Nos dirigimos a todos los fieles que asisten a la “nueva misa”. ¿Es ésta una Misa católica o una diabólica perversión? Muchos se escandalizarán y dirán
 que no puede ser una diabólica perversión de la Misa, pues la celebran 
en las iglesias a las que siempre asistieron, sacerdotes de la diócesis y
 que han estado en las parroquias muchos años. Pero recordemos que en 
tiempos pasados, la Misa fue pervertida y finalmente destruida  por 
miembros de la jerarquía y del clero, quienes usaron edificios Católicos
 para hacerlo.
  
A principios del siglo XVI, los países europeos eran Católicos. No había
 más clero que el Católico. Y, sin embargo, antes de finalizar ese 
siglo, en algunos países Europeos el Santo Sacrificio de la Misa había 
sido destruido, principalmente en Alemania y en Inglaterra. Y los 
católicos asistían a los nuevos servicios religiosos en la misma iglesia
 a la que siempre habían asistido, y los servicios eran conducidos por 
los mismos obispos y sacerdotes que habían conocido siempre. 
   
Las
 destrucciones de la Misa Católica fueron organizadas por clérigos y 
jerarcas que abusaron de su autoridad para sembrar la herejía; y 
aceptadas por los fieles bajo una falsa obediencia.
    
Demostraremos el paralelismo existente entre los eventos del siglo XVI y el período post-conciliar. 
    
En
 Alemania, Martín Lutero, sacerdote católico, fue el primero en instigar
 la destrucción de la Misa. Veamos algunas de sus afirmaciones, tal y 
como se encuentran en sus escritos: 
   
... “Cuando
 hayamos aniquilado la Misa, habremos aniquilado el Papado en su 
totalidad. Porque es sobre la Misa, como sobre una Roca que el Papado se
 apoya con sus monasterios, sus obispados, sus colegios, sus altares, 
sus ministros y sus doctrinas. Todos estos caerán cuando su sacrílega y 
abominable Misa haya sido reducida a polvo... Sin embargo, para 
conseguir este fin con éxito y sin peligro, será necesario preservar 
algunas de las ceremonias de la misa antigua para los de mente débil, 
quienes se escandalizarían con un cambio muy rápido”. 
Lutero destruyó la Misa por consejo e instigación de satanás, pretendiendo acabar con la Iglesia Católica
    
Atendiendo al ruego ardiente de sus primeros discípulos, Lutero escribió su famosa “Formula Missae”. Con relación a ésta nos dice: “Debemos declarar en primer lugar que nuestra
 intención jamás ha sido abolir la adoración a Dios, sino únicamente 
purgar la forma que se usa de todas las adiciones que la han mancillado.
 Me refiero a ese abominable Canon que es una confluencia de lagunas 
repugnantes; han hecho de la Misa un Sacrificio, le han agregado 
ofertorios. La Misa no es un sacrificio, no es el acto de un 
sacerdote supremo ofreciendo un sacrificio. Considerémosla como un 
sacramento, o un testamento. Llamémosla una bendición, o eucaristía, o 
la Mesa del Señor, o el memorial del Señor. O démosle cualquier título 
que nos guste, con la condición de que no se mancille con el término de 
sacrificio o representación. Al descartar el Canon, descartemos todo lo que implica Oblación,
 y nos quedamos con lo que es puro y Santo”. (Recordemos que estas son 
las palabras de un sacerdote Católico legítimamente ordenado). 
    

 
La
 “Formula Missae” de Lutero (antecesora de la “Deutsche Messe” del mismo
 Lutero) comenzó el camino para convertir el Santo Sacrificio de la Misa
 Católica en una cena protestante (el Novus Ordo Missae).
    
Tengamos
 en la mente lo dicho por  Lutero, y leamos ahora la declaración que 
apareció en L'Osservatore Romano (periódico del Vaticano) en octubre 13 
de 1967: “La reforma litúrgica ha dado un 
notable paso al frente en la senda del ecumenismo. Se ha acercado más a 
las reformas litúrgicas de la Iglesia Luterana”. ¿No es esto escalofriante? La
 intención confesada de Lutero era la destrucción de la Misa y 
encontramos que el periódico del Vaticano se jacta de que hemos llegado 
muy cerca de la forma Luterana de dar culto a Dios. 
     
