Fray
Mateo de Bascio nació en 1495 en Bascio en la Diócesis de Montefeltro
en el Ducado de Urbino, en el seno de una familia de campesinos, siendo
sus padres Pablo Serafini y Francisca Clavari. Cuando tenía 17 años de
edad entró en la orden de los Observantes de Montefiorentino. En 1525
era sacerdote y misionero siendo también miembro de la Provincia
Reformada de Ancona.
Se
cuenta que habiendo asistido a un funeral, cuando regresó al convento,
encontró un mendigo a un costado del camino que estaba escasamente
vestido. Compasivo, fray Mateo le dio parte de su hábito. Poco después,
mientras oraba, oyó una voz que le dijo tres veces: «Observa la Regla al
pie de la letra». Desde entonces, resolvió vivir como ermitaño y
descalzo. Si bien León X le concedió permiso para iniciar una reforma,
no pudo hacerlo (quizá por la muerte del Sumo Pontífice).
Motivado
por la necesidad que sentía por reformarse, la cual era común en toda
la familia franciscana, resolvió en 1525 en el año del Jubileo,
principiar con una vida más austera escogiendo para el efecto un estilo
más parecido al de San Francisco. El Papa Clemente VII le aprobó vivæ vocis oráculo su requerimiento y por medio del mismo le permitió
predicar en cualquier lugar y tener seguidores. Algunos de los miembros
de la observancia pidieron el permiso para unirse a Mateo, y el 3 de
Julio de 1528 el Papa decretó a instancias de su sobrina, la duquesa
Catalina Cybo de Camerino, la Bula “Religiónis zelus”, por medio de la
cual la nueva reforma era aprobada y colocada en la jurisdicción nominal
de los Conventuales. El nombre “Capuchino” fue dado por la gente a los
nuevos monjes franciscanos y luego adoptado oficialmente, en los
decretos pontificales los seguidores de Bassi utilizaron varios estilos
en la expresión “Capucini”, “Capuciati”, “Capulati” y “Hermanos de la
Observancia Capucinórum”.
En
abril de 1529 la orden tuvo su primera seccional en la iglesia de Santa
María de la Acuarela en Albacina donde Mateo de Bascio fue electo por
aclamación vicario general. Se elaboró un código a manera de
constitución que servía de base a la reforma, con seis puntos
fundamentales:
1.º Recitación llana del oficio divino; supresión de toda función pública para dar más tiempo a la oración mental; una sola misa en cada convento, excepto en las fiestas; prohibición de celebrar misas cantadas y de recibir estipendios; prohibición de acompañar y celebrar funerales y tomar parte en otras procesiones que la del Corpus y las Rogativas.
2.º Disciplina diaria después de los maitines de media noche; dos horas obligatorias de oración mental para los menos fervorosos; pero todos han de emplear en la oración todo el tiempo que les quede libre de las ocupaciones; silencio riguroso en tiempos señalados.
3.º En la mesa no se servirá más que un plato; se prohíbe pedir de limosna carne, queso y huevos, pero se pueden recibir estas cosas cuando son ofrecidas espontáneamente; cada religioso ha de tener libertad para privarse en la mesa de carne, vino y alimentos de valor; no se harán provisiones más que para dos o tres días, y ha de pedirse diariamente la limosna.
4.º Se permite segunda túnica cuando fuese necesaria por razón del frío; el manto solamente a los enfermos y ancianos; el hábito será estrecho y ajustado; las sandalias se permiten como excepción al que no puede ir descalzo.
5.º No se admiten síndicos ni procuradores. Las casas se edificarán fuera de las ciudades y quedarán siempre en propiedad de los bienhechores; mientras sea posible se construirán de mimbres y barro; las celdas han de ser tan pequeñas y estrechas, que más bien parezcan sepulcros. Habrá una o dos ermitas apartadas del convento para retirarse los frailes con toda libertad a hacer oración y llevar vida más rígida. En cada casa no habrá más de siete u ocho religiosos; en los conventos más importantes, diez o doce como máximo. Las iglesias han de ser pequeñas y pobres; se desterrarán de ellas los ornamentos de seda y terciopelo y los cálices de oro y plata.
6.º Los superiores han de enviar fuera a los predicadores con frecuencia, pero éstos no aceptarán retribución alguna por sus ministerios; la predicación será sencilla y llana. Cada predicador no tendrá más de uno o dos libros; sólo se permite estudiar la sagrada Escritura y los autores devotos; nadie se atreva a erigir casas de estudio. Los religiosos se abstendrán absolutamente de oír confesiones de seglares, fuera de algún caso de necesidad extrema.
Sin
embargo, el humilde fundador no mantuvo su cargo por mucho tiempo.
Después de visitar unos poblados deseo volver a tener su carrera
apostólica y quizá también influido por el hecho de sentirse sin mayor
poder contra las dificultades que se generaban por parte de problemas
con los discípulos, renunció a su puesto y fue sucedido por Ludovico
Tenaglia de Fossombrone, ya que aquella reforma no era la que él había
querido y dentro de la nueva rama franciscana, algunos de sus cohermanos
querían que abandonara su puesto.
