San Eduardo el Confesor (de blanco), intercediendo por Ricardo II (Díptico de Wilton, pánel izquierdo)
Bienaventurado San Eduardo el Confesor, tú representas al pueblo en quien Gregorio Magno prevé al émulo de los ángeles; tantos reyes santos, tantas vírgenes ilustres, tan egregios obispos y tan excelentes monjes, que fueron gloria suya, son los que hoy forman tu corte. ¿Dónde están ahora los insensatos ante los cuales tú y tu estirpe parecían muertos (cf. Sabiduría III, 2)? La historia debe juzgarse con luces celestiales: Mientras tú y los tuyos reináis perennemente en el Cielo, juzgando a las naciones y dominando a los pueblos (Sabiduría III, 8), las dinastías de tus sucesores en la tierra, por celos contra la Iglesia y abrazando el cisma y la herejía, se han extinguido una en pos de otra, se han vuelto estériles por la cólera de Dios en esa fama inútil de la que no queda rastro alguno en el libro de la vida.
¡Cuánto mejores y más duraderos se nos
ofrecen, oh Eduardo, los frutos de la virginidad
santa! Enséñanos a ver en el mundo presente
la preparación del otro que no tendrá fin,
a juzgar los acontecimientos humanos con vistas
a sus resultados eternos. Con los ojos del
alma, nuestra devoción te busca y te encuentra
en tu real Abadía de Westminster, y deseamos contemplar,
anticipadamente, tu gloriosa resurrección en el día del Juicio, cuando a
tu alrededor, todas esas falsas grandezas reconozcan su vergüenza y su
insignificancia. Arrodillados en presencia o espíritu
junto a esa tumba, de la cual pretende inútilmente
alejar la oración la herejía recelosa, imploramos
tu bendición. Presenta a Dios las súplicas que se elevan hoy de todos
los puntos del
orbe, por las ovejas descarriadas a las que llama
la voz del pastor con repetidas instancias en
nuestros días para que vuelvan al único redil (San Juan X, 16).
Dom Prósper Gueranger, OSB. El Año Litúrgico (Edición inglesa), Tomo XIV pág. 386. Editorial Loreto Publications (Fitzwilliam, Nueva Hampshire, USA), 2000.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)