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Tomado de PRENSA REPUBLICANA.
EL FEMINISMO Y SU VÍNCULO CON LA PEDOFILIA
Agustín Laje Arrigoni - 20 de marzo de 2016.
Hay dictaduras que no se institucionalizan; que no necesitan del recurso de la fuerza en altas magnitudes para mantener a la sociedad sumida en sus dictados. El filósofo marxista Antonio Gramsci ya decía que el Estado era hegemonía acorazada con coerción, y cuanto más consolidada la hegemonía, menos necesidad de coerción. De ahí que podamos llamar “micro-dictaduras” a estos regímenes que han logrado altísimos niveles de hegemonía y que, por lo tanto, no permiten a los ciudadanos sacar los pies del plato de lo “políticamente correcto” sin con ello esperar negativas consecuencias, no solo sociales, sino también represivas-estatales (el caso de INADI, brillantemente desenmascarado por Cristian Iturralde, es ejemplo arquetípico de la policía del pensamiento hegemónico).
Valgan estos comentarios iniciales para situar el presente artículo en un contexto de dominación hegemónica de un progresismo hipócrita, dispuesto a tolerar sólo lo que comulga ideológicamente con sus postulados, y encarnizado con demonizar, deformar y censurar aquello que puede resquebrajar su dominación política. En efecto, es ese progresismo el que ha entronizado a la ideología feminista como algo automáticamente deseable y aprobable por el grueso de una sociedad que desconoce, en la mayoría absoluta de los casos, qué cuernos es el feminismo y su propuesta político-ideológica. Sucede que en contextos de alta dominación hegemónica la gente gusta de hablar sobre lo que no conoce y, peor todavía, defenderlo como si lo conociera.
Es
así que nuestro título ha de chocar a simple vista: ¿Qué vínculo puede
guardar el benevolente y deseable feminismo, con una causa que (de por
momento, y sólo de por momento) nos resulta repugnante como la
pedofilia? El objeto de este breve artículo no es sólo desnudar este
vínculo, sino también desnudar la ignorancia que la gente tiene sobre el
actual feminismo.
La historia del feminismo se ha
interpretado en forma de “olas”. Se suele convenir que hay al menos tres
olas del feminismo, cuyo hilo conductor estaría dado por la defensa de
los derechos de la mujer, y sus diferencias estarían dadas por el tipo
de derechos que se reivindican. Así, como primera ola bajo nuestra
conceptualización, encontraríamos a los movimientos de mujeres y sus
ideólogas que, tras el Renacimiento y con especial fuerza después de las
revoluciones burguesas, peticionaron por derechos civiles y políticos,
con John Stuart Mill a la cabeza. Podríamos entender, asimismo, que la
segunda ola estuvo ligada al pensamiento marxista, especialmente a los
estudios de Engels y quienes, como Kollontai, buscaron desarrollar esta
mirada, en la cual los mal llamados derechos económicos estructuraban el
plexo de demandas feministas. Pero a donde nos proponemos llegar para
hallar el vínculo con las demandas pedófilas es a la tercera ola, cuyo
nacimiento se encuentra ligado a los sucesos del Mayo Francés y cuya
propuesta ideológica está basada en la “deconstrucción” de nuestra
cultura.
En efecto, con ella surge la ideología de género, especialmente de la mano de Simone de Beauvoir y su “no se nace mujer: llega una a serlo”. El género y el sexo pasan a moverse en esferas distintas: el uno en la cultural, el otro en la biológica. Pero no se necesitará mucho tiempo para que el sexo sea también arrastrado a la esfera cultural, y que Judith Butler declare, bajo aplausos de la progresía academicista, que el sexo en verdad siempre fue género.
En este marco deconstructivo las
demandas feministas ya no responden a la mujer, pues la categoría de
mujer se deconstruye. ¿A quién responde entonces el feminismo? Pues a
todas aquellas demandas que desde el terreno de la sexualidad vayan a
contrapelo de la institución familiar que, presuntamente, sería un pilar
fundamental del orden capitalista. De nuevo, el marxismo, como en la
teorización de Engels, pero esta vez cultural, como en el “feminismo
socialista” de Marcuse.
