HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
XIX La Pasión de Nuestro Señor en Jerusalén, en el altar y en las almas
(Todos en voz alta, tres veces) ¡Que tu Sangre caiga sobre nosotros y nuestros hijos, Jesús!
¡Oh,
sí, que tu sangre caiga, Señor, como el maná milagroso, en nuestras
almas, como un rocío celestial sobre nuestros corazones..., como una
bendición de amor sobre nuestros hogares, como una redención suprema
sobre nuestra querida Patria!...
(Todos en voz alta, tres veces) Por tu Sangre preciosa, ¡venga a nos tu Reino!...
(La
Pasión del Salvador no terminó en el Gólgota...: se perpetúa en los
altares y en las almas... Pero de la misma manera que la misericordia
del Señor convirtió sus llagas en una fuente redentora, descubramos
también nosotros un nuevo manantial de gracias misteriosas en la herida
que la ingratitud humana ha vuelto a abrir y sigue abriendo... Ved...,
ahí, en el altar, se reproducen las agonías de Getsemaní y el sacrificio
del Calvario... Hora nefasta y de tinieblas fue en verdad, aquella en
que se aherrojó al Señor en la prisión...; que ésta sea en desagravio
una hora de luz esplendorosa... Hora de odio y de pecado la de la
traición de Judas... ¡Que la Hora Santa sea una hora de reparación y de
alabanza amorosa!...).
(Salgamos
al encuentro de Jesús Agonizante...; oremos y velemos una hora en
compañía suya... Nuestra presencia cubrirá la multitud de pecados que
prolongan su agonía... Oremos con fervor de inmensa fe).
LAS ALMAS:
Señor Jesús, al despertarse los apóstoles, cuando se acercaba ya el
traidor, sus ojos pudieron contemplarte, bañado en un sudor de sangre
que, destilando de tu cuerpo, empapaba el suelo... Y a la Reina
Inmaculada, a San Juan y Magdalena, les fue dado también el ver,
abiertos los manantiales de tus llagas, de donde manaba a torrentes
nuestra vida... ¿Por qué, Señor, no abrirías esta tarde a tus amigos el
cielo de tu pecho atravesado?... ¿Por qué no les mostrarías,
misericordioso, aquella honda herida de tu Corazón Sagrado, ya que hemos
venido para suavizarla con el bálsamo de ternuras y de amores?... ¡Oh,
aumenta, Jesús, de tal modo nuestra fe que nos sea dado contemplar en
esta Hora Santa todo un cielo, en el incendio de llamas y dolores que en
día venturoso arrebató en éxtasis el alma de tu Confidente Margarita
María!... No quieras, Maestro, cerrarnos esa herida y guardar para Ti
sólo los secretos de tu angustia... Páganos así el haber correspondido
esta tarde, con amor ardiente, al llamamiento que hiciste desde
Paray-le-Monial...
Habla,
pues, Jesús adorable, exponnos tus peticiones y tus quejas...; pero,
sobre todo, habla para enseñarnos la ciencia de amarte, no de cualquier
manera; enséñanos la gran ciencia de amarte en el sufrimiento y en la
cruz, en unión con tu Corazón adorable... Háblanos, Jesús.
(Un instante de gran recogimiento)
VOZ DE JESÚS:
Bienaventurados mil veces aquellos que sienten sed de conocerme de
veras penetrando en las intimidades de mi Pasión..., secreto que no
revelo sino a los verdaderos amigos, a los apasionados de mi Sagrado
Corazón...
Escuchadme,
hijitos: ¿Sabéis el porqué de aquel sudor de sangre que empapa mis
altares diariamente?... ¡Ah!, son las lágrimas que lloro, herido,
traicionado por el número de ingratos. ¡Oh dolor!... Amasé esas almas
con mi luz..., las embellecí con mi hermosura...
Las alimenté con mi Sangre...
Las albergué en mi Corazón...
Las rodeé de mis ángeles...
Las enriquecí con mis tesoros...
Les revelé mis secretos...
Las senté en mi trono...
Las confié a mi Madre...
Les prometí un Cielo eterno...
Y
todo esto a costa de un amor y de un dolor infinitos... ¡Ah! ¿Dónde
están ahora tantos de esos hijos mimados?... ¿Dónde?... La cobardía
comenzó a arrebatármelos... luego, su propia debilidad les hizo resbalar
por la pendiente peligrosa...; la pasión ahondó el abismo de las
distancias..., y, por fin, el olvido y la ingratitud consumaron la obra
de tinieblas y de muerte... Llorad, ¡oh!, llorad conmigo, vosotros mis
amigos fidelísimos, vosotros mis apóstoles..., sobre el pecado de tantos
y tantos ingratos... Vedlos a distancia ya... Se han ido llevando en el
alma, ciertamente, una saeta de fuego, un remordimiento, pero, ¡ay!,
¡cuántos de ellos ríen y cantan para aturdirse en la bacanal de un mundo
corruptor!...
