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sábado, 1 de enero de 2022

MES DE ENERO DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS (DÍA PRIMERO)

Ejercicio dispuesto a partir de los Pensamientos o Reflexiones Cristianas para todos los días del año, por el Padre Francisco Nepveu SJ, tomo I, Barcelona, imprenta de doña Teresa Pou vda. de Piferrer, año 1755. Las oraciones provienen del Manual Dominico publicado en Dublín por Browne & Nolan Publishers en 1913.
   
MES DEDICADO AL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS
   
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
   
«Dios le ensalzó sobre todas las cosas, y le dio nombre superior a todo nombre, a fin de que al nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en el infierno». (Filipenses II, 10-11).
   
¡Oh Dulce Jesús!, concededme una viva devoción a vuestro Sagrado Nombre; enseñadme Vos a entender su significado y a realizar su eficacia; a gustar de su dulzura y a confiar en su poder; enseñadme a invocarlo dignamente en todas mis dificultades y aflicciones. Que este sea el último sonido de mis labios moribundos mientras voy a encontrarme con Vos en el Juicio. ¡Oh amadísimo Señor, sed para mí entonces un misericordioso Salvador y no un Juez furioso!
   
DÍA PRIMERO
MEDITACIÓN: DEL MISTERIO DE LA CIRCUNCISIÓN DEL SEÑOR
PRIMER PUNTO.
 El Padre Eterno dando a su Hijo el nombre de Jesús, le obliga a la Circuncisión, y la Circuncisión obliga a Jesús a humillarse, sujetarse y padecer. No venía bien que el Verbo humanado se llamase Jesús y fuese nuestro Salvador sin humillarse (In similitúdinem carnis peccáti. Rom. VIII. Formam servi accípiens. Phil. II. Imposuérunt super caput ejus cáusam scriptam: Hic est Jesus, &c. Matth. XXVII). No fuera nuestro Salvador si no nos librara de nuestros pecados, ni nos libró de ellos sino cargandose a Sí mismo con ellos, y tomando la figura de pecador, imprimiendo en su Cuerpo el caracter del pecado, con la Circuncisión. No fuera nuestro Salvador sin librarnos de la esclavitud del demonio; y no nos libertó de ella sino tomando la figura de esclavo, y sujetándose a todas las servidumbres de la ley antigua. Como al Nombre de Jesús correspondía el padecer, no logró este nombre ni el de Salvador de los hombres sino ofreciéndose, y entregándose por ellos; y esta es la razón, porque apenas acaba de nacer, cuando empieza a derramar su Sangre por nosotros, siendo el nombre de Jesús el título y motivo de su Pasión y de su muerte.
   
SEGUNDO PUNTO. El Nombre de Jesús es al mismo tiempo la recompensa de su humildad, de su obediencia, y de lo que padeció; porque este nombre representa, significa e incluye todas las grandezas y perfecciones de este Infante que hoy se circuncida, porque si es Jesús, es Salvador; si es Salvador, es Dios; y siendo Dios, es infinitamente Bueno, Misericordioso, Sabio, Santo, Omnipotente, y todo esto es menester ser para ser Salvador. Este nombre significa también todas sus virtudes, porque por ser nuestro Salvador, debe ser nuestro modelo; y para ser nuestro modelo, es menester que sea humilde, pacífico, dulce, obediente, y caritativo. Este nombre comprende también todos sus títulos; porque por ser nuestro Salvador, debe tener con nosotros todas las relaciones de grandeza y de bondad: de que se infiere que es nuestro Rey, nuestro Señor, nuestro Maestro, nuestra Guía, nuestro Pastor, nuestro Padre, nuestro Hermano, nuestro Abogado y nuestro Médico. Por ser Jesús, y por ser nuestro Salvador, es el origen para nosotros de todos los bienes que nos facilita, apartándonos de todos los males: «Jesus meus, et ómnia». Jesús mío, y todas las cosas. ¡Qué grandeza, y qué gloria para Jesús! Pero ¡qué gran dicha y qué gran consuelo para nosotros!
   
