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martes, 25 de diciembre de 2012

MENSAJE DE NAVIDAD

"Nacimiento de Jesús y Adoración de los Reyes Magos" (Giotto)

Carísimos hermanos en Jesús y María, una vez más deseamos que estéis alegres en el Señor, y que su Gracia resplandezca sobre vosotros.

Al celebrar un año más el Nacimiento de Jesús, que por por nuestra salvación, bajó del Cielo y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo en el seno virginal de María Santísima (como lo rezamos en el Credo), es nuestro deber darle gracias a Dios por esta muestra de su Misericordia hacia nosotros; y orar especialmente por nuestros hermanos, para que sobre ellos se manifieste "la Paz que sobrepasa todo entendimiento" que es Dios mismo.

Unámonos al gozo de la Iglesia con motivo de este día santísimo, como nos invita el papa San León Magno: 
"Exultemos en el Señor, queridos míos, y abramos nuestro corazón a la alegría más pura. Porque ha amanecido el día que para nosotros significa la nueva redención, la antigua preparación, la felicidad eterna. Se renueva así para nosotros en el ciclo anual el elevado misterio de nuestra salvación que, prometido al principio y realizado al final de los tiempos, está destinado a durar sin fin." (Homilía XXII)
Que Jesús y María nos guarden de toda asechanza infernal, nos aumenten en la Fe, Esperanza y Caridad; y nos guíen hacia la vida eterna.

Orad sin cesar y ofreced acción de gracias, porque Dios ha hecho grandes cosas por nostros.

In Christo Jesu et María Immaculata,

+Jorge de la Compasión.

Frater Jorge Rondón Santos

Año del Señor 2012, a 25 de Diciembre, XXXIII de la Santa Cruzada.

martes, 18 de diciembre de 2012

CREER EN DIOS SERÁ DELITO EN FRANCIA

Desde MILES CHRISTI
¿Será que volveremos a ver esta escena? Pues no estamos tan lejos, cuando arranque en Francia el observatorio anti-religión. (Caricatura "La gloria de la revolución francesa", por James Gillray)

Sabemos que en la revolución anticristiana que acaeció en Francia entre 1789 y 1800, ser católico era un delito cuya condena era la muerte. Ahora, el presidente socialista francés François Hollande creó un organismo con el fin de impedir que las personas vivan conforme a su fe y se opongan a la inmoralidad que se impone en el país. Esta ley está dirigida especialmente contra los católicos y los musulmanes, que han sido los únicos que no se han corrompido con la ideología liberal-masónico-comunista conciliar. (Noticia tomada de RADIO CRISTIANDAD; imágenes y comentarios son nuestros).

Nueva ley del Gobierno francés: Hollande actuará contra católicos, judíos y musulmanes que tengan una “patología religiosa”

El gobierno socialista de Francia anunció la creación de un “Observatorio Nacional de Laicidad”, una iniciativa que en la práctica se traduciría en una violación a la libertad religiosa con la deportación de musulmanes, judíos y cristianos que sean considerados portadores de una “patología religiosa”. (Nota: "patología religiosa" = honestidad y testimonio de fe)

El presidente Francois Hollande, que en su campaña electoral ofreció legalizar las uniones homosexuales equiparadas al matrimonio, dijo el pasado 10 de diciembre que en el año 2013 se establecerá el citado Observatorio.
 
Francois Hollande, presidente socialista de Francia

Este organismo, señala un comunicado oficial de la presidencia, “tendrá como tarea formular propuestas sobre la transmisión de la ‘moral pública’ para darle un lugar digno de ella en la escuela”.

Opiniones violentas… patología religiosa

Aunque el comunicado no precisa los alcances del Observatorio, ha sido el Ministro del Interior, Manuel Valls (masón a cuál más), quien explicó su misión. El ministro indicó que “el objetivo no es combatir las opiniones con la fuerza, sino detectar y comprender cuando una opinión se hace potencialmente violenta y llega al exceso criminal. El objetivo es identificar cuando es bueno intervenir para lidiar con lo que se convierte en una patología religiosa”.

Manuel Valls, minsitro francés del interior (aunque descendiente de republicanos españoles).

Señalar a los extremistas de todos los credos

Valls –cuyo gobierno permite la pornografía con muchachas de 18 años de edad– resaltó que el Observatorio se enfocará en extremistas de todos los credos y puso como ejemplo al grupo lefebvrista Civitas, cuyas acciones consideró “en los límites de la legalidad“, cuando ha protestado en más de una ocasión contra el aborto, la ley de uniones gay y en defensa de la libertad religiosa

El Instituto Civitas es un grupo católico tradicionalista que defiende la vida (desde la concepción hasta la muerte natural), la familia (el hombre, la mujer y los hijos), y la libre práctica religiosa
Para completar el cuadro, el señor Valls en su gobierno ¡permitió que las muchachas de 18 años trabajen en la pornografía!

Deportará imanes extranjeros…

Sobre esta iniciativa del gobierno francés, la agencia Reuters señala que “Francia deportará a imanes extranjeros y radicales desbandados de grupos religiosos, incluyendo a los tradicionalistas católicos de línea dura, si una nueva política de seguridad revela que sufren de una ‘patología religiosa’ y pueden hacerse violentos”.

No sólo los católicos están en peligro con la ley de laicidad: de aplicarse dicha norma, los musulmanes serán expulsados de Francia

Vivir separadamente del mundo moderno

Valls dijo además que “los creacionistas en Estados Unidos y en el mundo islámico, los extremistas musulmanes y los católicos ultratradicionalistas y los judíos ultraortodoxos quieren vivir separadamente del mundo moderno”.

Con este Observatorio, el gobierno de Francia sería quien decida quiénes son los católicos “que se portan bien” cuando en el país se debate una ley para legalizar las uniones homosexuales que fue rechazada el pasado 17 de noviembre por una marea humana de un cuarto de millón de personas, aproximadamente, que salío a las calles de las principales ciudades del país.

"PARÍS SERÁ ENTERAMENTE DESTRUIDA. Será tan completa la destrucción, que pasados 20 años, los padres se pasearán con sus hijos sobre las ruinas, y para satisfacer a sus preguntas, les dirán: Hijo mío, aquí hubo una gran ciudad, DIOS LA DESTRUYÓ POR CAUSA DE SUS CRÍMENES". (Profecía del padre Nectou, S. I.)

martes, 30 de octubre de 2012

PRIMERO LA IGLESIA FUTBOLÍSTICA, AHORA EL "HALLOWEEN" BAUTIZADO (Historia de las locuras del episcopado chileno)

 
Cuando apenas nos recuperábamos del estado de horror que nos produjo la “fiebre futbolística” de la iglesia de Chile (recordar la campaña que promovieron por el Mundial Suráfrica 2010):
    
Portada de la página web de la Conferencia episcopal de Chile (iglesia.cl) conmemorativa del mundial de fútbol Suráfrica 2010
  
Ahora resulta que quieren ellos bautizar el Halloween. Si no lo podéis creer, mirad las siguietes fotos (tomadas de la página web de la Conferencia episcopal de Chile. Vía CRUX ET GLADIUS):
    
    
¿Qué viene más tarde? ¿Qué más esperar? Nosotros como Católicos debemos tenerla clara: el Halloween ES Y SERÁ SATÁNICO.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

viernes, 14 de septiembre de 2012

¡OH MI COLOMBIA AMADA, CUÁNTO SUFRO VIÉNDOOS PECAR!

Dios ha destinado a Colombia para ser faro incorruptible de la Fe en los últimos tiempos, pero los pecados de este país son causa de que el Padre envíe fuego a esta nación. Por ello, Santa María, Rosa Mística envía por medio de Enoc un APELO URGENTE para este país. Apelo dado a las 10:30 de Agosto 15 de 2012. (Tomado de www.mensajesdelbuenpastorenoc.org)


¡OH MI COLOMBIA AMADA, CUÁNTO SUFRO VIÉNDOOS PECAR!

LLAMADO URGENTE DE MARÍA ROSA MÍSTICA A LA NACIÓN COLOMBIANA

Hijitos de mi amada Colombia, enderezad vuestro caminar.

Estoy muy triste y mi corazón está desgarrado por la indiferencia e ingratitud de la inmensa mayoría de la humanidad. A medida que se acerca el despertar de conciencias de mi Padre las señales en el cielo se irán intensificando; muchas almas se van a perder, porque no están preparadas espiritualmente y continúan vagando en las tinieblas, separadas de Dios por el pecado, sus almas no resistirán la presencia del Padre.

Mi dolor es grande al saber que el tiempo de misericordia se está terminando y la inmensa mayoría de mis hijitos continúa en el pecado. ¡Oh mi Colombia amada, cuánto sufro viéndoos pecar!. Os digo, que muy pronto seréis purificada, para que podáis ser digna de la voluntad de mi Padre. ¡Cuánto llevo rogando a mi Padre por ti, amada Colombia, esperando vuestra conversión sincera!. Pero no, cada día intensificáis vuestro pecado y aumentáis el dolor de esta Madre. Seguiré rogando por ti, mi amada nación para que vuestra purificación os sea más llevadera. ¡Despertad hija de Sión, enderezad vuestro camino y no sigáis matando a mis niños, porque la sangre de mis pequeños clama justicia!.