Ya
no cuento Yo para ellos..., Yo, Jesús... Y no es esto sólo...; hay
todavía algo mucho más triste y doloroso. ¡Cuántos de esos ingratos son
hoy día verdaderos apóstatas renegados que me devuelven amor con
odio!... Sí, me odian... y esto... por una criatura..., por la vil
moneda..., por una situación de honor humano...; baladí... Han olvidado
que apenas mañana tanta mentira y vanidad no será sino un puñado de
cenizas en una tumba solitaria...
Parecen
olvidar que más allá de esa tumba comienza la obra de una justicia
fulminante y eterna... ¡Y ésos son hijos que Yo engendré en la
omnipotencia de mi brazo y en la omnipotencia de mi sangre!... Sí, y
esos hijos se ruborizan hoy de mi pobre cuna, de mi Cruz, de mis
altares... Así me pagan el haberlos amado con ternura infinita... ¡En
pago de ella me enrostran la voluntaria ignominia con que quise cubrirme
para cubrirlos a ellos de gloria inmarcesible!...
Llorad,
¡oh!, llorad conmigo tanta desventura, amigos y apóstoles míos...
Llorad, sobre todo, si en vuestro propio hogar hubiera alguno de esos
ingratos... Hay tal vez... aquí un hijo o un hermano..., más allá un
padre o un esposo que se encuentran hoy día a gran distancia del altar
de su primera Comunión... Confiad, reparadores míos... pues la Hora
Santa es una gran preparación por esos desdichados... Y sabedlo: este
desagravio comienza aquí su conversión... Valor, pues, almas queridas;
salvemos, vosotros y Yo, a esos seres queridos, salvémoslos tal vez a
pesar de ellos mismos... Lloremos ya que ellos no lloran..., oremos ya
que ellos no oran.
(Silencio)
LAS ALMAS:
Después de escucharte Jesús, queremos presentarte en desagravio y en
consuelo, más que lágrimas de los ojos, lágrimas y plegarias del
corazón... Y para que esta ofrenda sea preciosa en su pobreza, te la
ofrecemos, Corazón de Jesús, en el cáliz del Corazón Inmaculado de
María, la divina Reparadora... Escúchanos, Maestro:
Corazón
de Jesús, triturado a causa de nuestros pecados: vuelve hacia nosotros
tus ojos, nublados por una mortal tristeza; y cuando tantos amigos
desleales te abandonen... ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús; cuando so pretexto de prudencia mundana, culpable, se te
posponga en tus derechos soberanos; ven a nuestra casa en busca de
consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando por razones inaceptables de sabiduría no cristiana se
te ofenda conculcando los deberes de conciencia, ven a nuestra casa en
busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando por la imposición tiránica de supuestas exigencias
sociales se te ultraje atropellando las fundamentales exigencias de tu
santo Evangelio..., ven a nuestra casa en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando por seducciones de vanidad mundana y pecaminosa se te
hiera quebrantando desdeñosamente tus leyes sacrosantas... ven a nuestra
casa en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando por imposición absurda y muy culpable de la moda
indecorosa se flagele tu carne y se la despedace cruelmente, ven a
nuestra casa en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando por combinaciones de una política sanedrista y
sacrílega se te ultraje poniéndote en parangón con Barrabás... ven a
nuestra casa en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
Corazón
de Jesús: cuando bajo el título irrisorio de ciencia, es decir, de
refinado orgullo, se elimine tu nombre y se descarten tus derechos de
Rey divino con el pretexto injurioso de que lo exigen el progreso y las
libertades de la época..., ven a nuestra casa en busca de consuelo.
(Todos) Ven a nuestro hogar en busca de consuelo.
(Si
tenemos una petición urgente en favor de alguno del hogar querido, que
ansiamos ver convertido, o cualquiera otra intención de orden moral,
aprovechemos estos instantes preciosos... Ahí a dos pasos, en esa Hostia
Divina, aguarda vuestra plegaria el Rey divino, cuyo cetro es de
misericordia).
(Pausa)
Y
ahora sigamos al Salvador paso a paso en el camino de sus amarguras.
Apenas le ha besado Judas, helo cautivo de sus enemigos... Poco después
se le arroja en un calabozo..., y horas más tarde ya está en camino del
Calvario... ¿Cómo explicaremos tanto crimen? ¡Ah, es que el mundo ha
puesto en un platillo de la balanza a Barrabás y en otra a... Jesús; y
Barrabás, el asesino, ha inclinado en su favor la balanza de la
iniquidad! ¡Crimen de ayer, de hoy y de todos los tiempos!
JESÚS, PORQUE ES DIOS, CONDENA Y DESPEDAZA LOS ÍDOLOS...
JESÚS ES LA VIDA..., Y CON LA BARRERA DE SU LEY Y SU DOCTRINA, DETUVO EN SU CAMINO VICTORIOSO Y VENCIÓ A LA MUERTE...