La teoría para las feministas es
imprescindible para la praxis. Son las teóricas, después de todo, las
que han ido orientando el devenir del feminismo, y son sus obras
precisamente las que permiten distinguir los puntos de inflexión de las
olas feministas. De tal suerte que recurrir a las más importantes
ideólogas feministas es la tarea central que ha de llevarse a cabo para
desentrañar la ideología en cuestión.
La delincuencia lesbo-marxista intentando quemar la Catedral de Mar del Plata con los feligreses adentro.
Veamos,
pues, el pensamiento de la célebre Shulamith Firestone. Esta nos
explica que el proceso de destrucción de la familia no se puede dar de
un momento a otro, sino que conlleva cambios paulatinos, que involucran
la pedofilia. Firestone los describe de esta forma: “Después de muchas
generaciones de vida no-familiar, nuestras estructuras psicosexuales
podrán alterarse tan radicalmente que la pareja monógama se volvería
obsoleta. Sólo podemos adivinar lo que podría reemplazarla: ¿quizás
matrimonios por grupos, grupos maritales transexuales los cuales también
involucran niños mayores? No lo sabemos”.[1]
El proyecto de Firestone es lograr una sociedad socialista donde la familia sea reemplazada por household, una especie de hogar formado por personas que no guardan vínculo sanguíneo. Aquí, después de “unas pocas generaciones”, se logrará que “las relaciones entre personas de edades muy dispares se conviertan en algo común”.[2] Así las cosas, “si el niño puede elegir relacionarse sexualmente con los adultos, incluso si él debe escoger su propia madre genética, no habría razones a priori para que ella rechace los avances sexuales, debido a que el tabú del incesto habría perdido su función. (…) Las relaciones con niños incluirían tanto sexo genital como el niño sea capaz de recibir -probablemente considerablemente más de lo que ahora creemos-, porque el sexo genital ya no sería el foco central de la relación, pues la falta de orgasmo no presentaría un problema grave. El tabú de las relaciones adulto/niño y homosexuales desaparecerían”[3]. Pero las relaciones pedófilas tendrían dos límites, nos dice la buena Firestone pretendiendo moderarse: el límite del consentimiento del niño por un lado, y el límite corporal por el otro. De modo que si un hombre adulto desea tener relaciones sexuales con una niña o niño de cuatro años por ejemplo, sólo debe lograr su adhesión y comprobar que las dimensiones de su vagina o ano sean penetrables. La engañifa que usa Firestone para legitimar la pedofilia es muy evidente: pone par a par la capacidad de elección de un niño respecto de la de un adulto, como si ambos dispusieran de mismas cuotas de poder. Es interesante constatar que existen reconocidos militantes y teóricos del feminismo que han sido involucrados e incluso condenados por relacionarse sexualmente con menores, como es el caso de Jorge Corsi.
Como
queda claro, Firestone otorga gran significancia a la legitimación de
la pedofilia como parte de la revolución socialista a la que ella busca
servir. Pero no es la suya una opinión aislada dentro del feminismo de
los ’70: también la reconocida teórica Kate Millet ha escrito que los
niños deberían “expresarse a sí mismos sexualmente, probablemente entre
ellos en un principio, pero también con adultos”.[4]
Y a la cuestión de la pedofilia, las teóricas feministas suman también
la reivindicación del incesto. Firestone, por ejemplo, recomienda que, a
los fines de que los niños no crezcan “reprimidos sexualmente”, sean
los padres quienes los inicien en su vida sexual. De hecho, recomienda
que la primera felación del niño sea practicada por su propia madre. ¿Y
es que hay manera más determinante de reventar todo vínculo familiar que
promoviendo relaciones sexuales entre adultos y niños, y entre padres e
hijos? Ella sabe, a partir de Freud, la importancia que tiene para la
cultura la represión del erotismo que presuntamente sentiría el niño
respecto de su madre; y probablemente sepa también, a partir de Claude
Lévi-Strauss, el papel que en la cultura de toda sociedad humana juega
la prohibición del incesto. En efecto, no hay forma más efectiva de
destruir la cultura y la familia que haciendo de la pedofilia y el
incesto conductas aprobables; de los ´70 a esta parte, el feminismo
radical traerá, a veces más explícitamente, otras más implícitamente,
estas horripilantes reivindicaciones dentro de su programa.
