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lunes, 26 de diciembre de 2022

LOS DESASTRES NATURALES, Y LA TRANSGRESIÓN A LOS MANDAMIENTOS

Traducción del artículo publicado por Isabella Spanò en RADIO SPADA.
  
Nota de Radio Spada: con este artículo la pluma aguda y profunda de Isabella Spanò continúa su colaboración con Radio Spada. Se muestra hacia apariciones, locuciones y eventos sobrenaturales la misma actitud y prudencia que usa la Iglesia. (Piergiorgio Seveso, FF Presidente SQE de Radio Spada).
   
TRANSGRESIONES A LOS MANDAMIENTOS Y EXPOSICIÓN A LAS CATÁSTROFES
Por Isabella Spanò
  


El enésimo deslave ruinoso que ha golpeado el territorio italiano –el de Isquia, fuertemente deslavada el 5 de Noviembre de 2017– ha hecho reemerger, por otra tanta enésima vez, la ineludible pregunta: ¿las catástrofes naturales son un castigo de Dios por los pecados?
 
Roberto de Mattei había suscitado muchas polémicas cuando, a propósito del terremoto de 2011 en Japón, había sostenido la tesis de la punición divina en el origen de los cataclismos.
  
El padre Daniele Di Sorco (FSSPX), comentando tales declaraciones [1], escribió:
«los eventos naturales –sean faustos o infaustos– dependen en última instancia de la causalidad divina, que puede permitir el mal en vista de un bien mayor. Tal mal puede configurarse también (no solamente) como un castigo, una admonición, no dirigida a las personas involucradas, como si esas solamente fuesen pecadoras, sino a la humanidad en general. Que la raíz moral sea el pecado, en el sentido que es el pecado original para haber señalado el ingreso del mal en el mundo, es el dogma fundamental de la fe católica. De otro modo, debemos considerar que el mal fue positivamente querido por Dios, lo cual repugna».
Y ha agregado:
«Si la muerte, raíz y esencia del mal moral, es consecuencia del pecado, y precisamente del pecado original, no se ve por qué razón el mal físico debería depender de otras causas; ni se ve por qué las calamidades individuales y colectivas no puedan ser concebidas también en la perspectiva de un castigo, a la luz de los principios teológicos que hemos expuesto antes. Por demás, el Antiguo Testamento redunda de castigos positivamente permitidos por Dios con miras a la conversión de su pueblo o de alguna persona en particular, o aún como ejemplo para dejar a los postreros. Algunos han objetado que el Nuevo Testamento modificaría radicalmente esta concepción. Pero semejante modo de pensar traiciona una noción errónea tanto del valor de la revelación mosaica como de la relación entre esta y el mensaje evangélico. Los libros del Antiguo Testamento, de hecho, son divinamente inspirados, al igual que los del Nuevo. […] El Antiguo y el Nuevo Testamento no son opuestos, sino complementarios. Ponerlos en contraposición en cuanto a la sustancia de la doctrina, significa caer en el error de los antiguos gnósticos, los cuales llegaban a sostener que el Dios veterotestamentario era distinto al Dios neotestamentario».
En efectos, la Biblia está llena de historias que describen cómo Dios ha mostrado en concreto Su juicio sobre personas y sobre naciones que han desobedecido a Sus enseñanzas. Ejemplos emblemáticos son el diluvio universal, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la invasión de la Babilonia y la deportación del pueblo hebreo, o la pestilencia en Egipto después de negarse a liberar al mismo pueblo hebreo.
  
La continuidad de tales advertencias entre el Antiguo y Nuevo Testamento es parte de la auténtica doctrina católica. No considerar, por otra parte, que el Señor pueda intervenir directamente en los eventos humanos para realizar su propia Suma Voluntad, y por tanto también con finalidades pedagógicas, hace parte de las proposiciones condenadas en el Sýllabus, precisamente la segunda, que reza –erróneamente, apunto–: «Dios no ejerce ninguna manera de acción sobre los hombres ni sobre el mundo».
  
