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viernes, 21 de noviembre de 2025

LAS DISTINTAS ETAPAS DE LA REVOLUCIÓN TEOLÓGICA JUDAICO-CRISTIANA

Traducción de los artículos publicados por el padre Curzio Nitoglia. Vía RADIO SPADA


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Nueva York, 31 de mayo de 1963: el cardenal Augustin Béa/Behayim/Behar Merk SJ, gran fautor del ecumenismo y del diálogo con el judaísmo, se reúne con el rabino Abraham Joshua Heschel (1907-1972), representante de la logia B’nai B’rith.
   
Sus orígenes próximos y remotos

Prólogo
En el artículo precedente habíamos visto las etapas del proceso de judaización del ambiente eclesial desde Juan XXIII hasta los Documentos y libros más recientes de Benedicto XVI y Francisco. En él me enfoqué un tanto en el Discurso de Juan Pablo II en Maguncia (17 de noviembre de 1980) sobre la «Antigua Alianza nunca revocada».
  
Ahora quisiera ver en detalle cómo se llegó a la altura de la declaración Nostra Ætáte [1] (especialmente el n. 4, donde se habla de las relaciones entre el cristianismo y el judaísmo posbíblico) puesto que esta es considerada comúnmente como el “principio y fundamento” de la Teología judaico/cristiana de la «Antigua Alianza nunca revocada» (17 de noviembre de 1980), en cuanto ya la misma Declaración conciliar NA del 28 de octubre de 1965 afirmase que «los Judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación» (NA, n. 4/e). Con todo, esta Teología judaizante ahora –con Benedicto XVI y Francisco, después del Pontificado teológicamente desastroso de Juan Pablo II– está tocando su ápice.

En realidad, tanto los judíos como los “metacristianos” judaizantes (como los pre-describía con mucha visión a largo plazo Teilhard de Chardin) sostienen que “NA” sea el Documento (una “Declaración” más exactamente) más importante del Concilio Vaticano II, dando lugar a una nueva era, la judeo/metacristiana de la denominada “iglesia conciliar” (Pablo VI, et cards. Benelli y Kasper dixérunt) filojudaizante, fundada en el diálogo (en un solo carril) entre el judaísmo y el cristianismo (todo a favor del primero y en detrimento del segundo); en esta era, según los neomodernistas, «Jesús ya no es necesario para la salvación de los judíos», los cuales son «siempre amados por Dios», son «hasta ahora el pueblo elegido» y «permanecen en su Alianza, que nunca fue revocada», anche dopo il Deicidio.

Jules Marx Isaac Massenbach
¿Cómo se ha llegado a tanto? Jules/Yaakov ben Avraham Marx Isaac Massenbach fue uno de los protagonistas principales de la formación de la “NA”; él era un judío, ateo, de tendencia comunista e inscrito a la B’nai B’rith (la masonería judía, en adelante B.B.), como reveló el presidente de la B.B. francesa Marc Aron, el 16 noviembre de 1991, en el discurso en ocasión de la premiación al cardenal Albert Decourtray “por méritos judeo/masónicos” o “modernistas” (qui sunt idem), siendo el ocultismo masónico uno de los componentes del modernismo [2].
  
Conviene saber que el Magisterio de la Iglesia ha condenado a la masonería en casi seiscientos documentos; León XIII en la Encíclica Humánum Genus de 1884 evisceró el problema definiendo a los Libres Muratores como diametralmente opuestos a la religión católica. De hecho, el fin de la secta es la destrucción de la Sociedad  civil cristiana y –si fuese posible– de la Iglesia. En realidad, la masonería quiere instaurar una “República universal”: el “Nuevo Orden Mundial”, con un “Templo universal”: la “religiosidad pan-ecumenista” de “Asís 1986” de la unidad trascendente de todas las religiones, la cual no será otra cosa que la preparación del Reino del Anticristo, teniendo como su “alma” la Cábala judía. Las características ideológicas de la secta son el laicismo, el pluralismo, el relativismo subjetivista, el liberalismo, el racionalismo naturalista, la tolerancia dogmática o por principio, y la libertad de las falsas religiones, De hecho, según los Libres Muratores, Dios no existe realmente, sino en la razón de los hombres que tienen necesidad de “creer sentimentalmente” en un Ente que los ayude a comportarse bien, como enseñaba Kant, cuya filosofía es el “corazón” del modernismo.
   
El encuentro entre Roncalli e Isaac (13 de junio de 1960) fue organizado por la B.B. y por algunos políticos social-comunistas [3].
   
Agustín Béa, Nahum Goldmann y Label Katz
El otro artífice de “NA” fue el card. Agustín Béa Merk SJ [4], que quiso reunirse –poco después de haber recibido de Roncalli el encargo de llegar a un documento “revisionista” sobre las relaciones judeo/cristianas– con Nahum Goldmann Blumgarten (Presidente del Congreso Mundial Judío, y también ideador del Proceso de Núremberg en 1946) en Roma el 26 de octubre de 1960. Béa pidió a Goldmann, de parte de Roncalli, un esquema para el futuro documento del Concilio sobre las relaciones con los judíos y sobre la libertad religiosa (“NA” y “Dignitátis humánæ persónæ”). El 27 de febrero de 1962, el memorando fue presentado a Béa por Goldmann y Label Katz Counterman (también él miembro de la B.B.), en nombre de la Conferencia Mundial de las Organizaciones Judías. Ahora bien, este borrador inspirado por la masonería judía (B.B.) y por el Congreso Mundial Judío, produjo “NA” [5].