JESÚS
ES EL AMOR... PROHÍBE Y CONDENA EL ODIO Y LA PASIÓN... VED POR QUÉ LAS
TINIEBLAS COMPLOTARON CONTRA ÉL, LO ASALTARON CON FUROR, LO CONDENARON
SIN PIEDAD.
JESÚS ES LA BELLEZA INCREADA... Y POR ESTO DEBIÓ CONDENAR SIN APELACIÓN TODA LICENCIA Y TODO DESENFRENO...
JESÚS ES LA VERDAD SUBSTANCIAL, SUPREMA... FULMINÓ, PUES, SENTENCIA DE MUERTE CONTRA TODA LIBERTAD DE PENSAMIENTO...
JESÚS ES LA JUSTICIA SOBERANA..., Y POR ESTO REPROBÓ LA INIQUIDAD QUE SE TITULA “LIBERTAD DE CONCIENCIA”...
JESÚS
ES EL VERBO DE LUZ INDEFECTIBLE; ES ÉL LA FUENTE INFINITA, ÚNICA, DE
TODO AMOR HUMANO, DE TODA VIDA...; POR ESTO SOMETIÓ A SU LEY LOS
SENTIDOS REBELDES Y EL ESPÍRITU ORGULLOSO...
Lo
que el mundo, pues, achaca a este Rey de reyes, lo que sirve de
pretexto para condenarle, no es sino su obra redentora... He ahí la
venganza ruin de los ídolos infames, hechos pedazos por el Evangelio...
Son las puertas del infierno, que pretenden en vano prevalecer en contra
del Señor de señores... De ahí que, en su furor, tan inútil como
insano, vociferan: “¡Quítale!... No queremos que este Rey de verdad y de
amor reine sobre nosotros... ¡Quítale!”. Así gritan los liberticidas de
la conciencia y de las naciones... ¡Ah! Pero en balde luchan; pues, mal
que pese al infierno, Jesús es y quedará el único Juez, el único
Libertador y el único Señor de sociedades y de pueblos!...
(Aquí puede entonarse un himno apropiado a la Realeza del Corazón de Jesús).
HIMNO "TÚ REINARÁS"
Tú reinarás, éste es el grito
Que ardiente exhala nuestra Fe.
Tú reinarás, ¡oh Rey bendito!,
Pues Tú dijiste: "Reinaré"
CORO: Reine Jesús por siempre,
Reine su Corazón
En nuestra patria, en nuestro suelo
Que es de María, la nación.
Tú reinarás, dulce esperanza
Que al alma llenas de placer,
Habrá por fin paz y bonanza,
Felicidad habrá doquier.
Tú reinarás, dichosa era
Dichoso pueblo con tal Rey,
Será tu Cruz nuestra bandera,
Y tu Evangelio nuestra ley.
Tú reinarás, en este suelo
Y entonces sí siempre jamás,
Rey inmortal, como en el Cielo,
En nuestra patria reinarás.
Tú reinarás, reina ya ahora,
Tú reinarás, reina ya ahora,
En esta tierra y población,
Libra del mal a quien te implora,
Danos, Jesús, tu bendición.
Tú reinarás, toda la vida,
Trabajaremos con gran fe,
Libra del mal a quien te implora,
Danos, Jesús, tu bendición.
Tú reinarás, toda la vida,
Trabajaremos con gran fe,
En realizar y ver cumplida
La gran promesa ¡Reinaré!
La gran promesa ¡Reinaré!
(Aclamaciones en voz alta, tres veces):
Sólo Tú serás nuestro Rey ¡oh, Jesús!
Reclamamos tu reinado prometido, Jesús.
Convierte a tus enemigos, Jesús.
Herodes,
como tantos cristianos de nuestra época, no conocía al Señor sino de
nombre... Representémonos un momento esta escena sublime y conmovedora:
Jesús encadenado delante de Herodes el villano...
Éste
interroga, acosa a preguntas al Rey divino, que responde con un
silencio de majestad divina... ¿Por qué no habla Jesús y se defiende?...
¡Oh!... Este Señor, que presta atentos los oídos y que abre de par en
par el Corazón a los débiles, a los leprosos morales de todas las
categorías, no se digna contestar a la canalla soberbia y corrompida...
Sus labios divinos parecen sellados... Enmudece delante del ruin, del
villano, cuya impiedad, mezcla de orgullo y de fango, profana con
cinismo su Cuna y su Calvario...
Jesús
adorable, tu silencio provoca entonces la cólera y la venganza..., y
Herodes te castiga vistiéndote de Loco... ¡Ah!... ¡Y en ese instante de
suprema ignominia callaste todavía..., como para confirmar ante el mundo
que eras el divino Insensato!...
