Tomado de CATÓLICOS ALERTA (Segunda Época).
LA ABOMINACIÓN DE LA DESOLACIÓN
El 3 de abril de 1969 Pablo VI publicó desde la Abadía de Montecassino la Constitución Apostólica Missále Románum que promulgaba el Novus Ordo Missæ
LA SUPRESIÓN DEL SACRIFICIO PERPETUO
fue para mí una revelación sorprendente, dada la presente situación
eclesial, cuando leí, por primera vez, el comentario del Card. Billot
SJ, a los versículos de Daniel, que hacen referencia a la supresión del
Sacrificio perpetuo. Era citado en la obrita de Gabrielle Rochon
“L’INFAME TRAHISON” (Montréal, 1980, págs. 22-25). Posteriormente, lo
volví a leer en su contexto de la Obra completa del Card. Billot “LA
PARUSÍA”, publicada en EINSICHT, en noviembre de 1987.
A partir de aquel momento quedó perfectamente claro, con un golpe de luz deslumbradora, aquel versículo de San Mateo (24,15):
«Cuando veáis puesta en el lugar santo la Abominación de la Desolación, la anunciada por el proteta Daniel (el que lea entienda)».
O el paralelo de San Marcos:
«Cuando veáis la Abominación desoladora, puesta donde no debiera estar (el que lea entienda)» (13,14).
Los comentarios que conozco las aplican a la destrucción de Jerusalén y a la profanación del templo.
Debido a la impresión que me causó el Comentario del Card. Billot,
por encajar tan bien en las presentes circunstancias, intenté remontar
la corriente de la Tradición, para ver lo que la misma nos dice sobre el
tema, ya que el Card. Billot no aporta citas, ni hace alusión alguna a
la Tradición.
Cristo nos dice que el que lea entienda;
esto es, que debemos esforzarnos en penetrar su sentido. Con esto se
nos avisa que, contra todas las apariencias, el sentido no debe ser tan
somero, ni tan obvio, como el que nos ofrecen comunmente los
comentaristas. Cristo nos remite al profeta Daniel. Se impone el deber
de consultarlo. Cuando Cristo lo cita, es porque indudablemente nos dará
la clave para su comprensión. Esto es lo que hace el Card. Billot, en
su Comentario.
En efecto, Daniel pone en íntima conexión, en varios pasajes, la Supresión del Sacrficio perpetuo con la instalación de la Abominación de la Desolaclon.
Vease, ademas de la cita introductoria, Dan. 9,27 y 12,11. Sólo en el
cap. 8 se habla de la supresión del Sacrificio cotidiano, sin hacer
mención expresa de la Abominación de la Desolación:
«Y creció hasta el mismo Jefe del Ejército y fue por él suprimido el Sacriticio cotidiano y derribado el lugar del Santuario» (Dan. 8,11).
Aquí tenemos los datos del profeta Daniel, al que CrIsto nos remite.
Los comentaristas que he leído, refieren esto exclusivamente a la persecución de Antioco y a la colocación de la estatua de Júpiter Olímpico en el Santuario, o a la profanación de Jerusalén por las tropas romanas, sin referirse a su significado profundo, pero los sucesos del Antiguo Testamento eran sólo “Umbra futurórum”, como nos dice San Pablo; o sea, imagen, figura o símbolo de una realidad mesiánica futura.
Según se puede deducir de los lugares del
Antiguo Testamento, donde se habla de la Abominación de la Desolación
(por ejemplo, I Mac. 1,47; 50, 57 y II Mac. c. 6), la Abominación de la Desolación no es otra cosa que la sustitución del verdadero culto de Dios por un culto falso, ofrecido a los ídolos, o la profanación del lugar sagrado. De ahí, la íntima relación entre la supresión del Sacrificio perpetuo y la Abominación de la Desolación.