Abraham Yoshua Heschel
El mismo Béa, casi desde 1961, se reunía frecuentemente, en Roma, con el rabino Abraham Yoshua Heschel Perlow, profesor en el “Seminario Teológico Judío” estadounidense. Él era el padre espiritual de los “teo-conservadores” cristianistas de la administración Bush Jr., y «como colega científico de Béa… ejercitó una notable influencia en la elaboración de “NA”»[6].

Yves Congar, Isaac & Goldman
En 1990, Jean Madiran desveló el acuerdo secreto entre Béa-Roncalli con los dos dirigentes judíos (Jules Isaac – Nahum Goldmann), citando dos artículos de Lazare Landau, en el quincenal judeo-francés “Tribune Juive” (n. 903, enero de 1986; y n. 1001, diciembre de 1987). Landau escribió:
«En el invierno de 1962, los dirigentes judíos recibieron en secreto, en el subsuelo de la sinagoga de Estrasburgo, a un enviado del Papa […] el padre dominico Yves Congar, encargado por Béa y Roncalli de pedirnos lo que esperábamos de la Iglesia Católica en la vigilia del Concilio […] la respuesta fue nuestra completa rehabilitación […]. En un subsuelo secreto de la sinagoga de Estrasburgo, la doctrina de la Iglesia había conocido realmente un cambio sustancial» [7].
Stanislas Fumet y Jacques Maritain
Una revista francesa (Histoire du Christianisme Magazine) [8] habla de algunos «judíos convertidos al cristianismo, “cristianos judaizantes” y “hebreos cristianizantes”» [9], que dieron lugar a la formación del documento conciliar “NA”.
  
Los esposos Maritain, Léon Bloy, Charles Péguy y Charles Journet
Según el autor del artículo: Michel Fourcade (muy bien informado), Raïssa Maritain, nacida judía e «impregnada de jasidismo [la mística o cábala judía luriana, N. del R.]» [10], tuvo una notable influencia sobre su esposo Jacques Maritain. En torno a los Maritain se formó un cenáculo de intelectuales, estetas y misticoides que tuvieron un papel fundamental en la revisión de la Teología de la sustitución de la Sinagoga por parte de la Iglesia. Uno de ellos fue Léon Bloy «cuya influencia será importante sobre la pareja Maritain» [11], otro era «Charles Péguy, que después de Bloy, fue uno de los grandes inspiradores del filosemitismo en ambiente cristiano» [12], y finalmente el futuro cardenal Charles Journet.
   
Raïssa Umanshoff, nació en Rusia, de donde emigró diez años después de su nacimiento (1883), conoció a Jacques en 1901, en los primeros años del siglo XX conocieron a Léon Bloy, del que «conviene revivir el clima de tensión y de exaltación en en cual los había sumergido [el conocimiento de Bloy, N. del R.], para entender mejor las razones que llevaron en 1906 a los Maritain a re-exhumar y publicar a su costa un libro de Bloy tan extraño y complejo como Le salut par les Juifs (La salvación por los judíos) [13]» [14].
   
Bloy revela a Raïssa que entre el cristianismo y el judaísmo posbíblico «no hay más que unidad, continuidad y perfecta armonía» [15].
  
En torno al matrimonio Maritain, pero bajo la férrea dirección de Raïssa, se forma un cenáculo de artistas, dado que Raïssa pensaba que la cultura y el arte junto a la “mística” jasídica luriana, pudiesen “renovar” el Tomismo, el Cristianismo y la Cristiandad (demoliéndolos). Gran parte de aquestos personajes estetas y extraños eran desviados (Jean Desbordes, François Mauriac, Julien Green y Jean Cocteau eran homosexuales declarados, alguno era toxicómano y escribía novelas que promovían la perversión moral), ellos crearon un estado de espíritu y un comportamiento mental decadente, dandy, lleno de desazón intelectual y moral, dado que se piensa como se vive. Sin embargo, de tal cenáculo surgió El Humanismo integral de Jacques Maritain (1936), y el neocatolicismo liberal o democracia cristiana sillonista; junto al cristianismo judaizante rehaciéndose en judaísmo talmúdico (definido por Jacques Maritain, casi desde 1906, como “la raza primogénita de Dios” [16]) que, poco a poco, desde los años 1920 se desarrolló hasta crecer y medrar en 1965 1965 con NA, y sobre todo con el largo reinado de Karol Wojtyła (que en el 1986 definió al judaísmo como “Hermano mayor del Cristianismo”); este representa la verdadera peste y la gran apostasía de nuestro tiempo.

Los esposos Fumet, Jean de Menasce y Jean Marie Lustiger
Aun así, me parece que la figura relevante, si bien poco conocida, sea la de Stanislas Fumet [17] (1896-1983), que vivió hasta el pontificado de Juan Pablo II, «amigo ardiente de Israel, él quería conciliar la vanguardia artística, la vida mística [“jasídica o cabalista y el Zóhar”, N. del R.]»[18] y la renovación del tomismo [en clave “humanístico-integral”, N. del R.]; convertido a comienzos del siglo XX, proveniente del anarquismo y del ocultismo judío, «trásfuga de la anarquía y del espiritismo hacia un cristianismo al menos esotérico… se siente cercano al Sillon» [19].
  