Efectivamente Lutero consiguió destruir la Misa. Pero no
 pensemos que Lutero y sus discípulos simplemente anunciaron se estaban 
deshaciendo de la Misa. Si así hubiera sido, los católicos se hubieran 
opuesto. Al contrario, lenta y gradualmente cambiaron la Misa, 
explicando a la gente que sólo querían simplificar la liturgia para que 
les fuera más fácil comprenderla. El primer paso fue una nueva traducción de la Biblia, seguida por la traducción de la Misa del latín al alemán. Mas como Lutero
 no creía que la Misa es un sacrificio, ni creía en la 
Transubstanciación, es decir, que el pan y el vino se transforman en el 
Cuerpo y Sangre de Cristo, escribió su Formula Missae. En la nueva misa 
en vernáculo muchas partes de la Misa Tradicional fueron preservadas, 
pero se eliminó el Ofertorio y la Consagración. También se insertaron más lecturas de la Biblia. Luego, los
 altares fueron abolidos porque representan el carácter de sacrificio de
 la Misa y en su lugar se pusieron mesas, de manera que los sacerdotes 
estuvieran frente al pueblo. También se quitaron todos los crucifijos 
pues éstos recuerdan el Sacrificio del Calvario. 
     
Una vez que Lutero hubo abierto las puertas e introducido los cambios, otros
 sacerdotes aparecieron en la escena con cambios más drásticos aún. Se 
deshicieron de sus vestimentas; permitieron a la gente que recibiera la 
Sagrada Comunión en la mano; descartaron el canto gregoriano y el uso 
del órgano. En su lugar promovieron el uso de música folklórica con 
platillos, trompetas e instrumentos de cuerdas. Estos sacerdotes y 
monjes católicos, infectados con un entusiasmo fiero por los cambios, 
destruyeron altares, quemaron imágenes, hicieron añicos las estatuas y 
descartaron sus hábitos. 
       
Los
 sacerdotes y monjes que apostataron de la Fe para seguir la herejía 
protestante, quisieron destruir todo cuanto recordara la Iglesia 
Católica
    
La
 Misa era gradualmente transformada de la renovación del Sacrificio del 
Calvario a una reunión comunal del pueblo de Dios. Y esta profanación 
fue realizada por sacerdotes, usando templos católicos, monasterios y 
conventos católicos. La mayoría de la gente era católica en sus 
tradiciones e ideas, pero a medida que continuaron asistiendo a los 
servicios pervertidos en sus iglesias “católicas” perdieron la fe y 
cayeron en la apostasía. Y, por supuesto, sus hijos, 
expuestos a los nuevos servicios pervertidos desde temprana edad, 
crecieron sin un conocimiento real de la Una y Verdadera Iglesia, 
fundada por Cristo. 
       
Son
 de lamentar las consecuencias tan tremendas, si recordamos que la 
Iglesia siempre ha enseñado: “FUERA DE LA IGLESIA CATÓLICA NO HAY 
SALVACIÓN”. 
      
Las
 religiones Protestantes que vemos hoy, resultaron de los esfuerzos de 
unos sacerdotes católicos de “reformar” la Iglesia. Estas iglesias 
protestantes no ofrecen un sacrificio al Santo e Infinito Dios, no 
reconocen a María, la Inmaculada Madre de Dios, no tienen devoción a los
 Ángeles o a los Santos, no rezan por las almas de sus parientes y 
amigos fallecidos. Y todo esto es el resultado de la destrucción del 
Santo Sacrificio de la Misa por medio de sacerdotes que usaron los 
templos católicos para hacerlo. 
      
Lutero
 dijo que era necesario conservar algunas de las ceremonias de la Misa 
Tradicional para no asustar a los débiles. ¿Somos nosotros de estas 
personas débiles que están siendo conducidas ciegamente a la apostasía? 
¿O deseamos unirnos al pequeño grupo de católicos que desean conservarse
 fieles a Cristo, a su Cruz, a sus enseñanzas? Si deseamos mantenernos 
fieles, preparémonos para sufrir con Cristo en el Calvario, padeceremos 
soledad, ridículo y falta de comprensión de parte de los demás. Pero no 
estaremos solos. 
       