Sí,
¡oh, sí, Jesús! Tu Encarnación incomprensible... tu Cruz y el santo
Tabernáculo, cantan a las claras la locura de un infinito amor... Y ahí,
en esa Hostia que adoramos de rodillas, conservas todavía las
vestiduras blancas del Insensato, como para predicar al mundo de los sabios la victoriosa y sublime insensatez de tu infinita caridad.
Y así, vestido y encadenado en el Sagrario como el Insensato,
reparas, Señor, los daños, los inmensos males que provoca en la tierra
la sabiduría orgullosa, que te elimina y te condena a ti, pervirtiendo
tantas almas...
Señor,
mejor que nosotros Tú sabes que, después de veinte siglos, el mundo
persiste en reproducir contigo el ultraje del inicuo Herodes..., y, como
él, la sociedad actual sigue tratando tu Persona adorable, en tu
doctrina y en tus leyes..., de Insensato...
Cuéntanos
Tú mismo, Jesús, esta angustia mortal... Rasga nuestras tinieblas ¡oh,
Verbo increado y eterno!... Háblanos Tú mismo, Jesús...
(Sobrecogidos
de santa emoción, recojamos en lo íntimo del alma el reproche que el
Señor va a hacernos; recojámoslo para nosotros, y transmitámoslo a
tantos cristianos cuyo criterio, por desgracia, no es ya el criterio de
la fe, y que, contagiados por el mundo, razonan como él y ceden con
lamentable condescendencia a sus imposiciones, con frecuencia
anticristianas).
VOZ DE JESÚS:
Yo soy la luz bajada del Cielo para alumbraros, hijitos míos, disipando
todas vuestras tinieblas...; pero esas tinieblas rehusaron aceptarme, no
quisieron comprenderme... Vosotros, de tan buena voluntad, juzgad en
esta Hora Santa entre la verdadera locura del mundo y la real sabiduría
de mi Evangelio y de mi Cruz... Al hablaros con esta intimidad, ahogaré
los sollozos dentro de mi pecho, para que todas mis palabras resuenen
con claridad en vuestras almas... ¡Oídme!...
(Muy lento y con gran unción)
El
mundo aprueba plenamente que, por razones de diversión y de placer, con
frecuencia peligrosos y siempre pasajeros, sacrifiquéis en parte la
salud... Según él os es perfectamente lícito acortar la noche, el reposo
necesario, cuando así lo exigen lo que llamáis razones de sociedad...
Por motivos también de negocios y dineros, el mundo no reprocha a nadie
el sacrificio, la quietud de la vida normal, el descanso del cuerpo o
del espíritu... Esto, si el mundo así lo pide... ¡Ah!... Pero si Yo
solicitara la cuarta parte, y menos aún, de semejantes sacrificios,
tributo obligado a la vanidad o al placer...; si Yo me atreviera a pedir
con timidez una hora más, de día o de noche, una sola hora, en mi
adoración o en mi servicio, y ésta con promesa de recompensa, de paz acá
y de Cielo en la eternidad... ¡Oh!, la respuesta sería un cruel
rechazo... ¿Ceder a mis deseos? ¡Qué imprudencia!... ¿Presentarme el
pobre obsequio que deseaba? ¡Exageración ridícula!... Por esto, ¡cuántas
y cuántas veces, después de haber tendido una mano suplicante a mis
propias creaturas, debo retirarla como un mendigo! ¡Yo, el Rey de los
reyes soy siempre el Insensato, y sólo Yo!
(Todos en voz alta, dos veces) Te adoramos, Jesús, en la locura de tu Cruz.
¿Quién
os reprocharía, hijos míos, en el mundo, que empleéis a veces largas
horas, tardes enteras, en ciertos deberes de sociedad... en visitas
molestas tal vez, pero que consideráis necesarias para mantener vuestras
relaciones sociales?... Eso pide el mundo. Pero cuando Yo me atrevo a
pedir la Comunión más frecuente..., o que se me acompañe con más
fidelidad en mi Cárcel eucarística de amor...; cuando dulcemente insisto
para que en el hogar se me rinda el homenaje de un honor..., de una
plegaria familiar..., ¡ay!, todo ello, dice el mundo, es imposible...;
son absurdos que conviene evitar...; todo ello es ponerse en ridículo,
¡y eso jamás!... En silencio, pues debo retirarme y callar, pues ¡Yo, el
Rey de reyes, soy siempre el Insensato, y sólo Yo!
(Todos en voz alta, dos veces) Te adoramos, Jesús, en la locura de tu Cruz.
Ved,
amigos de mi Corazón, con qué afán todos en el mundo, aun los mejores,
se acomodan a los cambios frecuentes, caprichosos, tiránicos de la
moda...; con qué admirable docilidad ceden a una corriente nueva... y
aceptan hoy lo que reprochaban ayer... Que esas exigencias de novedades y
de modas sean costosas... o sean poco castas y anticristianas..., que
traigan consigo graves peligros para la paz de la conciencia o del
hogar, aquello no se toma en cuenta; cuando el mundo ha dicho una
palabra, la sociedad obedece y se doblega. Eso, si el mundo ordena algo.