Él introdujo en el ambiente católico a partir de 1920, una nota de no-conformismo y un estilo fuertemente bohemio a lo Oscar Wilde. También su itinerario pasó a través de Péguy y Léon Bloy, «otro libro que resiente la influencia de Fumet es aquel del joven judío de nombre egipcio, devenido después fraile dominico, Jean de Menasce Larriba, Quand Israël aime Dieu (1931)» [20]. En 1976, el futuro cardenal Jean Marie Lustiger, judío “convertido” pero judaizante, escribió a Stanislas Fumet para tener mayor información sobre el padre dominico Jean de Menasce, «cuyo libro lo había fascinado» [21].
    
«Como su amigo Jacques Maritain, Stanislas Fumet se casó (en 1919) con una judía convertida de origen ruso, de nombre Aniouta Rosenblum, que junto a Raïssa Umanshoff-Maritain han transmitido a sus respectivos esposos el amor por el oriente ruso-judío…, por el filosemitismo ardiente que se prolonga en el filosionismo»[22].
   
Franceska Van Leer
Los orígenes de tal filosionismo se remontan a Bloy, según el cual –la salvación viniendo del judaísmo posbíblico aún después del Calvario– conviene «conceder al “hogar nacional judío” toda la simpatía y… soñar con una Iglesia judeocatólica, como hay una Iglesia grecocatólica» [23]. Los esposos Fumet están en el origen de la Unión de los Amigos de Israel (nacida en 1925 y condenada por el Santo Oficio en 1928), junto con la fundadora verdadera y propia, Franceska Van Leer, judía neerlandesa mal convertida, la cual, después de su condena, se volvió al marxismo revolucionario de Rosa Luxemburgo, de donde venía [24].
  
Stanislas Fumet, precisamente en 1925, habla de “Hermanos mayores” refiriéndose a los judíos, expresión ya usada por Adam Mickiewicz (1798-1885) en 1842, amigo de Andrzej Towiański (1799-1878).
   
Tal expresión será retomada por Juan Pablo II, el 13 de abril de 1986, en su discurso en la sinagoga de Roma; él había exaltado como su maestro, el día de su elección (16. X. 1978), precisamente Adam Mickiewicz.
   
Jerzy Turowicz
Otro gran admirador de Maritain era Jerzy Turowicz Turnau (1912-1999), amigo personal de Karol Wojtyła, el cual en 1968 fue llevado precisamente por Turowicz a expresar el primero de una larga serie de meaculpas, ante los judíos, por parte de la Iglesia romana, en una sinagoga de Cracovia, donde Wojtyła era arzobispo. Los Turowicz eran judíos frankistas (como Mickiewicz) y se convirtieron exteriormente al cristianismo, quedando judíos en su interior, en 1760, siguiendo órdenes del marrano Jacob Frank [25].
   
Según Stanislas Fumet, es oportuno «hacer conocer a los católicos la filosofía mística de los jasidicos [la cábala espuria, N. del R.], conviene que los cristianos sepan que existe, en sus hermanos mayores, una elevación espiritual y mística» [26].
  
Fumet sostenía que «cuando un cristiano comulga, deviene de la raza de Israel, porque recibe la sangre [minúscula, N. del R.] de Israel en sus propias venas» [27] (S. Fumet, Histoire de Dieu dans ma vie, cit., págs. 297-298). Nótese cómo Fumet hace equivaler y precisamente remplaza a Jesús con Israel, según la cábala luriana y hable explícitamente de sangre y de raza. Luego los cristianos deben comulgar frecuentemente para devenir de la misma “raza” (palabra empleada por Fumet) de los judíos, por medio de una suerte de “trasfusión de sangre”. Por esto los dos Testamentos y los dos pueblos son uno solo, el Israel posbíblico. «El Santo Oficio no podía dejar pasar tal teoría, y condenó a la Asociación Amigos de Israel en 1928» [28].
   
Jacques Chirac
Fumet era amigo de Jacques Chirac, y como él uno de los primeros gaullistas de la Francia petainista, «antes de 1939, De Gaulle era un amigo de Temps Présents, el semanario dirigido por Fumet» [29].
   
Después del Concilio Vaticano II, en 1968, su estetismo lo hace «involucrarse personalmente [como tantas otras personalidades que amaban el canto gregoriano y el latín, mas no tanto la Misa romana, N. del R.] en el movimiento Una voce»[30], como su amigo Maritain.
   
Jules Marx Isaac
Después de acabada la segunda guerra mundial, Jules Isaac, discípulo de Péguy, lanza la ofensiva dirigida a judaizar el cristianismo, partiendo de la shoá. Él logrará preparar (con la ayuda de la B’nai B’rith) el documento conciliar Nostra Ætáte, querido por Juan XXIII e “hilvanado” por el cardenal jesuita Agustín Béa, por el padre dominico Jean de Menasce (judío “convertido”) y por el padre Paul Démann Israel (ídem) de la congregación de los Padres de Sion. Su objetivo era sobre todo impedir «abajar el judaísmo bíblico y posbíblico para exaltar el cristianismo» [31], de sepultar la Teología de la sustitución y de mezclar el judaísmo veterotestamentario con el talmúdico o anticristiano.
     
Sin embargo, la Declaración NA fue acogida por los padres conciliares en 1965, y devino el caballo de batalla de la enseñanza wojtyiliana, según la cual Cristo es el mediador entre Dios y los cristianos, mientras que los judíos no tenían necesidad de Jesús porque aún hoy esperan a su “mesías”.
  
