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sábado, 27 de marzo de 2021

LAS SIETE PALABRAS DE MARÍA SANTÍSIMA

Ejercicio dispuesto por fray Pedro José Orcillez OFM, publicado en México por Ignacio Lovis Morales en 1840, con aprobación eclesiástica.
  
PRÓLOGO DEL AUTOR
Siete palabras habló Jesucristo nuestro Señor redimiéndonos en la Cruz; y siete veces habló su Sacratísima Madre en la cruz penosa de esta vida. No diremos por esto, que no habló más, sino que las otras serían unísonas a estas, puesto que los evangelistas las callaron, no escribiendo más que estas siete.
  
Dos con el ángel San Gabriel en Nazaret para efectuarse el muy alto Misterio de la Encarnación.
  
Dos en la Visita que le hizo a su Prima Isabel.
   
La quinta, cuando halló a su divino Niño de doce años en el Templo, habiéndole buscado apesadumbradísima por el espacio de tres días.
  
Habló sexta vez en las bodas de Caná de Galilea, movida a compasión por la escasez en que la casa se veía.
   
Y finalmente habló con la más útil advertencia a los serviciales de aquel convite.

Recomendar lo importante de este devocionario, sería agraviar a la universal ternura de los cristianos fieles, que aplauden a María Santísima justamente como al Principal Asilo y Refugio de todas nuestras necesidades.
    
Para conseguir de tan Soberana Madre la merced que pretendiere su devoto, debe entrar en esta práctica con total fe y confianza en el valimiento de tan Poderosísima Señora: y no dude que verá cumplido su deseo convenientemente y saludable para su alma.
   
Sea así a cuantos hicieren este santo ejercicio, que dispuesto por mí (indigno Franciscano), lo consagro a la Concepción Inmaculada de la Purísima Madre de Dios, como su más humilde y vil esclavo.
   
Fr. Pedro José Orcillez.
   
PIADOSO EJERCICIO EN MEMORIA Y OBSEQUIO DE MARÍA SANTÍSIMA POR LAS SIETE VECES QUE HABLÓ. COMO REFIERE EL SAGRADO EVANGELIO
    

Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
       
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Muy arrepentido estoy de haber pecado, benignísima María, alabo de Dios la singular clemencia, y me confundo horrorizado de mis descarríos. He ofendido a un Pastor cuidadoso por que no me extraviase de las sendas de la santidad y justicia: he ofendido a un médico, tan solícito de mi salud, a un Esposo, tan amante de mi alma, a un Padre, tan tierno para mí, en una palabra, e ofendido a todo un Dios. Vos, María, que sois la gran medianera de los infelices pecadores, tened piedad de mí. He aquí a vuestros pies, un miserable, que a vos acude y os pide misericordia. Es verdad, que por mis ingratitudes a Dios y a vos, merecía que ambos me condenaseis, más yo estoy persuadido de que nunca rehusáis ayudar al que con la debida confianza se encomienda a vos. Pues ¡Oh criatura la más excelente de las manos de la Omnipotencia! Supuesto que superior no hay más que Jesucristo, y en vuestra comparación son pequeños los más agigantados astros del Cielo, ¡Oh Santa de los Santos! ¡Oh María, abismo de gracia! Socorred a un infeliz que la ha perdido, por su culpa, y solo por su grave culpa. Yo sé que sois tan amada de la Beatísima Trinidad, que nada os niega, se también, que vos gustáis de emplear vuestra magnificencia, en remediar a los desdichados delincuentes. Ea pues, haced ver cuan galana es la recomendación que obtenéis para con Dios, alcanzándome una luz y un incendio divino, que desasiéndome de todo afecto terreno, me una solamente a Dios. Hacedlo, Señora, que vos lo podéis conseguir, hacedlo por amor de aquel Dios que os ha constituido tan Poderosa, tan Suprema, y tan Misericordiosa. Así lo espero. Amén.

