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lunes, 3 de noviembre de 2025

PRÉVOST, COMO BERGOGLIO: «¿MARÍA CORREDENTORA?, ¡NO!»

Fuentes cercanas a Messa in Latino obtuvieron el texto (obviamente en italiano, el idioma de la Curia vaticana moderna) de “Mater Pópuli Fidélis: Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la participación de María en la obra de la salvación”, redactada por el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández Martinelli y que se presentará mañana martes 4.
  
Como se había anticipado, el documento le cerró la puerta a reconocerle el título de Corredentora a la Santísima Virgen María. Si no, mirar los párrafos 17 a 22 (traducción no oficial):
Corredentora
17. El título de Corredentora aparece en el siglo XV como una corrección de la invocación de Redentora (abreviatura de Madre del Redentor) que María venía recibiendo desde el siglo X. San Bernardo le asigna a María un papel al pie de la Cruz, lo que da origen al título de Corredentora, título que encontramos por primera vez en un himno anónimo del siglo XV en Salzburgo [30]. Si bien el título de Redentora se conservó durante los siglos XVI y XVII, desapareció por completo en el siglo XVIII, siendo reemplazado por el de Corredentora. La investigación teológica sobre la cooperación de María en la Redención, durante la primera mitad del siglo XX, condujo a una comprensión más profunda del título de Corredentora [31].

18. Algunos pontífices han utilizado este título sin detenerse a explicarlo [32]. Generalmente, lo han presentado de dos maneras distintas: en relación con la maternidad divina, puesto que María, como madre, hizo posible la Redención realizada por Cristo [33]; y en referencia a su unión con Cristo junto a la Cruz redentora [34]. El Concilio Vaticano II evitó el uso del título Corredentora por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas. San Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, vinculándolo sobre todo al valor salvífico de nuestro sufrimiento ofrecido junto con el de Cristo, a quien María se une especialmente bajo la Cruz [35].

19. En la Feria IV del 21 de febrero de 1996, el Prefecto de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, al ser preguntado sobre si era aceptable la petición del movimiento Vox Pópuli Maríæ Mediatríci de una definición del dogma de María como Corredentora o Mediadora de todas las gracias, respondió en su voto particular lo siguiente: «Negativo. El significado preciso de los títulos no está claro y la doctrina contenida en ellos no está madura. Una doctrina definida de fide divína pertenece al depósitum fídei, es decir, a la revelación divina transmitida en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica. Aún no está claro cómo se presenta la doctrina expresada en los títulos en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica» [36]. Posteriormente, en 2002, expresó públicamente su opinión en contra del uso de este título: «La fórmula “Corredentora” se aleja demasiado del lenguaje de la Sagrada Escritura y la patrística, y por lo tanto causa malentendidos… Todo proviene de Él, como afirman sobre todo las Cartas a los Efesios y a los Colosenses. María es lo que es gracias a Él. El término “Corredentora” oscurecería su origen». El cardenal Ratzinger no negó que hubiera buenas intenciones y aspectos valiosos en la propuesta de usar este título, pero sostuvo que se trataba de una «terminología incorrecta» [37].

20. El entonces Cardenal mencionó las Cartas a los Efesios y a los Colosenses, donde el vocabulario empleado y el dinamismo teológico de los himnos presentan la singular centralidad redentora y la fuente del Hijo encarnado de tal manera que excluyen la posibilidad de añadir otras mediaciones, puesto que «toda bendición espiritual» se nos da «en Cristo» (Ef. 1, 3), porque en Él somos hijos adoptivos (cf. Ef. 1, 5) y en Él hemos sido agraciados (cf. Ef. 1, 6), «por su sangre tenemos redención» (Ef. 1, 7) y Él «ha derramado sobre nosotros» (Ef. 1, 8) su gracia. En Él «hemos sido hechos herederos» (Ef. 1, 11) y hemos sido predestinados. Dios también quiso que en Él «habitara toda la plenitud» (Col. 1, q9) y que «por medio de Él y para Él todas las cosas fueran reconciliadas» (Col. 1, 20). Esta alabanza del lugar único de Cristo invita tanto a considerar a toda criatura como receptiva, como a una cautela religiosa y prudente al contemplar cualquier forma de posible cooperación en la Redención.

21. El Papa Francisco ha expresado, al menos en tres ocasiones, su clara oposición al uso del título de Corredentora, afirmando que María «nunca quiso tomar nada de su Hijo para sí misma. Nunca se presentó como corredentora. No, discípula» [38]. La obra de la Redención fue perfecta y no requiere adición alguna. Por lo tanto, «Nuestra Señora no quiso tomar ningún título de Jesús […]. No pidió ser cuasi-redentora ni corredentora: no. Solo hay un Redentor y este título no puede duplicarse» [39]. Cristo «es el único Redentor: no hay corredentores con Cristo» [40]. Porque «el sacrificio de la Cruz, ofrecido con un espíritu amoroso y obediente, presenta una satisfacción superabundante e infinita» [41]. Aunque podemos prolongar sus efectos en el mundo (cf. Col. 1, 24), ni la Iglesia ni María pueden reemplazar ni perfeccionar la obra redentora del Hijo de Dios encarnado, que fue perfecta y no necesita añadidos.

22. Dada la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, resulta siempre inapropiado utilizar el título de Corredentora para definir su cooperación. Este título corre el riesgo de oscurecer la singular mediación salvífica de Cristo y, por lo tanto, puede generar confusión y desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana, porque «en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4, 12). Cuando una expresión requiere numerosas y continuas explicaciones para evitar que se desvíe de su verdadero significado, no sirve a la fe del Pueblo de Dios y se torna inapropiada. En este caso, no conviene exaltar a María como la primera y más grande colaboradora en la obra de la Redención y la gracia, porque el peligro de oscurecer el papel exclusivo de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, el único capaz de ofrecer al Padre un sacrificio de valor infinito, no constituiría un verdadero honor para la Madre. En efecto, como «sierva del Señor» (Luc. 1, 38), ella nos señala a Cristo y nos pide que hagamos «todo lo que él nos diga» (Jn. 2, 5).

NOTAS
[30] Orat. Ms S. Petri Salisburgensis (s. XV); Codex Petrinus, a, III, 20; Orat. Ms S. Petri. XIV, XV; Codex Petrinus, 1, 20, en Guido M. Dreves, Analécta Hýmnica Médii Ævi, Leipzig, Reisland, tomo 46, 1905, 177, n. 29. 
[31] Los teólogos entienden el título de corredentora de diferentes maneras: a) Cooperación inmediata, cristotípica o maximalista, que sitúa la cooperación de María como próxima, directa e inmediata a la Redención misma (Redención objetiva). En este sentido, los méritos de María, si se subordinan adecuadamente a los de Cristo, tendrían un valor redentor para la salvación; b) Cooperación mediada o minimalista, limitada al «sí» de la Anunciación. Esta sería una cooperación mediada que posibilita la Encarnación como paso previo a la Redención; c) Cooperación inmediata, receptiva o eclesiotípica, que coopera en la Redención objetiva en el sentido de que aceptó los frutos del sacrificio redentor del Salvador, representando a la Iglesia. En esta cooperación inmediata y receptiva, María simplemente aceptó la Redención de Cristo, convirtiéndose en la «primera Iglesia».
[32] Durante el pontificado de San Pío X, el título de Corredentora se encuentra en un documento de la Sagrada Congregación de Ritos y del Santo Oficio. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Dolóres Vírginis Deíparæ (13 de mayo de 1908): Acta Sanctæ Sedis 41 (1908), 409; Sagrada Congregación del Santo Oficio, Decreto Sunt Quos Amor (26 de junio de 1913): Acta Apostólicæ Sedis 5 (1913), 364, que alaba la costumbre de añadir al nombre de Jesús el nombre «de su madre, nuestra corredentora, la bienaventurada María»; Ibíd., Oración de Reparación a la Bienaventurada Virgen María (22 de enero de 1914): Acta Apostólicæ Sedis 6 (1914), 108, en la que María es llamada «corredentora del género humano». El primer Papa en utilizar el término Corredentora fue Pío XI, en el Breve del 20 de julio de 1925, dirigiéndose a la Reina del Rosario de Pompeya: «Pero recuerda también que en el Calvario te convertiste en Corredentora, cooperando mediante la crucifixión de tu corazón por la salvación del mundo, junto con tu Hijo crucificado»: Pío XI, Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Imprenta Políglota Vaticana, Roma 19522, n. 628; cf. Id., Discurso “He aquí otra vez” a un grupo de peregrinos de Vicenza (30 de noviembre de 1933): L’Osservatore Romano, 1 de diciembre de 1933, 1.
[33] Cf. Ibíd., Mensaje radiofónico de clausura del Año Santo de la Redención en Lourdes (28 de abril de 1935): L’Osservatore Romano, 20-30 de abril de 1935, 1.
[34] Cfr. Id., Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Roma 1952, n. 628.
[35] Cfr. San Juan Pablo II, Audiencia general (10 de diciembre de 1980): Insegnamenti III/2 (1980), 1646; Id., Audiencia General (8 de septiembre de 1982): Insegnamenti V/3 (1982), 404; Id., Angelus (4 de noviembre de 1984): Insegnamenti VII/2 (1984), 1151; Id., Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Alborada en Guayaquil (Ecuador) (31 de enero de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 319; Id., Ángelus del Domingo de Ramos (31 de marzo de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 890; Ibíd., Discurso a los peregrinos de la Obra Federal de Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTEL) (24 de marzo de 1990): Insegnamenti XIII/1 (1990), 743; Ibíd., Ángelus (6 de octubre de 1991): Insegnamenti XIV/2 (1991), 756. Tras la Feria IV de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1996, San Juan Pablo II dejó de usar el título de Corredentora. Cabe destacar, sin embargo, que este título no aparece en la Carta Encíclica Redemptóris Mater del 25 de marzo de 1987, documento por excelencia en el que San Juan Pablo II explica el papel de María en la obra de la Redención.
[36] J. Ratzinger, Actas de la Feria IV del 21 de febrero de 1996, en los Archivos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
[37] J. Ratzinger ‒ P. Seewald, Dios y el mundo. Ser cristianos en el nuevo milenio. Una conversación con Peter Seewald, Milán 2001, 278.
[38] Francisco, Homilía en la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre de 2019): Acta Apostólicæ Sedis 112 (2020), 9.
[39] Ibíd., Meditaciones diarias: Nuestra Señora de los Dolores, discípula y madre (3 de abril de 2020): L’Osservatore Romano, 4 de abril de 2020, 8.
[40] Ídem, Audiencia general (24 de marzo de 2021): L’Osservatore Romano, 24 de marzo de 2021, 8.
[41] Pío XII, Carta encíclica Hauriétis Aquas (15 de mayo de 1956) n. 10: Acta Apostólicæ Sedis 48 (1956), 321. 
Así, se culminó el rechazo que desde el Vaticano II, e incluso antes, se ha tenido hacia la Santísima Virgen solamente para complacer a los herejes protestantes.