Y si bien a tantos eventos de presunto origen sobrenatural puede ser concedida la sola fe humana, permanece sin embargo verdadero que han señalado la Historia hechos llamativos a los que con mucha dificultad un católico puede negar una derivación celestial.
  
Entre estos hechos, muchas son las creíbles apariciones de la Virgen, la cual no pocas veces ha declarado el nexo entre el pecado y el castigo expresado en catástrofes naturales.
  
Por ejemplo, la Virgen en La Salette, el 19 de Septiembre de 1846, ligó la carestía recién caída en la región a la inobservancia del tercer mandamiento: «Acuérdate de santificar las fiestas». La Virgen Santa, de hecho, dijo a los pequeños Melania y Maximino:
«Os he dado seis días para trabajar; me he reservado el séptimo, y no me lo queréis conceder. ¡Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo! […] Si la cosecha se pierde, sólo es por vuestra culpa. Os lo hice ver el año pasado con las patatas, ¡y no hicisteis caso! Al contrario, cuando las encontrabais estropeadas, blasfemábais, metiendo en medio el nombre de mi Hijo. Van a seguir pudriéndose, y este año, por Navidad, no habrá más… […] ¿No comprendéis, hijos míos? Os lo voy a decir de otra manera: Si tenéis trigo, no debéis sembrarlo. Todo lo que sembréis, lo comerán los bichos, y lo que salga se quedará en polvo cuando se trille. Vendrá una gran hambre. Antes de que llegue el hambre, a los niños menores de siete años les dará un temblor y morirán en los brazos de las personas que los tengan. Los demás harán penitencia por el hambre. Las nueces saldrán vanas, las uvas se pudrirán […] Si se convierten, las piedras y las rocas se cambiarán en montones de trigo y las patatas nacerán por sí solas en los campos».
Son palabras de la Santísima Virgen, también muyu conocidas, aunque demasiado olvidadas.
  
Pero aquello que, en cambio, muchos no saben. es que eel discurso de La Salette a propósito de las consecuencias del olvidado respeto del tercer mandamiento tiene un precedente histórico en Italia. En la provincia de Chieti, en una localidad de Casalbordino después denominada Miracoli (Milagros), de hecho, el 11 de Junio de 1576 María Santísima había aparecido a un anciano campesino, Alejandro Muzio, como está anotado en un antiguo documento parroquial por su hijo el padre José Muzio (se presenta al calce del documento en lingua vernácula original), pidiendo respetar el tercer mandamiento. El día anterior, en realidad, se elevó una tremenda tempestad que había destruido todas las cosechas. La Virgen se mostró al hombre mientras este se estaba dirigiendo a controlar su propio campo y lo exhortó a ir a referirle al arcipreste predicar la observancia de los días festivos, porque a veces Jesús manda sobre la tierra «granizos, tempestades y vientos nocivos» por estas inobservancias. El episodio fue tan llamativo, y acompañado de tantos hechos prodigiosos, que en aquel mismo lugar de la aparición fue edificado el Santuario de la Virgen de los Milagros, que también ha dado a la localidad su actual denominación. En el siglo XIX, gracias a la intervención del benedictino P. D. Idelfonso Tiberio, se inició a preparar la coronación de la Virgen de los Milagros. El arzobispo de Chieti de la época, el capuchino Mons. Roque Cocchia, obtuvo el permiso necesario y el 11 de Junio de 1899 puso pues una corona de oro a la venerada efigie.
   
Nuestra Señora de los Milagros (Casalbordino-Miracoli, Chieti)
  
Con todo esto, queda demostrado que anteponer el trabajo y la ganancia a la alabanza debida a Dios, lejos de permitir producir más, comporta inevitablemente destrucciones también en el plano material.
  
¿Y los demás mandamientos? Es lícito y consecuente pensar que también para las otras transgresiones el hombre atrae sobre sí la ira de Dios. Pero hoy demasiadas preocupaciones, ¡ay!, omite recordar estos conceptos elementales. Con muchas nefastas consecuencias.