Os digo amada Colombia, que sóis privilegiada entre muchas naciones, porque desde aquí, saldrá el grito de libertad que despertará al mundo. El tiempo se os está agotando cada vez más y vuestra conversión no se da. No quiero veros sufrir, no quiero veros desolada y vestida de luto por la pérdida de vuestros hijos, por la destrucción de vuestras ciudades. Os hago un llamado urgente hijos de mi amada Colombia, para que recéis con más intensidad mi Santo Rosario. Que toda la nación se vuelva a Dios y pida perdón por dodos sus pecados; imitad a los habitantes de Ninive, ayunad y orad por vuestra conversión y la conversión de vuestra nación. Pedid por el cese de la violencia en todas sus formas. Que toda la nación al último día de este mes dedicado al Padre a las doce del día, hora de mi Angelus, suspenda sus labores por un momento y recen conmigo mi Santo Rosario; os pido ayuno para ese día para que juntos roguemos al Padre por la conversión de vuestra nación. Mi Padre que es infinitamente misericordioso, escuchará vuestras oraciones y súplicas y así como lo hizo con los habitantes de Ninive, tendrá también misericordia con vosotros y no os castigará, ni destruirá vuestra nación.

Acoged pues mi llamado, hijitos de mi amada nación Colombiana; bien sabéis que amo esta nación y no quiero verla sufrir y llorar por la pérdida de sus hijos. Vamos hijitos, estoy con vosotros, juntos clamaremos al Padre para que tenga misericordia de vuestra nación y vosotros no tengáis que conocer su Santa Justicia. Os ama, vuestra Madre, María Rosa Mística.

Dad a conocer este mensaje a todos mis hijitos, de mi amada Colombia.

sábado, 8 de septiembre de 2012

RUMORES DE SACRISTÍA: LA CÚPULA CONCILIAR SE HUMILLARÁ ANTE LOS LUTERANOS

Desde FORO CATÓLICO- Vía MILES CHRISTI

¿Un “mea culpa” para la Reforma y la Contrarreforma en 2017?
(Texto transcrito de Vatican Insider)
Como en 2000, cuando Juan Pablo II se humilló ante los "hermanos mayores", Benedicto XVI le "pediría perdón" a los "hermanos separados" (términos CV2 para los deicidas judíos y los herejes protestantes respectivamente)
Hay una idea que circula en voz baja en el mundo romano, pero desde hace años en el mundo alemán se encuentra bien arraigada, sobre todo después del último viaje del Papa a Alemania, con la precisa elección de las etapas y los encuentros que indicaban muy claramente la voluntad de un diálogo ecuménico. 
Es evidente que Benedicto XVI (al igual que sus antecesores desde Pablo VI), quiere ver humillada a la Iglesia Católica (pero en realidad, los que se humillan son los del Vaticano cisma)
Así, mientras se ha hablado mucho sobre el seminario anual de estudio entre el viejo profesor y sus exalumnos, que se llevó a cabo en Castel Gandolfo, no pasó inadvertido el comentario del presidente del Ratzinger Schülerkreis, el padre Stephan Horn, a la Radio Vaticana y que retomó la France Press.

Dentro de 5 años, en ocasión del 500 aniversario del cisma de Lutero (de 1517), podría concretarse una especie de “mea culpa” por parte de las dos Iglesias, para eliminar los venenos y serenar los ánimos provocados por antiguos conflictos. 
Recordemos que en 1517, Martín Lutero fundó la herejía protestante al fijar sus tesis en la capilla del Castillo de Wittemberg
«El Santo Padre siempre ha tenido la idea de que es necesaria una purificación de la memoria», dijo Horn.
«La historia no se puede cancelar, pero puede cambiar su interpretación, la forma en la que se juzgan los hechos». Los historiadores concuerdan al respecto, sobre todo los que se ocupan del Concilio de Trento, el Concilio de la Contrarreforma.

En vista del aniversario, ya son muchas las iniciativas programadas para 2017 y esta podría ser la coronación del conjunto e incluso son muchos los que esperan que sea un Papa alemán el quela lleve a cabo. Los huéspedes luteranos que estuvieron en el seminario en Castel Gandolfo y las declaraciones del Papa indican un camino preciso.
Yahveh dice al Remanente Católico: "Ellos (los enemigos de la Fe) se volverán hacia ti, pero tú no te volverás hacia ellos. Yo te pondré frente a este pueblo como una muralla de bronce inexpugnable."

miércoles, 5 de septiembre de 2012

¡TODO ESTÁ PLANEADO PARA DESESTABILIZAR LA PAZ!

Apelo urgentísimo dado por Yahveh, Dios Padre Todopoderoso a un alma que es llamada Enoc, dado el día 30 de Agosto de 2012, a las 08:35. (Tomado de www.mensajesdelbuenpastorenoc.org)

¡TODO ESTÁ PLANEADO PARA DESESTABILIZAR LA PAZ!



LLAMADO URGENTE DE DIOS PADRE A LA HUMANIDAD
Heredad mía, pueblo de Dios, paz a vosotros.
La paz de los hombres está por terminar, un acontecimiento repentino cambiará los destinos de la humanidad. La muerte de uno de los reyes de este mundo hará que la guerra se desate.  ¡TODO ESTÁ PLANEADO PARA DESESTABILIZAR LA PAZ!. Las naciones se atacarán unas a otras, el caos se apoderará de la humanidad y una tercera parte desaparecerá. Mi creación se vestirá de luto por la pérdida de tantas almas; el cielo llorará y la humanidad comenzará su calvario. ¡Ay de ti, Jerusalén que no quisisteis escucharme; ¡Ay de ti, Israel, porque tu suerte está echada!. Tus colinas serán ocupadas por tus enemigos y tus aliados no podrán defenderte. ¡Tu hora ha llegado!. Naciones más poderosas usurparán tu tierra y tus riquezas y el grito de guerra te hará estremecer.
¡Oh Jerusalén, le disteis la espalda a Tu Salvador y por tus calles corrió la Sangre de mi Unigénito. Sangre inocente con la que cargaron ayer tus hijos y que mañana será tu desgracia y tu dolor. Por ti, ¡Oh Israel!, mi creación sufrirá!. Tu ansia de poder y expansionismo se revertirá en contra vuestra. En vez de cantos de alegría y júbilo por la victoria, vuestros hijos derramarán lágrimas por vuestra caída. Escuchad de nuevo el lamento de mi Hijo: ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus polluelos debajo de las alas y no has querido!. He aquí que se queda desierta vuestra casa. Os digo que ya no me veréis hasta que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! (Mateo 23. 37-39).
¡Oh Jerusalén, yaces desolada y triste, sumida en el abandono; los que ayer victoreaban tu nombre, hoy yacen en el polvo, son olvido!. Todos te han dado la espalda y te han entregado en manos de tus enemigos. ¡Entonad naciones un cántico plañidero por aquella que ha dejado de ser la hija de mi pueblo!. Todo lo pasado vuelve a repetirse: la humanidad se mueve entre alegrías y tristezas; nada es eterno en este mundo pasajero, lo que ayer fue, hoy ya no existe.
Todo mortal es hierba, toda su gloria como flor del campo.
La hierba se seca, la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre (Isaías 40. 6,7,8).
Os digo mortales, que la grandeza de mi misericordia está por dar paso a la grandeza de mi justicia. No perdáis más el tiempo en las vanidades de este mundo; recogeos cuanto antes en oración y pedid por la salvación de vuestras almas, porque la hora de mi justicia divina está tocando a la puerta. Quedad en paz, hombres de buena voluntad. Vuestro Padre, Yahvé, Señor de todas las naciones.
Dad a conocer mis mensajes, en todos los confines de la tierra.

viernes, 3 de agosto de 2012

“LA FALTA DE PROFUNDIDAD EN LOS MENSAJES ACABARÁ CON MEDJUGORJE”

Fragmento del artículo publicado por Greg Garrison, corresponsal del Servicio de Noticias Religiosas, para Saint Louis Today. Vía SANCTE PATER.
   
El Rev. Mitch Pacwa SJ, presentador del programa de entrevistas de EWTN, quien ha estado en Medjugorje e hizo un documental sobre él con el actor Martin Sheen, dijo que el Vaticano revisará cuidadosamente los mensajes reportados.
   
Mitchell C. “Mitch” Pacwa Prędota SJ

Por ejemplo, al comienzo, hubo una disputa entre los franciscanos asentados en Medjugorje y un obispo regional [Pavao Žanić Franić, de Mostar-Duvno], quien era escéptico ante las apariciones marianas.