NO SE HIZO ESPERAR LA RESPUESTA AL ACTO ECUMÉNICO: COLAPSA TORRE MEDIEVAL DE ROMA


Una sección de la “Torre de los Condes”, del siglo XIII y situada junto al Foro Romano y al Coliseo, se derrumbó el lunes 2 de Noviembre a las 11:20h (hora local) durante unas obras de restauración y dejó al menos a un trabajador herido grave, según medios italianos.

Los bomberos rescataron a tres trabajadores, mientras otro de nacionalidad rumana permanecía atrapado en el interior durante las labores de rescate, en las que cayeron más escombros hora y media después.

Cientos de turistas presenciaron la escena mientras los equipos de emergencia se apresuraban a asegurar la zona del Foro Romano y la Plaza de Venecia.
  
Una semana antes, en el área del Foro Romano, la Comunidad de San Egidio realizó un encuentro ecuménico de oración conmemorando los 40 años del Encuentro Interreligioso de Asís de 1986 (donde Wojtyła permitió colocar una imagen de Buda en el tabernáculo de la iglesia de San Pedro), en el que participaron León XIV Riggitano-Prévost y el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana el cardenal Matteo Maria Zuppi Fumagalli.
  

La histórica torre fue construida entre 1203 y 1216 por el arquitecto Marción de Arezzo para el conde de Sora Ricardo de los Condes de Segni, hermano del papa Inocencio III (reinó entre 1198 y 1216) a partir del núcleo construido en el año 885 por su antepasado Pedro de los Condes de Anagni sobre una de las cuatro exedras del Templo de la Paz (Foro de Vespasiano), en la frontera con el territorio de la familia rival Frangipani, y revestida con losas de travertino procedentes de los Foros Imperiales (de las cuales fue despojada por Miguel Ángel para construir la Puerta Pía).

Según historiadores y académicos, la Torre de los Condes de Segni mediría originalmente de entre 50 y 60 metros de altura (lo que le valió el apodo de Torre Mayor y que el humanista Francisco Petrarca la elogiase como «Torre única en todo el mundo»), los pisos superiores fueron destruidos por una serie de terremotos, culminando con el de 1349, tras el cual fue abandonada hasta 1620, cuando fue reconstruida por la Cámara Apostólica en su tamaño actual de 29 metros. Otros terremotos en 1630 y 1644 causaron daños que fueron reparados a finales del siglo XVII por el papa Alejandro VIII, quien añadió dos contrafuertes. Galileo Galilei empleó la torre para sus observaciones astronómicas.
  
Hipótesis de reconstrucción de la Torre de los Condes (Fuente: Francesco Giovannetti, “Il laboratorio di progettazione del Master in restauro Architettonico”. En Ricerche di Storia dell’arte, 2012, págs. 9-26).

En 1937, Benito Mussolini, que la salvó de la demolición para construir la calle de los Foros Imperiales (años atrás, se salvó de ser demolida para construir la calle Cavour), donó la torre a los Arditi (tropas de asalto italianas), quienes conservaron su propiedad hasta 1943. La torre alberga el mausoleo del general Alessandro Parisi, líder de los Arditi, quien falleció en un accidente automovilístico en 1938 y cuyos restos se conservan allí en un antiguo sarcófago romano.
   
Después de la guerra, la torre fue usada como sede de oficinas públicas, hasta que fue ocupada por invasores ilegales hasta su desalojo en 2006. En 2022 la Municipalidad inició la recuperación y restauración, que costaba 6,9 millones de euros. El sitio recibió la visita del alcalde de Roma, Roberto Gualtieri, y del ministro de Cultura, Alessandro Giuli.
  
Ante la noticia, la Directora del Departamento de Información y Prensa del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa, María Vladímirovna Zajárova Machulko, criticó en su canal de Telegram, que Italia haya destinado 2,5 millardos de euros en ayuda militar a la Junta de Kiev, y presentó el derrumbe de la torre como señal de un futuro colapso económico de Italia. «Mientras el gobierno italiano siga despilfarrando el dinero de los contribuyentes, la Italia se derrumbará, desde la economía hasta las torres», escribió. Palabras que fueron criticadas tanto por el gobierno italiano como por el diputado opositor Angelo Bonelli, que incluso pidió a la primera ministra italiana Giorgia Meloni citar al embajador ruso Alexéi Paramonov al Palacio Farnesio para una nota de protesta, como en efecto sucedió.

CON PRÉVOST, ¡QUE SIGA LA PAPOLATRÍA!

Noticias tomadas de distintas fuentes.
  
1.º RIGGITANO-PRÉVOST “CANONIZA” A SU PREDECESOR: «FRANCISCO FUE UN ALMA ESCOGIDA».
  

León XIV Riggitano-Prévost presidió en la Basílica de San Pedro el servicio Novus Ordo de réquiem en memoria de su predecesor Francisco Bergoglio y de otros 142 obispones y cardenales fallecidos el año pasado. 

Empezando su homilía, dijo ofrecer la celebración «con gran afecto por el alma elegida del papa Francisco, quien falleció después de haber abierto la Puerta Santa e impartido a Roma y al mundo la bendición pascual».

«Queridísimos, el amado papa Francisco y los hermanos cardenales y obispos por quienes hoy ofrecemos el sacrificio eucarístico han vivido, testimoniado y enseñado esta esperanza nueva, pascual. El Señor los llamó y los constituyó pastores en su Iglesia, y con su ministerio ellos —usando el lenguaje del libro de Daniel— “condujeron a muchos a la justicia” (cf. Dn. 12, 3), es decir, los guiaron por el camino del Evangelio con la sabiduría que viene de Cristo, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría, justicia, santificación y redención (cf. 1.ª Cor. 1, 30)», dijo en un rimbombante tono áulico.

«Que a nosotros, aún peregrinos en la tierra, nos llegue en el silencio de la oración su aliento espiritual». Esa fue la esperanza que Riggitano-Prévost profirió finalizando su panegírico antes de citar el salmo 42, 6: «Espera en Dios: todavía podré alabarlo, a Él, salvación de mi rostro y mi Dios».
   
2.º ELABORAN ESTATUA DE RIGGITANO-PRÉVOST COMO PARTE DE LA “RUTA PAPAL” EN PERÚ.
  

Una estatua de cinco metros de altura y media tonelada de peso está siendo elaborada en honor de León XIV Riggitano-Prévost en Chiclayo (Perú), informó Swiss Info.
  
«Este monumento simboliza el agradecimiento del pueblo de Lambayeque al Santo Padre por su mensaje de amor, esperanza y unidad», declaró el gerente regional de Comercio Exterior y Turismo de Lambayeque, Félix Nicanor Mío Sánchez. «Queremos que esta escultura sea un ícono de fe y hospitalidad. Con su sonrisa, el papa León XIV dará la bienvenida a los turistas que llegan para disfrutar de nuestra gastronomía, playas, museos y naturaleza», añadió.

La escultura, hecha totalmente en fibra de vidrio y representando a Riggitano-Prévost sonriente y la palma de su mano derecha extendida, fue diseñada por el artista local Juan Carlos Ñañake Torres (autor del guayasaminesco mural en mosaico “Santo Toribio y la educación” en el campus de la USAT en Chiclayo), y elaborada junto con otros seis colegas. «Ha sido un reto enorme. Es la primera vez que realizamos una escultura de cinco metros sobre un pedestal de dos metros adicionales. Nos sentimos orgullosos de aportar al arte sacro y al turismo de la región», afirmó.

Esta pieza, que se instalará en una de las entradas de la ciudad, será parte de un total de tres esculturas que conformarán el llamado “Paseo Papal” del mismo artista, un “corredor temático” junto a la costa que, según declaró, «permitirá que las familias y los turistas puedan tomarse fotografías y participar en actividades culturales».
  
Dos meses después de la “elección” de Roberto Francisco Riggitano-Prévost Martínez OSA como sucesor de Francisco Bergoglio, el gobierno peruano creó la ruta turística “Caminos del papa León XIV”, que comprende los departamentos de Lambayeque, Piura y La Libertad, y la Provincia Constitucional del Callao (donde ejerció como administrador diocesano tras la renuncia-destitución del kikobispón José Luis del Palacio y Pérez-Medel).

NOVENA EN HONOR A SAN MILLÁN DE LA COGOLLA

Tomada de la Vida y y novena de San Millán de la Cogolla, Patrón de España de fray Pedro Corro de la Virgen del Rosario OAR, publicada en Manila por la Imprenta del Colegio de Santo Tomás en 1897.
    
