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domingo, 31 de diciembre de 2023

DE LOS FALSOS PROFETAS Y FALSOS MAESTROS QUE ODIAN Y ESCARNECEN LA VERDAD

  • «Mas has de saber esto, que en los días postreros, o hacia el fin del mundo, sobrevendrán tiempos peligrosos: levantaránse hombres amadores o pagados de sí mismos, codiciosos, altaneros, soberbios, blasfemos, desobedientes a sus padres, ingratos, facinerosos, desnaturalizados, implacables, calumniadores, disolutos, fieros, inhumanos, traidores, protervos, hinchados, y más amadores de deleites que de Dios; mostrando, sí, apariencia de piedad o religión, pero renunciando a su espíritu. Apártale de los tales, porque de estos son los que se meten por las casas, y cautivan a las mujercillas cargadas de pecados, arrastradas de varias pasiones; las cuales andan siempre aprendiendo, y jamás arriban al conocimiento de la verdad [1]. En fin, así como Jannes y Mambres resistieron a Moisés con sus falsos prestigios en presencia de Faraón [2], del mismo modo estos resisten a la verdad; hombres de un corazón corrompido, réprobos en la fe, que quisieran pervertir a los demás, mas no lograrán sus intentos; porque su necedad se hará patente a todos, como antes se hizo la de aquellos magos. Tú al contrario, mi caro Timoteo, ya has visto mi doctrina, mi modo de proceder, el fin que me propongo, cuál es mi fe, mi longanimidad, mi caridad, mi paciencia; cuáles las persecuciones y vejaciones que he padecido; lo que me aconteció en Antioquía, e Iconio, y en Listra; cuán grandes han sido las persecuciones que he tenido que sufrir, y cómo de todas me ha sacado a salvo el Señor. Y ya se sabe que todos los que quieren vivir virtuosamente según Jesucristo, han de padecer persecución o bien de los enemigos de la fe, o de los malos cristianos, o de nuestra misma concupiscencia. Al paso que los malos hombres y los impostores irán de mal en peor, errando y haciendo errar a otros. Tú empero, amado hijo, mantente firme en lo que has aprendido y se te ha encomendado; considerando quién te lo enseñó y que yo lo he aprendido del mismo Dios, y también que desde la niñez aprendiste las sagradas Letras, que te pueden instruir para la salvación, mediante la fe que cree en Jesucristo. Toda Escritura inspirada de Dios es propia para enseñar los misterios de la fe y la buena moral, para convencer a los que yerran, para corregir a los pecadores, para dirigir a los buenos en la justicia o virtuden fin para que el hombre de Dios o el cristiano sea perfecto, y esté apercibido para toda obra buena» (Epístola 2.ª del Apóstol San Pablo a Timoteo, cap. III/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
  • «Verdad es que hubo tambien falsos profetas en el antiguo pueblo de Dios, así como se verán entre vosotros maestros embusteros, que introducirán con disimulo sectas de perdición, y renegarán del Señor que los rescató, acarreándose a sí mismos una pronta venganza. Y muchas gentes los seguirán en sus disoluciones, por cuya causa el camino de la verdad será infamado atribuyéndose a la Religión los vicios de los que la profesan; y usando de palabras fingidas harán tráfico de vosotros por avaricia; mas el juicio que tiempo há que les amenaza, va viniendo a grandes pasos, y no está dormida la mano que debe perderlos. Porque si Dios no perdonó a los ángeles delincuentes, sino que amarrados con cadenas infernales los precipitó al tenebroso abismo, en donde son atormentados, y tenidos como en reserva hasta el dia del juicio [3]; si tampoco perdonó al antiguo mundo, esto es, a los hombres anteriores al diluvio, bien que preservó al predicador de la justicia divina Noé con siete personas, al anegar con el diluvio el mundo de los impíos; si reduciendo a cenizas las ciudades de Sodoma y Gomorra, las condenó a desolamiento, poniéndolas para escarmiento de los que vivirán impiamente; si libertó al justo Lot, a quien estos hombres abominables afligían y perseguían con su vida infame; pues conservaba puros sus ojos y oídos, morando entre gentes que cada día sin cesar atormentaban su alma pura con obras detestables: luego bien sabe el Señor librar de la tentación a los justos, reservando los malos para los tormentos en el día del juicio; y mayormente aquellos que, para satisfacer sus impuros deseos, siguen la concupiscencia de la carne, y desprecian las potestades, osados, pagados de sí mismos, que blasfemando no temen sembrar herejías blasfemando la sana doctrina, y maldiciendo a todos los superiores: como quiera que los ángeles mismos, con ser tanto mayores en fuerza y poder, no condenan con palabras de execración ni maldición a los de su especie [4]. Mas