Para entender plenamente la génesis de Nostra Ætáte era indispensable develar este mundo oscuro y secreto de marranos, misticoides, modernistas y desviados que ha infiltrado “el caballo de Troya en la Iglesia de Dios”, contra la cual, sin embargo, “no prevalecerán”, según las promesas del Divino Redentor.
  
Las etapas próximas de “Nostra Ætáte”
1) II sesión del Concilio (1963). capítulo IV del esquema De Œcumenísmo:
«La Iglesia […] reconoce que las primicias de su fe y elección…, son los patriarcas y los profetas de Israel… pero la mayor parte del pueblo judío permanece lejana de Cristo; aun así es injusto declarar maldito a este pueblo que permanece muy querido por Dios, a causa de sus padres […] o deicida, puesto que la causa de la pasión y muerte de Cristo fueron los pecados de todos los hombres […] la muerte de Jesús no fue provocada por todo el pueblo judío de entonces, y mucho menos por los de hoy…» (Texto distribuido a los obispos el 8 de noviembre de 1963, discutido, pero retirado).

2a) III sesión (1964). Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas: 
«La Iglesia… reconoce que las primicias de su fe y elección…, son los patriarcas y los profetas de Israel… Así como los cristianos han recibido tan grande patrimonio de los judíos, este santo Concilio quiere recomendar entre ellos el conocimiento y estima mutuos… por este motivo no conviene presentar al pueblo judío como reprobado de Dios, y no se le debe imputar las cosas que fueron cumplidas durante la Pasión de Cristo» (Texto distribuido el 25 de septiembre de 1964 y discutido del 28 al 30 de septiembre, 89.ª-94.ª Congregación, reducido en el párrafo concerniente a los judíos, doblado por la adición de dos parágrafos: uno sobre la paternidad universal de Dios, con una mención a los musulmanes, y el otro con la condena de toda forma de discriminación; el primer texto mitigado).
  
2b) III sesión (1964). Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas:
«La Iglesia… reconoce que las primicias de su fe y elección…, son los patriarcas, Moisés y los profetas de Israel… Así como los cristianos han recibido tan grande patrimonio de los judíos, este santo Concilio quiere recomendar entre ellos el conocimiento y estima mutuos… El Concilio deplora y condena el odio y la persecución a los judíos… El pueblo judío no debe ser nunca presentado como maldito, reprobado o deicida. En realidad, las cosas acaecidas durante la Pasión de Cristo no pueden ser mínimamente imputadas a todo el pueblo judío de entonces, y mucho menos al actual…» (Texto corregido y ampliado, distribuido el 18 de noviembre de 1964, discutido y votado el 20 de noviembre, con 1651 placet, 99 non placet, 242 placet juxta modum, 4 votos nulos, 125.ª Congregación; debía ser puesto en el apéndice al esquema De Ecclésia; retorno a las ideas originarias).

3) IV sesión (1965) Declaración Nostra Ætáte, De Ecclésiæ habitúdine ad religiónes non christiánas, parágrafo 4: De Judǽis.
(Texto revisado por el Secretariado en mayo de 1965, distribuido a los Padres conciliares el 11 de octubre de 1965, discutido y enmendado el 14-15 de octubre, y después de ocho votaciones obtuvo 1763 placet, 250 non placet, 10 votos nulos, adoptado en la votación definitiva el 28 de octubre, 7.ª sesión pública, con 2041 placet, 88 non placet, 3 votos nulos; texto final mitigado).

4) Texto definitivo (28 de octubre de 1965) de Nostra Ætáte en «Enchíridion Vaticánum, texto latino-italiano. Documenti. Il Concilio Vaticano II», Edizione Don Bosco, Bolonia, 9.ª ed., 1971.
Nostra Ætáte, n. 4: «Al investigar el misterio de la Iglesia, este Sagrado Concilio recuerda los vínculos con que el Pueblo del Nuevo Testamento está espiritualmente unido con la raza de Abraham.
   
Pues la Iglesia de Cristo reconoce que los comienzos de su fe y de su elección se encuentran ya en los Patriarcas, en Moisés y los Profetas, conforme al misterio salvífico de Dios. Reconoce que todos los cristianos, hijos de Abraham según la fe, están incluidos en la vocación del mismo Patriarca y que la salvación de la Iglesia está místicamente prefigurada en la salida del pueblo elegido de la tierra de esclavitud. Por lo cual, la Iglesia no puede olvidar que ha recibido la Revelación del Antiguo Testamento por medio de aquel pueblo, con quien Dios, por su inefable misericordia se dignó establecer la Antigua Alianza, ni puede olvidar que se nutre de la raíz del buen olivo en que se han injertado las ramas del olivo silvestre que son los gentiles. Cree, pues, la Iglesia que Cristo, nuestra paz, reconcilió por la cruz a judíos y gentiles y que de ambos hizo una sola cosa en sí mismo.
   
La Iglesia tiene siempre ante sus ojos las palabras del Apóstol Pablo sobre sus hermanos de sangre, “a quienes pertenecen la adopción y la gloria, la Alianza, la Ley, el culto y las promesas; y también los Patriarcas, y de quienes procede Cristo según la carne” (Rom., 9, 4-5), hijo de la Virgen María. Recuerda también que los Apóstoles, fundamentos y columnas de la Iglesia, nacieron del pueblo judío, así como muchísimos de aquellos primeros discípulos que anunciaron al mundo el Evangelio de Cristo.
   