Al principio del siglo XVI, Inglaterra era un país católico. La Fe estaba arraigada a través de siglos de catolicismo.
 Todas las iglesias, eran iglesias católicas: Westminster Abbey, 
Winchester, Coventry, Canterbury, eran algunas de las iglesias 
principales de esos días. Y Oxford y Cambridge eran centros de educación
 católica. Y aun así, al finalizar el siglo 
XVI, Inglaterra se había transformado en un país protestante, el clero y
 la jerarquía celebraban servicios protestantes en aquéllas que una vez 
fueron iglesias católicas. En nuestros días, Inglaterra es aún 
protestante y las famosas catedrales, como la abadía de Westminster, son
 centros de Protestantismo. ¿Cómo sucedió esto? ¿Sucedió de 
la noche a la mañana? Los que detentaban el Gobierno y comandaban la 
Iglesia ¿proclamaron que iban a abolir la Santa Misa? ¡Claro que no! Una
 acción repentina de esta naturaleza hubiera levantado tanta resistencia
 de parte del pueblo, que  hubiera sido peligroso. Sin embargo, El Santo
 Sacrificio de la Misa fue esencialmente destruido en unos pocos años 
sin que la gran mayoría, de los católicos se dieran cuenta. 
     
El
 principal responsable de la destrucción de la Misa fue Tomás Cranmer, 
Arzobispo católico de Canterbury. Este hombre poseía un odio apasionado 
por la teología católica de la Misa por virtud del sacerdocio 
sacrificador y la Víctima ofrecida en Sacrificio. Cranmer negaba la 
Doctrina de la Transubstanciación, es decir, que el pan y el 
vino se transforman, en la Consagración, en el Cuerpo y la Sangre de 
Cristo. Sin embargo, mientras Enrique VIII vivía, hipócritamente 
continuó ofreciendo la Santa Misa y aún celebró la Misa en la coronación
 de Eduardo VI, sucesor de Enrique, en 1547. 
   
Tomás Cranmer, Primer "Arzobispo" anglicano de Canterbury, fue discípulo de Lutero, y como él, adulteró la Misa.
       
Pero antes de que terminara ese año, Cranmer
 había preparado un libro de sermones, y ordenó a los sacerdotes que los
 leyeran cada domingo en Misa. El fin de estos sermones era preparar a 
la gente a aceptar cambios más drásticos que iban a aparecer más tarde 
al presentar la idea de que la Biblia había sido reprimida por la 
Iglesia por largo tiempo, y que la Biblia era la única fuente de 
conocimiento verdadero de Dios. En las iglesias, los sacerdotes tuvieron
 que leer la nueva traducción de la Biblia. El siguiente paso fue cuidadosamente tomado en 1548. En
 este cambio se le agregó a la Comunión un prefacio con exhortaciones en
 inglés en las cuales la Presencia Real y Corporal fueron omitidas. Al 
año siguiente apareció un nuevo libro de oraciones: El primer Libro de 
Oraciones de Eduardo VI. El título decía: “La cena del Señor y
 Sagrada comunión, comúnmente llamada la Misa”. El orden del servicio 
era el mismo de la Misa, pero había algunas cosas en las cuales se 
manifestaban las innovaciones: la primera era el cambio en el lenguaje, 
la otra era el cambio por deducción indirecta de la doctrina. El cambio 
en el lenguaje era el desafío obvio presentado a los católicos comunes y
 corrientes, pero se les convenció diciéndoles: “el culto debe ser en un
 lenguaje que todos los hombres entiendan”... y la gente aceptó. Sin 
embargo, los cambios doctrinales resultaron mucho más  importantes, aun 
cuando para el hombre común no significaba nada y casi no se daba cuenta
 de los mismos. Pero en este servicio en lengua
 vernácula, omitieron no sólo lo que pudiera enfatizar la Presencia 
Real, sino también el carácter de Sacrificio de la Santa Misa. La 
primera introducción del nuevo rito tuvo lugar en la Fiesta de 
Pentecostés en 1549. Mientras tanto, el Parlamento había decretado un 
estatuto ordenando que la Sagrada Comunión fuera administrada a los 
fieles bajo las dos especies. 
    
El
 Rito de Cranmer entró en vigencia el día de Pentecostés de 1549 
(coincidencialmente, el Novus Ordo Missae de Bugnini entró en vigencia 
el día de Pentecostés de 1969).
 
