San Anastasio nació en Venecia hacia el año 1020 en una familia rica, donde hizo los estudios de griego y latín. Pero muy joven, le vino el pensamiento de ser monje en una abadía, y se preparó para ello con oración, ayuno, y privándose de vino y de viandas. Podía ayunar de un domingo al otro. Vino a la Francia, creyendo encontrar en Mont-Saint-Michel el lugar de silencio y soledad que buscaba. Decepcionado por causa del abad, que era simoníaco, abandonó la abadía y se retiró como ermitaño en la isla de Tombelaine en la bahía de Mont-Saint-Michel.
Su fama se expandió, y el abad San Hugo de Cluny en Borgoña le invitó a venirse consigo. San Anastasio allí encontró el puerto de paz que deseaba. Pero el papa San Gregorio VII y San Hugo decidieron enviarlo a España para convertir a los sarracenos y persuadir a los cristianos de adoptar la liturgia romana en lugar de la mozárabe, causa por la cual bregó el cardenal legado Hugo de Remiremont. Obtiene alguna conversión y retorna por siete años a Cluny. Luego seguirá a San Hugo por la Aquitania, Tolosa y finalmente a Pamiers. Allí, a pesar de la reticencia de San Hugo, obtiene el permiso de retirarse a la montaña durante la Cuaresma. Vivía como ermitaño en una cabaña de ramas, permaneciendo allí por tres años. La población vecina acudía a él en masa a un punto donde la montaña estaba iluminada de cirios. Luego de tres años, le pidió al abad regresar a Cluny.
En Pamiers, aureolado de su prestigio, pide colocar las reliquias de San Antolín en un relicario. Debilitado por la fiebre y su ayuno perpetuo, su salud empeora y llegando a la villa de Saint-Martin-des-Dévotes (actual Saint-Martin-d'Oydes), entrega el alma a Dios y fue sepultado en la iglesia local. Su culto no ha disminuido, sino que se extiende a la fuente por la cual pasó. Allí su relicario precide la procesión anual que se realiza el primer domingo de Mayo.
La biografía de San Anastasio, escrita por un tal Galterio para el subdiácono Pedro y su hermano Bernardo, puede verse en Acta Sanctórum Órdinis Sancti Benedícti de Jean Mabillon y en Acta Sanctórum, octubre, vol. VII, pte. 2. Probablemente el santo es el autor de una “Epístola a Geraldo”, sobre la Presencia Real; cf. DTC., vol. 1, c. 1166.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)