“Algunos de los videntes [Ivan Dragičević y Vicka Ivanković-Mijatović, N. del T.] tomaron partido y dijeron que la Virgen María estaba del lado de los franciscanos”, dijo Pacwa. “Eso es extraño. Eso es inapropiado. La Iglesia no quiere que los videntes hagan preguntas buscando conseguir respuestas. Si es de Dios, Dios tomará la iniciativa”.
   
Pacwa dijo que no hay posibilidad de que las visiones obtengan aprobación mientras continúan, y es una posibilidad remota incluso después de que se detengan.
    
Una peculiaridad que surgió fue cuando dos de los videntes de Medjugorje [Vicka Ivanković-Mijatović y Marija Pavlović-Lunetti, N. del T.] dijeron que la Virgen María respaldaba un libro, “El poema del hombre-Dios”, que había sido condenado por el Vaticano. La fantasiosa biografía de Jesús de la década de 1940 escrita por María Valtorta contiene detalles como una bailarina rozando a Jesús, José dándole al joven Jesús un juego de herramientas anacrónico con destornilladores y la Virgen María haciendo declaraciones como “el hombre me da asco”, dijo Pacwa.
    
“El libro había sido condenado por la Iglesia en 1959 porque decía muchas cosas tontas que contradecían lo que estaba en los Evangelios”, dijo Pacwa. “La Iglesia lo rechazó. Cualquier visión debe ser juzgada por la Revelación que existe en los Evangelios. No puedes decir lo que quieras”.
   
Lo que puede ser el desmoronamiento de las visiones de Medjugorje es la falta de profundidad espiritual en los mensajes, dijo Pacwa.
    
“Esa es una crítica mucho más puntiaguda”, dijo. “No veo ese [crecimiento en profundidad espiritual] con los mensajes de Medjugorje. Tienden a ser lo mismo una y otra vez. Algo que buscaría es un crecimiento en profundidad espiritual. No lo he sentido”.
    
Pacwa dijo que los teólogos del Vaticano tomarán todo eso en cuenta y que al final, a Medjugorje le puede ser negada la aprobación eclesiástica.
    
“No tengo la sensación de que esto vaya a salir a la perfección. Estoy muy impresionado con varias de las cosas positivas que he experimentado allí. Tengo mucho respeto por las cosas buenas que han ocurrido. Pero no estoy va a ser ingenuo acerca de algunos de los problemas. Tiene que ser tratado, con total integridad”.

sábado, 28 de julio de 2012

EL PRIMER DERECHO DE DIOS/ LA PRIMERA OBLIGACIÓN DEL HOMBRE

Desde LOS DERECHOS DE DIOS- Vía MILES CHISTI
  
 "Ante Mí, los "derechos humanos" que tanto predican los masones NO SON SINO PRETENSIONES. Uno sólo de los Derechos que Yo tengo desde la Eternidad valen más que todas las declaraciones que dé el mundo." (Yahveh Dios)
   
Es bien sabido que Dios, en cuanto al hombre, solo tiene derechos, y es consecuencia de esto que el hombre, en cuanto a Dios, solo tenga obligaciones....
 
¿Y esto, por que? ¡Porque el Creador es Dios, y los creados somos nosotros!
 
Luego entonces, Dios puede disponer segun su criterio de sus creaciones, y nosotros, sus creaturas, debemos todo (en justicia), hasta el mismo ser a Dios...
   
Ahora bien: Dios, como es Dios, ¿a que tiene derecho, en primer lugar, de parte de sus creaciones?
  
Dios tiene derecho, antes que nada, a ser a ser AMADO por sus creaturas POR LO QUE ES en si mismo, y por lo que representa para sus creaciones...
 

¿Y que es Dios en si mismo? Dios es el ser que compendia y que es fuente de todos los bienes... ni más ni menos... Todo lo deseable (en cuanto a cosa buena para las finalidades propias del ser) nos viene de Dios, asi que somos DEUDORES totales a Dios...
 
¿Y que significa esto para nosotros (si, nosotros: yo, tú, el, la ciudad entera, el continente entero... y aunque no quiera, la humanidad entera)?
 
Significa que a Dios le debemos EN JUSTICIA Y POR LO MENOS, AMOR POR LO QUE ES Y POR HABERNOS DADO LO QUE SOMOS (el ser y la existencia).
 
Asi que, en resumidas cuentas, a Dios le corresponde el amor, y la obediencia incondicional de sus creaciones, y a las creaturas, nos toca el deber de ser cumplir al menos con lo justo.
 
Amar (obedecer, seguir, corresponder) a quien nos amó primero.

“EXORCISTA” ENDEMONIADO O EL ODIO A LA TRADICIÓN CATÓLICA

Este título suena fuerte y difícil de digerir, pero no tenemos mejor manera de señalar que la APOSTASÍA HA CALADO EN EL CLERO CONCILIAR. Nos referimos al padre José Antonio Fortea (instalado presbítero el 3 de Julio de 1994 con el Rito Montiniano, por tanto, NO ES SACERDOTE CATÓLICO VÁLIDO), “exorcista” con el Rito wojtyliano de 1998, quien en declaraciones recientes dijo “los hinduístas entrarán al Cielo antes que los lefebvristas (entiéndase TRADICIONALISTAS).
  
Desde AMOR DE LA VERDAD- Vía MILES CHRISTI.
  
“LOS BUDISTAS Y LOS MUSULMANES OS ADELANTARÁN EN EL REINO DE LOS CIELOS. (PADRE FORTEA)
Este extraña sentencia la dedica el exorcista, demonólogo y novelista “P.” Fortea a los, como él dice, “lefebvrianos” Vean el contexto de una entrada de su blog en donde expone sus juicios:
 
Padre José Antonio Fortea Cucurull, “exorcista
Marcel Lefevre (sic): Lo que el viento se llevó
Esta preciosa pintura de Vasili Perov representa al sacerdote Nikita Pustosviat disputando con el patriarca Joaquín acerca de la Confesión de la Fe. Una pintura para hablar de los seguidores del arzobispo Marcel Lefevre (sic), arzobispo excomulgado.
 
El más bello elogio a mi obra teológica más conocida, Summa Dæmoníaca, lo recibí de mano de los censores lefevrianos. Se trata de una loa que, desde hace muchos años, guardo en mi corazoncito como la más entrañable que he recibido nunca. En ella se decía, que quedaba prohibido leer mi libro, porque en él se presentaba una visión excesivamente misericordiosa de Dios y un enfoque exageradamente optimista de la Salvación.
  
Desde entonces, he tenido contacto más veces con fieles y sacerdotes de esa fraternidad, que buscan una Iglesia monárquica, uniforme y parecida a la estructura de un ejército.
  
Por eso me sorprendo cuando he escuchado a algunos articulistas, que no creo que los conozcan personalmente, afirmando que ellos pueden aportar mucho a la Iglesia.
  
No sé lo que aportarán a la Iglesia, pero sí que conozco el mensaje que ellos traen por el mundo.
  
No traen la Santa Tradición de la Iglesia, sino la Tradición entendida bajo una personal inflexibilidad decimonónica. No traen el rigor, sino el rigorismo.
  
No traen la obediencia a los cánones dentro de la ortodoxia, sino la desobediencia a los cánones con la excusa de la ortodoxia. No traen la belleza de la liturgia, sino la soberbia del non sérviam.
 
Su espíritu no es el amplio, libre y amable patrimonio de la patrística, sino el espíritu puntilloso del fariseísmo mezclado con el mensaje de Cristo.
  
Al final, la Iglesia los admitirá como siempre ha admitido a los hijos pródigos, sin reproches, con los brazos abiertos. Y ese día haremos fiesta en la casa universal de los creyentes. Y la haremos de corazón.
  
Pero en este caso el hijo que retornará a casa, no es el hijo pródigo que gastó su herencia con prostitutas, sino el riguroso hijo fiel que enrrabietado se marchó de la casa y no volvió durante años.
  
Pero volverán y les acogeremos. Y les acogeremos con la generosidad que nos enseñó el Gran Concilio Vaticano II. A ellos que tanto claman a favor de una férrea autoridad, cuando retornen, se les aplicará la autoridad bondadosa que nos enseñó el Espíritu Santo en tiempos de Juan XXIII y Pablo VI.
 
Sí, retornarán. Y retornarán, porque en el fondo saben que no son las rúbricas y las prescripciones las que salvan. Se puede amar todo lo que uno quiera las rúbricas, las capas pluviales, los roquetes y el incienso en incensario de plata, pero a condición de que uno sepa que no son ellos los que salvan. El camino que nos enseñó Jesús, está plasmado en la Tradición, no en el tradicionalismo. No es el ritual de San Pío V, ni el Novus Ordo, los que nos salvan, es la misericordia de Dios.
 
Ellos lo saben en lo más profundo de su alma, y también ellos escuchan en su corazón una Voz Divina que les advierte en lo más interno de su conciencia: los budistas y los musulmanes os adelantarán en el Reino de los Cielos.
 