estos otros, que por el contrario, como brutos animales, nacidos para ser presa del hombre, o para el lazo y la matanza, blasfeman de las cosas que ignoran, perecerán en los vergonzosos desórdenes en que están sumergidos, recibiendo la paga de su iniquidad, ya que ponen su felicidad en pasar cada día entre placeres; siendo la misma horrura y suciedad, regoldando deleites, mostrando su disolucion en los convites que celebran con vosotros, como que tienen los ojos llenos de adulterio y de un continuo pecar. Ellos atraen con halagos las almas ligeras e inconstantes, teniendo el corazón ejercitado en todas las mañas que puede sugerir la avaricia; son hijos de maldición; han dejado el camino recto y se han descarriado, siguiendo la senda de Balaam hijo de Bosor, el cual codició el premio de la maldad; mas tuvo quien reprendiese su sandez y mal designio: una muda bestia o burra en que iba montado, hablando en voz humana, refrenó la necedad del profeta [5]. Estos tales son fuentes [6], pero sin agua, y nieblas agitadas por torbellinos que se mueven a todas partes, para los cuales está reservado el abismo de las tinieblas. Porque profiriendo discursos pomposos llenos de vanidad, atraen con el cebo de apetitos carnales de lujuria a los que poco antes habían huido de la compañía de los que profesan el error; prometiéndoles libertad, cuando ellos mismos son esclavos de la corrupcion, pues quien de otro es vencido, por lo mismo queda esclavo del que le venció. Porque si después de haberse apartado de las asquerosidades del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, enredados otra vez en ellas, son vencidos, su postrera condicion viene a ser peor que la primera. Por lo que mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocido, volver atrás y abandonar la Ley santa que se les habia dado; cumpliéndose en ellos lo que suele significarse por aquel refran verdadero: “Volvióse el perro a comer lo que vomitó”; y “La marrana lavada a revolcarse en el cieno”» (Epístola 2.ª del Apóstol San Pedro, cap. II/Versión de Mons. Félix Torres Amat).
  • «Carísimos, habiendo deseado vivamente antes de ahora el escribiros acerca de vuestra comun salud, me hallo al presente en la necesidad de practicarlo; para exhortaros a que peléeis valerosamente por la fe o doctrina que ha sido enseñada una vez a los santos. Porque se han entrometido con disimulo ciertos hombres impíos (de quienes estaba ya muy de antemano predicho que vendrían a caer en este juicio o condenación) los cuales cambian la gracia de nuestro Dios o la libertad que nos da el Evangelio [7] en una desenfrenada licencia, y reniegan o renuncian a Jesucristo, nuestro único soberano y Señor. Sobre lo cual quiero haceros memoria, puesto que fuisteis ya instruidos en todas estas cosas, que habiendo Jesús sacado a salvo al pueblo hebreo de la tierra de Egipto, destruyó después a los que fueron incrédulos; y a los ángeles que no conservaron su primera dignidad, sino que rebelándose contra Dios desampararon su morada, los reservó para el juicio del gran día, en el abismo tenebroso con cadenas eternales. Así como también Sodoma y Gomorra, y las ciudades comarcanas siendo reas de los mismos excesos de impureza y entregadas al pecado nefando, vinieron a servir de escarmiento, sufriendo la pena del fuego eterno. De la misma manera amancillan éstos también su carne, menosprecian la dominación y blasfeman contra la majestad sin respetar dignidad, ni jerarquía. Cuando el arcángel Miguel disputando con el diablo altercaba sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir contra él sentencia de maldición, sino que [8] le dijo solamente: “Te reprima el Señor, y Él te haga desistir de tu intento”. Estos, al contrario, blasfeman de todo lo que no conocen; y abusan, como brutos animales, de todas aquellas cosas que conocen por razón natural. Desdichados de ellos, que han seguido el camino de Caín aborreciendo como este a sus hermanos, y perdidos como Balaam por el deseo de una sórdida recompensa, se desenfrenaron, e imitando en su rebeldía contra Dios y su Iglesia la rebelión de Coré contra Moisés y Aarón perecerán como aquél. Estos son los que contaminan y deshonran vuestros convites de caridad, cuando asisten a ellos sin vergüenza, cebándose a sí mismos, nubes sin agua, llevadas de aquí para allá por los vientos, árboles otoñales [9], infructuosos, dos veces muertos [10], sin raices, olas bravas de la mar, que arrojan las espumas de sus torpezas, exhalaciones errantes, a quienes está reservada o ha de seguir una tenebrosísima tempestad que ha de durar para siempre» (Epístola del Apóstol San Judas, cap. único, versos 3-13).