NOVENA EN HONOR DEL GLORIOSO SAN MILLÁN, PATRONO DE ESPAÑA
   


Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
ACTO DE CONTRICIÓN – PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Criador y Redentor mío, por ser Vos quien sois y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido: propongo firmemente de nunca más pecar, y de apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, y de confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta: ofrézcoos mi vida, obras y trabajos en satisfacción de todos mis pecados; y así como os lo suplico, así confío en vuestra bondad y misericordia infinita me los perdonaréis, por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, Pasión y Muerte, y me daréis gracia para enmendarme y para perseverar en vuestro santo servicio hasta la muerte. Amén.
       
ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios mío y Redentor mío, que en el humilde y santísimo Millán os dignasteis presentar al pueblo cristiano un Protector y Abogado poderosísimo, a la vez que un dechado perfecto de todas las virtudes. Dignaos, Señor, concederme la gracia necesaria para hacer con la mayor devoción esta novena en honor de vuestro siervo tan distinguido y concededme que, inflamado mi corazón con la consideración de su santísima vida, me anime yo a imitar con fe y constancia sus admirables virtudes, haciéndome así digno y merecedor de su especial amparo y de vuestra infinita misericordia. Perdonad, Señor, las muchas imperfecciones con que cada día os ofendo, y concededme el beneficio especial que os suplico en esta novena; y sobre todo, la gracia inapreciable de la perseverancia en vuestro santo servicio, ahora y siempre, y en la hora de mi muerte. Amén.
    
DÍA PRIMERO – 3 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN
Así como la soberbia es la raíz de todos nuestros vicios e imperfecciones, de la misma suerte, el más seguro fundamento de la santidad cristiana consiste en la humildad, la cual, poniendo ante nuestros ojos el lodo de la tierra de que fuimos formados, nos enseña a no presumir de nosotros mismos y a no fiar demasiado en nuestras propias fuerzas, al mismo tiempo que nos hace comprender que el camino más recto y seguro para ir al Cielo es el de los menosprecios y las contradicciones, los cuales nos obligan a buscar en el Cielo, de manos del mismo que nos hizo de la nada, el remedio contra las flaquezas emanadas de nuestra miserable condición. De aquí que los Santos y siervos de dios nada hayan temido y aborrecido tanto como los aplausos y alabanzas de los hombres, de que se creían indignos, al paso que nada tampoco han estimado tanto como los desprecios y persecuciones, juzgándolos como la más preciosa escuela para aprender a conceptuarse en nada, para acostumbrarse a reflexionar frecuentemente que son polvo y en polvo habrán de convertirse. De aquí también una como contienda santa entre Dios y sus siervos, estos buscando en todo única y exclusivamente la gloria de Dios, y Dios mirando con especial esmero a la glorificación de sus amantes servidores, conforme a su promesa por aquellas palabras del Espíritu Santo: El que se humille será ensalzado. Nuestro bienaventurado Protector San Millán, no pudiendo sobrellevar la confusión de su alma por los aplausos y bendiciones de que era objeto en su modesta estancia de Suso, huye de entre los hombres a esconderse en lo más espantoso del desierto; el Señor en cambio, derramando sobre Millán las gracias más admirables y extraordinarias, no sólo santifica su alma candorosa, sino que, elevándolo y glorificándolo a medida que él se humilla y anonada, hace de Millán uno de los Santos más aplaudidos y venerados que ha conocido el mundo.
   
ORACIÓN
Oh bendito San Millán, que por modo tan perfecto supiste hollar las vanidades del mundo y anonadarte delante de los hombres; ayúdanos con tu poderoso patrocinio para que, siguiendo constantemente tus hermosos pasos, aprendamos a dominar nuestro excesivo orgullo y lleguemos a comprender que nada somos, nada valemos de nuestro propio caudal, sino conforme a aquello que hayamos recibido de nuestro Dios y Redentor. No permitas consiga cegarnos la soberbia, hasta el extremo de que nos creamos con derecho para aborrecer y despreciar a nuestros prójimos, por inferiores o indignos que los juzgue el mundo. Haz por el contrario que, conformes todos en la imitación de aquel que dijo: Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, teniendo todos un solo corazón y una sola alma, podamos algún día en compañía tuya cantar en el cielo las alabanzas divinas por toda la eternidad. Amén.
    
Díganse ahora tres Padre Nuestros, tres Ave Marías y tres Gloria Patris en honor de San Millán.
    
GOZOS EN HONOR A SAN MILLÁN
  
Millán Lucero esplendente
Que en luz baña el suelo hispano:
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
De dicha y paz mensajero
En pobre cuna mecido
De gozo Berceo henchido
Velo tu sueño primero.
De la patria permanente
Desde el trono soberano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
De ovejas en el cuidado
Transcurrió tu adolescencia:
¡Siempre ellas de la inocencia
Fueron ejemplo y dechado!
Ante tu vida inocente
Tiemble el orgullo mundano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Dios te miró desde el cielo
Y al ver una alma tan pura,
Un ángel desde la altura
Tendió a la tierra su vuelo.
De la gloria indeficiente
Él te revelo el arcano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Nuevo Eliseo en la escuela
Del Santo Félix formado, 
Su Espíritu agigantado
Mas grande en ti se revela.
Cámbiese en virtud ferviente
Nuestro espíritu liviano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Por voz suprema atraído
Del Distercio hasta las cimas
Cual águila te sublimas
Huyendo el mundano ruido.
Desde la eterna pendiente
Tiéndenos tu santa mano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Allí el amor te devora
Y en serafín transformado,
Si gime al cuerpo agobiado,
Luce al alma eterna aurora.
Prenda amor tan inocente
En nuestro pecho profano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Pastor de almas cuanto adquieres
Das sin limites ni modos:
Tu respiras para todos 
Y el alma de todos eres.
Tu caridad siempre ardiente
Nunca Imploremos en vano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Apenas tu celo estalla.
Es tu voz conjuro santo,
Ante el cual muda de espanto
Huye la infernal canalla.
Huya también imponente
Hoy a tu voz el tirano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
De Cantabria entre las ruinas
Aun se oye tu voz de trueno,
En cuyo angustiado treno
Vibran las iras divinas
Ante el juez Omnipotente
No olvides ser nuestro hermano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Junto a tus restos gloriosos
Giro un mundo de grandezas
Y humillaron sus cabezas
Los reyes mas poderosos.
Que hoy su virtud acreciente
Junto a ellos el mundo vano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
La patria que en gloria bañas,
A tu amparo agradecida
Te proclama envanecida
Patrono de las Españas.
Sostén con mano potente
Nuestra fe, insigne Riojano.
Oye al devoto cristiano
Que hoy te invoca reverente.
   
Antífona: Este varón, despreciando el mundo y triunfando de lo terreno, se granjeó riquezas de para el cielo con sus obras y palabras.
℣. El Señor dirigió al justo por caminos rectos.
℞. Y le mostro el reino de Dios.
    
ORACIÓN
Te suplicamos, oh Señor, que nos haga recomendables la intercesión de San Millán, Abad, para conseguir con su protección lo que no podemos por nuestros méritos. Por nuestro Señor Jesucristo, Hijo tuyo, que como Dios verdadero vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
  
DÍA SEGUNDO – 4 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
El mundo, tan injusto y desacertado en sus juicios sobre el valor y mérito de las cosas, en nada quizás se equivoca tanto como al juzgar acerca de la importancia y significación de los bienes temporales. Resultando este error tanto más peligroso para las almas, cuanto que, no siendo de por sí pecaminosa la posesión de las riquezas, por grandes que estas quieran suponerse, no es fácil llegar a comprender los muchísimos e incalculables perjuicios que en ellas se esconden para cuantos, engañados por la tentación, creen haber de encontrar en ellas la paz y el bienestar por que suspiran. ¿De qué nos servirá ganar todo el mundo, dice el Evangelio, si perdemos nuestra alma? Desde luego puede darse por seguro que ninguno de los vicios, a que se halla expuesta la humanidad, ha causado jamás en el mundo tantas infamias, tantas injusticias, tantas ingratitudes, tantos atropellos, tantos desórdenes, en fin, de todo género, como el excesivo amor a los bienes de la tierra. ¡Oh abismo insondable de la miseria humana! Atropellar por un mezquino interés las obligaciones más sagradas de la amistad o de la gratitud; arriesgar, como vemos cada día, la propia honra; exponerse a perder la tranquilidad de la conciencia y el paraíso mismo, por un puñado de polvo, que aun no se tiene la seguridad de gozar por todo un día. ¡Oh, cuán bien entendieron esto los Santos, y cuán provechosos ejemplos nos legaron en su vida de abnegación y sacrificio! ¡Cuánto tenemos que aprender en este punto, del insigne y bienaventurado San Millán! Llena está su vida de rasgos los más heroicos y extraordinarios, donde con la más abrumadora elocuencia nos enseña que los bienes temporales no son otra cosa sino barro inmundo y despreciable, que pegándose en las alas de nuestro corazón, lo atan y esclavizan, impidiéndole volar hacia la eterna bienaventuranza para que fuera criado por Dios, y donde única y solamente puede encontrar el anhelado descanso.
  
