Reparad por las ofensas que sufre
el Sagrado Corazón de Jesús a manos de los gobernantes y jueces inicuos y
por causa y en consecuencia de las leyes que se promulgan contra la Fe
Católica. Reparad especialmente por los crímenes de la Revolución.
HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
XI Julio Ultraje público a Nuestro Señor
(Lento)
¡Mil
veces felices los desgraciados que, al torcer de una senda estrecha, se
encontraron a solas con Jesús!... ¡Qué bien pudieron, esos dichosos
afligidos de Jerusalén, de Naím o de Betania, desahogar el alma en ese
celestial instante, con libertad de súplica y de llanto, en el corazón
de Jesús!...
“¡Así
nos hemos encontrado contigo en esta Hora Santa venturosa, Jesús de
Nazaret y del Sagrario, así!... Míranos: los que aquí estamos somos
cabalmente esos dichosos desdichados que venimos en busca tuya, para
olvidarnos, por un momento, de nosotros, acá a tus plantas, a tu sombra
deliciosa. Sólo por ti venimos, llegamos en defensa tuya, porque un
clamor de rabia y de blasfemia nos ha advertido que tus verdugos no se
dan tregua con el propósito de desterrarte de la sociedad y de las
almas. Y si has de sufrir, si has de agonizar, si has de morir, Jesús,
¡he aquí el rebaño que quiere ser herido al lado y por la causa del
pastor! Tú lo dijiste con amargura del alma a tu sierva Margarita...:
«¡Quiero compartir mi agonía, tengo necesidad de corazones víctimas!»
Dispón, pues, de todos éstos, Señor, te amamos mucho, te amamos
todos”...
(Breve pausa)
Descórrenos,
Jesús, el velo de tu pecho, el Santo de los Santos, y consiente que tus
hijos contemplemos, en esta Hora Santa, la pasión y ultraje, el dolor
de la sentencia de los mismos que rescataste con tu sangre... Haz la luz
en ese Tabernáculo y permítenos seguirte, paso a paso, en esta
incruenta Vía Dolorosa, que comienza en las sombras de Getsemaní y ha de
terminar, únicamente, en el postrer ocaso de la tierra... Y, aunque no
somos dignos, permite que estos confidentes y consoladores tuyos,
participemos del cáliz de tus oprobios y agonías... Déjanos, ¡oh amable
Prisionero del altar!, un solo y único derecho: amarte en la ignominia
de tu Cruz, unirnos en la Hora Santa a tu agonía, amarte hasta la muerte
y morir amando con delirio la locura y el Getsemaní incesante de tu
Corazón Sacramentado...
(Pidamos luz y amor para contemplar a Jesucristo en la misteriosa pasión de su Sagrario).
(Pausa)
JESÚS:
Vivo, alma querida, envuelto en el silencio y mudo, porque estoy, aquí
donde me ves, perpetuamente encadenado ante los modernos Herodes de la
tierra... ¿No oyes cómo se levanta hasta el cielo su insolente
interrogatorio, a mí, que soy el poder, la verdad y el único Maestro?...
Callo por amor tuyo, pensando en ti, a quien redimo con la condenación
ignominiosa de los gobernantes... jueces de los hombres, pero no de mi
doctrina... ¡Oh!, ellos ambicionan autoridad de tiranía para descargarla
en mí, y Yo soy su perpetua víctima... Para ellos el trono..., para mí
el escaño de irrisión...; para ellos el cetro de oro... y Yo siempre con
la caña de la burla...; para ellos séquito de aplausos e
incensadores...; para mí la cohorte del desprecio y los sayones...; para
ellos diadema y homenajes...; para mí una corona de espinas..., para mí
el olvido, ¡siempre el olvido!
