Pocos días después de mi conversión, me retiré a una cueva como ermitaño con el propósito de alcanzar a Dios. Llevé algo de dinero para darle a los pobres en el camino, la Biblia y un crucifijo que mi madre me regaló.
Un día, leí un pasaje donde Nuestro Señor dijo: "Si al árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco qué no se hará?". Luego, me puse a orar pidiéndole a Dios me explicase esa frase.
Salí de mi celda y me quedé observando una nidada de patos muy peculiar. Todos esos patos tenían negras plumas, excepto uno. Los patos negros siempre humillaban al que no era de su color.
Al ver a ese pobre patito, lo tomé en mis manos y pensé: Así nos pasa, por ser diferentes a los demás nos rechazan.
Mientras reflexionaba, un halcón se lanzó en picada contra los patos negros y cuando volví a mirar, el halcón atrapó a uno de ellos y el resto huyó.
Le pregunté a Dios: ¿Qué quiere decir lo que pasó con los patos? Y me respondió: El justo siempre es perseguido por Mi causa, pues no se comporta según los parámetros del mundo. Pero, lo que padece el justo es insignificante comparado con el castigo que le espera a los pecadores.
Nunca había oido esta historia, me ha gustado bastante.
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