El
llamado a la observancia de la Regla antigua no solo halló eco entre
los frailes, pues la dama española Lorenza Longo fundó en Nápoles el
convento de Santa María de Jerusalén, cuyas monjas (después de haber
sido dirigidas un tiempo por San Cayetano de Thiene) fueron aprobadas
por el Papa Pablo III como las Clarisas Capuchinas, siguiendo la
Constitución de Santa Coleta.
Desde
entonces no tomó parte en el gobierno de la Orden y se retiró de ella
ya que la deriva que estaba tomando (algunos de sus miembros más
relevantes, como Bernardino Tommassini Ochino, que había sido superior
general en 1538, caerían en la herejía protestante, por lo que el pueblo
los rechazó y a no ser por el cardenal Antonio Sanseverino Carafa,
Pablo III habría suprimido la orden) no era la correcta. Incluso, el
procurador Bernardino Palladio de Asti pretendía limitarle la libertad
para predicar, visto que una vez gritó a los cardenales y prelados que
salían de la Basílica de San Pedro: «¡Al infierno los soberbios y los
ambiciosos; al infierno los viciosos!». Aproximadamente en el año 1537
decidió retornar a la obediencia de los Observantes aún con el temor de
incurrir en alguna censura eclesiástica (los franciscanos temían que la
reforma capuchina reavivase la pugna entre los Conventuales y los
Espirituales de los siglos XIII y XIV, además que ya habían otras
reformas: entre los conventuales nacieron los Villacrecianos, Coletinos,
Amadeitas y Descalzos; y en los observantes nacieron los Clarenses y
los Capriolanos), porque en diferentes oportunidades y diferentes épocas
estos habrían obtenido bulas y decretos contra la nueva reforma (por
ejemplo, el breve “Cum nuper”, del 8 de Marzo de 1526, a instancias del
Procurador provincial Juan de Fano y el Ministro general de la
Observancia, Francisco de los Ángeles Quiñones -el del Breviario de la
Santa Cruz-, declaró apóstatas de la orden a Mateo y a los hermanos
Ludovico y Rafael de Fossombrone, y facultaba reconducirlos incluso por
la fuerza secular). Bascio predicó en todo el país de Italia y parte de
Alemania, donde acompañó a las tropas papales comandadas por Octavio
Farnesio que combatían junto a Carlos V contra la Liga de Esmalcalda, y
en la batalla de Mühlberg (24 de Abril de 1547) condujo a los soldados
católicos a la victoria y tomó prisionero al príncipe protestante Juan
Federico I de Sajonia.
Finalmente
se estableció en Venecia, donde continuó con su celo y combate contra
los vicios en todos estamentos sociales. Un día, a las 9 de la mañana,
hora en que los nobles concurrían al Palacio Ducal, entró al tribunal
con una pluma y una linterna, como buscando algo. Preguntóle uno:
«¿Padre, qué busca con esa luz?». Contestó: «¡Busco la justicia que se
ha perdido en estos tribunales!», por lo que fue desterrado a la isla de
Chioggia. A los dos años, ante el Consejo de los Cuarenta sobre lo
Criminal, exclamó: «¡Al infierno todos los poderosos que por fuerza
oprimen a los pobres! ¡Al infierno todos los que no administran
justamente la justicia! ¡Al infierno todos los jueces que condenan a
muerte a los inocentes!». Los magistrados lo expulsaron del tribunal, y
si no fuera porque sus amigos y devotos Sebastián Veniero y Francisco
Duodo (héroes venecianos en Lepanto) se interpusieron, hubiese salido
mal librado.
Murió
en un ángulo del campanario de la iglesia de San Moisés durante la
noche del 3 de Agosto de 1552, y fue enterrado en la fosa común de la
iglesia. El 3 de Octubre de ese año, los Observantes de esa ciudad lo
trasladaron a la iglesia de San Francisco de la Viña, en presencia de
una vasta concurrencia que había llegado al lugar atraída por su
reputación como un santo. El siguiente texto de Arthur du Monstier se
puede leer el Martirologio Franciscano y dice:
«Venétiis, Beáti Matthǽi Bascii, Confessóris: Congregatiónis Capucinórum Institutóris: qui assíduis jejúniis, vigíliis et oratiónibus vacans; necnon altíssima paupertáte, et ingénti salútis animárum zelo, relúcens: sanctitáte ac miraculórum glória illústris, decéssit e vita [Murió en Venecia el Beato Mateo Bascio, confesor, fundador de la congregación de los capuchinos, cuyos continuos ayunos, vigilias y oraciones, su gran pobreza y ardiente celo por las almas, le confirieron una santidad extraordinaria y el don de los milagros hace que su memoria sea gloriosa]».
Seis
días después de la traslación, los frailes empezaron un proceso sobre
los presuntos milagros sucedidos entorno a su sepulcro, pero la
oposición del Nuncio pontificio Ludovico Beccadelli y de los ambientes
inquisitoriales romanos, secretamente tenidos al corriente del
informador laico Girolamo Muzio, perjudicó el éxito de la operación de
la canonización, y la reforma capuchina se queda sin un santo.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)