Traducción de la noticia publicada en italiano por Chiara Pellegrino para OASIS.
El
príncipe heredero saudita ha instituido una nueva festividad, con la
cual reescribe la historia del país y apunta a disociar el Estado de su
identidad religiosa.
Desde hace varios años, Arabia Saudita está en un proceso de rebalanceo de las relaciones entre la monarquía y el clero wahhabita.
Este proceso inició hacia el fin del reinado de Abdalá (reinó entre
2005-2015), predecesor del rey Salmán, pero ha conocido desarrollos muy
rápidos e inesperados desde el 2017 en adelante, después del
nombramiento de Mohamed bin Salmán (MBS) como príncipe heredero.
En el supuesto, la monarquía ha aumentado el control del Estado sobre la religión
y despotenciado muchas instituciones wahabitas. Entre estas, el Comité
para la promción de la virtud y la prevención del vicio (también
conocido como
“policía religiosa”), encargado de hacer respetar la moralidad en los
lugares públicos, fue privado de sus poderes de arresto en 2016,
mientras el Consejo de los Ulemas, el más importante órgano islámico del
país, presidido por el Gran muftí de Arabia Saudita, ha visto declinar
su influencia y hoy participa pasivamente en la transformación del país emitiendo fatwas y declaraciones en apoyo de las políticas de los gobernantes.
A esto se agrega la tentativa de limitar la incidencia del islam en el espacio público. En esta línea se ubican la iniciativa de bajar el volumen de los megáfonos de las mezquitas,
lanzada el pasado mes de Junio por el ministerio de Asuntos religiosos,
y la intención expresada por MBS en el curso de la entrevista
televisiva presentada en Abril de 2021 de repensar los fundamentos de la jurisprudencia islámica y reformar el sistema judicial del país.
En
su conjunto, estas reformas tienen como fin consolidar la monarquía por
medio de una crecienente centralización del Estado y para crear las
condiciones necesarias para realizar el proyecto de modernización del
paíscontenido en la Vision2030.
Con
todo, hasta hoy no estaba claro si el objetivo del príncipe heredero
fuese simplemente limitar el papel de los clérigos sustrayéndoles el
control de la esfera social o superar el wahhabismo, la
doctrina religiosa a la cual está fuertemente ligado el Estado saudita. La respuesta llegó hace unos días.
A finales de Enero, un decreto real ha instituido una nueva festividad nacional, el Día de la Fundación (en árabe يَوْم التَّأْسِيس, Yawm al-ta’sīs),
para recordar el nacimiento del primer Reino saudita. La gran novedad
es que la fecha que busca resaltar este evento es el año 1727 y no el
1744, el año en el cual Mohamed ibn Saúd y Mohamed ibn Abd al-Wahhab,
fundador del wahhabismo, sellaron el pacto en el cual hasta hoy se
funda el Estado y que por primera vez en la historia islámica sancionaba
una clara división etre las prerrogativas políticas de los emires (hoy
reyes) y las religiosas de los clérigos. El 1727 corresponde en cambio a
la fecha en que Mohamed ibn Saúd asume el poder
y une las dos partes en que en la época estaba dividida Diriya, la
capital del primer Reino correspondiente hoy a la parte antigua de
Riyadh. Una
novedad de gran peso.
Según las indicaciones provenientes del gobierno, el Día de la fundación será celebrado anualmente el 22 de Febrero
en adición a lafiesta nacional del 23 de Septiembre, una efemérides
introducida durante el reinado de Abdalá, contra la voluntad del clero
wahhabita, para recordar la unificación del reino acaecida en1932.
La decisión de reescribir la historia saudita tiene un significado político muy fuerte,
puesto que indica la voluntad de disminuir el papel jugado por el
wahhabismo en el nacimiento del Reino. Por otra parte, esta voluntad fue
expresada claramente en la campaña del lanzamiento de la nueva
festividad promocionada por el gobierno saudita en sus propios canales
institucionales y en sus diarios nacionales, como también las cuentas
sociales de los sostenedores de la monarquía. Según el politólogo
saudita Turki al-Hamad, el hecho que la nueva fecha de inicio de la
historia saudita no corresponda a aquella del
pacto entre poder político y autoridad religiosa «resuelve muchos problemas sobre la naturaleza del Estado»: el clero wahhabita, explicó al-Hamad, ha jugado
un rol importante en el primer Estado saudita fungiendo como adhesivo
entre los distintos componentes tribales y étnicos de la sociedad de su
tiempo y favoreciendo la expansión del Reino, pero después ha agotado su
tarea histórica y hoy ha devenido anacrónico.
Llegó el momento, afirmó otro intelectual saudita en el diario panárabe al-Sharq al-Awsat (de propiedad saudita), de «escribir la historia de la experiencia política».
En síntesis, su idea es que la historia del Estado precede a cualquier
alianza entre emires y ulemas, y si por mucho tiempo se pensó lo
contrario es solo porque esta fue escrita por historiadores provenientes
del ámbito religioso, los cuales daban la precedencia a los aspectos
intelectuales, culturales y religiosos omitiendola dimensión política de
los acontecimientos.
No obstante su alcance revolucionario, este hecho no ha suscitado particulares reacciones en la esfera wahhabita.
El ministerio de Asuntos religiosos, presidido por ‘Abd al-Latif Āl
ash-Shaykh (los Āl ash-Shaykh son descendientes de Mohamed ibn ‘Abd
al-Wahhab), se limitó a publicar un tweet
de circunstancia en su cuenta institucional, informando la noticia con
un tono decididamente neutro, mientras que el Consejo de los Ulemas,
generalmente muy activo en las redes sociales, en los días siguientes a
la noticia ha guardado silencio. Aun así, esta conducta no debe
sorprender tanto, puesto que hace tiempo el establecimiento
wahhabita ha elegido la vía del silencio y difícilmente expresa en
público su desacuerdo.
Los
caracteres de la nueva identidad saudita, querida por MBS para
desmarcar el país de su fundamento ideológico, fueron representados en
un logotipo creado ad hoc para la celebración de la nueva festividad y explicado en los principales diarios del país.
En el centro está representado en manera estilizada un hombre (el ciudadano saudita) que porta una bandera blanca, privada de la profesión de fe islámica presente en la bandera actual:
como para reafirmar que la religión no es más un elemento fundante de
la identidad del país, así como no lo fue para la creación del reino.
Alrededor de la figura aparecen cuatro símbolos: las palmas datileras
indicando «el crecimiento, la vida y la nobleza de alma»; el majlis
(en árabe مَجْلِس),
esto es, el consejo, que expresa «la unidad y la armonía
cultural-social»; el caballo árabe, que representa «el heroísmo de los
príncipes»; y finalmente la puerta de ingreso al sūq (en árabe سُوق, de donde se deriva zoco), el mercado, en referencia a la
«diversificación económica y la apertura al mundo». Bajo el logo está el año de la fundación del Reino: 1727, indicado usando el calendario gregoriano en lugar del islámico, adoptado tradicionalmente en Arabia Saudita.
Reescribiendo la historia del Reino, la monarquía no busca solamente redimensionar el rol del clero, según una dialéctica entre poder político y poder religioso que ha caracterizado toda la historia del país, sino que indica querer promover una nueva identidad nacional, emancipándola de aquella religiosa.
Potencialmente, este proceso abre a desarrollos muy significativos.
Socavando un principio hasta hace poco tiempo considerado fundante, no queda sino esperar los próximos movimientos de MBS.
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