El hermano Juan Carlos Monedero me envía este artículo:
La energía y combatividad católica es frenada por quienes niegan la fe mediante el uso de palabras -supuestamente descalificatorias- como "intolerancia", "intransigencia", etc.
La importancia de este artículo de Santo Tomás estriba precisamente en descriminalizar el celo de los católicos por las cosas de Dios. La intolerancia e intransigencia de los católicos en sostener la verdad, no es sino el celo por las cosas santas; celo, efecto del amor, como explica el santo en este artículo.
Que su lectura sea provechosa para eliminar escrúpulos y falsos complejos, creados por el enemigo al solo efecto de desmoralizar a los bautizados.
No dejemos que el amor sea criminalizado por los objetores de la doctrina de la Iglesia.
Santo Tomás de Aquino. Summa Teológica Parte I-IIae - Cuestión 28 De los efectos del amor
Artículo 4
¿ES EL CELO EFECTO DEL AMOR?
1. En efecto, el celo es origen de contiendas, por lo cual dice 1 Cor 3,3: Habiendo entre vosotros celos y discordias, etc. Pero la contienda es contraria al amor. Luego el celo no es efecto del amor.
2. El objeto del amor es el bien, que es comunicativo de sí mismo. Pero el celo es contrario a la comunicación, pues parece ser propio del celo que alguien no sufra la participación en el objeto amado, como se dice de los varones que tienen celos de sus esposas, a las que no quieren tener en común con los demás. Luego el celo no es efecto del amor.
3. No hay celo sin odio, como tampoco sin amor, pues, dice el Sal 72,3: Tuve celos de los inicuos. Luego no debe decirse que es más bien efecto del amor que del odio.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De div. nom., que Dios es llamado celoso a causa del mucho amor que tiene a lo existente.
Respondo: El celo, de cualquier modo que se tome, proviene de la intensidad del amor. Porque es evidente que cuanto más intensamente tiende una potencia hacia algo, más fuertemente rechaza también lo que le es contrario e incompatible. Así, pues, siendo el amor un movimiento hacia el amado, como dice San Agustín en el libro Octoginta trium quaest., el amor intenso trata de excluir todo lo que le es contrario. Esto, sin embargo, acontece de diferente manera en el amor de concupiscencia que en el amor de amistad. Pues en el amor de concupiscencia, el que desea alguna cosa intensamente se mueve contra todo lo que se opone a la consecución o fruición tranquila del objeto amado. Y en este sentido se dice que los varones tienen celos de sus esposas, para que la exclusividad que buscan en la consorte no sea impedida por la compañía de otros. De la misma manera también, los que pretenden destacar, la emprenden contra los que parecen sobresalir, como si fueran un impedimento de su propia grandeza. Y esto es el celo de la envidia, del cual dice el Sal 36,1: No envidies a los malignos, ni celes de los que obran la iniquidad. Mas el amor de amistad busca el bien del amigo; por lo cual, cuando es intenso, hace que el hombre se mueva contra todo aquello que es opuesto al bien del amigo. Y conforme a esto, se dice que uno tiene celo por su amigo cuando procura rechazar todo lo que se dice o hace contra el bien del amigo. Y de este modo también se dice que alguien tiene celo por la gloria de Dios cuando procura rechazar según sus posibilidades lo que es contra el honor o la voluntad de Dios, según aquello de 2 Re 19,12: Me abraso en celo por el Señor de los ejércitos. Y sobre aquello de Jn 2,17: El celo de tu casa me devora, dice la Glossa que es devorado por el buen celo quien se esfuerza en corregir cuantas cosas malas ve; si no puede, lo sufre y gime.
1. El Apóstol habla allí del celo de la envidia, que es, en verdad, causa de contienda, no contra la cosa amada, sino en favor de ella y contra lo que le sirve de obstáculo.
2. El bien se ama en cuanto es comunicable al amante, por lo cual, todo lo que impide la perfección de esta comunicación se hace odioso. Y así el celo es causado por el amor del bien. Mas por defecto de bondad acontece que ciertos bienes pequeños no pueden ser poseídos íntegramente por muchos al mismo tiempo. Y del amor de tales bienes se produce el celo de la envidia. Pero esto no sucede propiamente respecto de aquellas cosas que pueden ser poseídas íntegramente por muchos; ninguno, en efecto, envidia a otro por el conocimiento de la verdad, que puede ser conocida íntegramente por muchos, a no ser, quizás, por la excelencia de tal conocimiento.
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