Y,
si alguna vez, recuerdan a este Rey en las alturas ficticias de la
tierra, mi solo nombre atrae la tempestad del odio, la persecución legal
y la blasfemia... Aquí me tienes, puesto en tela de juicio por un mundo
que vive de mi aliento... Enmudezco porque en el Sagrario soy la
encarnación de la misericordia y del amor... Y ese desacato a mi
soberanía, el desconocimiento de mi realeza en las leyes que rigen a los
pueblos, es el ultraje directo, blasfemo, a mi persona, a mí, que vivo
abatido, sacramentado entre los humanos. Esa injuria es el reto a este
Jesús-Eucaristía, que te habla desde un altar, convertido con frecuencia
en el pretorio de Pilatos... Aquí, alma consoladora, aquí en el
Tabernáculo, recibo manso las afrentas del esclavo y la sentencia del
villano...; de aquí, de este calabozo, en que vivo perdonando, se me
saca únicamente cuando los tribunales de la tierra han decretado
flagelarme, para presentarme luego, ensangrentado, a las iras
populares... ¡Cómo se siente aliviado mi Divino Corazón con vuestro
desagravio!... Ese escarnio de los poderosos lo compensa en esta Hora
Santa el amor ardiente de los míos...; lo reparáis vosotros los ricos
humildes y los pobres resignados... Desde aquí, desde el altar, Yo os
bendigo, amigos fidelísimos... Por esto, hablad, hijos míos, exigid
milagros de mi amor, vosotros los predestinados de mi Corazón... Hablad,
soy el Rey de las misericordias infinitas.
(Pausa)
EL ALMA:
Señor Jesús, tu alma enternecida por la adhesión de este rebaño
pequeñito, nos ofrece ahora milagros y perdón. ¡Oh!, sobre todo, el
mundo de los poderosos, de los gobernantes y de los ricos, necesita el
gran prodigio de tu luz, necesita conocerte, Señor Sacramentado,
conocerte en esa Hostia, y aceptar desde ahí la imposición de tu realeza
salvadora.
Por la afrenta, pues, que padeciste ante el inicuo Herodes, en la mansión de los que se llaman magnates de la tierra:
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En el santuario de las leyes y en los tribunales tan falibles de la justicia humana...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En la conciencia tornadiza de aquellos que influyen en los destinos de los pueblos...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En los consejos de tantos gobernantes, levantados en oposición a tu Calvario...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En las sediciones populares explotadas en ultraje a tu doctrina redentora...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En el juego de tantos intereses de soberbia y de fortuna, de los desdichados gozadores de la tierra...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En el satánico complot, fraguado con sigilo, en ruina de tu sacerdocio y de tu Iglesia...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En la imprudente seguridad de tantos buenos, la apatía e indolencia de los que quisieran adorarte, pero lejos del Calvario...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
En
la ambición desenfrenada de ganar alturas y dinero, a costa de tu
sangre y de la condenación eterna de tantas almas infelices...
(Todos, en voz alta) Cumple tus promesas de victoria, ¡oh Divino Corazón!
(Pausa)
JESÚS:
Yo soy la santidad, así me lo decís vosotros, de rodillas ante esta
Hostia, así me lo canta el cielo, que repite en este templo el clamor de
la Hora Santa... Sí, Yo soy la santidad, ¡y fui pospuesto, sin embargo,
al asesino Barrabás!... ¡Ah, y soy pospuesto todavía, muchas veces, por
odio, por desdén y por olvido!...
¡Qué
angustia tan cruel la de mi Corazón, vejado en esta afrenta! Heme aquí,
oculto en un Sagrario...; soy Jesús, el Dios de la humildad... El mundo
vano vive de soberbia, y no perdona que Yo sea nazareno oscuro, nacido
en un establo... Ved cómo pasan las almas orgullosas por delante de mi
altar, cómo van desoladas, sedientas de ostentaciones, ambicionando
estimación y aplausos... Pasan... y me posponen a un honor mentido... En
esta penumbra de mi templo vivo relegado; desde aquí voy predicando
estas palabras: “aprended de mí, que soy humilde y pobre”. ¡Ah, sí, soy
pobre!, pues entregué los tesoros de la tierra para abriros a vosotros
la inmortalidad del paraíso... Soy pobre, soy mendigo...; por eso vivo
desdeñado del gran mundo, que necesita del oro, y si no lo tiene, de su
brillo mentiroso... Yo ¿qué valgo para él, entre las pajas de Belén, en
la oscuridad de Nazaret, en la desnudez y abatimiento del Calvario y de
la Eucaristía?
