El español Luis Marín de San Martín OSA, obispón titular de Suliana y subsecretario del Sínodo de los Obispos, presentó sus impresiones sobre el cierre de la fase diocesana del Sínodo sobre la Sinodalidad en Ecclésia, el informativo de la COPE (que es propiedad de la Conferencia Episcopal Española) sobre temática religiosa.
En su artículo de largo aliento, entre otros puntos, Marín suelta los perros de guerra contra los críticos de esta sinodalidad:
«Algunos pueden insistir en la irrelevancia del proceso sinodal. Otros en su peligro. Algunos otros en su ineficacia. Una mentira varias veces repetida no se convierte en verdad. No fomentemos las caricaturas ni trivialicemos algo serio, una posibilidad que Dios nos ofrece. La soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone. Esta oferta de gracia debe ser acogida con humildad y gratitud, con disponibilidad. A través de nuestra participación, puede llegar a otros y contribuir a revitalizar la Iglesia. A los que miran con suspicacia, a los que se limitan a criticar desde sus atalayas ideologizadas, a los que ven siempre el vaso medio vacío, a los que tienen miedo a dejar seguridades, yo les digo, de corazón: participa, dialoga, aporta luz, no tinieblas; ya está bien de individualismo y soledad; superemos el anonimato y la indiferencia; vamos a ayudarnos unos a otros como hermanos que somos: tenemos necesidad unos de otros para poder vivir a Cristo. Solo si abrimos las puertas de nuestro corazón, podrá obrar el Espíritu, Señor y dador de vida. La sinodalidad es una gracia, no una amenaza. Estamos ante una excelente oportunidad para profundizar en la experiencia de Cristo Resucitado, robustecer el sentido comunitario de la fe e impulsar el testimonio evangelizador. Esto es la sinodalidad. Los medios son la oración, la escucha y el diálogo, la implicación corresponsable, siempre abiertos al Espíritu Santo, en las circunstancias concretas de tiempo, lugar y cultura. Desde ahí vendrán los necesarios cambios personales, comunitarios, estructurales, como consecuencia y expresión de vida en Cristo, que nos orienta a la felicidad y a la alegría participada y compartida».
De toda esa perorata (que personalmente nos costó leer después de
almuerzo), solo reluce que es un llamado desesperado a defender lo
indefendible, máxime para un obispón de una sede inexistente (Suliana
había sido restablecida como sede titular en 1964, rescatando una
diócesis que había sido ocupada por la herejía donatista).
Señor
Luis Marín de San Martín, el Sínodo sobre la Sínodalidad (que Vd.
defiende en cuanto representante del ente que lo dirige) es:
- Irrelevante: Solo hay que mirar en España que la participación en la fase diocesana del Sínodo ha sido escasa y pobre: ni un 1%. En Madrid, por ejemplo, la
clausura vacía, solo llena de autorreferencialidades, la cutrería de
“Celebra la vida” de Axel y otras tonadas ochenteras (¿también de
Gabaraín?). De otras latitudes ni hablar, porque hay solo las
menciones de ocasión por algún presbítero. Y los pocos participantes, en
su casi totalidad, personas de más de 60 años que se quedaron
mentalmente en Woodstock, Live Aid, el Festival de Música del Caribe o Lollapalooza; mientras que los pocos jóvenes que hay quieren un retorno a la sacralidad pretérita, una grieta generalcional tremenda.
Pero el hecho mayor de la irrelevancia es que NADIE, FUERA DE CIERTO
SECTOR ESPECIALIZADO, HABLA DE ELLO. A los católicos y a los mundanos no
les interesa.
- Peligroso: El problema cuando se dejan las
puertas abiertas es que no se sabe quién entra y con qué intenciones
(Kurt Koch, por ejemplo, quería que los protestantes participaran). Además del ejemplo de manual que es Alemania, Irlanda o Australia, están en España los casos de Barcelona, San Sebastián y Valladolid, que propusieron el presbiterado femenino, el celibato opcional, y plegarse a al Agenda 2030, entre otras lindezas.