Como afirma la Sagrada Escritura, Jerusalén no conoció el tiempo de su visita, gran parte de los Judíos no aceptaron el Evangelio e incluso no pocos se opusieron a su difusión. No obstante, según el Apóstol, los Judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación. La Iglesia, juntamente con los Profetas y el mismo Apóstol espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con una sola voz y “le servirán como un solo hombre” (Sof. 3, 9).
   
Como es, por consiguiente, tan grande el patrimonio espiritual común a cristianos y judíos, este Sagrado Concilio quiere fomentar y recomendar el mutuo conocimiento y aprecio entre ellos, que se consigue sobre todo por medio de los estudios bíblicos y teológicos y con el diálogo fraterno.
   
Aunque las autoridades de los judíos con sus seguidores reclamaron la muerte de Cristo, sin embargo, lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy. Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras. Por consiguiente, procuren todos no enseñar nada que no esté conforme con la verdad evangélica y con el espíritu de Cristo, ni en la catequesis ni en la predicación de la Palabra de Dios.
   
Además, la Iglesia, que reprueba cualquier persecución contra los hombres, consciente del patrimonio común con los judíos, e impulsada no por razones políticas, sino por la religiosa caridad evangélica, deplora los odios, persecuciones y manifestaciones de antisemitismo de cualquier tiempo y persona contra los judíos.
   
Por los demás, Cristo, como siempre lo ha profesado y profesa la Iglesia, abrazó voluntariamente y movido por inmensa caridad, su pasión y muerte, por los pecados de todos los hombres, para que todos consigan la salvación. Es, pues, deber de la Iglesia en su predicación el anunciar la cruz de Cristo como signo del amor universal de Dios y como fuente de toda gracia».
   
Consideraciones finales sobre Nostra Ætáte
Entre la Tradición divino/apostólica y la Doctrina católica (los Padres eclesiásticos y el Magisterio pontificio desde San Pedro hasta Pío XII [32]) y Nostra Ætáte (28 de octubre de 1965) hay deformidad. Ahora, la Tradición católica es una de las dos Fuentes de la Revelación, y ella consiste en la enseñanza unánimemente común de los Padres, que es infalible; mientras que Nostra Ætáte tiene un valor únicamente prudencial o “pastoral” –por voluntad explícita de Juan XXIII y Pablo VI, que inauguró y concluyó respectivamente el Concilio Vaticano II como “Concilio pastoral”– puesto que este consiste en la aplicación de la doctrina al caso práctico. Por tanto, no es infalible ni irreformable, y estando en ruptura o en deformidad con la Tradición apostólica constante, debe ser corregido o reformado, incluyendo sobre todo a NA.
  
A modo de ejemplo, el Dios de los judíos talmúdicos (el Ein Sof, indeterminado, no personal ni trascendente al mondo, del cual emana una serie indeterminada de Sefirot o Eones o Semidioses) no es aquel de los cristianos, que es la Santísima trinidad, del cual Jesucristo es la Segunda Persona, que encarnó en el seno de la Virgen María por obra del Espíritu  Santo. Estos dos dogmas principales del cristianismo son una “blasfemia” para el judaísmo actual o posbíblico (que no es el del Antiguo Testamento, sino el judaísmo talmúdico), como decía Caifás, por la cual Cristo fue crucificado “porque siendo hombre, se hacía Dios” (Jn., X, 33) y San Esteban fue lapidado.
  
La ambigüedad de “NA” consiste en hacer pasar a todos los que descienden genéticamente de Abrahán como teniendo vínculos espirituales o de fe con la Iglesia de Cristo.
  
En el n. 4-e, “NA” enseña: «Según el Apóstol, los Judíos son todavía muy amados de Dios a causa de sus padres, porque Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación».
En cambio, San Pablo dice solamente que la vocación (llamada o don) de parte de Dios no cambia (“Ego sum Dóminus, et non mutor”). En cambio, la respuesta a la llamada de Dios puede cambiar por parte del hombre, como fue para la mayor parte del pueblo de Israel (por Lucifer, inicialmente por Adán y Eva, por Caín, por Esaú, por Judas Iscariote y la lista sigue), que durante la vida de Jesús, correspondieron malamente a la llamada y al don de Dios, matando antes a los Profetas y después al mismo Cristo y finalmente a Sus Apóstoles; por donde son amados de Dios, esto es, están en gracia de Dios, solamente “el pequeño remanente” de aquellos que han aceptado al Mesías Cristo que ha venido (Nuevo Testamento), como lo aceptaron venidero sus padres en el Antiguo Testamento.
   