     
Al año siguiente el
 Parlamento abolió el rito antiguo de la ordenación de sacerdotes y de 
la consagración de obispos. El nuevo rito, compuesto principalmente por 
el Arzobispo Cranmer, eliminó toda frase o ceremonia que indicara que el
 propósito del rito era conferir el poder de ofrecer el Sacrificio. El 
único propósito del nuevo rito era dedicar al que lo recibía, para 
presidir la asamblea de Dios como miembro autorizado de la Iglesia, por 
medio de la predicación del Evangelio y administración de los 
Sacramentos. Y casi nadie se dio cuenta de este cambio. El 
servicio de la Comunión y el rito de la ordenación habían sido así 
desasociados de la idea del Sacerdocio con poder de ofrecer el Santo 
Sacrificio. 
         
El
 orden sacerdotal y la consagración de obispos en el anglicanismo JAMÁS 
indica referencia al poder de ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa. 
Por ello, León XIII declaró inválidas, nulas y sin efecto las 
ordenaciones anglicanas.
 
   
Aún
 quedaba en las iglesias la piedra llamada Ara... Por eso, los Obispos 
ordenaron que se sacaran éstas y se destruyeran los altares. Cada parroquia debía ahora proporcionar una mesa de madera. La explicación oficial a estos cambios fue: “... la
 forma de mesa deberá cambiar la idea de la Misa papista al uso correcto
 de la Cena del Señor, en la mente de la gente sencilla. Porque el uso 
del Altar es para ofrecer sacrificio, el uso de la mesa es para servir a
 los hombres que coman sobre ella”. 
       
La
 misa anglicana evoca una cena, no el Sacrificio. Por ello, se le llama 
“la Cena del Señor”, como también llaman al Novus Ordo.
     
Los
 obispos que se resistieron a seguir los cambios fueron despojados de 
sus diócesis. Así que de 23 Obispos en el país, sólo 4 defendieron la 
teología sacramental de la Iglesia y estos CUATRO fueron encarcelados. 
       
En 1552, el
 Rey, como jefe de la Iglesia, impuso las Actas para la Uniformidad de 
la Oración Común y Administración de los Sacramentos. Estas Actas 
imponían graves castigos, no sólo para los que públicamente criticaban 
los nuevos servicios, sino también para el clero que usara cualquier 
otro servicio religioso. 
     
Entre tanto Cranmer
 y sus asociados ordenaron que todas las imágenes fueran sacadas de las 
iglesias, que se rompieran las vidrieras de colores, quitaron todos los 
vasos sagrados hechos de metales preciosos, predicaran en contra de la 
idea de la Cuaresma, del largo ejercicio penitencial en preparación de 
la fiesta de la Resurrección, ridiculizaran la creencia católica de que 
las almas de los fieles difuntos pueden ser socorridas por medio del 
Santo Sacrificio de la Misa. 
     
“El que tenga oídos para oír, que oiga”. Este
 resumen de como un país que una vez fuera completamente católico, se 
hizo protestante en unos cuantos años, debería ser la voz de alarma para
 todos nosotros. Está sucediendo aquí, hoy, desde hace más de cincuenta 
años ¿Qué debemos hacer? Debemos mantenernos alejados de estos servicios
 religiosos pervertidos y no concurrir a las parroquias que los 
celebran, porque de hacerlo, estaríamos ayudando a traicionar a Cristo 
al contribuir a esta  apostasía. 
       
Hemos narrado brevemente fue destruida la Fe en Alemania e Inglaterra mediante la gradual profanación y destrucción de la Misa. Para
 examinar y condenar los errores de Lutero y los demás Reformadores, en 
el mismo siglo, el Papa Paulo III convocó el Concilio de Trento. Este 
Concilio decretó que el Papado debería producir y publicar un Misal para
 que los sacerdotes supieran qué oraciones, rituales y ceremonias se 
deberían usar a perpetuidad en la celebración del santo Sacrificio de la
 Misa. Hizo esto para salvaguardar a todas las generaciones de 
Católicos, de la tragedia que sobrevino a los Católicos en Alemania e 
Inglaterra. 
      