Lefevrianos (sic) del mundo, uníos [Fragmentos]
nuestros primos los lefevrianos (sic) andan estos días algo divididos. Dicho de otro modo, que hay peligro de que se produzca un cisma dentro del cisma. Peligro para ellos, claro. Porque una vez que se salieron de la comunión de la Iglesia, a nosotros el asunto ni nos va ni nos viene. A nosotros plin. Como si los cuatro obispos rebeldes quieren prender fuego al seminario de Ecône para asar castañas.
  
Es opinable si resulta preferible cerrar la red y decir: no se me ha escapado ni un cangrejo. O es mejor hacer una novena para el barco se hunda cuanto antes. No me extraña que los (pocos) seminaristas de Ecône se agarren con disimulo a los reposabrazos de sus asientos, cuando ven en la película Titanic que el barco se partió por la mitad.
 
Pues estos son los juicios, burlones, falseados e ignaros, de un exorcista cargado de inquina, no solo contra los “lefebvrianos” sino contra la Santa Tradición -que él reduce ridículamente a las rúbricas, las capas pluviales, los roquetes y el incienso en incensario de plata, pero a condición de que uno sepa que no son ellos los que salvan- (y oponiendo a ella la Voz divina que nos advierte que los musulmanes y budistas se nos adelantarán en el reino de los cielos) Sin comentarios a una sentencia que él atribuye a la Voz divina y que en realidad nos habla de lo lejos que él está de la Fe católica, expuesta innumerables veces en la Escritura, la Tradición apostólica y patrística, el Magisterio secular [para quienes gusten decirlo el Magisterio ex-cáthedra, pero también el ordinario y universal].
  
Yo hace tiempo leí el libro que él llama mi obra teológica más conocida”, Suma Demoníaca -y ahora lo tengo delante- y quedé algo sorprendido de que el mismísimo Arcángel San Miguel viniera a decirnos -por boca de un poseso- que el atentado de los trenes de Atocha -sucedido un poco antes del exorcismo narrado- era obra de ETA. Más me sorprendió cuando dice que los niños muertos sin bautizar van al limbo sí pero no de una manera definitiva sino que  
en seguida son iluminadas por los ángeles, y como nunca han sido malas son iluminadas por la enseñanza angélica y una vez que hacen un acto de amor de Dios son conducidas al cielo”.
O sea, Limbo sí, pero por un pequeño rato.
  
De sus informaciones, obtenidas por su trato con demonios y posesos, halla que además de demonios y ángeles [que le dan información] hay “espíritus perdidos”. Además de almas condenadas poseyendo a un poseso, habría “almas no condenadas” que son espíritus que vagan por la tierra. Espíritus perdidos que siendo malos en vida y muriendo sin haber pedido perdón, no obstante no habían rechazado a Dios. Y esas almas tenían hasta el Juicio Final para encontrar la Luz.
 
Estos Espíritus pueden poseer al poseso pero no reaccionan ante el exorcismo sino agradecen oraciones,… pero pueden rezar, pueden pedir perdón del mal cometido… al final del [exorcismo] afirman que ven una luz… se despiden del exorcista… ‘Adiós, gracias, voy hacia la Luz’.
 
En el caso de Amelia (de Fátima), que según Nuestra Señora estará en el purgatorio hasta el fin del mundo, [Fortea dice que] no son sus pecados sino el estado de su alma que le lleva a a no pedir perdón.
 
O sea, que además de Cielo, Infierno y Purgatorio, hay un estado para las almas que “no piden perdón por sus faltas, pero no rechazan a Dios, esas son las que se convierten en almas perdidas. Esas almas vagan por la tierra en busca de la Luz”. Este limbo de almas perdidas sería el lugar más bajo del Purgatorio.
 
Así hay cuatro lugares en el más allá: Cielo, Purgatorio común, Limbo de las almas perdidas (cayeron al borde del infierno pero sin entrar en él), e Infierno (para los que rechazan la presencia de Dios.
 
Los pecadores que mueren sin arrepentirse y pedir perdón pero que no rechazan [formalmente] a Dios van a a este limbo/purgatorio. Siendo una morada de purificación habrá los que pidan perdón antes del Juicio final y los que no lo pidan. La sentencia definitiva dependerá de esto: En el Juicio final, a más tardar, podrán salvarse unos o condenarse otros para siempre.
 
O sea, hay un purgatorio en el que sus moradores no están salvos, sino que su salvación dependerá de que pidan perdón, aunque pueden no pedirlo. La fecha tope para esto es el Juicio Final.
 
Me remito a la página 189, que resume lo dicho en páginas anteriores, de su Suma Demoníaca (1ª ed. 2004, Editorial Dos Latidos).
   
Pues a la vista de todo esto comprendo a los “lefebvrianos” que no hayan considerado la obra recomendable y además están apegados a la Tradición tal como nos viene desde los primeros tiempos (Padres, etc..) hasta nuestros días. Y que no es en modo alguno una tradición -tradicionalismo como él dice- inventada por Fortea para denostar a los “lefebvrianos“, “de rúbricas, las capas pluviales, los roquetes y el incienso en incensario de plata, [bueno] pero a condición de que uno sepa que no son ellos los que salvan… ni El camino que nos enseñó Jesús, que está plasmado en la Tradición, no en el tradicionalismo. No es el ritual de San Pío V, ni el Novus Ordo, los que nos salvan, es la misericordia de Dios”.
 
[Sigue diciendo] “traen una personal inflexibilidad decimonónica. ... No traen la belleza de la liturgia, sino la soberbia del non serviam.. el espíritu puntilloso del fariseísmo mezclado con el mensaje de Cristo”.
  
Como alguien dice en un comentario (blog Ex-Orbe):
Ellos [los conciliares] ya no creen que exista una religión verdadera. Mucho menos que esa sea la Católica. Ergo, ya no creen en la verdad de las palabras de Jesucristo, quizás porque Él mismo nos advirtió contra estos “pastores”.
 
Hieden a la legua. Primero procedieron a la emasculación apostólica de la Santa Iglesia Romana, y luego, cuando ya no hay misiones ni apóstoles ni se pretende la conversión de nadie ni se le ofrece a nadie la VERDAD, entonces se rasgan las vestiduras, acongojados por las almas de todos esos pobres musulmanes y budistas. ¿Cómo, dicen, todos esos buenos hombres no van a entrar en el reino de los cielos? ¿Cómo, digo yo, no se os cae la cara de vergüenza, malditos falsarios, si tenéis un mandato claro y explícito del mismo Cristo que no queréis cumplir?
 
¿O acaso a fuerza diálogo y profundización os habéis vuelto imbéciles y ya no entendéis ni el significado literal de lo que se os dice?
  
Alguien también asegura (aunque yo no puedo corroborarlo):
Por cierto que en una entrevista, dijo que en una tenida carismática, se le “metió un espirítu” y comenzó a hablar en lenguas. Y que él conserva ese carisma. Me imagino que lo usa cuando viaja al extranjero. Vaya usted a saber. El demonio es muy tramposo, es capaz de engañar al más pintado.
  
Esto último me ha dado pie al título de este post y me viene a la mente aquéllo del “Alguacil alguacilado”. Mira que si fuera verdad que se le ha metido algo dentro y necesita un exorcismo con urgencia. Sería así: EL EXORCISTA EXORCIZADO.
 
De tanto parlotear con espíritus (algunos perdidos y errantes por la tierra), almas condenadas, demonios de todas las categorías, ángeles, arcángeles, de tanto manejar información privilegiada” (así cualquiera), a ver si ha perdido las verdades de la Tradición, del Magisterio, y ahora la toma, como si fuera un Gerhard Müller cualquiera, con los pobres “lefebvrianos” y no sólo con ellos sino con quienes veneramos la Santa Tradición que no es la “Tradición viva” del Magno, ni la tradición corrompida por los devaneos modernistas del “P.” Fortea.
 
“Los modernistas saben bien que su juego está en el fin y que Ecône (FSSPX) es superior, es por eso mismo que lo combate [...]ECÔNE TRIUNFARÁ”. (Confesión dada por el demonio Judas Iscariote durante un exorcismo, compilado en Advertencias del más allá por el Padre Arnold Renz SDS)

jueves, 21 de junio de 2012

¿HASTA CUÁNDO SEGUIRÁN LA IRREVERENCIA?

ADVERTENCIA: LA SIGUIENTE NOTICIA CONTIENE IMÁGENES QUE PUEDEN HERIR SUCEPTIBILIDADES, PERO EL APOSTOLADO Y LA HONESTIDAD EDITORIAL NOS OBLIGAN A MOSTRARLAS PARA SUTENTAR LA DENUNCIA.
  
Nuevamente nos encontramos con cosas como esta:
  

  
Vemos un montaje del Sagrado Corazón de Jesús con un gorro de rastafari y un porro; y un detalle del cuadro Descendimiento de la Cruz de Van der Weyden en que a la Virgen le enrojecen los ojos y pónenle como pie de imagen “Le pegó demasiado duro al blunt”. Imágenes que en últimas viene a alentar el consumo de drogas.
   