¡Qué amarga decepción!... Me hice pobre por amor..., y soy un pobre repudiado, pospuesto a la fortuna miserable de este mundo.
(Breve pausa)
Estoy
llagado... Mis manos, que llaman y bendicen, están atravesadas...; mis
pies, heridos...; mi frente, destrozada; lívidos, mis labios; sin luz,
mis ojos...; ensangrentado el cuerpo...; abierto, con ancha herida, el
pecho enamorado... ¡Ah, cómo tiemblan los mortales al ver a este Dios
perpetuamente ensangrentado!... Ellos quisieran las delicias de un edén
anticipado en el desierto... ¿Quién me ha puesto así?... El amor que os
tengo, y también el ansia del placer y la fiebre del gozar del mundo...
Así estoy, así vivo en el Sagrario, ofreciendo paz y cielo, pero entre
espinas y en la Cruz... Y ¿dónde están los amigos, los creyentes, los
discípulos?... ¿Dónde?... Se han ido..., me han dejado, en busca de
placeres; me han pospuesto al fango de la culpa... Barrabás, el villano,
va triunfando por el mundo, y tras él, los soberbios engreídos, los
livianos en costumbres; tras de Barrabás, aclamándolo en su libertad y
en su delito, los licenciosos, los corruptores de la infancia, los que
mienten a los pueblos, los que envenenan por la Prensa... Victorioso
Barrabás, lo vitorean todos aquellos que me reniegan y maldicen en las
leyes, los políticos que suben, escupiéndome en el rostro su
blasfemia... Todos éstos van ufanos, libres; el mundo les arroja
flores...; para ellos palmas de victoria... Y aquí, en mi solitario
Tabernáculo, Yo, Jesús, atado por amor, abandonado de los buenos, negado
de los débiles, olvidado de los más..., condenado por los gobernantes,
flagelado por las turbas desencadenadas en mi contra... Yo amé a los
míos, sobre todas las cosas del cielo y de la tierra..., y los de mi
propio hogar me han pospuesto al polvo..., ¡ay!, al fango de los
caminos... ¡Decid vosotros, mis amigos, si hay afrenta más quemante que
la mía!... ¡Considerad y ved si hay dolor semejante a este dolor!...
(Pausa)
EL ALMA:
El discípulo, Jesús divino, no ha de ser más que su Maestro... Tú, que
nos has dado el ejemplo, quieres que, en seguimiento tuyo, nos neguemos,
llevando con amor la Cruz que salva... Te lo pedimos en esta Hora
Santa, con la caridad ardiente de María Dolorosa, te lo exigimos en
consuelo tuyo y para la redención de los pecadores, con el entusiasmo de
Margarita María; sí, nos abrazamos a la Cruz por el triunfo de tu
corazón en la Santa Eucaristía... Escúchanos, Jesús, en esta Hostia...;
te vamos a ofrecer la plegaria de Getsemaní, que es la oración de tu
sacrificio de aniquilamiento en el altar. Óyenos, benigno y manso.
(Cortado y lento)
Te amamos, Jesús; concédenos la gloria de ser pospuestos, por tu entristecido Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos la dicha de ser confundidos, por tu amargado Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos la gracia de ser desatendidos, por causa de tu misericordioso Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos el honor inmerecido de ser burlados, por tu acongojado Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos la recompensa de ser despreciados, por la gloria de tu herido Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos la distinción preciosa de ser injuriados, por el triunfo de tu Sagrado Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos la fruición incomparable de ser algún día perseguidos, por el amor de tu Divino Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos la corona de ser calumniados, en el apostolado de tu Sagrado Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos la amable regalía de ser traicionados, en holocausto a tu Divino Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos la amable regalía de ser traicionados, en holocausto a tu Divino Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos la honra de ser aborrecidos, en unión con tu agonizante Corazón.
Te amamos, Jesús; concédenos el privilegio de ser condenados por el mundo, por vivir unidos a tu Sagrado Corazón.
Te amamos, Jesús; otórganos la amargura deliciosa de ser olvidados, por el amor de tu Sagrado Corazón.
¡Oh,
sí!... Te suplicamos nos des la parte que de derecho nos corresponde en
los vilipendios y agonías de tu Corazón Sacramentado... Consuélate,
Maestro... cada uno de éstos, poniendo en tu Costado abierto una palabra
de humildad y confidencia, te protesta, que Tú eres la única fortuna y
su solo paraíso...
