Tomado del "Misal Diario". (Dom
Gaspar Lefebvre, O.S.B.) Traducción castellana del Rvdo. P. Germán
Prado, Monje Benedictino de Silos (España). Ed. Desclée de Brouwer y
Cia. (Brujas-Bélgica)
SEÑALES DE MUERTE PRÓXIMA
Conviene
tener algún conocimiento de las señales de muerte inminente, para que
así puedan los que asisten al enfermo auxiliarle con oportunidad en tan
apurado trance. Las principales señales son: cuando falta el pulso o
está intermitente o intercadente; cuando tiene la respiración anhelosa;
cuando sus ojos están hundidos y vidriosos, o más abiertos de lo
acostumbrado; cuando se pone la nariz afilada y blanquecina en la
extremidad; cuando la respiración se parece al soplo de un fuelle;
cuando se pone el rostro pajizo, cárdeno y amoratado; cuando se baña la
frente de un sudor frío; cuando el enfermo coge las hilachas y
pelusillas de las sábanas; cuando se enfrían todas las extremidades,
etc.
Las
señales más próximas de que el enfermo va a expirar son: la respiración
intermitente y lánguida; la falta de pulso; la contracción o
rechinamiento de dientes; la destilación a la garganta; un débil suspiro
o gemido; una lágrima que sale por sí misma y el torcer la boca, los
ojos y todo el cuerpo. Cuando el enfermo se halle en alguna de estas
últimas señales, entonces el que le asiste sugerirá con fervor y
frecuencia, y dirigiendo la voz algo más recia a la frente, las
jaculatorias siguientes:
- En vuestras manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
- Jesús mío, os encomiendo esta mi alma, que redimisteis con vuestra preciosísima sangre.
- Jesús mío, quiero morir profesando vuestra fe; creo cuanto habéis revelado.
- Jesús mío, mi amor, yo os amo, me pesa de haberos ofendido.
- ¡Oh mi Dios, se acerca el momento de veros y poseeros para siempre!
- ¡Oh, quién siempre os hubiera amado, quién nunca os hubiera ofendido!
- ¡Oh María, Madre de Dios y Madre mía! Rogad por mí ahora que me hallo en la hora de mi muerte.
- Jesús mío, salvadme.
- María, Madre mía, amparadme.
- San José glorioso, asistidme.
- Arcángel San Miguel, socorredme; libradme de los enemigos.
- Ángel santo, custodio mío, acompañadme a la presencia de Dios.
- Ángeles todos, venid a mi socorro, que me hallo en necesidad de vosotros.
- Santos y Santas, auxiliadme y alcanzadme una buena muerte. Amén.
ADVERTENCIA:
Mientras el que asiste vaya sugiriendo al enfermo estas jaculatorias,
los demás parientes y amigos se hincarán de rodillas delante de alguna
imagen de María Santísima en el mismo aposento del enfermo o en otro, y
rezarán el santo Rosario y las Letanías de Nuestra Señora.
Así podrán ayudar mejor al enfermo que no estando alrededor de la cama
llorando, gimiendo y aumentando la pena al pobre moribundo.
ACTO DE ACEPTACIÓN DE LA MUERTE
Todo cristiano, a lo menos una vez cada mes, debería leer y acompañar con el corazón el siguiente texto:
Adoro, Dios mío, vuestro ser eterno: pongo en vuestras manos el que me habéis dado, y que ha de cesar por la muerte en el instante en que Vos lo hayáis dispuesto. Acepto esta muerte con sumisión y espíritu de humildad en unión de la que sufrió mi Señor Jesucristo, y espero que con esta aceptación mereceré vuestra misericordia.
INDULGENCIA PLENARIA PARA LA HORA DE LA MUERTE
Como
a muchos sorprende la muerte sin darles tiempo para ganar indulgencias,
el Papa San Pío X ha concedido una plenaria para el artículo de la
muerte a todos aquellos que una vez en su vida, en un día a elección,
después de confesar y comulgar, hubiesen hecho con verdadero espíritu de
caridad el siguiente acto de aceptación, o con otra fórmula semejante.
¡Señor, Dios mío! Desde este momento, con ánimo sereno y resignado, acepto de vuestras manos cualquier género de muerte que os plazca mandarme, con todos los dolores, penas y angustias que la acompañen.
