A la verdad, el misterio de por qué ciertas cosas suceden en el Vaticano, sobre todo después del concilio deuterovaticano, es un tema que saca de quicio a más de uno. Pero los hechos descubren la verdad oculta. A continuación se explica cómo Montini y Wojtyła llegaron a ser Pablo VI y Juan Pablo II
Artículos tomados de VERDAD ÚNICA.
ALGUNOS ANTECEDENTES IMPORTANTES SOBRE LAS ELECCIONES COMO PAPAS DE PAULO VI Y JUAN PABLO II
Comentario a la obra “Su Santidad”, por Basilio Kostas, Editorial Véritas. Santa Fe de Bogotá, Colombia, pags. 161-168.
Abundan las pruebas de que desde hace siglos existe un siniestro plan de infiltración de la Santa Iglesia por parte del Judaísmo y su medio principal, la Masonería, para alcanzar sus fines de abatir la Institución de Jesucristo. A tan alto grado ha llegado el poder judaico que, es más, ya no se tiene que esconder para trabajar dentro de la Iglesia. Así hubo embajadores como Jules Isaac ante la Santa Sede para dictar sus iniciativas de reforma de la liturgia, de la Biblia, de la catequesis a favor del judaísmo, lo que se realizó obedientemente a través de las reformas hechas por el Vaticano II. La infiltración es comprobable sobre todo desde hace dos siglos. Un hecho significativo es el beneplácito de la Masonería hacia los pseudopapas, cuando ante los anteriores Papas católicos se mostraron adversos hasta llevar a cabo acciones ignominiosas.
Por ejemplo: cuando murió S. S. Pío IX fue sepultado en la Basílica Vaticana (Pío IX, 1846- 1878), pero él había manifestado el deseo de que sus restos descansaran en la Iglesia de San Lorenzo Extramuros. Para cumplir los deseos del pontífice, se dispuso el traslado de sus restos, tres años después, a dicho templo. Pío IX había sido el autor de la Encíclica QUÁNTA CURA (que después ha sido contradicha por el Vaticano II) y del SÝLLABUS ERRÓRUM, o condenación de los errores modernos liberales nacidos de la masonería. Pues bien, cuando los restos eran trasladados, un populacho instigado por los anticlericales agredió a la procesión tratando de arrebatar los restos para arrojarlos al Tíber. Dura fue la lucha de la autoridad civil para impedir el atropello instigado por los masones; los restos de S. S. Pío IX llegaron a su destino tras una batalla campal con una muchedumbre enardecida que aborrecía (1) al Papa represor de los ideales masónicos. Por el contrario, –notémoslo bien– la Masonería internacional manifestó su duelo por la muerte de Juan XXIII a través de desplegados publicados en todos los idiomas en distintos países.
A la muerte de Juan XXIII, la Masonería mexicana publicó esta esquela (Diario El Informador, México, 4 de junio de 1963, página 9A).
TESTIMONIOS DE LOS AVANCES DE LA INFILTRACIÓN Y PREPARATIVOS PARA UN “PAPA” IDÓNEO
Los testimonios abundan, y los hechos están a la vista. Hace mucho tiempo, repetimos, que la Masonería ha estado invadiendo todos los ámbitos de la Iglesia. Pero acerca de interesantes sucesos durante el pontificado de S.S. Pio XII transcribiremos en parte el contenido de una carta en la que podemos confiar, más que nada por los resultados que están a la vista: la Sede romana usurpada por hombres anticatólicos; una curia formada por masones, herejes y comunistas, en gran parte, y el éxito de los planes elaborados hace siglos.
La carta es la respuesta a la solicitud hecha por un sacerdote al oficial J. Winckler, quien en calidad de intérprete del italiano para los Estados Mayores (de los Aliados en la II Guerra Mundial) vivió en Roma varios años en tiempos de S.S. Pío XII. Testigo de muchos acontecimientos, como católico no dudó en consignar sus experiencias. Dice, resumiendo:
- Que en su calidad de intérprete fue invitado a la primera reunión de posguerra de las principales personalidades de la comunidad judía en Roma, y que en ella se hizo hincapié en los medios para poner fin al antisemitismo.
- Que esto se supo entre los católicos de origen judío que trabajaban en una Secretaría Especial del Vaticano que era una especie de departamento financiero, y que esas personas le buscaron, y le invitaron a pertenecer a una llamada “Asociación de Diplomados de la Universidad”, el capellán de la cual era Monseñor Juan B. Montini, en aquel entonces Substituto de la Secretaría de Estado de Pío XII.
- Que sus nuevos amigos le habían dicho significativamente refiriéndose a Montini: «Él es de los nuestros»…
- Sigue relatando que, por ese entonces arribó a Roma como embajador ante la Santa Sede Jacques Maritain, de quien dice Winckler que «fue un regalo tonto y malvado de Georges Bidault» (Nosotros decimos: ¿intencionalmente malvado?). Maritain invadió inmediatamente el grupo de Montini, y ya no hubo nada más que el “Humanismo Integral”, –narra Winckler– y que ya todo aquel grupo manifestó abiertamente su modernismo. Winckler los abandonó.
