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jueves, 23 de febrero de 2017

RATZINGER Y LOS NEOCATECUMENALES

Tomado de INFOCATÓLICA. Vía CATÓLICOS ALERTA (reiteramos que el autor es un conciliar)
  
Es un hecho conocido que Benedicto XVI apoyó mucho al Camino desde sus tiempos de profesor en Alemania. De hecho, fue él personalmente quien introdujo el Camino en Alemania. Algunos alumnos italianos le hablaron de Kiko Argüello y Carmen Hernández, y quiso conocerlos. Después de encontrarse con Kiko y escuchar lo que era el Camino (1), recomendó a dos párrocos alemanes amigos suyos que diesen las catequesis en sus parroquias, y en ellas sigue habiendo comunidades neocatecumenales hoy, tanto tiempo después.
  
Más importante aún: cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, comenzó la revisión para la aprobación de los “mamotretos”, es decir, de las transcripciones orales de las catequesis que se utilizan para las diversas etapas (o “pasos”) de una comunidad neocatecumenal a lo largo del camino. La revisión fue larga y terminó en 2010, cuando Benedicto XVI ya era papa, con la aprobación del “Directorio Catequético del Camino Neocatecumenal” (2). Esto es algo esencial, porque esos pasos y esas catequesis son lo que convierte al Camino en lo que su propio nombre indica: un camino de catequesis para pequeñas comunidades, al estilo del catecumenado de la Iglesia primitiva.
 
Durante su pontificado, se aprobaron también las pequeñas especificidades de la Misa en el Camino (celebración en pequeñas comunidades, traslado del rito de la paz a antes de la plegaria eucarística, comunión habitual bajo las dos especies, moniciones a las lecturas, “ecos” previos a la homilía y una forma diferente de recibir la comunión). Estas especificidades se aprobaron en buena parte por intervención personal del propio Benedicto, que suavizó un tanto la intención mucho más estricta del entonces Prefecto de la Congregación para el culto, el "Cardenal" Arinze.
 
En el año 2012, también durante el pontificado de Benedicto XVI se aprobaron las paraliturgias de los pasos que mencionábamos antes. Las diversas etapas del itinerario de una comunidad neocatecumenal están marcadas por celebraciones paralitúrgicas que explicitan lo condensado en el rito del Bautismo actual (profesión de fe, renuncia a Satanás, exorcismo, el signo de la sal, el effetá, etc.), al igual que sucedía en el catecumenado de la Iglesia primitiva (recuperado tras el Concilio Vaticano II). Otra aprobación esencial para el Camino Neocatecumenal que, desde su origen, tiene una dimensión litúrgica muy fuerte.
 
Asimismo, en 2008 el Consejo Pontificio para los Laicos aprobó los Estatutos definitivos del Camino Neocatecumenal (que habían sido aprobados ad experiméntum en tiempos de Juan Pablo II). Desde esa fecha, el Camino adquiría naturaleza canónica de jure en la Iglesia, como un “itinerario de iniciación cristiana posterior al bautismo o para recibir este sacramento”. Como dijo Benedicto XVI, “la Iglesia ha reconocido en el Camino un don particular que el Espíritu Santo ha dado a nuestro tiempo, y la aprobación de los Estatutos y del «Directorio catequístico» son un signo de ello” (3)
 
En el triste conflicto con los “obispos” de Japón, Benedicto XVI hizo todo lo que pudo para mantener las Comunidades en la tierra del sol naciente, rechazando varias veces las peticiones de los “obispos” japoneses que preferían un catolicismo más “inculturado” y menos misionero. Finalmente, el Papa accedió a sus peticiones respetando su misión como “obispos”, pero mantuvo el seminario Redemptoris Mater para Japón en Roma, bajo su jurisdicción.
  
No podemos dejar de mencionar los gestos significativos de Benedicto XVI de apoyo al Camino Neocatecumenal al celebrar el aniversario de los 40 años de la creación del Camino junto con los iniciadores del mismo y un buen grupo de fieles y sacerdotes. O al enviar a familias en misión en varias ocasiones, con palabras cariñosísimas de ánimo y bendición: “vuestra acción apostólica tiende a integrarse en el corazón de la Iglesia”, “el crucifijo que recibiréis será vuestro inseparable compañero de camino, mientras proclamáis con vuestra acción misionera que solamente en Jesucristo, muerto y resucitado, hay salvación. De Él seréis testigos mansos y gozosos, recorriendo con sencillez y pobreza los caminos de todos los continentes, sostenidos por la incesante oración, atentos a la palabra de Dios y alimentados por la participación en la vida litúrgica de la Iglesias particulares a las que seréis enviados”, “podéis testimoniar con vuestra historia que el Señor no abandona a quienes confían en Él. Seguid difundiendo el Evangelio de la vida” (4).
  
Me ha salido una lista aún más larga de lo que esperaba, a pesar de que no está completa. Todo esto supone, sin duda, razones de sobra para que el Camino Neocatecumenal esté agradecido a Benedicto XVI. Sin embargo, creo que no está ahí “lo más importante” por lo que dar gracias a Benedicto XVI. A mi entender, lo más importante que el Camino Neocatecumenal debe agradecer a Benedicto XVI es el hecho de que corrigiese y modificase algunas prácticas del Camino. Es decir, justo lo que un lector sugirió hace algunas semanas como uno de los logros del pontificado del Papa anterior.
   
