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viernes, 11 de octubre de 2024

MES DE LOS SANTOS ÁNGELES – DÍA UNDÉCIMO

Dispuesto por el padre Alejo Romero, y publicado en Morelia en 1893, con licencia eclesiástica.
  
MES DE OCTUBRE, CONSAGRADO A LOS SANTOS ÁNGELES, EN QUE SE EXPONEN SUS EXCELENCIAS, PRERROGATIVAS Y OFICIOS, SEGÚN LAS ENSEÑANZAS DE LA SAGRADA ESCRITURA, LOS SANTOS PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA.
 
ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS
Soberano Señor del mundo, ante quien doblan reverentes la rodilla todas las criaturas del cielo, de la tierra y del infierno; miradnos aquí postrados en vuestra divina presencia para rendiros los homenajes de amor, adoración y respeto que son debidos a vuestra excelsa majestad y elevada grandeza. Venimos a contemplar durante este mes las excelencias, prerrogativas y oficios con que habéis enriquecido en beneficio nuestro a esos espíritus sublimes que, como lámparas ardientes, están eternamente alrededor de vuestro trono, haciendo brillar vuestras divinas perfecciones. Oh Sol hermoso de las inteligencias, que llenáis de inmensos resplandores todo el empíreo, arrojad sobre nuestras almas un destello de esos fulgores, a fin de que, conociendo la malicia profunda del pecado, lo aborrezcamos con todas nuestras fuerzas, y se encienda en nuestros corazones la viva llama del amor divino, para que podamos camina por los senderos de la virtud, hasta llegar a la celestial Jerusalén, donde unamos nuestras alabanzas a las de los angélicos espíritus y bienaventurados, para glorificarlos por toda la eternidad. Amén.
   
DÍA UNDÉCIMO – COROS DE LOS ÁNGELES
   
MEDITACIÓN
PUNTO 1º. Considera, alma mía, cuán expansiva y comunicativa es la bondad de Dios, que no contenta con atesorar en su esencia soberana las perfecciones infinitas de su Ser que constituyen su hermosura y grandeza, ha querido derramarlas a torrentes en sus criaturas y con particularidad en los espíritus puros como Él: El amor, la sabiduría, la amistad, el dominio, la fortaleza, la potestad, el imperio, Perfecciones infinitas que resplandecen en la Divina naturaleza, ha querido hacer participantes de ellos a los Ángeles y ha comunicado cada una en grado excelentísimo a cada uno de esos órdenes de espíritus, sin dejar por esto de comunicar dichas perfecciones juntas a cada uno de los Ángeles, aunque en diversos grados inferiores. Considera que siendo Dios el fin no sólo de los angélicos ministerios, sino también de toda criatura; a la primera jerarquía pertenece la consideración del fin; a la segunda, la disposición universal de las obras que se han de ejecutar, y a la tercera la aplicación de esa disposición a los efectos, la cual consiste en la ejecución de las obras.
 
PUNTO 2º. Como la primera jerarquía se aproxima más a Dios, en el cual contempla las razones eternas de los seres, por esto hemos de considerar cada uno de sus coros con relación a la Divinidad. El primer orden o coro de esta jerarquía se compone de los Serafines, es decir, de espíritus ardientes, inflamados, encendidos, que purifican, iluminan y abrasan, porque por el exceso de la caridad que poseen, están como sumergidos en un incendio de amor, pudiendo atribuírseles las propiedades del fuego; pues, así como éste tiene un movimiento continuo hacia arriba, así también los Serafines constantemente se están moviendo o elevándose hacia Dios. En el fuego se observa una actividad prodigiosa, por la cual penetra su acción hasta en las cosas más pequeñas con un ardor excesivo purificando cuanto toca; también los Serafines inflamados en el fuego del amor divino abrasan con sus ardientes llamas a todos los Ángeles que están abajo de ellos, excitando un ardor sublime y purificando con sus activos incendios; por último, el fuego presenta vivas claridades y resplandores, y los Serafines tienen en sí una luz inextinguible con que iluminan perfectamente a los demás. Los Querubines se llaman así por la ciencia que poseen en aquel alto grado que se llama plenitud de la ciencia, por la cual penetran los divinos decretos. Los Tronos reciben este nombre por cierta semejanza con los tronos o sillas materiales: pues así como éstas en su sitio se elevan sobre la tierra, así también los Ángeles llamados Tronos, se elevan hasta contemplar en Dios las razones de todas las cosas; las sillas reciben en sí al que se sienta en ellas, el cual puede ser llevado a todas partes; así también es sí mismos a Dios y lo llevan en cierto modo a sus inferiores, las sillas están descubiertas para recibir al que en ellas se sienta, también estos espíritus están descubiertos y manifiestos para recibir al Rey de los reyes y sus comunicaciones familiares para trasmitirlas a los demás. Como a la tercera jerarquía está encomendado el gobierno común de las cosas que se han de ejecutar, por esto vemos que las Dominaciones con una libertad exenta de toda sujeción, participando del verdadero dominio de Dios, designan las órdenes supremas de lo que se debe hacer. Las Virtudes son los espíritus que, participantes de la divina fortaleza, dan la fuerza para obrar y hacer milagros. Las Potestades que significan órdenes, según aquel pasaje de San Pablo: «El que resiste a la potestad, resiste a la orden de Dios», son los espíritus que definen los medios de poner por obra las leyes del gobierno divino. En la tercera jerarquía que se ocupa en la ejecución de las obras, se encuentran los espíritus a quienes debemos nuestra gratitud, obediencia y respetos por los continuos cuidados que constantemente nos prodigan; pues los Principados son los que ordenan la ejecución de los sagrados misterios; los Arcángeles anuncian los grandes acontecimientos y desempeñan las misiones sublimes; y los Ángeles que tocan, por decirlo así, los confines de nuestra naturaleza, se encargan desde nuestra cuna hasta el sepulcro, de conducirnos siempre al bien y de apartarnos del mal, y hacen sentir, finalmente, su acción invisible sobre todos los puntos de nuestro mundo visible. Consideremos, pues, llenos de admiración y gratitud las excelencias de estos coros angélicos
    
