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martes, 18 de julio de 2023

MONTINI SIEMPRE QUISO MUTILAR EL SALTERIO

Por Matthew P. Hazell (Twitter).
   
Sobre la censura del Salterio, la culpa era casi totalmente de Pablo VI. Tanto los consultores y miembros del Consílium votaron en numerosas ocasiones a favor de mantener completo el Salterio en el Oficio revisado. Pablo VI los ignoró.
   
El Sínodo de los Obispos de 1967 votó abrumadoramemte para mantener completo el Salterio en el Oficio revisado: 117 placet, 25 non placet, 31 placet juxta modum. Pablo VI los ignoró también.
   
Parecería ser cierto que Bugnini, habiendo adjuntado sus propias observaciones al voto final del Consílium a favor de mantener todo el salterio, tuvo que ver con que Pablo VI mantuviera su decisión. Igualmente, sin embargo, también parece ser cierto que Pablo VI ya tenía hecha su opinión sobre censurar el salterio años antes de siquiera ser elegido Papa.
  
Durante las discusiones del borrador de la constitución sobre la liturgia en la Comisión Preparatoria Central para el Vaticano II, la posibilidad de omitir ciertos salmos del Oficio fue mencionada por el cardenal Ernesto Ruffini Gentilini (Acta et Documénta Concílio Œcuménico Vaticáno II Apparándo, série secúnda, vol. II, 5.ª sesión – 30 de Marzo de 1962, pág. 338; negrillas y subrayado fuera del texto. Ruffini cita el Salterio de Béa):
  

TRADUCCIÓN:
«Cardenal RUFFINI: Pág. 9, 5 al n. 71: Los salmos pueden distribuirse por tiempos más largos; pero, aprovechando la oportunidad, quisiera rogar que en el rezo del Breviario se omitan los salmos imprecatorios (Sal. 55, 58, 83, 109, 129, 137 y 140) o por lo menos los versículos que contienen las imprecaciones. Casi todos los salmos son admirables con diferencia; y ningún pueblo, excepto el pueblo hebreo, jamás tuvo poetas tan sublimes: hay himnos magníficos, plegarias conmovedoras, cantos históricos en los cuales se refleja principalmente la Providencia divina; y otros son mesiánicos, que celebran la expectación de Cristo. Pero poquísimos, los arriba enunciados, son llamados imprecatorios: por ejemplo el salmo 58: «Oh Dios, ayúdame, haz que me ría de mis enemigos. Dios, mátalos… Piérdelos en tu ira, piérdelos, para que no existan», el salmo 83: «Dios mío, hazlos semejantes a las hojas llevadas por el viento… persígalos tu tempestad y atérralos con tu ira», y el salmo 108: «Que él salga condenado en el juicio, y su súplica sea írrita. Que se hagan pocos sus días, y su cargo lo reciba otro. Que sus hijos sean huérfanos, y viuda su mujer, etc.».
   
De hecho, todos estos pueden explicarse en la escuela exegética, pero casi todas las personas no lo entienden bien y son malsonantes.
    
También opino que se debe omitir la oscuridad que se manifiesta en algunos salmos sobre la vida futura. Por ejemplo, el salmo 6: «Vuélvete, Señor, porque en la muerte no hay quien te recuerde: ¿quién en los infiernos te alabará?».

O el salmo 88, 11-13: «¿Quién proclamará tu bondad en el sepulcro, y tu fidelidad en los infiernos? ¿Quién manifestará tus maravillas en las tinieblas, y tu gracia en la tierra del olvido?».

La ley de la crencia establece la ley de la oración. Nadie ignora que la divina revelación no fuese plena en el Antiguo Testamento; sino que creció poco a poco hasta Cristo. Los Salmos que he mencionado anteriormente son ciertamente de inspiración divina, pero corresponden a la etapa aún incompleta de la Revelación».
   
En el curso de la discusión de la Comisión, el cardenal Montini mencionó específicamente que coincide con la sugerencia de Ruffini sobre la omisión de ciertos salmos (Ídem, pág. 361; negrillas y subrayado fuera del texto):
   
   
TRADUCCIÓN:
«Cardenal MONTINI: Placet juxta modum: específicamente en cuanto a la sustancia, atendiendo principalmente a las animadversiones presentadas por los Eminentísimos cardenales [Eugène] Tisserant, [Paul-Émile] Léger y [Gregorio Pedro XV] Agagianian, y a la mención hecha por el cardenal Ruffini en el esquema sobre el culto a la Bienaventurada Virgen María y a la omisión de los salmos deprecatorios en el Oficio Divino».
   