Proseguimos citando la carta de Winckler. Durante su pertenencia a la Asociación, Winckler había actuado como acólito de Monseñor Montini durante la Misa. Muchos creían que él era un especial seguidor de las teorías montinianas. En este contexto se acercó a él Monseñor Sergio Pignedolli, miembro eminente de la Curia, quien creyendo que Winckler conocía los antecedentes de cierto plan, –y según da a entender Winckler, queriendo hacerle cómplice en algo– se explayó haciéndole singulares confidencias. Pero para entender lo que sigue hay que recordar quién era el personaje a quien Pignedolli se refería en su confidencia; es preciso traer a la memoria al famoso masón cardenal Rampolla.
El cardenal Mariano Rampolla fue el Secretario de Estado de S.S. León XIII (1878-1903). Habiendo muerto éste y convocándose el cónclave, resultó electo Rampolla, pero el Emperador de Austria Francisco José (quien estaba en alianza con otros príncipes católicos) vetó el voto. En aquel tiempo tenían derecho a veto en el cónclave los príncipes católicos. Después de un gran revuelo –aunque sin llegar a los excesos de anteriores cónclaves dudosos–, tomando en cuenta el veto del emperador, se declaró nula la elección de Rampolla y en la nueva votación resultó electo el cardenal José Sarto, después San Pio X. Esto sucedía en el año 1903. Diez años después moría Rampolla, descubriéndose en sus pertenencias su afiliación a la Masonería. El cónclave que había elegido a Rampolla había durado ¡sólo cinco días!, escaso tiempo para una deliberación tan importante. Los masones liberales franceses se dieron a la protesta de manera especial. Pues bien, continuando con la carta de Winckler, manifiesta éste que Monseñor Pignedolli le habló de una gran revancha que se preparaba. Le hizo la reseña de todo el suceso del veto de Austria, cuyo resultado, según Monseñor había sido el de volver a hundir a la Iglesia durante más de medio siglo en el oscurantismo y en el aislamiento de la Edad Media; insistió en la necesidad de una apertura y de una adaptación de la Iglesia; finalmente le hizo entrever que se aproximaba una era nueva, y esto para muy pronto, gracias al éxito ya seguro (notemos que esto lo decía Pignedolli en 1945) gracias a uno que tendría éxito ahí donde Rampolla había tenido la desgracia de fracasar… «¿Quién es él?», le había preguntado Winckler; Pignedolli había respondido: «Usted le sirve en la misa todos los días»… SE TRATABA DE JUAN BAUTISTA MONTINI.
Según Winckler, el grupo que había creído a principios de siglo dar en el blanco con el cardenal Rampolla o sea colocar a uno de los suyos en la cima de la Iglesia para remodelarla a su propia imagen, ese grupo de presión nunca se encontró desarmado… «¿Quién –dice Winckler– tuvo la posibilidad de preparar las elecciones de Roncalli y Montini con mucha anticipación, de modo que la primera hiciera posible la siguiente?»… ¿Y las siguientes? añadimos nosotros.
Por los resultados que están a la vista la entrevista Pignedolli-Winckler no puede ser tachada de ficticia. Sergio Pignedolli fue Presidente del Secretariado para las Religiones no Cristianas –hoy Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso–, y quien hacía comunes las fiestas musulmanas del Ramadán para los católicos. Convencido de la igualdad de las “tres grandes religiones monoteístas”.
INFLUENCIA DE PABLO VI EN LA ELECCIÓN DE JUAN PABLO II
Imposible pensar que habiendo alcanzado el éxito enorme, primero, de poner en la cima de la Iglesia al iniciador de la revolución deseada, Roncalli, y logrando realizar un conciliábulo destructivo, no hubieran tenido preparados los autores del plan a otros sujetos aptos para continuar la exitosa tarea. De Juan XXIII se dice que fue “un papa de Transición”, y lo mismo se repite acerca de Juan Pablo I, cuyo “pontificado” de treinta y tres días estuvo rodeado de circunstancias extrañas, lo mismo que su muerte. El “deseado de las Naciones Unidas” para continuar la tarea después de Montini era según todas las evidencias, como la de la suma eficacia para consumar el plan, Monseñor Karol Wojtyła. Hay que hacer notar que si bien en los cónclaves de tiempos anteriores influyó la política laica, como en el veto de Austria, no es posible negar ahora la influencia de otras políticas que están a la vista.