A diferencia de los prelados de la Iglesia Conciliar (que son unos peros mudos para lo que deberían), expresamos nuevamente nuestra completa indignación al respecto, y reiteramos el llamado a ofrecer reparación ante estas afrentas.

jueves, 14 de junio de 2012

ENCÍCLICA “Miserentíssimus Redémptor”, SOBRE LA DEBIDA EXPIACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

«He
 aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, sin ahorrarse ninguna pena, consumiéndose por ellos en prueba de su amor. En vez de agradecérmelo, los hombres me pagan con la indiferencia, la irreverencia, el sacrilegio y la frialdad y desprecian el sacramento de mi amor» (4.ª aparición del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque, 20 de Junio de 1675).

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús, como fue revelada a Santa Margarita María de Alacoque, tiene consigo un llamado a ofrecer reparación por los pecados e ingratitudes hacia la Divina Majestad. En tal orden, el Papa Pío XI promulga la encíclica donde, además de elevar el rango litúrgico de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús a Doble de 1.ª Clase con Octava, presenta una oración de desagravio para rezar especialmente en esta fiesta.

CARTA ENCÍCLICA “Miserentíssimus Redémptor” DEL SUMO PONTÍFICE PÍO XI, SOBRE LA EXPIACIÓN QUE TODOS DEBEN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

A los Venerables Hermanos Patriarcas, Primados, Arzobispos, Obispos y demás Ordinarios en pazy comunión con la Sede Apostólica.

Venerables Hermanos, Salud y Bendición Apostólica.

INTRODUCCIÓN
 
Aparición de Jesús a Santa Margarita María de Alacoque
1. Nuestro Misericordiosísimo Redentor, después de conquistar la salvación del linaje humano en el madero de la Cruz y antes de su ascensión al Padre desde este mundo, dijo a sus apóstoles y discípulos, acongojados de su partida, para consolarles: «Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Voz dulcísima, prenda de toda esperanza y seguridad; esta voz, venerables hermanos, viene a la memoria fácilmente cuantas veces contemplamos desde esta elevada cumbre la universal familia de los hombres, de tantos males y miserias trabajada, y aun la Iglesia, de tantas impugnaciones sin tregua y de tantas asechanzas oprimida.

Esta divina promesa, así como en un principio levantó los ánimos abatidos de los apóstoles, y levantados los encendió e inflamó para esparcir la semilla de la doctrina evangélica en todo el mundo, así después alentó a la Iglesia a la victoria sobre las puertas del infierno. Ciertamente en todo tiempo estuvo presente a su Iglesia nuestro Señor Jesucristo; pero lo estuvo con especial auxilio y protección cuantas veces se vio cercada de más graves peligros y molestias, para suministrarle los remedios convenientes a la condición de los tiempos y las cosas, con aquella divina Sabiduría que «toca de extremo a extremo con fortaleza y todo lo dispone con suavidad» (Sab 8,1). Pero «no se encogió la mano del Señor» (Is 59,1) en los tiempos más cercanos; especialmente cuando se introdujo y se difundió ampliamente aquel error del cual era de temer que en cierto modo secara las fuentes de la vida cristiana para los hombres, alejándolos del amor y del trato con Dios.

Mas como algunos del pueblo tal vez desconocen todavía, y otros desdeñan, aquellas quejas del amantísimo Jesús al aparecerse a Santa Margarita María de Alacoque, y lo que manifestó esperar y querer a los hombres, en provecho de ellos, plácenos, venerables hermanos, deciros algo acerca de la honesta satisfacción a que estamos obligados respecto al Corazón Santísimo de Jesús; con el designio de que lo que os comuniquemos cada uno de vosotros lo enseñe a su grey y la excite a practicarlo.

2. Entre todos los testimonios de la infinita benignidad de nuestro Redentor resplandece singularmente el hecho de que, cuando la caridad de los fieles se entibiaba, la caridad de Dios se presentaba para ser honrada con culto especial, y los tesoros de su bondad se descubrieron por aquella forma de devoción con que damos culto al Corazón Sacratísimo de Jesús, «en quien están escondidos todos los tesoros de su sabiduría y de su ciencia» (Col 2, 3).

Pues, así como en otro tiempo quiso Dios que a los ojos del humano linaje que salía del arca de Noé resplandeciera como signo de pacto de amistad «el arco que aparece en las nubes» (Gén 2, 14), así en los turbulentísimos tiempos de la moderna edad, serpeando la herejía jansenista, la más astuta de todas, enemiga del amor de Dios y de la piedad, que predicaba que no tanto ha de amarse a Dios como padre cuanto temérsele como implacable juez, el benignísimo Jesús mostró su corazón como bandera de paz y caridad desplegada sobre las gentes, asegurando cierta la victoria en el combate. A este propósito, nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, en su encíclica Annum Sacrum, admirando la oportunidad del culto al Sacratísimo Corazón de Jesús, no vaciló en escribir: «Cuando la Iglesia, en los tiempos cercanos a su origen, sufría la opresión del yugo de los Césares, la Cruz, aparecida en la altura a un joven emperador, fue simultáneamente signo y causa de la amplísima victoria lograda inmediatamente. Otro signo se ofrece hoy a nuestros ojos, faustísimo y divinísimo: el Sacratísimo Corazón de Jesús con la Cruz superpuesta, resplandeciendo entre llamas, con espléndido candor. En Él han de colocarse todas las esperanzas; en Él han de buscar y esperar la salvación de los hombres».

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús
3. Y con razón, venerables hermanos; pues en este faustísimo signo y en esta forma de devoción consiguiente, ¿no es verdad que se contiene la suma de toda la religión y aun la norma de vida más perfecta, como que más expeditamente conduce los ánimos a conocer íntimamente a Cristo Señor Nuestro, y los impulsa a amarlo más vehementemente, y a imitarlo con más eficacia? Nadie extrañe, pues, que nuestros predecesores incesantemente vindicaran esta probadísima devoción de las recriminaciones de los calumniadores y que la ensalzaran con sumos elogios y solícitamente la fomentaran, conforme a las circunstancias.

Así, con la gracia de Dios, la devoción de los fieles al Sacratísimo Corazón de Jesús ha ido de día en día creciendo; de aquí aquellas piadosas asociaciones, que por todas partes se multiplican, para promover el culto al Corazón divino; de aquí la costumbre, hoy ya extendida por todas partes, de comulgar el primer viernes de cada mes, conforme al deseo de Cristo Jesús.

La consagración
4. Mas, entre todo cuanto propiamente atañe al culto del Sacratísimo Corazón, descuella la piadosa y memorable consagración con que nos ofrecemos al Corazón divino de Jesús, con todas nuestras cosas, reconociéndolas como recibidas de la eterna bondad de Dios. Después que nuestro Salvador, movido más que por su propio derecho, por su inmensa caridad para nosotros, enseñó a la inocentísima discípula de su Corazón, Santa Margarita María, cuánto deseaba que los hombres le rindiesen este tributo de devoción, ella fue, con su maestro espiritual, el P. Claudio de la Colombiére, la primera en rendirlo. Siguieron, andando el tiempo, los individuos particulares, después las familias privadas y las asociaciones y, finalmente, los magistrados, las ciudades y los reinos.

Mas, como en el siglo precedente y en el nuestro, por las maquinaciones de los impíos, se llegó a despreciar el imperio de Cristo nuestro Señor y a declarar públicamente la guerra a la Iglesia, con leyes y mociones populares contrarias al derecho divino y a la ley natural, y hasta hubo asambleas que gritaban: «No queremos que reine sobre nosotros» (Lc 19,14),  por esta consagración que decíamos, la voz de todos los amantes del Corazón de Jesús prorrumpía unánime oponiendo acérrimamente, para vindicar su gloria y asegurar sus derechos: «Es necesario que Cristo reine (1 Cor 15,25). Venga su reino». De lo cual fue consecuencia feliz que todo el género humano, que por nativo derecho posee Jesucristo, único en quien todas las cosas se restauran (Ef 1,10), al empezar este siglo, se consagra al Sacratísimo Corazón, por nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, aplaudiendo el orbe cristiano.

Comienzos tan faustos y agradables, Nos, como ya dijimos en nuestra encíclica Quas primas, accediendo a los deseos y a las preces reiteradas y numerosas de obispos y fieles, con el favor de Dios completamos y perfeccionamos, cuando, al término del año jubilar, instituimos la fiesta de Cristo Rey y su solemne celebración en todo el orbe cristiano.

Cuando eso hicimos, no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, mas también presentimos el júbilo de aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey. Por esto ordenábamos también que en el día de esta fiesta se renovase todos los años aquella consagración para conseguir más cierta y abundantemente sus frutos y para unir a los pueblos todos con el vínculo de la caridad cristiana y la conciliación de la paz en el Corazón de Cristo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan.