NOTAS
[1] Siendo engañadas por esos impostores, enemigos de ella. Los cuales se valen de la natural curiosidad y ligereza de tales mujeres, ansiosas siempre de hallar una doctrina que se acomode a todos sus antojos.
[2] Éxod. VII, v. 7.
[7] Compara el apóstol los falsos apóstoles a los demonios, porque aquellos tiran como estos a desviar las almas del recto camino de la fe y de la virtud. Los ángeles malos, sufriendo ya ahora el castigo de su rebelión, comparecerán en el juicio final a oír de Jesucristo una pública sentencia de su condenación contra ellos, y los hombres que hayan imitado su rebelión contra Dios. Desde entonces quedarán encerrados en el infierno, o para siempre fijos en un lugar. Ahora permite Dios que ejerciten a los buenos y tienten a los hombres al mal, para que merezcamos la corona de la gloria, premio de los que pelean y vencen; y para eso nos ofrece su poderosa gracia, que tantas veces desprecian los hombres, usando mal del libre albedrío que Dios les ha dado para poder merecer con lo que hagan.
[4] Esto es, a los demonios, por ser estos criaturas de Dios. Otros traducen: «No pueden resistir la horrenda condenación fulminada contra ellos». Véase Martini.
[5] Núm., caps. XXII—XXIII—XXIV.
[6] Magnificas en la apariencia, pero secas.
[7] Estos impíos fueron ya señalados con el dedo por los apóstoles, II. ad Tim., c. III.—II. Pet., c. II.
[8] Respetando todavía en el ángel malo la obra de Dios y la dignidad en que habia estado elevado, se contentó con decir: «Ejerza el Señor su poder sobre ti, y reprima tus conatos». Contrapone aquí el apóstol la modestia y moderación del arcángel San Miguel a la petulante arrogancia de los herejes, los cuales no reparaban en blasfemar de Dios, de sus ministros, y de todas las potestades. Quería San Miguel, según la disposicion de Dios, que quedase oculto el cuerpo de Moisés, o su sepulcro, al paso que el demonio procuraba manifestarle para dar a los judíos ocasión de idolatría. Contentóse el santo ángel con decir al demonio: «Reprímate el Señor»; aunque merecia que echase sobre él la maldición divina, solamente pidió a Dios que reprimiese sus perversos conatos (San Jerónimo, sobre la Ep. a Tito, c. III). No se halla la historia de este suceso en ninguno de los libros del Antiguo Testamento; y así San Judas la sabría por la tradición o por revelación particular, como sucede con otros hechos antiguos que solamente se refieren en algun libro del Nuevo Testamento. Orígenes, Clemente Alejandrino, San Atanasio y otros citan un libro apócrifo, intitulado: La asunción de Moisés, en el cual se refiere este suceso. Y ya se sabe que en semejantes libros, entre muchas cosas falsas, se hallan algunas que son verdaderas. Véase a San Juan Crisóstomo, Homilía V sobre San Mateo—San Ambrosio, Del Oficio de los clérigos, lib. II., c. 7. De la sepultura de Moisés se habla en Deut. XXXIV, v. 6.
[9] Que no florecen hasta el otoño, cuyo fruto no llega a sazonarse.
[10] Esto es, antes y después del bautismo.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)