El
 Papa Paulo III convocó el Concilio de Trento para contrarrestar la 
devastación que los malditos Lutero, Cranmer y demás herejes causaron en
 la Iglesia Católica.
    
Este
 trabajo fue terminado durante el reinado de San Pío V, y el Misal 
Romano fue instaurado como el Misal oficial de la Iglesia. El Papa 
publicó la Bula “QUO PRIMUM TEMPORE”
 sobre el Misal y desde entonces y hasta los cambios efectuados por la 
Comisión Litúrgica del Vaticano II, este decreto apareció en Latín al 
frente de todo Misal para uso de los Altares. 
 
    
San
 Pío V llevó a culminación plena las labores del Concilio de Trento, con
 la codificación del Ritual Romano de la Santa Misa (o Misa Tridentina),
 y con la bula “Quo Primum Tempore” le confirió perpetuidad irrevocable
    
Como podemos ver, el
 Papa, por virtud de su autoridad Apostólica, decretó que este Misal 
Romano debería ser usado en la Iglesia a perpetuidad, sin ningún cambio o
 alteración, y que ningún sacerdote podría jamás verse obligado a 
ofrecer la Santa Misa de manera diferente. Como dijimos 
antes, esto se hizo a fin de evitar que la Santa Misa fuera nuevamente 
destruida, como sucedió en Alemania e Inglaterra. 
      
No
 permitamos que nadie venga con el cuento de que el Papa y el Concilio 
de Trento no tenían autoridad para establecer reglas y decretos a 
perpetuidad. No nos dejemos engañar por aquellos que dicen que otro Papa
 y otro Concilio pueden rechazar los decretos solemnes de un Papa o un 
Concilio anterior. Si esto fuese cierto, no habría Autoridad en la 
Iglesia y no podríamos creer la promesa de Cristo de que permanecería 
con la Iglesia hasta el fin de los siglos. Cualquier Papa o Concilio que
 intente revocar las enseñanzas solemnes de un Papa o Concilio 
anteriores está actuando en deliberado desafío y desobediencia a la 
autoridad de la Iglesia. 
      
Observemos
 por un momento lo que ha pasado en la Iglesia desde 1953, cuando 
empezaron los cambios en la liturgia. La Misa se celebra hoy sólo en el 
idioma vernáculo. Mesas de madera han sustituido al Altar del 
Sacrificio. Han sacado los comulgatorios. En algunas diócesis, las 
estaciones del viacrucis, las imágenes, las pilas de agua bendita, los 
reclinatorios y los crucifijos se han eliminado en todas las parroquias.
 El canto Gregoriano, y el uso del órgano han desaparecido. En su lugar,
 tenemos "misas" folklóricas (la “misa criolla” en Argentina), 
panamericanas, y “rock”. Pero el cambio de mayor significado está en las
 oraciones del Canon. En el Canon nuevo, la mayoría de la doctrina y 
dogmas contenidos en el Misal Romano han sido totalmente SUPRIMIDOS o 
ELIMINADOS. 
   
Las
 palabras de la Consagración han sido cambiadas de tal manera que el pan
 y el vino ya no se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor
 Jesucristo. Vemos, en consecuencia, que en nuestros días, la Santa Misa
 ha sido destruida  tal como lo fuera en Alemania e Inglaterra hace 500 
años, sin que los católicos se den cuenta. Esta
 iniquidad fue llevada a cabo por la jerarquía y el clero usando 
iglesias Católicas, monasterios y conventos católicos, exactamente en la
 misma forma en que se hizo durante la Pseudo-reforma. 
    
Así
 como a los católicos de Alemania se les dio la “Formula Missae” de 
Martín Lutero y a los católicos de Inglaterra, el Primer Libro de 
Oraciones de Eduardo VI, que resultaron ser la completa eliminación del 
Santo Sacrificio de la Misa, a nosotros nos han dado el misal del “Novus
 Ordo”. Esta nueva misa se viene celebrando oficialmente en 
todo el mundo, desde 1969. Sin embargo, dos cardenales se armaron de 
valor, negándose a participar en esta destrucción de la Santa Misa, 
dejando oír su voz en abierta oposición. (Ver: 
CARTA DE LOS CARDENALES OTTAVIANI Y BACCI A PABLO VI  y: 
BREVE EXAMEN CRÍTICO DEL NUEVO ORDO DE LA MISA) 
 
    
El “Novus Ordo Missae” es simple y llanamente la misma liturgia protestante
 
     
Luego, de
 algunas partes de Europa llegaron voces de fieles y grupos valientes, 
negándose a celebrar este rito que representa la perversión de nuestra 
Fe Católica. 
       
