Páginas

jueves, 31 de mayo de 2018

MARÍA, MEDIADORA UNIVERSAL

I. En la cima del desmedrado cerrillo, bañado por los primeros resplandores del sol naciente, al amanecer del 9 de diciembre de 1531, parecía a Juan Diego oír un cantar, semejaba el canto de varios pájaros preciosos; callaban a ratos las voces de los cantores, y parecía que el monte les respondía. Su canto, muy suave y deleitoso, sobrepujaba al del coyotótotl y del tzinnizcan, de otros pájaros lindos que cantaban Cuando el canto cesó, oyó el indio que le llamaban y cuando llegó a la cumbre vio a una Señora, que estaba allí de pie y que le dijo que se acercara. Entre otras cosas que aquella celestial Señora dijo al dichoso indio, oyeron sus oídos estas palabras de María: Deseo vivamente que se me erija aquí un templo, para en él mostrar todo mi amor y compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos los moradores de esta tierra, y a los demás amadores míos que me invoquen y en mi confíen: para oír aquí sus lamentos, y remediar todas sus miserias, penas y dolores. Estas son las candorosa palabras que en la vetusta narración del prodigio Guadalupano nos conservan, con todo el aroma delicado de lo que aquella mañana pasó en Tepeyácac, el intento amoroso de la Madre de Dios.
 
Encontramos en las palabras de María, no sólo la ternura exquisita de la más tierna y amorosa de las madres: Yo soy vuestra piadosa madre; no sólo el amor de predilección que quiso dispensar a México: Para en él (en el templo que deseaba se le construyera) mostrar y dar todo mi amor a ti, a todos vosotros juntos, los moradores de esta tierra; sino también sus designios, mejor dicho los designios amorosísimos de Dios, al señalar a su Madre un papel y oficio y misión especial y regaladísima sobre todos los hombres; por esto, a mi entender, prosiguió la Reina de los cielos: Y a todos los demás amadores míos que me busquen e invoquen y en mi confíen.
 
Maternidad divina de María que lleva consigo en el plan de Dios la maternidad espiritual de la Santísima Virgen con relación a todos los hombres; maternidad espiritual de María que entraña la mediación universal de Madre de Dios; mediación universal que se extiende a todos los hombres, y cuya esfera de acción son todas nuestras necesidades, las cuales remediadas por un don de Dios, es decir, en un sentido o en otro por una gracia, lleva al conocimiento de que la esfera de acción de esa mediación, universal en cuanto a los individuos, es también universal en cuanto a todas las gracias.
 
Ocioso parece insistir en la actualidad del suavísimo tema: los pueblos todos de la tierra levantan sus voces al sumo Pontífice desde hace varios lustros para pedir la definición dogmática de la Mediación universal de la Madre de Dios; los teólogos se esfuerzan cada vez con mayor ahínco en hacer ver que en el depósito de la revelación está contenido el privilegio gloriosísimo e inaudito de la Mediación universal; los prelados de numerosísimas diócesis juntan sus voces a las del pueblo cristiano; los mismos Sumos Pontífices, cada vez con más claridad, con más amor, con mayor ternura, con mayor confianza, de la manera más elocuente, contestan que si, que María es nuestra Medianera, que el pueblo cristiano hace bien en mirarla como su refugio y amparo, que los prelados y maestros hacen bien en fomentar ese nuevo brote de devoción, que los teólogos no van errados al buscar las pruebas de que en el depósito de la revelación está contenido el privilegio de María.
 
No podría celebrarse el presente Congreso Mariano, en honra y gloria de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre verdadera de Dios verdadero; sin que llamara nuestra atención lo que tan de relieve pone la Virgen Santísima; su Mediación universal. Por esto es preciso que tratemos de ella.
 
II. Las palabras de María en el Tepeyac elevan el espíritu cristiano para ver en la cumbre de los cielos al Redentor del mundo derramando su sangre por la salvación de los pueblos todos de la tierra; en la tierra y en un lugar concreto de ella, a un pueblo, entonces hundido en las tinieblas de un paganismo repugnante y sanguinario, y hasta entonces como olvidado y abandonado de todos; en medio de ese pueblo y de ese Redentor, como si fuera el canal por donde las aguas de la gracia habían de bajar, como si fuera la nube gloriosísima que mitigara un poco los resplandores infinitos del sol de justicia para que los ojos enfermos de ese pueblo pudieran resistir tanta luz y tan asombrosa claridad, como si fuera la tabla de salvación arrojada en medio de ése naufragio moral para que los pobres náufragos se salvaran: está la Madre de Dios, revestida con el ropaje propio de Nuestra Señora de Guadalupe. Nos encontramos en el Tepeyácac el cuadro completo de la Redención, concretado, sensibilizado, aplicado a un caso particular, y en perfecta armonía con el fondo mismo del dogma cristiano y del plan providencial de Dios. Así es; detrás de este cuadro de gloria y de ternura, cualquiera que haya profundizado en las enseñanzas de la Teología, y esté familiarizado con la interpretación de las Escrituras y haya de solazar su ánimo gastado, sus días y sus noches con la lectura de las obras de los Padres de la Iglesia, que conozca a fondo las enseñanzas de nuestros grandes teólogos, y se haya puesto en contacto con el instinto de piedad del pueblo cristiano; no podrá menos que ver aparecer otro cuadro triste y lamentable, pero que tiene también su aspecto de gloria de ternura. Para derrocar al hombre y hacer de la tierra una antesala del infierno, quiere el enemigo de la humana naturaleza, después de haber arrastrado en su caída a una multitud de ángeles, rebeldes y soberbios como él, arrastrar al género humano en el camino de la perdición, valiéndose de la mujer. Un ángel que engaña, una mujer que incita y coopera al pecado, un hombre que pierde para sí y para los suyos todos los tesoros de orden sobrenatural y perfectamente gratuitos que Dios había concedido al género humano. Y Dios ordenando lo desordenado, sacando mayores bienes de los males que el abuso de la libertad había introducido en el plan de la Providencia: Dios descubriendo tesoros no soñados de sabiduría y de amor y de providencia infinita, formando un nuevo plan en el que el levantamiento y exaltación de sus criaturas racionales fuera paso a paso desandando el camino trazado por el tentador y recorrido por Eva y por Adán, al precipitarnos en la caída. En vez del Príncipe de este mundo, el Señor del universo; en vez de la mujer que incita y coopera al pecado, otra mujer que dedica toda su persona y su actividad y su vida a la grandiosa obra de la Redención; en vez del hombre rebelde al mandato de Dios, el hombre obediente hasta la muerte y muerte de cruz.
 
Sería imposible recorrer esta noche los acentos dulcísimos y uniformes de la tradición cristiana: los Padres de los tres primeros siglos enseñan constante y unánimemente que el papel de María en la obra de Jesucristo fue el mismo que tuvo la desgracia de desempeñar Eva en la funesta obra de Adán. Los Padres de los siglos IV y V, y los posteriores, se fijan más en el Calvario, realización de la promesa del Génesis, y en el Calvario ven un árbol que sustituye al del paraíso: la cruz del Redentor; un hombre que obedece en vez del desobediente Adán: el Redentor; una mujer que lleva a ese hombre a la cruz y lo inmola y con él se inmola, como Eva había llevado a Adán al árbol de la ciencia del bien y del mal, y lo había ligado con el deleite pecaminoso de gozar su fruto, y con él lo había gustado. Las voces del oriente y occidente son unánimes y constantes los mismos acentos se repiten a través de todos los siglos. Junto con Justino y Tertuliano, Policarpo el discípulo de Juan; Cirilo de Jerusalén, San Efrén, Epifanio, el Crisóstomo, Gregorio el Taumaturgo, forman un coro magistral que resuena en las plácidas y misteriosas tierras orientales, y que es contestado, como en la antiestrofa del coro de una tragedia griega, por las voces de Jerónimo, de Agustín, de Pedro Crisólogo, de Bernardo, y de la multitud de teólogos y predicadores que en la sucesión de los siglos les siguieron. María desempeña para salvarnos el papel que Eva desempeño para perdernos, y ese papel fue dado en el plan de Dios para levantar al hombre, el de cooperadora imprescindible, es decir, el de Medianera propiamente tal.
  
III. En ese papel de Nueva Eva, asignado providencialmente a María en el plan de la Redención, encuéntranse contenidos conceptos importantísimos para la materia que estamos tratando: es el primero el que la nueva Eva debía ser la Madre del Redentor. Y no creemos necesario insistir en este punto, ya que durante el año varias veces se ha tratado de él, a propósito del centenario del Concilio de Éfeso. Ello, por lo demás, no puede ofrecer dificultad alguna.
  
El segundo concepto importantísimo, es el que la Madre del Redentor debía cooperar a la obra de la Redención.
  
Conviene en este punto y para dar a nuestra exposición toda la claridad que requiere y que esté a nuestro alcance darle, el que nos concretemos al concepto mismo de cooperación. No queremos tratar, pues, del mérito, que ordinariamente va junto con la cooperación: queremos limitarnos al concepto mismo de cooperación. La Madre del Redentor cooperó, y de distintas maneras, a la obra de la Redención y esta cooperación nos la enseñan a la par las Sagradas Escrituras, la tradición cristiana, el magisterio ordinario de la Iglesia y aún el mismo sentir de los fieles.
 