Siempre según la doctrina conciliar (cfr. Nostra Ætáte: «los dones de Dios son irrevocables») y posconciliar (cfr. Juan Pablo II en la sinagoga de Maguncia el 17 de noviembre de 1980: «La Antigua Alianza nunca fue revocada»), el judaísmo actual sería aún titular de la Alianza con Dios.
En cambio, la Tradición católica (Sagrada Escritura interpretada unánimemente por los Padres y por el Magisterio eclesiástico constante y uniforme) enseña que «hay una primera y hay una segunda Alianza: irrevocable es lo que de la primera pasa la a la segunda, subentrada a la otra, cuando esta “anticuada y sujeta a envejecimiento ulterior, está ahora para desaparecer” (S. Pablo, Hebr., VIII, 8-13). Si no que la gracia prometida a los titulares de la primera Alianza no muere con ella, sino que es otorgada a los titulares de la segunda: esto, de hecho, se verificó, cuando casi todos los titulares de la primera, rechazando a Cristo, no reconocieron el tiempo en que Dios les había visitado (Luc., XIX, 44). “Aquellos, sin embargo, que lo recibieron” al Visitante, “les concedió el ser hijos de Dios” (Joann., I, 12), contrajo con ellos (la “pequeña reliquia” del pueblo judío que aceptó a Cristo) la segunda Alianza y le abrió a cuantos (los paganos) serían agregados “de oriente y de occidente”, de septentrión y de mediodía (Luc., XIII, 29), transfiriendo a la segunda todos los dones ya en posesión de la primera. Luego, muchos miembros del pueblo elegido rechazaron a Cristo, pero “un pequeño resto” (Apóstoles y Discípulos) Lo acogió (Rom., XI, 1-10). Además, antes del fin del mundo, San Pablo prevé y revela, divinamente inspirado, la conversión final y masiva de muchos otros (Rom., XI, 26: “Et sic omnis Ísraël salvus fíeret”). Esta palabra “conversión”, “salvación” no gusta a los judíos actuales, y sin embargo disgusta también a los prelados conciliares y posconciliares.
  
Respecto a la muerte de Jesús, “NA” enseña: «lo que en su Pasión se hizo, no puede ser imputado ni indistintamente a todos los judíos que entonces vivían, ni a los judíos de hoy».
En cambio, el “Doctor Común” de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, (S.Th., III, q.47, a.6, ad 1um) se pregunta «si los jefes de los judíos sabían que la Persona que crucificaban era el mismo Dios encarnado, la segunda Persona de la Santísima Trinidad». Él resolvió la duda con una distinción: «Antes del pecado original, tuvo el hombre fe explícita en la encarnación de Cristo en cuanto que iba ordenada a la consumación de la gloria, mas no en cuanto ordenada a la liberación del pecado por la pasión y la resurrección, pues el hombre no podía conocer con antelación su futura caída en el pecado. Parece, sin embargo, que tuvo presciencia de la encarnación de Cristo por las palabras que dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se adherirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne” (Gen., II, 24), palabras que comenta el Apóstol San Pablo: “Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia” (Efe. V, 32). Y no es creíble que este misterio fuera ignorado por el primer hombre (S. Th., II-II, q. 2, a.7, in corpore). Resumiendo, cuando Dios le habló a Adán sobre el matrimonio, le explicó que era una figura de la unión de Cristo y su Iglesia; luego entonces le debió explicar el misterio de la Trinidad y Unidad de Dios, y el de la Encarnación del Verbo. «Pero después del pecado –prosigue Santo Tomás– fue creído explícitamente el misterio de Cristo no sólo en cuanto a la encarnación, sino también en cuanto a la pasión y a la resurrección, por las cuales es liberado el género humano del pecado y de la muerte. De otra suerte no se hubiera podido prefigurar la pasión de Cristo en ciertos sacrificios tanto antes como bajo la ley. Estos sacrificios tenían, ciertamente, un significado conocido explícitamente por los mayores (príncipes judeórum); los menores (el pueblo), en cambio, conocían algo bajo el velo de tales sacrificios» (Ibid., in corpore). Por eso los príncipes de los judíos tenían un conocimiento explícito del misterio de la Encarnación, Pasión y muerte del Verbo Encarnado. En cuanto al misterio de la Santísima Trinidad, Santo Tomás responde: «Desde el principio fue necesario creer en la Trinidad para salvarse. […] No se puede creer explícitamente en el misterio de Cristo sin la fe en la Trinidad… del mismo modo que, antes de Cristo, el misterio de Él fue creído explícitamente por los mayores, y, por los menores, de manera implícita y como entre sombras, así también el misterio de la Trinidad» (S. Th., II-IIæ, q.2, a 8, in corpore). El mismo concepto es retomado por el Angélico en el Comentario a las Sentencias de Pedro Lombardo: «Después del pecado original, antes del Adviento de Cristo, algunos tenían la fe explícita en el Redentor, a los cuales fue hecha una revelación especial, y ellos eran los majóres. Otros, en cambio, como los minóres tenían una fe implícita [en el Redentor] en la fe de los majóres» (In III Sent., dist. 25, q.2, a. 2, qcq. 2). Y más todavía: «Tanto antes como después del pecado original, fue necesario que los majóres tuviesen una fe explícita en la Trinidad, pero aún así no era neceario para los minóres después del pecado … y asimismo, después del pecado original hasta el tiempo de la gracia, se pensaba que los majóres tenían la fe explícita en el Redentor, los minóres en cambio solamente implícita o contenida virtualmente en la fe de los Patriarcas y de los Profetas» (De Verit., q.14, a. 11, in corpore). Incluso en el Comentario a la Epístola a los Hebreos, afirma Santo Tomás: «Algunos más explícitamente [creían en la Trinidad, N. del R.], y eran los majóres a los cuales fue hecha aliquándo Revelátio speciális (alguna Revelación especial)» (Ad Haebr., Cap. XI, lectio II, n. 576, Marietti, Turín, 1953).
  
La Declaración “NA” no presenta ni una sola cita de ningún Padre de la Iglesia, de un solo Papa o de un solo pronunciamiento del Magisterio.
   
Atención: el Evangelio nos advierte también como advirtió a los fariseos: «El reino de Dios os será quitado, y le será dado a otros». La Alianza con Dios es definitiva solo en cuanto respecta a la Iglesia de Cristo, mas en cuanto a los demás presupone una correspondencia al plan divino. De aquí nace el problema de la verdadera Doctrina y Caridad, que conviene profesar y vivir integralmente para ser «verdaderamente hijo de Dios».

