Acotaciones filológicas y hermenéuticas al "Oremus et pro Iudaeis"
Por Guillermo C-H Pérez Galicia
Pérfidus se aplica a aquel que traiciona la confianza (fides) o que rompe sus promesas. Pérfidus está formado por la preposición per, que se añade para reforzar el significado de la palabra, bien en sentido positivo (como permágnus o permoléstus), o bien en sentido negativo (como perjurus o pérfidus). La terminación -idus designa una propiedad o estado en relación con la raíz de la que deriva el adjetivo que la contiene: en este caso hay que ponerlo en relación con el verbo semi-deponente fido (fiarse de alguien, tener confianza).
La palabra FIDES está unida a los "lazos de clientela", los lazos de hospitalidad y amicítia, y los juramentos solemnes ante la divinidad; tiene que ver con la relación que entablan un gran señor, justo y poderoso, con sus siervos o con colaboradores de menor rango que se ayudan mutuamente, cada uno según su función. Es decir, se relaciona con los compromisos de amistad, fidelidad, compromiso y confianza por lazos de un individuo o más hacia otro que tiene una influencia o un peso preponderante en la sociedad. O, dicho de otro modo, su sentido fundamental se refiere a pactos de colaboración existentes entre alguien sencillo de un bajo estamento y una figura poderosa que le brinda su apoyo y sellan una lealtad mutua, con frecuencia por razones políticas; el otro sentido hace alusión al compromiso de fidelidad y confianza peculiar existente entre el amante y la amada, como lo expresan poetas como Catulo.
Así pues, pérfidus es aquel con quien no se deben sellar pactos porque es indigno de confianza, pues incumplen su parte en un trato, o bien aquel individuo que no es apto para una relación de pareja porque está inclinado a tener deslices y no es sincero en su entrega. El Cristianismo vino a unificar ambos sentidos romanos de FIDES en sentido figurado para expresar el compromiso existente entre el alma del fiel y el amante del alma (Cristo), y la relación entre Dios y su Iglesia, identificando FIDES con el concepto griego PISTIS. De Fides deriva la palabra Fe.
Si consultamos "Pro Quinctio" de Cicerón (6, 26), veremos que la palabra pérfidus se refiere a quien es falso, tramposo, traicionero y falto de honradez. La oda 27 del tercer libro de las Odas de Horacio es también suficiente demostración para darse cuenta de que pérfidus alude a aquel que es traicionero, indigno de confianza y proclive a romper los pactos importantes.
El término adecuado que sirve para referirse a quien no es fiel a la religión verdadera es infidélis, mientras que infídus es un término más equívoco, porque puede aludir doblemente tanto a aquel que no es digno de confianza como a aquel que es inconstante o infiel a algo.
Los judíos se entiende perfectamente que se les llame pérfidi, porque los judíos actuales son talmúdicos, es decir, son los herederos de los fariseos, a quienes Cristo llama hipócritas más de una vez, les dedica una serie de recriminaciones que bien merece la pena leer, analizar y seguir teniéndolas en cuenta para estar siempre alerta (Mt. 23, 13-36).
Y no sólo a los fariseos en particular, sino también se refiere alguna vez Nuestro Señor a los judíos en general, como cuando les acusa de ser hijos del Diablo, que su padre es padre de la mentira y homicida desde el principio, dando a entender que ellos son así (Jn 8, 31-48). Además acusa a los judíos en más de una ocasión de intentar matarlo, cosa que jamás hizo, por ejemplo con los romanos. Se ve entonces, que los judíos habían tramado la muerte de Jesús mucho antes de que fuera llevado a Pilatos, sin que exista, en cambio, ningún pasaje de los Evangelios que indique alguna intención o plan de los romanos tendiente a realizarla.
Las siguientes palabras de Santo Tomás de Aquino demuestran una vez más a qué se refiere el Catolicismo hablando de los pérfidos:
"Pues los judíos veían en Él todas las señales que los profetas dijeron que iba a haber [...] pues veían con evidencia las señales de la Divinidad de Él, mas por odio y envidia hacia Cristo, las tergiversaban; y no quisieron confiar en las palabras de Éste, con las cuales se confesaba Hijo de Dios". (cfr. Summa Theologica, 3 p., qu. 47, art. 5).
Pero, más claro de lo que resulta en la siguiente parábola, como Cristo lo expresa, no puede estar:
"Y comenzó a contar al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña y se la arrendó a unos labradores y salió de viaje por bastante tiempo. Y en el momento adecuado envió a los labradores un siervo para que le diesen del fruto de la viña. Pero los labradores, tras apalearlo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviar a otro siervo; pero ellos, apaleándolo y ultrajándolo, lo despidieron vacío. Y volvió a enviarles un tercero, pero ellos también a ese, tras herirlo, lo echaron. Pero dijo el Señor de la viña: '¿qué voy a hacer? Enviaré a mí hijo el amado; quizás a él lo respetarán'. Sin embargo, al verle los labradores, razonaban entre sí diciendo: 'Éste es el heredero; vamos a matarlo para que la herencia sea nuestra.' Y arrojándolo fuera de la viña, lo mataron. ¿Qué hará, pues, con ellos, el Señor de la viña? Vendrá y hará perecer a esos labradores y entregará la viña a otros". (Lc. 20, 9-16)
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