DÍA PRIMERO
PRIMERA PALABRA: «¿Cómo será esto, porque yo no conozco varón?» (Lc. 1, 34).
La primera vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Lucas en el capítulo primero de su sagrada historia: «El Ángel Gabriel fue enviado de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una Virgen desposada con un varón, que se llamaba José, de la casa de David, y el nombre de la Virgen era María: Y habiendo entrado el Ángel a donde estaba, dijo: “Dios te salve, llena de gracia: el Señor es contigo: bendita tú entre las mujeres”. Y cuando ella oyó esto, se turbó con las palabras de él, y pensaba qué salutación fuese esta. Y el Ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: He aquí, concebirás en tu seno, y parirás un Hijo, y llamarás su nombre JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, y le dará el Señor Dios el Trono de David su padre: y reinará en la casa de Jacob por siempre. y no tendrá fin su reino”. Y dijo María al Ángel: “¿Cómo será esto, porque yo no conozco varón?”».
  
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Mi Inmaculada Señora: Yo me alegro al vero enriquecida de tanta pureza. Doy alabanzas, y procuraré darlas siempre al Universal Criador, por haberos preservado de toda imperfección. Quisiera, que el mundo en general os conociese y os confesase por aquella bella Aurora sin falta, adornada de los divinos resplandores, por aquella Arca escogida de salud, libre del común naufragio del pecador, por aquella inocente y tersa Paloma, cual os declaró vuestro celestial Esposo, por aquel Huerto cerrado que fue la delicia de Dios, por aquella Fuente sellada, en la cual jamás entró cosa alguna que la enturbiase, y en fin, por aquella Rosa, que brotando entre las espinas de los descendientes de Adán, de donde todos naces manchados por desgraciado origen, vos fuiste la Única, Pura y toda digna de vuestro Criador. ¡Ah, agraciadísima María! Vos, que sois tan apreciada en el acatamiento del Altísimo, no os desdeñéis de mirar con vuestros piadosos ojos las miserias a que me han reducido mis propios desordenes. Aquel Dios que os ha escogido para Hija, Madre y Esposa suya, y por eso os prefirió en su estimación a todo cuanto ah criado y puede criar, ¿Qué favor os negará jamás? Pues en mis presentes tribulaciones, os repetiré con San Buenaventura: ¡Oh Salud de los que os invocan! Salvadme. Así sea.
   
Se concluye con las Letanías Lauretanas.
   
TRISAGIO MARIANO
    
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
  
Dios te Salve, María, Virgen,
Gran Señora y Soberana,
De los cielos y de la tierra
Por ser Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
          
Llena de gracia, y por eso
Gabriel con estas palabras
Te saluda reverente
Como a Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
      
El Señor es contigo, así
Tu virtud es tan realzada
Que justamente decimos
Que eres Santa, Santa, Santa,
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
Bendita tú entre las mujeres,
Tú, Señora, te aventajas,
Humillando a la serpiente
Con ser Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
  
Bendito es el fruto Sacro
Que producen tus entrañas,
Por cuyo excelso destino
Eres Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
De tu vientre, Jesús nace
Y así bienaventurada
Te llamarán las naciones
Por ser Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
    
Santa María, sin duda eres,
Y con eminencia tanta,
Que entre los mayores Santos
Tú eres Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
Madre de Dios verdadero,
Madre pura, Madre intacta,
Madre en todo singular,
Madre Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
Ruega por nosotros, pues
En ti fía nuestra esperanza,
Como que eres de clemencia
Fuente Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
Los pecadores a Ti
Incesantemente claman;
Y en ti su Abogada tienen
Fiel y Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
    
Ahora, pues, que en esta vida
Tanto riesgo nos asalta,
Dígnate de oírnos propicia,
María Santa, Santa, Santa.
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
     
Y en la hora de nuestra muerte
Tu Patrocinio nos valga,
Para lograr bendecirte
Siempre Santa, Santa, Santa
Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
    
Amén, Jesús y María,
Amén, Madre y Abogada,
Amén, Divina Señora;
Amén, Santa, Santa, Santa.
 Hija dilecta del Padre,
Del Hijo Madre sagrada,
Del Espíritu Divino
Prenda Santa, Santa, Santa.
  