Tuvo María cooperación física, aunque mediata, en la obra de la Redención, ya que por ella tuvimos al Redentor; ésta cooperación física consistió en el hecho de engendrar y ser la Madre verdadera del Redentor. Tuvo María cooperación, en el orden de causalidad moral, en la obra de la Redención; y ésta cooperación que si no produce físicamente el efecto, no por eso deja de ser con toda propiedad alguna causalidad la tuvo María, así por su consentimiento expreso al aceptar voluntariamente y libremente el papel que le asignaba la providencia divina, como por su participación libre y espontánea en el sacrificio del Redentor, estando a él unida por la fe y la compasión.
 
Ven los Padres de la Iglesia en el misterio de la Encarnación las nupcias de la Naturaleza divina con la humana, y la Naturaleza humana venía representada por María, como si ella fuera la esposa que debe dar su consentimiento, y lo da no sólo en su nombre, sino en nombre de todos los hijos de Adán. Interminables seríamos si uno tras otro enumeramos los testimonios de los Padres, de los teólogos, de los predicadores, explicando estos conceptos grandiosos, que forman el fondo mismo de las enseñanzas de la Iglesia sobre el misterio de la Encarnación, en cuanto éste se refiere a la Redención del hombre por Jesucristo. Agustín y Gregorio el Grande, San Ildefonso y San Bernardo, Dionisio el Cartusiano, Santo Tomás y las obras de muchos teólogos insignes, todos ellos inculcan esta verdad, y fijándose en la unión de Cristo con la Iglesia, vienen a explicar y comentar lo que ya enseñaba San Pablo en los versículos 31 y siguientes del capítulo quinto de la carta a los fieles de Éfeso.
 
No se detienen aquí las enseñanzas de la Iglesia, siguen adelante, y ven la conveniencia del consentimiento prestado por María, para que se realice el plan de Dios: tener en el curso de nuestra Reparación la participación consentimiento de la mujer, de la misma manera que se dio el consentimiento y cooperación de la mujer en el hecho de la caída, es la idea inculcada por el Crisóstomo y desarrollada magistralmente por Bossuet.
  
Pero cuando el amor entusiasmado de los Padres de la Iglesia sube de punto, y no encuentran ellos palabras para glorificar a María y mostrarle un agradecimiento sin límites, es cuando nos enseñan que ella, libre y espontáneamente, con pleno conocimiento de causa, al dar su consentimiento, ese consentimiento que esperaban los cielos y la tierra para que se realizara el ministerio de la Encarnación; lo daba queriendo y pretendiendo la salvación de todos los hombres. Conmovedoras son las palabras de Bernardo de Claraval, de Pedro Crisólogo, de Ireneo. Teólogos y apologistas, qué más? Aún uno que otro de los escritores protestantes, no pueden menos de ver la luz clarísima de la tradición cristiana, y juntarse ocasionalmente al coro de la Iglesia para proclamar la cooperación de María en la obra de nuestra Redención.
 
Pasan los Padres de las consideraciones relativas al misterio de la Encarnación, a la explicación de dos pasajes de nuestros Libros Sagrados. La presentación del divino Niño en el Templo de Jerusalén, y el sacrificio de Jesús en el Calvario. En uno y otro ven, y no podía menos de verse, a María cooperando, con su libre consentimiento y su libre voluntad a la obra de Jesús. Si Jesús se ofrece como el primogénito esperado durante tantos siglos por el Padre celestial, para reparar los pecados de su pueblo, María es la que lo lleva al Templo, María es la que lo ofrece, María es la que junta su voluntad con la del primogénito ofrecido, María es la que al recibirlo de brazos del sacerdote, mira en El lo que ya era entonces Jesús, la víctima real y verdaderamente aceptada por el Padre para la Redención del mundo. Y por esto sube María con Jesús al Calvario: por esto atraviesa su alma la espada profetizada por Simeón, por esto está de pie al pie de la Cruz, inmolando a su Hijo, y uniéndose con su Hijo. Si en la literatura cristiana, así antigua como moderna, hay algo claro y repetido, es la actitud y la significación que tenía María en el Calvario, sobre todo después del siglo V, en el que, concretándose con mayor claridad las ideas, enseñan los Padres y los comentaristas con toda precisión que no era a Juan solo, sino a todo el género humano, a quien Jesús decía: He allí a tu madre, porque, aquella Señora había desempeñado el papel de madre de todos los redimidos, por su cooperación a la obra de la Redención.
 
La Nueva Eva, pues, coopera a la Redención, lo cual quiere decir que tuvo papel y oficio de verdadera causa en la obra de nuestra Redención, es decir, que es con toda propiedad medianera, así como con toda propiedad es nuestro Medianero, Jesucristo Nuestro Señor.
  
IV. Si junto con Cristo, si dependientemente de Cristo, si apoyada en Cristo, si subordinada a Cristo, pero real y verdaderamente, María coopera a la obra de nuestra Redención; su misión y su influencia no se limita a esto, sigue en la sucesión de los siglos, así como en la sucesión de los siglos sigue la eficacia de la obra redentora de Jesús. Al aplicarse a cada uno de los redimidos la obra de la Redención, es a saber, al participar de hecho cada uno de los hombres de la obra redentora; María tiene así mismo su papel y su oficio. Y así como junto a Cristo ejecuta la obra de la Redención, así junto con Cristo y subordinada a Cristo, aplica la obra de la Redención, es decir, de la gracia y todas las gracias.
  
Consultemos las liturgias, los libros de los oradores y ascetas, los ternísimos sermones de Bernardo, las efusiones encendidas de Buenaventura, las elucubraciones de Dionisio el Cartujo, los arranques místicos de Gerson, los ardorosos y encendidos párrafos de Bernardino de Sena, los tratados solidísimos de Antonio de Florencia o de Alberto Magno, los documentos oficiales de los Sumos Pontífices: repetidas sin interrupción vemos la misma idea, que llena el alma de confianza y de júbilo al mismo tiempo: La voluntad de Dios es que todo, absolutamente todo, nos venga por medio de María. Y al repetirlo en estos momentos, brillan, como rayos dulcísimos de sol primaveral en mi memoria, las palabras de Cirilo de Alejandría, las series encantadoras de lo que se llama las salutaciones, o las Aves, las enseñanzas de Germán, el patriarca de Constantinopla, lo que predicaba Andrés de Creta y Teodoro Sturdita y el Damasceno. Y estas palabras viene a confirmarlas el hecho de que en realidad todo nos viene de María y por María. No podremos resistir al deseo de citar palabras solemnísimas y autorizadísimas, las de Nuestro Santísimo Padre, el Papa León XIII, quien en su encíclica Jucunda semper, sobre el Rosario, toma y hace suyas las palabras que Bernardino de Sena aprendió de San Bernardo: Toda gracia comunicada a este siglo nos viene por medio de una triple procesión: de Dios a Cristo, de Cristo a la Virgen, de la Virgen a nosotros. Y León XIII no hacía sino seguir las enseñanzas de Pío IX, y Pío IX no hacía sino repetir lo que durante todos los siglos anteriores habían cantado la Iglesia de oriente y la Iglesia de occidente, y la Iglesia de oriente y occidente no hacían sino manifestar el consentimiento unánime del pueblo cristiano y de sus Pastores y maestros, es decir, expresar un sentimiento común guiado, según la promesa de Jesucristo, por el Espíritu de Verdad, que no puede guiar a la Iglesia de Jesucristo sino a la verdad, y que tiene la misión de guiarla única y exclusivamente a la verdad.
  
V. No nos parece prudente ni necesario fatigar vuestra atención en determinados aspectos que más bien pertenecen a una discusión e investigación teológica. Quédese para los teólogos la faena dulcísima de encontrar las armonías de este con los demás dogmas de la fe, la confirmación de esas armonías y el fundamento de ellas, en las Escrituras y en los Padres. Quédese para nosotros la persuasión de que en la tradición cristiana, resumida admirablemente en las encíclicas de los últimos Pontífices, Pío IX, León XIII, Pío X, Benedicto XV, se encuentra claramente contenido, suficientemente precisado, admirablemente expuesto, amorosamente repetido, el que María es la Medianera Universal de todos los hombres.
 
Por esto, os decíamos al principio, que en las Apariciones de Nuestra Madre Santísima de Guadalupe, nos veíamos una aplicación a un caso concreto, del plan grandioso de la Redención. Para salvar a un pueblo, para hacerlo participante de la Redención de Jesús, para hacer escudo y sostén y ayuda y consuelo y remedio e intercesora; aparece la que en el plan de la Providencia tiene el papel de Intercesora y Medianera Universal, y para que ese pueblo aprenda con la facilidad con que aprende el niño pequeñito y tiene de labios de su madre las verdades primeras más necesarias para la vida; María dice en concreto, con requiebros de madre, con ternura inefable que enciende el corazón, con arrullos encantadores, con delicias del cielo: no temas, porque la Madre de Dios que soy yo, es también tu Madre, y como Madre es tu medianera; bajo el cariño de tal Madre, y la omnipotencia suplicante de tal Medianera, todo lo tienes asegurado, y todo lo puedes y lo debes esperar.
 