TERCER PUNTO. Si Jesús mereció solo el nombre de Jesús con la Circuncisión del cuerpo, humillándose, sujetándose y padeciendo, nosotros no podremos participar de la virtud de este nombre ni aspirar a la dicha de salvarnos, siendo pecadores, sin la circuncisión del corazón, que quiere decir humillando nuestro entendimiento, sujetando nuestras pasiones y mortificando nuestra voluntad. Un pecador con el pecado se hizo más abatido que todas las criaturas, el centro del pecado es la nada, o el Infierno; ahí es donde debe estar el pecador. ¿Podrá abatirse mucho? ¿Podrá humillarse con exceso? En cualquiera parte que se considere, no siendo en el Infierno, está más elevado de lo que merece. Un pecador para salvarse, ha menester sujetar sus pasiones у violentar su genio, y este es el mejor modo de reparar la falsa y despreciada libertad con que se rebeló a la Ley de su Señor; un pecador para salvarse debe hacer penitencia, y esta no se puede hacer sin afligir su corazón, contristándole con un vivo y verdadero dolor. Todos deberíamos derramar nuestra sangre para lavar nuestros pecados. Lavémoslos a lo menos con nuestras lágrimas. ¡Qué difícil es salvarse! ¿Pero qué dicha el conseguir la Gloria? Felicidad, que recompensa con exceso casi infinito los trabajos que por ella se padecen.
  
FRUTO. Pídele a Jesucristo por el nombre de Salvador, que le pusieron en este Misterio, que te conceda experimentes la virtud de este nombre, dándote los auxilios y gracias necesarias para salvarte, y toma al mismo tiempo la resolución de poner las mismas disposiciones que ha puesto Jesucristo para merecer este glorioso nombre.
 
«Ego áutem in Dómino gaudébo, et exsultábo in Deo Jesu meo» [Por mí yo me alegraré, pensando que mi Dios es mi Salvador] (Habacuc III, 1).

«Jesus, esto mihi Jesus, et salva me» [Jesús, sed para mí Jesús, y salvadme] (San Agustín).
  
ORACIÓN A JESÚS PARA TODOS LOS DÍAS
Oh compasivísimo Jesús, lleno de piedad y misericordia, que no despreciáis los suspiros del malvado; ¡ay!, toda mi vida ha perecido y pasado sin fruto, ni he hecho nada bueno ante vuestra presencia. A Vos, pues, me dirijo, implorando vuestra clemencia. Hablad por mí, satifaced por mí. Lavad toda la inmundicia de mis pecaminosos ojos con las puras lágrimas de vuestros gloriosísimos ojos. Por la dulce compasión de vuestros benditos ojos, removed la iniquidad de mis pecaminosos oídos. Por la pura intención de vuestros santísimos pensamientos, y por el ferviente amor de vuestro traspasado Corazón, lavad toda la culpa de mis malos pensamientos y de mi malvado corazón. Por el conmovedor poder de las palabras de vuestra benditísima boca, borrad todas las ofensas de mi boca corrompida. Por la perfección de vuestras acciones y la crucifixión de vuestras manos, lavad todas las ofensas de mis manos impías. Por el doloroso cansancio de vuestros benditos pies, y por la cruel perforación con los clavos, lavad todas las inmundicias de mis pies pecaminosos. Por la majestuosa inocencia de vuestra vida, y por vuestra incontaminada santidad, lavad todas la asquerosidad de mi vida corrupta. Finalmente, lavad, borrad y extinguid todos los pecados de mi corazón y de mi alma en las abundantes corrientes de vuestra preciosísima Sangre, para que así, por vuestros santísimos méritos, pueda ser debidamente limpio, y en adelante guarde sin mancha todos vuestros mandamientos. Amén.
  
Di en reparación por las blasfemias proferidas contra los Santos Nombres de JESÚS y MARÍA:
¡Bendito sea Dios!
¡Bendito sea su Santísimo Nombre!
¡Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre!
¡Bendito sea el Nombre de Jesús!
¡Bendito sea su sacratísimo Corazón!
¡Bendita sea su preciosísima Sangre!
¡Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar!
¡Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito!
¡Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima!
¡Bendita sea su santa e inmaculada Concepción!
¡Bendita sea su gloriosa Asunción!
¡Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre!
¡Bendito sea su Inmaculado Corazón!
¡Bendito sea San José, su castísimo Esposo!
¡Bendito sea Dios en sus Ángeles y Santos! Amén.
   
JACULATORIAS:
  • ¡JESÚS mío, misericordia! (100 días de Indulgencia cada vez).
  • JESÚS, DIOS mío, Te amo sobre todas las cosas (50 días de Indulgencia).
  • JESÚS, Hijo de David, ten misericordia de mí (100 días de Indulgencia, una vez al día).
Padre nuestro, Ave María y Gloria.
    
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)