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lunes, 26 de julio de 2021

MES EN HONOR A SANTA ANA (DÍA 26)

Recopilado por el P. Dr. Vicente Alberto Rigoni, Cura Párroco de Santa Ana en Villa del Parque (Buenos Aires), el 12 de Mayo de 1944. Tomado de RADIO CRISTIANDAD.
    
DÍA VIGESIMOSEXTO
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios os salve, ¡oh gloriosa Santa Ana, cuyo nombre significa la gracia de la que fuiste por Dios llena, gracia que distribuís a vuestros devotos. Nosotros, postrados a vuestros pies, os rogamos que aceptéis estos humildes obsequios con los cuales pretendemos honraros, como a madre de nuestra amantísima Madre y Reina y como abuela de nuestro dulcísimo Redentor Jesús. Y Vos, en señal de que os agradan nuestros homenajes, libradnos del maldito pecado alcanzándonos la gracia de modelar nuestra vida conforme a vuestros ejemplos, y obtenednos luz, fervor y constancia para que con la meditación que vamos a hacer, crezcamos en virtud y seamos más y más gratos al Señor. Amén.
     
MEDITACIÓN: Vida Privada de Santa Ana.
Santa Ana, después de dejar en el templo su tesoro, su delicia, su corazón, regresó a Nazaret con su dulce esposo, viviendo con él como si fuesen una sola alma e imitando el uno las bellas virtudes del otro. Después de Dios, su pensamiento era María.
   
La vida de recogimiento es la característica de los Santos. Entre sus varias ocupaciones saben tener el corazón y el alma siempre elevados a Dios y Dios con su amor les da ánimo y fuerzas para vencer las más graves dificultades y las más duras pruebas. Santa Ana completamente contenta de haber cumplido lo que de Ella quería el Señor, pasaba sus días llevando vida del todo oculta en compañía de su Santo Esposo estando con Él unida en el deseo, en el afecto, en el corazón.
   
En aquel recogimiento, perfeccionábase el alma para la glorificación, la cual debía obtener después del tránsito y del triunfo de Jesucristo, su divino Nieto. Así oculta, su corazón siempre estaba con Dios, pensaba en Él, le amaba, por Él palpitaba, vivía exclusivamente para Él.

Si nos fuera posible levantar el velo que cubría aquella vida íntima, veríamos un magnífico ramillete de actos de sacrificio, mortificación, de humildad, de deseo ardiente de unirse a Él.
    
Verdad indiscutible es que sólo en el recogimiento, Dios se revela a las almas.
    
Ahora, aprende, ¡oh cristiano!, cómo la vida del justo está toda sembrada de trabajos;  mas ellos son, decía la Virgen a la Venerable de Agreda, los juicios justificados en sí mismos, más preciosos que el oro y la plata, más dulces que el panal y la miel.
    
¿Qué harías de la espiga si no fuese separada de la paja y triturada en el molino?;  ¿qué de la uva si no fuese exprimida en la prensa? Las tribulaciones purifican y subliman al justo, lo despojan de todo amor terrenal y lo llenan de viva confianza en el Señor.
    
Las tribulaciones son también necesarias a los pecadores, porque en el crisol de la tribulación se purga el alma de la escoria y de las manchas del pecado. ¡Dichoso tú, cristiano, si sabes sacar provecho de los indispensables trabajos! Para sostenerte en este camino, levanta la vista al autor y consumador de la fe, Jesús, suspendido en la cruz y reflexiona que los padecimientos presentes nos son merecedores de la gloria que Dios te prepara. Aquellos pasan, y la gloria es perdurable.
   
EJEMPLO: La gran sierva de Dios Sor Ana de San Agustín nos asegura que la Santa asiste, provee y favorece continuamente a sus devotos.
    
Habiendo ella comenzado la edificación de un templo junto a su monasterio, se encontró sin medios para terminarlo. Se dirigió con plena confianza a Santa Ana, de la cual era devotísima, empeñándola a procurarle los socorros necesarios.
     
La potentísima Santa Ana prontamente la atendió. Una persona desconocida trajo al monasterio la cantidad necesaria para terminar el templo. También en otras críticas circunstancias en que se encontró el monasterio, la venerable hermana experimentó la poderosa protección de su celestial Protectora, de aquí que la amó, la hizo amar y la tuvo siempre propicia.
    
Al lecho de su agonía fue oída exclamar muy contenta: “Santa Ana querida, heme aquí vengo: conducidme a Jesús y a María”.
   
OBSEQUIO: Recojámonos por unos minutos y examinemos cuál sea nuestra constancia en la devoción a Santa Ana.
   
JACULATORIA: Dulcísima Santa Ana, dadnos espíritu de recogimiento.
   
ORACIÓN
¡Oh, generosa Santa Ana!, que para ser siempre agradable al Señor debíais soportar la prueba de muchos y variados trabajos. De la grande ignominia de la esterilidad pasasteis a la amarga separación de vuestra amabilísima Hija; y de ésta, al cruel pensamiento de quedar abandonada; ¡oh, mi amada Patrona!, por aquella resignación que en todo tiempo os hizo invicta  y gloriosa, haced que aprenda cuán rico y deseable es el tesoro de los sufrimientos, y cuan afortunadas son las almas que se someten a duras pruebas, glorificando al Señor. Así, resignadamente, pasando por muchos trabajos llegaré seguro al reino de los cielos. Amén. Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
    
℣. Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Ana.
℞. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
        
ORACIÓN
Oh Dios, que te dignaste conceder a Santa Ana la gracia de dar al mundo a la Madre de Vuestro Unigénito Hijo, haz, por tu misericordia, que nos ayude junto a Ti la intercesión de aquélla cuya fiesta celebramos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)