Curzio Nitoglia
   
NOTAS
[1] En adelante, “NA”.
[2] Cfr. E. Ratier, Mystères et secrets du B’nai Brith, Paris, Facta, 1993, pp. 114-115 e 371-381; tr. it., Misteri e segreti del B’nai Brith, Verrua Savoia – Torino, CLS, 1996; cfr. anche Gioacchino Ambrosini, Occultismo e Modernismo, Bologna, Tipografia Arcivescovile, 1907.
[3] N. Goldmann, Staatmann ohne Staat. Autobiographie, Koln-Berlin, 1970, pp. 378 ss.
[4] J. Madiran, L’accord secret de Rome avec les dirigeants juifs, in «Itineraires», n. III, settembre 1990, p. 3, nota 2.
[5] S. Schmidt, Agostino Bea. Il Cardinale dell’unità, Roma, Città Nuova, 1988, p. 612, nota 179; cfr. anche S. Schmidt, Agostino Bea. Il Cardinale dell’ecumenismo e del dialogo, Cinisello Balsamo, San Paolo, 1996.
[6] J. Madiran, in «Itinéraires», autunno 1990, n. III, pp. 1-20.
[7] Cfr. T. Federici, Israele nella storia della salvezza, in «Humanitas», 22/1-2, (anno 1967), pp. 75-109.
[8] Histoire du Christianisme Magazine, 2003, n. 16, pp. 48-71, a cura di Michel Fourcade.
[9]  Ibidem, p. 48.
[10] Histoire du Christianisme Magazine, ibid., p. 50. Lo Chassidismo ha un «carattere esoterico… ha tradotto in forme popolari la Càbala che si trasformò in movimento popolare» (J. Maier – P. Schaeffer, Piccola Enciclopedia dell’Ebraismo, Marietti, Casale Monferrato, 1985, p. 128). Esso ha un fondamento “magico”, crede nell’immanenza di Dio e «la sua influenza si è fatta sentire sino all’età moderna [Levinas e Buber i quali hanno influenzato Wojtyła e Ratzinger, ndr]» (A. Untermann, Dizionario di usi e leggende ebraiche, Laterza, Bari, [1991] 1994, p. 63). Il padre remoto dello Chassidismo è Isaac Lurìa (XVI sec.), il quale insegnava l’emanazione del mondo da Dio, l’avvento del Messia e la «superiorità dell’anima degli Ebrei su quella dei Gentili» (A. Untermann, cit., p. 171). I Lubavitch sono un «gruppo interno allo Chassidismo […] in tempi recenti i Lubavitch sono arrivati a credere che il loro rabbi Menachem Mendel Scheerson [che invece poi è morto nel 1994, ndr] sia il Messia» (A. Untermann, cit., p. 169. Il libro di Untermann è stato pubblicato in Inghilterra nel 1991 e solo dopo tradotto in italiano nel 1994).
[11] Histoire du Christianisme Magazine, ibid., p. 50. Su Péguy, Bloy, Maritain si legga, R. Fabris (a cura di), Ebrei e cristiani nel mondo contemporaneo, pp. 199-217, in AA. VV., Storia del Cristianesimo 1878-2005. Vol. IV: I cattolici e il dopoguerra, Milano, Periodici San Paolo, 2005.
[12] Histoire du Christianisme Magazine, ibid., p. 52.
[13] Questo titolo (Salus ex Judaeis) si rifà al Vangelo (Giovanni, IV, 5-42) e specificatamente al dialogo tra Gesù e la Samaritana, presso il pozzo di Giacobbe. La Samaritana chiede a Gesù se la salvezza e la verità vengano dalla Samaria o dalla Giudea e Gesù risponde che, nell’Antica Alleanza, la salvezza veniva dal Tempio di Gerusalemme e dalla Giudea e non dal Tempio di Garizim della Samaria, che si era scissa dalla religione giudaica monoteistica ed aveva accettato elementi pagani, politeisti e idolatrici nel suo stile di vita. Léon Bloy, ha voluto equivocare, facendo dire a Gesù che la salvezza, nella Nuova Alleanza, viene ancora oggi dai Giudei, il che è logicamente, storicamente, esegeticamente e teologicamente falso. Infatti, Gesù stesso ha aggiunto al salus ex Judaeis che è già venuta la sua ora, in cui i veri fedeli di Dio, della Nuova Alleanza, lo adorano in spirito e verità (con il sacrificium Missae) e non più sotto ombra di figure nel Tempio gerosolomitano dell’Antico Patto. Molto acutamente san Tommaso d’Aquino scrive: “I Samaritani […] pensavano che Dio fosse una realtà corporea, cosicché credevano che bisognasse adorarlo in un determinato luogo cioè a Garizim […], inoltre assieme con lui adoravano anche alcune creature come idoli, come se fossero uguali a lui. Perciò non lo conoscevano. Ecco perché Gesù risponde: ‘Voi adorate ciò che non conoscete’ […]. Riguardo al culto dei Giudei, Gesù dichiara: ‘Noi adoriamo ciò che conosciamo’, egli come vero uomo era Giudeo per la sua stirpe e i Giudei mediante la Legge e i Profeti, avevano una conoscenza vera di Dio. Ecco perché Gesù soggiunge ‘salus ex Judaeis’, per dire che la salvezza doveva venire da loro, che possedevano – nell’Antica Alleanza – la vera conoscenza e il vero culto monoteistico di Dio, nel Cristo