La deconstrucción del sexo que trajo el feminismo con su tercera ola es compatible con una deconstrucción de la categoría “edad”. ¿Si el sexo es un dato cultural y no natural, por qué habríamos de suponer que la edad es un dato natural y no cultural? Estas suposiciones no son exclusivas de la década del ’70, sino que nos acompañan hasta hoy, de la mano de muchas ideólogas del feminismo queer, como el caso de la mencionada Butler, quien aplaude y promueve una “multiplicidad de deseos” que incluyen la pedofilia y el incesto[5], y como el caso de Sandra Torres, quien en su libro Pornoterrorismo anota: “Nunca me he acostado con un menor (salvo cuando yo también lo era) y no sé desde mi experiencia cómo se debe sentir, quizás no suceda nada malo si la mente del adulto está lo suficientemente sana o si la del menor es lo suficientemente despierta como para canalizar las sensaciones”.[6]
Quien al menos una pisca conozca sobre la intelectualidad feminista podrá advertir que las autoras y los textos mencionados no son marginales sino, más bien, todo lo contrario: se trata de nombres de la mayor relevancia para el pensamiento feminista contemporáneo. Y podrá saber, también, que estas mismas autoras suelen ubicarse mucho más allá de las sanas reivindicaciones que alguna vez tuvo el feminismo, cuando en lugar de reclamar derechos a la pedofilia, peticionaba derechos civiles y políticos.
El correlato en la práctica está a la vista: relevantes organizaciones feministas apoyan políticamente la legalización de la pedofilia, como es el caso de la Asociación Feminista Holandesa, la cual ha firmado peticiones públicas en este sentido. Gran cantidad de organizaciones feministas tienen estrechos vínculos con la NAMBLA (North American Man/Boy Love Association) y con el IPCE (International Pedophile and Child Emancipation). A nivel de referentes en el activismo feminista, sobresalen los casos de Pat Califia, Camille Paglia, Katharina Rutschky, Luisa Velázquez Herrera y Gisela Bleibtreu-Ehrenberg, todas ellas importantes cuadros feministas que articulan sus demandas con la pedofilia.
Los depravados de la internacional pedófila NAMBLA: no sólo promueven el homosexualismo sino la corrupción de menores.
Es
que el actual feminismo en nada sirve a la mujer: al contrario, la
niega y procura su destrucción (tal como se hace expreso en Monique
Wittig). Bajo su máscara benevolente y bienintencionada, guarda tras de
sí una estrategia imposible de visualizar para los perezosos e idiotas
útiles que adhirieron al feminismo sin saber de qué se trataba: librar
una batalla cultural que destruya la “superestructura” que mantiene en
pie el capitalismo.
En una palabra, neomarxismo.
En una palabra, neomarxismo.
Citas bibliográficas
[1] Firestone, Shulamith. The dialectic of sex. The case feminist revolution. New York, Bantam Book, 1971, p. 229.
[2] Firestone, Shulamith. Ob. Cit., p. 233.
[3] Firestone, Shulamith. Ob. Cit., p. 240.
[4] Citado en Serrano, Francisco. La dictadura de género. Una amenaza contra la Justicia y la Igualdad. España, Almuzara, 2012, p. 55.
[5] Butler, Judith. El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Barcelona, Paidós, 2007, p. 265.
[6] Torres, Diana. Pornoterrorismo. Tafalla, Editorial Txalaparta, 2011, pp. 100-102.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)