Del documento parroquial que contiene el relato de la aparición en Miracoli (Libro único de los bautizados, muertos, matrimonios y confirmados de 1601, parroquia de San Salvador de Pollutro):
«Yendo Alejandro Mutio de Pollutro, anciano de alrededor de setenta años, hombre estimado en bien, de buena vida y temeroso de Dios, en día lunes, feria segunda del santo Pentecostés, once de Junio y fiesta de San Bernabé en el año 1576 antes de la celebración de la Misa con la corona en mano, rezando y diciendo una tercera parte del Rosario, siendo en ello muy devoto, para ver su campo de trigo, sembrado en el Llano del Lago, territorio de Casalbordino, y estando casi cercano a dicho campo, oyó sonar la campana de dicha tierra de Casalbordino, que se elevaba el Santísimo Sacramento del Cuerpo de Nuestro Señor en la santa Misa se arrodilló devotamente para adorar aquel Santísimo Sacramento como cristiano diciendo: “Oh Señor y Redentor de la generación humana, que descendiste del Cielo para tomar carne humana en el vientre de la gloriosísima Virgen María tu Madre santísima, y mi principalísima abogada por acto de verdadera caridad, solo para redimir el género humano, tened compasión de mí, infeliz pecador”. Pronto en aquellas palabras aparecióle la Madre de Gracia y de Misericordia diciéndole: “Oh mi devoto, no dudes, sabe que ayer en la tarde mi Hijo unigénito por los muchos pecados que se cometen cotidianamente por los cristianos había determinado destruir todo el mundo con el granizo y las tempestades ya que en ese día a hora de las vísperas se mudó el tiempo con grandísimo viento, lluvia y granizo, que se esperaba que todos los sembrados se perdieran, sobreviniéndole, oh devoto mío, ve alegremente a vuestro campo que no tiene daño ninguno, vuelve después, y dile a vuestro Arcipreste que haga observar los días festivos, que por tal causa, a veces mi Hijo manda sobre la faz de la tierra granizos, tempestdes y vientos nocivos”; dicho esto, desapareció. Relató él que cuando apareció, aquel bosque estaba lleno de esplendor y luz, y en ese lugar, donde la Reina de los Cielos se presentó, quedó seco, estando el terreno fangoso y bañado por el agua del día anterior; dicho anciano se puso en pie todo alegre y contento, y fue a dicho campo de trigo, donde no encontró daño alguno, y después volvió a la tierra de Pollutro no regresando a su casa, y fue a buscar al dicho arcipreste, que por nombre se llamaba Don Mariano Diddono de la tierra de Latessa, a cuyas palabras dio crédito, y pronto fue avisado el Muy Reverendo Vicario de Arbona en aquel tiempo en Lanciano llamado Don Juan Tomás Mancino, hombre de grandes letras, y doctor sabio y prudente, y escrítole el caso sucedido, pronto sin dar demora, se vino a pedir información de la vida de dicho Alejandro, y se examinó a las gentes de Pollutro y también de Casalbordino, y certificado de la buena vida, reconoció también el lugar seco, donde estuvo la Virgen Santísima, y dio orden se le fabricase la Iglesia en su honor, siendo el primero en poner la piedra, creando los procuradores Jerónimo de Jerónimo y Juan Fatalone de dicha tierra de Casalbordino, los cuales en breve tiempo, y en el mismo año hicieron fabricar una pequeña iglesia con altarcito e imagen de dicha gloriosísima Virgen María, y al pie de esa imagen estaba dicho Alejandro, como al presente está, aunque después dicha Iglesia fue engrandecida, elevado el altar mayor, pintándose bellísimas figuras, además de los otros dos altares del Carmen y de Constantinopla, y otros ornamentos, donde florece la devoción y milagros por virtud de esta gloriosísima Virgen, la cual sea siempre propicia y abogada para sus devotos. Don José Mutio hijo de dicho Alejandro, sin ficción he escrito dicho suceso de propia mano».
NOTA
[1] https://sursumcorda-dominum.blogspot.com/2011/04/il-terremoto-di-de-mattei-o-del-sisma.html

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)