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sábado, 13 de marzo de 2021

DÍA TRECE DEL MES, EN HONOR A SAN HIPÓLITO MÁRTIR

Tomado de la Novena a San Hipólito Mártir, del padre José Mariano de Gronda SJ, publicada en México por Don Luis de Abadiano y Valdés en 1844.
  
DEVOCIÓN DEL DÍA TRECE DEL MES, EN HONOR AL GLORIOSO MÁRTIR SAN HIPÓLITO
    
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
     
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús amabilísimo, Hijo unigénito del Padre, resplandor de su gloria, imagen viva de su substancia, rey de todos los mártires, tú mas que todos ellos padeciste en tu adorable humanidad. Para obrar nuestra redención hubiera sido suficiente derramar una lágrima, lanzar un suspiro, hacer una breve oración, como que cualquiera obra tuya era de infinito valor; mas si esto solo era bastante para nuestro rescate, tu inmensa bondad no lo reputó suficiente a satisfacer al amor con que te dignaste de amarnos. Te sujetaste, pues, para hacer de él pomposo alarde, a una vida la más penosa, a una pasión la más sangrienta, y a una muerte la más amarga. ¡Oh amor incomprensible! ¿Y como a vista de él podré yo desconfiar de alcanzar perdón de mis culpas de un Redentor tan amoroso? Lo espero firmemente; y animado de esta confianza, me postro al pie de tu santa cruz: detesto las ofensas con que he agraviado a tu bondad, y con que, cuanto es de mi porte, he renovado tu pasión: propongo seriamente no volver a ofenderte: y por los méritos de esa pasión misma te pido me perdones. Perdón, Señor, perdón.
    
ORACIÓN A DIOS NUESTRO SEÑOR
Señor bondadosísimo, Señor poderosísimo, cuya bondad, cuyo poder brilla tanto en vuestros amados electos: ¡cuánto hicisteis resplandecer estos divinos atributos en vuestro siervo el glorioso HIPÓLITO, de quien en este día haga una devota memoria! Vuestra bondad lo sacó de las tinieblas del gentilismo, ilustrando su mente con los prodigios admirables que vio obrar al grande Lorenzo: le agregó al número de vuestros fieles por medio del bautismo, que este Levita le confirió: quiso en fin honrarle, alistándole en las banderas del purpureo escuadrón de vuestros campeones ilustres, y adornando sus sienes con la brillante aureola de vuestros mártires esforzados. Vuestro poder se agradó en revestirle de una fortaleza tan invencible y tan heroica que no fueron bastantes para apartarle de la fe que acababa de recibir los tormentos mas crueles que en su cuerpo sufrió, ni el espectáculo doloroso de las sangrientas muertes que vio sufrir a su familia. Yo ensalzo, Señor, vuestra bondad: yo magnifico vuestro poder: yo os rindo gracias afectuosas, porque maravillosamente los hicisteis resplandecer en vuestro siervo el glorioso HIPÓLITO: y por sus méritos os suplico hagáis en mí de ellos una gloriosa ostentación de vuestra bondad, librándome de todo mal; de vuestro poder, fortaleciendo mi alma contra todas las tentaciones; y de uno y otra, haciendo que en la tierra viva una vida santa, y después en el Cielo goce dichosamente de una gloriosa eternidad.
   
Rezaremos un Padre nuestro en acción de gracias a Dios por estos favores, que hizo su poder y bondad al gloriosísimo San Hipólito.
   
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Reina de los ángeles, Madre y Señora de los hombres, Emperatriz de todo el mundo, Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo: tú eres el tesoro de Dios, tú la tesorera de sus gracias, tú la mano por donde nos vienen todos los bienes que Él nos hace. Luego has tenido parte en las felicidades de que ha gozado el grande HIPÓLITO. Por tanto, eres digna de que haga yo de ti una dulce memoria al tiempo mismo que a él le obsequio. Glorifícote pues, en él: e interponiendo su mediación, imploro tu clemencia, tu patrocinio, tu favor para todas mis necesidades, para el tiempo todo de mi vida, y para el momento terribilísimo de mi muerte.
   
Rezaremos un Ave María que ofreceremos a la Señora por las manos de este gran Siervo.
   
