Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia por la Imprenta Católica en 1893, con licencia eclesiástica.
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
DÍA DECIMOQUINTO – GUERRA DE LOS DEMONIOS
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, que la divina Providencia procura el bien del hombre de dos maneras: directamente, excitándole al bien y apartándolo del mal por ministerio de los Ángeles buenos; e indirectamente, permitiendo para su mayor mérito que sea combatido por los ángeles malos; por esta razón existen para los demonios dos lugares de penas: uno por razón de su culpa, y este es el Infierno; y otro por razón del ejercicio a prueba del hombre, y este es el aire caliginoso u obscuro. Mas como el cuidado de la salvación humana durará hasta el Juicio final, hasta entonces durarán también el ministerio de los Ángeles buenos y la persecución de los ángeles malos; en ese día quedará desierta la tierra, porque los demonios bajarán al Infierno con las almas que sedujeron, y los Ángeles buenos subirán al Cielo con los bienaventurados que custodiaron en esta vida. Considera, pues, que millones de millones de espíritus malos, a guisa de apretadas y compactas langostas, vagan y se mueven en el aire alrededor de los hombres, como leones rugientes buscando a quien devorar. Excitados por la envidia de la felicidad humana y usurpando la semejanza del Poder divino, se dedican determinados demonios a la perdición de cada uno de los hombres; y aunque no conozcan su condición interior, sin embargo, conocen por las obras exteriores sus flaquezas, debilidades, el vicio a que más se inclinan, y por ese lado le hacen la más cruda guerra. Verdad es que no todos los pecados proceden directamente del demonio, pues no es éste el único tentador del hombre, si que también están ahí el mundo y la carne, pero la astucia diabólica se vale frecuentemente de estos otros tentadores como de instrumentos para corromper las almas; para esto cuentan con un poder muy grande, pues que no habiendo perdido en su ruina los dones de su naturaleza, conocen de los seres muchas fuerzas ocultas que se escapan a la débil penetración del hombre: por tanto, pueden obrar en los cuerpos maravillosas trasformaciones y aun producir en la imaginación y sentidos externos mutaciones diversas, hasta el errado de hacer percibir objetos extraños que en realidad no existen fuera de nosotros. Ciertamente que los hechos realizados por el demonio no son verdaderos milagros, pero tienen toda la apariencia de tales porque excitan la admiración de los hombres. Desde el principio del mundo satanás con sus secuaces está obrando estos prodigios y las maravillas y actos sorprendentes de la hechicería, magia, nigromancia de los tiempos antiguos, como los fenómenos admirables que superan las fuerzas de la naturaleza, en los tiempos modernos, del hipnotismo y espiritismo, no son otra cosa que obras malignas del diablo.
PUNTO 2º. Considera que la guerra de los demonios a la humanidad es una de aquellas verdades que la Santa Escritura propone con tanta claridad que excluye absolutamente toda duda: San Pablo expresamente nos dice que «nuestra lucha no es únicamente contra la carne y la sangre, sino contra los principados y potestades, contra los reyes invisibles de este mundo tenebroso, contra los espíritus de iniquidad esparcidos por el aire». Y San Juan en su Apocalipsis refiere que: «Enfurecido el dragón contra la mujer, se fue a hacer la guerra a los de su casta, que guardan la ley de Dios y se declaran por Jesucristo». Ante estos testimonios tan claros y convincentes ya no nos es licito dudar que los demonios hacen la guerra al hombre; y se la han hecho desde el principio del mundo y continuarán en esta ingrata tarea hasta su fin. Lucifer bajo la forma de la astuta serpiente sedujo a nuestros primeros padres; él es el que se esforzó con sus ángeles rebeldes en los siglos que precedieron al cristianismo, en arrastrar al género humano a una monstruosa idolatría; los demonios eran los que cegando las inteligencias de los tiranos para que no vieran en los prodigios de los mártires la intervención de un Dios infinitamente más poderoso que. sus ídolos, encendían en sus corazones la rabia y el furor contra los cristianos; y mientras centenares de infieles se convertían a vista de la constancia de los hijos de Dios en los tormentos y al contemplar cómo las fieras los respetaban y salían ilesos y sanos de entre las llamas del fuego; ellos, los jueces y verdugos, permanecían impasibles y más y más se encarnizaban. El odio que los ángeles rebeldes abrigan contra los hombres los ha conducido hasta apoderarse de sus cuerpos y ser el juguete de su saña. ¡A cuántos no han librado de este satánico dominio Jesucristo, los Apóstoles y los Santos! En la época presente, ¿quién no ve cómo se ha redoblado la guerra de los demonios contra la Iglesia de Jesucristo? Del seno de una sociedad satánica en donde se cometen profanaciones sacrílegas, que la lengua se resiste á referir, porque horrorizan y hielan la sangre en las venas, están brotando todas las maquinaciones contra el culto de Dios y sus ministros. Temblemos, temblemos de pavor, pero más por nuestras culpas que ocasionan estas persecuciones satánicas, que por las acometidas de los demonios: de nuestra parte están escuadrones de Ángeles buenos, esperando que los invoquemos y nos acojamos á su poderoso patrocinio para librarnos de las furias infernales.
JACULATORIA
Espíritus poderosísimos, Angélicas Potestades que contenéis los ímpetus de los demonios, libradnos de sus tentaciones y asechanzas.
PRÁCTICA
Acostumbraos a hacer uso frecuente del agua bendita con mucha fe y devoción. Santa Teresa de Jesús nos asegura que tiene gran virtud para desviar a los demonios, y que si bien huyen de la cruz, vuelven luego, pero no con el agua bendita. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
ORACIÓN
Espíritus de luz, que habéis vencido al poder de las tinieblas, dirigid una mirada hacia nosotros que estamos expuestos a caer a cada paso en los lazos del demonio, precipitad de nuevo al abismo a esos enemigos invisibles que no cesan de tentarnos a cada instante y en todas partes; libradnos de su cruel tiranía, par a que, reinando en nuestros corazones la dulce paz del Señor, podamos cumplir los deberes de cristiano hasta merecer, como vosotros, cantar en el Cielo las divinas misericordias por toda la eternidad. Amén.
EJEMPLO
Refiere Santa Teresa de Jesús lo siguiente: «Quiso el Señor entendiese como era el demonio porque vi cerca de mí un negrillo muy abominable, regañando como desesperado de que a donde pertenecía ganar perdía. Y como le vi, riéme y no hubo miedo, porque había allí algunas conmigo que no se podían valer, ni sabían que remedio poner a tanto tormento, que eran grandes los golpes que me hacía dar, sin poderme resistir, con cuerpo, cabeza y brazos; y lo peor era el desasosiego interior, que de ninguna suerte podía tener sosiego. No osaba pedir agua bendita, por no las poner miedo y porque no entendiesen lo que era».
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración es causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)