestro País y para el resto del mundo.
Sacerdote: “Solo permanece un pedazo de la roca. El resto está conservado en el Santuario (de Fátima). Pero esta era la roca que, en 1946, le mostraste al Doctor Galamba (refiriéndose a José Galamba de Oliveira, sacerdote católico y principal historiador de las apariciones de Fátima)”.
Hermana Lucía: “Sí, sí”.
 
Narrador (leyendo el testimonio de la pastorcita): “Pocos momentos pasaron mientras habíamos estado jugando, y he aquí que un fuerte viento agitó los árboles y nos hizo levantar nuestras cabezas, como si fuera un día hermoso. Advertimos entonces, sobre la plantación de olivos, una figura que se dirigía hacia nosotros y que, mientras más se acercaba, más clara podíamos ver su forma. Un joven como de 14-15 años, más blanco que la nieve y que se hacía transparente bajo la luz del sol como si fuera de cristal. Era de inmensa belleza”.
Monja: “¿Dónde estamos, Lucía, dónde estamos? ¿Qué es esto?”.
Hermana Lucía: “¿Qué es esto? No es como solía estar en mis tiempos”.
Monja: “Vamos por un vaso con agua”.
Hombre: “Vamos por un vaso con agua, ¿cierto?”.
 
Narrador: “Lucía volvió a casa. La visita comenzaría luego que sus padres permanecieran en el patio que es, actualmente, visitado por miles de peregrinos que se aseguran de beber su agua”.
(La hermana Lucía bebe un vaso con agua).
Narrador: “En un día de verano, luego que tomábamos una siesta en casa, estábamos jugando en la cima de un pozo que mis padres tenían en nuestro patio y que nosotros llamábamos “arneiro” (significa seco, estéril). Súbitamente, vimos la misma figura otra vez, el Ángel. Lucía regresa a su casa 54 años después de la última vez que estuvo allí. A los 93 años, la vidente de Fátima recuerda el tiempo que acostumbraba deambular en el área en compañía de Francisco y Jacinta.
Hermana Lucía: “Había un camino colina arriba y nos sentamos allí con las piernas dobladas y nos deslizábamos cuesta abajo. Nuestro patio era algo grande y redondo, y había un muro alrededor de él. El muro no estaba hecho de pequeñas rocas, sino de piedras más grandes y podíamos poner el trigo en medio en una pila y la gente se sentaría alrededor en el muro”.
Hombre: “Hermana, cuenta la historia del abrazo...”
Hermana Lucía: “Quien iba primero a tomar una espiga seca tenía que dar un abrazo a cada persona sentada alrededor de la pila de trigo”.
Narrador: “En las memorias de la Hermana Lucía podemos leer: “En nuestro patio teníamos cinco higueras grandes. Teníamos también una porción de tierra con otros árboles”,
Hermana Lucía: “En nuestro patio habían higueras, una en el patio, y como el patio era grande, había un par de higueras más grandes. Bajábamos algunas escaleras hacia el pozo, y toda esa porción de tierra pertenecía a mis padres. Había varios árboles: manzanos, perales, cerezos...”.
Hombre: “Hermana, ¿cuál era la fruta que más te gustaba? ¿Todas?”.
Hermana Lucía: “Me gustaban todas cuando eran de temporada, porque no las habían todas al mismo tiempo” (ríe).
Narrador: “Lucía entra a la casa donde creció -la casa de sus padres- la misma casa donde tuvo sus primeras lecciones sobre la fe y donde a menudo pasaba tiempo con sus primos Francisco y Jacinta, visitantes frecuentes.
Sacerdote: “Entonces la habitación era más o menos como está ahora”.
Hermana Lucía (apuntando en una dirección diferente): “Sí, pero nuestras cabezas estarían apuntando hacia allá. Y aquí (señala arriba) es donde colgaríamos nuestras ropas. Cada vez que regresaba de los campos destilando agua o en el verano toda sudorosa, debíamos lavarnos y colgar nuestras ropas aquí. O en el patio o aquí”.
(La multitud aclama)
Narrador: “Pero este regreso de la vidente de Fátima a sus orígenes aún vería un lugar especial. Ese lugar donde el 30 de Marzo de 1907 ella nacería a la Fe y donde por el acta bautismal sería miembro del pueblo de Dios en la iglesia parroquial de Fátima (La multitud canta Ave María).
Hombre sosteniendo el brazo de la Hermana Lucía: “Ten cuidado. Cuidado aquí. Cuidado”.
(La multitud aclama).
Narrador: “Finalmente, el carro que lleva a la religiosa Carmelita (término que define a la monja del convento del Carmen) que presenció las apariciones de 1917 haría su entrada en el Santuario de Fátima, su destino final. El mismo lugar donde 83 años atrás, en la cima de una encina, la Señora de Fátima se aparecería, donde hoy se levanta la Capilla de las Apariciones. Tal como hizo ese día, Lucía oró. (La Hermana Lucía reza el “Padre nuestro”)
(Cantando)
Narrador: “Así acabó el regreso de Lucía al lugar donde nació y donde vio a una figura clave, junto con sus primos –hoy santos– de un evento que marcó la vida de la Iglesia y que es recordado como una generación de fe para todos los pueblos, razas y culturas: Fátima.
(Cantando)
   