Por esto al ver en la diócesis que Dios nos ha confiado, lo que vimos durante nuestro ministerio sacerdotal, y lo que presenciamos desde que tuvimos uso de razón: esa fe, esa confianza, esa persuasión de nuestro pueblo de la eficaz intercesión y mediación de María; al ver cómo se levantan los ojos de todos hacia la milagrosa imagen de la Virgen de Guadalupe; al ver cómo se mueven los labios y cómo derraman los ojos lágrimas, y cómo se escapa de los pechos de todos, la petición confiada, el recurso filial en que se pide con la misma seguridad y la misma fe todo, absolutamente todo, a la Madre de Dios; no vemos sino un caso particular y una aplicación concreta de lo que la Iglesia Universal ve en todas partes, y lo que en todas partes se enseña, y lo que en todas partes se practica, es a saber, que movidos por el Espíritu Santo, maestros y fieles, pastores y ovejas, Iglesia docente e Iglesia discente, cree y confiesa que María es la Medianera universal de todas las gracias.
 
Un anhelo recóndito y vehemente de mi corazón de Pastor y de mi corazón de Hijo de María quiero que sea la última palabra que dirija el actual Arzobispo de México a esta veneranda, honorable y piadosa reunión: arden nuestras almas en deseos de hacer un obsequio notable a nuestra Madre. He buscado que podríamos presentar como humildísimo obsequio a la Medianera Universal del género humano, en su advocación de Guadalupe, para nosotros tierna y regalada como la fibra más sensible de nuestro propio corazón, y la que he visto proclamada Patrona de la América Latina, coronada solemnemente, en nombre del Sumo Pontífice, con corona de oro, como Reina de la América Latina, su culto litúrgico con oficio y misa propia, su fiesta elevada al rango de fiesta de precepto, su devoción enriquecida con numerosas indulgencias.
  
Qué podríamos pedir, que podríamos conseguir, que podríamos ofrecer como muestra de nuestro amor y de nuestra gratitud a la que lo tiene todo, a la que han honrado incalculablemente nuestros predecesores, a la que debemos todo, a aquella de quien esperamos todo, como de Madre tierna y omnipotente? Qué podríamos conseguir? Y revolviendo en mi corazón de Pastor y en mi corazón de hijo estas ideas, me ha ocurrido, ya que los Sumos Pontífices se han indignado conceder y aprobar el culto litúrgico de María Santísima como Medianera Universal, me ha ocurrido, digo, que podríamos los obispos aquí reunidos elevar una súplica humilde y rendida a la Cátedra de Pedro depositaria de la Verdad, en la que, exponiendo nuestro amor y devoción, y nuestro celo por la gloria de Jesucristo y la glorificación de María, como obsequio digno de Ella, como petición instantísima a Ella, en las circunstancias porque atravesamos, pidiéramos a Su Santidad se dignara definir como dogma de fe, la verdad contenida en la Escritura y en la Tradición, predicada por los maestros, ratificada por el magisterio ordinario de los Sumos Pontífices, expuesta en las obras de los teólogos, practicada por el pueblo cristiano. De este modo el obsequio de México a María en el cuarto centenario de las Apariciones Guadalupanas, sería el participar de una manera solemne y eficaz a la glorificación universal de la Madre de Dios, para que, junto con su título de Madre de Dios, de Inmaculada, ostentara también el glorioso título de Medianera Universal del género humano.
 
¡Ojalá que nuestros ojos vieran esta nueva glorificación de nuestra Madre! ¡Ojalá que al rendir nuestros entendimientos ante el Supremo y Definitivo Magisterio de la Iglesia, nuestra devoción predilecta fuera ese nuevo dogma de fe, y las palabras de María tuvieran de ese modo un nuevo significado y un nuevo atractivo para nuestras almas de cristianos!

Pascual Díaz y Barreto SJ, Arzobispo de Ciudad de México. Discurso en el Congreso Nacional Guadalupano (1931)

miércoles, 30 de mayo de 2018

NOVENA EN HONOR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Novena compuesta por un Sacerdote de la Compañía de Jesús a mediados del siglo XVIII, reimpresa en Barcelona en 1790. Mons. Pedro Copons y Copons, Arzobispo de Tarragona, concedió 80 días de Indulgencia por cada día de la Novena.
  
NOVENA EN HONOR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

  
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
Estando de rodillas delante del Santísimo Sacramento, o de alguna imagen del Sagrado Corazón de Jesús, hará con mucha devoción el Acto de Contrición al principio de cada uno de los nueve días de esta Novena, diciendo:
Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Padre amoroso, Criador y Redentor mío, en quien creo, en quien espero, y a quien amo sobre todas las cosas, me pesa, Dios mío, pésame en el alma de haberos ofendido por ser Vos tan bueno, tan justo, y digno de ser siempre amado; y propongo ayudado de vuestra divina gracia de enmendarme, y de confesar todos mis pecados, perseverando en vuestro santo servicio todo el tiempo de mi vida. Amén.
  
ORACIÓN INICIAL
¡Corazón amabilísimo de Jesús, cuyas finezas para con los hombres se ven tan mal correspondidas en ese adorable Sacramento del Altar, en que las mostráis con tanto exceso, sin embargo de experimentar aquí mismo cada día nuestra más vil ingratitud! Penetrad, Señor, nuestro corazón con un tan vivo dolor de nuestra insensibilidad y tanto amor, que nos mueva a recompensarla en adelante, sirviéndoos muy de veras, agradeciéndoos lo mucho que nos amáis, y sintiendo las injurias, desprecios y olvidos que sufrís de la mayor parte de los hombres en estas aras en que os adoro, amo, y alabo con todo el afecto de mi alma. Amén.
  
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN: DE LA INSTITUCIÓN DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO, CONSIDERANDO LA GRANDEZA DEL DIVINO AMOR PARA CON LOS HOMBRES EN ESTA TAN TIERNA Y FINA DEMOSTRACIÓN.
FRUTO: UN REVERENTE AMOR A JESÚS SACRAMENTADO, CON RESOLUCIÓN DE MANIFESTÁRSELO, ESPECIALMENTE EN SU ADORABLE PRESENCIA.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA PRIMERO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Que en aquella triste noche de tantas penas, a vista de la más enorme ingratitud de los que de balde os aborrecían y trazaban daros la más terrible y afrentosa muerte en una Cruz, instituisteis ese augusto Sacramento del Altar para manifestar en él vuestro más tierno y fino amor para con los mismos que tanto os le desmerecían, ¿qué sentimientos serán los vuestros, amable Corazón de mi Salvador, viendo aún después de esa vuestra amorosa demostración la ingrata correspondencia de los que os la debían tener finísima? ¿Y qué halláis, Señor, en retorno de tanto amor? Halláis en la mayor parte de los hombres infidelidades, sacrilegios, injurias y ultrajes, o a lo menos tibieza, frialdad, indiferencia, olvido y nada que apenas pueda llamarse amor: ¿esto halláis, y esto sufrís? ¡Oh amor divino! ¡Oh ingratitud humana! Ésta deseo recompensaros: dadme para ello vuestra gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
  
Aquí se rezará tres veces el Padre Nuestro, y el Ave María con Gloria Patri, en reverencia de las tres insignias con que se mostró el Divino Corazón a Santa Margarita María de Alacoque, cuando se le manifestó el modo de exponerle a la veneración de los fieles.
 
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
¡Oh Corazón amorosísimo!, que para ablandar nuestra dureza con la vista de vuestro ternísimo amor y de nuestra infame ingratitud os descubristeis al mundo con las dolorosas insignias de la Cruz, Corona de Espinas y herida de la Lanza, con que os manifestáis paciente y amante a un mismo tiempo, herid con la eficacia de vuestra gracia y con un ardiente deseo de obsequiaros a mi corazón: trocadle del todo, amable Salvador mío, inflamándole en vivas ansias de amaros y consagraros desde hoy todos mis afectos de humillación, agradecimiento y fino amor, uniéndoles con los de vuestra Santísima Madre y mía, con los de todos vuestros fieles siervos y almas justas, que os sirven con la más reconocida fidelidad. Aceptad, Señor, este mi ofrecimiento en desagravio de tan vil ingratitud, y arraigad en los corazones de todos muy profundamente esta tan tierna y provechosa devoción, para que después de haberos fielmente correspondido, merezcamos en la hora de vuestra muerte vuestra protección y gracia. Amén. Aquí cada uno hace su petición al Sagrado Corazón de Jesús.
  
