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lunes, 23 de mayo de 2022

SI Nostra Ætáte HUBIESE VERSADO SOBRE EL DIABLO…

Traducción del artículo publicado en NOVUS ORDO WATCH. Imagen tomada de internet.
    
Parodia de la declaración deuterovaticana ‘Nostra Ætáte’…
SI EL VATICANO II HUBIERA PUBLICADO UN DOCUMENTO SOBRE EL DIABLO, ASÍ ES COMO SE LEERÍA…
  
    
Probablemente el documento más chocante de todos los 16 del Concilio Vaticano II (1962-65) es su “Declaración sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas”. Tomando las primeras palabras del texto latino original, viene el título Nostra Ætáte, el cual básicamente significa “en nuestra era” o “en nuestro tiempo”.
   
Aunque la declaración es atípicamente corta, contiene errores espeluznantes y ambigüedades evidentemente contrarias al magisterio católico pre-conciliar. Entre estos está la afirmación que «en el Hinduismo los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y confianza» (Nostra Ætáte, n. 2).
   
Otro planchazo monumental es la insistencia de la declaración que «no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras» (n. 4), cuando eso es por supuesto precisamente lo que se deduce de la Escritura (ver Mat. 21, 43; 27, 25; Rom. 11; 2 .ª Tim. 2, 12; 1.ª Juan 4, 3; 2.ª Juan 7).
    
Nostra Ætáte incluso tiene la osadía de afirmar: «La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones [no cristianas] hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (n. 2).
   
Cuán diabólicos y absurdos son los errores del Vaticano II respecto a la relación de la Iglesia Católica con las otras religiones, es quizá mejor ilustrado por una pieza satírica que fue compuesta hace muchos años por un autor desconocido. Intitulada “Nostra Ætáte Parte 2: Declaración sobre la relación de la Iglesia con Satanás”, el texto es una parodia excepcionalmente bien hecha de Nostra Ætáte y en efecto, de la dicción y estilo del Vaticano II en general.
    
El texto de la parodia, que hemos modificado y expandido un poco, puede encontrarse abajo, junto con un enlace al original.

INVESTIGADORES BASADOS EN CHICAGO REVELAN PORCIÓN PREVIAMENTE INÉDITA DE Nostra Ætáte, EL DOCUMUENTO DEL VATICANO II SOBRE LAS RELACIONES INTERRELIGIOSAS
 
El señor Hugh Moore, Director ejecutivo de la Fundación San Lafadis en Chicago anunció hoy en una conferencia de prensa el descubrimiento de una versión previamente inédita de Nostra Ætate, la declaración del Vaticano II sobre las relaciones interreligiosas. En Alemania, un cardenal ecuménico que prefirió no dar su nombre dio fantasmagóricos elogios al documento recién descubierto, llamándolo «un descubrimiento en el viaje de la Iglesia Católica hacia la reconciliación plena de sí misma con los muchos dones que aquellos que rechazan a Cristo traen a nuestra herencia cultural».
   
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NOSTRA ÆTÁTE (Parte II): Declaración sobre la relación de la Iglesia con el Diablo
   
En nuestra época, en la que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a Satanás, anteriormente llamado Lucifer.
   
Cuando Dios creó a los ángeles, Él designó a Lucifer, cuyo nombre significa “portador de luz”, el “querubín ungido” sobre el paraíso (Ezeq. 28, 14). Puesto que “los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rom. 11, 29), se sgue que, en virtud de su oficio original, el diablo gozará siempre de un lugar y dignidad especial ante Dios, y por ende los hombres deberán mostrar respeto hacia él en todo tiempo. De hecho, ni siquiera el Arcángel Miguel se atrevió a acusarlo de iniquidad (ver Judas 8-9).
   
El Apóstol Santiago nos recuerda que el diablo todavía posee la fe, algo que ni siquiera todos los hombres poseen (ver Santiago 2, 19; cf. 2.ª Tes. 3, 2). De hecho, no fue Pedro o cualquiera de los Apóstoles quienes primero reconocieron y confesaron la identidad de Jesús, fue el diablo y sus demonios quienes testificaron de esta (ver Mat. 4, 1ss.; 8, 29; Marcos 1, 24). Por tanto, Satanás ha retenido un profundo sentido religioso, el cual es manifestado también en sus esfuerzos para establecer instituciones religiosas alrededor del mundo.
   
Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con el diablo. Este vínculo es muy puntualmente observado en la naturaleza angélica del diablo. La Iglesia de Cristo reconoce que en el plan de salvación de Dios el comienzo de su fe y elección debe encontrarse en los ángeles que fueron la primera de todas las creaturas racionales de Dios (cf. Job 38, 7). Ella también profesa que en la resurrección todos los fieles de Cristo serán “como los ángeles” (Mat. 22, 30).
   
Muchos de los primeros Padres, incluyedo Orígenes, San Gregorio de Nisa, San Máximo el Confesor, Dídimo el Ciego y Evagrio Póntico, especularon que el diablo sería un día restaurado a su lugar original en el Cielo.
   
¿La Iglesia no debería compartir esta esperanza? ¿No al menos resonará una cuerda profunda dentro del espíritu humano, experimentada por todas las personas de buena voluntad, sin importar cuán dispersas puedan estar por el mundo?
   
La Iglesia no rechaza nada de lo que en el diablo hay de santo y verdadero. Considera altamente su naturaleza, oficio, fe y dignidad. Aunque difiera con él en muchos puntos de doctrina, sin embargo él refleja frecuentemente un rayo de esa verdad que ilumina a todas las criaturas de Dios. De hecho, aún hoy él se “transforma en un ángel de luz” (2.ª Cor. 11:14), reflejando así la bondad inherente de la creación primordial (cf. Gén 1:3-4).
   
Por consiguiente, todos los cristianos no pueden impedir reconocer, guardar y promover las verdades espirituales y morales halladas en la persona del diablo, mientras incesantemente testifican gozosamente su propia fe y modo de vida.
   

1 comentario:

  1. Sobra recordar a los tartufos que este texto es una PARODIA (imitación burlesca), pero sabiendo lo que fue el Vaticano II, es plausible que a ellos les faltó tiempo e imaginación para llegar a un resultado semejante.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)