Pero cuando Yo me atrevo a predicar una virtud un poco más austera,
menos de artificio...; cuando reclamo dulcemente más amor en más
abnegación y sacrificio...; si por boca de mi Iglesia impongo ciertas
obras de mortificación sencilla y mitigada..., ¡ved con qué prontitud y
celo pretenden eximirse aun los que se dicen mis discípulos..., ved cómo
protestan muchos de ellos por razones de prudencia!... ¡Ah! Y en
cambio, siguen caminando sobre las espinas envenenadas, dolorosas, que
les presente el mundo..., pero a Mí me vuelven las espaldas, porque ¡Yo,
el Rey de reyes, soy siempre el Insensato, y sólo Yo!
(Todos en voz alta, dos veces) Te adoramos, Jesús, en la locura de tu Cruz.
Más
todavía: los hijos gozan en la familia de plena libertad para elegir
una situación y una carrera..., siempre que ésta los retenga entre los
peligros incontables de un mundo sembrado de abismos... En tal caso, los
padres se afanan en prepararles un puesto de brillo, un porvenir
halagador, respetando el deseo, las aspiraciones de sus hijos... Esto,
si ellos se deciden por el mundo. Pero cuando Yo me aventuro a golpear a
la puerta de un hogar cristiano..., cuando al abrirme llamo con ternura
a una de las jóvenes, ofreciéndole el título de Esposa mía...; cuando
reclamo para mis altares a uno de los hijos..., ¡ay!... ¡qué protesta, a
veces indignada, se levanta en esa casa en contra mía!... Se tilda
entonces mi elección de fantasía peligrosa, que es preciso contrariar y
disipar a toda costa... Y, cosa extraña, aquellos mismos padres, cuyas
almas sufren cruelmente de los horribles desengaños del mundo, de sus
falsías, parecen defenderse de un ladrón cuando Yo, un Dios, otorgando a
esa familia un honor inmerecido, reclamo se me devuelva uno de los
hijos que les presté para mi gloria... Cuántos padres cristianos, ¡oh
dolor!, olvidan entonces que soy el Amo que se reserva el porvenir de
las almas, y, una vez más, me dicen con su rechazo que ¡Yo, el Rey de
reyes, soy siempre el Insensato, y sólo Yo!
(Todos, en voz alta, dos veces) Te adoramos, Jesús, en la locura de tu Cruz.
(Dolor
muy grande, inmenso, es, ciertamente, el del Corazón de Jesús al verse
tratado como un extraño, como el gran Desconocido por excelencia, no
sólo entre enemigos, sino en plena sociedad que se tilda de cristiana.
Para ésta, con sobrada frecuencia la piedad es una locura...; la
mortificación y el alejamiento del mundo, una locura...; la vida
profundamente piadosa del hogar y la vocación religiosa o sacerdotal de
los hijos, una locura... Es decir, que el mundo pretende para sí todos,
absolutamente todos, los derechos, aun atropellando los del Rey de
Reyes... ¡Ello es una grave ofensa a su Soberanía social!... Reparemos,
pues, este pecado tan corriente con una oración de desagravio).
LAS ALMAS:
Señor, porque eres infinitamente bueno..., pero también porque eres
Rey, levántate..., encadena la tempestad que osa amenazarte..., y
restaura Tú mismo tu soberanía, conculcada y desconocida... Extiende tu
brazo omnipotente, haz obrar tu Corazón, y reinarás por la sabiduría de
tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé el Rey absoluto de tantos hogares donde las
conciencias dormitan con sueño letal, donde las almas desfallecen sin
vida, y reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé el Rey conquistador de tantos hogares donde en tu
puesto de honor se hallan entronizados los ídolos de iniquidad, y
reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé el Rey amantísimo de tantos hogares que te sirven
y adoran con mezquindad de amor, y reinarás por la sabiduría de tu
Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé el Rey amadísimo de tantos hogares que temen tu
yugo suave y las dulcísimas exigencias de tu amor, y reinarás por la
sabiduría de tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé Rey dominador en tantos hogares piadosos donde
temen con verdadero sobresalto que siembres una vocación sacerdotal o
religiosa, y reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
Adelántate
victorioso, Jesús. Sé Rey de amor de tantos hogares que consideran
exageraciones y absurdos las naturales y obligadas expansiones de una
piedad sincera y generosa, y reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
(Todos) Reinarás por la sabiduría de tu Cruz.
(Pausa)
Y
ahora, Maestro muy amado, ¿no tienes una respuesta que dar al grito de
fe y amor de tus amigos?... Di tan sólo una palabra, y nuestras almas no
sólo sanarán, sino que, robustecidas y animadas, sabrán también luchar
por el honor de tu nombre... Háblanos, Rey Divino.
(Escuchad la respuesta, que Jesús no hace nunca esperar; pongamos atento el oído del corazón).