Esto quiere decir que, al aplicar Cristo a una
profecía suya, la profecía de Daniel, la supresión del Sacrificio
perpetuo (o lo que es igual la supresión del Santo Sacrificio de la
Misa) estaba ya evidentemente profetizada en el Antiguo Testamento;
pues, el único Sacrificio Perpetuo, a partir del Sacrificio del
Calvario, cuando quedó abolida la antigua alianza y establecida la nueva
y eterna, es el SACRIFICIO DE LA MISA. No hay otro. Todo esto lo explica y aplica muy acertada y exactamente el Card. Billot, en su citada obra.
Conclusión.
Abominación de la Desolación es igual a la supresión del verdadero culto
de Dios, a la supresión del Sacrificio perpetuo. Es así que el único
Sacrificio perpetuo, cuando Jerusalén fue tomada por las tropas romanas y
fue destruido el templo, era el Sacrificio de la MISA, luego lo que se
profetizó es que la MISA, la OBLÁTIO MUNDA, que le sería ofrecida a
Dios, desde la salida del sol hasta el ocaso, habría de ser abolida.
Esto es lo que sucedió con la promulgación del Novus Ordo Missæ (N. O.
M.).
Esto es lo que consta en la Sagrada Escritura. Pero es preciso bucear en la Tradición para ver como interpreta esta profecía.
Es una lástima que el Card. Billot no cite la Tradición. Gabrielle Rochon apostilla así a las conclusiones del Card. Billot: «Explicaciones enteramente de acuerdo con los Santos Padres de la
Iglesia y toda la tradición apostólica de la Santa Iglesia Romana» (p.
22). Pero no aduce ningún testimonio de la misma. Yo estaba
persuadido de que la exégesis del Card. Billot se tendría que basar en
la Tradición pero, ¿en qué grado?
Procuré rellenar la laguna
dejada por el Card. Billot. Era consciente de las dificultades que la
empresa entrañaba para mí, por no ser especialista en la materia, por
mis ocupaciones profesionales y por no tener cómodo acceso a las fuentes
desde el medio en que se desenvuelve mi vida. Sin embargo, esta idea
obsesiva me hacía no cejar en el empeño. El primer material testimonial
al respecto, me llegó a través de la Revista EINSICHT. Era una cita de San Alfonso María de Ligorio, cuyo tenor es:
«Satanás suprimirá el Sacrificio de la Misa, y eso se llevará acabo a causa de la falta de fe de los hombres» (“Zerstorung der HI. Messe in N. O. M.”, de Visser, Einsicht, febrero 1985).
Posteriormente, leí otro testimonio, citado por el abate Vincent-Marie Zins, de San Jerónimo:
«El Anticristo abolirá el ejercicio público del único verdadero Sacrificio del altar» (V. S. Jer. “in Danielem 12,11. SUB TUUM PRÆSIDIUM, nº 3, 2º Trim. 1986, p. 34).
Esto era ya sumergirse en las fuentes de la
Tradición, en la Patristica. Pero… tenían que existir más. La
expectativa quedó satisfecha, al adquirir la obra del Padre Antonio Orbe SJ, “La Teología de San Ireneo” (B. A. C., Madrid, 1988).
Por esta obra, me he podido enterar que San Ireneo, testigo casi de primera mano de la Tradición Apostólica, afirma que el Santo Sacrificio de la Nueva Alianza será desterrado por obra del Anticristo.
«Deínde et tempus tyránnidis ejus signíficat, in quo témpore fugabúntur sancti qui purum sacrifícium ófferunt Deo». O sea: «Más tarde indica el tiempo de su tiranía, cuando serán perseguidos los santos que ofrecen a Dios el sacrificio puro» (1. V, 25,4).