ORACIÓN
Oh bienaventurado San Millán, tan desprendido de los bienes de la tierra como lo demuestran los cuarenta años de tu espantosa soledad. Ayúdanos con tu poderoso patrocinio para que, conociendo también nosotros la vanidad de todo lo terreno, no vendamos jamás por ello nuestra fe en las promesas de Jesucristo, ni menos aun nos expongamos a perder para siempre lo único que ha de quedarnos a nuestro viaje para la eternidad, que es nuestra pobre alma. Ricos o pobres, débiles ó poderosos, víctimas de la adversidad o mimados por la fortuna, haz que nunca perdamos de vista que este mundo no es nuestra patria; que estos tesoros no son nuestros tesoros; que estas riquezas no son las que Cristo Señor nuestro nos conquistó con su preciosísima Sangre. Que nos dé Dios por tu santísima intercesión el pan nuestro de cada día; así para nosotros como para nuestras familias, y no consienta que perdamos jamás en allegar riquezas terrenas el tiempo inestimable que Él nos concede para ganar el Cielo; y sobre todo haga que, si las deseamos o las poseemos, no ocupen de tal modo nuestro corazón, que sean un obstáculo para nuestra salvación eterna. Que tales sean siempre nuestros deseos y aspiraciones mientras peregrinamos por este valle de lágrimas, y la gloria que Dios tiene prometida a sus fieles servidores, sea nuestra corona y recompensa en la hora de nuestra muerte y por los siglos de los siglos. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA TERCERO – 5 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
Entre las muchísimas debilidades inherentes al hombre desfigurado por la primera culpa, no es la menor, ni menos frecuente la facilidad con que se engaña a sí mismo en cuanto a la práctica de sus obligaciones. Preguntad a la mayor parte de los cristianos si creen en los dogmas que nos enseña la fe, y os contestarán sin titubear que sí. Preguntadles como es, según eso, que se hallan tan lejos de imitar las virtudes de los Santos, los verdaderos creyentes, y os contestaran poco más o menos que los Santos eran tan sumamente favorecidos de Dios con todo género de privilegios e inspiraciones, que casi forzosamente debían de ser santos. Error funestísimo es este, si por ello se entiende que los Santos tuvieron ordinariamente más medios que nosotros, para santificarse. Es verdad que ha habido almas, a quienes Dios en sus altos juicios se ha dignado manifestar por medio de la palabra, o ya valiéndose de especialísimas inspiraciones, su soberana voluntad. Pero y ¿cuántas son esas almas, en comparación de los millones y millones de Santos que pueblan el Cielo? Y aun de esas mismas almas, ¿hay alguna que no haya sido probada y purificada en el crisol de las más espantosas tentaciones? ¿Hay alguna que no haya ganado el Cielo a fuerza de sacrificios y de abnegación? Santísimo era Millán, estrella de primera magnitud le llama San Braulio, y sin embargo he aquí lo que dice de Millán el mismo Santo Arzobispo, refiriéndose al tiempo en que se hallaba en el desierto: «Las luchas visibles e invisibles, las varias y arteras tentaciones y las asechanzas que de parte del antiquísimo engañador de las almas allí sufriera, solo pueden conocerlas bien aquellos que, consagrándose a la virtud, las experimentan en sí mismos». No queramos, pues, tentar a Dios pidiéndole lo que no necesitamos, ni queramos engañarnos a nosotros mismos, esperando que Dios nos lleve al Cielo, sin trabajo de nuestra parte. Si queremos ganar el Cielo, sacudamos nuestra pereza, preparemos nuestras almas a la tentación y nuestros corazones al sacrificio.
  
ORACIÓN
Oh glorioso y bienaventurado San Millán, que obediente y sumiso a las inspiraciones del Cielo, supiste abandonar por Dios en lo más florido de tu edad las vanidades del mundo, y sujetándote al magisterio del santísimo Félix, abriste plenamente tu corazón humilde a sus celestiales consejos y enseñanzas: que víctima de las más crueles embestidas del común enemigo, no decaíste un momento de tu fervor e insaciable deseo de servirle y agradarle de la manera más heroica y perfecta. Haz que fieles también nosotros a la divina gracia, sacudiendo con ánimo resuelto la indolencia de nuestros corazones y despertando del letargo de la tibieza e indiferencia que nos domina e inutiliza para todo lo bueno, nos determinemos de una vez para siempre a seguir con ánimo resuelto a nuestro Divino Redentor y Maestro Jesucristo, que tan ardientemente desea la santificación de nuestras almas. Concédenos de Dios el necesario auxilio, para que, desasidos de los afectos de la tierra, aspiremos tan solo a hacer en todo y por todo la voluntad de nuestro Salvador y Padre amoroso que está en el Cielo; y teniendo siempre ante nuestra vista el fin para que fuimos criados, sea nuestra única ocupación y anhelo el amar y servir a Dios durante nuestra peregrinación sobre la tierra con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA CUARTO – 6 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
La muerte, así como es el espectáculo más terrible que podemos presenciar en este mundo, así también es el trance en que más infaliblemente hemos de vernos todos sin distinción de clases. Todos los cristianos sabemos que del estado en que la muerte nos coja depende nuestra salud o nuestra condenación eterna. Todos indistintamente querríamos nos cogiese en estado de gracia; y sin embargo. ¿Qué hacemos para conseguirlo? ¡Oh inconcebible ceguedad del corazón humano! Cada día estamos siendo testigos de lamentables sorpresas en personas de harto dudosa conducta; y sin embargo, seguimos nuestra vida tan alegres y satisfechos con toda la seguridad de que a cada momento estamos también expuestos a la misma sorpresa. Cada muerte de nuestro prójimo es un nuevo llamamiento que Dios nos hace ofreciéndonos su gracia y su amistad: es un nuevo golpe a las puertas de nuestro corazón, con que nos advierte que cada día se acerca más y más la hora de nuestra cuenta. Sí, cristiano, la muerte es el verdadero punto de vista, donde debemos colocarnos, para apreciar en lo que se merecen las cosas de la tierra y las cosas del Cielo. Desde el lecho de la muerte nada hay por lo que debamos apasionarnos en nuestros juicios. Todo en el mundo se acaba para nosotros. ¡Oh, qué desengaños tan crueles, qué verdades tan abrumadoras descubre en aquellos momentos el alma del pecador! ¡Qué feliz se juzgaría si pudiese entonces recobrar el tiempo que ahora tan neciamente malgasta! Pero ya no es hora, sino de recoger lo sembrado durante una existencia, que ya pasó. Acostumbrémonos, pues, a morir durante los días de nuestra vida y grabemos en lo más íntimo de nuestros corazones el recuerdo de nuestra última hora. Para ello, retirémonos a semejanza de San Millán, a la soledad de nuestra conciencia; donde alejados de los delirios y locuras de los hombres, muertos espiritualmente al mundo y crucificados con Jesucristo nuestro Redentor amoroso, santifiquemos poco a poco nuestros corazones y hagámonos dignos de recibir en el día de la cuenta la corona de los bienaventurados.
  
ORACIÓN
Oh bondadoso Abogado nuestro, San Millán, que sepultándote vivo en las lóbregas cavernas del Distercio, mereciste ser tantas y tantas veces defendido del Cielo contra las mortales agresiones de los ministros de satanás, que atentaban contra tu vida, conservada por Dios en tu asombrosa ancianidad con tanta honra y gloria de su bendito nombre: concédenos tu poderoso valimiento, para que, descendiendo frecuentemente al sepulcro durante nuestra vida, acertemos a aprovecharnos de las saludables lecciones, que en su terrible frialdad se contienen. Tú que tanto poder y soberanía ejerciste sobre los ángeles réprobos, defiéndenos contra sus asechanzas, sobre todo en la hora tremenda de nuestra muerte. Graba, si es necesario, con el hierro de los padecimientos en lo más profundo de nuestras almas el recuerdo de nuestra última agonía, y sobre todo de aquella otra agonía santísima en la que nuestro divino Redentor derramó por nosotros y para nosotros la última gota de su sacratísima Sangre. Jamás este recuerdo se borre de nuestra mente; él nos purifique; él nos fortalezca en todos los momentos de nuestra existencia; él finalmente, conservándonos en el más exacto cumplimiento de nuestros deberes, nos labre en este mundo una corona de gloria, que adorne en el Cielo nuestras sienes por eternidad de eternidades. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA QUINTO – 7 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
Es una verdad grandísima y desgraciadamente muy poco meditada por la generalidad de los cristianos, que es mucho más lo que el enemigo de nuestras almas nos pide y atormenta para perdernos, que lo que Dios exige de nosotros, para salvarnos. Pídenos Dios tan poco, que no puede menos de apoderarse del corazón imperfecto una profunda tristeza al considerarlo. Dios no pide obras extraordinarias sino a un cortísimo número de almas. El resto de los mortales no necesitan obrar tales heroicidades para llegar a poseer la santidad. En primer lugar, es santo y por consiguiente, amigo de Dios y heredero del Cielo, todo aquel que está exento de pecado mortal, por innumerables que sean los pecados veniales que pesan sobre su alma. En segundo lugar, el alma que se halla en gracia de Dios, por todas y cada una de las obras que cada día practica, aún cuando de por sí sean indiferentes, con tal de que no sean pecaminosas, contrae nuevos méritos y grados de santidad en la presencia divina. Únicamente se le exige que estas obras no sean hechas por fines meramente mundanos; mejor dicho, que sean hechas a honra y gloria de Dios. Síguese de esto que el hombre libre de pecado mortal, ofreciendo a Dios cada día sus obras y trabajos, aun sin hacer más que lo que cada día hace, está continuamente adquiriendo méritos para el Cielo. Por el contrario, el desgraciado pecador, sudando y afanándose tal vez mucho más que el justo, no hace otra cosa en orden a su salvación eterna que perder lastimosamente el tiempo. ¡Oh Dios, y qué provechosas y sublimes reflexiones se desprenden de aquí! Con el mismo trabajo, por el mismo camino por donde va marchando el justo alegre y sonriente, cargado de méritos para la vida eterna, va marchando también el pecador, triste y melancólico cargado de leña para el infierno. Bendigamos, pues, al Señor, que a tan poco precio nos ofrece una gloria imperecedera; conservemos nuestras almas en su divina gracia, y nuestra vida se convertirá en una continua recolección de frutos preciosísimos para la eternidad.
  