GOZOS EN HONOR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
     
Escuela de perfección,
De corazones modelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Al mundo manifestado
En trono de vivas llamas,
Bien muestras cuánto nos amas
En caridad abrasado:
Tan ardiente exhalación
Ha de inflamar nuestro hielo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
     
De la lanza la abertura
Nos muestra franca la puerta,
Que para todos abierta,
Nuestro refugio asegura:
No hay más dulce habitación
Ni en la tierra, ni en el Cielo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Con la Corona, ceñido
De espinas nos significas,
Que pues amante te explicas,
Te lastima nuestro olvido:
Nuestra vil desatención
Causa en ti tal desconsuelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Puesto en la Cruz te has mostrado
Amoroso y condolido,
Pues apenas concebido,
Fue tu amor crucificado:
De acabar la Redención
Te angustiaba el desvelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Mostrándote transparente
Como espejo cristalino,
Descubre el amor divino
Su más interior patente:
De tu fina dilección
Se ve el Misterio sin velo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
      
Viernes después de la Octava
Del Corpus has señalado
Sea el día consagrado
Que tu cariño anhelaba:
Unirte en la Comunión
Con nosotros es tu anhelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
La copia de bendiciones
Liberal has ofrecido
Al devoto que rendido
Darte quiera adoraciones,
Y esa cordial devoción
Promueva en otros con celo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
  
Acudiendo a tal Sagrario
Ha ofrecido el Padre Eterno
Oír con amor paterno
Los ruegos del Novenario:
Por ti sube la oración
A lo más alto de un vuelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Que en nuestra patria reinarías
Dijiste, y principalmente;
Cumples ya amorosamente
Tan propicias profecías.
Tu copiosa bendición
Hará feliz nuestro suelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
      
Pides agradecimiento
A tu amor, y en recompensa
De la ingrata y vil ofensa
Ese reconocimiento:
De ti la meditación
Ha de ser nuestro desvelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
   
Centro de nuestra afición,
Dulce imán de nuestro anhelo.
¡Oh divino Corazón,
Dad a los nuestros consuelo!
     
Antífona: Improperios y miserias aguarda siempre mi corazón, esperé quien se condoliese de mí, y nadie lo hizo, quien me consolase, y no encontré.
  
. Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.
℟. Y encontraréis descanso para vuestras almas.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que, en el Corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, te dignas darnos misericordiosamente los infinitos tesoros de tu amor: haz, te suplicamos, que, al presentarle el devoto obsequio de nuestra piedad, le ofrezcamos también el homenaje de una digna satisfacción. Por el mismo Cristo, nuestro Señor. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
DÍA SEGUNDO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
   
MEDITACIÓN: DE LAS CIRCUNSTANCIAS DE TIEMPO EN EL QUE EL SEÑOR SE NOS DEJÓ SACRAMENTADO, AÚN A VISTA DE LA MUERTE QUE LE TRAZABAN LOS HOMBRES, Y DE LA POCA FIDELIDAD QUE LUEGO HABÍA DE EXPERIMENTAR DE LOS SUYOS.
FRUTO: SENTIMIENTO DE LA VIL CORRESPONDENCIA DE LOS HOMBRES A TANTO AMOR, CON ARDIENTES DESEOS DE MOSTRÁRSELE EN ADELANTE AGRADECIDO.
    
ORACIÓN PARA EL DÍA SEGUNDO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Inmenso fue el incendio de vuestra infinita caridad, pues a vista de que aún entre los vuestros había un traidor que os entregaba para la muerte, y uno de los más favorecidos que os había luego de negar, y que todos habían muy en breve de huir, dejándoos en manos de vuestros crueles enemigos, ardisteis en tantas llamas del más tierno y regalado amor para con los hombres, que os disteis sin embargo todo en ese augusto Sacramento a los mismos que así os habían de corresponder: esta ingratitud hallasteis ya entonces, y esta es la que os muestra aún ahora la rebeldía del corazón humano. Haced, Señor, que el mío y el de todos, en adelante, os sirvan con la mayor fidelidad: concededme esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
     
DÍA TERCERO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DEL MARAVILLOSO AMOR DE JESÚS EN HABER DISPUESTO QUEDARSE CON NOSOTROS, AL TIEMPO MISMO EN QUE HABÍA DE PARTIR HACIA SU PADRE. 
FRUTO: FIRME RESOLUCIÓN DE NUNCA APARTARNOS DE JESÚS, YA QUE ÉL QUISO ESTAR SIEMPRE CON NOSOTROS.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA TERCERO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús, que a impulsos de las ternuras de vuestro amor al partir de este mundo a vuestro Padre os quedasteis con los hombres en ese augusto Sacramento, para permanecer con ellos todos los días, horas y momentos hasta el fin de los tiempos! Bien se conoce, Salvador mío, que tenéis todas vuestras delicias en estar siempre con nosotros; mas ¿qué sentimiento será el vuestro de vernos tan olvidados de Vos? ¡Cuán solo os quedáis muchas horas, y aún días en los Altares, sin haber quien os visite, quien se acuerde de vuestras finezas, ni quien guste de tratar con Vos! Y si algunas veces comparecemos en vuestra presencia, ¿cuán tibios, cuán divertidos, cuán de ceremonia lo practicamos? Imprimid en nosotros la memoria de vuestras finezas, y haced que de todo nuestro gusto sea vivir siempre con Vos, y serviros cada día con más fidelidad. Otorgadme, amable Salvador, esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra, y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
  
DÍA CUARTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DEL DIVINO CONVITE QUE EL SEÑOR NOS PREPARÓ PARA REGALARNOS CON SU CUERPO Y SANGRE, CONSIDERANDO CON QUÉ APAREJO HEMOS DE LLEGARNOS A LA CELESTIAL MESA.
FRUTO: ARDIENTES DESEOS DE LLEGARNOS A RECIBIR AL SEÑOR SACRAMENTADO CON LA MAYOR PUREZA Y SANTIDAD.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA CUARTO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Vuestro amor, más que de Padre, os obligó al cariñoso exceso de dejarnos en esa sagrada mesa el divino convite de vuestro Cuerpo y Sangre bajo los accidentes de pan y vino, para regalarnos y sustentarnos espiritualmente en nuestras almas mientras estamos en el destierro de este mundo, lejos de nuestra Patria celestial; ¿quién creyera, amable Salvador mío, que nos amáseis con tan excesiva fineza, si no lo enseñara la Fe? Mas, ¡oh Dios mío!, ¿quién no se pasmará de la horrenda maldad de los que sacrílegamente os reciben? ¿Quién no llorará la tibieza, la frialdad, la indiferencia y poca disposición con que nos llegamos a Vos? ¡Oh pasmo de insensibilidad del corazón humano! Aquí tenéis, Señor, el mío, aunque tan vil, deseoso de sacrificarse del todo a Vos en desagravio de tan enorme ingratitud: aceptadle, Señor, concediéndome esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
     
DÍA QUINTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DE CÓMO EL SEÑOR SE OFRECE POR NOSOTROS MILLONES DE VECES EN EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, PARA MANIFESTARNOS SU AMOR.
FRUTO: RESOLUCIÓN DE SACRIFICARNOS ENTERAMENTE AL SEÑOR PARA CORRESPONDERLE AGRADECIDOS.
    
ORACIÓN PARA EL DÍA QUINTO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Antes de ser sacrificado por mí en el ara de la Cruz, dispusisteis impelido de vuestro amor serlo por mí y por todos los hombres tantas veces, todos los días en todo el mundo, cuantas son las Misas que en él se celebran, ofreciéndoos Vos mismo en ellas millones de veces, como víctima la más agradable a vuestro Padre por nuestros pecados, en acción de gracias por las que de su mano recibimos, y pidiendo para nosotros de continuo otras nuevas. A este exceso llegaron vuestras finezas para provocar las nuestras, enseñándonos a que siquiera una vez nos sacrifiquemos del todo a Vos. Mas ¿qué halláis en retorno? Irreverencias, desacatos, inmodestias y agravios en la mayor parte de los hombres: esto halláis, amable Salvador mío, y esto sufrís todos los días; ¿y no moveréis siquiera a algunos a que lo sientan con Vos, y os recompensen con su fidelidad y ardiente amor tantas injurias? Aquí me tenéis tal cual soy, como víctima ofrecida del todo a vuestros desagravios: aceptadla, Señor, concediéndome esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
     
DÍA SEXTO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DE LA INMENSA LIBERALIDAD DE JESÚS SACRAMENTADO EN DÁRSENOS DEL TODO SIN RESERVA ALGUNA.
FRUTO: DARNOS EN ADELANTE DEL TODO A DIOS, EN GRATA CORRESPONDENCIA A SUS FINEZAS.
     