ORACIÓN
¡Oh
Dios de bondad, Dios clemente, Dios que, según la multitud de tus
misericordias, perdonas a los arrepentidos, y por la gracia de una
entera remisión borras las huellas de nuestros crímenes pasados! Dirige
una mirada compasiva a tu siervo N.;
recibe la humilde confesión que te hace de sus culpas, y concédele el
perdón de todos sus pecados. Padre de misericordia infinita, repara en
él todo lo que corrompió la fragilidad humana y manchó la malicia del
demonio; júntale para siempre con el cuerpo de la Iglesia, como miembro
que fue redimido por Jesucristo. Ten, Señor, piedad de sus gemidos,
compadécete de sus lágrimas, y puesto que no espera sino en tu
misericordia, dígnate dispensarle la gracia de la perfecta
reconciliación. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN PARA ALCANZAR UNA BUENA MUERTE
¡Jesús,
Señor, Dios de bondad, Padre de misericordia! Yo me presento ante Vos
con un corazón contrito, humillado y confuso, y os encomiendo mi última
hora y lo que después de ella me espera.
Cuando mis pies, perdiendo su movimiento, me adviertan que mi carrera en este mundo está próxima a su fin,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis manos, trémulas y torpes, ya no puedan sostener el Crucifijo, y a pesar mío lo deje caer sobre el lecho de mi dolor,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mis ojos, vidriados y contorcidos por el horror de la inminente muerte,
fijaren en Vos sus miradas lánguidas y moribundas,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronunciaren por última vez vuestro adorable Nombre,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mi cara, pálida y amoratada, cause lástima y terror a los
circunstantes, y mis cabellos bañados del sudor de la muerte, erizándose
en mi cabeza, anunciaren que está cercano mi fin,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones de los
hombres, se abrieren para oír la sentencia irrevocable que fijará mi
suerte por toda la eternidad,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mi imaginación, agitada por horrendos fantasmas, quede sumergida en
mortales congojas, y mi espíritu, perturbado con el temor de vuestra
justicia al acordarse de mis iniquidades, luchare contra el infernal
enemigo, que quisiera quitarme la esperanza en vuestras misericordias y
precipitarme en los horrores de la desesperación,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mi corazón, débil y oprimido por el dolor de la enfermedad, estuviere
sobrecogido por el temor de la muerte, fatigado y rendido por los
esfuerzos que habrá hecho contra los enemigos de mi salvación,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
derramare mis últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, recibidlas,
Señor, como un sacrificio de expiación; a fin de que yo muera como
víctima de penitencia, y en aquel momento terrible,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, se estremezcan al ver mi situación y os invoquen por mí,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando,
perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desapareciere de mi
vista, y yo gima entre las angustias de la última agonía y los afanes de
la muerte,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
los últimos suspiros del corazón empujen mi alma a que salga del
cuerpo, aceptadlos, Señor, como hijos de una santa impaciencia de ir
hacia Vos, y entonces,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
Cuando
mi alma salga para siempre de este mundo y deje mi cuerpo pálido, frío y
sin vida, aceptad la destrucción de él como un homenaje que rendiré a
vuestra Divina Majestad, y en aquella hora,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
En
fin, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por primera vez el
esplendor de vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia;
dignaos recibirme en el seno de vuestra misericordia, para que cante
eternamente vuestras alabanzas,
R. Jesús misericordioso, tened compasión de mí.
ORACIÓN
¡Oh
Dios, que, habiéndonos condenado a muerte, nos habéis ocultado el
momento y la hora de la misma!; haced que viviendo yo justa y
santamente, pueda merecer salir de este mundo en vuestra gracia y santo
amor. Por los méritos de nuestro Señor Jesucristo, que junto con el
Espíritu Santo vive y reina con Vos. Así sea.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, expire en paz con Vos el alma mía.
RECOMENDACIÓN DEL ALMA (Según el Ritual Romano TRADICIONAL)
LETANÍA DE LOS AGONIZANTES
Señor, ten piedad de él. (1)
Jesucristo, ten piedad de él.
Señor, ten piedad de él.
Santa María, ruega por él.
San Abel, ruega por él.
Coro de los justos, rogad por él.
San Abraham, ruega por él.
San Juan Bautista, ruega por él.
San José, ruega por él.
Santos Patriarcas y Profetas, rogad por él.
San Pedro, ruega por él.
San Pablo, ruega por él.
San Andrés, ruega por él.
San Juan, ruega por él.
Santos Apóstoles y Evangelistas, rogad por él.
Santos Discípulos del Señor, rogad por él.
Santos Inocentes, rogad por él.
San Esteban, ruega por él.
San Lorenzo, ruega por él.
Santos Mártires, ruega por él.
San Silvestre, ruega por él.
San Gregorio, ruega por él.
San Agustín, ruega por él.
Santos Pontífices y Confesores, rogad por él.
San Benito, ruega por él.
San Francisco, ruega por él.
San Camilo, ruega por él.
San Juan de Dios, ruega por él.
Santos Monjes y Ermitaños, rogad por él.
Santa María Magdalena, ruega por él.
Santa Lucía, ruega por él.
Santas Vírgenes y Viudas, rogad por él.
Santos y Santas de Dios, rogad por él.