ORACIÓN
¡Oh soldado valeroso de Jesucristo, bendito San Millán!, que no contento con ofrecer a Dios tus obras y trabajos, hiciste en manos del santísimo Félix el más completo ofrecimiento y sacrificio de cuanto poseías y de cuanto eras, sin volver más a distraerte entre las bagatelas del mundo en tu asombrosa vida de ciento y un años. Ayúdanos con tu favor y amparo, para que conservando nuestras almas en la divina gracia, sea cada día nuestra solicitud especialísima el ofrecer a Jesús y a su bendita Madre, todos los pensamientos de nuestra alma, todos los latidos de nuestro corazón, todos los pasos en el cumplimiento de nuestras obligaciones. No consientas nos distraigamos tampocо nosotros con perjuicio de nuestra salud espiritual entre los negocios y devaneos del mundo, que a cambio de breves instantes de placer, nos hagan perder la tranquilidad de la conciencia y la pureza de nuestro corazón. No permitas que por nuestra desidia y abandono estemos perdiendo el mérito inapreciable de tantas buenas obras y de tantos sinsabores como la vida nos proporciona: sino que crezca en ellos y por ellos en cada instante de nuestra vida la santidad y perfección de nuestras almas, hasta unirnos un día en el Cielo con Jesucristo, nuestro bien y nuestra esperanza por toda una eternidad. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA SEXTO – 8 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
El amor de Dios es tan necesario a la vida de la gracia, que sin él ni aún podríamos siquiera concebirla. Pero sucede, por lo general, que este amor aún en las personas piadosas es sumamente defectuoso. Amamos a Dios como al Supremo Hacedor de todo lo criado, a quien debemos amar y obedecer como a Soberano dueño. Amamos a Dios como al Juez universal, cuya enemistad podría comprometer nuestra salud eterna. Le amamos también por los grandísimos beneficios que conocemos recibir de su benéfica y generosa mano. Todo esto está muy bien, pero nos falta aún mucho para amar a Dios tanto como deberíamos amarle. Desgraciadamente, reflexionamos muy poco sobre la sublime e inefable ternura de aquellas palabras que el mismo Dios ha puesto en nuestros labios: «Padre nuestro, que estás en los cielos». Palabras sacratísimas y que nos manifiestan más que todos los discursos de los hombres el amor que Dios nos tiene y el amor que le debemos. ¡Padre nuestro! es decir: No un Señor digno de nuestros servicios у de nuestro respeto; no un Juez a quien debamos temer; no un Hacedor Todopoderoso a quien hayamos de admirar y reverenciar, no un amigo cuyos inmensos favores debamos agradecer. Es más, es muchísimo más que todo eso; es nuestro Padre, nuestro mismo Padre; y de un modo tan tierno y tan apasionado, que al enseñarnos a pedirle cuanto necesitemos, comienza por enseñarnos antes que todo a llamarle Padre. Es, pues, un Padre que nos quiere; que nos ama infinitamente; que desea mil veces más que nosotros nuestra felicidad; que siente mil veces más que nosotros nuestras desgracias; que goza y se regocija cuando volvemos a Él con cariño nuestros ojos, que llora y se entristece, cuando ve que compartimos con otros nuestro corazón, que es suyo, completamente suyo. «Fili mii, præbe mihi cor tuum: hijo mío, nos dice, dame tu corazón. Ven a unirte conmigo por el amor, no huyas, hijo mío, de la casa de tu Padre, pues fuera de ella te morirás de hastío, y la amargura y la tristeza roerán ese tu corazón nacido para amar. Si pides pruebas de mi amor, fíjate en el árbol sacratísimo de la cruz, donde por ti entregué a mi propio Hijo Jesús a la muerte más indigna y afrentosa». Sí, cristianos, fijemos en el Calvario los ojos de nuestra fe, y aprendamos a morir de amor para con nuestro Padre que está en los cielos.
  
ORACIÓN
Oh, bienaventurado San Millán, que abrasado del amor más tierno hacia tu Dios y Criador, supiste ver en Él al más solícito y amoroso de los padres sin que jamás vacilases en demandarle en tus necesidades los más extraordinarios favores y sin que jamás tampoco te vieses por Él desairado en tus peticiones de hijo amantísimo. Haz que también nosotros nos acostumbremos a ver en Dios a nuestro más cariñoso Padre, que vela y se afana por nuestra felicidad, mientras quizás nosotros vivimos olvidados de Él y de nosotros mismos; que continuamente está llamando a la puerta de nuestro corazón en busca de nuestro amor y nuestro amistad, mientras nosotros no tenemos quizás para Él durante días y días ni un amoroso recuerdo. Ayúdanos con tu poderosa protección a agradar en todas nuestras obras, palabras y pensamientos al sacratísimo Corazón de Jesús, abrasado de amor por nosotros. Que al influjo de la devoción a este Corazón divino se inflamen también nuestros corazones en el deseo de vivir y morir por quien cifró todas sus delicias en vivir con los hijos de los hombres, por quien sostenido por su infinito amor a los mismos, dio por nosotros su último aliento en el árbol santísimo de la cruz. Haz que, teniendo siempre ante nuestra vista los infinitos tesoros de nuestra Redención, seamos por siempre agradecidos al amor de nuestro Dios, y merezcamos la dicha incalculable de poder repetirle en el Cielo el nombre sacratísimo de Padre nuestro por toda una eternidad. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA SÉPTIMO – 9 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
El amor y caridad para nuestros prójimos es una consecuencia necesaria de nuestro amor a Dios. Mejor dicho, el amor a Dios y el amor al prójimo son una misma cosa: por el primero amamos a Dios en Sí mismo; por el segundo Le amamos en sus criaturas. Por la misma razón cuando ofendemos o aborrecemos a nuestros semejantes, ofendemos o aborrecemos en ellos al mismo Dios. De aquí que siempre los Santos han amado más a sus prójimos que los pecadores. Amantes como eran de Dios en grado sumo, debían necesariamente ser amantes de la obra más excelente de Dios después de los ángeles, que es el hombre. Síguese de aquí que como nosotros, al amar a nuestros prójimos, no debemos hacerlo solamente por ellos, sino primera y principalísimamente por Dios de quien son hechura, no hemos de calcular tampoco el amor que les debemos por lo dignos o indignos, amigos o enemigos nuestros que ellos sean; sino que únicаmente debemos reflexionar que son como nosotros hijos de Dios e imágenes de. su divinidad; que Dios quiere y ordena que los amemos como a tales; que el mismo Dios, que nos manda amarlos, los ama indudablemente, al concederles la vida y la salud de que disfrutan. Por otra parte; si Dios nos amase a nosotros conforme a nuestra dignidad y a nuestros merecimientos ¿qué sería de nosotros, miserables pecadores, en esta vida y en la otra? Y sin embargo, Dios nos ama, Dios, que para nada nos necesita nos llama un día y otro a su amistad con remordimientos, con inspiraciones, con desengaños, con muertes repentinas de nuestros prójimos, con todo aquello, en fin, que puede inventar el amor de un padre para con su hijo. No nos fijemos pues, nosotros tampoco, en la maldad de nuestro prójimo, la cual es hechura del hombre, sino en el mismo prójimo que es hechura de Dios. Veamos siempre en nuestro prójimo a un hermano nuestro e hijo queridísimo de Dios, cuya pobreza imita, у Dios nos mirará a él y a nosotros como a verdaderos y dignísimos hijos suyos, para los que tiene un solo y único amor, así como una misma gloria preparada para la eternidad.
  
ORACIÓN
Oh santísimo Millán, que elevándote en vida a los más sublimes grados del amor divino, tuviste también para tus prójimos el más heroico y desinteresado de los amores, manifestado en tantos beneficios espirituales y corporales como sobre ellos derramaste. Haz que, imitando nosotros tus gloriosos hechos veamos también la Imagen de Dios en cada uno de los hombres, a Jesucristo pobre y desvalido en cada uno de nuestros prójimos necesitados. No permitas seamos tan escasos de fe y duros de corazón que, teniendo con que socorrer su necesidad, veamos impasibles la miseria de nuestro hermano, sin compartir con él nuestra pobreza o nuestra abundancia. Haz, gloriosísimo abogado nuestro, que cada día resplandezca más y más en el pueblo cristiano la virtud de la caridad, para mayor honra y gloria de Dios y de su santo Nombre, para paz y concordia entre los miembros todos de la gran familia cristiana; para alivio y consuelo de los pobres y menesterosos aquí en la tierra; así como de los ricos y poderosos en el Reino de los cielos, que a unos y a otros nos conceda Dios un día por su infinita misericordia. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA OCTAVO – 10 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
Lo que sucede ordinariamente en la vida del cuerpo, eso mismo suele acontecer con admirable semejanza en la vida de la gracia. Así como el cuerpo necesita de alimentos sanos y nutritivos para poder conservar su salud y sus fuerzas contra la inclemencia de los tiempos, de la misma suerte, el alma del cristiano necesita también, para sostenerse, de alimentos propios y adecuados espiritualmente a la vida cristiana. Estos alimentos, imposibles de enumerar, son por ejemplo las buenas compañías, las lecturas piadosas, la frecuencia de sacramentos, el examen frecuente de conciencia, la oración, etc. Pretender que un alma sea buena viviendo por su gusto entre los malos; que conserve la pureza leyendo libros o frívolos, u obscenos; que se conserve en santidad alejada de los sacramentos que la producen; que observe una vida metódica y arreglada, sin tomarse la molestia de escudriñar de vez en cuando los pliegues de la conciencia; que abunde en recursos para sostenerse en gracia, sin que le sea necesario pedirlos a Dios en sus oraciones; en una palabra, pretender que un alma conserve la robustez de la gracia, sin probar los alimentos únicos que pueden producir tal salud y robustez, es pretender lo imposible, es tentar a Dios temerariamente, es exponerse a una condenación inevitable. No nos cansemos en buscar otra causa a esas grandes caídas de almas al parecer tan rectas y sólidamente devotas. Si nos fuera dado leer los secretos de su corazón, veríamos que, antes de esa caída que se ha hecho pública, ha habido una serie interminable de omisiones, descuidos, embustes, hipocresías y aun tal vez crímenes, en los que podría verse el gradual decaimiento del alma, que hastiada lentamente de los alimentos espirituales, va perdiendo sus fuerzas y devoción, y llega por fin a ser el juguete más débil y miserable del viento de las tentaciones. Demos, pues, a nuestras almas alimentos saludables, frecuentando cuanto nos sea posible la recepción de los santos Sacramentos, y toda la furia de las tentaciones y toda la impetuosidad de las contrariedades no será capaz de hacernos retroceder un solo paso en nuestro viaje a la eterna bienaventuranza.
  