ORACIÓN  PARA EL DÍA SEXTO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Para obligar a los hombres a que os amen y os den enteramente la pequeñez de su corazón, no sólo les dais Vos en este augusto Sacramento el vuestro, sino todo cuanto sois: les dais vuestro Cuerpo, vuestra Sangre, vuestra Alma, vuestra Divinidad, y en fin, a Vos mismo, fuente de todos los bienes y de todas las gracias, sólo a fin de ganarles su amor y de que os sirvan reconocidos a tan excesivas finezas; mas ay, amabilísimo Salvador mío, ¡cuán poco lográis! Dádivas quebrantan peñas; pero Vos con tantas, siendo sobremanera preciosas, aún no ablandáis la dureza de los corazones humanos: encended, Señor, con ese amoroso incendio en que arde el vuestro, a todos los nuestros, impeliéndoles eficazmente a que sientan vuestros agravios y os le recompensen dándoos y entregándose del todo a Vos: concededme a mí, como el más necesitado esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
     
DÍA SÉPTIMO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DEL FIN QUE TUVO NUESTRO AMABLE SALVADOR EN QUEDARSE SACRAMENTADO, PARA UNIRSE ÍNTIMAMENTE CON NOSOTROS.
FRUTO: FIRME DETERMINACIÓN DE UNIRNOS CADA DÍA MÁS CON EL SEÑOR, SIRVIÉNDOLE CON LA MÁS RECONOCIDA FIDELIDAD.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA SÉPTIMO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Vos os abrasáis siempre en llamas de un amor tan fino para con los hombres, que para uniros y haceros con ellos una misma cosa, como lo sois con vuestro Eterno Padre, trazasteis esta maravilla de vuestras finezas, quedándoos entre ellos en ese soberano Sacramento como manjar, para que entrando en su interior os uniéseis, ¡oh Sagrado Corazón!, en amoroso vínculo con el suyo, haciendo que fuesen enteramente unos los afectos con la más rendida subordinación de los suyos a los vuestros; mas ¡en cuán pocos lo conseguís, sufriendo en la mayor parte de los hombres un ingrato olvido y continuos desvíos de Vos! No permitáis, Señor, tanta insensibilidad en el corazón humano; quitadla del mío, amabilísimo Jesús, haciéndole muy uno con el vuestro: concededme esa gracia, y la que os pido en esta Novena, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
     
DÍA OCTAVO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DE LOS AGRAVIOS, INJURIAS Y ULTRAJES QUE EN VARIOS TIEMPOS HAN HECHO LOS HEREJES A JESÚS SACRAMENTADO.
FRUTO: VIVOS SENTIMIENTOS DE ESOS SACRILEGIOS, CON ARDIENTES ANSIAS DE RECOMPENSARLES CON CUANTOS OBSEQUIOS PUDIÉREMOS.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA OCTAVO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! El amor, que os hizo sufrir por los hombres tantas penas enclavado en la Cruz, os tiene en este augusto Sacramento expuesto a las insolencias, injurias y sacrílegas profanaciones de los herejes, que os han tratado en diferentes tiempos y lugares con tal atrevimiento, rabia y furor, que ni oír se puede sin asombro y sin horror lo que ejecutaron con Vos en ese mismo misterio de vuestro amor: a todo eso os expusisteis por no privaros de nuestra compañía y de quedaros con nosotros: esto os cuesta el habernos amado con tanto exceso; ¿y no sentiremos, ¡oh amabilísimo Salvador mío!, ni trataremos de recompensaros con nuestros servicios, humillaciones y un ardiente amor tantas injurias? Sí, amado Corazón de mi dulce Jesús, las siento, y quisiera recompensarlas, aunque fuese con mi sangre y con mi vida: dadme para eso vuestra gracia, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.
      
DÍA NOVENO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración Inicial.
    
MEDITACIÓN: DE LOS AGRAVIOS QUE EL SEÑOR SACRAMENTADO RECIBE CONTÍNUAMENTE DE LOS MALOS CRISTIANOS.
FRUTO: UN GRANDE DOLOR DE ESA ENORME INGRATITUD, CON FIRME RESOLUCIÓN DE RECOMPENSARLA CON NUESTRAS HUMILLACIONES Y OBSEQUIOS, CONSAGRÁNDONOS DEL TODO A SU AMOR, Y SIRVIÉNDOLE SIEMPRE CON LA MAYOR FIDELIDAD.
     
ORACIÓN PARA EL DÍA  NOVENO
¡Oh Corazón de mi amado Jesús! Cuán digno sois siempre de la mayor veneración, y muy especialmente en el augusto trono de ese adorable Sacramento, en donde realmente está entre glorias vuestra infinita Majestad para recibir obsequios y agradecimientos de los hombres a fin de llenarles al mismo tiempo de vuestros dones, uniéndoos íntimamente con los que tan tiernamente amáis. Justo fuera, amabilísimo Salvador mío, que todos con el más profundo rendimiento os adoraran y sirvieran agradecidos a vuestras finezas, o a lo menos deseosos de sus propios intereses; mas, ¡ay!, que lo que comúnmente halláis en la mayor parte de los hombres son injurias, sacrilegios, descortesías, irreverencias y desacatos hechos muchas veces estando Vos expuesto, y ellos al pie mismo de vuestros Altares, y ¡aún recibiéndoos sacrílegamente, o con tibieza y frialdad dentro de sus pechos! Siento, amable Salvador mío, estas injurias de vuestro amor, y deseo recompensarlas con mis rendimientos, humillaciones, obsequios, y con la más rendida fidelidad: concededme esta gracia, y la que os pido en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria vuestra y bien de mi alma. Amén.
 
Rezar tres Padrenuestros, con sus Ave María y Gloria. La Oración y los Gozos se dirán todos los días.

sábado, 26 de mayo de 2018

POEMA “Vanidad de vanidades”, DE SAN FELIPE NERI

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
  
 
San Felipe Neri (Florencia, 21 de Julio de 1515 – Roma, 26 de Mayo de 1595), rutilante estrella de la Restauración Católica del siglo XVI, era «áspero y penitentísimo consigo mismo … manso con los otros, y en la necesidad, constante» (Alfredo Ildefonso Schuster OSB, Liber Sacramentórum, Vol. VII, Marietti Ed., 1930, pág. 198). Con sabiduría claramente católica, San Felipe Neri, mientras la árida tristeza protestante hacía estragos en las almas y los cuerpos en el Septentrión europeo, supo unir la alegría y la penitencia en la formación de los jóvenes romanos, alimentada por la frecuencia de los Sacramentos y por las prácticas devotas y penitenciales, iluminada por la exposición de la Escritura y de la Historia Eclesiástica, confortada por alegres recreaciones con entretenimientos poéticos que acompañaban las visitas a las iglesias de la Urbe. El mismo San Felipe fue autor de algunas composiciones poéticas, una de las cuales –reproducida abajo– fue dada a conocer al gran público por Ángelo Branduardi, quien la reelaboró en 1983 para el filme de Luigi Magni “State buoni se potete” (Sed buenos si podéis) sobre la figura del Santo.

“Vanidad de vanidades”(SAN FELIPE NERI)
 
Vanidad de vanidades,
Todas las cosas son vanidad.
Todo el Mundo, y cuanto tiene,
Toda cosa es vanidad.
  
Si del mundo sus favores
Te llevaren a donde quieres,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
  
Si reinases por mil años
Sano, feliz, sin afanes,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
  
Si tuvieses en torno tuyo
Mil siervos, noche y día,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
  
Si tuvieses más soldados
Que no tuvo Jerjes armados,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si tuvieses todas las lenguas,
Y fueres tenido por sabio,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si estuvieres con todas las comodidades,
En las Villas y en los Palacios,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Y si en fiestas, juegos y cantos
Pasaras todos los días,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Satisfechas todas tus ansias,
Sano, alegre y sin dolores,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Por tanto, a Dios vuelve el corazón,
Dale a Él todo tu amor,
Esto nunca faltará,
Todo el resto es vanidad.
   
Si gozases a tu gusto
Cada anhelo, cada placer,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si tuvieses todo tesoro
De riquezas, plata y oro.
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si vivieses en este mundo
Siempre alegre, a todas horas jocundo,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si lejos de penas y dolores
Desahogaras todos tus deseos,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
   
Si aquí abajo estuviere tu corazón
Jubiloso a todas horas,
En la muerte, ¿qué serán?
Todas las cosas son vanidad.
  
Por tanto frena tus deseos,
Corre hacia Dios, que en toda hora te recibe,
Esto nunca faltará,
Todo el resto es vanidad.
 
En GIUSEPPE DE LIBERO, Vita di S. Filippo Neri, Apostolo di Roma (Vida de San Felipe Neri, Apóstol de Roma), Ed. Oratorio de Roma, 1960, pág. 191 y s. - Traducción nuestra.

MISA DE SANTA MARIANA DE JESUS PAREDES, VIRGEN

La Misa es del Común de las Vírgenes, pero las oraciones son propias.

Die 26 Maii
Sancta Maríæ Annæ a Jesu de Paredes, Vírginis
Duplex majus
 
Introitus. Ps. 44, 8. Dilexísti justítiam, et odísti iniquitátem: proptérea unxit te Deus, Deus tuus, óleo lætítiae præ consórtibus tuis. (T.P. Allelúja, allelúja.) Ps. ibid., 2. Eructávit cor meum verbum bonum: dico ego ópera mea Regi. ℣. Glória Patri.
  
ORATIO
Deus, qui inter sǽculi étiam illecebras beátam Maríam Annam, ut lílium inter spinas, virgináli castitáte, et jugi pœniténtia florescére voluísti: præsta quǽsumus; ut ejus méritis et intercessióne retrahámur a vítiis, et perfectióra sectémur. Per Dóminum nostrum.
  
Et it Commemoratio Feriæ.
  
Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Corínthios.
2. Cor. 10, 17-18; 11, 1-2.
  
Fratres: Qui gloriátur, in Dómino gloriétur. Non enim, qui seípsum comméndat, ille probátus est; sed quem Deus comméndat. Útinam sustinerétis módicum quid insipiéntiæ meæ, sed et supportáte me: ǽmulor enim vos Dei æmulatióne. Despóndi enim vos uni viro vírginem castam exhibére Christo.
  
Graduale. Ps. 44, 5. Spécie tua et pulchritúdine tua inténde, próspere procéde et regna.
℣. Propter veritátem et mansuetúdinem et justítiam: et dedúcet te mirabíliter déxtera tua.
 