Oigamos los comentarios del P. Orbe «En ese tiempo los santos serán perseguidos y desterrado el sacrificio puro a Dios». «Está claro –dice– lo que Ireneo entiende por la persecución y fuga de los santos “qui purum sacrificíum ófferunt Deo». Cesará con el Anticristo el Sacrificio Puro,
la Eucaristía dilatada por todo el mundo entre las gentes para
glorificar el nombre del Dios Creador…. La Eucaristía será, según Daniel
(9,27), eliminada durante los tres años y medio de tirania. Contra ella
se cebará singularmente el odio del Anticristo por ser el sacrificio
más fructuoso para el hombre…» (O.c. III, p. 45-48).
El mismo autor apoya su interpretación, citando a otros Padres. San Hipólito:
“Sobrevenido él, desaparecerá el sacrificio y la libación que, ahora, en todas partes es ofrecida a Dios por las gentes.” (“De Antichristo”, 64 initio; y, sobre todo, “In Danielem”, IV, 49,3). Citado el en la pág. 49.
Y del Pseudo-Hipólito dice que, en su obra “De consummatione mundi” (c. 34), se hace eco, de manera ingenua, de la Eucaristía ausente en los días del Anticristo (p. 48).
Riquísima información que confirma la exactitud
de la exégesis del Card. Billot. No obstante, seguí indagando, por si
encontraba algo más y efectivamente, leyendo el Comentario “In Danielem”
de Teodoreto de Ciro, encontré este elocuente e inequívoco testimonio de la Tradición:
«Abominatiónem áutem desolatiónis vocat Antichrístum, mutatiónem continuitátis ecclesiástici cultus, órdinem ab illíus infámia et rábie dissipátum et ABOLÍTUM». (Theodoretus de Cyro, “In Danielem”, Oratio X, circa finem). «Llama Abominación de la Desolación al Anticristo, al cambio o alteración de la continuidad del culto eclesiástico, y al orden interrumpido y ABOLIDO por su perversidad y furor».
Según lo interpreta Teodoreto se puede
aplicar a la ruina de toda la estructura eclesial, llevada a cabo por
Pablo VI, haciendo auténticas mutaciones en la Misa y en la Liturgia
sacramental.
Vemos, pues, que la Tradición autoriza plenamente la exacta y clarividente exégesis del Card. Billot. «El
culto de Dios –dice– dejará de ser celebrado, al menos públicamente… En
una palabra: El Sacrificio de nuestros altares será proscrito, en esos
terribles días; en todas partes será prohibido, salvo lo que se pueda
hacer en la sombra subterránea de las catacumbas…». O sea, algo similar a
lo que les sucedía a los primeros cristianos en tiempo de persecuciones,
o a lo que ha estado sucediendo tras el telón de acero, por ejemplo, en
la Iglesia clandestina en Checoslovaquia.
Discrepo en cuanto al modo concreto como concibe el Card. Billot
en que se llevaría a cabo la supresión del Sacrificio perpetuo. Está
visto que las profecías, antes de su cumplimiento, son todas equívocas,
según proclamó Pascal.
En cambio, hay testigos de la Tradición que
sorprenden por hacer uso, para expresar el hecho de la desaparición del
Sacrificio perpetuo, de un verbo de valor estrictamente jurídico: ABOLIR. Así San Jerónimo y Teodoreto.
Ese es el verbo que ofrecen en su traducción española, Bover-Cantera y
Ediciones Paulinas, en los versículos de Dan. 11,31 y 12,11; así como la
Biblia de Jerusalén, en el versículo 11,31:
«Abolirán el Sacrificio cotidiano…»
He aquí, como se expresa la versión de los Setenta,
en el versículo 31, del capítulo 11: «Kai metastésousin ton
endelejismon» (καὶ μεταστήσουσιν τὸν ἐνδελεχισμὸν). El verbo “methistemi” (μεθίστημι) significa, entre otras cosas,
cambiar, sustituir, mudar, transformar; los cuales, más que un simple
abolir, derogar o abrogar, connotan algo más, se trata más bien de OBROGÁRE,
en latín, que significa derogar o anular una ley, sustituyéndola por
otra. Obrogare, según la definición de los juristas romanos, «est legis prióris infirmándæ causa, legem áliam ferre», o sea, consiste en promulgar una ley para anular otra anterior. Esto es, en realidad, lo que se ha conseguido con la promulgación del N. O. M.