Luego de semejante transcripción, conviene recordar que según el cap. III, numeral 5 de la Constitución de Burgos promulgada por Santa Teresa de Ávila en 1581 (y recogido en el artículo 27 de la Regla y Constituciones de las Monjas Descalzas de la Orden de la Beatísima Virgen María del Monte Carmelo, año 1990), que establece:

«[T]éngase gran cuenta en el hablar con los de fuera aunque sean deudos muy cercanos, si no son personas que se han de holgar de tratar cosas de Dios, véanlos muy pocas veces, y éstas concluyan presto»
y el numeral 3 (art. 23 de la nueva Regla):
«De negocios de mundo no tengan cuenta, ni traten de ello, si no fueren cosas que puedan dar remedio a los que las dicen, y ponerlas en la verdad y consolarlas en algún trabajo. Y si no se pretende sacar fruto concluyan presto, como queda dicho; porque importa que vaya con alguna ganancia quien nos visitare, y no con pérdida de tiempo; y que nos quede a nosotras».
Reglas que son recordadas en el aforismo teresiano «Una de dos: o no hablar, o hablar de Dios», presente en todo locutorio carmelita descalzo, cabe la pregunta: ¿La conversación de Lucía de Coímbra con el Obispo Serafim de Sousa Ferreira e Silva, Ordinario de Leiria-Fátima, se ajusta a lo prescrito en dichas normas? La respuesta es un NO rotundo y frontal. Una conversación así sería cortada de tajo por una Santa Teresa de Ávila que había iniciado la reforma del Carmelo precisamente por culpa de las frecuentes visitas en los conventos (y en las que ella participó alguna vez antes de su conversión), y mucho más por la verdadera Lucía de Fátima que había visto el Infierno y que las almas iban a parar allí por la inmodestia.
  
2. LUCÍA LA IMPOSTORA ERA DE VISEU
Un segundo experto lingüista portugués apunta a la posibilidad de que la impostora Sor Lucía vino de la ciudad septentrional portuguesa de Viseu y no de la región de Fátima:

La sugerencia de que Sor Lucía II pudo venir del área de Viseu no es tan extraña como pudiera parecer. Sor Lucía II tenía una tendencia a pronunciar la “ss” como “sh”, lo que es definitivamente una característica del habla de Viseu (los lugareños pronuncian "assim” como “ashim”, y también “Viseu” como “Bijeu”, por ejemplo).
 
Hay algo más. La transcripción de la entrevista de Sor Lucía II en el 2000, publicada el 14 de Diciembre, es intrigante. No es sólo que hable sobre el beso. La traducción es correcta y no puede ser culpada por esto:
"Bishop: [Juan Pablo II] viene entre el 12 y el 13 de Mayo para beatificar a tus primos. Segundo, el Papa quiere que estés allí.
Sister Lúcia: ¡Pero no es para beatificarme! (Ríe).
Bishop: Ni para beatificarte ni para golpearte (Laughs).
Sister Lúcia: Si quiere golpearme un poco.
Other sister: Ambos tenéis bastones (Laughs). Ambos tenéis bastones.
Sister Lúcia: Tengo mi bastón, él puede estar asustado de mí(Laughs).
Bishop: Él también tiene uno, puede defenderse también.
Sister Lúcia: Sí, sí.  
Esto es totalmente impropio. Si acaso, sugiere que la Hermana Lucía estaba seriamente senil cuando dio su entrevista. Ninguna monja, aunque inculta, habría hecho tales comentarios en presencia de un Obispo, y ningún Obispo se haría el tonto así. Los Obispos eran en esa época muy respetados jerarcas y perderían su autoridad si se comportaban tan informalmente. A menos, por supuesto, que estuvieran hablando con una anciana senil ha la que tendrían que hacer reír.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)