Allelúja, allelúja. ℣. Ps. 44, 15 et 16. Adducántur Regi Vírgines post eam: próximæ ejus afferéntur tibi in lætítia. Allelúja.
   
Post Septuagesimam, omissis Allelúja et Versu sequenti, dicitur:
Tractus. Ps. 44, 11 et 12. Audi, fília, et vide, et inclína aurem tuam: quia concupívit Rex spéciem tuam.
℣. Ibid. 13 et 10. Vultum tuum deprecabúntur omnes dívites plebis: fíliæ regum in honóre tuo.
℣. Ibid., 15-16. Adducéntur Regi Vírgines post eam: próximæ ejus afferéntur tibi.
℣. Afferéntur in lætítia et exsultatióne: adducántur in templum Regis.
 
Tempore autem Paschali omittitur Graduale, et ejus loco dicitur:
Allelúia, allelúja.
℣. Ps. 44, 15 et 16. Adducéntur Regi Vírgines post eam: próximæ ejus afferéntur tibi in lætítia. Allelúja.
℣. Ibid., 5. Spécie tua et pulchritúdine tua inténde, próspere procéde et regna. Allelúja.
 
Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthǽum.
Matth. 25, 1-13.
  
In illo témpore: Dixit Jesus discípulis suis parábolam hanc: Simile erit regnum cœlórum decem virgínibus: quæ, accipiéntes lámpades suas, exiérunt óbviam sponso et sponsæ. Quinque autem ex eis erant fátuæ, et quinque prudéntes: sed quinque fátuæ, accéptis lampádibus, non sumpsérunt óleum secum: prudéntes vero accepérunt óleum in vasis suis cum lampádibus. Horam autem faciénte sponso, dormitavérunt omnes et dormiérunt. Média autem nocte clamor factus est: Ecce, sponsus venit, exíte óbviam ei. Tunc surrexérunt omnes vírgines illæ, et ornavérunt lámpades suas. Fátuæ autem sapiéntibus dixérunt: Date nobis de óleo vestro: quia lámpades nostræ exstinguúntur. Respondérunt prudéntes, dicéntes: Ne forte non suffíciat nobis et vobis, ite pótius ad vendéntes, et émite vobis. Dum autem irent émere, venit sponsus: et quæ parátæ erant, intravérunt cum eo ad núptias, et clausa est jánua. Novíssime vero véniunt et réliquæ vírgines, dicéntes: Dómine, Dómine, aperi nobis. At ille respóndens, ait: Amen, dico vobis, néscio vos. Vigiláte ítaque, quia nescítis diem neque horam.
 
Ofertorium. Ps. 44, 10. Fíliæ regum in honóre tuo, ástitit regína a dextris tuis in vestítu deauráto, circúmdata varietate. (T.P. Allelúja.)
  
SECRETA
Ascéndant ad te, Dómine, quas in beátæ Maríae Annæ solemnitáte offérimus preces, et hóstia hæc salutáris virgíneo fragrans odóre. Per Dóminum.
  
Et fit Commemoratio feriæ.
 
Communio. Matth. 25, 4 et 6. Quinque prudéntes vírgines accepérunt óleum in vasis suis cum lampádibus: média autem nocte clamor factus est: Ecce, sponsus venit: exite óbviam Christo Dómino. (T.P. Allelúja.)
 
POSTCOMMUNIO
Cœlésti alimónia refécti, súpplices te, Dómine, deprecámur: ut beátæ Maríæ Annæ précibus et exémplo ab omni labe mundáti, et córpore tibi placeámus, et mente. Per Dóminum.
  
Et fit Commemoratio feriæ.

lunes, 21 de mayo de 2018

FRAY LUIS DE GRANADA CONTRA EL TALMUD

DE LAS MENTIRAS, FALSEDADES Y DESVARÍOS DEL TALMUD
 
MAESTRO: Por lo que hasta aquí habemos tratado, habréis entendido cuán convencida queda la ceguedad de los incrédulos mediante el testimonio de las santas Escrituras. ¿Pues qué será, si además de las Escrituras halláremos otra probanza tan clara como la de ellas?
   
CATECÚMENO: ¿Cómo puede eso ser? ¿Hay cosa más cierta que la palabra de Dios, y la lumbre de la fe, que estriba en ella?
 
M.: Así es como decís. Mas con todo eso acordaos que como la lumbre de la fe es de Dios, así también lo es la de la razón, que Él imprimió en nuestras ánimas: por la cual se dice haber sido criado el hombre a imagen de Dios. Y aunque esta lumbre natural no iguale con la sobrenatural en certidumbre de lo que testifica; mas todavia tiene claridad en lo que entiende: la cual no cabe en la fe (porque fe es como cimiento del edificio, que no se ve) y esta claridad alegra y aquieta mucho los entendimientos. Pues por esta lumbre natural verá cualquier hombre de razón la ceguedad de los que creen las fábulas y mentiras de su Talmud como si fuesen sagrada Escritura.

Para lo cual habéis de saber, que en tiempo del Papa Benedicto XIII (Pedro de Luna, antipapa) un famoso Médico del mismo Pontífice, doctísimo en toda la doctrina de los Hebreos, se convirtió a nuestra santa fe, y le fue puesto por nombre Jerónimo de Santa Fe. Descando pues su Santidad alumbrar las ánimas, y sacarlas de las tinieblas de sus errores, mandó a este su Médico que escribiese un libro en el cual por testimonio de las santas Escrituras mostrase ser ya el Mesías venido, y ser este Cristo nuestro Salvador. Hizo esto él con toda diligencia. Y no contento con esto, escribió otro tratado también por mandado de su Santidad, en el qual refiere muchas de las falsedades y vanidades y fábulas de los libros del Talmud. Los cuales libros el Reverendísimo Arzobispo de Goa, D. Gaspar Jorge de Leão Pereira, de santa memoria, trasladó poco ha (año 1565) de lengua Latina en Portuguesa para luz y doctrina de las ánimas ciegas que en aquellas partes hay. Y en esta lengua andan estos dos libros impresos. Y de este segundo tratado (que refiere las falsedades del Talmud) determiné yo sacar aquí algunas cosas, para que por ellas se vea claro la ceguedad en que vive la gente que tales cosas cree. Este Talmud, (que quiere decir doctrina), compusieron los maestros de los hebreos cuatrocientos años después de la Pasión de nuestro Redentor. Y dicen ellos que esta es otra Ley que fue dada a Moisés por palabras. Y como fingen otras cosas sin probarlas, así también fingen ésta, que ni por razón ni por autoridad se prueba. Esta escritura es mayor [en tomos] que diez veces nuestra Biblia: además de las glosas, así antiguas como nuevas, que se han hecho sobre ella, que son muchas. Y los instruidores de este Talmud, por mejor afirmar y fundar sus ordenaciones y yerros, mandan en diversos lugares que todas las cosas por ellos ordenadas tengan tanta fuerza como las mandadas por Dios en la ley de Moisés. Y, demás desto ponen pena de muerte a quien negare alguna cosa de las escritas por ellos, no poniendo esta pena a los que contradijeren las palabras de la Ley de Dios.
   
Mas antes que comience a referir las falsedades de este libro, quiero que se acuerde el Cristiano lector que no hay maldad en el mundo que no se pueda creer de un ánima desamparada de Dios; mayormente si es enemiga y blasfema contra Cristo nuestro Salvador, que es la luz, y la puerta, y el camino para la verdad, sin la cual queda el hombre sin camino, y sin luz, y sin verdad, y así caerá en mil maneras de barrancos y despeñaderos. Y añado más: Que como entre las pasiones y apetitos de nuestra carne, el más furioso sea el que sirve a la generación humana, de aquí es que los hombres vacíos desta gracia vienen a caer en torpezas feísimas y abominables. He dicho esto porque este libro del Talmud (como libro compuesto por gente ajena del espíritu de Dios y de su gracia) contiene cosas tan torpes y tan sucias, que yo no me atrevo a referirlas por no ofender las orejas castas con cosas tan feas. Y porque no parezca increíble lo que aquí se dice, alega este autor en cada cosa el libro y el capítulo, y el principio de él; para que se vea que no finge cosa que allí no esté. Y dado caso que aquí lea cosas vanísimas y ridículas, pídole por caridad que detenga la risa y apareje las lágrimas para llorar la ceguedad de gente que tales cosas cree como dichas por Dios.
     