Católicos Tradicionalistas de Alemania dicen: "
Este
 ‘Ordo Missae’ aniquila el Ofertorio (recuerden la palabras de Lutero). 
Estos son los ritos paganos de Ceres y Baco. Esta no puede ser la 
verdadera Misa Católica".
  
El
 Novus Ordo Missae, en su ofertorio, se refiere al trabajo del hombre y 
los frutos de la tierra como ofrenda presentada ante Dios (como Caín al 
ofrecer en sacrificio las primicias de sus cosechas).
 
       
Monseñor Domenico Celada, en Italia, dijo: “
El
 nuevo Misal contiene varios errores manifiestos, explícitamente 
condenados por Papas en tiempos anteriores. Por lo mismo, cualquiera que
 use esta misa se excomulga a sí mismo”. 
 
       
En
 Inglaterra, Abbé Bryan Houghton de Suffolk ha preferido renunciar 
públicamente a usar la nueva liturgia, diciendo que, si llegara a 
cumplir con las instrucciones oficiales de los obispos y de Roma, no 
podría seguir celebrando la Santa Misa de acuerdo con el rito para el 
cual había sido ordenado. 
       
Ya
 no es necesario que el sacerdote celebre en un altar, el Ara no es 
necesaria. El sacerdote es el “presidente de la asamblea del pueblo de 
Dios”. “Peor aún, a ningún sacerdote se le permite celebrar la Misa 
Latina de San Pío V, en público. HA SIDO PROHIBIDA”. 
       
¿Qué debemos hacer? Si
 deseamos seguir siendo católicos verdaderos, no debemos asistir a 
ninguno de estos servicios. Ni tampoco contribuir económicamente, porque
 de hacerlo, estaríamos ayudando a mantener una iglesia que ha 
apostatado, que se ha separado de la verdadera Iglesia. Nos damos cuenta
 del terrible sacrificio que esto significa. Unámonos en oración a la 
Santísima Virgen María a quien Dios ha dado el poder de aplastar todas 
las herejías, y un día la Verdadera Iglesia resurgirá de las catacumbas,
 cuando Cristo Rey vuelva. 
     
La
 gran mayoría de los católicos asisten a estos actos pervertidos que se 
llevan a cabo en sus parroquias, pero recordemos las preguntas y 
respuestas del Catecismo Ripalda (o Baltimore, en Estados Unidos) de 
“Primeras Nociones”:
    
¿Qué es la santa Misa? La
 santa Misa es el sacrificio de Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor 
Jesucristo, ofrecido en nuestros altares en memoria del Sacrificio de la
 Cruz. 
      
¿Es la Misa el mismo Sacrificio que el de la Cruz? Sí, la
 Misa es el mismo Sacrificio que el de la Cruz, porque en él se ofrece y
 sacrifica el mismo Jesucristo, aunque de un modo incruento, es decir, 
sin padecer o morir como en la Cruz. 
      
¿La
 ceremonia que se celebra hoy en prácticamente todas las iglesias, es el
 reverenciado Sacrificio de la Cruz -el Sacrificio del Calvario-? Meditemos
 unos minutos sobre un aspecto de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor. 
Como sabemos por las Sagradas Escrituras, en el Calvario, al pie de la 
Cruz, había tres grupos de personas, reaccionando en distintas maneras. 
Primero, estaban los Fariseos y los Sacerdotes jefes de los judíos. 
Estos estaban al pie de la Cruz y se mofaban de Nuestro Señor.
 Recordemos que estos hombres eran los dirigentes religiosos, hombres 
que se habían dedicado a estudiar las Sagradas Escrituras; estaban 
encargados de interpretarles y de explicarlas a la gente. Estos hombres 
eran responsables del culto y del servicio de Dios. En otras palabras, 
eran la jerarquía y el clero de la Raza Escogida. Como
 los ungidos y expertos en las Sagradas Escrituras y las Profecías, 
deberían haber sido los primeros en reconocer y aceptar a Cristo como al
 Mesías prometido y en haber conducido al pueblo a Él. Sin embargo, 
fueron los que lo odiaron y tramaron su Muerte. 
    