De todos modos, una palabra clave, para entender
el modo de llevarse a cabo la supresión del SACRIFICIO PERPETUO, es un
verbo que tenga sentido jurídico, ya que abolir, derogar, abrogar u
Obrogar , o sea suprimir legalmente, sólo lo puede hacer el Legislador.
Otro procedimiento sería obrar contra Derecho y no dejaría de tener sus
oponentes encarnizados que, pública o clandestinamente, se alzarían en
contra de la intromisión injusta del tirano, como sucedió durante la
dura época de las persecuciones primitivas y en todas las demás que ha
habido a lo largo de la historia. De este modo no cesaría la celebración
del Sacrificio Perpetuo; en tanto que la profecía de Daniel da por
suprimido el Sacrificio Perpetuo.
Veamos. Resulta que la supresión del Santo
Sacrificio Perpetuo –el Rito canonizado por un Concilio y un Papa, que
lo fijó a perpetuidad bajo terribles anatemas– quedó oficialmente
decretada el día en que se promulgó la CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA “MISSÁLE ROMÁNUM” por Pablo VI, el día del Jueves Santo –justamente– 3 de abril de 1969 [1].
Sí, así de una manera tan simple y tan poco estridente, logró Satanás que quedara suprimido “LEGALMENTE” el Santo Sacrificio Perpetuo.
A esta supresión se plegaron, de momento, más del 90% de los
sacerdotes. En la actualidad, no quedará ya ni siquiera el 1% que
celebre el auténtico Sacrificio Perpetuo de la Nueva Alianza.
Para comprender la
eficacia absoluta de esta
abolición hay que fijarse en el caso de los 6.000 sacerdotes españoles
–un 25 % aproximadamente de los sacerdotes de entonces– de la Hermandad Sacerdotal Española de San Antonio María Claret, que en carta, dirigida a BUGNINI, se negaban a celebrar seún el nuevo rito del N. O. M., con estas palabras: «Nosotros
sacerdotes católicos no podemos celebrar una misa, de la cual M.
Thurian de Taizé ha declarado que podía celebrarla sin dejar de ser
protestante. LA HEREJÍA NO PUEDE SER JAMÁS MATERIA DE OBEDIENCIA» (subrayado
mío). Pero esta actitud se quedó en agua de borrajas. Bastó que alguien
les insinuara que se trataba de una ley proclamada por el Papa, y que
si no celebraban según el nuevo ríto, desobedecerían al Santo Padre,
para que la fortaleza de los santos quedara quebrantada (Dan. 12,7),
para que toda su enérgica voluntad de oposición a la herejía se enervara
y quedara deshecha cual terrón de azúcar en agua hirviente.
¡Qué fácil lo sabe hacer Satanás y cómo cumplió
perfectamente la profecía de Daniel! Se alzaron los sacerdotes españoles
contra Bugnini, pero se plegaron ante la ley del presunto legislador.
Eficacia suma.
Aquí, en la destrucción de las estructuras
multiseculares de la Iglesia, llevada a cabo por el Vaticano II y por
los “papas”, a partir de Juan XXIII, manifestó el Anticristo su vigorosa potencia,
realizando destrucciones prodigiosas, con toda prosperidad,
exterminando a los fuertes y al pueblo de los Santos, verificando la
aniquilación con en tal suavidad que no se advierte (Conf. Dan. 8,
25-26; Ap. 13,7).