Y comenzando por lo que toca al conocimiento de Dios, están tan errados en esto los Talmudistas que, unas veces le quitan el poder, y otras el saber, y otras la verdad, y otras la santidad y justicia. Y así en un libro suyo que se llama Berachot, en el capítulo primero reparten la noche en tres partes, y en cada una de ellas dicen que Dios brama como un león diciendo: “¡Ay de mí, que destruí mi casa, y quemé mi templo, y cautivé a mis hijos entre las gentes del mundo!”. Y en el mismo capítulo dijo Rabí José: “Entré una vez en una casa desierta en Jerusalén a hacer oración; y cuando salí, encontré a Elías, el cual me saludó diciendo: Paz a ti, maestro. Yo le respondí: Paz a ti, Maestro, Señor. Y él me dijo: Hijo, no solamente dice eso Dios una hora, mas todos los días lo dice. Y también en la hora que Israel entra en las sinagogas, y responden a la oración, repela Dios su cabeza, y dice: Bienaventurado es el Rey que así lo glorifican sus hijos en su casa: mas ¡ay del padre que cautivó sus hijos! y ¡ay de los hijos que fueron cautivos y alejados de la mesa de su padre!”. Hasta aquí son palabras del sobredicho capítulo. Vean pues ahora todos cuán gran blasfemia sea esta: la cual ata las manos a Dios y le quita el poder, y le sujeta al hado. Asimismo, como le quitan el poder le quitan el saber, y le atribuyen cosas vanísimas. Y así en el libro llamado Havodá Sará, preguntando en qué se ocupaba Dios, responden que en las tres primeras horas del día se pone Dios a estudiar la ley; y en las tres siguientes, se asienta a enseñar a niños que murieron de poca edad; y en las otras tres se asienta a juzgar todo el mundo; y en las tres postreras, está jugando, holgando y riendo con el dragón llamado Leviatán. Esto hace de día. Y preguntando qué hace de noche, responden que cabalga sobre un querubín muy ligero, y visita diez y ocho mil mundos. Esto hace después de la creación del mundo; mas antes que lo criase se ocupaba en edificar mundos y deshacerlos. Véase pues cuántas locuras y disparates se contienen en todas estas palabras. Dicen también en el Berachot, en el capítulo primero, que después que se destruyó el Templo, no quedó a Dios en todo el mundo mas que cuatro codos de espacio para estudiar Halajá, que es lección del Talmud: y así dicen que en las tres primeras horas del día se asienta a estudiar en el Talmud. Véase pues cuán grande dislate sea este.
  
Asimismo le quitan la verdad. Porque en Bavá Metziá, en el capítulo que comienza Mecá Haboet, dice Rabí Ismael: “Grande cosa es la paz; pues Dios dijo mentira por poner paz entre Abrahán y Sara”.
 
No faltaba aquí sino poner en Dios pecado: y no dejan de ponerlo, según que dicen en Hullín en el capitulo que comienza Elloé Terrephot, sobre el texto del Génesis donde se dice que crió Dios dos grandes lumbreras. Porque sobre este paso dicen una patraña la más ridiculosa y necia que se pudiera imaginar. Porque dice Rabí Simeón, que en la hora de la creación la luna y el sol eran iguales, y pareció la luna delante de Dios, y díjole: “Señor, ¿es bien que dos Reyes se sirvan de una corona?”. Por esto mandó Dios que fuese disminuida la claridad de la luna. Dijo entonces ella muy sentida de este agravio: “Señor, ¿por haberte yo dicho lo que estaba en razón, me has apocado?”. Entonces Dios por alagarla y contentar le dijo: “No tomes pena por eso: porque el sol no parecerá sino de día; y tú parecerás de noche y de día”. Mas ella no se contentó con esto, mas antes dijo: “Señor, la candela delante del sol, ¿qué aprovecha?”. Díjole entonces Dios: “Yo haré que mi pueblo de Israel haga sus cuentas en tus meses”. Con todo esto no se contentó la luna, hasta que Dios se dio por culpado, y mandó a Moisés que en fin de cada luna hiciesse sacrificio de un bode (cabrón), porque Dios fuese perdonado de este pecado. Y esto prueban por el capitulo 28 del libro de los Números, donde manda Dios que este animal se ofrezca por los pecados. Consideren ahora los que tienen juicio, si es cosa para llorar, ver gente de razón obligada a creer so pena de muerte mentiras tan prodigiosas.
 
Así mismo dicen en Bavá Batraá, en el capítulo que comienza Hamor, que Rabá, hijo de Rabhaná, iba por un camino; y díjole un acemilero: “Muéstrame el monte de Sinaí. Yo fui con él, y oí allí una voz que decia: ¡Oh mezquino, ay de mí, que hice juramento! ¿Y quién me absolverá?”. Y después que tornó a su estudio, contó lo dicho a sus maestros: los cuales le reprehendieron diciendo: “En la hora que oíste esa voz, hubieras de decir: Señor, yo te absuelvo de este juramento”. Y glosa Rabí Salomón diciendo que este juramento de que Dios pedia absolución, era el cautiverio de Israel. ¿Puede ser mayor locura que ésta?
 
Son también los Talmudistas tan desvergonzados, que se atreven a inventar glosas contrarias a la ley de Dios. Por donde en Sanedrín, en el capítulo que comienza Arbamitot, y sobre las palabras del Levítico (cap. 20) que dicen: “No darás de tu simiente cosa que se consagre al ídolo Moloc”, declaran ellos que, por cuanto el texto dice: No darás de tu simiente, se entiende que no peca el hombre sino cuando da un solo hijo a este ídolo; mas si se los da a todos, no peca. Y por cuanto dice el texto: No darás, se entiende que no hay pecado sino cuando el padre da su hijo al sacerdote de Moloc para que haga el sacrificio; mas si el mismo padre lo hace, no peca. Y que si el hombre hace sacrificio de su padre o de su hermano al sobredicho ídolo, no peca.

Ítem, en el mismo libro y en el mismo capitulo dicen: “El que adora ídolos por amor o temor, no peca”. Y declara Rabí Salomón que por amor se entiende cuando algún Señor les ruega que los adore; y por temor, cuando le amenazaran si no los adora. ¿Pues quién no ve contradecir a esto toda la santa Escritura? Porque por amor de las mujeres Madianitas adoraron los hijos de Israel al ídolo de Fogor; y por este pecado mandó Moisés matar veinte y cuatro mil hombres; y Dios le mandó ahorcar todos los Príncipes del pueblo, porque no acudieron a remediar este mal. Y sobre todo esto si no fuera porque el sumo Sacerdote Finees aplacó a Dios, dijo el mismo Dios que hubiera de destruir todo el pueblo por este pecado. Y con estar todo esto escrito en el libro de los Números en el capitulo 25, vienen estos hombres blasfemos con su frente lavada a decir todo lo contrario de lo que Dios sentenció.
 
Asimismo no tienen vergüenza de contradecir a la santa Escritura: la cual alaba la casta fidelidad del santo José (Génesis 39) en no querer consentir con la maldad de su señora; mas ellos dicen en Hullín, en el capitulo que comienza Col-habacar, que José entró en la cámara de su señora con intención de pecar con ella; y que viro el Ángel Gabriel y castróle: y así se halló inhábil para el pecado. Esta glosa, además de ser fabulosa y loca, es manifiestamente contraria a la santa Escritura.
 
No contentos los Talmudistas con estas locuras, también se glorían en si mismos. Y así en el libro de Corá en el capitulo tercero está escrito que un Doctor llamado Rabí Simeón, hijo de Joaz, decia: “Yo soy tan digno y tan justo, que si yo quisiese, por mi bondad serían libres en el día del juicio todos los hombres que nacieron en el mundo desde el día que yo nací, hasta hoy; y si Alasár, mi hijo, fuese conmigo, podríamos librar del juicio todos los que nacieron desde el día que el mundo fue criado, hasta hoy; y si Jonatham, hijo de Husiel, fuese con nosotros, podríamos librar todo el género humano, desde el día de la creación del mundo hasta el fin”. Véase si es posible que el que esto decía, lo creía así; y ¿si dijera más uno de los que están atados en la casa de los orates, que esto? Y estas locuras obligan los Talmudistas a creer a la gente miserable, diciendo que cualquier hombre que escarneciere de alguno de los sabios del Talmud, o dijere mal de ellos es condenado a los infiernos. Y con estas amenazas espantan a la gente ruda y supersticiosa, para que crea mentiras tan monstruosas, y tales, que ni aun tras del fuego las osarían decir los niños cuando cuentan hablillas de viejas.
  
Y no contentos con ser blasfemos contra Dios, también hacen leyes perversas contra toda humanidad de justicia: y así dice Rabí Moisés de Egipto en el libro de Sopú en el capítulo quinto, que el que maldijere a su padre, o a su madre, no es culpado en cosa alguna; salvo si en la maldición nombrare alguno de los nombres propios de Dios. Y no solamente da licencia de maldecir a los padres carnales, contra el mandamiento de la ley de Dios, que dice: “El que maldijere a su padre, o a su madre, muera por ello” (Éxodo 21); mas también la da para maldecir al mismo Dios, conforme a lo que se dice en Sanedrín, en el capítulo que comienza Arba mihot: donde dice que el que maldijere a Dios, no tiene culpa, sino es cuando declara un nombre propio de Dios, que es Semhámephoras. Y si nombrare cuando maldice a Dios, con alguno de los otros sus nombres, que son, Adonai, Elohim, Sabaoth; que quieren decir, Señor, Justo, Dios de los ejércitos, no tiene culpa. Pues, ¿qué cosa más contraria a la justicia, y a la santa Escritura, y a toda razón, que esta? Ítem, dan licencia para matar sin pena alguna. Y así se dice en Sanedrín, en el capítulo que comienza Ellú que si alguno atare los pies y las manos de su compañero, y por esta causa muriere de hambre, el que lo ató, será libre de muerte. Mas si lo ató al sol, o al frío, y muriere, será culpado en la muerte. Y si lo ata y lo echa delante de un león, libre es de la muerte; y si lo echa delante de las moscas, es culpado en la muerte: y si lo echa en un pozo que tuviere escalera, y otro la quita, el que lo echó en el pozo, será libre.
 
