Meditaciones dispuestas
por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español, publicadas
en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859. Imprimátur por D.
Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador del Obispado de
Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 41.ª (DÍA SEGUNDO INFRAOCTAVA DE LA EPIFANÍA): De la presentación de Jesús al templo.
Llegado
el tiempo en que María, según la ley, había de ir a purificarse al
templo, y presentar Jesús al divino Padre, ved que se dirige allá
juntamente con José. Este toma las dos tortolillas que debían ofrecerle;
y María toma su amado Niño, toma el divino Corderito para ir a
sacrificarle, en señal de aquel gran sacrificio que un dia este mismo
Hijo había de consumar sobre la cruz, Considerad cómo la santa Virgen
entra ya en el templo: hace la oblación de Jesús por parte del género
humano, y dice: «He aquí, oh eterno Padre, vuestro amado Unigénito, que
es vuestro Hijo, y tambien mío; yo os le ofrezco como víctima de vuestra
divina justicia para aplacaros con los pecadores. Aceptadla, oh Dios de
misericordia, tened piedad de nuestras miserias; por amor de este
Cordero inmaculado recibid en vuestra gracia a los hombres». Agrégase a
la oblación de María la de José; y el santo Niño dice tambien: «Aquí me
tenéis, Padre mío, a Vos consagro toda mi vida: me habéis enviado al
mundo a para salvarlo con mi Sangre. Héla, y a mí todo; a Vos me ofrezco
por el rescate del linaje humano». Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y hostia a Dios
(Efesios V, 2). Ningún sacrificio fue jamás tan acepto a Dios cuanto lo
fue este que le hizo entonces su amado Hijo, víctima y sacerdote desde
niño. Si todos los hombres y todos los Ángeles hubiesen ofrecido sus
vidas, no hubiera sido ciertamente su oblación tan apreciable a Dios
como lo fue esta de Jesucristo, pues que en este solo ofrecimiento al
eterno Padre recibió un honor infinito y una satisfacción infinita.
Habiendo, pues, Jesús ofrecido la vida al eterno Padre por nuestro amor,
justo es que nosotros le ofrezcamos tambien la nuestra, y todo lo que
somos. Esto es lo que Él mismo desea, como significó a la beata Ángela
de Foligno diciéndole: «Yo me he ofrecido por ti, a fin de que tú te
ofrezcas por Mí».
AFECTOS Y SÚPLICAS
Eterno
Padre, yo miserable pecador, reo de mil infiernos, hoy me presento a
Vos, Dios de infinita majestad, y os ofrezco mi pobre corazón; pero ¡oh
Señor!, ¿qué corazón os ofrezco? Uno que no ha sabido amaros, antes bien
os ha ofendido tanto y os ha hecho traición tantas veces; pero ahora os
lo ofrezco arrepentido, y resuelto de volver a amaros a toda costa y
obedeceros en todo. Perdonadme, y atraedme todo a vuestro amor. Yo no
merezco ser escuchado, mas bien lo merece vuestro Hijo, quien aun niño
se ofrece a Vos en sacrificio por mi salvación. Este Hijo y su
sacrificio os ofrezco, y en él pongo todas mis esperanzas. Os doy
gracias, Padre mío, porque Le habéis enviado a la tierra a sacrificarse
por mí. Os doy gracias, oh Verbo encarnado, Cordero divino que os
ofrecisteis a la muerte por mi alma. Os amo, carísimo Redentor, y solo a
Vos quiero amar, ya que fuera de Vos no hallo quien por salvarme haya
ofrecido y sacrificado su vida. Me hace llorar el ver que con los demás
he sido agradecido, y solo con Vos he sido un ingrato; pero Vos no
queréis mi muerte, sino que me convierta y viva. Sí, Jesús mío, a Vos
vuelvo, y me arrepiento con todo el corazón de haberos ofendido, y de
haber ofendido a un Dios que se ha sacrificado por mí. Dadme la vida;
ella la emplearé en amaros a Vos, sumo bien: haced que os ame, y nada
más os pido. María, Madre mía, Vos ofrecísteis entonces en el templo a
este Hijo también por mí. Volvedle a ofrecer ahora, y rogad al eterno
Padre que por el amor de Jesús me acepte por suyo. Y Vos, Reina mía,
recibidme por Hijo vuestro y perpetuo siervo. Si yo soy vuestro siervo,
lo seré igualmente de vuestro Hijo.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)