«En la religión de hecho hay oscuridad
para probarnos, pero también hay luz para iluminarnos; y la oscuridad y
la luz están cada uno en su propia esfera: ¿y la Iglesia visible, la
Esposa de Cristo, la Columna y Apoyo de la Verdad, la Ciudad en lo alto
de la colina, la Lámpara en el candelero, es la oscuridad de la
religión, o su luz? Nosotros tendremos
dudas y perplejidades, pero seguramente la Iglesia está para apoyarnos
en ellas, no para ser la fuente de estas. Estamos para cargar
la cruz; pero ¿a dónde seremos conducidos para estar preparados para
algo tan terrible como que nuestra Iglesia sea nuestra cruz? A pesar de
todo, tú reconoces que tu iglesia sea ella misma una cruz muy realizable para ti: tu luz es oscuridad, ¡ay!, esto debería ser.
Pero puedes decir: no es mucho que la Iglesia misma sea oscuridad, como
que tus pecados te impidan discernir el aspecto de la Iglesia.
Ciertamente algo te lo impide, o discernirías el rostro celestialmente
victorioso de la Esposa del Salvador, donde solo se presenta en su manso
horror. Pero un católico te diría que el rostro de la Iglesia no es más
claro ni más sencillo con su mirada piadosa y atrayente, como el pobre
pecador. Un católico estaría, en
realidad, escandalizado ante la injuria hecha a su Señor, la negación
del oficio principal de Su Iglesia, por una teoría que enseña que la
casa del pecador ya no es la seguridad cierta del pecador, porque puede
sacar a esos pecadores y a las almas verdaderamente penitentes y
esforzadas también, no puede ver la Iglesia o no puede decirles dónde
verla. Seguramente toda esa
enseñanza es inventada para servir a un propósito, y ese propósito no es
la consolación de los pecadores, no es alentar y guiar a los fervorosos
penitentes, no es una ilustración de la comunión de los santos, porque
destruye la misma esencia de una Iglesia visible, y envuelve los
caprichos más extremistas del puritanismo» (Padre FREDERICK WILLIAM FABER, “Examination of grounds for remaining in the Anglican Comunion: A letter to a High Church friend”/Examen
de las bases para permanecer en la Comunión Anglicana: Una carta a un
amigo de la alta iglesia. Londres, James Toovey, 1846, págs. 12-13).
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)