Ítem, si diez hombres fueren contra otro hombre con diez palos y lo mataren, todos son libres.
 
Ítem, dice Rabí Moisés de Egipto en el libro de Suprin, en las lecciones de Sanedrín, en el capítulo nono, que si un malhechor fuere acusado delante los jueces, y todos a una voz lo sentenciaren a muerte, el tal sentenciado será libre de ella: porque es necesario que los jueces discuerden entre si, y que parte de ellos lo condenen, y parte lo absuelvan; y estarse ha por las más voces.
  
Ítem, dicen en el libro de Hullín que si Pedro dice un falso testimonio contra Martín, por el cual Martín es sentenciado a muerte; si antes de muerto se prueba la falsedad, morirá el acusador; mas si se prueba después de muerto, el acusador quedará libre. ¿Quién no ve ser estas determinaciones contra todas las leyes divinas y humanas?
  
Pues, ¿qué corazón habrá tan ajeno de toda humanidad, que por una parte no se espante leyendo esto, y por otra no llore viendo tantas ánimas obligadas so pena de muerte a dar crédito a cosas tan injustas, tan fabulosas y tan abominables? ¡Oh justicia de Dios, oh azote de Dios, que tal ceguedad permite por los pecados!
 
Pues volviendo al proposito, ¿qué os parece, hermano? ¿Cómo dábades crédito a cosas tan horribles, y tan contrarias, no solo a la santa Escritura, sino también a toda la lumbre de la razón con que Dios nos crió? Mas no faltará por ventura alguno que corrido de haber creído tales locuras, diga que nada de esto está en el Talmud. Esto no ha lugar poderse decir; porque el Autor que esto escribió, fue muy diligente en alegar el libro y el capitulo, y el principio de él en su misma lengua. Y demás de esto él escribió en Roma, y por mandado de su Santidad, donde hay Sinagogas y Maestros de esta secta, y no era posible ser un hombre tan loco y tan desvergonzado, que escribiese cosas que en presencia del Papa y de los Cardenales pudiesen claramente ser redargüidas. Así que en la verdad de lo dicho ningún lugar queda para dudar.
 
Catec.: Ahora que Dios me abrió los ojos para ver la luz de la verdad, veo más clara la falsedad y el engaño en que he vivido. Porque así como los que han estado mucho tiempo en una cárcel oscura y sucia, no sienten el mal olor de ella, por estar habituados a él; mas los que de nuevo vienen de aires puros y limpios, luego sienten este mal olor; así yo, habituado a creer estas fábulas y mentiras, no veía la falsedad de ellas: mas ahora con la luz de la verdad veo más claramente la falsedad de la mentira; y estoy corrido y avergonzado de mí mismo por haber creído tales cosas. Juntóse con esto haber nacido y criádome en ellas, y mamádolas en la leche, y heredádolas de todo mi avolorio hasta hoy: y esto me tenía cautivo y ciego en este engaño. Con esto se juntó la autoridad y excelencias de las santas Escrituras, que nosotros también recibimos; y a vueltas de estas verdades tan ciertas nos dieron a beber nuestros Doctores la ponzoña de estas mentiras: como lo hizo el perverso Mahoma, que engrandeciendo la dignidad y gloria de Cristo, trajo a su secta grán número de Cristianos: y no nos desayudó poco el menosprecio y manera de desgracia que nos muestran algunos de los Cristianos en muchas cosas; habiéndonos de atraer al conocimiento de la verdad con beneficios y buenos ejemplos. Porque esto nos hace recompensar una desgracia con otra: y juntamente con el aborrecimiento de las personas venimos también a aborrecer la religión que profesan. Por donde si ahora resucitara aquel que deseaba ser anatema de Cristo por salvar a sus hermanos (Romanos 9), con cuánta razón dijera aquello que él escribió: “¿Quién está enfermo, que yo no lo esté? ¿y quién se escandaliza, que yo no me abrase?” (II Corintios 11). No convertía el santo Apóstol los hombres de esta manera, sino haciendo mil manjares de sí, y haciéndose todo a todos los hombres, por hacer salvos a todos: ni despreciando los pecadores, sino llorando sus pecados.
 
FRAY LUIS DE GRANADA OP.  Introducción del Símbolo de la Fe, Parte cuarta, Tratado II, Diálogo 1º, Sección II, Capítulo XXII. En Obras del Venerable Padre Maestro Fray Luis de Granada, tomo XII. Madrid, Imprenta de Antonio de Sancha, 1789, págs. 276-288.

sábado, 19 de mayo de 2018

EL DIABLO, EN SU ODIO A LA HUMANIDAD, INCITA LOS ASESINATOS, LA SODOMÍA Y LA REVOLUCIÓN

«La antigua serpiente se regocija con todos estos castigos con que el hombre se ve castigado en alma y cuerpo. No quiere, él, que tiene perdida la gloria celeste, que el hombre la alcance. Efectivamente, cuando se percató que el hombre hizo caso de su consejo, empezó a planear de hacer guerra a Dios diciendo: “A través del hombre llevaré a cabo todos mis propósitos”.
  
Pues, en su odio, inspiró que todos los hombres se odiaran con el mismo mal sentimiento, para que se mataran los unos a los otros. Y dijo: “Haré que los hombres mueran, los perderé más que a mí mismo que ya estoy perdido, porque yo estoy vivo, pero ellos no lo estarán”. Y mandó su soplo para que la sucesión de los hijos de los hombres se extinguiera, y entonces los hombres se encendieron de pasión por otros hombres, perpetrando actos vergonzosos. Y la serpiente gozando de eso, gritó: “Esta es la suma ofensa para el que ha dado el cuerpo al hombre, que la forma de éste desaparezca, por haber evitado la relación natural con las mujeres”.
  
Es pues el diablo el que los persuade a convertirse en infieles y seductores, para odiarse y matarse convirtiéndose en bandoleros y ladrones, porque el pecado de la homosexualidad lleva a las más vergonzosas violencias y a todos los vicios. Y cuando todos estos pecados se hayan manifestado al mismo tiempo en el pueblo, entonces la constitución de la ley de Dios se quebrantará y la Iglesia será perseguida como una viuda. Y los príncipes, los aristócratas y los ricos serán echados de sus posesiones por la gente de menor rango y serán puestos en fuga de ciudad en ciudad, y su nobleza será aniquilada y los ricos se verán reducidos a la pobreza. Todas estas cosas ocurrirán cuando la antigua serpiente insinúe en el pueblo la voluntad de cambiar vestidos y costumbres. Los hombres le obedecerán, añadiendo allí un detalle, quitando en otra parte otro, deseosos de novedades y de cambios constantes».
 
SANTA HILDEGARDA DE BINGEN OSB, Liber divinórum óperum (traducción de Rafael Renedo Hijarrubia). Visión Primera de la Segunda parte, cap. IX.

ANTICATOLICISMO EN LA CAMPAÑA ELECTORAL DE MÉXICO

  
Panfletos como el arriba indicado se han estado distribuyendo en varios lugares de México, tachando la antigua y carísima devoción a la Virgen de Guadalupe de ser una superstición, y acusando a la Iglesia Católica de estar en connivencia con la «mafia del poder» y de promover la ignorancia entre el pueblo.
  
Estas hojas volantes aparecen a nombre de la coalición «Juntos Haremos Historia», conformada por el Partido Encuentro Social (PES), el Partido del Trabajo (PT) y el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), encabezado por el populista Andrés Manuel López Obrador para las elecciones federales de 2018. Los referidos movimientos, aunque disímiles en el espectro político (PES es de derecha y protestante, y los otros dos de izquierda y extrema izquierda), contestes son en el odio a la Iglesia Católica, contra la cual mueven persecución informal.
  
Ante este enésimo acto, es oportuno reiterarle al mundo que la persecución contra la Iglesia Católica en estos últimos tiempos es el castigo que Dios permite contra la mafia deuterovaticana que se arroga el ser la Inmaculada Esposa de Cristo, cuando en realidad es la Gran Ramera Apocalíptica que fornica con los poderes seculares judeomasónicos y está ebria de la sangre de los mártires.
 
La nota cómica de esa propaganda es que ellos dicen estar a favor de «la verdadera libertad religiosa», mas a renglón seguido propugnan que las iglesias «estén al servicio del Estado». Claro, si desde la rebelión del maldito Martín Ludero -después Lutero- Lindemann, la herejía protestante es servil a los poderes temporales (recordar en última instancia, el imperialismo británico y la secesión holandesa del siglo XVI).
  
Hermanos católicos, ofrezcamos el resto de este mes actos de reparación y desagravio a la Santísima Virgen María, la única que puede detener la ira de Dios Uno y Trino. A los hermanos de México y Colombia en especial, que se encuentran en época electoral, reiteramos que es nuestro deber evitar que las ideologías anticristianas lleguen al poder.
   
JORGE RONDÓN SANTOS
19 de Mayo de 2018
Vigilia de Pentecostés, y fiesta de San Celestino V, Papa y confesor.