ORACIÓN
Oh glorioso San Millán, abogado nuestro, que anhelando tan solo la compañía de los ángeles, y nutriendo tu alma con las saludables inspiraciones con que Dios, en tu frecuente y altísima contemplación te favorecía, conservaste tu corazón robusto e invencible contra todas las embestidas del demonio, del mundo y de la carne; contra toda la malicia y crueldad de la calumnia disfrazada; contra todos los clamores de tu amor propio, herido en sus más delicadas fibras; contra todas las inclemencias imaginables del hambre y de la sed y del frio y de las enfermedades; sostén nuestra fe, ¡oh santísimo Millán!, y no permitas que, abandonando nosotros la fuente de aguas vivas, vayamos como los pecadores de que se queja Dios por Jeremías, en busca de aljibes rotos que no pueden contener las aguas; es decir, que no pueden refrigerar nuestros corazones necesitados de la gracia, para no sucumbir cada día víctimas de la tentación. Haz por el contrario que, acompañándonos de los buenos, nos animemos a imitar sus virtudes, y buscando en Dios y en sus santos Sacramentos el alimento de nuestras almas, adquiramos también la necesaria robustez para resistir a todas las contrariedades de esta miserable vida, hasta llegar a gozar en el Cielo de la eterna paz de la bienaventuranza. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.
   
DÍA NOVENO – 11 DE NOVIEMBRE
Por la señal…
Acto de contrición y Oración inicial
   
MEDITACIÓN
La oración, dice Santo Tomás, es un acto que aventaja en excelencia a los demás actos de la Religión; y San Agustín añade que ninguno, sino el que ora, merece el auxilio divino. ¿Y qué cosa es orar? Es, dice el catecismo, levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes. Es manifestarle nuestras penas, exponerle nuestras necesidades, representarle nuestra miseria y debilidad, abrirle nuestro cоrazón víctima de los sinsabores e ingratitudes de los hombres, pidiéndole para todo ello el oportuno remedio con la caridad ilimitada de un hijo que pide a la puerta de su padre; con la esperanza del pobre que pide lo que se le ha prometido; con la fe solidísima del que sabe que solo de Dios puede venirle el remedio necesario. Dios, por otra parte, se halla tan deseoso de que le pidamos cuanto necesitemos, en orden sobre todo a nuestra salvación, que con un amor y misericordia que nunca comprenderemos debidamente, entregó a muerte cruelísima a su propio Hijo, a fin de que con sus méritos nos abriese las puertas del Cielo, que nos estaban cerradas por nuestros primeros padres. ¿No será, pues, una injuria, no será un desprecio que hacemos a Dios el carecer de lo necesario para salvarnos, por falta de confianza en su generosidad? El que nos ha dado a su propio Hijo, ¿podría negarnos gracia alguna, por grande y excelente que sea? Por el contrario: «Todo cuanto pidiereis en la oración creyendo, nos dice San Mateo, lo recibiréis».
  
Mas, si bien debemos insistir, un día y otro, en nuestras oraciones pidiendo a Dios la gracia espiritual para nuestras almas; no así cuando se trate de la salud del cuerpo o cualquiera otro beneficio temporal, que solo debemos pedir condicionalmente, si no se opone a la salud de nuestra alma; pues, así como el enfermo, en la mayoría tal vez de los casos, se equivoca, al proponer al médico la medicina que cree convenirle, de la misma suerte en la mayoría también de los casos, en estando de por medio los bienes temporales, siquiera sean tan sagrados como la salud del cuerpo, solemos nosotros ser sumamente imprudentes, en pedir a Dios lo que no nos conviene. Pidamos, pues, a Dios cada día y cada momento el don de la perseverancia en su santo amor; pero en cuanto a los otros bienes, pidámoslos solamente si nos convienen. La oración es la llave del Cielo de que debemos valernos, si queremos entrar en él mediante la perseverancia en la gracia. Dios nos ha prometido no desechar jamás nuestras peticiones sin concedernos cuanto fuere necesario para nuestra salvación eterna. «Pétite et accipíetis», nos dice San Juan. Pedid y recibiréis. «Pétite et dábitur vobis», dice San Lucas. Pedid y se os dará.
  
ORACIÓN
¡Oh glorioso y bienaventurado San Millán!, que después de haberte dedicado a orar sin interrupción por espacio de cuarenta años en el desierto, ansioso todavía de acercarte a Dios más y más por medio de la oración, huías por completo cada Cuaresma del trato de los hombres, sepultándote toda ella en la obscuridad de tu estrechísima celda. Haz que familiarizados también nosotros con la oración, reflexionemos en ella frecuentemente sobre nuestro estado y obligaciones para con Dios, para con nuestro prójimo, y para con nosotros mismos. Concédenos tu poderosa protección para que, conociendo nuestras necesidades, sepamos exponerlas a nuestro Dios y Padre amantísimo con todo el respeto de humildísimos vasallos, con todo el cariño de agradecidos hijos, con toda la veneración de criaturas suyas. Interpón tú también, ¡oh glorioso San Millán!, tus poderosas oraciones en favor nuestro, como abogado y medianero a cuya misericordia y valimiento volvemos hoy a encomendar la salud de nuestras almas. ¡Oh poderoso San Millán, Patrono de nuestra España!: ruega por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo. Amén.
  
Tres Padre nuestros, Ave Marías y Glorias. Los Gozos y la Oración se dirán todos los días.

domingo, 2 de noviembre de 2025

EL “DÍA DE LOS MUERTOS”, PRODUCTO DEL NACIONALISMO MEJICANO DE LA REVOLUCIÓN

Tomado de SIN EMBARGO (Méjico).
 
DÍA DE MUERTOS: HERENCIA DE UNA POLÍTICA DE NACIONALISMO CULTURAL
  
México, 2 Nov (Notimex).- Estudioso de la vida y obra del grabador José Guadalupe Posada (1852-1913), el investigador Agustín Sánchez González aseveró que la tradición del Día de Muertos, como se conoce hoy, es una invención pagana del siglo XX.

Según el investigador, aunque muchos consideran que se trata de una celebración que data de la época prehispánica, eso no es así.

“La clave para entender lo mexicano, es comprender que somos un pueblo multicultural, que viene de lo indígena, pero no de la cultura indígena azteca solamente, sino del mestizaje con otras muchas culturas”, explicó a Notimex.

El Día de Muertos, continuó, no es más que una invención pagana del siglo XX, construida con la Revolución Mexicana que erigió un discurso nacionalista que buscaba reivindicar a los indígenas como parte única de la nacionalidad, de tal suerte que hay todo un invento para mostrar que nuestras raíces son indígenas.

“Y no es cierto que seamos indígenas, somos un pueblo mestizo, pero la Revolución con José Vasconcelos y Álvaro Obregón construyen un discurso nacionalista donde ponen por encima a los indígenas”, expresó el investigador, quien publica un artículo al respecto en la revista “Relatos e Historias de México.

Según sus investigaciones, esta idea del Día de Muertos no existía en el siglo XIX; “todo eso de Mixquic y lo que hoy se ha vuelto como choteo, no tiene una raíz indígena”, sostuvo.

Para empezar, aclaró, no es Fiesta de Muertos, es Día de Todos los Santos el 1 de noviembre y de los Fieles Difuntos el 2.

“La gente acudía a los panteones a llorar sus muertos y les hacía altares personales a las familias y nada más. Es falso que esta celebración venga de la época prehispánica, seguramente se retomaron algunos elementos pero toda esta cosa de los muertos, proviene de la tradición europea”, anotó.

Recordó que la célebre Catrina de José Guadalupe Posada, que es la base de todo ésto, tampoco tiene rasgos indígenas, es decir, todo lo que hace Posada tiene que ver con las imágenes religiosas que es un poco lo que he escrito en los últimos años.

“No se trata de algo que está bien o mal, sino simplemente aclarar que es una construcción”, comentó Sánchez, quien recordó que en algún tiempo se dijo que Posada era revolucionario y no era así, “lo que estoy demostrando es cómo se construyen los mitos y se construye una falsa idea de lo mexicano”.

“Es una ideología de lo que la propia Revolución nos generó. Todos dicen, es que nos conquistaron. Y no entendemos y justo la clave para entender a lo mexicano, es comprender que somos un pueblo multicultural”, concluyó.

LOS REDENTORISTAS TRANSALPINOS. RECHAZADOS POR LA FSSPX, APOYADOS POR VIGANÒ


Un sacerdote-presbítero de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X comentó bajo anonimato al inglés The Catholic Herald sobre los Hijos del Santísimo Redentor, más conocidos como Redentoristas Transalpinos: «Dudo mucho que ellos vayan a trabajar con nosotros. Pienso que se han hecho totalmente sedevacantistas. Eso eran ellos antes de su reconciliación en 2007».
  
El sacerdote-presbítero lefebvrista sugirió que, a juzgar por su Carta abierta del 16 de Octubre, ahora estén alineados, o al menos con simpatías tácitas hacia el arzobispo y exnuncio Carlo María Viganò, quien al día siguiente redactó la siguiente declaración (Fuente: EXSÚRGE DÓMINE):


“TOLLE MISSAM, TOLLE ECCLÉSIAM”
Declaración del Arzobispo Carlo María Viganò sobre la Congregación de los Hijos del Santísimo Redentor [1]

«Llegará el día, en el que ya no se tolerará la sana doctrina, pero, debido al prurito de escuchar algo nuevo, los hombres se rodearán de maestros acorde a sus propios deseos, negándose a escuchar la Verdad».
2.ª Tim. 4, 3
   
Hace unos días, después de diecisiete años de tensiones con el Vaticano y con el obispo de Christchurch en Nueva Zelanda, que culminaron con una orden de expulsión de la diócesis confirmada por un decreto de la Santa Sede, la Comunidad de los Redentoristas Transalpinos dio a conocer una Carta Abierta (aquí) en la que denuncia los principales errores de la Iglesia conciliar-sinodal, su abierta hostilidad hacia la Misa Apostólica y la malversación de la que han sido objeto los Hijos del Santísimo Redentor. En la Carta Abierta, los Padres Redentoristas afirman que »se ha roto la cadena de mando» dentro de la Jerarquía: «Cuando un superior se aparta de su obediencia a Cristo Rey, su mandato ya no es el brazo de Cristo, sino el gesto de un hombre» (II-IIæ, cuestión 104, art. 5.º).
   