Séle propicio, perdónale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
Séle propicio, líbrale, Señor.
De tu cólera, líbrale, Señor.
Del peligro de la muerte, líbrale, Señor.
De la mala muerte, líbrale, Señor.
De las penas del infierno, líbrale, Señor.
De todo mal, líbrale, Señor.
Del poder del demonio, líbrale, Señor.
Por tu Natividad, líbrale, Señor.
Por tu Cruz y Pasión, líbrale, Señor.
Por tu muerte y sepultura, líbrale, Señor.
Por tu gloriosa Resurrección, líbrale, Señor.
Por tu admirable Ascensión, líbrale, Señor.
Por la gracia del Espíritu Consolador, líbrale, Señor.
En el día del juicio, líbrale, Señor.
Así te lo pedimos, aunque pecadores, óyenos, Señor.
Te rogamos que le perdones, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.
Jesucristo, ten piedad, óyenos, Señor.
Señor, ten piedad, óyenos, Señor.
(1) Si se rezan por una moribunda, se reemplazan con las palabras “ella, sierva, hermana”, la de “él, siervo, hermano”.
Hallándose el enfermo en la agonía, se dirá la siguiente oración:
Sal de este mundo, alma cristiana, en nombre de Dios Padre Todopoderoso, que te creó; en nombre de Jesucristo Hijo de Dios vivo, que padeció por ti; en nombre del Espíritu Santo, que en ti se infundió; en nombre de la gloriosa y santa Virgen María, Madre de Dios; en nombre del bienaventurado José, ínclito Esposo de la misma Virgen; en nombre de los Ángeles y Arcángeles; en nombre de los Tronos y Dominaciones; en nombre de los Principados y Potestades; en el de los Querubines y Serafines; en el de los Patriarcas y Profetas; en el de los santos Apóstoles y Evangelistas; en el de los santos Mártires y Confesores; en el de los santos Monjes y Ermitaños; en nombre de las santas Vírgenes y de todos los Santos y Santas de Dios: hoy tu lugar sea en la paz, y tu morada en la Santa Sión. Por el mismo Cristo nuestro Señor. Amén.
ORACIÓN (compuesta por San Pedro Damián)
Te recomiendo a Dios Todopoderoso, mi querido hermano (o hermana),
y te pongo en las manos de aquel de quien eres criatura, para que
después de haber sufrido la sentencia de muerte, dictada contra todos
los hombres, vuelvas a tu Creador que te formó de la tierra. Ahora,
pues, que tu alma va a salir de este mundo, salgan a recibirte los
gloriosos coros de los Ángeles y los Apóstoles, que deben juzgarte;
venga a tu encuentro el ejército triunfador de los generosos Mártires;
rodéete la multitud brillante de Confesores; acójate con alegría el coro
radiante de las Vírgenes, y sé para siempre admitido con los santos
Patriarcas en la mansión de la venturosa paz. Anímete con grande
esperanza San José, dulcísimo Patrón de los moribundos; vuelva hacia ti
benigna sus ojos la santa Madre de Dios; preséntese a ti Jesucristo con
rostro lleno de dulzura, y colóquete en el seno de los que rodean el
trono de su divinidad.
No
experimentes el horror de las tinieblas, ni los tormentos del suplicio
eterno. Huya de ti Satanás con todos sus satélites, y, al verte llegar
rodeado de Ángeles, tiemble y vuélvase a la triste morada donde reina la
noche eterna.
Levántese Dios, y disípense sus enemigos, y desvanézcanse como el humo.
A
la presencia de Dios desaparezcan los pecadores, como la cera se
derrite al calor del fuego, y regocíjense los justos, como en una fiesta
perpetua ante la presencia del Señor.
Confundidas sean todas las legiones infernales; ningún ministro de Satanás se atreva a estorbar tu paso.
Líbrete
de los tormentos Jesucristo, que fue crucificado por ti; colóquete
Jesucristo, Hijo de Dios vivo, en el jardín siempre ameno de su paraíso,
y verdadero Pastor como es, reconózcate por una de sus ovejas.
Perdónete misericordioso todos tus pecados; póngate a su derecha entre
sus elegidos, para que veas a tu Redentor cara a cara, y morando siempre
feliz a su lado, logres contemplar la soberana Majestad y gozar de la
dulce vista de Dios, admitido en el número de los Bienaventurados, por
todos los siglos de los siglos. Amén.
PRECES
Señor: Recibe a tu siervo en el lugar de la salvación que espera de tu misericordia.