LA EXPIACIÓN O REPARACIÓN
   
5. A estos deberes, especialmente a la consagración, tan fructífera y confirmada en la fiesta de Cristo Rey, necesario es añadir otro deber, del que un poco más por extenso queremos, venerables hermanos, hablaros en las presentes letras; nos referimos al deber de tributar al Sacratísimo Corazón de Jesús aquella satisfacción honesta que llaman reparación.

Si lo primero y principal de la consagración es que al amor del Creador responda el amor de la criatura, síguese espontáneamente otro deber: el de compensar las injurias de algún modo inferidas al Amor increado, si fue desdeñado con el olvido o ultrajado con la ofensa. A este deber llamamos vulgarmente reparación.

Y si unas mismas razones nos obligan a lo uno y a lo otro, con más apremiante título de justicia y amor estamos obligados al deber de reparar y expiar: de, justicia, en cuanto a la expiación de la ofensa hecha a Dios por nuestras culpas y en cuanto a la reintegración del orden violado; de amor, en cuanto a padecer con Cristo paciente y «saturado de oprobio» y, según nuestra pobreza, ofrecerle algún consuelo.

Pecadores como somos todos, abrumados de muchas culpas, no hemos de limitarnos a honrar a nuestro Dios con sólo aquel culto con que adoramos y damos los obsequios debidos a su Majestad suprema, o reconocemos suplicantes su absoluto dominio, o alabamos con acciones de gracias su largueza infinita; sino que, además de esto, es necesario satisfacer a Dios, juez justísimo, «por nuestros innumerables pecados, ofensas y negligencias». A la consagración, pues, con que nos ofrecemos a Dios, con aquella santidad y firmeza que, como dice el Angélico, son propias de la consagración [1], ha de añadirse la expiación con que totalmente se extingan los pecados, no sea que la santidad de la divina justicia rechace nuestra indignidad impudente, y repulse nuestra ofrenda, siéndole ingrata, en vez de aceptarla como agradable.

Este deber de expiación a todo el género humano incumbe, pues, como sabemos por la fe cristiana, después de la caída miserable de Adán el género humano, inficionado de la culpa hereditaria, sujeto a las concupiscencias y míseramente depravado, había merecido ser arrojado a la ruina sempiterna. Soberbios filósofos de nuestros tiempos, siguiendo el antiguo error de Pelagio, esto niegan blasonando de cierta virtud innata en la naturaleza humana, que por sus propias fuerzas continuamente progresa a perfecciones cada vez más altas; pero estas inyecciones del orgullo rechaza el Apóstol cuando nos advierte que «éramos por naturaleza hijos de ira» (Ef 2,3).

En efecto, ya desde el principio los hombres en cierto modo reconocieron el deber de aquella común expiación y comenzaron a practicarlo guiados por cierto natural sentido, ofreciendo a Dios sacrificios, aun públicos, para aplacar su justicia.

Expiación de Cristo

6. Pero ninguna fuerza creada era suficiente para expiar los crímenes de los hombres si el Hijo de Dios no hubiese tomado la humana naturaleza para repararla. Así lo anunció el mismo Salvador de los hombres por los labios del sagrado Salmista: «Hostia y oblación no quisiste; mas me apropiaste cuerpo. Holocaustos por el pecado no te agradaron; entonces dije: heme aquí» (Heb 10,5.7)). Y «ciertamente El llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores; herido fue por nuestras iniquidades»(Is 53, 4-5); y «llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 Pe 2,24); «borrando la cédula del decreto que nos era contrario, quitándole de en medio y enclavándole en la cruz» (Col 2,14), «para que, muertos al pecado, vivamos a la justicia» (1 Pe 2,24).

Expiación nuestra, sacerdotes en Cristo
7. Mas, aunque la copiosa redención de Cristo sobreabundantemente «perdonó nuestros pecados» (Col 2,13); pero, por aquella admirable disposición de la divina Sabiduría, según la cual ha de completarse en nuestra carne lo que falta en la pasión de Cristo por su cuerpo que es la Iglesia (Col 1,24), aun a las oraciones y satisfacciones «que Cristo ofreció a Dios en nombre de los pecadores» podemos y debemos añadir también las nuestras.

8. Necesario es no olvidar nunca que toda la fuerza de la expiación pende únicamente del cruento sacrificio de Cristo, que por modo incruento se renueva sin interrupción en nuestros altares; pues, ciertamente, «una y la misma es la Hostia, el mismo es el que ahora se ofrece mediante el ministerio de los sacerdotes que el que antes se ofreció en la cruz; sólo es diverso el modo de ofrecerse»[2]; por lo cual debe unirse con este augustísimo sacrificio eucarístico la inmolación de los ministros y de los otros fieles para que también se ofrezcan como «hostias vivas, santas, agradables a Dios» (Rom 12,1). Así, no duda afirmar San Cipriano «que el sacrificio del Señor no se celebra con la santificación debida si no corresponde a la pasión nuestra oblación y sacrificio»[3].

Por ello nos amonesta el Apóstol que, «llevando en nuestro cuerpo la mortificación de Jesús»(2 Cor 4,10), y con Cristo sepultados y plantados, no sólo a semejanza de su muerte crucifiquemos nuestra carne con sus vicios y concupiscencias (cf Gál 5,24), «huyendo de lo que en el mundo es corrupción de concupiscencia»(2 Pe 1,4), sino que «en nuestros cuerpos se manifieste la vida de Jesús» (2 Cor 4,10), y, hechos partícipes de su eterno sacerdocio, «ofrezcamos dones y sacrificios por los pecados» (Heb 5,1).

Ni solamente gozan de la participación de este misterioso sacerdocio y de este deber de satisfacer y sacrificar aquellos de quienes nuestro Señor Jesucristo se sirve para ofrecer a Dios la oblación inmaculada desde el oriente hasta el ocaso en todo lugar (Mal 1-2), sino que toda la grey cristiana, llamada con razón por el Príncipe de los Apóstoles «linaje escogido, real sacerdocio» (1 Pe 2,9), debe ofrecer por sí y por todo el género humano sacrificios por los pecados, casi de la propia manera que todo sacerdote y pontífice «tomado entre los hombres, a favor de los hombres es constituido en lo que toca a Dios» (Heb 5,1).

Y cuanto más perfectamente respondan al sacrificio del Señor nuestra oblación y sacrificio, que es inmolar nuestro amor propio y nuestras concupiscencias y crucificar nuestra carne con aquella crucifixión mística de que habla el Apóstol, tantos más abundantes frutos de propiciación y de expiación para nosotros y para los demás percibiremos. Hay una relación maravillosa de los fieles con Cristo, semejante a la que hay entre la cabeza y los demás miembros del cuerpo, y asimismo una misteriosa comunión de los santos, que por la fe católica profesamos, por donde los individuos y los pueblos no sólo se unen entre sí, mas también con Jesucristo, que es la cabeza; «del cual, todo el cuerpo compuesto y bien ligado por todas las junturas, según la operación proporcionada de cada miembro, recibe aumento propio, edificándose en amor» (Ef 4,15-16). Lo cual el mismo Mediador de Dios y de los hombres, Jesucristo próximo a la muerte, lo pidió al Padre: «Yo en ellos y tú en mí, para que sean consumados en la unidad» (Jn 17,23).

Así, pues, como la consagración profesa y afirma la unión con Cristo, así la expiación da principio a esta unión borrando las culpas, la perfecciona participando de sus padecimientos y la consuma ofreciendo sacrificios por los hermanos. Tal fue, ciertamente, el designio del misericordioso Jesús cuando quiso descubrirnos su Corazón con los emblemas de su pasión y echando de sí llamas de caridad: que mirando de una parte la malicia infinita del pecado, y, admirando de otra la infinita caridad del Redentor, más vehementemente detestásemos el pecado y más ardientemente correspondiésemos a su caridad.

Comunión Reparadora y Hora Santa
9. Y ciertamente en el culto al Sacratísimo Corazón de Jesús tiene la primacía y la parte principal el espíritu de expiación y reparación; ni hay nada más conforme con el origen, índole, virtud y prácticas propias de esta devoción, como la historia y la tradición, la sagrada liturgia y las actas de los Santos Pontífices confirman.

Cuando Jesucristo se aparece a Santa Margarita María, predicándole la infinitud de su caridad, juntamente, como apenado, se queja de tantas injurias como recibe de los hombres por estas palabras que habían de grabarse en las almas piadosas de manera que jamás se olvidarán: «He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres y de tantos beneficios los ha colmado, y que en pago a su amor infinito no halla gratitud alguna, sino ultrajes, a veces aun de aquellos que están obligados a amarle con especial amor». Para reparar estas y otras culpas recomendó entre otras cosas que los hombres comulgaran con ánimo de expiar, que es lo que llaman Comunión Reparadora, y las súplicas y preces durante una hora, que propiamente se llama la Hora Santa; ejercicios de piedad que la Iglesia no sólo aprobó, sino que enriqueció con copiosos favores espirituales.