Los
 sacerdotes judíos, quienes guardaban la Escritura y realizaban los 
sacrificios, fueron los que por odio a Jesús ordenaro su muerte.
     
El domingo de Ramos el
 pueblo judío, que amaba a Jesús y lo había seguido y escuchado   y  que
 había presenciado sus milagros durante tres años, lo aclamó como a su 
Rey, exclamando: “Hosanna al Hijo de David”. Y sin embargo, antes de 
finalizar la semana, ese mismo pueblo se unió al grito de 
“¡Crucifícale!”. Esta gente común había amado a Jesús, no tramaron nada 
en su contra. No deseaban su muerte. Pero, se dejaron guiar ciegamente 
hasta demandar su Crucifixión ¿Por quién? POR SUS DIRIGENTES RELIGIOSOS.
 POR LA JERARQUÍA. Mucha de esta gente se alineó al lado del Calvario a 
ver pasar a Cristo cargado con su pesada cruz y no le ofrecieron ayuda. En
 la cima del Calvario, cuando Cristo había sido clavado en la Cruz, los 
dirigentes religiosos de la gente judía, se dedicaron a mofarse de 
Cristo. Y esta gente regresó a sus hogares sin darse cuenta de que había
 presenciado la muerte del Mesías Prometido, al cual habían estado 
esperando. De todos los dirigentes religiosos, sólo uno creía
 en Jesús, Nicodemo, pero tenía miedo de reconocerlo públicamente. Fue a
 buscar a Cristo por la noche. Los Evangelios no mencionan que estuviera
 presente en el Calvario como amigo de Cristo. 
      
Hoy,
 entre los escogidos de Dios (los católicos) la situación es muy 
parecida. La gente común y corriente amaba a la Iglesia, sus 
Sacramentos, sus Enseñanzas y siempre creyó que Cristo aún vivía entre 
nosotros en el Santísimo Sacramento del Altar y en el Tabernáculo. 
Nosotros no hemos tramado nada en contra de la Iglesia. Nunca hemos 
deseado la muerte del Santo Sacrificio de la Misa. No hemos pedido los 
cambios. Y, aun así, seguimos ciegamente a nuestros dirigentes 
religiosos a la Corte del Moderno Pilatos y ayudamos a destruir la Santa
 Misa. Nos hemos alineado en el camino al Calvario, observando la 
destrucción de la Santa Misa, sin hacer nada para evitarlo. 
      
Nuestros
 obispos han permanecido en la cima del Calvario, mofándose de Nuestro 
Señor al cambiar la Misa, y hemos regresado a nuestros hogares 
indiferentes, sin importarnos. Así como en el tiempo de Cristo había un 
Nicodemo, nosotros también tenemos a un Nicodemo por ahí, pero no tiene 
el valor de reconocer abiertamente el verdadero y Santo Sacrificio. 
      
El
 segundo grupo en el Calvario lo formaban los soldados romanos, quienes 
no conocían realmente a Cristo, ni la promesa de Dios de enviar un 
redentor. Eran paganos que adoraban muchos dioses falsos. Se les asignó,
 como parte de su deber, el crucificar a Cristo. Clavaron las Sagradas 
Manos y Pies de Jesús y levantaron la Cruz en alto. Luego se felicitaron
 y se sentaron a contar cuentos, a reírse y a jugar dados. Se divertían porque no comprendían lo que estaba sucediendo. ¿No nos recuerda esto lo que está pasando en nuestras iglesias? Las
 jovencitas con sus minifaldas se agrupan en el santuario tocando sus 
guitarras, la gente se amontona alrededor de la mesa abrazándose, 
besándose, o dándose la mano, y nos preguntamos, ¿cuánta de esta gente 
está pensando en la Cruz, en el Calvario o en el Sacrificio? 
 