(Breve pausa)
¿Qué tengo yo, ¡oh, Divino Corazón!, que Tú no me hayas dado?
¿Qué sé yo, que Tú no me hayas enseñado?
¿Qué valgo yo, si no estoy a tu lado?
¿Qué merezco yo, si a ti no estoy unido?
Perdóname los yerros que contra ti he cometido.
Pues me creaste sin que lo mereciera.
Y me redimiste sin que te lo pidiera.
Mucho hiciste en crearme.
Mucho en redimirme,
Y no serás menos poderoso en perdonarme...
Pues la mucha sangre que derramaste,
Y la acerba muerte que padeciste,
No fue por los ángeles que te alaban,
Sino por mí y demás pecadores que te ofenden...
Si te he negado, déjame reconocerte,
Si te he injuriado, déjame alabarte,
Si te he ofendido, déjame servirte,
Porque es más muerte que vida la que no está empleada en tu santo servicio.
(Pausa)
JESÚS:
Puesto que los que estáis aquí conmigo sois mis íntimos, dejad que en
vosotros desahogue mi Corazón, tan amargado...; oídme. Hay en Él una
pena honda, una herida que llega hasta la división de mi alma; ved por
qué.
Israel,
el pueblo de mis amores, Israel pidió la sentencia, exigió mi muerte y
levantó la Cruz... Israel, por quien yo flagelé el Egipto, me flageló...
Despedacé sus cadenas y las puso en manos de su Salvador...; le di maná
en el desierto y me tejió una corona de espinas...; saqué el agua
milagrosa de la roca, para apagar su sed, e insultó la fiebre abrasadora
de mi agonía... Bajé del cielo, y en el arca misteriosa quise morar con
ellos en el desierto... ¡Cuántas veces los tuve cobijados bajo mis
alas!... Y vedme, herido de muerte por Israel...
¿Por
qué mi pueblo sigue despojándome todavía de mi soberanía?... ¿Por qué
sigue aún echando suertes sobre mis vestiduras y arrojando al viento de
irrisión mi Evangelio de caridad y de consuelo?
¡Cómo
se agitan las muchedumbres rugiendo en contra de mi ley!... ¡Cómo
pueblos enteros, seducidos por la soberbia, han roto la unidad
sacrosanta de mi doctrina, túnica inconsútil de mi Iglesia!... Mi
corazón solloza dentro de mi pecho desgarrado, al oír cómo en el atrio
de Pilatos, el clamoreo de tantas razas, de tantas sociedades, que,
señalándome en este pobre altar, exclaman: “¡No queremos, no, que ese
Nazareno reine sobre nuestro pueblo!”. Yo te perdono, ¡oh, Israel!
(Breve pausa)
Mi
Vicario es perpetuamente víctima de la befa de esa turba
enloquecida...; él es mi rostro terrenal..., en él sigo siendo
abofeteado por los insultadores de mi Iglesia... Ese agravio me es
particularmente doloroso; ¡ay de aquel que pone la mano en el Pontífice,
el ungido de mi Padre!...
Detened
su brazo justiciero..., interponed esta Hora Santa, en unión con mi
ultrajado Corazón, pues quiero hacer piedad... Sí, por la apostasía
cruel de tantos pueblos, por el descreimiento público en tantas
sociedades, por la descarada afrenta a mi Vicario, por el odio abierto y
legalizado a mi sacerdocio, por la inicua tolerancia y los favores de
que gozan todos los modernos sanedritas, por todo ese cúmulo de pecados,
por esa plebe y esa cohorte que me hieren... con una sola voz y un alma
sola, pedid piedad a mi Corazón, pedidle misericordia...
LAS ALMAS:
Prisionero de amor, Jesús Sacramentado, pase nuestra oración las rejas
de tu cárcel, como un incienso de adoración y desagravio, que te
ofrecemos por manos de María inmaculada...
Letanías al Sagrado Corazón de Jesús
Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Jesucristo, óyenos.
Jesucristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Hijo del Padre Eterno, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, formado por el Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, unido substancialmente al Verbo Divino, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de majestad infinita, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, templo santo de Dios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, tabernáculo del Altísimo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, casa de Dios y puerta del Cielo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, hoguera ardiente de caridad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, Santuario de la justicia y del amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, lleno de amor y de bondad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, abismo de todas las virtudes, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, dignísimo de toda alabanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rey y centro de todos los corazones, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien están encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien habita toda la plenitud de la divinidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, en quien el Padre tiene todas sus complacencias, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, de cuya plenitud hemos participado todos nosotros, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, deseado de los collados eternos, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, paciente y de gran misericordia, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, rico para con todos aquellos que te invocan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de la vida y de la santidad, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, propiciación por nuestros pecados, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, saciado de oprobios, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, despedazado por nuestras maldades, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, que te has hecho obediente hasta la muerte, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, traspasado con la lanza, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, fuente de todo consuelo, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, nuestra paz y nuestra reconciliación, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, víctima de los pecadores, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, salud de los que en ti esperan, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, esperanza de los que mueren en tu amor, ten piedad de nosotros.
Corazón de Jesús, delicia de todos los santos, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios, que borras los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.
V. Jesús manso y humilde de corazón.
R. Haz mi corazón semejante al tuyo.
Oración
Omnipotente
y sempiterno Dios, pon los ojos en el Corazón de tu muy amado Hijo, y
en las alabanzas y satisfacciones que te ha ofrecido a nombre de los
pecadores, y aplacado con ellas, perdona a los que imploran tu
misericordia en nombre del mismo Jesucristo, que contigo vive y reina,
en unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Así sea.
(Pausa)
JESÚS: Todo,
en mi amor por los humanos, está consumado ya por la Santa Eucaristía,
todo. ¡Oh! pero la ingratitud humana ha consumado también conmigo, en
este maravilloso Sacramento, la obra del dolor supremo...
Hijos
míos, ¿dónde estabais vosotros cuando en el Calvario se me envolvió en
el silencio de una soledad, más cruel que la de mi tumba?... Amigos de
mi Corazón, ¿qué era de vosotros cuando mis ojos, nublados por el llanto
postrero de la agonía, no contemplaban sino semblantes iracundos de
verdugos?... ¿Dónde estabais?...
Y
cuando, pensando en vosotros, los predestinados, tuve sed de que
consolaran mi alma, infinitamente acongojada, ¿por qué entonces, se
humedecieron mis labios, abrasados con hiel de ausencia... de olvido...
de cobardía..., de tibieza de aquellos mismos que fueron los regalados
del banquete de mi hogar?...
Bien
lo sabéis: ésa no es, por desgracia, una historia de hace siglos;
contempladme en esta Hostia, y decid si la ingratitud no es pan amargo y
cotidiano de este Dios hecho Pan por los mortales... ¿Cuánto y en qué
os he contristado en esta cárcel voluntaria, para que selléis sus
puertas con el abandono en que se deja un sepulcro destruido y vacío?
¡Oh!,
venid, rodeadme, estrechaos a mis plantas; quiero sentiros cerca, muy
cerca, en la mística agonía de mi Corazón Sacramentado... ¡Hora ansiada,
Hora venturosa la Hora Santa, en la que este Dios recobra su heredad,
el precio de su sangre!...
Yo
os bendigo, porque tuve hambre y, dejando el reposo, vinisteis a
partirme el pan de la caridad...; os considero míos porque tuve sed y me
disteis compasión y lágrimas; os abrazo sobre mi pecho lastimado,
porque estuve tristísimo en la soledad de esta prisión y vinisteis a
hacerme deliciosa compañía. En verdad, en verdad os digo, que vuestros
nombres están escritos para siempre con letras de fuego y sangre en lo
más recóndito de mi Corazón enamorado...
Descansad sobre él, como yo descanso ahora entre vosotros, los hijitos preferidos de mi amor.