VOZ DE JESÚS:
Estaba triste hasta la muerte, hijitos míos, y vosotros me acabáis de
consolar... ¡Si supierais cómo os bendice por ello mi divino Corazón!...
Pero veo que en silencio aguardáis, y pedís algo más. ¿No es así?
Tenéis
razón, amigos y consoladores; pues siendo vosotros los testigos de mi
Pasión y agonía, queríais ser también los testigos y aun los actores de
la victoria prometida de mi adorable Corazón. ¿Qué pediríais, pues, en
esta Hora Santa para apresurar mi triunfo, cuya gloria será a la vez
vuestra y mía?... llamad, ¡oh!, llamad con entera confianza a las
puertas de mi Tabernáculo, y exponedme vuestros anhelos... Hablad,
decid: ¿qué gracia me pedís?
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
¡Oh,
qué hermosa petición; amigos queridos!... Pero decidme: para curar o
preservaros de los numerosos y grandes males que os abruman..., ¿qué
remedio eficaz solicitáis de Mí esta tarde?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
Bien
sé que lo necesitáis; y puesto que lo pedís, sabed que lo obtendréis...
Pero ya que vuestras almas sufren debilidad moral... y que con
frecuencia vuestros corazones desfallecen en la lucha..., ¿qué
desearíais como aliento, como fortaleza secreta e invencible?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
Ya
sabéis por experiencia que mi poder es la omnipotencia... Tended, pues,
las manos..., pedid algo grande que os aliente en la obra capital de
vuestra propia santificación... Con este fin, decid: ¿qué gracia
especial, qué alas me pedís?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
Pero...
¿y vuestras penas, hijitos?... ¡Cómo! ¿Las olvidáis acaso, en obsequio
de amor a las mías?... Pues esto mismo me obliga a ser más benigno y
dadivoso con vosotros... Reclamad, ¡oh, sí!, el bálsamo que suavice y
cicatrice las heridas. ¿Qué lenitivo me pedís?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
¿Y
vuestros hogares?... ¿No tenéis, por ventura, la preocupación de algo
grave que os apena en ellos con relación a los intereses temporales, y,
sobre todo, eternos, de los vuestros? ¿Qué tesoro me pedís para el hogar
querido?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
Hablando
así, me habéis robado el Corazón... Aprovechadlo en favor de alguno que
amáis mucho, y que es tal vez la ovejita extraviada del redil de la
familia y de mi altar... ¿Qué favor, qué secreto de resurrección
imploráis en su favor?...
(Todos) La llama ardiente de tu divino amor.
Y
ahora, antes que termine, consoladores míos, esta Hora Santa, poned el
pensamiento en vuestra hora de agonía... ¿Qué bendición, qué gracia de
misericordia reclamáis para aquella hora decisiva, cuando os encontréis
en los dinteles de mi eternidad?... Hablad: ¿qué favor supremo me pedís
cuando os hiera la implacable muerte?...
(Tres veces) La llama ardiente de tu divino amor.
(Reiteramos
en silencio y fervorosamente cada uno de nosotros esta misma petición
al Sagrado Corazón, pidiéndole la gracia de amarlo, si posible fuera,
como Él nos ha amado).
(Pausa)
El
mundo actual no ha tenido ni siquiera el mérito de invención, al
flagelar como a un esclavo al divino Salvador. Al azotarle, nuestra
sociedad moderna no hace sino imitar el ejemplo del cobarde Pilatos...
Éste declara solemnemente que Jesús es inocente...; pero lo entrega a la
soldadesca y lo hace flagelar para saciar la sed de sangre que sofoca
al pueblo enardecido...
No
de otra suerte procede el mundo con el Redentor, desde hace siglos. No
se atreve siempre, por cierto, a negar quién es Jesús...; mas, cediendo
cobardemente al clamor pecaminoso de la carne y de la sangre..., vencido
vergonzosamente por el orgullo, por la ambición y por tantas y tantas
bajezas de nuestra sociedad, que se precia de culta y refinada..., hace
lo que Pilatos: entrega al Señor al furor de las pasiones
desencadenadas, y ordena y aplaude la flagelación... Y en este nuevo
suplicio, los modernos verdugos, tan finos y elegantes de maneras...,
tan pulcros en la forma, están, por cierto, a la altura de los soldados
de Pilatos..., y aun los sobrepujan en maldad...
Tú
los conoces, Jesús, y nosotros debemos también conocerlos, para evitar
más de un peligro en sociedad... Nómbralos aquí, Señor; señálanos esos
verdugos, a fin de que nuestra reparación sea más sentida y amorosa
siendo más consciente...