Ahora es evidente la crisis de autoridad en la Iglesia Católica. En el plan de los subversivos, debe conducir a la disolución del cuerpo eclesial, para reemplazar la Iglesia Católica Apostólica Romana con un sustituto de origen humano y de inspiración masónica. El principal instrumento de esta subversión es la sinodalidad, es decir, la aplicación de los principios revolucionarios de la democracia y de la representatividad popular a una institución de origen divino que su Fundador, Nuestro Señor Jesucristo quiso que fuera monárquica y jerárquica. De esta manera, una vez que se rompe el vínculo de obediencia a Dios, la Autoridad se vuelve absoluta y tiránica, no teniendo que responder por sus decisiones ni ante Nuestro Señor Jesucristo ni ante el pueblo cristiano. Esta revolución permite manipular a los fieles para hacerles creer que las innovaciones y las herejías introducidas por la Jerarquía son exigidas por las bases, cuando en realidad son impuestas por un lobby de desviados en la Fe y en la Moral.
    
No puedo sino alabar la valentía de estos Redentoristas, cuya denuncia se suma a otras que muestran con mayor frecuencia el escándalo y el gran malestar del clero y del pueblo de Dios con respecto a una jerarquía rebelde y apóstata. Ya no estamos en el ecumenismo conciliar hacia las sectas no católicas (aunque condenadas por los Pontífices hasta Pío XII), sino en la aceptación y legitimación de todas las falsas religiones e idolatrías, y de los puntos programáticos de la Agenda globalista (pansexualismo LGBTQ+, inmigracionismo, ecologismo), con los que la “iglesia sinodal” está totalmente alineada.
   
Esta crisis es de naturaleza teológica y no canónica. Se refiere al desmantelamiento sistemático de la perenne Tradición de la Iglesia Católica Apostólica Romana y a la disolución del Depósitum Fídei: por lo tanto, es con argumentos teológicos que se la puede afrontar. Juzgar individualmente los casos particulares a la luz del Derecho Canónico, sin correlacionarlos entre sí en el contexto más amplio de una acción subversiva planificada durante décadas y llevada a cabo con la cooperación activa y consciente de una gran parte del Episcopado, no hace más que reconocer oficialmente a una Autoridad desviada y pervertida, a usurpadores que hacen uso del poder del cual se han apropiado contra la voluntad de Nuestro Señor Jesucristo, Cabeza del Cuerpo Místico, en perjuicio de los fieles, para fines opuestos a los que Nuestro Señor ha establecido para su Iglesia.
    
Exhorto a los hijos del Santísimo Redentor y a sus fieles con las palabras de San Pedro: «Resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos sufrimientos padecen vuestros hermanos diseminados por todo el mundo» (1.ª Pe. 5, 9). La  Fundación Exsúrge Dómine –con la que los Redentoristas Transalpinos ya tienen relaciones de amistad fraterna–, yo mismo como Arzobispo y Sucesor de los Apóstoles; junto con los Clérigos de la Fraternidad de Família Christi, que también son perseguidos y “cancelados” por la “Iglesia bergogliana”; junto con numerosos Sacerdotes y Religiosos esparcidos por todo el mundo a los que sigo permanentemente, os aseguramos nuestro pleno apoyo,  en medio del silencio fugitivo y cómplice de los pastores tímidos y cobardes. Porque está escrito: «Si éstos callan, las piedras gritarán» (Lc. 19, 40).
 
✠ Carlo Maria Viganò, Arzobispo.
17 de octubre de MMXXV
Sanctæ Margarítæ Maríæ Virg.

NOTA
[1] «Quitad la Misa, destruid la Iglesia». Es una cita de Martín Lutero extraída de su libelo De abrogánda missa priváta Martíni Luthéri senténtia, publicado en 1522.
Ante la carta de los Redentoristas Transalpinos repudiando a la Iglesia Sinodal, el obispón de Aberdeen (Escocia), en cuyo territorio está el monasterio Gólgota, emitió un breve comunicado el 24 de Octubre diciendo que remitió el caso al Vaticano:
EN RESPUESTA A LA RECIENTE CARTA ABIERTA DE LOS HIJOS DEL SANTÍSIMO REDENTOR
El 16 de octubre, la Congregación de los Hijos del Santísimo Redentor publicó en su blog una Carta Abierta «a los obispos, sacerdotes y fieles católicos». Esta Congregación es un instituto religioso con su casa madre en la Diócesis de Aberdeen, ubicada en las Islas Órcadas.
   
La Diócesis lamenta profundamente el tono, la orientación y los elementos clave de esta Carta. Resulta incompatible con el sentido católico de la unidad de la Iglesia. Si bien permanece abierta al diálogo con la Congregación, la Diócesis ha tomado medidas.
  
Se están tomando medidas alternativas para la celebración continua del rito antiguo de la Misa romana (usus antíquior) en la iglesia de San Juan Evangelista en Fetternear. Los dicasterios competentes de la Santa Sede también están estudiando la situación y ofrecerán orientación canónica y doctrinal.
  
Todo esto es una invitación a orar por la unidad de la Iglesia, tan cercana al Corazón de Cristo.
  
✠ Hugh Gilbert OSB, Obispo de Aberdeen, 24 de octubre de 2025

A lo cual ellos respondieron con el siguiente artículo, aludiendo tanto al discurso sinodalista de Riggitano-Prévost como al espectáculo por los 60 años de Nostra Ætáte, y a que el cardenal Matteo María Zuppi Fumagalli lo mismo presida unas Vísperas pontificales en el Rito antiguo que participe en una tenida ecuménica de la Comunidad de San Egidio (Traducción propia):
SIMPLEMENTE NO PUEDEN COEXISTIR EN UN MISMO CUERPO
   
«Tras años de pruebas y experiencia, hemos llegado a la lamentable conclusión de que la Fe Católica Tradicional, la Fe de todos los tiempos y de los santos, es incompatible con la nueva Iglesia moderna, fruto del Concilio Vaticano II. Simplemente no pueden coexistir en un mismo cuerpo».
A algunas personas les sorprende que podamos siquiera considerar la existencia de una Iglesia nueva y moderna, o que pensemos que la antigua fe no es compatible con ella. Algunos han dicho que nuestra carta «es incompatible con la concepción católica de la unidad de la Iglesia».

Pero no es que hayamos propuesto alguna opinión teológica extraña, nueva e indemostrable. He aquí algo de la Antigua Fe: «Yo soy el camino, la verdad y la vida —dice el Señor—. Nadie viene al Padre sino por mí» (Jn 14,6). «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8,32). Lo dice en otro lugar.

El Concilio de Trento enseñó lo siguiente en su decreto sobre las Sagradas Escrituras canónicas (Sesión 4.ª, 8 de Abril de 1546):
«El sacrosanto, ecuménico y universal Concilio de Trento, legítimamente reunido en el Espíritu Santo, bajo la presidencia de los tres mismos Legados de la Sede Apostólica, poniéndose perpetuamente ante sus ojos que, quitados los errores, se conserve en la Iglesia la pureza misma del Evangelio que, prometido antes por obra de los profetas en las Escrituras Santas, promulgó primero por su propia boca Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios y mandó luego que fuera predicado por ministerio de sus Apóstoles a toda criatura [Mt. 28, 19 s; Mc. 16, 15] como fuente de toda saludable verdad y de toda disciplina de costumbres; y viendo perfectamente que esta verdad y disciplina se contiene en los libros escritos y las tradiciones no escritas que, transmitidas como de mano en mano, han llegado hasta nosotros desde los apóstoles, quienes las recibieron o bien de labios del mismo Cristo, o bien por inspiración del Espíritu Santo; siguiendo los ejemplos de los Padres ortodoxos, con igual afecto de piedad e igual reverencia recibe y venera todos los libros, así del Antiguo como del Nuevo Testamento, como quiera que un solo Dios es autor de ambos, y también las tradiciones mismas que pertenecen ora a la fe ora a las costumbres, como oralmente por Cristo o por el Espíritu Santo dictadas y por continua sucesión conservadas en la Iglesia Católica».
El Papa León XIII también enseñó lo siguiente en su encíclica Divínum illud munus escrita en 1897:
«Así, ciertamente se cumplía la última promesa de Cristo a sus apóstoles, la de enviarles el Espíritu Santo, para que con su inspiración completara y en cierto modo sellase el depósito de la revelación: “Aún tengo que deciros muchas cosas, mas no las entenderíais ahora; cuando viniere el Espíritu de verdad, os enseñará toda verdad” (Jn. 16, 12-13). El Espíritu Santo, que es Espíritu de verdad, pues procede del Padre, Verdad eterna, y del Hijo, Verdad sustancial, recibe de uno y otro, juntamente con la esencia, toda la verdad que luego comunica a la Iglesia, asistiéndola para que no yerre jamás, y fecundando los gérmenes de la revelación hasta que, en el momento oportuno, lleguen a madurez para la salud de los pueblos».
El Papa Gregorio XVI enseñó en su encíclica Mirári Vos de 1832:
«En efecto, constando, según el testimonio de los Padres de Trento [Sesión 13.ª, Decreto sobre la Sagrada Eucaristía, en el proemio], que “la Iglesia recibió su doctrina de Cristo Jesús y de sus Apóstoles, que es enseñada por el Espíritu Santo, que sin cesar la sugiere toda verdad”, es completamente absurdo e injurioso en alto grado el decir que sea necesaria cierta “restauración y regeneración” para volverla a su incolumidad primitiva, dándola nuevo vigor, como si pudiera ni pensarse siquiera que la Iglesia está sujeta a defecto, a ignorancia o a cualesquier otras imperfecciones. Con cuyo intento pretenden los novadores “echar los fundamentos de una institución humana moderna”, para así lograr aquello que tanto horrorizaba a San Cipriano, esto es, que la Iglesia, que es cosa divina, “se haga cosa humana” [Epístola 52 (edición de Balucio)]».
Dado este magisterio anterior de la Iglesia Católica, ¿cómo es posible que León XIV afirmara el domingo pasado (26 de octubre), durante su homilía con motivo del Jubileo de los Equipos Sinodales, que «ser Iglesia sinodal significa reconocer que la verdad no se posee, sino que se busca juntos, dejándonos guiar por un corazón inquieto enamorado del Amor», y que «nadie posee la verdad absoluta; todos debemos buscarla con humildad y buscarla juntos»? Y continuó:
«Queridos amigos, debemos soñar con una Iglesia más humilde y construirla; una Iglesia que no se yergue como el fariseo, triunfante y llena de orgullo, sino que se inclina para lavar los pies de la humanidad; una Iglesia que no juzga como el fariseo juzga al recaudador de impuestos, sino que se convierte en un lugar acogedor para todos; una Iglesia que no se encierra en sí misma, sino que permanece atenta a Dios para poder escuchar a todos. Comprometámonos a construir una Iglesia totalmente sinodal, ministerial y atraída por Cristo, y por lo tanto, comprometida a servir al mundo».
Las palabras del Papa Gregorio XVI resuenan en nuestros oídos: «…pretenden los novadores “echar los fundamentos de una institución humana moderna”, para así lograr aquello que tanto horrorizaba a San Cipriano, esto es, que la Iglesia, que es cosa divina, “se haga cosa humana”».