JACULATORIA
Coros angélicos, en quienes resplandecen las divinas perfecciones, hacednos participantes de ellas para que podamos practicar todas las virtudes cristianas, a fin de hacernos merecedores de ocupar con vosotros un lugar en el cielo. Amén.
   
PRÁCTICA
Comulgad nueve primeros viernes de mes consecutivos, ofreciendo cada comunión por mediación de cada uno de los nueve coros angélicos, empezando por el de los Ángeles y concluyendo con el de los Serafines, en honor del Sagrado Corazón de Jesús. Se rezan tres Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y se ofrecen con la siguiente:
   
ORACIÓN
Oh bellísimos coros angélicos, cuyas excelencias no es dado explicar al lenguaje humano, porque son casi divinas y por lo mismo incomprensibles; nosotros desde este abismo de tinieblas os contemplamos llenos de las perfecciones que hermosean a la Trinidad beatísima, y admiramos cómo desde los Ángeles que están próximos a nuestra naturaleza, os eleváis hasta los Serafines que, ardiendo en amor se acercan al Espíritu Santo que es amor por esencia y la fuente de toda caridad y dulzura; haced pues, oh ardientes Serafines, que desciendan desde ese fecundo manantial raudales de luz y de amor que, corriendo a través de los Querubines, Tronos, Dominaciones, Potestades, Virtudes, Principados, Arcángeles y Ángeles, lleguen hasta nosotros y abrasen e iluminen nuestros corazones y nuestras inteligencias con sus fuegos y resplandores hasta ser en esta vida y en la otra para siempre a ser semejantes a vosotros. Amén.
 
EJEMPLO
Refiere el P. Croisset en su obra intitulada “Año Cristiano” que el día en que fue bautizado San Julián Obispo de Cuenca en el reino de España, se oyó en el aire una suavísima música de Ángeles que cantaban este motete: «Hoy ha nacido un niño que en gracia no tiene par», y al mismo tiempo que lo estaban bautizando se dejó ver sobre la pila un Ángel en figura de un niño hermoso y corpulento, con una mitra en la cabeza y con un báculo pastoral en la mano que decía: «Julián ha de ser su nombre».
     
ORACIÓN A LA REINA DE LOS ÁNGELES PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, María, la más pura de las vírgenes, que por vuestra grande humildad y heroicas virtudes, merecisteis ser la Madre del Redentor del mundo, y por esto mismo ser constituida Reina del universo y colocada en un majestuoso trono, desde donde tierna y compasiva miráis las desgracias de la humanidad, para remediarlas con solicitud maternal; compadeceos, augusta Madre, de nuestras grandes desventuras. El mundo no ha dejado en nosotros más que tristes decepciones y amargos desengaños; en vano hemos corrido en pos de la felicidad mentida que promete a sus adoradores, pues no hemos probado otra cosa que la hiel amarga del remordimiento, y nuestros ojos han derramado abundantes lágrimas que no han podido enjugar nuestros hermanos. Por todas partes nos persiguen legiones infernales incitándonos al mal, y no tenemos otro abrigo que refugiarnos bajo los pliegues de vuestro manto virginal, como los polluelos perseguidos por el milano no tienen otro asilo que agruparse bajo las alas del ave que les dio el ser. Por esto, desde el fondo de nuestras amarguras clamamos a Vos para que enviéis hasta nosotros y para nuestra defensa a los espíritus angélicos, de quienes sois la Reina y Soberana, a fin de que nos libren de sus astutas asechanzas y nos guíen por el recto camino de la felicidad. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)