- Ineficaz:
De nada sirve deliberar cuando ya todo está pre-aprobado. La muestra
fue el Sínodo Extraordinario sobre la Familia del año 2014. Hubo
denuncias sobre la falta de traducción de los textos que se discutían,
además que todo se hizo en italiano, el idioma oficial de facto
de la curia en tiempos bergoglianos. Y más, en virtud de un cambio de
regla impuesto por Bergoglio, se incluyeron en la relación final artículos que no pasaron la mayoría calificada de 2/3
en su votación (casualmente, los correspondientes al acceso a la
confesión y la “comunión” para los divorciados vueltos a casar, y el de
la atención pastoral a los homosexuales).
Dice Vd.,
después de calificar de soberbios a los que no comulgan con esa rueda de
molino (como si conociera las circunstancias particulares de todas las
personas):
«A los que miran con suspicacia, a los que se limitan a criticar desde sus atalayas ideologizadas, a los que ven siempre el vaso medio vacío, a los que tienen miedo a dejar seguridades, yo les digo, de corazón: participa, dialoga, aporta luz, no tinieblas; ya está bien de individualismo y soledad; superemos el anonimato y la indiferencia; vamos a ayudarnos unos a otros como hermanos que somos».¿Por ventura no es una “atalaya ideologizada” prejuzgar a los críticos, y echarles la culpa de los errores que vosotros estáis cometiendo y las herejías a que adherís? Porque eso es lo que están haciendo en el Sóviet vaticano, echarle a otros la culpa. Aparte, como el Papa San Félix III dijo
«Porque no resistir el error, es aprobarlo; no defender la verdad, es ahogarla. […] Dejar de refutar a los perversos cuando es posible, no es otra cosa que fomentarlos. Quien cesa de oponerse a un crimen manifiesto, puede ser considerado como cómplice secreto del mismo» (Epístola I “Postquam sanctæ memóriæ”, a Acacio de Constantinopla, Marzo del 483. En Concordia de Graciano, cap. III “Error”, distinción 83; Corpus juris canónici, edición de Emil Friedberg, vol. I. Leipzig, 1879, col. 293).y León XIII:
«Entre los deberes que nos juntan con Dios y con la Iglesia se ha de contar, entre los principales, el que cada uno, por todos los medios procure defender las verdades cristianas y refutar los errores» (Encíclica “Sapiéntiæ Christiánæ”, 10 de Enero de 1890).Además, vosotros habláis de sinodalidad como «caminar juntos como pueblo de Dios y remar juntos en la mima dirección» (Vicariato Apostólico de Puyo, Ecuador. “Somos Pueblo de Dios que caminamos juntos en Sinodalidad”, 24 de Febrero de 2022), o «un camino de escucha mutua y de escucha del Espíritu Santo, de discusión y también de discusión con el Espíritu Santo» (FRANCISCO BERGOGLIO, Discurso a los fieles de la diócesis de Roma, 18 de Septiembre de 2021). ¿Por qué no escucháis a los cristianos perseguidos por regímenes comunistas como Venezuela, China, Nicaragua y Cuba; por el fundamentalismo islámico como en Nigeria o Pakistán; o por gobiernos “democráticos” como en Canadá o España? ¿Por qué la imposición de una uniformidad en el Novus Ordo mediante “Traditiónis Custódes” o el Misal nuevo de los Siro-Malabares? Ese proceder muestra que hacéis todo lo contrario a cuanto decís, y eso los antiguos lo llamaban HIPOCRESÍA.
Y ya que (por variar)
menciona al Espíritu Santo (porque en todo el artículo se menciona a
“Cristo Resucitado” cuatro veces), vaya una cita, a modo de exhortación
para los conciliares que están escandalizados por la deriva a que han
conducido sus pretendidos pastores y perlados:
«El Espíritu Santo abandonará quizá este cuerpo social histórico, llamado Cristiandad, arrebatando consigo a la soledad más total a los suyos, dándoles dos alas de águila para volar al desierto. Y entonces la estructura temporal de la Iglesia existente será presa del Anticristo, fornicará con los reyes de la tierra -al menos una parte ostensible de ella, como pasó ya en su historia-, y la abominación de la desolación entrará en el lugar santo. “Cuando veáis la desolación abominable entrar adonde no debe, entonces ya es”» (PADRE LEONARDO CASTELLANI, ¿Cristo vuelve o no vuelve?, cap. VI).
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