Resumanos. Según narran los biógrafos en “Su Santidad” –datos conocidos sin necesidad de su relato–, Paulo VI distinguió de manera especial a Karol Wojtyła en particular durante el mismo Vaticano II. Habiendo sido consagrado obispo en 1958, Paulo VI lo elevó al arzobispado en 1963 –quizá encantado por las intervenciones del obispo polaco en las sesiones conciliares que lo señalaban como miembro del “clan”–. En 1967 apenas terminado el conciliábulo lo elevó al cardenalato. Pero transcribimos algunos párrafos significativos de “Su Santidad”. Dicen:
«En la historia de la Iglesia casi nunca es posible determinar por qué un cardenal en particular es elegido papa».Pongamos mucha atención a lo que sigue:
«Un observador minucioso puede develar las razones que llevaron al candidato –Karol Wojtyła– a estar en la mira de los papables».El cardenal Andrzej Deskur, un profundo conocedor de la curia, cree que, de una manera misteriosa cada papa elige a su propio sucesor…
«El viejo Juan XXIII consideraba, sin lugar a dudas, que el cardenal de Milán, Juan Bautista Montini, era el hombre adecuado para terminar el trabajo que él había comenzado con el Vaticano II… A Karol Wojtyła le prestaba Paulo VI una atención especial, cosa evidente para las personas cercanas al Papa después del concilio… Karol Wojtyła fue elevado al cardenalato por Montini cuando tenía cuarenta y siete años, y de ahí en adelante la colaboración y el afecto entre Paulo VI se harían más fuertes. Wojtyła fue nombrado en cuatro Congregaciones del Vaticano: El Clero, la Educación Católica, la Liturgia, y las Iglesias Orientales… Paulo VI recibía al cardenal Wojtyła frecuentemente en audiencias privadas. Nada más entre 1973 y 1975, Karol Wojtyła asistió a audiencias privadas unas once veces en el estudio de Paulo VI. Luego, en 1976, el Papa honró a Wojtyła con una invitación extraordinaria: le pidió que dirigiese los ejercicios espirituales de Cuaresma en el Vaticano para los miembros de la Curia y el personal de la casa papal. Ese mismo año el periódico New York Times señaló al cardenal como uno de los candidatos más frecuentemente mencionados para suceder al Papa Paulo VI» (2).Aquí caben dos pequeños comentarios. Los “ejercicios” espirituales dados por el cardenal Wojtyła a Paulo VI y su curia, no merecieron que se sepa, ninguna protesta por las herejías manifestadas. Por otra parte, dichos ejercicios han sido dados a conocer mundialmente en forma de libro, con el título de “Signo de Contradicción”. En cuanto al comentario de los biógrafos sobre el anuncio de Wojtyła como “papable” en el New York Times, ¿no constituiría, dadas las cosas, una “señal” para decir a ciertos interesados: «todo va bien»?
PREPARATIVOS DE PABLO VI PARA ASEGURAR LA ELECCIÓN DE WOJTYŁA
No había ninguna razón para que Pablo VI dictara una disposición donde los cardenales octogenarios quedaran excluidos de los cónclaves de elección papal. Máxime cuando los excluidos se encontraban en perfecta salud mental, y era una evidente arbitrariedad privarlos del derecho de ejercer aquello para lo que precisamente habían sido constituidos: elegir Papa. Pero entre los cardenales que entonces eran mayores de ochenta años, y los que pronto alcanzarían la edad, había muchos “conservadores” indeseables. El documento que los dejó fuera –como una ley para el futuro– fue la Constitución Apostólica “Románo Pontífice Eligéndo”, dada por Montini en Roma el 1 de octubre de 1975. De todos los Movimientos de Resistencia Católica surgió la protesta considerando «nula de pleno derecho» dicha ley, y muchos manifestaron que «arrojaban sombras» sobre los próximos cónclaves. Nosotros junto con otros muchos católicos, no pensamos que es esa ley la que «arroja sombras" con todo y ser arbitraria; nosotros creemos que la Sede Romana está vacante por herejía del que la ocupa y que los cónclaves de los modenistas han sido nulos de toda nulidad. Pero bien, Paulo VI desde su ascenso se había dedicado a crear cardenales que a la elección de Wojtyła eran 115, de los cuales Montini había creado 100. Cuando se emitió la disposición de exclusión de los octogenarios, quedaron fuera del derecho de elección los siguientes, en número de trece, que no pudieron asistir al cónclave que elegió a Wojtyla: Ottaviani, Antonelli, Barbieri, Confalonieri, Caggiano, Dejorio, Fuinga, Marella, McInter, Miranda, Motta de Vasconcelos, O’Boyle, Shera, Parente y Slypij. Pero cardenales modernistas, masones, de tendencias protestantes, liberales, que profesaban las mayores herejías postconciliares, judíos y comunistas, esos sí estaban con todo derecho en el colegio cardenalicio al tiempo de la elección de Wojtyła. Por ejemplo:
- El cardenal Pironio, al que en su patria, Argentina, llamaban “el pirómano” por sus tendencias comunistas revolucionarias.
- El cardenal Willebrands que como embajador de Pablo VI se jactaba por toda la Iglesia de la reinvindicación de Lutero, siendo también firmante de la concesión de los sacramentos católicos a los cismáticos y “otras confesiones”.
- Y estuvo también el ya mencionado Pignedolli, el de «nuestras fiestas del Ramadán». Estos, entre otros.
NOTAS
(1) Historia de los Papas. Tomo II, Carlos Castiglione. Editorial Labor S. A. Barcelona, España, 1948, pags. 600-601.
(2) Su Santidad, pag. 127
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)