Intentaré explicarme. Los procesos de aprobación que he mencionado más arriba, han supuesto también, como es normal, diversas indicaciones y correcciones de la Iglesia con respecto a las prácticas de algo nuevo como es el Camino. Por ejemplo, la aprobación de algunas diferencias en la celebración de la Eucaristía supuso el rechazo de otras diferencias (como recitar el gloria sólo en Pascua, Navidad y Solemnidades, recitar el Credo sólo a partir del paso correspondiente del Catecumenado, etc.). También la aprobación de las Catequesis conllevó la inclusión de infinidad de citas del Catecismo de la Iglesia Católica, para que todo se entendiera como debe ser, según la fe de la Iglesia, y la corrección de frases confusas o erróneas. Asimismo, las paraliturgias de los pasos del neocatecumenado aprobadas fueron corregidas en algunos casos (pocos, creo), para evitar, por ejemplo, que un simple rito pudiera parecer un sacramento, etc.
  
Creo que no me equivoco si digo que a nadie le gusta que le corrijan y, en general, todos preferimos los elogios y aprobaciones. Es parte de nuestra naturaleza caída. Las correcciones de la Iglesia, sin embargo, son un signo de amor, al igual que las correcciones de Dios: “El Señor corrige a los que ama, como un padre a su hijo predilecto”. La Iglesia exhorta a todos los hombres, pero sólo corrige a sus hijos. En ese sentido, las correcciones de la Iglesia y la obediencia a las mismas son un signo de catolicidad, de ser hijos de la Iglesia. Si Benedicto XVI mostraba su amor por los miembros del Camino al aprobar los Estatutos o al enviar a las familias en misión, aún más estaba mostrando ese amor al recordarnos que debíamos estar siempre en comunión con los obispos u obedecer a las indicaciones de la Congregación para el Culto. Una madrastra deja que los hijos hagan lo que quieran para evitar problemas, una verdadera madre los corrige porque los ama.
  
Además, como decía Chesterton, necesitamos desesperadamente una Iglesia que acierte precisamente cuando nosotros nos equivocamos. Por eso la Iglesia tiene autoridad y por eso la tiene en particular el Papa, para atar y desatar, para confirmarnos en la Verdad, como dijo Cristo a Pedro. Junto a los carismas que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia, se encuentra siempre el carisma jerárquico de la autoridad eclesial, que discierne lo que es de Dios y lo que no, apartando elementos inconvenientes meramente humanos y quedándose con lo bueno, lo que construye la Iglesia, lo que es según el Plan de Dios. Esto, que es necesario para todos los católicos, es especialmente importante para grupos como el Camino, cuyos miembros somos más bien tirando a brutos y de dura cerviz, los “pobres, ciegos y cojos” de los que hablaba Isaías.
 
El Camino no es nada más (¡y nada menos!) que un grupo que forma parte de la “Iglesia”. Lo que importa es ser miembros de la “Iglesia”, del Cuerpo de Cristo (C. A.: ¿De qué Iglesia, ciertamente no de la fundada por Nuestro Señor Jesucristo) lo demás son minucias. Si no tengo la fe de la Iglesia, aunque sea un catequista con pico de oro que hace llorar a los que le escuchan, no soy más que un ciego que guía a otros ciegos. Si no obedezco a la Iglesia, ya puedo tener visiones y levitar en la oración, que mi espíritu no será el Espíritu de Dios. Si no amo a la Iglesia, de nada me valdrá marchar a la misión a los confines del mundo, porque en lugar de recoger con Cristo, estaré desparramando. Por ello, cada corrección de la Iglesia, ¡bendita corrección!, nos recuerda nuestra realidad de criaturas e hijos de la Iglesia. “Que el justo me golpee, que el bueno me reprenda, pero que el ungüento del impío no perfume mi cabeza”. (C. A.: Repetimos. lamentablemente, esa iglesia de la que se habla aquí, es las conciliar, fundada por el llamado CV2)
  
Así pues, deberíamos atesorar las correcciones de la “Iglesia”, como signos de cariño de nuestra Madre, direcciones en el camino hacia el cielo, garantías del Espíritu Santo, prendas del amor de Dios y gracias especialísimas para unos siervos inútiles que las necesitan desesperadamente. Bendita sea la “Iglesia” y bendito el Papa Benedicto XVI (sic) por todo lo que han hecho por nosotros, pero especialmente por sus correcciones.
  
Bruno M.
  
NOTAS
(1) El propio Card. Ratzinger mencionó en alguna ocasión la impresión que le había causado ese encuentro.
(2) Decreto de aprobación del Directorio catequético, 26 de diciembre de 2010.
(3) Discurso de Benedicto XVI a numerosos miembros del Camino Neocatecumenal, 20 de enero de 2012.
(4) Discurso en el envío de 200 familias en misión, 12 de enero de 2006; Discurso a los miembros del Camino Neocatecumenal, Aula Pablo VI, 17 de enero de 2011.

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