ORACIÓN A SAN HIPÓLITO
Gloriosísimo HIPÓLITO, valeroso soldado del Rey inmortal de los siglos, ¡con qué heroicidad de ánimo peleaste por tu Rey! No temiste la cara cruel de Valeriano, a cuya presencia con santa intrepidez confesaste al dulce Jesús. No te acobardaron los semblantes sañudos de los verdugos que te afligieron. No hicieron mella en la roca de tu gran fe la piedra con que quebrantaron tu boca, las crueles varas con que te molieron el cuerpo, los cardos y espinas con que te rasgaron las carnes. No te hizo bambolear el sangriento espectáculo de tu nutriz Concordia muerta a tu vista al rigor de duras plomadas, ni el de tu querida familia toda degollada en tu presencia. A pesar de tantos tormentos con que el impío tirano pretendió hacerte desertar del estandarte de tu Señor, te mantuviste fiel en tu milicia y religión hasta firmarla con tu sangre, arrastrado de cuatro potros, y despedazado cruelmente en un campo, que para ti y para tu amada familia lo fue ciertamente de honor. ¡Oh constancia invicta! ¡Oh valor admirable! ¡Oh vivísima fe! Glorioso HIPÓLITO, alabo estas prendas de que la gracia te adornó; y te suplico me alcances del gran Rey, por cuyo honor peleaste y para cuya gloria venciste, una firmísima constancia en la adorable fe que en el bautismo recibí. Extiendo a más mis súplicas. Ruega al Señor, bendito HIPÓLITO, que la fe se propague, que la religión triunfe, que la Iglesia sea consolada, y que la noble México, que te venera como a patrón, goce por tu favor todas aquellas prosperidades que sean para gloria de Dios. Amén.
   
Rezaremos un Credo, confesando la fe que San Hipólito defendió.
   
GOZOS
   
Hipólito, pues patrón
Eres tú de esta ciudad:
Yo ocurro a tu caridad:
Yo imploro tu protección.
    
Al gran Jesús conociste
Con dicha maravillosa,
Por tanta obra prodigiosa
Que hacer a Lorenzo viste:
El Bautismo recibiste
De mano de este campeón: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
    
El impío Valeriano, 
Luego que lo sabe, injusto
Te manda prender, adusto
Te hace atormentar, insano:
Golpeó con piedra cruel en mano
Tu boca, sin compasión: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
    
Tu cuerpo santo azotaron
Con varas manos ferinas;
Y con cardos, con espinas
Tus carnes tiernas rasgaron:
Pero a vencer no llegaron
Tu invencible corazón: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
    
A Concordia tu nodriza,
Azotan en tu presencia
Con tal rigor e inclemencia,
Que en el tormento agoniza:
Mas esto no atemoriza
A tu fe, a tu religión: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
   
Tu familia numerosa,
De ti tiernamente amada,
A tu vista es degollada
Por sentencia rigurosa:
En tu constancia asombrosa
Tampoco esto hizo impresión: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
     
A cuatro potros atado 
Te arrastran con furia ardiente 
Por un campo; y finalmente 
Mueres todo destrozado: 
¡Alma feliz! ya has volado 
A morar en la alta Sion: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
    
Tus méritos relevantes 
Gozan ya en trono lucido 
Del premio que has merecido 
Con tantos triunfos brillantes: 
No olvides tú a tus amantes, 
que buscan tu mediación: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección. 
   
Hipólito, pues Patrón
Eres tú de esta ciudad: 
Yo ocurro a tu caridad, 
Yo imploro tu protección.
   
ORACIÓN
Oh Dios, que nos regocijas con los méritos e intercesión de tu bienaventurado mártir San Hipólito, concédenos propicio que, cuantos por él buscamos tus mercedes, consigamos el don de tu gracia. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
      
Un sudario por las benditas Animas del Purgatorio:
Señor Dios, que dejaste las señales de tu Pasión Santísima en la Sábana Santa, en la cual fue envuelto tu Cuerpo Santísimo, cuando por José fuiste bajado de la Cruz concédenos, ¡oh piadosísimo Señor!, que por tu muerte y sepultura santa, y por los dolores y angustias de tu Santa Madre María, Señora Nuestra, sean llevadas las almas del Purgatorio a la gloria de la Resurrección, donde vives y reinas con Dios Padre, en unidad del Espíritu Santo, por todos los siglos de los siglos.
   
Sea mil veces sobre centenares de millones de veces alabado, glorificado, y ensalzado el Santísimo Sacramento del Altar en los Cielos y en la tierra, y la Reina de los Ángeles y hombres María Santísima concebida sin pecado original desde el primer instante de su animación Santísima. Amen.
   
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)