Lamento sobre el castigo a la Gran Babilonia (Miniatura de Herrada de Landsberg OSB. Hortus Deliciárum, c. 1175-1196, folio 258 verso).
«Y
despues de esto vi descender del cielo a otro ángel, que tenia potestad
grande; y la tierra quedó iluminada con su claridad. Y exclamó con
mucha fuerza, diciendo: “Cayó, cayó Babilonia la grande; y está hecha
morada de demonios, y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de
todas las aves asquerosas y abominables: por cuanto todas las naciones
bebieron del vino irritante o venenoso de su disolucion; y los
reyes de la tierra estuvieron amancebados con ella; y los mercaderes de
la tierra se hicieron ricos con el precio de sus regalos o exceso del lujo. Y oí otra voz del Cielo, que decía: “Los que sois del
pueblo mío, escapad de ella, para no ser participantes de sus delitos,
ni quedar heridos de sus plagas. Porque sus pecados han llegado hasta el
cielo pidiendo venganza [1], y Dios se ha acordado de sus
maldades. Dadle a ella el retorno que os ha dado ella misma; y aun
redobládselo según sus obras: en la taza misma con que os dio a beber,
echadle al doble. Cuanto se ha engreído y regalado, dadle otro tanto de
tormento y de llanto, ya que dice en su corazón: ‘Estoy como reina
sentada en solio; y no soy viuda, y no veré duelo’. Por eso en un
día sobrevendrán sus plagas, mortandad, llanto y hambre, y será
abrasada del fuego; porque poderoso es el Dios que ha de juzgarla”.
Entonces llorarán y harán duelo sobre ella los reyes de la tierra, que
vivieron con ella amancebados y en deleites, al ver el humo de su
incendio; puestos a lo lejos por miedo de sus tormentos, dirán: “¡Ay, ay
de aquella gran ciudad de Babilonia, de aquella ciudad poderosa! ¡Ay,
en un instante ha llegado tu juicio! Y los negociantes de la tierra
prorumpirán en llantos y lamentos sobre la misma, porque nadie comprará
ya sus mercaderías; mercaderías de oro y de plata, y de pedrería y de
perlas, y de lino delicado, y de púrpura y de seda. y de escarlata o grana,
(y de toda madera olorosa, y de toda suerte de muebles de marfil y de
piedras preciosas, y de bronce, y de hierro, y de mármol, y de cinamomo o canela) y de perfumes, y de ungüentos olorosos,
y de incienso, y de vino, y de aceite, y de flor de harina, y de trigo,
y de bestias de carga, y de ovejas, y de caballos, y de carrozas, y de
esclavos, y de vidas de hombres o de gladiadores. ¡Oh Babilonia!,
las frutas sabrosas al apetito de tu alma te han faltado [2], todo lo
sustancioso y espléndido pereció para ti, ni lo hallarás ya más”. Así
los traficantes de estas cosas, que se hicieron ricos, se pondrán lejos
de ella por miedo de sus tormentos, y gimiendo y llorando, dirán: “¡Ay,
ay de la ciudad grande, que andaba vestida de lino delicadísimo, y de
púrpura, y de grana, y cubierta de oro, y de piedras preciosas, y de
perlas; cómo en un instante se redujeron a nada tantas riquezas!”. Y
todo piloto, y todo navegante del mar, y los marineros, y cuantos
trafican en el mar, se pararon a lo lejos, y dieron gritos viendo el
lugar o el humo de su incendio, diciendo: “¿Qué ciudad hubo semejante a esta en grandeza?”. Y arrojaron polvo sobre sus cabezas y prorumpieron en alaridos llorando y lamentando decían: “¡Ay,
ay de aquella gran ciudad, en la cual se enriquecieron con su comercio
todos los que tenían naves en la mar; cómo fue asolada en un momento!”.
¡Oh cielo!, regocíjate sobre ella, como también vosotros, ¡oh santos
apóstoles y profetas!, pues que Dios condenándola ha tomado venganza por
vosotros (os ha hecho justicia). Aquí un ángel robusto alzó una piedra como una gran rueda de molino, y arrojóla en el mar, diciendo: “Con
tal ímpetu será precipitada Babilonia la ciudad grande, y ya no
parecerá más. Ni se oirá en ti jamás voz de citaristas, ni de músicos,
ni de tañedores de flauta, ni de clarineros: ni se hallará en ti
artífice de arte alguna; ni tampoco se sentirá en ti ruido de atahona;
ni luz de lámpara te alumbrará en adelante; ni volverá a oirse en ti voz
de esposo y esposa: en vista de que tus mercaderes eran los magnates de
la tierra, y de que con tus hechizos anduvieron desatinadas todas las
gentes. Al mismo tiempo se halló en ella la sangre de los Profetas, y de
los santos, y de todos los que han sido muertos en la tierra”». (Apocalipsis de San Juan, cap. XVIII. Versión de Mons. Félix Torres Amat).
NOTAS
[1]
En este mundo nunca los justos vuelven mal por mal; pero allá en el
Cielo se alegrarán y alabarán la justicia con que el Señor castiga a los
impíos (Psalm. LVII. v.11). En este lugar, como en otros de la
Escritura, no se manda o desea, sino que se anuncia lo que ha de suceder.
[2] Se acabó el tiempo de tus placeres.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)