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martes, 4 de septiembre de 2018

PENSAMIENTO CATÓLICO O LA OPINIÓN PÚBLICA

Reflexión tomada de CATÓLICOS ALERTA. El artículo es antiguo, pero su esencia y vigencia todavía permanece en nuestros días, en los que el bombardeo opinionístico liberal-modernista en prensa, radio, televisión, redes sociales y plazas públicas es incesante ad náuseam.
 
PENSAMIENTO CATÓLICO O LA OPINIÓN PÚBLICA
  
La historia de la filosofía antigua nos enseña que en la antecámara a la etapa de decadencia del siglo de oro de la cultura griega, aparecieron en escena los filósofos conocidos como sofistas, que colocaban al servicio del mejor postor, muchos de ellos políticos, su pensamiento y su oratoria. Vanagloriándose algunos de ellos de tener la capacidad de convencer y entusiasmar al auditorio, en el mismo día, sobre partidos rivales e ideas opuestas. Era natural que la estructura del pensamiento filosófico de algunos de ellos se volviera sincretista, mezclando la verdad y el error al servicio de un fin determinado; que la moral decayera en pragmatismo, obrando no según los sanos principios morales sino según dictara la conveniencia; y que las conciencias terminaran escépticas, incrédulas a todo razonamiento ante la duda completa de llegar a conocer la verdad. Allí escucharía por primera vez el mundo la frase ilógica y por todas partes repetida el día de hoy: “tu verdad, mi verdad”, aún tratando de principios opuestos. O bien, aquella otra: “nadie es dueño de la verdad”; descartando la capacidad que tenemos de conocerla.
 
Salvando las diferencias, pareciera que estuviéramos describiendo, no el siglo IV A.C. sino nuestro tiempo, en el que no se recurre como los antiguos al areópago para escuchar y aprehender de los filósofos sofistas los principios del comportamiento, sino que se enciende la radio, la televisión o se abre el diario, para saber qué es lo que debemos pensar, decir y hacer. Nuestras convicciones, nuestras bases, nuestros principios, nuestra raigambre, nuestras creencias, se agitan en un vaivén intempestivo, flotan a la deriva esperando ser empujados del puerto seguro a un lugar incierto, para nosotros desconocido pero no para quien domina y manda en los medios de la opinión pública.
  
Analicemos un poco lo que sucede en el país en el que vivimos, en su mayoría compuesto por católicos. ¿Se vive como católico? ¿se sigue pensando como católico, y en consecuencia, se habla como católico? Lo que vemos y oímos nos dice claramente que no. Podemos preguntarnos entonces, ¿qué es lo que sucede?
  
Veamos algunos casos en particular: Tras la muerte de Juan Pablo II, una vez que la prensa agotó al máximo la historia y costumbres de los funerales en el Vaticano, se lanzó con furia al próximo tema candente, el cónclave; no se hicieron esperar las listas, preparadas para este gran momento, ¿quién sería el sucesor? Negro, blanco, italiano, alemán, europeo o latinoamericano, se jugaban listas y todos los gustos tenían su candidato, pero un mensaje en el fondo de todas ellas quedaba en claro: la opinión pública, o lo que es lo mismo, la opinión de la prensa, reclamaba: “debe ser un papa más liberal”. Y tras el principio, declaraba el programa: “tendrá que tocar y renovar sobre estos temas: aborto, homosexualidad, celibato, sacerdocio femenino, relación con otras religiones...”.
  
Es curioso encontrar, después de toda esta propaganda, a nuestros fieles católicos de buenas intenciones, repitiendo lo que aquí había quedado grabado: “sí, tiene que ser un papa liberal”, pensando que este término significaba ser solamente más espléndido en las ayudas y limosnas a los pobres. Pero era con otro significado con que creció el coro de “la opinión pública”.
 
Pero, ¿por qué, preguntará alguno, comenzó comparando esta época a la de los sofistas antiguos? Veamos: Si todo fuera “jugar con el de enfrente” y tener a nuestros guías, maestros y centinelas firmes a nuestro lado, no preocuparía, pero hay que lamentarse de que no es así. Pues además de escuchar al habitual degenerado decir por la radio: “ojo, yo soy católico y respeto mi religión, pero no estoy de acuerdo con que se prohíba...”, todavía hay que escuchar, como en días pasados, a un arzobispo brasileño (Cláudio Aury Affonso Hummes Frank OFM), que nos venga a decir: “no se pueden dar respuestas viejas a preguntas nuevas”. O bien, al típico cura de campo, que gasta lo poco que recuerda de teología para pedir, como hace pocos días sucedió en un pequeño diario de pueblo: “no imponer posturas que ya nos son conocidas de antemano...”; “debatir el modelo de Iglesia que queremos y el modelo de obispos y sacerdotes que éste supone, hay que replantearse la estructura y misión de la Vida Consagrada...”; “para buscar nuevas respuestas a los temas que aún están sin respuestas...”.
  
¿Cómo?, aquéllas “respuestas viejas”, o aquellas “posturas conocidas de antemano”, ¡¿no sirven el día de hoy?! Aquello que fuera la verdad legada, enseñada y estructurada por Jesucristo, ¿hoy ha dejado de ser verdad, de manera que debamos debatir “qué modelo queremos de Iglesia, como sus obispos y sacerdotes, cual es la misión de sus religiosos” y buscar en un NO SÉ DONDE, pues Jesucristo ya no tiene una Verdad ni cierta ni duradera, “para poder dar respuestas nuevas a los temas que aún están sin respuestas”?
   
Parece no coincidir el pensamiento de estos “buenos señores” con la verdad enseñada por Jesucristo y su pensamiento transmitido, a través de todos los tiempos, por Su Iglesia.
 
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
  
La doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada” (SS Pío IX; Conc. Vat. I, De la Fe y de la razón).
  
Así entonces, la opinión pública, que no es la opinión del católico de buena conciencia, también hoy tiene a sus sofistas, entregados al mejor postor. Podríamos repetirles lo que decía el Apóstol Santiago en su carta: “¿No sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? Quien pues, quiere ser amigo de este siglo [quedar bien con la opinión pública] se constituye enemigo de Dios” (Epíst. Sant. IV, 4).
  
Quiera Dios pues que veamos los acontecimientos de la vida a la luz de los principios de nuestra Fe, que no cambian. Y que sepamos distinguir la paja del trigo para saber defendernos del canto de la sirena.
 
Bien dijo la Verdad Eterna, Jesucristo: “Guardaos de los falsos profetas que vienen a vosotros disfrazados con pieles de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces” (Mt. 7,15). “Mi paz os dejo, mi paz os doy... No como el mundo la da” (Jn. 14,27).

P. PEDRO HUGO ESQUIVES SJM. Revista “Integrismo”, Año I, Nº 5 (Mayo de 2005), págs. 59-60.

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