(Pausa)
EL ALMA:
Hemos venido, no a descansar, Maestro, sino a sufrir contigo, a
compartir tu cáliz y a reparar pidiendo el reinado de tu Divino
Corazón... Por esto no nos retiramos de tu lado, llevándote en el alma,
sin haberte confiado antes un anhelo ardoroso, el único anhelo de tus
consoladores y amigos... y es decirte que vengas, que te acerques
triunfador por tu sagrado Corazón..., que te reveles a estos tus
apóstoles humildes, porque sienten ardores inefables, que sólo tu
posesión y tu reinado pueden mitigar. Accede, pues, Jesús amabilísimo, y
en las naturales aflicciones y zozobras de la vida:
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En los afectos caducos y engañosos de la tierra...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las desilusiones de la amistad terrena, en las flaquezas del amor humano...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las seducciones brillantes de la vanidad, en los escollos incesantes del camino...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las castas y legítimas alegrías de los hogares que te adoran...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las veleidades de la adulación y de la fortuna seductora...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las horas de paz de la conciencia, en los momentos de un remordimiento saludable...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las tribulaciones de los nuestros, al ver sufrir a los que amamos...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En los desfallecimientos del amor terreno, al sentir la fatiga del destierro...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En las contradicciones incesantes, en los días de incertidumbre o de quebranto amargo...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
En el momento de la tentación y en la hora de la suprema despedida de la tierra y de la Hostia Santa...
(Todos, en voz alta) ¡Ven!... sentimos sed de tu adorable Corazón.
(Pausa)
LAS ALMAS:
Al verte tan de cerca y tan benigno, lejos de exclamar como tu apóstol:
“Apártate, Señor; aléjate, porque somos miserables pecadores...”
queremos por el contrario, abalanzarnos a tu encuentro, acortar las
distancias y estrechar la dichosa intimidad entre tu Corazón y los
nuestros...
(Lento y cortado)
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor, cuando los soberbios
gobernantes de la tierra maldigan de tu ley y de tu nombre... acuérdate
que somos tuyos..., que estamos consagrados a la gloria de tu Divino
Corazón...
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor cuando las muchedumbres,
agrupadas por Luzbel y los sectarios sus secuaces, asalten tu santuario,
y reclamen tu sangre... acuérdate que somos tuyos..., que estamos
consagrados a la gloria de tu Divino Corazón...
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor...; cuando gimas por los
vituperios y por las cadenas con que ultrajan a tu Iglesia santa, los
poderosos y aquellos mentidos sabios, cuyo orgullo condenaste con
dulcísima firmeza..., acuérdate que somos tuyos..., que estamos
consagrados a la gloria de tu Divino Corazón...
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor; cuando millares de cristianos
hagan caso omiso de tu persona adorable..., y te lastimen cruelmente con
una tranquila prescindencia, que es un puñal de hielo clavado en tu
pecho sacrosanto..., acuérdate que somos tuyos..., que estamos
consagrados a la gloria de tu Divino Corazón...
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor; cuando tantos buenos y
virtuosos te midan con avaricia su cariño, te den con mezquindad
aborrecible su confianza... y te nieguen consuelo en sacrificio y
santidad... acuérdate que somos tuyos..., que estamos consagrados a la
gloria de tu Divino Corazón...
Ven,
Jesús, ven a descansar en nuestro amor; cuando te oprima la deslealtad,
cuando te amargue la tibieza de las almas predestinadas, que, por
vocación, deberían ser enteramente tuyas, siendo santas..., entonces
como nunca, en esa hora de sin par desolación, acuérdate que somos
tuyos..., torna aquí los ojos atristados, suplicantes..., no olvides que
estos hijos estamos consagrados para siempre a la gloria de tu Divino
Corazón...
(Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes. Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores. Padrenuestro y Avemaría pidiendo
el reinado del Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y diaria,
la Hora Santa, y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino en
hogares, sociedades y naciones).
(Cinco veces) ¡Corazón Divino de Jesús, venga a nos tu reino!
(Lento)
Tú
eres, Jesús, el Dios oculto... Escóndete en mi alma, y convertido yo en
una Hostia, en otra Eucaristía humilde, vámonos, Señor, vámonos,
eternamente unidos, como en la Comunión, como en la Hora Santa... Tú en
mi pobrecito corazón..., y yo perdido para siempre en el abismo de
dolor, de luz de cielo, de tu Sagrado Corazón: ¡venga a nos tu reino!
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)