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
    
DÍA SEGUNDO
Por la señal…
Oración para todos los días. 
   
SEGUNDA PALABRA: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38).
La segunda vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Lucas en el capítulo primero de su sagrada historia: «El Ángel le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y te hará sombra la virtud del Altísimo. Y por eso lo Santo, que nacerá de ti, será llamado Hijo de Dios. Y he aquí, Isabel tu parienta, también ella ha concebido un hijo en su vejez: y este es el sexto mes para ella, que es llamada la estéril: porque no hay cosa alguna imposible para Dios”. Y dijo María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”».
   
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Santa e Inmaculada Virgen María: criatura la más humilde para sí, y la más preferida para Dios. Vos fuiste tan pequeña en vos misma, pero tan recomendada en la estimación del Señor, que os exaltó hasta escogeros por Madre suya. Vos dijisteis, que erais su esclava, y él os estableció Reina de los cielos y tierra. Quisiera rendir dignas alabanzas a aquel Dios, que así os ha ennoblecido, y se ha intimado con vos, de modo, que ya no se puede imaginar más. Digno es ciertamente de Virtud, Divinidad, Sabiduría, Fortaleza, Honra y Gloria el Cordero, por quien fuiste colmada de prerrogativas inmensas, como planta benditísima que han dado al mundo Fruto tan primoroso y tan Santo. Sois la verdadera Madre de Dios, hecho hombre, Jesucristo, y por eso, Madre de los pecadores. ¡Purísima Madre de nuestro Dios y Salvador! Rogad ahora, interceded continuamente a vista de tantas amarguras y peligros que padecemos, e instad en la hora de nuestra muerte, cuando estamos a punto de salir de este mundo, y ser presentados al Tribunal de Dios justísimo, Remunerador, por los méritos de Jesucristo, Redentor nuestro, y por vuestra valiosísima intercesión, lleguemos al día, en que, sin sombra alguna, os alabemos perpetuamente. Así sea.

Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.
      
DÍA TERCERO
Por la señal…
Oración para todos los días.
    
TERCERA PALABRA: «Y entrando María en casa de Zacarías, María, saludó a Isabel…» (Lc. 1, 45).
La tercera vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Lucas en el capítulo primero de su sagrada historia: «En aquellos días levantándose María, fue con aceleración a la montaña, a una ciudad de Judá, y entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel». 
   
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
María, Virgen Inmaculada y Bendita, pues que vos sois el benignísimo universal conducto de todos los favores divinos, y soy la Esperanza mía y la Esperanza de todos, doy siempre gracias al Altísimo que os ha dado a conocer, y que me ha hecho saber el medio de que eh de valerme, para alcanzar los dones celestiales, y santificarme. Este medio sois vos, y por eso os apresurasteis en visitar y purificar a la casa de Isabel, ea pues, visitad, y visitad luego a mi alma. No tardéis, os ruego, clementísima Señora, vos sabéis mejor que yo, cuan necesitada esta ella, y cuanto adolece de muchos males, afectos desordenados, pecados cometidos, perversas costumbres, síntomas muy graves de una muerte eterna. Nunca os separasteis de mí, y mis necesidades serán socorridas, y mi alma libre de todos sus males. Yo no pretendo, no soy digno de que vos en este mundo me visitéis con vuestra presencia visible, como lo habéis verificado con muchos siervos vuestros, pero no ingratos como yo, quiero, si, deseo y pido, veros en vuestro Reino del cielo, para amaros allí más y más, y rendiros gratitud eterna por los muchísimos beneficios que de vos eh recibido, y mientras viva en este miserable mundo espero recibir. Así sea.

Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.
 
DÍA CUARTO
Por la señal…
Oración para todos los días.
   