(Lento, con unción y entrecortado)
JESÚS: “Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
que deliráis con los placeres..., que vivís del vértigo y de la fiebre
de un sensualismo mortífero y nefando... ¿Qué mal os he hecho para que
así me azotéis pisoteando los preceptos de mi Ley divina...?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
los vividores que pasáis, en revista obligada, calles y plazas, clubes y
salones... los que os deleitáis entre las arenas candentes de aquellas
playas, más que mundanas, frívolas y matadoras... ¿Qué mal os he hecho
para que así me azotéis, pisoteando los preceptos de mi Ley divina...?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
los idólatras de la diosa impura que fascina, que provoca con modas
licenciosas, de indecorosidad atrevida y peligrosa..., ¿qué mal os he
hecho para que así me azotéis, pisoteando los preceptos de mi Ley
divina...?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
los dilapidadores insensatos de la salud, del dinero y de la
juventud..., ¿qué mal os he hecho para que así me azotéis, pisoteando
los preceptos de mi Ley divina...?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
los atolondrados gozadores de una hora, que se esfuma veloz como el
relámpago..., vosotros que vivís aturdidos por el vértigo de una pasión
desbocada y loca..., ¿qué mal os he hecho para que así me azotéis,
pisoteando los preceptos de mi Ley divina...?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotras
madres, esposas y jóvenes cristianas, engañadas frecuentemente por la
sirena de aquella vanidad mundana que empaña, siempre que la obedecéis,
el brillo de vuestra belleza moral..., ¿qué mal os he hecho para que así
me azotéis, pisoteando los preceptos de mi Ley divina?
“Miserémini mei”...
Tened piedad de Mí, y también de vuestras almas en peligro, vosotros
los entusiastas inmoderados de los espectáculos teatrales; vosotros,
para quienes el sexto mandamiento es palabra vana y tal vez una
irrisión... ¡Oh, deteneos, hijos míos, deteneos!
A
la luz de este Sagrario, que no miente y de la eternidad, que avanza
implacable hacia vosotros..., contemplad el oleaje de fango y de
frivolidad, de impudor y de sensualismo degradante...; ¡oleaje que viene
a estrellarse a mis plantas, que me insulta con coraje atrevido y que
amenaza con la ruina del hogar cristiano! ¿Qué mal os he hecho para que
así me azotéis, pisoteando los preceptos de mi ley divina?
¿Me
oís, hijitos míos?... ¡Es vuestro Señor y Rey quien os suplica que no
lo castiguéis como a un esclavo!... ¡Es vuestro Dios quien implora
vuestra piedad y compasión!...
(Recítese
o cántese cinco veces en honor de las cinco llagas el “Parce
Dómine”..., o algo equivalente, en espíritu de reparación).
HIMNO “PARCE DÓMINE”
ANTÍFONA: Parce, Dómine, parce pópulo tuo:
Ne in aetérnum irascáris nóbis.
Flectámus íram víndicem,
Plorémus ante Júdicem,
Clamémus óre súpplici,
Dicámus ómnes cernui:
Nóstris mális offéndimus
Túam Déus cleméntiam:
Effúnde nóbis désuper
Remíssor indulgéntiam.
Dans témpus acceptábile,
Da lacrimárum rívulis
Laváre córdis víctimam,
Quam laéta adúrat cáritas.
Audi, benígne Cónditor,
Nóstras préces cum flétibus
In hoc sácro jejúnio
Fúsas quadragenario.
Scrutátor alme córdium,
Infirma Tu scis vírium:
Ad Te revérsis éxhibe
Remissiónis grátiam.
Afirma
hermosamente San Francisco de Sales, que, si se hubiera hecho en el
cadáver adorable de Jesús la autopsia que se hace al cadáver de un rey
para averiguar la causa cierta de la muerte, se hubiera descubierto que
el Corazón del Salvador había sido mortalmente herido, traspasado mucho
antes que lo partiera la lanzada de Longinos... ¡Oh, sí! El dardo del
amor que atravesó el Sagrado Corazón fue el principal causante de la
Pasión y de la muerte de Jesús...
Señor,
porque quisiste amar con amor de santa locura a los pequeñitos, a los
pobres y a los desgraciados; porque quisiste amar, perdonando a tu
pueblo, a tus enemigos y verdugos..., porque quisiste amarnos a todos
hasta el extremo límite, por esto, tus jueces y tu Patria exclamaron: “¡Reo es de muerte!”.
¡Y
ese mismo grito de blasfemia deicida atraviesa hoy todavía, como una
lanzada tu Corazón divino, como si quisiéramos castigar con un inmenso
desamor tu amor sin límites!
Señor,
dinos: ¿no es ésta la razón de tu Pasión? ¡Dígnate contestarnos, Jesús,
por esas bocas sangrientas de tus llagas..., por esa herida preciosa
del Costado!
JESÚS:
¡Oh, sí; decís verdad, amigos queridos!, me entregué a la muerte por
amor..., el gran culpable es, pues, mi Corazón... Pero, ¡ay!... Yo
conozco además otro culpable, y es preciso que lo conozcáis también
vosotros: es vuestro corazón ingrato... ¡Cómo quisiera que lo
reconocierais, y que así como lloráis fácilmente sobre infortunios y
enfermedades, cuánto más querría veros llorar sobre la falta de
generosidad al amarme... Gemid..., llorad por Mí..., porque no soy
amado...!