La
 mayoría (si no son todos) los que asisten al Novus Ordo, no les 
interesa el Sacrificio de la Cruz (que de todos modos, no está presente 
en él)   
      
El
 tercer grupo en el Calvario era muy pequeño y silencioso. Se componía 
de María, la Inmaculada Madre de Dios, San Juan, el único apóstol que 
tuvo el valor de seguir a Cristo hasta el fin; Santa María Magdalena, 
pecadora arrepentida quien se arrodilló llena de dolor al pie de la 
Cruz; y unas pocas mujeres santas que habían seguido a Jesús y creyeron 
en Él hasta el final. En ninguna parte de las Sagradas 
Escrituras dice que esta gente platicó, o se rio, o se divirtió en forma
 alguna en el Calvario. Permanecieron en doloroso silencio ante el Santo
 e Infinito Misterio que tuvieron el privilegio de presenciar.
  
Sólo María Santísima, San Juan y la Magdalena reconocían el sentido de la Crucifixión 
 
        
¿Dónde
 están hoy sus imitadores? No los encontraremos en las parroquias. ¡No 
existe lugar ahí para el silencio! Es sólo una reunión alegre de la 
gente de la comunidad, que se han reunido para cantar, darse la mano y 
comer juntos. Y esto es lo que miles de Católicos están haciendo hoy. 
       
Así
 como los judíos de entonces regresaron a sus hogares sin darse cuenta 
quién era el que había muerto en la Cruz, así también, los católicos de 
hoy han visto la muerte del Santo Sacrifico de la Misa y regresaron a 
sus hogares sin saberlo. ¿Esta alegre reunión de la comunidad, es el 
Santo Sacrificio del Calvario? Cuando se entran a una iglesia, ¿puede 
aún percibirse la presencia de Dios? ¿Se siente aún el callado gozo y la
 santidad de antes? O, ¿están todos tan ocupados cantando y saludando al
 vecino para pensar acerca del Calvario y el Sacrificio de Cristo y su 
Madre Dolorosa? 
         
Sin embargo, insisten en seguir asistiendo a esas iglesias, semana tras semana. ¿Por qué?
     
Algunos se
 preocupan por lo que su familia o sus amigos dirán si no van a su 
iglesia. Los tildarán de fanáticos, o de locos, anticuados, retrógrados,
 que no se han modernizado. ¿No es Cristo más importante que 
lo que piense la gente? ¿No es más importante salvar nuestras almas, que
 complacer a los demás? 
   
El
 miedo de no poder casarse, o ser enterrados o bautizar a sus hijos en 
una de estas iglesias los paraliza. Sin embargo, si no hay VERDADERA 
MISA, CRISTO NO ESTÁ PRESENTE ALLÍ. Y si Cristo no está presente ¿por 
qué quieren casarse, o que los entierren, o bautizar allí a sus hijos? 
    
Dicen: sé que no está bien, pero ¿qué puedo hacer? 
Si en su lugar de residencia, no hay ninguna capilla en donde se celebre la verdadera Misa (en muchos lugares las hay)
,
 pueden hacer lo mismo que hicieron los católicos leales de Inglaterra y
 Alemania en tiempos de la Reforma. Se quedaron en casa y desde ahí 
dijeron sus oraciones. Pueden hacer lo mismo que los católicos 
irlandeses durante siglos de persecución. Reunían a sus familias cada 
noche y rezaban el Rosario. Pueden hacer lo mismo que los fieles 
católicos en Polonia, Hungría y las demás naciones tras la Cortina de 
Hierro. Se mantenían lejos de las iglesias, en donde los sacerdotes, 
colaborando con los comunistas, celebraban sus “misas”, mientras ellos 
rezaban el Rosario en sus hogares. Todos ellos siguen siendo 
verdaderos católicos, manteniéndose lejos de las misas pervertidas y 
arrodillándose en oración ante la Madre Dolorosa, que fue la única que 
entendió el misterio del Calvario. 
Los que continúan asistiendo a las iglesias en donde Cristo está siendo burlado, al final perderán la Fe.
  
Los
 católicos que no puedan asistir a la verdadera Misa (porque no hay 
capilla o por no haber sacerdotes válidos), pueden y deben reunirse en 
sus casas para rezar el Santo Rosario. 
 
    
Cristo
 dijo que no podemos servir a dos señores. “Aquel que no está Conmigo, 
está contra Mí”. Tenemos la responsabilidad de escoger. Y de esta 
elección depende nuestra salvación o nuestra condenación eterna.
    
Anónimo, en nombre del Grupo de Laicos pro-Misa Tridentina