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lunes, 31 de agosto de 2020

SAN MOISÉS ETÍOPE, ANTÍTESIS DEL “Blacklivesmatterismo”

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.

«San Moisés Etíope, el cual de famoso ladrón devino famoso Anacoreta, convirtió a muchos ladrones y los condujo consigo al monasterio». (Martirologio Romano, 28 de Agosto)
  
  
Moisés era un esclavo negro de un rico terrateniente (quizá gobernador) de Egipto. Su carácter duro y levantisco creaba muchos problemas cada día, hasta cuando su amo tuvo suficiente y lo echó. Moisés halló refugio en una banda de malhechores, y por su enorme fuerza física no tardó en imponerse y volverse jefe. Una vez, expulsado por las autoridades debido a sus muchos crímenes, se esconde en el desierto de Nitria, en donde vivían los ascetas más famosos. La frecuentación de los santos monjes lo hizo cada día más manso. Lo iluminó la gracia de Dios, porque el arrepentimiento es un tiempo de gracia; su corazón se ablandó, se arrepintió verdaderamente y buscó la redención. Su cambio fue radical, y en poco tiempo llegó a la estatura espiritual de los grandes Padres del Desierto, Después del bautismo fue considerado digno de recibir también la gracia del sacerdocio.
   
Las dos grandes virtudes que lo adornaban eran el verdadero arrepentimiento y la profunda humildad. Hasta su último respiro “lloraba amargamente” por sus pecados y se consideró inferior a todos los hombres. San Moisés disfrutó al máximo este don inestimable y llegó a la divinización, la visión de  Dios. Diversos episodios de su vida revelan el cambio radical verificado en su alma. Cambiar el modo de pensar y el estilo de vida trasluce el arrepentimiento. Vale la pena mencionar uno: una vez, cuatro bandidos –sus viejos compañeros– entraron en su cabaña para robarlo, sin imaginar a quién encontraron. Cuando lo vieron quedaron muy sorprendidos. Uno a uno, San Moisés los capturó fácilmente, los ató y los condujo a los Ancianos, preguntándoles qué hacer con aquellos ladrones, y diciendo al mismo tiempo: «No estoy más adaptado para castigar a los hombres». Cuando los ladrones oyeron estas palabras, confesaron sus malas acciones, se arrepintieron y se hicieron monjes.
  
Otro episodio característico que revela la humildad del Santo es el siguiente: El día en que fue ordenado sacerdote por el Patriarca de Alejandría, y le pusieron el alba, el patriarca le dijo: «Ahora has quedado totalmente blanco, abad Moisés». Pero este le respondió: «Externamente si, señor obispo, pero ¿por dentro?». El obispo quiso ponerle a prueba, y dijo a los clérigos: «Cuando el abad Moisés se adelante hacia el altar, arrojadle fuera y seguidle, para que oigáis lo que dice». Lo echaron fuera diciéndole: «¡Vete de aquí, etíope!». Y él salió diciendo: «Te está bien empleado, negro asqueroso. Si no eres hombre, ¿por qué te has atrevido a aparecer entre los hombres?». (Apotegmas de los Padres del Desierto, pp. 252-253).

Hacia el año 395, a la edad de 75 años dejó esta vida en un modo violento y martirial. Bandidos idólatras de la tribu beréber de los mazicos penetraron en su gruta y lo mataron a cuchilladas, dando así su alma a Dios. Antes de esto, los hermanos estaban, un día, sentados alrededor del abad Moisés, y éste les dijo: «Los bárbaros van a llegar hoy a Scitia, levantaos y huid». Y ellos le dijeron: «Y tú, Padre, ¿no huyes?». Y respondió: «Yo, hace mucho tiempo que espero este día, para que se cumpla la palabra de Nuestro Señor Jesucristo, que dice: “Todos los que empuñan la espada, a espada perecerán”». (Mt. 26,52). Los hermanos le dijeron: «No huiremos. Moriremos contigo». Y él les contestó: «Eso no es asunto mío. Cada uno vea lo que debe hacer». Estaban con él siete hermanos y le dicen: «Los bárbaros han llegado». Y en un momento los mataron. Uno de los hermanos, sin embargo, atemorizado huyó y se escondió detrás de un montón de esteras de palma y vio siete coronas que bajaban y coronaron al abad Moisés y a los seis hermanos que murieron con él.
  
La Iglesia, con el modo de vida que ofrece, con la terapia de la virtud, de la oración y de los sacramentos, transforma a las cabras y los lobos en ovejas y corderos sin mancha. Cambia al orgulloso en humilde, las prostitutas y los adúlteros en sabios, y a los asesinos y ladrones en santos.

2 comentarios:

  1. Parece ser por lo que he leído que en el norte de África no había gente de raza negra al principio del cristianismo, eran de otra raza, tal vez más al estilo árabe pero no negros como ahora.

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    1. Si se mira solo al Antiguo Egipto, ha habido entre los siglos XVIII-XIX debate entre los científicos e historiadores sobre a qué raza pertenecían, pero actualmente se tiene consenso en que eran casi como la población actual de dicha nación (mientras más al sur, más oscura la gradación –recordar que existían Nubia, Kush y Etiopía, naciones mencionadas también en la Biblia–), por lo que aplicarles la dicotomía blanco/negro es reducir tan vasta situación problémica a términos simplistas.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)