Reclamáis
ante Mí en pro de vuestros derechos, en la paz y en la guerra... ¿Y qué
hacéis de mi derecho sacrosanto, de ser amado?
Mas
no imaginéis al oírme este reproche que me arrepiento de haberos amado
tanto: ¡oh, no!... Y en prueba de ello, os reitero en esta Hora Santa el
don total, irrevocable, de mi Sagrado Corazón.
Pero,
en cambio, os pido que no terminéis esta plegaria sin haberme hecho
antes, en testimonio de agradecimiento, el don total también de vuestros
corazones, encendidos en aquella llama de caridad que consume el mío...
Dadme, ¡oh!, dadme vuestros corazones...
LAS ALMAS:
Aunque no lo pidieras Tú mismo, Jesús, este Calvario ardoroso de amigos
fieles te hubiera aclamado en esta hora de solemne desagravio su Rey de
amor... Escúchanos benigno y complacido, Jesús-Rey, Jesús-Amigo...
En
nombre de todos cuantos te bendicen y te aman, y en reparación ardorosa
por tantos desgraciados que te desconocen, que te olvidan y maldicen,
queremos repetirte a saciedad que: TE AMAMOS, JESÚS, PORQUE ERES JESÚS.
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus grandes amigos, los pequeñitos y los niños: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los desvalidos y los pobres: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los infortunados y dolientes: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los olvidados, los desechados y los huérfanos: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los justos y los fervorosos: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los resucitados, esto es, los arrepentidos, los perdonados: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los maltrechos, los tristes y atribulados: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En nombre de tus amigos los sacerdotes, los apóstoles y las almas consagradas: ¡te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
(Todos) Te amamos, Jesús, porque eres Jesús.
En desagravio por la traición de Judas el ingrato: ¡VENGA A NOS TU REINO!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
En desagravio por el ultraje del infame Herodes: ¡venga a nos tu Reino!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
En desagravio por la sentencia inicua del cobarde Pilatos: ¡venga a nos tu Reino!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
En desagravio por las afrentas de la Vía Dolorosa: ¡venga a nos tu Reino!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
En desagravio por la ignominia de tu Cruz redentora: ¡venga a nos tu Reino!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
En
desagravio por toda aquella Pasión de dolores y de crímenes, de
apostasías y de vergüenza con la que, hace siglos, te seguimos
amargando: ¡venga a nos tu Reino!
(Todos) Venga a nos tu Reino.
(Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes. Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores. Padrenuestro y Avemaría pidiendo
el reinado del Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y diaria,
la Hora Santa y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino en
hogares, sociedades y naciones).
(Cinco veces) ¡Corazón Divino de Jesús, venga a nos tu Reino!
Oración final
En
presencia, ¡oh, Jesús!, de la Reina Inmaculada y de los ángeles que te
adoran en esta Hostia Sacrosanta, a la faz del cielo y también de la
tierra rebelde y mal agradecida te reconocemos, Señor, como el único
Soberano y Maestro y como la fuente única de toda autoridad, de toda
belleza, de toda virtud y de toda verdad...
Por
esto, de rodillas, y en espíritu de reparación social, te decimos: No
reconocemos un orden social sin Dios ni contra Dios: ¡la base de todo
orden social es tu Evangelio, Jesús!
(Todos) ¡La base de todo orden social es tu Evangelio, Jesús!
No reconocemos ninguna ley de verdadero progreso sin Dios ni contra Dios: ¡la ley de todo progreso es la tuya, Jesús!
(Todos) ¡La ley de todo progreso es la tuya, Jesús!
No reconocemos las utopías de una civilización sin Dios ni contra Dios: ¡el principio de la civilización es tu espíritu, Jesús!
(Todos) ¡El principio de toda civilización es tu espíritu, Jesús!
No reconocemos una justicia sin Dios ni contra Dios: ¡la justicia integral eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡La justicia integral eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos noción alguna de Derecho sin Dios ni contra Dios: ¡la fuente del Derecho es tu código, Jesús!
(Todos) ¡La fuente del Derecho es tu código , Jesús!
No reconocemos una libertad sin Dios ni contra Dios: ¡el único Libertador eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡El único Libertador eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos una fraternidad sin Dios ni contra Dios: ¡la única fraternidad es la tuya, Jesús!
(Todos) ¡La única fraternidad es la tuya, Jesús!
No reconocemos ninguna verdad sin Dios ni contra Dios: ¡la Verdad substancial eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡La Verdad substancial eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos un amor verdadero sin Dios ni contra Dios: ¡el Amor increado eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡El Amor increado eres Tú mismo, Jesús!
(Cinco veces) ¡CORAZÓN DIVINO DE JESÚS, VENGA A NOS TU REINO!
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)