Pero hay más. La semana pasada se celebró el 60.º aniversario de Nostra Ætáte, la Declaración del Concilio Vaticano II sobre la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas. En Roma se organizaron varios eventos en los que León XIV se unió a los líderes de numerosas religiones no católicas en una suerte de celebración de la “unidad” al margen de la Verdad, sobre la cual se funda toda unidad. Durante estos encuentros, el catolicismo fue equiparado a todas las demás religiones del mundo. Antes de una de las “actuaciones culturales” organizadas por el Vaticano en el Aula Pablo VI —una danza indonesia en la que tres religiones de ese país estaban representadas por grupos de bailarines—, el acto fue presentado con las siguientes palabras:
«Hagamos un viaje. Hagamos un viaje a Indonesia, porque desde las profundidades de la historia indonesia y sus muchas formas de espiritualidad y culto del único Dios Todopoderoso, en las comunidades religiosas han emergido varias expresiones artísticas y culturales para alabar al único Dios y promover la armonía entre los pueblos indonesios a pesar de sus bien conocidas diferencias. “Tres Apsarás”, los tres cuerpos danzantes celestiales. Así que hay tres coreografías de danzas tradicionales. “Rejang Dewa” de Bali que representa al hinduismo, “Bedhayan Satya Mataya” de Java que representa al catolicismo, y “Zapin Awal Bismillah” de Sumatra que representa al islam».
   
Lo siento; si eso no es una negación total del catolicismo como la única religión verdadera, el único medio por el cual se adora al Único Dios Verdadero, entonces no sé qué lo sea.

Al finalizar las representaciones, León XIV entró para dirigirse a los que se habían congregado en la sala para el evento. Durante su discurso, pronunció las siguientes asombrosas palabras:
«Este documento histórico [Nostra Ætáte] nos abrió los ojos a un principio sencillo pero profundo: el diálogo no es una táctica ni una herramienta , sino una forma de vida, un viaje del corazón que transforma a todos los involucrados, tanto a quien escucha como a quien habla. Es más, recorremos este camino no abandonando nuestra fe, sino manteniéndonos firmes en ella. Porque el diálogo auténtico no comienza con la concesión, sino con la convicción, en las profundas raíces de nuestra propia creencia que nos dan la fuerza para acercarnos a los demás con amor».
El diálogo de la Iglesia Católica con las religiones no cristianas no es una herramienta de conversión. Más bien, los miembros de religiones no católicas no deben abandonar su fe, sino mantenerse firmes en ella; de lo contrario, se estarían comprometiendo a sí mismos y a sus convicciones, necesarias para acercarse a los demás con amor . De esto podemos deducir que León XIV cree y enseña que la Iglesia Católica no es necesaria para la salvación. No desea convertir a quienes se dirige para que salven sus almas, sino que insiste en que permanezcan firmes en su religión.

Pero ¿qué enseña la inmutable fe católica de todos los tiempos? La bula Cantáte Domino del Concilio de Florencia de 1442 presentó la fe católica con las siguientes palabras:
«[La Iglesia] cree firmemente, profesa y predica que nadie que esté fuera de la Iglesia Católica, no solo los paganos, sino también los judíos, herejes y cismáticos, puede participar de la vida eterna, sino que irán al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles (Mt. 25, 41), a menos que antes del fin de sus vidas se hayan unido a él; y que la unidad del cuerpo eclesiástico es tan valiosa que los sacramentos eclesiásticos solo benefician para la salvación a quienes permanecen en él, y que los ayunos, las limosnas y las demás obras de piedad y los ejercicios de la milicia cristiana producen recompensas eternas; y que nadie —por muchas limosnas que haya dado, e incluso si hubiera derramado su sangre por el nombre de Cristo— puede salvarse, a menos que haya permanecido en el seno y la unidad de la Iglesia Católica [Cf. San Fulgencio de Ruspe, Tratado sobre la Fe, a Pedro, cap. XXXVII ss, LXXVIII ss (En Migne, Patrología Latína 65, col. 703 ss)]».
El papa Gregorio XVI enseñó en su encíclica Mirári Vos:
«Otra causa que ha producido muchos de los males que afligen a la Iglesia es el indiferentismo, o sea, aquella perversa teoría extendida por doquier, merced a los engaños de los impíos, y que enseña que puede conseguirse la vida eterna en cualquier religión, con tal que haya rectitud y honradez en las costumbres. Fácilmente en materia tan clara como evidente, podéis extirpar de vuestra grey error tan execrable».
Las siguientes afirmaciones erróneas fueron condenadas por el Papa Pío IX en su Sýllabus de Errores:
«15. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.
16. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.
17. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo».

Es evidente que la enseñanza de León XIV en estas cuestiones de fe no concuerda con la tradición anterior. Igualmente claro resulta del silencio de los obispos, tanto ahora como durante los últimos 60 años, que comparten esta creencia. ¿Cómo, entonces, puede alguien cuestionar la afirmación de nuestra Carta Abierta de que « la fe católica tradicional, la fe de todos los tiempos y de los santos, es incompatible con la nueva Iglesia moderna, fruto del Concilio Vaticano II. Simplemente no pueden coexistir en un mismo cuerpo »?

No es ciencia espacial. Son mutuamente excluyentes. No se puede tener toda la Verdad encomendada a la Iglesia Católica y, al mismo tiempo, que nadie posea la Verdad completa. No se puede tener a Nuestro Señor encarnándose, sufriendo y muriendo en la Cruz para liberar al hombre de sus pecados e instituir la única Fe e Iglesia por la cual los hombres pueden salvarse, y al mismo tiempo tener a todas las religiones adorando al mismo Dios Todopoderoso y que el verdadero amor se imparta permaneciendo en religiones falsas y no católicas. Son incompatibles porque enseñan cosas opuestas. Es lógica básica.

Existe una gran necesidad de proclamar públicamente la verdadera fe y denunciar el error. La Misa de todos los tiempos no basta por sí sola; su compañera inseparable es la fe de todos los tiempos. Una sin la otra carece de sentido. Son dos órganos de un mismo cuerpo.

Esta verdad quedó bien ilustrada el pasado fin de semana. Como parte de la peregrinación anual Summórum Pontíficum en Roma, el cardenal Matteo Zuppi celebró las hermosas Vísperas Pontificales tradicionales en la Basílica de San Lorenzo en Lucina. Los fieles se postraron a sus pies para recibir su bendición a su paso.
     
Apenas unos días después, el mismo cardenal Zuppi se unió a otros no católicos para encender velas por la paz en un encuentro de oración interreligiosa, lo que parecía un preludio a una religión mundial única, cuya unidad no se basaría en el Dios de la Verdad, sino en la fraternidad humana. En tal religión, tal vez habría un lugar, aunque fuera en un rincón, para la Misa Tradicional en Latín de Todos los Tiempos. Pero no habrá lugar alguno para la Fe Católica Tradicional de Todos los Tiempos. La verdad del pasado y la verdad de hoy no pueden coexistir en un mismo cuerpo.
   
Finalicemos con un pasaje interesante de un opúsculo escrito por el P. William George Frean Hendricken C.Ss.R., llamado “Cómo conocer a la única Iglesia Verdadera” (texto aquí):
«En medio de esta confusión y aturdimiento, una Iglesia se alza con fuerza y ​​proclama con audacia: “Yo soy la única Iglesia verdadera”. Esta postura de la Iglesia Católica se atribuye a veces a un espíritu de intolerancia. Pero es, al menos en cierto modo, una prueba de su origen divino. Lo veríamos claro si alguna vez oyéramos a la Iglesia decir: “No sé si tengo razón o si la tienen los demás, pero podéis aceptar mi doctrina o rechazarla, porque no sé si es verdadera o no”. En tal caso, demostraría una cosa: que no es la Iglesia verdadera».

«¿Acaso me he convertido en enemigo vuestro por deciros la verdad?» (Gálatas 4, 6).