Consolar a Cristo
10. Mas ¿cómo podrán estos actos de reparación consolar a Cristo, que dichosamente reina en los cielos? Respondemos con palabras de San Agustín: «Dame un corazón que ame y sentirá lo que digo»[4].

Un alma de veras amante de Dios, si mira al tiempo pasado, ve a Jesucristo trabajando, doliente, sufriendo durísimas penas «por nosotros los hombres y por nuestra salvación», tristeza, angustias, oprobios, «quebrantado por nuestras culpas»(Is 53,5) y sanándonos con sus llagas. De todo lo cual tanto más hondamente se penetran las almas piadosas cuanto más claro ven que los pecados de los hombres en cualquier tiempo cometidos fueron causa de que el Hijo de Dios se entregase a la muerte; y aun ahora esta misma muerte, con sus mismos dolores y tristezas, de nuevo le infieren, ya que cada pecado renueva a su modo la pasión del Señor, conforme a lo del Apóstol: «Nuevamente crucifican al Hijo de Dios y le exponen a vituperio» (Is 5). Que si a causa también de nuestros pecados futuros, pero previstos, el alma de Cristo Jesús estuvo triste hasta la muerte, sin duda algún consuelo recibiría de nuestra reparación también futura, pero prevista, cuando el ángel del cielo (Lc 22,43) se le apareció para consolar su Corazón oprimido de tristeza y angustias. Así, aún podemos y debemos consolar aquel Corazón sacratísimo, incesantemente ofendido por los pecados y la ingratitud de los hombres, por este modo admirable, pero verdadero; pues alguna vez, como se lee en la sagrada liturgia, el mismo Cristo se queja a sus amigos del desamparo, diciendo por los labios del Salmista: «Improperio y miseria esperó mi corazón; y busqué quien compartiera mi tristeza y no lo hubo; busqué quien me consolara y no lo hallé» (Sal 68,21).

La pasión de Cristo en su Cuerpo, la Iglesia
11. Añádase que la pasión expiadora de Cristo se renueva y en cierto modo se continúa y se completa en el Cuerpo místico, que es la Iglesia. Pues sirviéndonos de otras palabras de San Agustín [5]: «Cristo padeció cuanto debió padecer; nada falta a la medida de su pasión. Completa está la pasión, pero en la cabeza; faltaban todavía las pasiones de Cristo en el cuerpo». Nuestro Señor se dignó declarar esto mismo cuando, apareciéndose a Saulo, «que respiraba amenazas y muerte contra los discípulos» (Hech 91,1), le dijo: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues» (Hech 5); significando claramente que en las persecuciones contra la Iglesia es a la Cabeza divina de la Iglesia a quien se veja e impugna. Con razón, pues, Jesucristo, que todavía en su Cuerpo místico padece, desea tenernos por socios en la expiación, y esto pide con El nuestra propia necesidad; porque siendo como somos «cuerpo de Cristo, y cada uno por su parte miembro» (1 Cor 12,27), necesario es que lo que padezca la cabeza lo padezcan con ella los miembros (Ibíd.).

Necesidad actual de expiación por tantos pecados
12. Cuánta sea, especialmente en nuestros tiempos, la necesidad de esta expiación y reparación, no se le ocultará a quien vea y contemple este mundo, como dijimos, «en poder del malo» (1 Jn 5,19). De todas partes sube a Nos clamor de pueblos que gimen, cuyos príncipes o rectores se congregaron y confabularon a una contra el Señor y su Iglesia (2 Pe 2,2). Por esas regiones vemos atropellados todos los derechos divinos y humanos; derribados y destruidos los templos, los religiosos y religiosas expulsados de sus casas, afligidos con ultrajes, tormentos, cárceles y hambre; multitudes de niños y niñas arrancados del seno de la Madre Iglesia, e inducidos a renegar y blasfemar de Jesucristo y a los más horrendos crímenes de la lujuria; todo el pueblo cristiano duramente amenazado y oprimido, puesto en el trance de apostatar de la fe o de padecer muerte crudelísima. Todo lo cual es tan triste que por estos acontecimientos parecen manifestarse «los principios de aquellos dolores» que habían de preceder «al hombre de pecado que se levanta contra todo lo que se llama Dios o que se adora» (2 Tes 2,4).

Y aún es más triste, venerables hermanos, que entre los mismos fieles, lavados en el bautismo con la sangre del Cordero inmaculado y enriquecidos con la gracia, haya tantos hombres, de todo orden o clase, que con increíble ignorancia de las cosas divinas, inficionados de doctrinas falsas, viven vida llena de vicios, lejos de la casa del Padre; vida no iluminada por la luz de la fe, ni alentada de la esperanza en la felicidad futura, ni caldeada y fomentada por el calor de la caridad, de manera que verdaderamente parecen sentados en las tinieblas y en la sombra de la muerte. Cunde además entre los fieles la incuria de la eclesiástica disciplina y de aquellas antiguas instituciones en que toda la vida cristiana se funda y con que se rige la sociedad doméstica y se defiende la santidad del matrimonio; menospreciada totalmente o depravada con muelles halagos la educación de los niños, aún negada a la Iglesia la facultad de educar a la juventud cristiana; el olvido deplorable del pudor cristiano en la vida y principalmente en el vestido de la mujer; la codicia desenfrenada de las cosas perecederas, el ansia desapoderada de aura popular; la difamación de la autoridad legítima, y, finalmente, el menosprecio de la palabra de Dios, con que la fe se destruye o se pone al borde de la ruina.

Forman el cúmulo de estos males la pereza y la necedad de los que, durmiendo o huyendo como los discípulos, vacilantes en la fe míseramente desamparan a Cristo, oprimido de angustias o rodeado de los satélites de Satanás; no menos que la perfidia de los que, a imitación del traidor Judas, o temeraria o sacrílegamente comulgan o se pasan a los campamentos enemigos. Y así aun involuntariamente se ofrece la idea de que se acercan los tiempos vaticinados por nuestro Señor: «Y porque abundó la iniquidad, se enfrió la caridad de muchos» (Mt 24,12).

El ansia ardiente de expiar
13. Cuantos fieles mediten piadosamente todo esto, no podrán menos de sentir, encendidos en amor a Cristo apenado, el ansia ardiente de expiar sus culpas y las de los demás; de reparar el honor de Cristo, de acudir a la salud eterna de las almas. Las palabras del Apóstol: «Donde abundó el delito, sobreabundó la gracia» (Rom 5,20), de alguna manera se acomodan también para describir nuestros tiempos; pues si bien la perversidad de los hombres sobremanera crece, maravillosamente crece también, inspirando el Espíritu Santo, el número de los fieles de uno y otro sexo, que con resuelto ánimo procuran satisfacer al Corazón divino por todas las ofensas que se le hacen, y aun no dudan ofrecerse a Cristo como víctimas.

Quien con amor medite cuanto hemos dicho y en lo profundo del corazón lo grabe, no podrá menos de aborrecer y de abstenerse de todo pecado como de sumo mal; se entregará a la voluntad divina y se afanará por reparar el ofendido honor de la divina Majestad, ya orando asiduamente, ya sufriendo pacientemente las mortificaciones voluntarias, y las aflicciones que sobrevinieren, ya, en fin, ordenando a la expiación toda su vida.

Aquí tienen su origen muchas familias religiosas de varones y mujeres que, con celo ferviente y como ambicioso de servir, se proponen hacer día y noche las veces del Ángel que consoló a Jesús en el Huerto; de aquí las piadosas asociaciones asimismo aprobadas por la Sede Apostólica y enriquecidas con indulgencias, que hacen suyo también este oficio de la expiación con ejercicios convenientes de piedad y de virtudes; de aquí finalmente los frecuentes y solemnes actos de desagravio encaminados a reparar el honor divino, no sólo por los fieles particulares, sino también por las parroquias, las diócesis y ciudades.

LA DEVOCIÓN AL CORAZÓN DE JESÚS

Causa de muchos bienes
14. Pues bien: venerables hermanos, así como la devoción de la consagración, en sus comienzos humilde, extendida después, empieza a tener su deseado esplendor con nuestra confirmación, así la devoción de la expiación o reparación, desde un principio santamente introducida y santamente propagada. Nos deseamos mucho que, más firmemente sancionada por nuestra autoridad apostólica, más solemnemente se practique por todo el universo católico. A este fin disponemos y mandamos que cada año en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús —fiesta que con esta ocasión ordenamos se eleve al grado litúrgico de doble de primera clase con octava— en todos los templos del mundo se rece solemnemente el acto de reparación al Sacratísimo Corazón de Jesús, cuya oración ponemos al pie de esta carta para que se reparen nuestras culpas y se resarzan los derechos violados de Cristo, Sumo Rey y amantísimo Señor.

