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sábado, 3 de septiembre de 2022

LAS MASACRES DE SEPTIEMBRE, POR UN CONTEMPORÁNEO

«La misma carnicería, las mismas atrocidades se repitieron al mismo tiempo en las prisiones y en todos los lugares donde gemían las víctimas del poder arbitrario: por todas partes se ejercían crueldades, siempre acompañadas de circunstancias más o menos destacables.
   
En el seminario de Saint-Firmin, los sacerdotes que estaban detenidos en la cárcel privada esperaban apaciblemente, como los otros sacerdotes detenidos en las Carmes, que la municipalidad de París les indicase el día de su partiea y la expedición de los pasaportes para salir de Francia, según los términos de un decreto reciente, que les hacía dicho mandato, concediéndoles tres libras por día durante su viaje.
   
Es incontestable que no faltaba sino que las autoridades del día que este decreto tuviese su ejecución antes de las masacres; pero los sacerdotes detenudos estaban designados y reservados para este día: fueron mutilados y desgarrados a jirones. En Saint-Firmin ellos hallaron placer en precipitar algunos del último piso sobre el pavimento.
   
En el hospital general de la Salpêtrière, estos monstruos  degollaron a trece mujeres, después de haber violado a varias.

En Bicêtre, el conserje, viendo llegar este canal de asesinos, quiso ponerse en deber de bien recibirlos: había preparado dos piezas de cañón, y en el instante en que se disponía a ponerle fuego, recibió un golpe mortal; los asesinos vencedores no dejaron un solo prisionero con vida.
    
En la prisión de Châtelet, misma carnicería, misma ferocidad: nada escapó a la ira de estos caníbales; todo el que estaba prisionero parecíales digno del mismo tratamiento.
    
En la prisión de la Force, estuvieron durante cinco días. La señora antes princesa de Lamballe estaba detenida: su sincera cetcanía con la esposa de Luis XVI era todo su crimen para los ojos de la multitud; no tuvo ningún papel en medio de nuestras agitaciones; nada podía hacerla sospechosa a los ojos del pueblo, donde era conocida por sus múltiples actos de beneficencia. Los escritores más feroces, y los declamadores más fogosos jamás la señalaron en sus periódicos.

El 3 de septiembre, la llamaron a la puerta de la Force; ella compareció ante el tribunal sangriento, compuesto de algunos particulares. Ante el aspecto aterrador de los verdugos cubiertos de sangre, necesitaba un coraje sobrenatural para no sucumbir.
     
Varias voces se elevaron en medio de los espectadores, demandando gracia para la señora de Lamballe. Un instante indecisos, los asesinos retrocedieron; pero inmediatamente después ella fue cubierta de golpes: cayó bañada en su sangre, y expiró.
    
Luego, le cortaron la cabeza y los senos; su cuerpo fue abierto; le arrancaron el corazón, su cabeza fue puesta en la punta de una pica y paseada en París, a poca distancia arrastraron su cuerpo.
  
Los tigres que venían de la mutilación se dieron el placer bárbaro de ir al Temple y mostrar su cabeza y su corazón a Luis XVI y a su familia.
    
Todo lo que la ferocidad puede producir de más horrible y de más fríamente cruel fue ejercido sobre la señora de Lamballe.
   
Hay un hecho que el pudor apenas deja expresión para decir; pero debo decir por entero la verdad y no permitirme ninguna omisión. Luego que la Señora de Lamballe fue mutilada de cien maneras diferentes, luego que los asesinos se repartieron los restos sangrantes de su cuerpo, uno de estos monstruos le cortó la parte virginal y se la puso como bigote, en presencia de los espectadores llenos de horror y de espanto». Louis-Sébastien Mercier, Paris pendant la Révolution (1789-1798) ou le Nouveau Paris/París durante la Revolución (1789-1798) o el nuevo París, tomo I. París, Poulet-Malassis, 1868, págs. 85-88.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)