Parece claro, entonces, que Bugnini estaba empujando aquí una puerta entreabierta, pues Pablo VI ya pensaba que ciertas partes del salterio no eran adecuadas para la oración cristiana en la era moderna, y necesitaban ser expurgadas de la liturgia.
  
Cuando fue presentado a los Padres Conciliares el capítulo IV revisado de Sacrosánctum Concílium el 21 de Octubre de 1963, Mons. Joseph Martin, Obispo de Nicolet (Canadá) presentó la «relátio» (informe) explicando los distintos cambios hechos.
  
La posibilidad de omitir ciertos salmos del Oficio había sido presentada por algunos Padres, aun cuando la constitución litúrgica no hacía mención de esto. Y en su «relátio», el obispo Martin explica brevemente por qué la Comisión litúrgica del Concilio rechazó de plano la idea que ciertos salmos sean omitidos (Acta Synodália Sacrosáncti Concílii Œcuménici Vaticáni II, segundo período de sesiones, parte II, págs. 136-137; negrillas y subrayas fuera del texto):
    

TRADUCCIÓN
«Sin embargo, ha surgido otra cuestión respecto al Salterio, de no poca importancia, que no se deriva del texto original [de la Constitución]. Algunos de los Padres desean expurgar del Breviario aquellos salmos que expresan imprecaciones o venganza, o también aquellos que presentan insuficiente revelación sobre las postrimerías, o, de hecho los salmos históricos o los que “alientan menos la piedad”. Otros Padres rechazaron estas opiniones, y nuestra Comisión adhiere a este rechazo, porque todo el Salterio pertenece al tesoro de las Sagradas Escrituras, y también aquellas partes que no son entendidas completamente por nosotros ahora por la fragilidad y debilidad de nuestro intelecto. En tal selección arbitraria de salmos, se puede indulgir un ingenio “racionalista”; además tememos que nuestros hermanos, que se han separado de nosotros, tengan asombro por tal cosa. “Porque todo cuanto está escrito, fue escrito para nuestra instrucción” (Romanos XV, 4). De otro modo, tendrían que expurgarse aquellas partes de la sagrada liturgia, tomadas también del Nuevo Testamento, que hablan de estas mismas cosas».

De ahí que la intención del Concilio era facilitar el rezo del Salterio extendiéndolo a más de una semana (cf. Sacrosánctum Concílium, 91), ¡no remover completamente y en forma arbitraria ciertas partes del mismo por «ciertas dificultades psicológicas» (cf. Instrucción General de la Liturgia de las Horas, 131)! 

Adicionalmente, ellos estaban conscientes de las repercusiones que traería tal censura, como por ejemplo, las “formas breves” de las lecturas en el Leccionario.
   
Y es claro (y en vista del ambiente actual, fuente de controversia) que Montini impusiera su voluntad por encima de la intención del Concilio, contra el Sínodo de los Obispos, y contra la opinión mayoritaria del Consílium.
  
Y aunque el Papa Francisco ha criticado (oblicuamente) la censura de los salmos: «los salmos también han sido “censurados” y difícilmente hacemos nuestra la espiritualidad de la protesta» (Discurso en la Liturgia Penitencial con el Clero de Roma, 27 de Febrero de 2020), parece que la mayoría de la Iglesia tendrá que vivir en el futuro previsible con la opinión personal de Pablo VI que el Salterio romano debía ser deformado, opinión mantenida por la lógica detrás de “Traditiónis Custódes” y “Desidério desiderávi”.
  
Sin embargo, siempre está el Breviario Romano tradicional.

1 comentario:

  1. Un caso paralelo puede verse en la instrucción “Comme le prévoit” del Consílium el 25 de Junio de 1969, que alentó la “equivalencia dinámica” [= traducciones deliberadamente malas] para aquellos pasajes que no son del agrado del “Hombre Moderno”®:
    «24. (c) A veces, el significado de un texto ya no puede ser entendido, o porque es contrario a las ideas cristianas modernas (como en “terréna despícere” o “ut inimícos sanctæ Ecclésiæ humiliáre dignéris”), o porque tiene menos relevancia en la actualidad (como en algunas frases destinadas a combatir el arrianismo), o porque ya no expresan el verdadero significado original “como en ciertas formas obsoletas de penitencia cuaresmal”. En estos casos, mientras permanezca intacta la enseñanza del Evangelio, no solo se deben evitar las expresiones inapropiadas, sino encontrar otras que expresen un significado correspondiente en palabras modernas. Se debe tener el mayor cuidado de que todas las traducciones no solo sean hermosas y adecuadas a la mente contemporánea, sino que expresen la verdadera doctrina y la auténtica espiritualidad cristiana».

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)