venturo. I Samaritani che erano politeisti erano nell’errore, mentre i Giudei: a) avevano la Rivelazione divina (Gen., XXII, 18). […]; b) le Profezie furono consegnate loro (Rom., XI, 17). […]; c) infine l’Autore stesso della salvezza, il Cristo, è derivato da loro, come uomo secondo la carne (Rom., IX, 5). […]. Poi Gesù aggiunge ‘ma è giunto il momento, ed è questo in cui si adorerà Dio in spirito e verità’, per dimostrare la superiorità di questo culto cristiano ‘in spirito’ su quello giudaico nella lettera; ossia come il culto giudaico è superiore a quello samaritano, così il culto cristiano è superiore a quello della Giudea. Poiché, il culto dei Giudei si basava su cerimonie materiali e prefigurative, che sarebbero state sostituite da quelle spirituali cristiane (Ebr., IX, 10). Mentre ‘in verità’ si riferisce al culto di Samaria, poiché esso era idolatrico e quindi falso e quello cristiano è vero rispetto al loro […]. Infine precisa anche che ‘i veri adoratori adoreranno il Padre’, poiché nell’Antico Testamento non si adorava esplicitamente e pubblicamente il Padre e il Figlio e lo Spirito Santo, ma solo il Signore Dio” (San Tommaso d’Aquino, Commento al Vangelo di san Giovanni, Roma, Città Nuova, 1990, 1° vol., pp. 338-341, passim).
[14] J. L. Barré, Jacques e Raïssa Maritain. Da intellettuali anarchici a testimoni di Dio, Paoline, Milano, 2000, p. 88. Per quanto riguarda il dialogo tra Gesù e la samaritana cfr. G. Ricciotti, Vita di Gesù Cristo, Milano, Mondadori, IV ed., 1974, vol. I, pp. 319-325.
[15] Histoire du Christianisme Magazine, ibidem, p. 88.
[16] J. L. Barré, op. cit., p. 386.
[17] S. Fumet, Histoire de Dieu dans ma vie, Cerf, Paris, 2002 ; M. O. Germain (a cura di), Stanislas Fumet ou la Présence au temps, Cerf, Paris, 1999.
[18] M. O. Germain (a cura di), Stanislas Fumet ou la Présence au temps, cit., p. 25. Secondo Savien de Savigny lo Chassidismo «si serve della Càbala pratica o teurgica e ha dato il via a molte generazioni di “maghi”, assai popolari presso le masse» (Savien de Savigny, Frankisme, in «Lectures Françaises», n. 561, janvier 2004, pag. II). Cfr. Anche G. Scholem, Les grandes courantes de la mystique juive, Paris, 1960 ; Id., Du Frankisme au Jacobinisme, Paris, 1979. Le spose di Jacques Maritain e Stanislas Fumet, erano entrambe ebree di origine russa e la Càbala chassidica russa è più speculativa rispetto a quella pratico-emozionale polacca, cfr. A. Untermann, cit., p. 169.
[19] S. Fumet, Histoire de Dieu dans ma vie, cit., p. VI (Introduzione).
[20] M. O. Germain, op. cit., pp. 41-42.
[21] M. O. Germain, ibidem, p. 43.
[22] Histoire du Christianisme Magazine, 2003, n.16, p. 58.
[23] Histoire du Christianisme Magazine, ibid., p. 59.
[24] S. Fumet, Histoire de Dieu dans ma vie, cit., p. 300.
[25] Cfr. R. Buttiglione, Il pensiero di Karol Wojtyła, Jaca Book, Milano, 1984; A. Mandel, Il Messia militante, Arché, Milano, 1984; L. Quercioli-Mincer, La contesa sulle origini ebraiche di Mickiewicz, in «La Rassegna Mensile d’Israele», 1999, n. 1, pp. 29-49; M. Blondet, Cronache dell’anticristo, Effedieffe, Milano, 2001, pp. 104, 121-129; H. De Lubac, La posterità spirituale di Gioacchino da Fiore. Da Saint Simon ai nostri giorni, vol. II, Jaca Book, Milano, 1984, cap. XV: “Adam Mickiewicz”, pp. 261-315; A. Mickiewicz, Scritti politici, a cura di M. Bersano Begey, Utet, Torino, II ed. 1965, introduzione pp. 11-26, IV lezione, pp. 153-169 e V lezione, pp. 169-179 (Gli Slavi), in cui si rifà esplicitamente all’insegnamento esoterico di Joseph de Maistre; Savien de Savigny, Frankisme, in «Lectures Françaises», n. 561, janvier 2004, pp. I-VII.
[26] Histoire du Christianisme Magazine, 2003, n.16, p. 59.
[27] Histoire du Christianisme Magazine, ibid., p. 60.
[28] Ivi.
[29] Ivi.
[30] M. O. Germaine, Stanislas Fumet ou la Présence au temps, cit., p. 98.
[31] Histoire du Christianisme Magazine, 2003, n.16, p. 69.
[32] Tanto per fare un esempio si pensi alla Enciclica Mit brennender Sorge, promulgata il 14 marzo 1937 da Pio XI, alla cui stesura collaborò l’allora card. Eugenio Pacelli futuro Pio XII nel 1939, ove si condanna il razzismo materialista e puramente biologico e si afferma anche che “Il Verbo avrebbe preso carne presso un Popolo che poi Lo avrebbe confitto in Croce”.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)