CUARTA PALABRA: «Mi alma engrandece al Señor…» (Lc. 1, 46-55).
La cuarta vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Lucas en el capítulo primero de su sagrada historia: «Y cuando Isabel oyó la salutación de María, el infante dio saltos en su vientre: y fue llena Isabel del Espíritu Santo: y exclamó en alta voz, y dijo: “Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde esto a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, luego que llegó la voz de tu salutación a mis oídos, el infante dio saltos de gozo en mi vientre. Y Bienaventurada que creíste, porque cumplido será lo que te fue dicho de parte del Señor”. Y dijo María: “Mi alma engrandece al Señor; y mi espíritu se regocijó en Dios mi Salvador. Porque miró la bajeza de su esclava: pues ya desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho cosas grandes el que es Todopoderoso, y santo su nombre. Y su misericordia de generación en generación para los que le temen. Hizo esfuerzo en su brazo: esparció a los soberbios del pensamiento de su corazón. Destronó a los poderosos; y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos: y a los ricos dejó vacíos. Recibió a Israel su siervo renovado de su misericordia. Así como habló a nuestros padres Abrahán y su descendencia por los siglos”».
 
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Grande, Excelsa y Gloriosísima María, postrados al calce u umbrales de vuestro Trono, os adoramos desde este valle de lágrimas- nosotros nos complacemos de la inmensa gloria con que os ha engrandecido la Trinidad Beatísima: todas las naciones os proclamarán Bienaventurada. ¡María felicísima, no os olvidéis de nosotros! cuanto más inmediata estáis al que ha obrado en vos grandes prodigios, tanto más podéis contra nuestras calamidades. En vuestra misma elevación os encargáis perfectamente de nuestras miserias, por lo cual es forzoso, que os compadezcáis, y nos socorráis más. En tanta alegría vuestra, consoladnos a nosotros. sois nuestra Madre ¡Madre dulcísima! ¡Madre amabilísima! Conseguidnos la pureza de nuestras almas, alcanzadnos el santo amor de Dios, y buena muerte. Así sea.

Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.
   
DÍA QUINTO
Por la señal…
Oración para todos los días.
    
QUINTA PALABRA: «Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo angustiados te buscábamos» (Lc. 2, 41-52).
La quinta vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Lucas en el capítulo segundo de su sagrada historia: «Y sus padres (de Jesús) iban todos los años a Jerusalén en el día solemne de la Pascua. Y cuando tuvo doce años, subieron ellos a Jerusalén, según la costumbre del día de la fiesta, y acabados los días, cuando se volvían, se quedó el Niño Jesús en Jerusalén, sin que sus padres lo advirtiesen. Y creyendo que él estaba con los de la comitiva, anduvieron camino de un día, y le buscaban entre los parientes y entre los conocidos. Y como no le hallase, se volvieron a Jerusalén, buscándole. Y aconteció que tres días después le hallaron en el Templo, sentado en medio de los Doctores, oyéndolos y preguntándoles. Y se admiraban grandemente todos los que le oían, de su inteligencia y de sus respuestas. Y cuando le vieron, se maravillaron. Y le dijo su Madre: “Hijo, ¿por qué lo has hecho así con nosotros? Mira cómo tu padre y yo angustiados te buscábamos”». 
    
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Madre Inmaculada, Santísima María, después de que Jesucristo, mi única esperanza. No fue infeliz Job, perdiendo cuanto tenía, haciendas, hijos, salud, honras, hasta bajar desde la opulencia a un muladar, más tenia a Dios consigo, y por eso, aun entonces, era verdaderamente dichoso. Vos buscabais a vuestro Niño en Jerusalén, pero sabias, con la Mística Esposa, que se apacienta entre los lirios, y esos vuestros pensamientos y afectos del todo humildes, puros y perfectísimos al completo beneplácito de Dios, son azucenas, que tanto, tanto, han convidado, a que habite en vos el Divino Esposo. Dejadme suspirar a mí por él, y a innumerables pecadores que no le aman, y por nuestras ofensas le hemos perdido. La piedad que vos tenéis de los miserables, y el valimiento que poseéis para con la Trinidad Beatísima, superan, sin alguna duda, al número y a la malicia de todos mis deméritos. El cielo y la tierra testifican, que no se pierde el que de vos es protegido. Olvídense todos de mí, como no os olvidéis vos ¡Oh Madre de amor! Decidle a Dios, que yo soy vuestro, interesaos por mí, y yo seré salvo, con esta seguridad vivo, y en ella quiero morir. Así sea.
    
Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.
    
DÍA SEXTO
Por la señal…
Oración para todos los días. 

SEXTA PALABRA: «No tienen vino» (Jn. 2, 1-3).
La sexta vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Juan en el capítulo segundo de su sagrada historia: «Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea: y estaba allí la Madre de Jesús. Y fue también convidado Jesús, y sus discípulos a las bodas. Y llegando a faltar vino, la Madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”».
  
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Madre de Dios, María, mi Inmaculada Señora: de la misma suerte que se presentará a una gran Reina un pobrecito despreciable, yo recurro a Vos. No quiero ocuparme, poderosísima Abogada de los hombres, en pediros gracias puramente temporales, que no me causarían alegría verdadera, ni prosperidades del mundo, que solo servirían de satisfacer a mi amor propio. Os pido una fe viva, que me haga obrar, y que me determine a su sufrido todo por la causa de Dios, una confianza firme en él, que jamás sea confundida, un amor de Dios, que no puedan apagar todas las aguas de las tribulaciones y adversidades de esta vida, y una caridad para con el prójimo, que nos tenga a todos estrecha y santamente unidos en Jesucristo. Os pido, por último, una victoria completa del mundo, un desapego perfecto de mi mismo, un espíritu humilde y corazón puro. Así sea.

Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.
    
DÍA SÉPTIMO
Por la señal…
Oración para todos los días.
    
SÉPTIMA PALABRA: «Haced cuanto Él os dijere» (Jn. 2, 4-5).
La séptima vez que oímos hablar a María Santísima es, como refiere el evangelista San Juan en el capítulo segundo de su sagrada historia: «Y Jesús le dijo: “Mujer, ¿qué nos va a mi y a ti? Aún no es llegada mi hora”. Dijo la Madre de él los que servían: “Haced cuanto Él os dijere”». 
   
Se rezan tres Aves Marías de la forma siguiente:
  
℣. Glorifiquemos a María Santísima, Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo.
℟. Ensalzada sea la Beatísima Trinidad, por las ínclitas prerrogativas que concedió a María Santísima. Ave María.
   
Y de la misma forma las dos siguientes.
   
ORACIÓN
Bendita eternamente seáis, Purísima Madre de Dios, a vos clamamos implorando tu protección, solo para poder seguir vuestros pasos, imitando vuestros ejemplos, a vos suspiramos gimiendo y llorando, y puestos a vuestro amparo, esperamos conseguir la gracia de nuestra conversión, muy justamente os llamamos Madre de Misericordia, principio de la vida, y consuelo de nuestras almas. Con estos afectos nos acogemos a Vos, para pediros aquellas gracias que sabéis necesitamos: derramadlas muy particulares sobre las sagradas personas del Sumo Pontífice y demás prelados que gobiernan la Iglesia, sobre esta nación tan singularmente favorecida de vos. Apagad el fuego de la guerra, que arde en tantas partes del mundo, y que divide hasta a los jefes cristianos, pero ayudados más bien a apagar el voraz incendio de nuestras pasiones, y el combate interior que ejercitan en lo más secreto de nuestro corazón. Dadnos paz con los enemigos del Estado, pero con preferencia a esta, auxiliadnos a recobrar la paz con Dios, si la hemos perdido, o a mantenernos en ella, si somos tan dichosos que la tengamos, y merezcamos aumentarla cada día más y más. Así sea.
   
Se concluye con las Letanías Lauretanas y el Trisagio Mariano.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)