R. Amén.
Señor: Libra el alma de tu siervo de todos los peligros del infierno, de sus castigos y males.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como preservaste a Enoc y Elías de la muerte común a todos los hombres.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Noé del diluvio.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Abraham de la tierra de los Caldeos.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Job de sus padecimientos.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Isaac de su padre Abraham cuando iba a inmolarle.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Lot de Sodoma y de la lluvia de fuego.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Moisés de las manos de Faraón, rey de Egipto.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Daniel del lago de los leones.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a los tres jóvenes del horno encendido y de las manos del rey impío.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a Susana del falso testimonio.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a David de las manos de Saúl y Goliat.
R. Amén.
Señor: Libra su alma, como libraste a San Pedro y San Pablo de las prisiones.
R. Amén.
Y
como libraste a la bienaventurada Tecla, virgen y mártir, de los más
crueles tormentos, dígnate librar el alma de tu siervo, y permítele
gozar a tu lado de los bienes eternos.
R. Amén.
ORACIÓN
Te recomendamos el alma de tu siervo (o sierva) N.,
y te pedimos Señor Jesucristo, Salvador del mundo, por la misericordia
con que bajaste por ella del cielo, que no le niegues un lugar en la
morada de los Santos Patriarcas.
Reconoce
Señor, tu criatura, obra, no de dioses extraños, sino tuya, Dios único,
vivo y verdadero, porque no hay otro Dios más que Tú, y nadie te iguala
en tus obras. Haz, Señor, que tu dulce presencia llene su alma de
alegría; olvida sus iniquidades pasadas y los extravíos a que fue
arrastrada por sus pasiones; porque, aun cuando pecó, no ha renunciado a
la fe del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, sino que ha conservado
el celo del Señor y, ha adorado fielmente a Dios, creador de todas las
cosas.
Te
pedimos, Señor, que olvides todos los pecados y faltas que en su
juventud cometió por ignorancia, y, según la grandeza de tu
misericordia, acuérdate de él en el esplendor de tu gloria. Ábransele
los cielos y regocíjense los Ángeles con su llegada. Recibe, Señor, a tu
siervo (o sierva) N.
en tu reino. Recíbale San Miguel Arcángel, caudillo de la milicia
celestial; salgan a su encuentro los santos Ángeles y condúzcanle a la
celeste Jerusalén. Recíbale el Apóstol San Pedro, a quien entregaste las
llaves del reino celestial. Socórrale el Apóstol San Pablo que mereció
ser vaso de elección, e interceda por él San Juan, el apóstol querido, a
quien fueron revelados los secretos del cielo. Rueguen por él todos los
santos Apóstoles, a quienes Dios concedió el poder de absolver y de
retener los pecados; intercedan por él todos los Santos elegidos de
Dios, que sufrieron en este mundo por el nombre de Jesucristo, a fin de
que, libre de los lazos de la carne, merezca entrar en la gloria
celestial por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y
el Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN
Que
la clementísima Virgen María, Madre de Dios, piadosísima consoladora de
los afligidos, encomiende a su Hijo el alma de su siervo (o sierva) N.,
para que por su intercesión maternal no tema los horrores de la muerte,
sino que entre gozoso en su compañía en la deseada mansión de la Patria
celestial. Amén.
ORACIÓN A SAN JOSÉ
A
Vos recurro, San José, Patrón de los moribundos, y a Vos, en cuyo
tránsito asistieron solícitos Jesús y María, os encomiendo
encarecidamente por ambas prendas carísimas el alma de vuestro siervo (o sierva) N.,
que se halla en su última agonía, para que bajo vuestra protección se
vea libre de las asechanzas del diablo y de la muerte perpetua, y
merezca llegar a los gozos eternos de la Gloria. Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
Nota:
se recomienda sacar copia de este documento y dar a las personas que
oran por los enfermos y moribundos. Estas oraciones son de un libro muy
antiguo de oraciones de la Iglesia Católica, que contiene la Fe
tradicional de la Iglesia Católica, y es importante para orarle a los
moribundos y para beneficio también de los que están en salud, para ir
preparándonos cristianamente para la muerte.
Les comento una que vi en un áncora de salvación que es más corta y fácil de decir en una emergencia:
ResponderEliminarOh misericordiosísimo Jesús abrasado en ardiente amor de las almas, suplico por las agonías de Vuestro Sacratísimo Corazón y los dolores de Vuestra afligidísima Madre que laveis con Vuestra Sangre a todos los pecadores de la tierra que están ahora en la agonía y hoy tienen que morir, Corazón agonizante de Jesús tened misericordia de los moribundos y concédeles un acto de perfecta contricción o una confesión bien hecha.
A veces me tomo el atrevimiento de decir el nombre de la persona de esta manera como ejemplo.
Corazón agonizante de Jesús tened misericordia de los moribundos (especialmente de Juana Lopez/ por ejemplo/) y concédeles un acto de perfecta contricción o una confesión bien hecha.
Rezar luego un Páter Nóster un Ave María y un Gloria.
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