Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA DECIMOSÉPTIMO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Pontífice Santo, inocente, sin mancilla, separado de los pecadores, y mas alto que los Cielos; quien ofreciendo en los días de su carne mortal ruegos y súplicas con grandísimo clamor y muchas lágrimas, fue oído por su reverencia (Hebr. 7, 26. 5, 7).
II. ¿A quién viene? A uno de aquellos por los cuales se dijo: vosotros sois linaje escogido, Real Sacerdocio, gente santa, y pueblo de adquisición (1. Petr. 2, 9).
III. ¿A qué viene? A consagrar en el templo de la Divinidad tu pecho, y en el Altar tu corazón; y con esto tengas una víctima muy aceptable, que puedas ofrecer al Eterno Padre en olor de suavidad (Eph. 5, 2).
Aspiración: Ved aquí cómo viene al templo santo suyo el Dominador que vosotros buscáis, y el Ángel del Testamento, que vosotros queréis (Malach. 3, 1). ¡Con cuánta alegría de sus almas os vieron, Señor, entrar en aquel Templo material de Jerusalén las almas justas! Conocían muy bien con la luz que Vos las dabais, que era llegado ya el tiempo de usar de misericordia con Sion (Ps. 101, 14); que como el padre se compadece de sus hijos, así vos os compadecíais de los que os tenían temor santo (Ps. 101, 13); por tanto os engrandecían con júbilos espirituales, y con alegría inenarrable os daban gloria de alabanzas. Pues Señor, y Padre mío, Vos sois el mismo que venís a mí en este Sacramento. La fe que de vuestra real presencia tengo, suple el defecto de los sentidos. Véisme aquí pues buscándoos, Dominador mío, y queriendo, ¡oh Ángel del eterno Testamento!, que entréis en mi pecho como en vuestro Templo y Santuario. Tú eres mi salud, Tú mi redención, Tú mi fortaleza, toda mi honra, toda mi gloria. Ten misericordia de mí, Señor, pues a Ti clamaré sin cesar. Alegra hoy mismo al ánima de tu siervo, porque a Tí, mi Señor Jesús, yo he levantado mi espíritu: oye con tus oídos mi oración, pues eres tan pacífico y suave, y atiende compasivo a la voz de mi ruego (Ps. 85, v. 3 y 6). Yo deseo recibirte con devoción y reverencia; entrarte quiero dentro de mi casa para merecer como Zaqueo ser bendito de Ti, y contado entre los hijos de Abrahán. Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como a Pontífice Grande, que penetró los Cielos; y que atraído ahora de su amor desciende segunda vez para unirte a Sí: y a ti como a un Ministro suyo destinado para su servicio (Heb. 4, 14).
II. Ámalo con escrupuloso y abrasado amor, como lo amaron los Santos Pontífices; de manera que por ocuparte todo en su servicio has de sacudir toda pereza.
III. Pide te conceda entrañas de misericordia para alcanzar de Él misericordia eterna; pues como experimentado en todas las tribulaciones y trabajos, sabe compadecerse de nuestras enfermedades (Heb. 4, 15).
Aspiración: Recibido, hemos, Dios grande, tu misericordia en medio de tu santo Templo: según tu Nombre, Señor, será tu alabanza en los fines de la tierra (Ps. 47, v. 10 y 11). Alégrate mucho, alma mía, y de lo mas íntimo de tu corazón da gloria y acción de gracias a Dios; pues por un puro efecto de su bondad y clemencia te levantó del polvo de la tierra, y te colocó, dándote a Sí mismo, con los Príncipes de su pueblo (Ps. 112, v. 7 y 8). ¡Oh, cuánto se alegra en Ti mi alma, Jesús mío dulcísimo! Se alegra, porque eres aquel grande Sacramento de piedad, que se manifestó en la carne, se justificó en espíritu, apareció a los Ángeles, se predicó á las gentes, se creyó en todo el mundo, y fue asunto á la Gloria (1. Tim. 3, 16). ¡Oh hermosísimo entre los hijos de los hombres! Conmigo estás, sin dejar al mismo tiempo de estar á la diestra del mismo Padre, que te envió. Con júbilo de mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuerzas Te bendigo, Te adoro, Te confieso; porque Tú eres el Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre del futuro siglo, Príncipe de Paz (Isa. 9, 6), que Te dignaste venir a mí para asegurarla en mi interior. Ruégote no Te separes de mí, para no separarme yo nunca de Ti. Manifiesten mis obras los efectos de tu visita: llena mis entrañas de tu misericordia, para usarla con mis prójimos como Tú conmigo la usas. Gracias infinitas por todos los beneficios que habéis hecho a todo el mundo con quedaros sacramentado para nuestro universal consuelo.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)