Si bien la supresión o derogación del Sacrificio
Perpetuo y de todo el Orden eclesiástico carece de legitimidad, sin
embargo, tiene visos de legalidad y cubre todas las
apariencias. Es la jugada maestra de Satanás, que no realiza por sí,
dírectamente, como creía San Alfonso María de Ligorio, ni tampoco el
Anticristo, como pensaba San Jerónimo. Satanás se valió para ello de la segunda Bestia, que con aspecto de cordero habla el lenguaje del Dragón (Ap. c. 13).
Repito que es la obra maestra de Satanás, astucia insuperable, capaz de engañar –si ello fuera posible– incluso a los mismos elegidos (Mat. 24,24).
Parece ser que Daniel y San Juan se quedaron
cortos en la expresión de la trágica realidad que intentaban pintarnos y
no por otro motivo, sino por las deficiencias del lenguaje humano. Por
eso, tuvieron que echar mano de esas macabras visiones, con el fin de
impresionar nuestra imaginación. Son imágenes espantosas, terroríficas,
en su expresión lingüística; pero quedan sobrepujadas por la profunda
realidad. La realidad es mucho más desgarradora; sólo que al ser de
orden espirítual, la humanidad no se percata de la misma. Eso es lo
malo; lo verdaderamente terrorífico, que tendría que provocar lamentos
más desgarradores, que los que le inspiraron a Jeremías la ruina de Jerusalén.
¿Es posible que esto no lo vea el 99% de la Humanidad? Por eso, pudo interrogarse, con razón, el divino Maestro:
«¿Cuando venga el Hijo del Hombre, acaso encontrará la Fe en la tierra?».
Subrayo el artículo, pues –no sé por qué– las
versiones en lengua vulgar suprimen dicho artículo, que consta en el
original griego. Se trata de la Fe objetiva, la cual quedaría como eclipsada («La Iglesia quedará en tinieblas»,
se nos anuncia en el mensaje de la Salette), aun en aquellos que
subjetivamente no la hayan perdido, sin saber en muchos puntos a qué atenerse, llenos de confusión y turbación, como se puede observar en los diversos grupos “tradicionalistas”. Sucede como durante la Pasión de Cristo, en que se produjo la desbandada.
¿Qué explicación se podría dar a esta ceguera espiritual? Indudablemente, una de orden sobrenatural, de castigo por nuestros pecados, por falta de AMOR DE LA VERDAD, que nos podría salvar (Tes. II, 2, 10).
Esta ceguera, tiene, además, una base
psicológica, en combinación con los misteriosos y adorables designios
divinos, que sería interesante investigar.
Ya dijo Pascal que,
«en las cosas de Dios, hay luz suficiente para los que desean ver; así
como también la suficiente oscuridad para los que tienen la disposición
contraria. De este modo, no se pierde el mérito de ver, ni la
responsabilidad del rechazo».
Ese lado oscuro lo es mucho más, cuando se trata de profecías antes de cumplirse. «Las profecías son equívocas; sólo después de su cumplimiento desaparece la ambigüedad» (Pascal). Pero sólo hasta cierto punto –añado yo–. El lado oscuro permanece, según el principio de Pascal, enunciado más arriba.
Pero, al intentar dilucidar esto, tengo que terminar aquí el presente artículo, ya que ello ofrece materia para otro.
TOMÁS TELLO
Revista “ROMA”, n.º 109 (30 de agosto de 1989), pag. 47.
NOTA (De la redacción)
[1] En el número 108 de ROMA se puede ver cómo Pablo VI el 21 de noviembre de 1964, aprobó documentos del Concilio (Lumen Géntium y Unitátis Redintegrátio)
que contradicen el dogma de fe que fuera de la Iglesia no hay salvación
(Extra Ecclésiam nulla salus). Así mismo el mismo día “aprobó” otro
documento (Orientálium Ecclesiárum) que permite dar los
Sacramentos incluso la Sagrada Eucaristía a cismáticos y aun a herejes y
recibirlos de ellos, contradiciendo la Tradición inveterada, al
Concilio de Florencia en definición solemne, al Canon 731 § 2 del
Derecho Canónico.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)