No es de dudar, venerables hermanos, sino que de esta devoción santamente establecida y mandada a toda la Iglesia, muchos y preclaros bienes sobrevendrán no sólo a los individuos, sino a la sociedad sagrada, a la civil y a la doméstica, ya que nuestro mismo Redentor prometió a Santa Margarita María «que todos aquellos que con esta devoción honraran su Corazón, serían colmados con gracias celestiales».

Los pecadores, ciertamente, «viendo al que traspasaron» (Jn 19,37), y conmovidos por los gemidos y llantos de toda la Iglesia, doliéndose de las injurias inferidas al Sumo Rey, «volverán a su corazón» (Is 46,8); no sea que obcecados e impenitentes en sus culpas, cuando vieren a Aquel a quien hirieron «venir en las nubes del cielo» (Mt 26,64), tarde y en vano lloren sobre El (cf. Ap 1,7).

Los justos más y más se justificarán y se santificarán, y con nuevas fervores se entregarán al servicio de su Rey, a quien miran tan menospreciado y combatido y con tantas contumelias ultrajado; pero especialmente se sentirán enardecidos para trabajar por la salvación de las almas, penetrados de aquella queja de la divina Víctima: «¿Qué utilidad en mi sangre?» (Sal 19,10); y de aquel gozo que recibirá el Corazón sacratísimo de Jesús «por un solo pecador que hiciere penitencia» (Lc 15,4).

Especialmente anhelamos y esperamos que aquella justicia de Dios, que por diez justos movido a misericordia perdonó a los de Sodoma, mucho más perdonará a todos los hombres, suplicantemente invocada y felizmente aplacada por toda la comunidad de los fieles unidos con Cristo, su Mediador y Cabeza.

La Virgen Reparadora
15. Plazcan, finalmente, a la benignísima Virgen Madre de Dios nuestros deseos y esfuerzos; que cuando nos dio al Redentor, cuando lo alimentaba, cuando al pie de la cruz lo ofreció como hostia, por su unión misteriosa con Cristo y singular privilegio de su gracia fue, como se la llama piadosamente, reparadora. Nos, confiados en su intercesión con Cristo, que siendo el «único Mediador entre Dios y los hombres»(Tim 2,3), quiso asociarse a su Madre como abogada de los pecadores, dispensadora de la gracia y mediadora, amantísimamente os damos como prenda de los dones celestiales de nuestra paternal benevolencia, a vosotros, venerables hermanos, y a toda la grey confiada a vuestro cuidado, la bendición apostólica.

Dado en Roma, junto a San Pedro, día 8 de mayo de 1928, séptimo de nuestro pontificado. PÍO XI.
   
NOTAS
[1] Suma Teológica, parte II-IIæ  cuestión 81, art. 8c.
[2] Concilio de Trento, sesión 22, cap. 2.
[3] Epístola 63, n. 381.
[4] Tratado sobre el Evangelio de San Juan XXVI, 4.
[5] Comentario sobre el Salmo 86.

***

LATÍN
ACTUS REPARATIÓNIS AD SACRATÍSSIMI CORDIS JESU
  
Jesu dulcíssime, cujus effúsa in hómines cáritas, tanta oblivióne, negligéntia, contemptióne, ingratíssime repénditur, en nos, ante altária tua (Extra ecclesiam vel oratorium, dicatur: ante conspéctum tuum) provolúti, tam nefáriam hóminum socórdiam injuriásque, quibus úndique amantíssimum Cor tuum affícitur, peculiári honóre resarcíre conténdimus.
  
Attamen, mémores tantæ nos quoque indignitátis non expértes aliquándo fuísse, índeque vehementíssimo dolóre commóti, tuam in primis misericórdiam nobis implorámus, paráti voluntária expiatióne compensáre flagítia non modo quæ ipsi patrávimus, sed etiam illórum, qui, longe a salútis via aberrántes, vel te pastórem ducémque sectári detréctant, in sua infidelitáte obstináti, vel, baptísmatis promíssa conculcántes, suavíssimum tuæ legis jugum excussérunt.
 
Quæ deploránda crímina, cum univérsa expiáre conténdimus, tum nobis síngula resarciénda propónimus: vitæ cultúsque immodéstiam atque turpitúdines, tot corruptélæ pédicas innocéntium ánimis instrúctas, dies festos violátos, exsecránda in te tuósque Sanctos jactáta maledícta atque in tuum Vicárium ordinémque sacerdotálem convícia irrogáta, ipsum dénique amóris divíni Sacraméntum vel negléctum vel horréndis sacrilégiis profanátum, pública postrémo natiónum delícta, quæ Ecclésiæ a te institútæ júribus magisterióque reluctántur.
  
Quæ útinam crímina sánguine ipsi nostro elúere possémus! Intérea ad violátum divínum honórem resarciéndum, quam Tu olim Patri in Cruce satisfactiónem obtulísti quamque cotídie in altáribus renováre pergis, hanc eándem nos tibi præstámus, cum Vírginis Matris, óminium Sanctórum, piórum quoque fidélium expiatiónibus conjúnctam, ex ánimo spondéntes, cum prætérita nostra aliorúmque peccáta ac tanti amóris incúriam firma fide, cándidis vitæ móribus, perfécta legis evangélicæ, caritátis potíssimum, observántia, quantum in nobis erit. grátia tua favénte, nos esse compensatúros, tum injúrias tibi inferéndas pro víribus prohibitúros, et quam plúrimos potuérimus ad tui sequélam convocatúros.
 
Excípias, quǽsumus, benigníssime Jesu, beáta Vírgine María Reparatríce intercedénte, voluntárium hujus expiatiónis obséquium nosque in offício tuique servítio fidíssimos ad mortem usque velis, magno illo perseverántiæ múnere, continére, ut ad illam tandem pátriam perveniámus omnes, ubi Tu cum Patre et Spíritu Sancto vivis et regnas in sǽcula sæculórum. Amen.
  
TRADUCCIÓN
ACTO DE REPARACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
   
Dulcísimo Jesús, cuya caridad derramada sobre los hombres se paga tan ingratamente con el olvido, el desdén y el desprecio, míranos aquí postrados ante tu altar (Fuera de la iglesia o el oratorio, decir: ante tu Presencia). Queremos reparar con especiales manifestaciones de honor tan indigna frialdad y las injurias con las que en todas partes es herido por los hombres tu amoroso Corazón.
  
Recordando, sin embargo, que también nosotros nos hemos manchado tantas veces con el mal, y sintiendo ahora vivísimo dolor, imploramos ante todo tu misericordia para nosotros, dispuestos a reparar con voluntaria expiación no sólo los pecados que cometimos nosotros mismos, sino también los de aquellos que, perdidos y alejados del camino de la salud, rehúsan seguirte como pastor y guía, obstinándose en su infidelidad, y han sacudido el yugo suavísimo de tu ley, pisoteando las promesas del bautismo.
  
A1 mismo tiempo que queremos expiar todo el cúmulo de tan deplorables crímenes, nos proponemos reparar cada uno de ellos en particular: la inmodestia y las torpezas de la vida y del vestido, las insidias que la corrupción tiende a las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las miserables injurias dirigidas contra ti y contra tus santos, los insultos lanzados contra tu Vicario y el orden sacerdotal, las negligencias y los horribles sacrilegios con que se profana el mismo Sacramento del amor divino y, en fin, las culpas públicas de las naciones que menosprecian los derechos y el magisterio de la Iglesia por ti fundada.
  
¡Ojalá que podamos nosotros lavar con nuestra sangre estos crímenes! Entre tanto, como reparación del honor divino conculcado, te presentamos, acompañándola con las expiaciones de tu Madre la Virgen, de todos los santos y de los fieles piadosos, aquella satisfacción que tú mismo ofrecisté un día en la cruz al Padre, y que renuevas todos los días en los altares. Te prometemos con todo el corazón compensar en cuanto esté de nuestra parte, y con el auxilio de tu gracia, los pecados cometidos por nosotros y por los demás: la indiferencia a tan grande amor con la firmeza de la fe, la inocencia de la vida, la observancia perfecta de la ley evangélica, especialmente de la caridad, e impedir además con todas nuestras fuerzas las injurias contra ti, y atraer a cuantos podamos a tu seguimiento.
  
Acepta, te rogamos, benignísimo Jesús, por intercesión de la Bienaventurada Virgen María Reparadora, el voluntario ofrecimiento de expiación; y con el gran don de la perseverancia, consérvanos fidelísimos hasta la muerte en el culto y servicio a ti, para que lleguemos todos un día a la patria donde tú con el Padre y con el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

El Papa Pío XI, en Audiencia concedida al Cardenal de la Sagrada Penitenciaría Apostólica el 1 de Junio de 1928, concedió 5 años de Indulgencia a cuantos rezaren devotamente esta oración. Indulgencia plenaria al mes, con las condiciones de rigor, cuando se rece durante un mes. También se obtiene la Indulgencia plenaria el día del Sagrado Corazón de Jesús, el Viernes después de la Octava de Corpus Christi.